Universidad y política - Max Weber - E-Book

Universidad y política E-Book

Max Weber

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Beschreibung

Universidad y política reúne un conjunto de artículos y conferencias de Max Weber (1864-1920) sobre una de las instituciones fundamentales en el desarrollo de la modernidad occidental: la universidad. Pero antes que un aséptico tratado histórico, estos escritos destacan por el abordaje crítico de los problemas que en las primeras décadas del siglo XX enfrentaba el sistema universitario alemán, considerado entonces «ejemplar» a nivel internacional. El afán constante de los poderes políticos y religiosos por influir en los asuntos universitarios, el trato indigno al personal docente y la falta de objetividad en su selección, el oportunismo académico y la corrupción del carácter de las nuevas generaciones, llevan a preguntarse qué significa «libertad de cátedra» y si esta ha sido realmente alcanzada. La respuesta de Weber duele por su sinceridad y le enfrenta a las autoridades universitarias y ministeriales de su época, pero las observaciones críticas en que se apoya sorprenden por su pertinencia y actualidad a un siglo de su muerte. Traducidos por primera vez directamente del alemán, estos escritos son una ayuda imprescindible para entender el tan citado como mal comprendido postulado de «neutralidad valorativa», así como para discutir sobre los males que siguen aquejando a nuestras universidades.

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Director de la serie: Esteban Vernik

La Serie Teoría Social reúne obras que son muestras del estado latente de la modernidad. Si la historia del pensamiento social y humanístico delineó un conjunto de textos clásicos sobre el legado modernista, a su sombra restan aún por recuperarse contribuciones incisivas que conservan viva la inquietud sobre los fundamentos de nuestro presente.

Max Weber y Karl Marx

Karl Löwith

Traducción de Cecilia Abdo Ferez

Introducción de Esteban Vernik

Posfacio de Luis F. Aguilar Villanueva

Introducción a la ciencia de la moral

Georg Simmel

Traducción de Lionel Lewkow

Prefacio de Daniel Chernilo

Posfacio de Esteban Vernik

La cantidad estética

Georg Simmel

Traducción de Cecilia Diaz Isenrath

Prefacio de Esteban Vernik

Los empleados

Siegfried Kracauer

Traducción y notas de Miguel Vedda

Introducción de Ingrid Belke

Prólogo de Walter Benjamin

Posfacio de Miguel Vedda

La fotografía y otros ensayos

El ornamento de la masa 1

Siegfried Kracauer

Traducción de Laura S. Carugati

Prólogo de Christian Ferrer

Posfacio de Karsten Witte

Título original en alemán:

Max Weber Gesamtausgabe, I/13, Hochschulwesen und Wissenschaftspolitik, Schriften und Reden 1895-1920, herausgegeben von M. Rainer Lepsius und Wolfang Schluchter in Zusammenarbeit mit Heide-Marie Lauterer und Anne Munding, J.C.B. Mohr (Paul Siebeck), Tübingen, 2016.

© De la traducción del alemán y las notas: Fernando Artavia Araya

© De la presentación: Esteban Vernik

© Del prefacio: Eduardo Weisz

© Del posfacio: Álvaro Morcillo y Lisa Janotta

© De la traducción del posfacio:

Martin Vallejo Rodríguez

Corrección: Marta Beltrán Bahón

Director de la serie: Esteban Vernik

Diseño de colección: Sylvia Sans

Primera edición: mayo de 2023, Barcelona

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Editorial Gedisa, S.A.

http://www.gedisa.com

eISBN: 978-84-19406-09-5

Preimpresión: Editor Service, S.L.

Diagonal 299, entresuelo 1ª

www.editorservice.net

Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada,en castellano o en cualquier otro idioma.

Índice

Presentación. Max Weber y las universidades

Bibliografía

Prefacio. La universidad de Max Weber, nuestras universidades

Las «condiciones externas» del trabajo académico

El «Althoff System» y los nombramientos en las universidades alemanas

Las universidades nacionales en Argentina

Bibliografía

Universidad y política

El «caso Bernhard»

Sobre el «caso Bernhard»

El «caso Bernhard» y el profesor Harnack

El «caso Bernhard» y el profesor Delbrück

Mensaje de felicitación a Gustav Schmoller

La así llamada «libertad de cátedra» en las universidades alemanas

Socialdemócratas en la enseñanza académica

Sobre la libertad de cátedra en las universidades alemanas

La libertad de cátedra de las universidades

Sobre el Congreso de Profesores Universitarios

El profesor Ehrenberg

La selección para la profesión académica

La Sociedad Alemana de Sociología

Sobre el affaire Dr. Ruge I

Sobre el affaire Dr. Ruge II

Informe de la Sociedad Alemana de Sociología

Una opinión sobre la cuestión de la universidad

Congreso Alemán de Profesores Universitarios

Sobre el discurso en el Congreso Alemán de Profesores Universitarios en Dresde

Sobre el «sistema Althoff»

La administración educativa prusiana

Sobre el «sistema Althoff»

El «sistema Althoff»

Una vez más las declaraciones

Otra vez el «sistema Althoff»

Las universidades norteamericanas y sus divergentes disposiciones respecto a las alemanas

Una universidad católica en Salzburgo

El Gymnasium y la nueva época

Disturbios en la Universidad de Múnich

Nota del traductor

Posfacio. ¿Qué opinaría Max Weber sobre los órdenes que regulan la ciencia alemana hoy en día?

Weber como iniciador de la política científica

Lógica de proyecto y empleo de duración determinada: la doble hélice de la práctica científica

¿A qué tipo de personas favorece el orden científico actual?

La ciencia como escaparate de productividad

El tipo académico en el orden competitivo: competir para merecer la financiación por terceros

¿Quo vadis, erudición académica?

Ahora es el momento de fijar el rumbo. ¿Qué tipo de ciencia queremos?

Bibliografía

Presentación. Max Weber y las universidades

Esteban Vernik1

I.

Si he logrado éxito en mi carrera académica, que no aspiré ni pedí, esto me deja indiferente y en particular no me da la respuesta a la pregunta sobre si esta carrera es la actividad más apropiada para mí.

Carta de Max Weber a Lujo Brenta­no, 1897 (Marianne Weber, 1995: 239).

Cualquiera que haya pasado por una carrera universitaria, que haya vivenciado las relaciones pedagógicas que se suscitan tanto en el aula como fuera de ella, las potencialidades de la socialidad entre estudiantes, docentes y profesores, advertirá el valor de las inquietudes y convicciones de Max Weber respecto a las universidades. Un breve recorrido por su experiencia universitaria nos muestra el siguiente itinerario.

Weber inicia sus estudios universitarios en 1882, cuando ingresa a la carrera de derecho en la Universidad de Heidelberg. Cursa las materias de derecho, historia económica, filosofía e historia de la Antigüedad tardía. Durante este primer período fuera del hogar paterno, en el residencial distrito berlinés de Charlottenburg, Weber estrechará relaciones con su primo Otto Baumgarten, en ese momento estudiante de teología en la misma facultad, con quien posteriormente compartirá distintas iniciativas teológico-políticas. En este primer contacto con un ámbito universitario, Weber se incorpora a una asociación estudiantil con uniforme: la Hermandad de duelistas «Alemannia». La vida en esta fraternidad a la que Weber perteneció entre 1882 y 1884 incluía, entre otros hábitos, compartir canciones y borracheras, el uso en ocasiones de trajes de gala y, también, como culto al honor viril, la práctica de duelos de esgrima. De uno de estos ritos de paso, Weber conservó de por vida una cicatriz en la mejilla.

Después de cursar el primer año en la Universidad de Heidelberg, Weber realiza en 1883 el servicio militar en el territorio de Alsacia, anexado desde hacía solo doce años al Segundo Imperio Alemán. Será la primera de sus tres estancias militares en esa región, en el extremo colindante con Francia, al otro lado del Rin. En la capital de Alsacia, Max Weber asiste ocasionalmente a la Universidad de Estrasburgo, y sostiene importantes conversaciones formativas sobre ciencia y política con su tío, Hermann Baumgarten, profesor de historia de las ideas de esa universidad, quien, al igual que el padre de Weber, era de convicciones a la vez liberales y nacionalistas y estaba comprometido con la gestión del Reich. En 1885, Weber vuelve a los territorios anexados para continuar su entrenamiento como oficial del ejército, que posteriormente completa en 1888, alcanzando el grado de capitán de reserva.

Entre ambas estancias militares en Alsacia, Weber continúa sus estudios de derecho, pero ahora en la Universidad de Berlín. Finalmente, en 1886, completa sus estudios de grado en la Universidad de Gotinga. Seguidamente, vuelve a instalarse en Berlín, donde trabaja como pasante sin sueldo en un despacho de derecho, y estudia Derecho comercial e Historia rural antigua. Sus estudios de posgrado en la universidad berlinesa siguen una línea ascendente y en muy poco tiempo alcanza la condición de profesor. En 1889, defiende su tesis doctoral, Acerca de la historia de las sociedades comerciales en la Edad Media. Según fuentes sudeuropeas, un trabajo a mitad de camino entre la historia jurídica y la historia económica; dos años después, defiende su segunda tesis, de habilitación, La historia agraria de Roma y su significación para el derecho público y privado, con la cual es nombrado Privatdozent en Derecho romano, germano y comercial por la Universidad de Berlín, quedando en condiciones de asumir la condición de catedrático. Su carrera como docente se inicia al año siguiente de su habilitación, cuando Weber es designado profesor interino de Derecho comercialen la Universidad de Berlín, sustituyendo así a su director de tesis de doctorado, el destacado mercantilista Levin Goldschmidt. Comienza entonces, en 1892, una fulgurante actividad como profesor que sin embargo quedará trunca apenas cinco años después.

De ese puesto en Berlín, pasará a la Universidad de Friburgo en 1894, donde será nombrado profesor de Economía política (Nationalökonomie), y en mayo de 1895 ofrecerá su célebre Lección inaugural. Esta es la universidad donde más tiempo Weber dictó clases, y fueron solo ¡dos años y medio!

En diciembre de 1896, Weber es propuesto por la Facultad de Filosofía de la Universidad de Heidelberg para suceder nada menos que a Karl Knies, uno de los máximos líderes de la Escuela alemana de economía histórica. Weber vuelve a la ciudad en la que había iniciado sus estudios. Asume la cátedra en enero de 1897 y comienza a dictar Economía política teórica general (Kaessler, 2014: 455). Algunos años después, Weber dedicará un artículo a ajustar cuentas teóricas con su antecesor de cátedra (Weber, 1992a).

Weber era consciente de su vertiginoso ascenso académico, tal como se advierte en la carta que utilizamos como epígrafe de esta sección. Sin embargo, solo dos años después de asumir su cátedra en Heidelberg, un grave estado de postración nerviosa, un colapso en su vida anímica, lo obligará a declinar el puesto. Primero solicitará licencia por enfermedad, hasta que dos años después, en 1899, agotadas ya las correspondientes instancias burocráticas, debe rescindir su puesto de profesor, con tan solo treinta y cinco años.

Tras su larga enfermedad y al poco tiempo de recuperarse, Weber realiza en 1904 un importante viaje de trece semanas por Estados Unidos. Y entre los múltiples motivos de indagación del viaje, que suscitarán su reflexión posterior durante el resto de su vida, se cuentan las varias universidades que se interesó en visitar y en las cuales estrechó fructíferos lazos con sus colegas, tales como la Universidad de Atlanta, la de Boston, la de Columbia o la John Hopkins University.

Weber volverá a dar clases universitarias en 1918, después de más de dos décadas sin estar al frente de un aula. En ese año, del fin de la Gran Guerra, Weber acepta una cátedra de economía en la Universidad de Viena, e imparte un curso de verano sobre Sociología de la religión.

Finalmente, en su último año de vida, da sus últimas clases en la Universidad de Múnich al asumir la cátedra de su viejo maestro, Lujo Brentano; otra vez, al igual que en Heidelberg, veintidós años antes, Weber sucede a un «socialista de cátedra», cofundador de la Asociación de Política Social, y un referente principal de la Escuela alemana de economía histórica. Así, al inicio de su último semestre de clases, el del verano de 1920, Max Weber dicta el curso, de una hora cuatro veces por semana, «Doctrina general del Estado y política (Sociología del Estado)», ante una audiencia de más de quinientas personas, y ofrece dos conferencias de dos horas: una sobre «El socialismo», y otra sobre «Obras científicas sociológicas» (Kaube, 2020: 419).

En síntesis, Max Weber inicia en Berlín una acelerada y muy exitosa carrera académica que culmina en Múnich, la cual será de muy corta duración. Accede en forma muy rápida a los más altos puestos del sistema universitario alemán, pero durante toda su vida solo alcanza a desempeñarse regularmente como profesor ¡tan solo durante siete años!

Como en otros aspectos medulares propios a la vida de una nación, Weber se involucró personalmente en el referido a la universidad. Fue muy crítico respecto a la situación general de la educación superior en la era guillermina, la falta de libertad de cátedra y las formas irregulares de reclutamiento y promoción de los profesores universitarios.

Entre sus manifestaciones más resonantes, destacan su protesta contra la situación marginal a la que el establishment universitario había condenado a Georg Simmel («si eres judío, lasciate ogni speranza») (Weber, 1992b: 190), y la defensa de su discípulo Robert Michels, quien por su condición de miembro del Partido socialdemócrata se vio imposibilitado para acceder a una cátedra en Alemania, pero a la cual sí tuvo acceso en Turín, Italia (Weber, 2016).

Hacia el final de su recorrido, en una mirada retrospectiva a la situación general de la universidad y a su propia experiencia, Weber resumirá en una expresión la condición universitaria, su escalafón jerárquico, el accionar de sus burocracias enquistadas en la toma de decisiones y el arribismo de tantos mediocres «complacientes», condiciones que a día de hoy no han perdido actualidad:

«... la vida académica es, por tanto, un puro azar» (Weber, 1992b: 190).

1. Universidad de Buenos Aires y Universidad Nacional de la Patagonia Austral, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Instituto de Investigaciones Gino Germani.

II.

El incomprensible retraso en mi nombramiento…

Weber, sobre la burocracia universitaria.2

Durante los largos años de docente en la Universidad de Heidelberg en condición de «inactivo» (Weber rescindió su cargo, y consiguientemente su sueldo), que son en los que aparecen la mayoría de las intervenciones recogidas en este libro, desde su crisis nerviosa hasta que volvió a dar clases, Weber se siguió identificando como profesor e investigador. Prosiguió por sus propios medios realizando investigaciones científicas: luego de La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904/05) realiza una investigación sobre las condiciones de trabajo de los obreros industriales en una planta textil (1908/09) y continúa sus estudios comparativos sociorreligiosos sobre China, India y Palestina, publicando casi todos sus resultados en el Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik. Al mismo tiempo, intervino con pasión y perspectiva en los debates sobre la universidad alemana a través de la prensa, tanto en periódicos importantes, como el Frankfurter Zeitung, o en diversos órganos más reducidos, así como por medio de sus participaciones en el Congreso Alemán de Profesores Universitarios o en los congresos de la Sociedad Alemana de Sociología.

Entre 1909 y hasta poco antes de la Primera Guerra Mundial, Max Weber se comprometió con la Sociedad Alemana de Sociología (Deutsche Gesellschaft für Soziologie), de la que fue uno de sus fundadores, junto a Georg Simmel, Hermann Beck y Ferdinand Tönnies, y fue un activo animador de sus congresos de 1910 y 1912, a los que asisten también, entre otros, Ernst Troeltsch, Werner Sombart y Robert Michels. Según Otthein Rammstedt, la razón por la cual Max Weber se pasa de la Asociación de Política Social—en la cual participa desde muy joven y en la cual, no obstante, seguirá participando por el resto de su vida— a laSociedad Alemana de Sociología, en cuanto lugar institucional preferente para comunicar los desarrollos de su trabajo, es la cuestión de la Wertfreiheit (Rammstedt, 1988: 265). Esa máxima weberiana de «no hacer juicios de valor» en el trabajo científico no era posible practicarla en la Asociación de Política Social que había fundado Gustav von Schmoller en 1873, mientras que sí era factible institucionalizarla en la nueva Sociedad, en cuyo estatuto figuraba, explícitamente, el rechazo de los juicios de valor y de las exposiciones de fines prácticos, de carácter político, ético, religioso o estético.

Precisamente, el principio de Wertfreiheit de Weber —que también puede rastrearse con anterioridad en Simmel— (Simmel, 2022: 475), como también el de Lehrfreiheit, son dos claves de buena parte de las intervenciones de este libro. Ambos conceptos resultan problemáticos en su traducción a otras lenguas.3 Sobre el segundo, optamos por libertad de cátedra, por ser el que más se asemeja a su uso corriente en los medios universitarios, aunque más literalmente podría ser libertad de enseñanza. Pero el primero es el que ha llevado a más dificultades de interpretación. Una posibilidad acertada puede ser entenderlo como suspensión del juicio de valor (Abellán, 2010: 10). En cambio, cuando se lo consideró como neutralidad valorativa, surgieron serios problemas de incomprensión; más adelante me referiré a uno de ellos. Para Weber, esta noción es un ideal que se asocia a la «honestidad intelectual», y separa tajantemente los momentos de la ciencia de los de la política.

Debo insistir en que soy capaz de presentar conexiones científicas sin juicios de valor y solo me enorgullece aquella parte de mi actividad docente en la que fui fiel a este ideal.4

Weber procuró mantenerse fiel a este ideal. En 1917 reescribe sobre esta cuestión en lo que resulta una comunicación interna para su discusión en la Asociación de Política Social antes de la guerra, y que publica en la prestigiosa revista Logos, siendo esta pieza —a pesar de su mala comprensión durante décadas— una de las más fundamentales de su legado (Weber, 2010). Este principio, como se aprecia en las intervenciones de este libro, le sirvió a Weber para, en relación con la libertad de cátedra, provocar con la idea de que la universidad podría enriquecerse con la contribución de socialistas y comunistas si estos se adherían al postulado de Wertfreiheit en la investigación y la docencia.

El problema del acceso a la vida académica, de la selección de aspirantes a la carrera docente y de investigación —como un lugar seguro, con un sustento estable, en el cual poder desenvolver la vocación— se presentaba como un hecho crucial para cualquiera que después de terminar sus estudios universitarios estuviese dispuesto a consagrarse a las tareas de la ciencia. Así se expresa ante los estudiantes en su conferencia de Múnich de noviembre de 1917. Y, como sabe cualquiera que alguna vez haya aspirado a vivir de o para la universidad, hasta el día de hoy la cuestión sigue siendo igual de problemática, partiendo del hecho de que, en general, los puestos disponibles en las universidades y las instituciones científicas suelen ser muy escasos respecto a la cantidad de personas dispuestas a ocuparlos.

Ciertamente, la selección para la carrera académica es el motivo principal de muchas de las intervenciones aquí recogidas. Así, Weber se pronuncia en contra —o más bien denuncia— casos de ingreso a las universidades que considera favores políticos o prebendas. Tal es el caso Bernhard, cuya pertenencia a la universidad constituye, según Weber, una prebenda del Gobierno «en el sentido pecuniario o del prestigio social».5 Weber señala la existencia entre los profesores de caciques, que en base a «relaciones personales» realizan «todo tipo de pequeñas concesiones, como el tomar en consideración la intercesión para sus protegidos».6

Quien en virtud de relaciones personales acostumbra actuar como patrón para sus protegidos personales, pierde con ello el peso moral que le corresponde como especialista y partícipe de los poderes administrativos.7

El caso Bernhard, al que se refiere en reiteradas ocasiones, es para Weber un síntoma de un sistema. El sistema Althoff, en alusión al consejero para asuntos universitarios del Ministerio de Educación prusiano, construido a partir de un entramado de constantes «relaciones personales». Un sistema de relaciones personales, de confidencias con algunos académicos, y con algunos políticos, que mantenía en forma discrecional el propio consejero Althoff. Así, el sistema rozó alguna vez a la propia situación de Weber; tal fue la ocasión en que el consejero ministerial se acercó a su padre, quien, como diputado, se encontraba en la comisión de presupuesto universitario, y le propuso un privilegio para su hijo, lo cual lo espantó y lo llevó a renunciar a la comisión.

Dado que yo era Privatdozent en Derecho, a mi padre y a mí nos extrañó, como debe ahora extrañarle a otros, que el consejero privado Althoff aludiera ya en ese entonces a una eventual cátedra de economía política para mí. La razón de esto fue, como se supo más tarde, que varios académicos (a quienes yo no conocía personalmente) habían llamado la atención de Althoff sobre mi persona, debido a que mis trabajos se hallaban en una zona fronteriza entre ambas disciplinas.8

Encontramos en estos escritos a un Weber en acción, que acepta siempre las polémicas, obsesivo en su empeño por llegar a través de la verdad («libre de ilusiones») a los resortes más ocultos del poder. Resulta conmovedora su sinceridad en relación a este episodio, referido a cuando Weber pasaba de la condición de Privatdozent en Berlín, Prusia, bajo la órbita de Althoff, a obtener su cátedra de «Economía política» en la Universidad de Friburgo, en el Estado de Baden-Wurtenberg. El sistema Althoff, tal cual Weber lo describe, es un sistema de «componendas» que, «entre las nuevas generaciones de académicos, permite ascender a un tipo humano que se siente “criatura” de los funcionarios ministeriales que en ese momento están en el poder».9

Ante tal sistema de intransparencias generalizado que regía el ingreso de los nuevos cuadros de enseñanza e investigación a la universidad, para Weber la cuestión clave en la selección de los aspirantes consistía en el deber de separar las relaciones personales y los problemas objetivos. El lema es de total actualidad. Por otro lado, en su insistencia en el caso Bernhard, como expresión del Sistema Althoff, Weber señala que tales síntomas «desacreditan profundamente la reputación de los profesores a ojos del estudiantado».10 Lo cual indica que, para Weber, el estudiantado es un actor de la universidad que merece ser respetado y escuchado. Weber es un profesor que discute con la generación joven de la universidad, que cree que esa conversación puede estar cargada de sabiduría, de experiencia pasada y futuro por venir. Y la productividad de esta actitud también es de suma actualidad. Un ejemplo de ese diálogo con los estudiantes, no obstante a las diferencias de convicciones que conviene marcar, es el que mantuvo con los jóvenes Ernst Toller y Otto Neurath, quienes lucharon en las calles de Múnich hasta izar un pabellón rojo en mayo de 1919, y a quienes Weber defendió en juicio sumario una vez concluida la represión del ejército.

2. Pág. 193 de la presente edición.

3. Este es uno de los motivos que llevaron a la realización de esta edición, luego que algunos de sus capítulos habían sido ya volcados al castellano en 1990, pero a través de una traducción indirecta, basada en la versión al inglés de Edward Shils, en 1973. Tal edición, a cargo del profesor colombiano Gonzalo Cataño, es cuidadosa, como lo son otras presentaciones que realizó de los escritos weberianos; no obstante, para el caso de Wertfreiheit, se ofrece como traducción «neutralidad ética».

4. Pág. 110 de la presente edición.

5. Pág. 59 de la presente edición.

6. Ibid., 64.

7. Id.

8. Ibid., 199.

9. Ibid., 210.

10. Ibid., 65.

III.

La ciencia no debe ser considerada nunca como algo ya descubierto, sino como algo que jamás podrá descubrirse por entero y que, por tanto, deber ser, incesantemente, objeto de investigación.

Wilhelm von Humboldt(Humboldt, 1959: 211).

Entre los documentos fundacionales de la Universidad de Berlín, uno que lleva la rúbrica de W. v. Humboldt estipulaba que, bajo el concepto de «establecimiento científico superior», se privilegia un espacio en el que se desenvuelve «la idea pura de la ciencia» y cuyos principios imperantes son «la soledad y la libertad» (Humboldt, 1959: 209). Se creaba la «universidad estatal» como espacio natural desde donde desarrollar un pensamiento libre, de características inéditas, pero en nada indiferente a las transformaciones del Estado y de la sociedad de su tiempo. La creación de la Universidad de Berlín en 1810 implicó la instauración de un modelo que rápidamente se expande reformando al conjunto de las universidades alemanas, constituyendo un sistema bastante uniforme. El esfuerzo por situar a la universidad en el plano de las ideas motorizó un proceso por el cual la universidad pasa a instaurarse no solo como sede de la enseñanza, sino también de la ciencia (Ringer, 1995: 38).

Este modelo que conoció Weber de profesores que deben a la vez enseñar e investigar, más allá de las evidentes diferencias sociohistóricas, es el que rige actualmente en muchos de los sistemas universitarios de nuestros países. Los Estados crean universidades públicas, y conforman su planta de docentes, debiendo seleccionarlos según sus méritos tanto en docencia como en investigación. Refiriéndose al caso argentino, Eduardo Weisz, en el prefacio de esta edición, parte de las reflexiones de Weber sobre la universidad alemana de su tiempo, para seguidamente aplicar sus conceptos a nuestras universidades. Luego de revisar aspectos nodales de estas intervenciones, de las que extrae motivos de plena vigencia para pensar los problemas actuales, presenta el caso —que bien conoce por su propia trayectoria— de la Universidad de Buenos Aires. En su análisis de las posiciones de Weber sobre la universidad, parte del contenido de las célebres conferencias de Múnich, de noviembre de 1917 y enero de 1919, que Weber imparte, a pedido de una organización política estudiantil, sobre la ciencia y la política como trabajos espirituales. En tales ocasiones, Weber despliega aspectos cruciales de su teoría que aplica al lugar de la universidad, el periodismo y la política en las sociedades modernas. Su audiencia juvenil, que en gran medida recién volvía de las trincheras de la guerra, y algunos de ellos se aprestaban para la toma revolucionaria del poder, quedó hondamente impresionada con las palabras de Weber, especialmente en la primera de esas conferencias. En la segunda, ya en el invierno rojo de 1919, en las inmediaciones de lo que sería la lucha contra el ejército en las calles de Múnich y la efímera República Soviética de Baviera,11 su alocución fue para muchos decepcionante; «la juventud ya se había apartado de él» (Hennis, 2016: 190) ante su denodada búsqueda de una verdad sin concesiones ni ilusiones, que no se privaba de manifestarles a los jóvenes estudiantes que la suya era una revolución «carnavalesca» de efectos narcóticos. El ensayo de Weisz no llega a exponer este último aspecto del diálogo de Weber con los estudiantes, pero sí se detiene en otro episodio de gran trascendencia respecto a las relaciones de poder en la universidad y a su autonomía respecto a los poderes de los aparatos políticos y religiosos. Casi del todo contemporánea al del invierno revolucionario de Weber en Múnich, por otra parte, fue la gran movilización estudiantil que después de la toma del rectorado marchó por las calles de Córdoba, Argentina, y que se conoce como la Reforma Universitaria de 1918, cuya trascendencia tuvo —y aún hoy tiene— efectos para pensar los problemas de la universidad tratados por Weber. Con consignas antiimperialistas y latinoamericanistas, este movimiento de inspiración secular, que impactó en varias de las grandes arenas culturales de América Latina, se alzó en la Universidad de Córdoba en contra de las presiones en la designación de los profesores que ejercían los sectores clericales. Como resultado de su gesta prolongada de protestas, huelgas, toma del rectorado y enfrentamiento en las calles con los grupos de los estudiantes de la derecha católica y con la represión del ejército, se alzaron con la victoria al conseguir finalmente sancionar la autonomía de la universidad, el cogobierno universitario por parte de docentes, estudiantes y graduados, así como el concurso público por oposición como única forma de ingreso a la carrera docente. Y estas medidas determinantes fueron sancionadas e incorporadas en 1994 a la Constitución Nacional (art. 75, inciso 19), por lo cual, hasta hoy, el concurso público debe ser el modo de ingreso a la carrera docente en todas las universidades nacionales. Claro que, como el prefacio analiza, surgieron desde entonces múltiples estrategias que buscaron neutralizar tal normativa. Aun así, el concurso no es un método infalible, sino que, como Weber advertiría, la selección de las y los concursantes no deja de estar condicionada, en forma no menor, por el peso que ejercen sobre algunos profesores y profesoras «las relaciones personales» por encima de «los factores objetivos». Y, de igual modo, por el peso de los aparatos políticos y la perspectiva de los business que con tanta frecuencia pueden observarse en muchas de nuestras universidades, forma a través de la cual las burocracias imponen su dominación. Podrá entonces considerarse a los concursos como un «ideal a realizar» que deberá acompañarse de una acción militante en favor de su transparencia y objetivación.

La gran movilización de los estudiantes reformistas cordobeses no tuvo contacto por esos años con las ideas de Weber; sí lo tuvo con algunas de las de Simmel. En 1923, el filósofo Carlos Astrada, una de las usinas ideológicas de la Reforma de 1918, traduce y edita por la Universidad de Córdoba «El conflicto de la cultura moderna», la conferencia que había dado Simmel en Berlín en 1918. En cambio, sí tuvo contacto con las ideas weberianas otro grupo de estudiantes perteneciente a otra generación, la primera que ingresó a la Carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires (fundada en 1957), los cuales plantearon desde allí la transformación radical del mundo, en consonancia con el estallido de la Revolución Cubana. Así, en los primeros años sesenta, se produce un conflicto entre los estudiantes radicalizados y la dirección de la carrera de sociología, que se había fundado bajo las banderas de la modernización funcionalista. La teoría de Weber que entonces se les ofrecía a los estudiantes seguía en gran medida la distorsión que al respecto había modelado su primer traductor al inglés, Talcott Parsons. Como en muchos otros países de América Latina y del mundo —incluida una parte importante de la academia alemana—, la imagen de Weber que por aquella época se trasmitía era la de un correcto sociólogo liberal, demasiado parecido al estructural funcionalismo, y opuesto a Marx. Era una hipóstasis, como también lo era la desnaturalización que se hacía del principio weberiano de Wertfreiheit, traducido como «neutralidad valorativa». No resulta pues casual la reacción en aquella época de Roberto Carri, el más prolífico integrante de las «Cátedras Nacionales», quien en 1968 denuncia «el ideal de “neutralidad valorativa” como una “coartada” al servicio de los poderosos».12 En la historia trágica de esos jóvenes sociólogos militantes, se recuerda a las Cátedras Nacionales como una innovadora experiencia de lectura política de la teoría social en clave nacional-popular antiimperialista, y a Carri como un emblema de esa lucha revolucionaria y uno de los primeros sociólogos desaparecidos, que terminó cruelmente en un campo de concentración de la última dictadura militar.

Hoy vivimos otros tiempos, sin el horizonte cercano de la revolución social al encuentro de nuestras vidas, y sin la hegemonía del estructural-funcionalismo sobre el legado de Max Weber. Especialmente a partir de 2020, año del centenario de su muerte, con la finalización en Alemania de la edición íntegra de su obra en 47 volúmenes, la Max Weber Gesamtausgabe, se descubren y discuten nuevas perspectivas para la interpretación del pensamiento weberiano. Un fenómeno contemporáneo que suscita diversos usos de su teoría, tanto a la derecha como a la izquierda —y que sin dudas habría escandalizado a Weber— es el que Álvaro Morcillo Laiz y Lisa Janotta analizan en el posfacio de esta compilación. En su ensayo, se sirven de las críticas que Weber realiza acerca del sistema universitario y científico de su tiempo para aplicar sus conceptos a la situación actual en Alemania. Cuesta imaginar que la descripción que ofrecen corresponda a ese país y, sin embargo, resulta evidente la irrupción, con pocas resistencias hasta ahora exitosas, del capitalismo neoliberal ejerciendo su dominio sobre el sistema universitario y científico.

La precariedad laboral en las universidades y los llamados centros de investigación no universitarios (entre los que figuran centros tan reputados como el Max-Planck-Institute) […] significa que la cuota de contratos temporales en la ciencia está en torno al 77 % (si se incluye a quienes no tienen doctorado, 92 %).13

Si sabíamos ya de las dificultades por obtener un puesto universitario en el cual desenvolver su actividad para tantas y tantos jóvenes graduados de ese país que, pese a obtener la máxima acreditación en sus estudios, se ven mayoritariamente obligados a migrar hacia distintas ciudades de Alemania o probar suerte desplazándose a Estados Unidos u otro país en el extranjero, la situación parece empeorar en los últimos años con la sanción de las nuevas leyes ultraneoliberales. Tal es el caso de las leyes de «contratos temporales» para la ciencia, que se les impone a las nuevas camadas de jóvenes académicos. Estos carecen ya de un marco de estabilidad laboral, del ingreso a una carrera docente y científica desde donde desarrollar sus propios proyectos. De este modo, «casi todos los científicos están continuamente pendientes de la siguiente extensión de su contrato, objetivo para el cual llevarse bien con los superiores es esencial». Y así —como habría dicho Weber— los «caciques» de la universidad y la ciencia, los titulares de cátedra y los investigadores sénior, «se benefician de tener a su disposición una fuerza laboral altamente cualificada, flexible y sumisa».14 Weber pudo haber usado estas dos últimas cualidades respecto a la mano de obra migrante de origen polaca o rusa que encontraba su sustento en las haciendas de los terratenientes prusianos de fines del siglo xix y, por ello, prestaba especial atención en su análisis al tipo legal de constitución de «las condiciones de trabajo» (Arbeitsverfassung). Surge pues, la pregunta de qué habría dicho para el caso actual de quienes, siguiendo a su vocación, inician una carrera académica en Alemania.

¿Pueden seguir su «vocación interior» y dedicarse a su «pasión» académica, o les exige el orden competitivo de la universidad «emprendedora» del presente unas aptitudes completamente distintas y dedicar su tiempo a algo que no es lo que pensaban? ¿Cómo les afecta el que solo cuente aquello que se presta a una métrica homogeneizadora: el número de publicaciones, el impact factor, la cifra de patentes, las citas de Google Scholar o el volumen de fondos de terceros? En otras palabras, ¿se puede perseguir una vocación científica, ser un profesional de la ciencia, en el mundo de la audit culture?15

El «tipo académico» que forja el actual sistema científico-universitario alemán, a través de normativas como la de los «contratos temporales» para la ciencia, y en general un «orden competitivo» en el que triunfan, no aquellos que disponen de «ideas valiosas para la ciencia», como habría querido Weber, ni los más dotados para la enseñanza, sino aquellos que más publicaciones hayan realizado (no importa si tales publicaciones son «maquiladas en serie», o si los trabajos realmente están terminados: «el interés por publicar es mayor a la búsqueda desinteresada del conocimiento»),16 los que más veces fueron citados o los que más financiamiento hayan conseguido. Todas ellas tareas que, lejos de estar guiadas por criterios inherentes a la ciencia, son las de quien es capaz de gestionarse a sí mismo como un self-emprendedor, capaz de hacer de su vida y su vocación una empresa, «el empresario de su propia fuerza de trabajo» (Bröckling, 2015: 24).

Weber en su tiempo ya advertía acerca de la generalización de trabajos e investigaciones que se realizaban no por su utilidad objetiva, sino por las oportunidades de ascenso académico que brindan a quienes las realizan.

¡Qué lejos quedan las condiciones para el desarrollo de la ciencia imaginadas por Humboldt y otros al momento de la creación de la Universidad de Berlín!

Frente a los aires neoliberales que llegan desde las universidades de los países capitalistas más desarrollados, es de esperar que las críticas de Weber compiladas en este libro a la intransparencia de las universidades de su tiempo, y al sinsentido de ciertas prácticas de los científicos que nada tienen que ver con la ciencia, contribuyan a los debates que merecen darse por una mayor plenitud de la vida de y en nuestras universidades.

11. La Bayerische Räterepublik duró del 7 abril al 3 de mayo, tras del asesinato de Kurt Eisner el 21 de febrero, a quien Weber caracterizó como un «político carismático».

12. Citado en Blois, J. P. (2023: 204).

13. Pág. 244 de la presente edición.

14. Ibid., pág. 246.

15. Ibid., 250.

16. Ibid., 256.

Bibliografía

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Blois, J. P. (2023). «Controversias alrededor de la filantropía científica estadounidense entre los sociólogos argentinos (1950-1970)», Estudios sociológicos de El Colegio de México, 41 (especial), págs. 185-214.

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Prefacio. La universidad de Max Weber, nuestras universidades

Eduardo Weisz17

El 7 de noviembre de 1917, en Múnich, Max Weber se dirigía a los y las estudiantes que lo habían invitado a hablar sobre la vocación y profesión del científico. Esta célebre conferencia, luego publicada en 1919, fue convocada bajo el título «Wissenschaft als Beruf», y es uno de los textos más conocidos del autor alemán, y uno en el que nos encontramos con algunas de sus reflexiones más agudas sobre la Modernidad, saturadas de su perspectiva trágica.18 Sin embargo, no es ese el aspecto que aquí importa.

Como es sabido, Weber había analizado el término Beruf en su análisis sobre la vinculación entre la ética protestante y el espíritu del capitalismo. Introducido por Lutero en su traducción de la Biblia, Beruf