Una nueva promesa - Lois Faye Dyer - E-Book

Una nueva promesa E-Book

Lois Faye Dyer

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Beschreibung

Sus familias siempre serían enemigas… ¿y ellos? Después de pasar tres años en prisión por un delito que no había cometido, el cazarrecompensas Chase McCloud prometió no volver a acercarse a los Harper, que lo habían condenado mucho antes de que lo hiciera el juez. Pero entonces apareció la bella Raine Harper con una proposición que debería haber rechazado: que la ayudara a encontrar a su hermano desaparecido. Si conseguía encontrarlo, quizá tuviera la oportunidad de limpiar su buen nombre. Así que aceptó el encargo, pero se prometió a sí mismo que después no volvería a acercarse a nadie que llevara el apellido Harper, empezando por Raine. Claro que ella también podría cambiarse el apellido…

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos 8B

Planta 18

28036 Madrid

 

© 2006 Lois Faye Dyer

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Una nueva promesa, n.º 1685- septiembre 2022

Título original: Chase’s Promise

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1141-103-5

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

Wolf Creek, Montana

Principios de primavera

 

 

EL JOVEN de diecisiete años Chase McCloud miró el ataúd de su abuelo, ignorando al grupo de dolientes bajo los paraguas en el otro extremo de la tumba abierta.

Su hermana pequeña tembló y agarró más fuertemente su mano. Él se agachó y le preguntó:

—¿Estás bien, Jessie? —miró su cara afectada por el llanto.

La niña asintió por debajo de sus rizos rojizos. Pero era evidente que estaba atemorizada. Chase le apretó la mano suavemente para tranquilizarla. Estaba furioso. Sin necesidad de darse la vuelta sabía qué era exactamente lo que asustaba a Jessie. Un oficial uniformado del Departamento de Corrección de Menores de Montana estaba a unos metros de ellos. El oficial había quitado las esposas a Chase cuando habían llegado al cementerio, y éstas estaban sujetas al cinturón de piel del policía, detrás de su pistola. El oficial había respetado el duelo de la familia y se había quedado apartado, en silencio. No obstante, Chase sabía que el hombre no le quitaba la vista de encima. Tenía la sensación hasta de sentir físicamente el escrutinio del oficial.

Chase se concentró en el ataúd e intentó vaciar su mente de todo lo demás. Sintió tristeza. Su abuelo había sido una influencia poderosa en su vida. No podía aceptar la idea de que Angus McCloud no volviese a darle un sabio consejo, ni que jamás volvería a oírlo reír después de un chiste.

Sintió ganas de llorar. Achicó los ojos para no hacerlo y miró hacia los dolientes, al otro lado de la tumba.

Eran los vecinos y amigos de su abuelo de toda la vida, y a él lo conocían desde pequeño. Pero ahora evitaban mirarlo, como si lo acusaran y desdeñaran.

Chase vio a los cinco miembros de la familia Kerrigan. Zach Kerrigan, de quince años, estaba de pie al lado de su madre y su hermana pequeña, con actitud protectora. Detrás de ellos estaba Laura Kerrigan-McCloud, la viuda de Angus McCloud.

Aún no podía comprender por qué su abuelo se había casado con Laura Kerrigan. Ambos se habían casado casi a los ochenta años, a pesar de las protestas de ambas familias. El matrimonio le había alegrado la vida a Angus, pero no había logrado acercar a las familias. Los McCloud habían tenido contiendas con los Kerrigan desde 1922, cuando una envenenada partida de póquer había costado dos mil quinientos acres de tierra a un McCloud. Durante años ambas familias habían discutido y peleado por todo tipo de agravios.

Y en aquel momento, la viuda de su abuelo estaba de pie, separada de la familia de su marido, y apoyada en el brazo de su sobrino, Harlan Kerrigan.

Harlan miró a Chase con desprecio. A pesar de la amargura que senía, Chase no quiso responder a su gesto. Simplemente desvió la mirada. El hijo de Harlan, Lonnie, no estaba en el funeral de su abuelo.

Era mejor así, pensó Chase.

Sus padres ya tenían bastante con la pérdida de su abuelo como para que encima tuvieran que aguantar la presencia de Lonnie.

Volvió a mirar entre la gente para ver si encontraba algún miembro de la familia Harper, pero no había ninguno.

Chase sintió una punzada de dolor y tristeza, pero intentó disimular sus sentimientos.

Mike Harper y él habían sido muy amigos desde la escuela primaria, y ahora la familia de Mike pensaba que él era el responsable de su muerte. Las doce personas que habían compuesto el jurado de Wolf Creek ciertamente lo habían pensado también, porque lo habían acusado de homicidio basándose en el testimonio de Harlan y Lonnie Kerrigan.

Sólo él sabía que no era verdad.

Nuevamente se encontró con los ojos hostiles de Harlan Kerrigan. Tanto Harlan como Lonnie sabían quién era el responsable de la muerte de Mike.

Chase volvió a concentrarse en el ataúd, y empezó a inhalar y exhalar aire lentamente, para serenarse.

Había aprendido aquella técnica de relajación al poco tiempo de ingresar en el correccional. Un día había intentado defenderse en una reyerta en el patio y había terminado con una profunda herida de arma blanca.

El guardia que lo había llevado a la enfermería para que lo cosieran le había aconsejado asistir a clases de meditación. Había seguido su consejo y además había hecho horas de pesas diarias y había trabajado fuera. Lo que lo había hecho lo suficientemente fuerte como para que los demás respetaran su deseo de estar solo.

Y se alegraba de que así fuese. Lo que él quería era que lo dejasen en paz. Su plan era cumplir su condena y abandonar el correccional para siempre.

Respiró profundamente, y se llenó los pulmones de aire frío y de olor a artemisa. De libertad. Cuánto la añoraba.

Pero antes tenía que sobrevivir los siguientes años en el correccional por un delito que no había cometido.

 

 

Raine y Trey Harper, los mellizos de doce años, estaban tumbados en la hierba, espiando alrededor de la artemisa. Desde su situación privilegiada en la cima de la baja colina tenían una vista completa del cementerio de Wolf Creek y de la gente que rodeaba la tumba.

—Está distinto… —dijo Raine—. ¿No te parece que Chase tiene un aspecto diferente, Trey?

El hermano de la niña miró bien a los McCloud.

—Parece triste. Y mayor. Quizá esté un poco más delgado. No sé si comerá bien en el correccional.

—Espero que sí —dijo Raine y se quedó callada—. Echo de menos a Mike… Y a Chase también. Ojalá este año no hubiera existido…

—Bueno, ha existido —Trey no la miró, pero ella sabía que su hermano estaba reprimiendo unas lágrimas, igual que ella.

Raine siempre sabía cuándo su hermano mellizo estaba disgustado, al igual que él sabía cosas de ella sin preguntárselo. Su madre decía que los mellizos estaban conectados de un modo extraño. Pero a Raine aquella conexión le parecía muy normal.

—Yo no creo que Chase haya hecho daño a Mike a propósito, ¿y tú? —preguntó la niña.

—La gente dice que lo hizo. Mamá lo cree también…

—Pero papá dice que Chase dijo que él no fue el responsable. ¿Tú crees que lo hizo?

—No —Trey la miró—. No lo creo.

—Yo tampoco —Raine desvió la mirada de Trey y miró hacia el cementerio—. Pero se ha marchado y ya no podemos verlo, como a Mike, sólo que Mike está muerto y Chase no. ¿Crees que Chase volverá algún día?

—No lo sé. Tal vez algún día, cuando yo averigüe lo que ha pasado.

—¿Crees que mamá te creerá entonces? —preguntó su hermana.

Raine no comprendía a su madre desde que había muerto Mike. Se pasaba todo el día llorando. A veces parecía como si no se acordase de que ellos existían… Era muy inquietante… y tan triste que Raine tenía ganas de llorar también.

—Probablemente, no —dijo Trey.

Debajo de ellos, el funeral pareció terminar. La gente empezó a caminar hacia los coches.

—Venga, Raine, vamos. Será mejor que no nos vea nadie. Papá se enfadará si se entera de que hemos venido aquí.

Los niños corrieron y se subieron a sus bicicletas para pedalear ferozmente hasta su casa antes de que notasen su ausencia.

Capítulo 1

 

 

 

 

Quince años más tarde Finales de agosto

 

 

RAINE Harper frenó su coche y leyó el nombre en el buzón: C.McCloud. Paró el motor.

El hogar de Chase McCloud estaba a cuarenta y cinco kilómetros al sureste de Wolf Creek, en la parte más alejada de las tierras de su familia. No había fértiles campos de trigo ni de avena que suavizaran el paisaje. Sólo cercas de alambre separando la autopista de la tierra salvaje.

Raine sabía que aún más al sur, en Missouri Breaks, la tierra se hacía más salvaje. Pero aquí todavía había ganado vacuno, caballos y algún antílope pastando el desperdigado pasto duro que había entre artemisa gris y verde.

Se rumoreaba que Chase McCloud había decidido vivir en aquella parte de la propiedad de su familia porque quería estar lo más lejos posible de los residentes de Wolf Creek. Raine no sabía si sería verdad.

El solitario detective y rescatador de personas probablemente no querría que un Harper golpease su puerta. Pero ella lo necesitaba. Estaba desesperada y él era el único hombre en el condado que tenía experiencia en encontrar a personas perdidas.

«Me lo debe», pensó. «Se lo debe a mi familia».

Puso en marcha el coche, salió de la carretera y entró en una carretera de grava. Tomó una curva y ante sus ojos apareció el rancho de McCloud y los edificios adyacentes. Se quedó con la boca abierta. La casa tenía el frente de cristal y el resto estaba construido con troncos. La rodeaban un enorme jardín y árboles. El granero, los corrales y los otros edificios estaban hechos con los mismos troncos plateados que habían empleado para la casa.

Raine atravesó un puente de madera con un riachuelo debajo, y salió a un camino de grava que conducía a un jardín del rancho. Aparcó delante de la casa y bajó. Se detuvo a admirar el conjunto de construcciones.

«Impresionante», pensó. Era evidente que a su dueño le iba bien económicamente, ya que la propiedad estaba impecablemente mantenida. Al parecer, su negocio era muy próspero.

Una cerca de hierro forjado rodeaba la casa y el jardín. El pestillo del portón cedió fácilmente y Raine lo abrió. Sus pasos resonaron en el porche de madera cuando se acercó a la puerta de cristal. Golpeó, pero no contestó nadie. La casa estaba en silencio a excepción del sonido de un adorno que se movía con el viento. El único toque de color era la cerca de hierro y el adorno para el viento; no había macetas ni flores adornándola.

Raine caminó hasta el final de la galería y miró el jardín del rancho haciéndose sombra con la mano. Estaba todo en silencio. Él no estaba allí, pensó, decepcionada.

Chase McCloud desaparecía por temporadas, según decían. Viajaba a Seattle, donde había trabajado como detective privado durante mucho tiempo. Se decía que aún aceptaba casos de la empresa ocasionalmente, y que era un socio comanditario en la exclusiva agencia de investigación.

Raine no sabía qué hacer si no lo encontraba. Llevaba tiempo detrás de él, esperando impacientemente que volviera a Wolf Creek. Y ahora que finalmente parecía haber vuelto…

Tenía que verlo ahora. No podía esperar al día siguiente ni a la semana siguiente.

Golpeó la puerta otra vez, y trató de aguzar el oído para detectar movimientos dentro de la casa mientras se frotaba los nudillos de los dedos.

Frustrada, volvió al coche. Se detuvo para echar una última ojeada al rancho y sus edificios. Justo en el momento en que se había dado por vencida, oyó el ruido de un martillo en algo metálico.

Se dio la vuelta, mirando alrededor. El ruido del martillo contra el metal se volvió a oír, pero esta vez el ruido fue rítmico.

Mientras Raine caminaba hacia el sonido, vio un indicio de humo saliendo de la chimenea de una construcción más allá del granero.

Raine atravesó el jardín del rancho rápidamente, levantando polvareda con sus sandalias, y fue tras el ruido. Rodeó el edificio y se encontró con unas grandes puertas correderas que estaban parcialmente abiertas. Entró en el sombrío interior y se detuvo, pasmada.

Un hombre, desnudo de cintura para arriba, estaba de pie en una vieja forja. El sudor había humedecido su cabello oscuro y los músculos de su torso desnudo brillaba con numerosas cicatrices.

Él levantó la mirada cuando entró ella. Sus ojos azules se achicaron mientras la taladraba con la mirada. Después volvió a su trabajo con el martillo.

—¿Chase McCloud? —preguntó Raine, aunque había reconocido sus fieros ojos azules y sus angulosos y atractivos rasgos.

Lo había visto hacía un mes o un mes y pico, cuando se había chocado con él, literalmente, una tarde a la puerta del bar-restaurante propiedad de los hermanos Harper. Ella había ido a hablar con Trey a su apartamento, encima del bar. Y había salido justo en el momento en que Chase entraba. Se habían chocado y él la había sujetado agarrándole los brazos, para no tirarla al suelo. Y se había disculpado brusca y distraídamente.

Raine se acordaba de él. Pero dudaba que él se acordase de ella. Sabía que aquellos ojos grises y aquel pelo castaño rojizo le habrían resultado familiares probablemente, puesto que ella había sido la hermana pequeña de su mejor amigo de la infancia.

—Sí, soy McCloud.

—Soy Raine Harper —empezó a decir.

—Sé quién eres —la interrumpió—. ¿Qué estás haciendo aquí? —no la miró. Su atención estaba en el hierro caliente.

Raine se metió las manos en los bolsillos del vaquero y dijo:

—Quiero contratarte.

—¿Para hacer qué?

—Para encontrar a mi hermano… Desapareció hace unas dos semanas. No he sabido nada de él desde entonces y nadie lo ha visto…

—¿Has llamado a la policía?

—Sí. Pero me dicen que han llegado a un punto muerto. No seguirán buscando a no ser que haya alguna nueva pista. Por eso quiero contratarte.

—No.

—¿Por qué no?

Chase golpeó el martillo una vez más sobre el hierro y se dio la vuelta para meterlo en un barril. El choque del agua fría con el metal caliente produjo vapor. Él agarró una toalla que tenía en el bolsillo de atrás del vaquero y se la pasó por la cara, por el pelo y el pecho. Luego la dejó en una banqueta que había detrás de él. Agarró una camiseta negra que había al lado de la toalla y se la puso. Fue hacia ella.

Raine se puso tensa al verlo acercarse, pero él simplemente pasó por su lado y salió al aire libre.

—¡Espera! —ella corrió tras él—. Lo menos que puedes hacer es darme una razón. Dime por qué no vas a buscar a Trey.

—No quiero hacerlo.

Raine se quedó sin palabras por el shock. Luego sintió rabia y le agarró el brazo. Él la miró, no con hostilidad, sino con una falta total de emoción. Raine lo soltó.

—¿Por qué no?

Él no contestó.

Frustrada, Raine lo miró con el ceño fruncido.

—Mi hermano ha desaparecido, y tú te dedicas a buscar personas desaparecidas. Si la policía no puede encontrarlo, tú eres la única persona de la zona que puede hacerlo.

—Quizá él no quiera que lo encuentren.

—No —ella agitó la cabeza, rechazando tal posibilidad—. Trey me lo habría dicho, si se hubiera ido por más de una noche. Sabe que me preocupo por él. Habría llamado por teléfono.

—Entonces quizá no pueda llamar.

—¿Quieres decir que a lo mejor no está vivo? Lo está —ella vio la mirada de escepticismo de Chase—. Somos mellizos. Yo lo sabría si estuviera muerto.

—Entonces, ¿por qué estás preocupada?

—Porque pasa algo malo. Lo presiento.

—¿«Presientes» que tu hermano está en apuros? ¿Se trata de algo parapsicológico?

—Sí. Sé que suena raro, pero tenemos una conexión especial y sabemos cuándo el otro tiene un problema o está herido. Tengo que encontrar a Trey. ¿Vas a ayudarme?

—Lo siento, no acepto trabajos de la gente de aquí.

—Me lo debes —le dijo Raine, apretando los puños.—. Se lo debes a mi familia.

—Yo no te debo nada, jovencita.

—Por ti, mi familia perdió a mi hermano Mike. Tienes una deuda conmigo. Debes salvar a Trey.

—Si le debiera algo a tu familia, cosa que no es verdad, lo pagué con tres años de mi vida —dijo con voz fría y tono duro.

Se dio la vuelta y se alejó.

—Trey desapareció cuando iba a ver a alguien que le había prometido decirle la verdad sobre lo ocurrido la noche en que murió Mike —gritó Raine tras él, en un intento desesperado por conseguir su cooperación.

Chase se detuvo. Se dio la vuelta, y la miró con gesto amenazador.

—¿Qué has dicho?

Raine sintió que se enfrentaba a un león que se había dado la vuelta hacia ella. Sintió miedo.

—Trey recibió una carta en la que le decían que le contarían lo que sucedió realmente cuando murió Mike, hace quince años. Tenía que ir al café Bull'n’Bash de Billings el viernes por la noche. Trey no me dejó ir con él y no regresó a casa.

—¿Estaba firmada la carta?

—No.

—¿La tienes?

—Trey se la llevó cuando se marchó a Billings.

—De acuerdo —asintió Chase bruscamente—. Tienes un detective. Necesitaré toda la información que puedas darme sobre tu hermano. ¿Tienes una foto de él?

—No, aquí no. Pero tengo varias en el ordenador de Trey en su apartamento, encima del bar.

—Necesito una foto reciente, y su fecha de nacimiento, color de ojos, de pelo, altura y peso… También el tipo de coche que llevaba y el número de carné de conducir —hizo una pausa y agregó—: ¿Han encontrado su coche?

—No. Llevaba su SUV. Y no ha aparecido tampoco.

—Reúne los datos y yo los iré a buscar esta tarde cuando me vaya.

—¿Adónde vas a ir?

—A Billings, si ése es el último lugar donde fue visto, empezaré a buscarlo por allí.

Quedaron en que Chase pasaría por el piso de Trey a recoger la información. Raine se marchó en dirección a Wolf Creek. No tenía mucho tiempo para recoger los datos de Trey y una foto suya para dársela a Chase.

Por primera vez en muchos días Raine sintió una brisa de esperanza.

Chase McCloud parecía más peligroso en persona de lo que proclamaba su reputación. Pero a ella no le importaba, con tal de encontrar a Trey.

Capítulo 2

 

 

 

 

 

CHASE se quedó en su porche observando cómo se alejaba el pequeño coche rojo hasta que éste salió a la autopista y desapareció.

Raine Harper había desbaratado su mundo en un momento. No sólo porque había aparecido una posible pista del misterio de hacía quince años, sino porque era verdad que él no aceptaba trabajo de los lugareños. Hacía mucho tiempo se había prometido no hurgar en el pasado, y eso incluía tratar de olvidar la muerte de Mike y no ver a la gente que había constituido el jurado local que lo había condenado. Raine, no obstante, era la excepción.

Jamás hubiera esperado verla en su rancho. Pero la había reconocido con una sola mirada. Se había chocado con ella en el bar hacía unas semanas y su imagen había quedado grabada en su memoria. Por un momento, sus cuerpos habían estado en contacto de arriba abajo. Aquellos ojos grises sorprendidos, aquellos labios rosas entreabiertos por el asombro y la sensación del contacto de sus curvas contra él habían aparecido en sus sueños desde entonces.

No había sabido cómo reaccionar cuando la había visto. Dada la historia de sus familias, dudaba que Raine quisiera compartir una charla frívola con él que terminase en la cama.

Chase tenía una regla estricta en cuanto a sus clientes: no involucrarse en ninguna relación con ellos. No la había roto en todos esos años.

Y ahora Raine era una clienta… Sería mejor mantener la distancia con ella hasta que localizara a su hermano y echara una ojeada a la misteriosa carta.

Varias horas más tarde, Chase dejó una mochila en el suelo del coche con las cosas básicas que podía necesitar y llamó a Killer, su rottweiler de tres años, para que se subiera al asiento de atrás del coche, y salió de su casa. El calor de la tarde calentaba la camioneta a tracción pero Chase no encendió el aire acondicionado. Prefirió bajar todas las ventanillas. Killer sacó la cabeza y el viento caliente le echó atrás las orejas.

Chase conducía por instinto, porque tenía la mente ocupada con la carta enviada a Trey Harper, antes de que éste desapareciera.

Había sólo tres personas que supieran realmente lo que había sucedido la noche que había muerto Mike Harper. Chase era uno de ellos. Los otros dos eran Lonnie y Harlan Kerrigan. Uno de los dos debía de haber enviado la carta al hermano de Raine. Pero ¿cuál de los dos? ¿Y por qué?

Chase estaba convencido de que ni Harlan ni Lonnie confesarían, lo que significaba que tenía que considerar una tercera posibilidad. ¿Podría haber estado presente otra persona en la escena del accidente hacía quince años?

Chase recordó claramente la secuencia de acontecimientos que había desembocado en un choque en la autopista, fuera de Wolf Creek. Pero con el impacto, él había sido despedido del camión, se había golpeado la cabeza y había perdido la consciencia.

¿Podía haber aparecido otro vehículo mientras él estaba inconsciente? ¿Sería posible que alguien hubiera podido ver a Harlan quitar a Lonnie del asiento del conductor y poner a Chase en su lugar?

Aunque esto fuera improbable, más lo sería que los Kerrigan estuvieran dispuestos a reconocer su culpa después de todos aquellos años.

Chase llegó a Wolf Creek y se metió en el callejón que había detrás del bar de Trey. Aparcó a unos metros de la puerta trasera. Dejó a Killer vigilando el coche y salió. Había una escalera a su derecha y la subió hasta el segundo piso donde había dos puertas enfrentadas en el rellano enmoquetado. Golpeó en la 2B y esperó. Un momento más tarde se oyó el ruido de un cerrojo y la puerta se abrió.