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Vigga se ríe. «Debes poner la pestaña sobre tu pecho, y luego puedes pedir el deseo». Volteo los ojos. «¡Venga ya!» «Es así», dice Vigga. «Hay reglas para todos los deseos». Frida no cree en la magia de los deseos. Cuando pierde una pestaña, Vigga y Runa la convencen para que pida un deseo. Es como si Vigga hubiese embrujado a Runa con sus cosas mágicas, pero el deseo se hace realidad...
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Seitenzahl: 43
Veröffentlichungsjahr: 2020
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Sandra Schwartz
Traducido por Óscar Pardo Méndez Ilustrado por Lars Horneman
Saga
Un toque de magia 2 - La caza del deseo
Translated by Óscar Pardo Méndez
Original titleEt strejf af magi 2 - Ønskejagten
Cover image: Shutterstock
Copyright © 2015, 2020 Sandra Schwartz and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788711871386
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
RUNA
FRIDA
VIGGA
Miro fijamente hacia abajo, hacia mi libro. Frente a mí, hay dos páginas de problemas de matemáticas infinitamente aburridos. Muerdo el extremo de mi lápiz y me centro en el problema que estoy intentando resolver.
Runa, Vigga y yo estamos tumbadas en el suelo del salón de Vigga.
«¿Os importa si me tomo una pequeña siesta?» Pregunta Vigga mientras apoya la frente en el suelo.
Runa se ríe y yo bostezo. Me pesan los párpados y me froto los ojos. Cuando los vuelvo a abrir, siento un gran pinchazo en uno de ellos.
«¡Ay!», chillo. «Se me ha metido algo en el ojo».
Runa se empieza a reír.
«Oh, Frida…»
«Lo digo en serio. ¡Ayuda!» Me los vuelvo a frotar para sacarlo, pero empiezan a salir lágrimas.
«No te frotes el ojo. Intenta parpadear», dice Vigga con calma.
Parpadeo como una loca y, de repente, me siento mejor. Ya no me pincha. Vuelvo a parpadear y levanto la mano para quitarme una lágrima.
«¡No, para!», dice Vigga.
«¿Qué?», pregunto.
Sonríe y se inclina hacia mí.
«Déjame...»
Su dedo se acerca a uno de mis ojos. Me siento completamente bizca. Vigga toca rápidamente la piel bajo mi ojo y luego lo vuelve a apartar.
«¡Mira!» Vigga sostiene su dedo delante de mí.
Al principio no lo entiendo. Luego, me doy cuenta de que tiene una pestaña en su dedo. Es negra y larga.
«Vale, he perdido una pestaña. ¿Y qué?»
Vigga y Runa se miran y empiezan a reír.
«¡Debes pedir un deseo! ¡Todo el mundo lo sabe!», dice Runa.
«¿Un deseo?», repito como una tonta.
«Sí», dice Vigga. «Es como cuando ves una estrella fugaz. También debes pedir un deseo».
«Ah, sí», digo. «Lo sabía, pero nunca oí que ocurría lo mismo con las pestañas».
«¡Es cierto!» Exclama Vigga mientras pone la pestaña en mi mano.
Runa me acaricia el brazo. «Vamos, es divertido».
«Vale», digo. «Lo haré». Cierro los ojos.
«¡Un momento!», dice Vigga y se levanta. «¿Cuál es tu signo del zodíaco?»
«Acuario. ¿Por qué?»
Vigga sonríe.
«Un momento». Va rápidamente su habitación y en un instante está de vuelta. Se sienta en el sofá. Tiene algo escondido en la mano.
«Venid». Nos indica que nos acerquemos. «Dame tu mano», dice una vez nos hemos sentado.
Deja una piedra cristalina y redonda en la misma mano en la que tengo la pestaña.
«Mmm, ¿qué es esto?»
«Es cuarzo, tu piedra de la suerte».
«¿Qué voy a hacer con ella?»
«Eres Acuario, así que tu elemento es el aire. La piedra le da más poder al deseo».
«¿En serio?», digo y sonrío. «Vale, pediré el deseo».
«¡No, para!», vuelve a decir Vigga.
«¿Ahora qué?» Suspiro.
Se ríe.
«Debes poner la pestaña sobre tu pecho, y luego puedes pedir el deseo».
«¡Venga ya!» Volteo los ojos.
«Es así», dice Vigga. «Hay reglas para todos los deseos».
Estiro la camiseta. Con esfuerzo, consigo colocar la pestaña en hueco bajo mi cuello, sin que se caiga el cuarzo.
«¿Ahora? », pregunto.
«¡Ahora!», asienten las dos.
Vuelvo a cerrar los ojos. Puedo pedir un deseo, un deseo, un deseo. ¿Pero qué deseo pido? Ummm. Ummm. Esto es absurdo. Abro los ojos.
«¡No sé qué deseo pedir!»
Runa se empieza a reír.