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Tras el colapso climático que vuelve inhabitable la superficie terrestre, los últimos vestigios de la humanidad se refugian bajo tierra. En Un planeta en extinción, una niña narra cómo su abuela, una mujer sabia y tenaz, anticipó el desastre y construyó los Domos, estructuras subterráneas que permiten a la comunidad sobrevivir entre tormentas, heladas y escasez. En este oasis bajo tierra, el amor, la solidaridad y la memoria son las herramientas para resistir. Con toques de realismo mágico, romance y una mirada crítica hacia el pasado humano, la historia es una oda a la esperanza, la resiliencia y el poder transformador de la comunidad guiada por la sabiduría femenina.
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Seitenzahl: 102
Veröffentlichungsjahr: 2025
ANA MARGARITA CIERESZKO
Ciereszko, Ana Margarita Un planeta en extinción : la ciudad de los domos bajo tierra / Ana Margarita Ciereszko. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2025.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-6713-0
1. Novelas. I. Título. CDD A860
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
PRÓLOGO
CAPÍTULO 1 - LA ABUELA
CAPÍTULO 2 - DE LOS PROBLEMAS SE APRENDE
CAPÍTULO 3 - EL DESHIELO
CAPÍTULO 4 - EL AGUA
CAPÍTULO 5 - LA PEQUEÑA PRIMAVERA
CAPÍTULO 6 - UN ANTIGUO AMOR
CAPÍTULO 7 - EL VIAJE DE EXPLORACIÓN
CAPÍTULO 8 - UN AMOR BONITO
CAPÍTULO 9 - UNA SORPRESA INESPERADA:
CAPÍTULO 10 - PEQUEÑOS CAMBIOS
CAPÍTULO 11 - ¿HAY OTROS HUMANOS POR AHÍ?
CAPÍTULO 12 - CIUDAD PEQUEÑA, PROBLEMAS PEQUEÑOS, CIUDAD GRANDE, PROBLEMAS GRANDES
CAPÍTULO 13 - UN AMOR A LA DISTANCIA
CAPÍTULO 14 - LO ANTIGUO Y LO MODERNO
CAPITULO 15 - El DÍA DE LOS RAYOS
CAPÍTULO 16 - LA RECONSTRUCCIÓN
CAPÍTULO 17 - LA ESCUELA
Los cambios no son de un día, vienen sucediendo desde hace mucho, los gobiernos hacen compromisos que nunca se cumplen con respecto a bajar la temperatura de la tierra, el clima viene cambiando a pasos agigantados y parece ser, que nadie lo nota o creen erróneamente que ya van a pasar, que esto no vino para quedarse y mientras tanto los volcanes entran en erupción, los vientos se hacen huracanados y destrozan las ciudades, tiran techos, árboles y hasta el tránsito se para por unos días y después, después lo olvidamos; la grieta de África crece, pero no es nada dicen las noticias, los tsunamis son cada vez más comunes; olas gigantes azotan el pacífico y la isla de plástico, sigue matando peces, mientras nosotros convivimos con los micro plásticos; pero no es importante, seguimos en un mundo que resta importancia a todos los cambios; hasta que un día ya no se pueda vivir sobre la superficie y ahí quedaremos unos pocos, quizás aprendamos a sobrevivir con menos y para ello deberemos ayudarnos entre todos, una situación muy distinta a nuestra realidad.
Siempre sueño con ese mundo que cuenta mi abuela y yo no alcance a conocer, ese en donde la gente en verano se ponía con sombrillas al lado del mar y asientos que ella llama reposeras y tomaban una bebida llamada mate, que era caliente, no se que gusto tendría; pero cada vez que le pregunto a mi padre el dice que eso ya no existe y que deje de pensar en historias viejas y lo ayude, porque eso si es importante y que no hay tiempo para charlas superfluas como esas, que la vida no espera y que debo prestar mas atención, porque en el aquí y ahora, el mundo esta lleno de peligros y no debo estar distraída en fantasías que ya no existen.
Pero es tan real cuando lo sueño, que se, que en algún punto debe existir todavía un lugar como ese.
Después de las agotadoras tareas que todos hacemos a diario, somos muchos los que nos concentramos alrededor de mi abuela, que ya perdió la cuenta de cuantos años tiene o no los quiere decir para poder seguir ayudando en todas las tareas que existen en el poblado, pero si es muy, muy antigua como dice ella, aunque no se le nota que fueran tantos, salvo por los cabellos lacios y blancos que peina con trenzas muy, muy largas y que con esos vestidos que confecciona con telas que encuentra en lugares en donde ya nadie quiere ir por los recuerdos, ella, hace esos diseños bellos a mano y los deja como nuevos, pero a ella le quedan como si fueran a su medida.
A pesar de su edad es muy bella, tanto que hay hombres dispuestos a ayudarla, tan solo porque ella siempre regala sonrisas.
La abuela fundó este lugar. A medida que llegaban los sobrevivientes medio maltrechos y sin comida; los alojo, los curo con lo que encontraba por ahí, con sus pocos conocimientos de medicina, aunque nunca fue médica, dijo haber padecido tantas cosas, que era un compendio de la medicina en si misma. Siempre estaba la posibilidad de que un raspón, un corte, o algún resfriado sin curar fuera causa de muerte, por eso insistía tanto al principio, en buscar telas, latas de comida, medicamentos entre los escombros y todo lo que fuera útil, como envases de plásticos, agua envasada, maderas, en fin parecía que la abuela hubiera estado esperando un momento como este y se hubiera preparado para semejante catástrofe.
Ella nunca necesitó imponerse, ni tener un gran tamaño para que la escuchen, tan solo los convencía con hechos, al principio nadie le hacía caso, sobre todo cuando dijo: – hay que abandonar las casas, son peligrosas y hay que cavar agujeros enormes para mantener el calor en invierno y en verano se mantengan frescas, todos se miraron y nadie les hizo caso, incluso mis padres, pero mi tío se apiado de ella y la ayudó, porque la conocía terca y cuentan que ladrillo por ladrillo construyó el primer refugio, lo hizo no tan lejos del desierto salado, lo hizo enorme y trabajo todo un año mientras las personas miraban como ese espacio crecía y comenzó a poner pedazos de espejos y cosas que hacían que la luz se expandiera por todos los rincones, cuando llegó el primer invierno según cuentan, mamá tuvo que dar a luz en sus manos y en el refugio, papá siguió por primera vez al pie de la letra lo que le decía mi abuela; así lo relata el tío y el dice que no fue tan así, pero yo si le creo, porque por primera vez tuvo miedo y en la única persona que tenía confianza era en ella.
El día que llegué al mundo fue uno de los días más difíciles de sortear cuenta papá, afuera había un viento de más de 100km por hora, según recuerdan, por esa época los cambios de temperatura oscilaban entre días de 40 grados y luego días de menos dos o tres grados, bajaba de golpe la temperatura y la gripe común se transformó en una enfermedad mortal por la falta de antibióticos, algo tan sencillo como eso.
Nosotros ya estábamos viviendo en los Domos, así los bautizó el tío, a las construcciones que dedicadamente había diseñado la abuela, gracias a eso sobrevivimos a los vientos, las pocas casas que quedaban en pie, fueron derribadas quedando toda la zona en ruinas, muchos heridos aparecieron a las puertas de nuestro hogar pidiendo refugio y comida un día después de mi nacimiento, pero la abuela ya había preparado todo para esa contingencia, incluida la ropa que tanto resguardaba por ese entonces, todo era necesario y nada se tiraba, porque según ella todo servía.
Pero tanta gente no entraba, entonces día y noche se pusieron por turnos a excavar y construir siguiendo todas las indicaciones de ella, que parecía la persona mas preparada para sobrevivir por esas épocas.
Por ese entonces la abuela tenía unos 60 años, aunque nadie le daba esa edad, parecía una persona de mediana edad, jovial como siempre, con una sonrisa en el rostro, incluso en los días más difíciles y nunca se la veía nerviosa, ella tiene un dicho “el no ya lo tenes, así que vamos por el sí,” el otro dicho era “que sea lo que Dios quiera, pero por favor que quiera”, aunque por ese entonces nadie tenía confianza en un ser superior, pero ella era la persona con más fe, en eso que no se ve, ella decía que la fe, es como tener el teléfono de Dios, aunque yo no conocí esos aparatos de otra época, sí los radios, con los que nos comunicamos hoy día.
Hay muchas cosas que no alcancé a conocer, toda esa tecnología que existía en la época anterior a que el cambio climático se hiciera irreversible, las computadoras que el tío tiene en su lugar y que dice que algún día van a volver a funcionar como lo hacían antes, incluso él trabajaba programando para una empresa internacional que ya no existe, todo ceros y unos, como decía la abuela y no se que significa, pero bueno, muchas cosas se han perdido, el conocimientos, con lo que llamaban internet y con los libros.
La abuela había tenido varias profesiones, por lo tanto había aprendido muchas cosas en su vida y mi papá, junto con el tío también cada uno manejaba un campo específico, en un área específica, todas las cosas que se lograron, después del cambio climático fue gracias a eso y al trabajo en conjunto de todas las personas que confiaron en el criterio de nuestra familia. Por así decirlo, la familia creció y todos los desconocidos que empezaron a llegar se convirtieron en nuestros parientes cercanos porque eramos lo que quedaba de la humanidad, no teníamos ni idea de si habían sobrevivido otros, no sabíamos cuantos humanos quedaban en el planeta, pero nuestro refugio cerca del desierto salado se convirtió en una leyenda y luego muchas personas llegaban de todas partes, aunque eso hizo que la comida fuera fraccionada muchas veces, a nadie se le negaba nuestra hospitalidad y era tener otro par de manos para buscar recursos y para plantar todas esas semillas que la abuela tanto protegía, ella en su último posgrado, que no terminó porque le faltó presentar su trabajo final, tenía que ver con el cambio climático que tanto le preocupaba ella decía que si plantábamos los suficientes árboles la temperatura de la tierra bajaría, pero ahora nos enfrentábamos a ese cambio irreversible según decían, pero seguía insistiendo en su teoría y puso en marcha la siembra de árboles frutales y de una huerta dentro del mismo Domo, solo que hizo juntar a todos, vidrios espejos y todo lo que pudiera captar la luz del sol, que se había tornado abrazador muchas veces pero dentro del domo se lo utilizaba de la mejor forma posible y eso era para poder sobrevivir.
Entre las personas que llegaban muchos tenían conocimientos diferentes y eso hacía que pudiéramos mejorar nuestra calidad de vida, cuentan que entre las personas que vinieron a vivir con nosotros, uno fue el que hizo la diferencia, un muchacho muy joven pero que sabía hacer paneles solares con CD viejos y cuando logró tener los suficientes junto con el cobre junto y las baterías, logró que dejáramos las velas para las noches románticas como decía papá y pudiéramos tener luz de noche, según cuentan, esa noche, nadie se quiso ir a dormir temprano, todos se juntaron en el pequeño oasis de la abuela en donde estaban las plantas que muy pronto se harían árboles y podían sentarse a conversar mirándose los rostros y no solo las estrellas.
La vida si bien era difícil y laboriosa, también era divertida, cuando terminamos el último Domo, el espacio se hizo generoso con nosotros, afuera estaba el caos, el frío intenso o el calor abrazador que había evaporado el caudal más grande de agua en el planeta, los mares del mundo, teníamos que hacer cada vez más kilómetros para alcanzar su orilla, por suerte todavía quedan peces que se han adaptado a los cambios de temperaturas, lo cierto es que de ellos depende nuestra supervivencia, mientras las plantas que siembra la abuela se reproducen, los frutales tardan 5 años en dar frutos pero con la escasez de agua dulce y los riegos por goteo tardan en crecer de tamaño, aunque las parras dieron uvas rápido y algunos han logrado con una prensa que encontraron en uno de los viajes de exploración que realizan una vez por semana, hacer una bebida que se llama vino, que papá no quiere que tome, porque dice que se sube a la cabeza y te quita la posibilidad de conservar tus neuronas, según afirma la abuela que si tomas demasiado podes perder hasta el conocimiento y eso no esta bueno, pero como los pone alegres a una mayoría, ella no va quitarles la única diversión, eso si, cada quien en su espacio y sin crear altercados, porque al otro día hay que volver al trabajo y ocuparse que todo funcione.