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Paula Escobar Chavarría

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Beschreibung

¿Cuáles son los desafíos más urgentes de la actualidad? ¿De qué manera los problemas sociales se visibilizaron o agudizaron durante la pandemia? ¿Qué aristas del pensamiento y el conocimiento debemos poner bajo la lupa para evitar consecuencias irremediables?

Con el Covid de telón de fondo, la reconocida columnista y entrevistadora Paula Escobar dialoga con treinta de las pensadoras y los pensadores más influyentes de las últimas décadas. Estas conversaciones distendidas y perspicaces —aparecidas originalmente en La Tercera— empujan a repensar nuestra relación con las humanidades, la ciencia, la tecnología, la creación, la emergencia climática, las desigualdades, las inequidades de género y las organizaciones políticas.

Un mundo incierto es una exploración a las expectativas, intuiciones y premuras de una época: treinta radiografías sobre el comportamiento humano y los virajes necesarios para cuidar nuestra permanencia en el planeta.

Entrevistas a: Michael Sandel, Jane Goodall, Steven Pinker, Boris Cyrulnik, Fareed Zakaria, Michele Wucker, Yuval Noah Harari, Hilary Cottam, Peter Brown, Timothy Snyder, Martha Nussbaum, Daniel Innerarity, Daron Acemoğlu, Jared Diamond, Mary Beard, Gilles Lipovetsky, Luc Ferry, Wim Voermans, Jared Genser, Christiana Figueres, Branko Milanovic, Elizabeth Kolbert, Ismahane Elouafi, Rutger Bregman, Esther Duflo, Marjane Satrapi, Siri Hustvedt, Alessando Baricco, Caitlin Moran, Emmanuel Carrère.

* * *

Paula Escobar Chavarría es periodista y Magíster en Literatura Comparada. Académica y directora ejecutiva de la Cátedra Mujeres y Medios UDP, también es columnista dominical de La Tercera, conductora de “Influyentes” en CNN Chile, y panelista de Tolerancia Cero y de radio Duna.

Ha escrito siete libros de no ficción y ha recibido los premios Lenka Franulic (2014) y Periodismo de Excelencia Universidad Alberto Hurtado (2018), entre otros. Internacionalmente, fue elegida una de las 100 mujeres inspiradoras del año por la BBC (2015), Young Global Leader por el Foro Económico Mundial de Davos (2006), Yale World Fellow (2012) y Poynter Fellow (2020).

Es miembro del directorio de ComunidadMujer y de la Young Global Leaders Foundation del WEF, así como consejera de WINN (Women in the News Network) y de Contexto Factual. Antes trabajó en las revistas Pluma y Pincel y Caras, y como editora de Revistas de El Mercurio.

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¿Cuáles son los desafíos más urgentes de la actualidad? ¿De qué manera los problemas sociales se visibilizaron o agudizaron durante la pandemia? ¿Qué aristas del pensamiento y el conocimiento debemos poner bajo la lupa para evitar consecuencias irremediables?

Con el Covid de telón de fondo, la reconocida columnista y entrevistadora Paula Escobar dialoga con treinta de las pensadoras y los pensadores más influyentes de las últimas décadas. Estas conversaciones distendidas y perspicaces —aparecidas originalmente en La Tercera— empujan a repensar nuestra relación con las humanidades, la ciencia, la tecnología, la creación, la emergencia climática, las desigualdades, las inequidades de género y las organizaciones políticas.

Un mundo incierto es una exploración a las expectativas, intuiciones y premuras de una época: treinta radiografías sobre el comportamiento humano y los virajes necesarios para cuidar nuestra permanencia en el planeta.

Entrevistas a: Michael Sandel, Jane Goodall, Steven Pinker, Boris Cyrulnik, Fareed Zakaria, Michele Wucker, Yuval Noah Harari, Hilary Cottam, Peter Brown, Timothy Snyder, Martha Nussbaum, Daniel Innerarity, Daron Acemoğlu, Jared Diamond, Mary Beard, Gilles Lipovetsky, Luc Ferry, Wim Voermans, Jared Genser, Christiana Figueres, Branko Milanovic, Elizabeth Kolbert, Ismahane Elouafi, Rutger Bregman, Esther Duflo, Marjane Satrapi, Siri Hustvedt, Alessando Baricco, Caitlin Moran, Emmanuel Carrère.

Paula Escobar Chavarría

Un mundo incierto

Treinta conversaciones

La Pollera Ediciones

www.lapollera.cl

Índice
Prólogo: Una gran encrucijada sin respuestas fáciles
Michael Sandel: “Las actitudes alentadas por la meritocracia son corrosivas para el bien común”
Jane Goodall: “El futuro será el perdedor si ganan los que quieren el desarrollo económico a cualquier costo”
Steven Pinker: “Cada democracia exitosa y próspera ha expandido su red de protección social”
Boris Cyrulnik: “Lo que yo espero es un renacimiento, a través de un debate cultural por una nueva jerarquía de valores”
Fareed Zakaria: “Está emergiendo una especie de elite digital y una clase trabajadora no digital”
Michele Wucker: “El coronavirus es un rinoceronte grande y gris”
Yuval Noah Harari: “La crisis del Covid-19 se perfila como el momento decisivo de nuestra era”
Hilary Cottam: “Cada crisis es el momento para la innovación social”
Peter Brown: “Creo que si los historiadores tienen alguna ventaja, es la determinación absoluta de que nada de lo ocurrido en el pasado debe ser cancelado”
Timothy Snyder: “Si no piensas que el futuro puede ser mejor, entonces es difícil creer en la democracia”
Martha Nussbaum: “La ira no resuelve ningún problema real”
Daniel Innerarity: “El populismo ha perdido terreno porque la pandemia ha revalorizado la idea de comunidad global”
Daron Acemoğlu: “La verdadera amenaza en el mundo pos-Covid es el incremento de las tendencias autoritarias”
Jared Diamond: “Soy optimista de que los chilenos tendrán éxito en hacer una nueva transición”
Mary Beard: “El mundo está construido todavía de una manera muy profundamente sexista”
Gilles Lipovetsky: “Hemos devenido en democracias de la inseguridad”
Luc Ferry: “Mientras más soñemos, más difícil será el despertar”
Wim Voermans: “La Constitución no es una lista de supermercado: no prometan nada que no puedan cumplir”
Jared Genser: “Alguien que haya quemado o destruido cosas no puede ser catalogado como un preso político”
Christiana Figueres: “Todavía podemos ayudar a la naturaleza a recuperar esa abundancia que tuvo y que nosotros le robamos: esa es la gran decisión”
Branko Milanovic: “Hay dos grandes tipos de capitalismo: el meritocrático liberal y el capitalismo político liderado por China”
Elizabeth Kolbert: “Desde el punto de vista de la gran trayectoria de nuestra época, no veo cambios dramáticos”
Ismahane Elouafi: “La manera como producimos hoy los alimentos no es la mejor”
Rutger Bregman: “No creo que sea el egoísmo lo que impulsa a la gente”
Esther Duflo: “Esta es una buena oportunidad para mirar el sistema de protección social de otra manera”
Marjane Satrapi: “No tengo la fantasía de que podamos borrar cinco mil años de cultura patriarcal en cinco años”
Siri Hustvedt: “El populismo que alcanzó nuevas proporciones con Trump no se ha desvanecido ni desaparecerá”
Alessandro Baricco: “La pandemia ha llevado a las personas a hacer las paces con la revolución digital”
Caitlin Moran: “Si hemos decidido cuáles son las posturas correctas sobre todo, el progreso se va a detener”
Emmanuel Carrère: “Pienso que es un gran progreso llegar a no absolutizar las cosas”

Prólogo: Una gran encrucijada sin respuestas fáciles

Por Paula Escobar

Cuando empezó la primera cuarentena en Chile, a mediados de marzo de 2020, muchos pensaron que sería por un par de semanas. Que aquel virus desconocido proveniente de un mercado húmedo de Wuhan sería un extraño e inédito paréntesis que, tal vez, nos haría encerrarnos algunos días o acaso un mes. Ya había sido así con la llamada gripe porcina, o el SARS. Una alarma de expansión global a gran escala que luego fue contenida. Las imágenes de personas con mascarilla en las calles parecían lejanas y exóticas. Pues bien: aquí estamos. Casi dos años y ya nos hemos habituado a un mundo incierto en que el cambio o el equilibrio precario son la norma.

Ese marzo de 2020, comenzó también para mí una nueva y estimulante etapa profesional en la Universidad Diego Portales, CNN, Duna y La Tercera como columnista y entrevistadora. Y fue entonces cuando la restricción pandémica se transformó en una posibilidad. La idea de Francisco Aravena, mi editor en La Tercera en ese momento, fue que cada dos semanas hiciera una entrevista para el suplemento “Tendencias” sobre lo que vendría durante y después del Covid. Así, imposibilitada de salir, vi cómo el mundo se aplanaba sorpresivamente para entrevistadores y entrevistados: ya no importaba cuántos kilómetros nos separaran en la vida real; estábamos equidistantes en ese nuevo planeta llamado Zoom.

El primer diálogo que tuve fue con el historiador y escritor israelita Yuval Noah Harari, quien reflexionó sobre cómo la pandemia cernía sobre nosotros un parteaguas. La entrevista fue un éxito instantáneo —de lo más leído del diario ese día— y, desde entonces, dos o tres veces por semanas buscamos voces globales para abordar, precisamente, una crisis global. La distancia social, las mascarillas, los cambios de planes, las dificultades económicas, la tensión dentro de las familias, las dudas; todo era y es parte de un repertorio vivido —como nunca— en todo el mundo.

Grandes pensadores y pensadoras del ámbito de la historia, la filosofía o la creación, me concedieron el privilegio de hacerles preguntas que carecen de respuestas fáciles. Y en esta línea, la idea ha sido aportar rescatando la mirada del panorama general —la del bosque— para no perderse tanto entre los múltiples caminos y bifurcaciones. Y es que como dijo Klaus Schwab, líder del Foro Económico Mundial, la humanidad en este momento abre la posibilidad de un gran “reseteo” para abordar los problemas más graves y acuciantes de nuestra era, sea la pandemia y sus múltiples consecuencias, sea el cambio climático, la desigualdad, las crisis de las democracias y las inequidades de género que aún persisten. Seguir haciendo más de lo mismo, como algunas personas explican en estas páginas, llevará a resultados idénticos que pondrán en riesgo la supervivencia de los seres humanos en el planeta.

Estas treinta conversaciones realizadas durante el 2020 y 2021 dialogan entre ellas, y también, con el Chile que transiciona hacia un nuevo pacto social: un tema que empezó a aparecer significativamente en diversas entrevistas. Porque, desde luego, muchos de los debates que hoy emergen en nuestro país son también grandes debates globales. Y aprender de aquello ayuda a no abrumarse por la magnitud del doble desafío chileno actual, y asimismo, a ver con mayor lucidez y justicia lo que el historiador Peter Brown llama “el paisaje” (fue Paul Klee, dice creer Brown, quien dijo que para pintar bien un paisaje, debe dársele la espalda para así no solo ver sus errores, sino evocar mejor aquello que se quiere crear).

Y esa inspiración ha tenido estas entrevistas hechas por Zoom, teléfono o mail, a personajes que —en medio de encierros y aperturas— compartieron conmigo sus ideas para un mundo en cambio. De este modo, reunir ahora estos diálogos en un libro que permanezca y perdure, es una manera de hacerle justicia a la lucidez y generosidad de sus reflexiones. Y, por supuesto, a muchos y muchas lectoras que me estimulan cada sábado al leer estas conversaciones con su café de la mañana.

Les agradezco infinitamente tanto a quienes entrevisté como a quienes leyeron —y siguen leyendo— estas entrevistas. Porque si hay una ventana de oportunidad que este extraño virus nos ha brindado, ha sido justamente este espíritu de reflexión y curiosidad. Ese impulso de buscar y valorar el hecho de exponerse a preguntas complejas y a respuestas con matices. Intentar, a fin de cuentas, mirar la realidad no solo desde la estridencia, sino con luces un poco más altas que permitan visualizar el mundo de posibilidades y decisiones que se abren por sobre las tensiones del presente.

Michael Sandel: “Las actitudes alentadas por la meritocracia son corrosivas para el bien común”

Publicación: 27 de febrero del 2021

De camisa negra, afable, rodeado de libros, este filósofo y profesor de derecho de Harvard se conecta vía Zoom desde su luminosa casa en Boston y, durante una hora, se explaya acerca de su libro, La tiranía del mérito (2020).

Entre muchas distinciones, es ganador del Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales, autor de libros canónicos como Lo que el dinero no puede comprar (2012), y referencia obligada en temas de filosofía política. Sus conferencias, a menudo, convocan a miles de asistentes y se viralizan en redes sociales.

En este libro realiza un análisis profundo y crítico sobre el auge del concepto de la meritocracia: la idea de que cada cual pueda llegar tan lejos como su talento y esfuerzo lo permitan. En su opinión, la aplicación de este concepto no ha enrumbado una sociedad más justa, sino a una en que las elites justifican y validan su estatus porque piensan que lo merecen, que solo es obra suya, incitando la soberbia de los privilegiados y, por otro lado, humillación y resentimiento en quienes se consideran “perdedores”.

Para Sandler, que la centroizquierda haya abrazado esta idea y haya olvidado —en su mirada— a las clases trabajadoras y medias, explica la atracción por figuras populistas como Trump, Bolsonaro o Marine Le Pen en el mundo de hoy.

Si la meritocracia es la alternativa, por ejemplo, a la aristocracia, ¿no sería contraintuitivo escribir contra ella?

Entiendo que pueda sonar contraintuitivo, especialmente si el opuesto a la meritocracia es, como tú dices, la aristocracia. Pero lo que yo estoy tratando de sugerir es que hoy el opuesto a la meritocracia es la democracia y el bien común. Suena paradójico, quizás, así es que déjame explicar. La meritocracia es un ideal atractivo, especialmente si la alternativa es el privilegio heredado, patronazgo, nepotismo y corrupción. Yo, por cierto, estoy en contra de esas cosas. Y el mérito tiene su lugar. Asignar importantes roles sociales a aquellos que están calificados es algo bueno. Si requiero cirugía, necesito un médico muy bien calificado para que me opere. Entonces, el mérito en sí es algo bueno, y es una alternativa deseable frente a otras como las que describí, quiero partir dejando eso claro.

Pero, para usted, tiene un lado oscuro.

Sí. Tal como se ha desarrollado, especialmente en las últimas décadas, en sociedades impulsadas por el mercado ha tenido un lado oscuro. Y este es que las actitudes que la meritocracia alienta (pensar en esa sociedad de ganadores y perdedores), son corrosivas para el bien común: ese es el argumento principal de mi libro. Y trato de mostrar cómo, especialmente en las últimas cuatro décadas, la versión de la globalización impulsada por el mercado, ha profundizado la división entre ganadores y perdedores en nuestra sociedad, ha envenenado nuestra política, y nos ha separado. En parte por las desigualdades, pero también por las actitudes hacia el éxito que esta idea promueve, que es que aquellos que han triunfado han llegado a creer que su éxito es solo obra de sí mismos, que es la medida de su mérito. Y aquellos que han quedado atrás, no tienen a nadie a quien culpar por eso salvo a sí mismos. Eso es lo que llamo “la tiranía del mérito” Y usted sostiene que esto ha creado una elite muy educada, cosmopolita y arrogante, a la que no le importan las clases menos favorecidas. ¿Por qué?

Lo que pasó es que la meritocracia produce arrogancia en los ganadores —la llamo “arrogancia meritocrática”— y humillación en los que quedan atrás. Porque en el corazón de la idea meritocrática está la creencia de que, si las oportunidades son iguales, los ganadores merecen lo que han ganado, que es solo suyo. Pero hay dos problemas con esa idea. Primero, que las oportunidades no son verdaderamente iguales en nuestras sociedades: los ganadores parten con ventajas tremendas. Entonces, en todas nuestras sociedades, no vivimos de acuerdo a los principios meritocráticos que profesamos. Además, incluso si pudiéramos lograr total igualdad de oportunidades, aquello sería bueno, pero no suficiente para hacer una sociedad justa o buena.

¿Por qué?

Porque una meritocracia perfecta podría incitar a los ganadores a pensar que merecen muy profundamente su propio éxito. A olvidar que la suerte y la buena fortuna los ayudaron en el camino, y a olvidar, también, su sentido de deuda por su éxito, hacia sus padres, profesores, comunidades, países.

Y usted cita otros factores, además de la suerte, que inciden en el éxito individual y que también considera arbitrarios o contingentes, como, por ejemplo, poseer las destrezas que la sociedad valora más en un momento dado.

Sí, y el ejemplo que uso en el libro es el de las grandes estrellas del deporte, que son muy exitosos y ganan mucho dinero. Uso el ejemplo del basquetbolista Lebron James. Pero podría usar cualquier otro. ¿Quién es un jugador de fútbol popular en Chile?

Alexis Sánchez podría ser.

¡Ok! Una estrella del fútbol o básquetbol, por cierto son grandes atletas. Trabajan y entrenan duro. Pero hay tres elementos de suerte y arbitrariedad moral en su éxito. El primero tiene que ver circunstancias favorables familiares, tener buenos entrenadores, profesores, oportunidades. Segundo: tener grandes talentos atléticos. No solo el training y el esfuerzo los hace grandes deportistas, sino también el ser talentosos en sí, más allá de lo que hagan. Y el tercero, es el que dices tú, que es muy importante. Y es que Lebron James vive en una sociedad y en un tiempo donde amamos el básquetbol, y eso es buena suerte. Si hubiera vivido en el renacimiento, en cambio, no les importaba el básquetbol, sino la pintura al fresco... Entonces, hay tres ingredientes (además de la suerte) contingentes y arbitrarios en el éxito: crianza, talento y el match entre los talentos que tenemos y lo que la sociedad quiere, premia y recompensa en el momento.

Una salida para el progresismo

Usted plantea que fue un gran error de la centroizquierda en el mundo adoptar esta idea de la meritocracia, abandonando la representación de las clases trabajadoras y medias. Es crítico, en ese sentido, de Obama, por ejemplo. ¿Por qué pasó eso?

Sí. Representa un gran cambio en los alineamientos políticos, y lo que impacta es cómo este patrón es común en democracias alrededor del mundo. En 2016, con el voto del Brexit en UK y la elección de Trump en Estados Unidos, los partidos de centroizquierda (Laborista y Demócrata, respectivamente), se habían convertido en partidos más sintonizados con los valores, intereses y perspectivas de las clases profesionales, educadas en universidades, con buenas credenciales. Y habían alienado a los votantes de clase trabajadora, que tradicionalmente constituían su base y su razón de ser... Y eso dejó a muchos votantes de clase trabajadora abiertos a los atractivos de figuras populistas de derecha o autoritarias, como Trump.

¿Cuál es el origen de este cambio de la centroizquierda, a su juicio?

Esto se remonta a los 80, cuando Ronald Reagan y Margaret Thatcher llegaron al poder con el argumento explícito de que el gobierno es el problema y los mercados, la solución. Y cuando ellos salieron de la escena política y fueron sucedidos por políticos de centroizquierda (como Clinton, Blair), estos no impugnaron la premisa fundamental de la fe en el mercado de Reagan y Thatcher. No desafiaron la presunción de que los mecanismos de mercado son instrumentos primarios para definir y lograr el bien común. Ellos suavizaron las partes más duras del capitalismo de laissez faire y, hasta cierto punto, protegieron la red de seguridad, pero nunca desafiaron lo otro. En cambio, presidieron un periodo de globalización impulsada por el mercado, que creó amplias desigualdades y no las enfrentaron directamente.

¿Qué hicieron?

Como respuesta a las desigualdades ofrecieron la movilidad social individual a través de la educación superior. Aquí es donde el proyecto político meritocrático se conecta con la adopción acrítica de la fe en el mercado. Dijeron: “Si quieres competir y ganar en la economía mundial, debes tener un grado universitario. Lo que ganarás dependerá de lo que aprendas. Puedes lograrlo si tratas y te esfuerzas”. Esto es lo que llamo la “retórica del ascenso” de los partidos de centroizquierda, empleada como respuesta a la desigualdad. Pero lo que no vieron fue el insulto implícito de este énfasis en la educación universitaria, porque la mayoría de las personas no tiene un grado académico superior; en Estados Unidos, dos tercios no lo tienen. No vieron el insulto implícito en el consejo que estaban dando. Y el insulto es este: si no fuiste a la universidad, y estás siempre luchando en la nueva economía, tu fracaso es tu culpa. Y esto generó el resentimiento que llevó a la reacción populista.

Y produjo una “ira contra las elites en todo el mundo” que “amenaza a las democracias”, como usted afirma.

Sí. Porque las figuras populistas que canalizan y expresan estas quejas, esta política del resentimiento y la humillación, en realidad no ofrecen políticas que enfrenten el desamparo de las personas de trabajo. Trump le dio rebajas de impuestos a los más ricos.

Hizo a los ricos más ricos, de hecho.

Claro. Pero, a pesar de eso, 74 millones votaron por él, incluso aunque lo vieran manejar muy mal la pandemia, inflamar las tensiones raciales, y violar normas constitucionales. Entonces, lo que el Partido Demócrata debe contestar —aunque respiren aliviados porque Biden es presidente— es por qué, después de todo esto, tanta gente igual apoya a Trump y esa política de resentimiento. Y mi preocupación es que estos partidos de centroizquierda, incluido el Demócrata de Estados Unidos, no han llegado a percatarse de los orígenes de la política de resentimiento a la que han apelado las figuras populistas autoritarias. Esto me preocupa, porque sugiere que el rencor, la rabia y el resentimiento aún ensombrecen nuestra política, aún cuando en Estados Unidos Biden logró ganar.

¿Puede la centroizquierda o la socialdemocracia redefinirse de una manera que la haga volver a tener mayorías y frenar el populismo?

Pienso que los partidos socialdemócratas deben reenfocar y redefinir sus políticas, su misión y propósito si quieren enfrentar las políticas de resentimiento a la que apelan las figuras populistas de derecha. Y sugiero que lo hagan de dos maneras. Una es pasar de lo que llamo la “retórica del ascenso” hacia un proyecto enfocado en la dignidad del trabajo. Y por esto quiero decir, reconocer que el trabajo no es solo un modo de ganarse la vida, sino también una manera de contribuir al bien común, y obtener reconocimiento, respeto, estima social, por haber hecho ese trabajo. Esto sugiere que las políticas del estado de bienestar y de redistribución, importantes como son, no son suficientes. Porque la gente no solo se preocupa de la justicia distributiva, sino también de la justicia contributiva, es decir, que su trabajo sea reconocido, valorado y respetado. Y eso es, creo, lo que se ha perdido del proyecto político de la centroizquierda, que se ha enfocado solo en el aspecto distributivo que, reitero, es importante y necesario pero no suficiente. Porque la gente necesita sentir, quiere sentir, que sus contribuciones son valoradas. Así se sostiene la comunidad unida, es lo que provee a las personas un sentido de dignidad y orgullo, como miembros, ciudadanos de una comunidad política.

Y otro aspecto en que pienso que la socialdemocracia debe cambiar su foco es darle voz a las personas. No solo ayudarlas, sino proveer instituciones y espacios públicos y comunes que junten a las personas de distintos orígenes sociales y económicos. Porque mucho de lo que ha dañado la vida democrática pública es la pérdida de espacios comunes que mezclan a personas a través de las clases y orígenes. Hay que sacar a las personas de sus enclaves privatizados, que nos separan y que nos aíslan a los unos de los otros.

El objetivo de la dignidad del trabajo, ¿en qué medidas concretas se debería traducir? ¿Aumento del salario mínimo, fortalecimiento de sindicatos, por ejemplo?

Hay mucho en la lista de medidas que, al menos, deberíamos estar debatiendo. Las dos que mencionas definitivamente estarían en mi lista. En vez de un sueldo mínimo, un sueldo de vida (“living wage”); más protección para los sindicatos, no solo para que los trabajadores puedan negociar mejores condiciones, sino también idealmente para darle más voz en la vida cívica y política. Y también pienso que debiéramos cuestionar la suposición, muy extendida, de que el dinero que la gente gana es la medida de su contribución al bien común. Lo hemos visto en la pandemia, en que los trabajadores esenciales no son los mejor pagados ni más reconocidos y sin embargo, los llamamos esenciales. Pero somos muy reacios a debatir esta pregunta políticamente, porque sabemos que habrá juicios distintos sobre qué contribuciones realmente importan, sobre el valor de los diferentes trabajos. Lo que hemos hecho, en cambio, es “externalizar” ese juicio moral, al mercado. Hemos asumido que el mercado laboral emitirá un veredicto sobre qué trabajos tienen valor. Y lo que hemos visto es que esto es un error, pues el veredicto del mercado no está siempre bien.

¿Qué se debiera hacer en ese plano?

Debemos reclamar de vuelta esa pregunta, como ciudadanos democráticos. Debatir sobre salarios de vida en vez de mínimos, pero también debatir sobre subsidios salariales si los mercados no proveen un pago decente. También está, por cierto, el sistema de impuestos. Normalmente se debate desde su efecto redistributivo, y eso es importante, pero también deberíamos debatirlo desde el punto de vista de la contribución y debatir cuáles realmente tienen valor social… y cuáles no. Por último, el más evidente ejemplo de cómo la contribución del trabajo puede no ser recompensada o reconocida de modo justo por el mercado laboral es el trabajo doméstico y de crianza de los niños. Un trabajo considerable e importante, pero que, según el veredicto del mercado, ni siquiera se registra. Esto debiera ser parte de cualquier proyecto que reconozca la dignidad del trabajo.

Después del estallido social de 2019, en Chile estamos ad portas de redactar una nueva Constitución y elegiremos muy pronto a las 155 personas que la escribirán. ¿Cómo restaurar el diálogo, de modo que los distintos constituyentes puedan debatir y acordar un futuro común a pesar de sus diferencias?

Es un momento muy interesante en la historia de la democracia chilena —dice, y luego pide que le describa cómo será el proceso de elección. Escucha atento, hace preguntas sobre la elección, la deliberación, y contesta—: me parece que para suplementar las deliberaciones de los 155 miembros, sería importante que hubiera otros espacios de discusión y debate dentro de la sociedad civil, y que se hagan al mismo tiempo. No sé si hay planes para esto, no sé si algunas organizaciones están planeando algo así, pero esta deliberación más amplia podría ser una manera de hacer de esto un proceso realmente democrático y de educación cívica.

Una pregunta final: su crítica profunda a la meritocracia en este libro podría también ser leída como un desincentivo al esfuerzo personal. ¿Dónde queda su importancia?

Es una pregunta importante. Pienso que deberíamos reafirmar el esfuerzo y el trabajo duro, que son virtudes, pero hasta un cierto punto. Porque incentivar el esfuerzo individual no implica pensar el éxito solo como producto propio. Esa es la diferencia. Que los exitosos reconozcan el rol de la suerte y de la buena fortuna, y su sentido de deuda, para que desde ahí reconozcan un sentido de obligación con los demás ciudadanos, incluyendo a los menos afortunados. Entonces, reitero: el esfuerzo es importante, pero no es el único ingrediente del éxito. Por eso, en esta era de la meritocracia lo que falta es la virtud de la humildad, que nos puede abrir a un sentido mayor de responsabilidad por la sociedad.

Jane Goodall: “El futuro será el perdedor si ganan los que quieren el desarrollo económico a cualquier costo”

Publicación: 30 de mayo del 2020

Jane Goodall pasó su confinamiento en la casa de su familia en Inglaterra, donde se crió y compartió con dos figuras fundamentales: su madre, que siempre la apoyó y le forjó una determinación a toda prueba, y su perro, quien le hizo comprender y amar a los animales, y entender que tienen emociones y personalidad.

Muy joven y sin educación formal partió a África. Quería estudiar y vivir con los chimpancés, y así lo hizo. Su libro En la sombra del hombre (1971) fue una revelación acerca de la similitud de los comportamientos de chimpancés y hombres. “Un clásico instantáneo”, dijo Time. En 1965 estableció el centro de investigación Gombe Stream y el resto es historia. Ha recibido decenas de grados honoríficos, más de ochenta premios, incluyendo Dama del Imperio Británico, legión de honor francesa, premio Príncipe de Asturias y el premio de la National Geographic Society, donde desarrolló parte importante de su carrera como exploradora. Ha escrito decenas de libros, y Chimpancés en Gombe: patrones de conducta (1986) es el trabajo definitivo sobre ellos. Ha sido sujeto de muchos documentales, y el último, Jane Goodall: la gran esperanza, fue estrenado en Latinoamérica a través de National Geographic.

Aparece puntual a nuestra cita a través de Zoom. A su espalda, muchos libros, recuerdos, una cruz, y fotos suyas y de su familia. Se ve igual a sus fotos, con su hermosa cola de caballo blanca, sonriente, energética y tranquila. Dice que al principio se empezó a irritar con el confinamiento, pero luego se dio cuenta de que había que poner algo de humor en la ecuación, sobrellevarlo y aprovechar de reflexionar y ponerse al día. Cuenta: “Hemos tenido pandemias antes, y hemos tenido varias epidemias que han parado antes de dar la vuelta al mundo. Y (ellas) vienen de nuestra falta de respeto por la naturaleza. Destruimos los bosques, los animales quedan apretados juntos, y enfermedades, virus y bacterias pueden saltar de animales a otros animales, creando algo nuevo. Y luego los animales son empujados a tener un contacto más cercano con las personas, ya que han perdido sus hogares, y eso crea otra situación, donde los virus y bacteria pueden meterse dentro de nosotros, como esta pandemia actual. No les tenemos respeto a los animales, los matamos, los comemos, los traficamos, los mandamos alrededor del mundo, acorralamos todo tipo de especies juntas en los mercados húmedos de vida salvaje en Asia, donde están en una situación cruel, inhumana, terrible... Apretados en cajas, especies de todo el mundo, portando sus virus y bacterias con ellos, una perfecta situación para un virus. Las heces, la sangre, están en el suelo, es un medio fantástico para que un virus se acerque a alguien que está vendiendo o comprando animales... Luego están los mercados de carne en África, y tenemos las terribles granjas industriales, donde los animales domésticos están encerrados y hacinados en esa misma situación, estresante y antihigiénica. Muy cruel. Esto también ha hecho, aunque no solamente, que los virus y bacterias salten hacia afuera. Siempre supimos que esto podía pasar, pero pusimos primero el desarrollo económico en primer lugar. ¿Proteger el medioambiente para las generaciones futuras? Olvídalo”.

¿Qué puede ocurrir cuando esta pandemia termine? ¿Cómo podemos crear una nueva manera de tratar a la naturaleza y a los animales?

El lado bueno de esta pandemia tan disruptiva es que las personas han comenzado a entender mejor cómo comenzó. ¡Y cientos de miles de personas que viven en ciudades han podido respirar, por primera vez, aire limpio! Entonces, va a haber cientos de miles de personas que habrán visto cómo el mundo debiera ser, y cómo puede ser, y que no querrán volver a la misma manera de hacer las cosas. Por otro lado, tienes gobiernos de extrema derecha, que están rugiendo para volver a business as usual. La administración de Trump echó atrás leyes ambientales y tomó esto como una oportunidad de retroceder la protección del medioambiente... Entonces, sí, habrá mucha gente, y espero que crezca en el tiempo, y que la voluntad de las personas prevalezca.

Desde el punto de vista individual, ¿cree que habrá cambios en la manera de consumir y comportarse? ¿Qué conductas usted incentivaría?

Primero que todo, creo que habrá muchas personas pensando en esto, me lo están diciendo ya. Y es algo que hemos alentado en el Instituto Jane Goodall desde el comienzo, desde 1991. El mensaje principal es que cada persona hace la diferencia, cada uno de los días. Y, sabes, si vivimos en una sociedad relativamente rica, tenemos el lujo de hacer elecciones éticas en lo que compramos. Ver de dónde vienen los productos, cómo fue hecho en términos del medioambiente, si implicó que animales sufrieran o no, si es más barato por esclavitud infantil. Pero si vives en la pobreza, solo puedes hacer lo que sea para mantenerte vivo.

Se queda pensando y agrega: “Cada persona que piensa sobre el futuro debe tomar sus propias decisiones, porque somos todos diferentes. Depende del país en que vivimos, el tipo de gobierno que tenemos. Pero si no vivimos en la pobreza, podemos influir en las corporaciones porque no debiéramos comprar sus productos si sabemos que la compañía es terrible. Debemos dejar de comprar esos productos. Y si vivimos en una democracia, debemos buscar y elegir a los líderes correctos. A veces no se puede, y debes hacer lo que puedas de acuerdo a la situación. Ese es el problema. Si todo el mundo estuviera en democracia, cambiaría de un día para el otro”.

La pandemia, como en nuestra región o África, donde está su centro de investigación, se mezcla con pobreza y hambre. ¿Cómo podemos sobrevivir a esta pandemia en el mundo en desarrollo?

Es muy difícil, como dices, y desgraciadamente no soy política. Es verdad que hay mucha, mucha gente que vive al día y que lo que ganan en el día los mantiene vivos mañana. Y están confinados, nadie hace su trabajo. Mucha gente ha dicho que el confinamiento no ha funcionado en África, que no es la solución en África. Y no estoy segura de cuál es, y estoy muy preocupada: tengo dos nietos allá, uno en Dar es Salaam, que es el epicentro de la pandemia en Tanzania, ¡y con un presidente que dijo que la pandemia está curada y que se junten para celebrar que la vencieron! Otra nieta está en Ciudad del Cabo, que es otro epicentro; afortunadamente ella está en una buena parte de la ciudad… Lo complejo es que solucionas un problema, aíslas a la gente, y esto lleva a otro problema. Y no es solo en el mundo en desarrollo; en Estados Unidos también se ha visto a personas viviendo en la pobreza, perdiendo trabajos, sufriendo hambre y falta de medicamentos y de exámenes. La buena noticia es que, por primera vez, los científicos alrededor del mundo están trabajando en conjunto. En lugar de guardar para sí sus hallazgos sobre las vacunas, están compartiendo. Y no es necesariamente por altruismo, están entendiendo que a no ser que esto se ponga bajo control en todas partes, no estará nadie seguro y empezará de nuevo.

¿Cómo está la situación en Gombe Park, Tanzania?

Estamos muy preocupados. Tenemos dos santuarios, los chimpancés están seguros, pero no tenemos visitas. En el Congo están seguros, en Gombe, están en lo silvestre. Estamos haciendo test, pero los chimpancés, babounes y monos supuestamente pueden contagiarse de Covid-19. Y si salen del parque no los puedes parar. Y la gente entra al parque... entonces, ¿qué podemos hacer? Lo mejor que podemos, nada más. Cada persona que llega es oficialmente testeada y queda en dos semanas en cuarentena.

Para Jane Goodall, un resultado positivo de toda esta emergencia es que las personas hemos podido aprender cómo comunicarnos y aprender mejor de manera remota, por internet.

“Yo ya he escuchado a mucha gente decir que en el futuro hará muchos menos viajes, y más parte de su trabajo desde la casa... es mucho más barato, y menos contaminante, para los equipos, el trabajar desde casa. No todos los trabajos o negocios pueden hacer eso, pero muchos sí, muchos quieren. Y eso va a traer menos contaminación, al no estar teniendo que manejar de ida y vuelta”, dice. “Y creo que muchas personas se han dado cuenta de lo que han perdido al no estar lo suficiente con sus familias, y eso es muy bueno. Hemos estado (antes) tan enfocados en el desarrollo económico sobre todo lo demás y, honestamente, no lograremos desarrollar nuestro enorme potencial humano, a menos que hagamos que el cerebro y el corazón trabajen en armonía. Eso es lo que ha estado destruyendo el planeta: gente muy inteligente, destruyendo el bosque en unos pocos días, por esa desconexión”.

Después de la recesión global, ¿habrá una posibilidad de dejar de pensar en la conservación del medioambiente y el desarrollo económico como excluyentes?

Creo que algunos países se moverán hacia una nueva manera; otros no y querrán volver a lo anterior, depende del gobierno. Entonces, ¿ganadores y perdedores? El futuro será el perdedor si ganan los que quieren el desarrollo económico a cualquier costo. El problema es que algunas personas piensan que estamos separados de la naturaleza porque somos humanos, pero no es así, somos parte de ella, dependemos de ella para nuestra comida, nuestra agua, de nuestros bosques para regular la temperatura, regular el cambio climático, para que nos den aire limpio y agua… Si destruimos el mundo natural, al final, nos destruimos a nosotros mismos.

Demasiadas personas están viviendo el momento. Quieren ganancia económica ahora, porque es beneficioso para sus posibilidades de ser electos, o para su adquisición de riqueza, y fama y poder. Y pienso que, los que nos preocupamos, sabemos muy bien lo que debiera pasar. ¡Este es un momento en que podría pasar! A no ser que ciertos líderes políticos hagan todo lo que esté en sus manos para evitarlo. Ese es mi miedo. Mi esperanza es que haya suficientes cientos de miles de personas que verdaderamente no quieran volver atrás a la vieja manera de hacer las cosas. Que realmente piensen en el futuro. Y algunos de estos políticos que solo piensan en la economía, ojalá durante este confinamiento piensen más en sus nietos. Y lo que les han estado haciendo a su futuro.

¿Cree que esta cooperación global para una vacuna podría llevar a un trabajo igual para combatir el cambio climático? ¿O es muy ingenuo pensar así?

Bueno (se ríe), ¡espero que sea así! Y lo que realmente me irrita es que los países alrededor del mundo han actuado rápido para contrarrestar la pandemia porque los afecta económicamente. Pero ¿por qué no hemos reaccionado de la misma manera para una crisis mucho, mucho peor, que es la del cambio climático? ¿Qué pasa? Porque saldremos de esta pandemia, hemos salido de otras. Pero si seguimos ignorando el cambio climático, sin respeto por la naturaleza y los animales, habrá otra pandemia, que puede ser peor. Esta se esparce rápido, pero relativamente pocas personas morirán. Imagínate si la siguiente se esparce así de rápido, pero con las tasas de muerte de, por ejemplo, el ébola. ¿Y por qué no podría pasar algo así? Está todo vinculado: cambio climático, protección de los bosques, del planeta. Y no protegerlo te lleva a pandemias y a dejar sin futuro a tus nietos.

Con crisis económica, pareciera no ser el momento de esto, pero si no es ahora, cuándo lo será...

Bueno, hemos tenido los “momentos correctos” antes, y no los hemos aprovechado. Hemos tenido reuniones, y países diciendo que van a controlar sus emisiones, pero hemos continuado apoyando los combustibles fósiles, las grandes compañías de petróleo, gas y armas, porque los países ganan mucho, mucho dinero al hacer y vender armas. Hay un horrible vínculo entre grandes negocios, venta de armas, farmacéuticas y gobiernos. Y corrupción. Y no podemos ignorar el hecho de que la población sigue creciendo y ya estamos usando nuestros recursos naturales de manera más rápida, en algunos lugares, de lo que la naturaleza puede reponer. Entonces, ¿qué pasará? No podemos no pensar en eso.

Se ha destacado que los líderes globales que mejor han manejado la pandemia son mujeres, como Jacinda Ardern, de Nueva Zelandia, o la alemana Angela Merkel.

Es muy bueno que las mujeres hoy estén tomando roles de liderazgo que antes les estaban negados. Inicialmente, las mujeres que lo hicieron y entraron en política o negocios, llegaron ahí por ser más masculinas que los hombres. Y ahora está siendo aceptado que los hombres y mujeres son diferentes. Ellas tienen diferentes cualidades, y tienen las del cuidado y la compasión. Por eso son muy buenas líderes, siempre y cuando no traten de competir con los hombres en agresividad. Una tribu indígena de Sudamérica dice que su tribu es como una águila, tiene un ala femenina y otra masculina. Solo cuando las alas son iguales puede la tribu realmente volar. Esa es una imagen muy buena. Es verdad.

¿Alguna vez la discriminaron por ser mujer?

No realmente. Yo era joven y no había ido a la universidad cuando fui a África. Si hubiera sido un hombre joven, y hubiera desafiado el pensamiento predominante, de que solo los seres humanos tienen emociones, personalidades, que estamos separados del reino animal y no somos parte de eso, creo que lo habrían criticado tanto como a mí.

Hay gente que me dice: “¿Usted no se horroriza con esto de que la gente diga que se hizo famosa no por sus observaciones (de los chimpancés), sino solo porque tenía bonitas piernas y a National Geographic le gustaron?”. Lo que es verdad... Y yo digo: en ese tiempo lo clave era obtener apoyo y dinero para poder hacer investigación. Y por suerte mis piernas estaban bastante decentes (se ríe)… Si conseguí el dinero y pudimos hacer lo que hicimos, y mis piernas me ayudaron a lograrlo, bien por ellas. Vivimos en un mundo tan raro hoy. No hay casi nada que uno pueda decir sin que sea visto como que no has sido políticamente correcta.

¿Qué aconsejaría a los individuos que quieren ayudar a combatir la destrucción del planeta?

Bueno, aparte de lo que ya te dije sobre las decisiones éticas que cada uno toma, hay algo que cualquiera puede hacer, que realmente hará la diferencia: deje de comer carne. O comer menos carne, o no comerla de granjas industriales. Destruye el medioambiente a la vez que es terriblemente cruel.

¿Qué será lo primero que hará cuando termine el confinamiento?

¡Volver a terreno, supongo!

¿Viajará los mismos más 300 días al año de antes?

El problema es que tenemos 34 Jane Goodall Institutes en el mundo, y el programa Roots and Shoots en 65 países (incluido Chile en ambos). Todos me dicen: “Jane, nos gusta verte online, pero no es lo mismo que cuando vienes. Queremos verte, abrazarte”. Quizás viaje menos. Bueno, y tengo ochenta y seis años. Eventualmente tendré que bajar las revoluciones de todas maneras. No sé qué hará mi cuerpo, hasta ahora ha sido muy bueno conmigo.

¿Y por qué cree que logra mantenerse bien?

En parte, por genes; en parte por determinación y pasión. Realmente querer hacer una diferencia. Realmente preocuparse de los animales, los bosques y los niños. Me importan realmente.

“Dale un saludo a todos en Chile” —dice antes de terminar la reunión—. Los chimpancés tienen un saludo especial para la distancia, y como estamos tan lejos, te lo voy a hacer”. Y se despide con un largo y profundo sonido.