Valencia, 1957-2007 - Autores Varios - E-Book

Valencia, 1957-2007 E-Book

Autores varios

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Beschreibung

Con motivo de la conmemoración del cincuenta aniversario de la riada de 1957, el MuVIM organizó unas jornadas que analizaron los procesos de la transformación que experimentó València en los cincuenta años posteriores. Este libro pretende abrir nuevas perspectivas de discusión y contraste que ayuden a definir, de la forma más consensuada posible, políticas urbanas sensatas y eficientes.

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© De los textos: los autores, 2010

© De la fotografía de la cubierta: Antonio Ferri, 2010

© De esta edición: Universitat de València, 2010

Coordinación editorial: Josep Cerdà (MuVIM) y Maite Simón (PUV)

Fotocomposición y maquetación: Textual IM

Corrección: Communico CB

Cubierta:

Diseño: Celso Hernández de la Figuera

Fotografía: Valencia, calle de las Barcas, 13 de octubre de 1957

ISBN: 978-84-370-7732-1

Depósito legal: SE-1510-2010

ePub: Publidisa

Presentación

RELACIONES ENTRE MUSEO Y CIUDAD

I

Una de las líneas básicas de la «fórmula MuVIM» –conjunto de estrategias programáticas con las que se regulan, por decisión mancomunada del equipo, las actividades del Museo Valenciano de la Ilustración y de la Modernidad– consiste en prestar especial atención tanto a la historia como al desarrollo actual del contexto cívico-social y urbano en el que se enclava el propio museo.

Precisamente, el cultivo de las estrechas relaciones existentes entre el museo y la ciudad y su intermitente conversión en objeto de estudio han dado paso, en nuestro programa museográfico, a una serie de iniciativas que –simplemente a vuela pluma– podríamos puntualizar en los siguientes extremos:

a) Activación de exposiciones conjuntas y simultáneas con otros espacios culturales ciudadanos, coordinadas desde el MuVIM, de manera que los visitantes deban –guía/catálogo/plano en mano– recorrer determinados tramos de la ciudad para acercarse a las muestras programadas, de temática o carácter común, reforzadas todas ellas por la existencia de unas jornadas monográficas, celebradas en el museo durante el período expositivo, cuyas actas se recogen posteriormente en un volumen.

Reforzamos así, mediante la aplicación del programa «Museu & Ciutat», la colaboración del MuVIM con otras instituciones públicas y privadas de Valencia, de manera que nuestros proyectos expositivos sean compartidos y cumplimentados a través de una serie de entidades culturales y galerías, dispuestas a participar a nuestro lado. Un buen ejemplo de ello fueron las diferentes muestras sobre el cartelismo celebradas el año 2005, cuando iniciamos nuestra andadura museográfica. Se instalaron las exposiciones en siete espacios de la Ciutat Vella, bajo el título conjunto de «La imagen sobre el muro», y consiguieron convertir nuestra ciudad en «la capital europea del cartel» a decir de algunos medios, que hicieron suya la frase del crítico y académico Giralt Miracle. Tampoco faltó el correspondiente congreso sobre «El cartel en la modernidad», que venía a cumplir el reto propuesto por aquel eslogan transformado en eje de actuación: «Cap exposició sense reflexió».

La estrategia básica consistía en que los visitantes recorrieran la ciudad para poder disfrutar de las muestras. Pasear y ver, recorrer y reflexionar. Tales eran los verbos que nos seducían comprometidamente. Y el resultado nos sorprendió. Más de cien mil visitantes se movilizaron en Valencia en torno a este proyecto. Sin olvidar además que todas las muestras viajaron luego a otros espacios del contexto español.

Siguió, bajo el mismo programa, la experiencia de «València fotogràfica 2006», con 16 espacios y nada menos que 25 exposiciones, que logró un total de 141.735 visitantes. Asimismo, las Jornadas sobre fotografía fueron un éxito, que fidelizó a nuestros visitantes, una vez más, con la edición de sus actas. Otro tanto sucedió con «València fotogràfica 2008», a través de 18 espacios y 31 ex­ posiciones, con una suma de 153.622 visitantes y también unas nuevas Jornadas fotográficas, que consagraron esta iniciativa, de carácter bienal, a través de la ciudad.

Consideramos que, con estos ejemplos, queda suficientemente matizada la primera modalidad de relaciones entre el museo y la ciudad.

b) Otro tipo de actividad es la organización de congresos, siempre en estrecha conexión con el mundo universitario, para conmemorar precisamente acontecimientos históricos concretos directamente vinculados a la ciudad y a su memoria colectiva, plasmados luego siempre en el preceptivo volumen, editados en colaboración con Publicacions de la Universitat de València.

Sirvan como ejemplo el encuentro dedicado a la Exposición Regional Valenciana de 1909, con motivo de su centenario, o el que se centró en la Guerra del Francés, en el 2008, promovidos ambos desde el museo, en colaboración con el Departamento de Historia Contemporánea de la misma Universitat.

c) Conversión del barrio en el que se asienta el museo en objeto directo de exposición, contando comúnmente con amplia participación ciudadana, materializando una propuesta específica surgida del propio contexto urbano, o a través de convocatorias y concursos, financiados por alguna empresa del entorno, o también planificando iniciativas donde se hallen involucrados los medios de comunicación, potenciando una forma específica de «arte sociológico», de manera que durante un período de tiempo aparezca un suplemento periodístico centrado en la vida del barrio en el que se expresen opiniones, se redacten crónicas, se salven documentos, se denuncien problemas o se avancen soluciones o propuestas relativas a la vida cotidiana del entorno ciudadano.

De este modo fue como llegó asimismo la mirada directa sobre el barrio de Velluters y decidimos comenzar a preparar un proyecto para que se extendiera cronológicamente entre finales del 2009 y principios del 2010, dando cobijo en el MuVIM a los ecos y latidos cotidianos de nuestro entorno más próximo. De hecho, habíamos comenzado dos años antes a madurar las posibilidades y a proyectar las estrategias de colaboración, iniciando los primeros pasos de preparación en tal sentido.

Así, tanto en el último trimestre del 2007 como en el del 2008 el museo dio cuidada cabida a un concurso fotográfico –en dos ediciones– titulado «Tejido humano/Factor urbano». Ambas convocatorias se plantearon en torno a la Ciutat Vella y especialmente estuvieron centradas en el barrio de Velluters. Concursos patrocinados por la empresa Asegur-Arte.

En la edición del año 2007, se recibieron 914 fotografías, de 312 participantes, mientras que en la convocatoria del 2008 se presentaron 433 fotografías, de 166 participantes. En los dos casos se seleccionaron 22 imágenes, que fueron expuestas en las muestras respectivas, programadas desde el MuVIM y recogidas sus reproducciones en los catálogos correspondientes. Fotos de rincones, de personajes y de ambientes o callejuelas del barrio merecieron gran atención por parte de los propios habitantes del entorno ciudadano, que asumieron el doble papel de visitantes y de protagonistas del museo.

También, dada la modalidad de intervención que ahora nos ocupa, vale la pena traer a colación la doble y más reciente iniciativa programada y dirigida sobre el barrio de Velluters. Se trata, por una parte, de la muestra «Ciutat vella i participació ciutadana», presentada en/desde nuestro museo, a finales del 2009, como ejercicio de contextualización urbana, como intento de reflejar el centro histórico, su vida, su patrimonio, su presente y quizá también sus futuras expectativas.

Por otra parte, hemos experimentado de forma clara y resolutiva la aventura de la comunicación vecinal, propuesta y producida desde el MuVIM, a propósito de un interesante proyecto. En realidad, tras el rótulo de «sic, Societat i Cultura», había una aventura que puede ser resumida diciendo que se trataron de poner en marcha, durante doce semanas, otros tantos periódicos coleccionables, surgidos del contexto del barrio, en total correlación con los vecinos. Queríamos, con ello, construir/reclamar un espacio de cultura propio, incardinado directamente en las transformaciones, los deseos y los problemas del barrio, tal como se veían desde dentro y/o desde el entorno inmediato de la ciudad de Valencia.

d) Otra opción consiste sencillamente en que los espacios del museo sirvan de lugar de encuentro y de reuniones para las asociaciones cívicas del barrio, cuando se trata de dilucidar problemas y proyectos comunes; posibilitando que las iniciativas urbanísticas que afectan al museo y su entorno –lo que supone que también implican a los vecinos del barrio (como ha sido el caso de la remodelación de «los Jardines del MuVIM»)– puedan ser conocidas, valoradas y consensuadas comunitariamente, con la copresencia de políticos, empresas intervinientes, técnicos y representantes ciudadanos de las diferentes asociaciones.

Todo un abanico, pues, de proyectos diferentes, pero vinculados a un mismo objetivo: fomentar la integración del museo en el barrio, en la ciudad que lo acoge y hace suyo, a través del diálogo con sus ciudadanos.

II

Fue justamente, en esta línea de planteamientos expuestos, como tomamos, desde el MuVIM, la iniciativa de organizar –participando en un programa general y común de actividades ciudadanas promovidas por diferentes instituciones– no sólo una «exposición», sino también unas «jornadas» centradas en la histórica «Riada de 1957», para conmemorar así el medio siglo transcurrido. El programa de actividades que marcó la geografía ciudadana, en su conjunto plural, catalizó el interés no sólo de la Valencia metropolitana, sino también de aquellas zonas de la provincia afectadas históricamente por aquel desastre natural que se había producido un siglo antes.

Pero quisimos hacerlo potenciando varios extremos estratégicos, inscritos claramente en nuestras líneas museológicas:

1. Se trataba de fomentar directamente la reflexión, el estudio y la investigación del contexto universitario y profesional sobre todo lo que significó aquel histórico suceso y no simplemente de fomentar emotividades o de agitar recuerdos. 2. Postulábamos básicamente la mirada crítica frente a lo sucedido, no sólo en aquella coyuntura, sino especialmente después del desastre, cuando se iniciaron las reformas y transformaciones urbanísticas de la ciudad. 3. Había que contar, a ser posible, con la opinión de los protagonistas de aquellas reformas, escalonadas en el tiempo, que si arrancaron en la década siguiente, al socaire del franquismo, también han llegado efectivamente hasta la actualidad, involucrando a los diferentes poderes fácticos de la política, la economía y la industria valencianas que, década tras década, han cubierto este medio siglo de existencia histórica: 1957-2007.

El MuVIM quiso, pues, participar en el programa conjunto que las entidades ciudadanas planificaron para conmemorar ese reencuentro con la historia, pero –aplicando los extremos anteriormente citados– pensamos que la muestra que íbamos a realizar podía mantener una doble vertiente: la de rememoración visual, que era sin duda relevante, y la documental e investigadora, que particularmente nos interesaba.

La primera fue originalmente resuelta con la sugerente exposición de una serie de imágenes inéditas de la riada, captadas en su momento gracias al reportaje del fotógrafo Antonio Ferri (1896­1966). La segunda la centramos entre los años 1957 y 1983, analizando documentos, maquetas, planos, estudios urbanísticos de época y cerrando el planteamiento con el proyecto de la transformación del cauce propiciado políticamente en aquellas fechas de cambio político. Es nostre i el volem verd. Los directores científicos de la muestra titulada «La riuà que canvià València» fueron Amando Llopis y Josep Sorribes. Y el catálogo, un volumen de 170 páginas, convertido en documento relevante, con siete estudios y numerosos anexos, buscado por los especialistas, prontamente se agotó.

De hecho, la decisión del corte histórico, que finalizaba la muestra en 1983, no era gratuita, ya que el otro período restante que nos alejaba del presente –1983­2007– iba a ser el concreto objeto de estudio de las Jornadas promovidas desde el MuVIM, en colaboración con la Universitat de València-Estudi General, coordinadas académicamente por el profesor Josep Sorribes, a la vez que el catálogo de la muestra sí que abordaba numerosos temas diacrónicos hasta la actualidad. A decir verdad, deseábamos que tanto el catálogo citado de la muestra como las posteriores actas de las jornadas monográficas –ahora editadas– se convirtieran en dos documentos bibliográficos importantes de esta reconsideración histórica, efectuada en el año 2007.

El eco mediático de las jornadas fue muy considerable, motivado quizá por la presencia de numerosos protagonistas –arquitectos, urbanistas y políticos– que asistieron y tomaron parte en las sesiones, analizando la transformación de la ciudad de Valencia, a partir de aquel desastre, que urgió una serie de grandes intervenciones en la construcción de gigantescas obras públicas, las cuales abrieron las puertas de la modernidad a la Valencia urbana de las décadas posteriores. Una modernidad que, sin duda, podía entenderse política y urbanísticamente de muchas maneras. Y esa era precisamente la clave de las críticas reflexiones planteadas en las mesas redondas y en las ponencias del encuentro, abierto a los ciudadanos, con el salón del MuVIM a rebosar.

No ha sido fácil reunir los textos que ahora, por fin, presentamos en este volumen. De ahí el tiempo transcurrido. Pero hemos logrado, con ello, que nuestro empeño sea realidad. «Ninguna exposición sin reflexión» y «Ninguna actividad sin documento bibliográfico». Tales han sido nuestros principios museológicos y a ellos seguimos acogiéndonos.

Gracias al convenio firmado por el MuVIM con Publicacions de la Universitat de València (PUV), se recogen en este libro de la colección «Oberta», titulado Valencia, 1957-2007: De la riada a la Copa del América, cinco ponencias de profesionales y/o profesores universitarios, próximos a la historia, la sociología, la economía y el urbanismo, que participaron, como especialistas, en aquellas recordadas jornadas, en las que la ciudad de Valencia y su reciente historia urbana no dejaron en ningún momento de ser protagonistas indiscutibles. Nuestro reconocimiento a todos ellos es manifiesto y justo, como lo es también a los equipos que hicieron posible tanto las jornadas como la exposición, centradas en la Riada de 1957, que el museo organizó.

No quisiera finalizar estas reflexiones de presentación sin enfatizar el acierto que ha supuesto para el MuVIM –como «museo de las ideas»– y para el propio contexto universitario el hecho feliz de que la política de nuestro museo haya pasado estratégicamente por considerarse, de forma directa, como extensión operativa de la misma universidad. Esa atención suya por los públicos especializados –profesionales y universitarios–, ciertamente junto a otros segmentos de visitantes también fidelizados, ha implicado el establecimiento de una diferencia fundamental en el perfil de sus actividades, frente a otras instituciones museísticas circundantes, lo que nos ha granjeado ya diversos reconocimientos. Y esa nada fácil tarea ha sido, a la par, fruto y mérito de ambas instituciones, al procurar eficazmente su mutuo entendimiento y colaboración. De ahí nuestro agradecimiento a cuantos hicieron y siguen haciendo viable este continuo intercambio de exitosas experiencias.

ROMÀ DE LA CALLE

Director del MuVIM

VALENCIA: LA HUERTA, EL RÍO Y EL MAR

Josep Sorribes

Universitat de València

LIMINAR

Con el fin de comprender una ciudad concreta hay un amplio abanico de aproximaciones metodológicas válidas, más amplio en la medida en que se comparta la creencia en la necesaria aproximación multidisciplinar, en la «transversalidad» de la ciudad, en el enriquecimiento cognoscitivo que supone la perspectiva de la «ciudad vista desde...» y, por lo tanto, en la importancia que para el conocimiento de la ciudad tienen no sólo las disciplinas «clásicas» como la historia, la economía, la geografía o la arquitectura, sino también otras como la ecología, la novela, la poesía o el teatro, la fotografía y el cine, la filosofía, la pintura y un largo etcétera. Por poner un ejemplo, las aproximaciones que giran en torno al alma, el espíritu o la personalidad de la ciudad pueden ser útiles si se desnudan del corsé del neoplatonismo para adentrarse en el resbaladizo pero apasionante terreno de la psicosociología colectiva como fruto o resultado de la decantación sucesiva de acontecimientos históricos.

En este artículo –que tiene a la ciudad de Valencia como objeto de reflexión– la aproximación metodológica (compatible con muchas otras) será la del papel determinante que puede desempeñar la geografía (siempre modificada, nunca vencida) en el proceso histórico de consolidación de una determinada estructura urbana. En nuestro artículo (y también en parte en algunas de las otras ponencias incluidas en este libro) queremos destacar las interacciones entre el proceso de crecimiento urbano y la modificación de la estructura urbana que tiene lugar en la Valencia contemporánea y tres hechos geográficos reseñables como son la huerta que rodea la ciudad, el río que la atraviesa y el mar (en su dualidad puerto/ Poblados Marítimos) que hace de límite, que no frontera. Y aprovecharemos la oportunidad para aportar hechos y argumentos que ponen en cuestión uno de los tópicos más arraigados y más manipulados políticamente en los últimos tiempos. La ciudad ni ha vivido nunca ni vive en estos momentos de espaldas al mar.

EL MARCO TEÓRICO DE REFERENCIA:

UNA APROXIMACIÓN SISTÉMICA

Sin embargo, antes de entrar en materia, parece absolutamente imprescindible establecer un marco teórico explicativo y hemos optado por una aproximación sistémica en la que el «núcleo duro», los cuatro círculos de los que hablaremos, interactúan entre los elementos del entorno que pueden ser institucionales y/o geográficos o geoestratégicos.

Comencemos por los procesos básicos, por los «cuatro círculos» que, en términos generales, explican las transformaciones urbanas. Estos cuatro círculos o subsistemas son el subsistema de crecimiento económico, el subsistema de cambio demográfico y transformación de la estructura social, el subsistema de crecimiento «físico» de la ciudad y el subsistema de la estructura urbana. Definiremos brevemente cada uno de estos subsistemas y algunas de sus interrelaciones más evidentes y constatables.

En lo concerniente al subsistema de crecimiento económico (verdadero motor del conjunto del sistema urbano) no hay una teoría generalmente aceptada sobre las variables explicativas, pero sí que podemos establecer algunas evidencias. En primer lugar, como la economía urbana es necesariamente una economía muy abierta, es lógico que se hayan identificado las exportaciones de bienes y servicios que hace la ciudad al «resto del mundo» como variable explicativa básica del crecimiento económico urbano. Incluso en las grandes aglomeraciones urbanas, el porcentaje de outputs que no se exporta es relativamente reducido y buena parte de las necesidades «locales» son satisfechas por importaciones crecientes, con la importante matización de que el propio crecimiento urbano (el sector de la construcción e inmobiliario y los servicios públicos en régimen de concesión administrativa) genera una actividad económica «local» nada menospreciable. Ninguna duda, pues, sobre el papel fundamental de las exportaciones en la explicación del crecimiento económico de la ciudad. Además, un incremento de las exportaciones (de bienes o servicios, tangibles o intangibles) es un buen indicador de la competitividad económica de la ciudad.

A pesar de esta evidencia, no son pocos los autores que para explicar el crecimiento económico de la ciudad escogen como variable determinante la cantidad y calidad de la oferta de factores productivos, defendiendo, no sin razón, que si esta oferta es adecuada, la ciudad puede cambiar con relativa facilidad su estructura productiva y la composición de sus exportaciones, como demuestra la evidencia histórica disponible. Cuando hablamos de la oferta de factores productivos no hay que olvidar en ningún momento que variables de «moda» como la creatividad, la difusión de ideas e innovaciones, el capital humano, la dotación de equipamientos e infraestructuras, el atractivo cultural y turístico o incluso la misma eficiencia de la gestión pública son elementos que están incluidos.

Más que contraponer estas dos orientaciones teóricas parece útil destacar su complementariedad, aunque desde el punto de vista «disciplinar» sea difícil integrar ambas perspectivas. El problema para avanzar en esta necesaria integración reside en que, con demasiada frecuencia, cuando se identifican las exportaciones como variable determinante, se tratan éstas como una variable «exógena», es decir, como una variable cuya evolución depende de si nuestras exportaciones tienen elasticidades/rentas altas o bajas y son de alto o bajo contenido tecnológico, de cómo evoluciona la renta disponible de nuestros «adquirentes» y de cómo varían sus preferencias.

Sin embargo, al hacer «exógena» la variable de las exportaciones estamos suponiendo explícitamente que las exportaciones no dependen en su evolución de los cambios (autónomos o inducidos por la política económica urbana) que puedan producirse en la productividad y la competitividad del sistema productivo «local», entendiendo «local» como «la ciudad real», cada vez más de ámbito metropolitano y no municipal.

Es este tratamiento de variable exógena de las exportaciones el que dificulta la integración entre los esquemas interpretativos de «demanda» y de «oferta», y parece, por tanto, necesario eliminar este dualismo un tanto maniqueo. Una ciudad o área metropolitana puede mejorar su posición exportadora mejorando la calidad de su oferta de factores productivos e, incluso, su estructura productiva si ésta acaba siendo obsoleta e ineficiente. No a corto plazo, evidentemente, pero ésta es una posibilidad real. Exportaciones y cantidad y calidad de la oferta de factores productivos son, por lo tanto, variables complementarias para explicar por qué la tasa de crecimiento del PIB per cápita en algunas ciudades o áreas urbanas es superior o inferior a la de otras.

Hemos dicho antes que el subsistema de crecimiento económico era «el motor» del conjunto del sistema urbano. Esta afirmación no es –confiemos– fruto del economicismo. Si la base económica de una ciudad o área urbana se ve sometida a la regresión o al estancamiento, estamos ante situaciones de parálisis que afectan a los otros tres subsistemas: ni hay crecimiento poblacional (puede haber emigración), ni la ciudad crece, ni su estructura urbana se modifica de forma substancial. Es como si se hubiese parado el reloj de la historia.

El segundo subsistema del que hablábamos, el subsistema de cambio demográfico y transformación de la estructura social, no requiere tantas explicaciones. Si la economía urbana es dinámica, la población suele ser creciente en razón a flujos migratorios positivos, aunque puede haber crecimiento económico sin incremento poblacional si aumenta la productividad. El que sí que se produce de forma, podríamos decir, inexorable es el cambio de la estructura social si hay variaciones significativas de las rentas disponibles per cápita. Cambian los valores, los hábitos de consumo, la escala de preferencias y a este conjunto de cambios es al que se suele asociar el concepto de modernización.

El subsistema de crecimiento «físico» de la ciudad es también relativamente sencillo de explicar. Si la base económica experimenta cambios positivos y el tamaño de la población y/o el cambio de la estructura social acompañan a este dinamismo, lo que se produce es un incremento de la demanda de suelo para hacer frente a las nuevas necesidades de vivienda, equipamientos, espacios productivos, infraestructuras, etc. Esta demanda adicional de suelo urbano –que es la base del crecimiento «físico» de la ciudad– se satisface, mejor o peor, en el mercado del suelo urbano y adopta la forma de dos procesos simultáneos y complementarios muy conocidos: el crecimiento hacia el exterior que incrementa el «radio» de la ciudad o el área urbana (a pesar de que también se rellenan los vacíos que a menudo han generado los crecimientos anteriores) y la reorganización interna, que no es otra cosa que el cambio de usos del suelo en la ciudad ya consolidada.

Estos cambios de usos dan respuesta a parte de las nuevas demandas y pueden ser cambios en sentido estricto (de usos residenciales a terciarios, industriales a terciarios, etc.) o también cambios derivados de la intensificación del uso (normalmente incrementado el aprovechamiento o el precio). A menudo cambio de uso e intensificación de uso se producen al unísono. En el caso del crecimiento hacia el exterior también hay un cambio en el «uso» del suelo (de «rústico» o «agrícola» a urbano). Sin embargo, la diferencia es que el output son construcciones de todo tipo que se suelen adjetivar como de «nueva planta».

Hemos dicho antes que, además de simultáneos, el crecimiento hacia el exterior y la reorganización interna son procesos que se condicionan mutuamente y que son complementarios. El ejemplo más sencillo es que el crecimiento hacia el exterior, en la medida en que incrementa el radio de la ciudad o área urbana, hace que localizaciones antes periféricas y de poco valor de mercado se conviertan en localizaciones más centrales con mejores expectativas de uso «calificado». Hay muchas variables que provocan estos cambios de «vocación» de algunas áreas de la ciudad, como puede ser un gran equipamiento cultural, una nueva línea de metro, un nuevo parque de dimensiones considerables, etc. Si nuestro ámbito de estudio es el área urbana, la mejora del sistema de transportes es la que mejora la accesibilidad de determinadas subáreas, determinando nuevas «potencialidades». También la planificación urbanística puede explicar la mayor o menor importancia relativa de cada uno de los dos procesos en los que se concreta el crecimiento «físico» de la ciudad.

Por último, el subsistema de la estructura urbana no es otra cosa que el patrón de los usos del suelo que existe en un momento determinado y viene a ser el resultado de todos los procesos anteriormente descritos. Es un concepto estático, pero evidentemente lo que interesa siempre es analizar los cambios de la estructura urbana utilizando la estática comparativa y –aún mejor– el análisis de los procesos que explican estos cambios. Crecimiento físico de la ciudad y cambio de su estructura urbana son las dos caras de la misma moneda. De forma inseparable al concepto de estructura urbana entra en escena el concepto de demanda de movilidad. Cuanto mayores sean la población y el radio de la ciudad y cuanto más especializada funcionalmente esté la estructura urbana, mayor será la demanda de movilidad.

Esta demanda global de movilidad (con flujos perfectamente predecibles de origen-destino) pasa por el filtro del proceso de elección modal y deviene la demanda de movilidad en los diferentes modos de transporte: mecanizados y no mecanizados y, dentro de éstos, público –en las diferentes variantes– y privado. Desgraciadamente, la tendencia a la motorización privada es muy consistente y origina uno de los principales problemas de la ciudad. La confrontación entre oferta y demanda de los diferentes modos de transporte es lo que conforma el sistema (normalmente de ámbito metropolitano) de transporte, y la eficiencia de éste puede medirse, por ejemplo, con el indicador de tiempo medio de desplazamiento en el área.

Hasta aquí los cuatro subsistemas o cuatro círculos que constituyen el núcleo duro del sistema urbano. Hablamos, por último, del «entorno». En una aproximación metodológica de cariz sistémico como la que hemos propuesto, en el entorno suelen ubicarse variables que interactúan con las del sistema pero que tienen un carácter más «exógeno». Sin ninguna pretensión de exhaustividad podemos hablar, en este sentido, de la planificación urbanística y del mercado inmobiliario como dos elementos institucionales importantes. Y, en nuestro caso concreto, es en este mismo entorno donde tal vez tenga sentido ubicar los tres elementos geográficos centrales a los que hacíamos referencia al principio: la huerta, el río y el mar. Elementos geográficos que explican y son explicados por el sistema urbano. Faltaría, tal vez, hablar de las ventajas locacionales de Valencia como elemento geoestratégico y eso nos llevaría necesariamente al arco mediterráneo, al sistema urbano español y al sistema urbano europeo.

Una vez establecido este marco teórico de referencia resultaría relativamente sencillo establecer una periodización sensata de la Valencia contemporánea y analizar para cada subperíodo la estructura del sistema urbano y el comportamiento de los elementos del entorno. Sencillo –es un decir– pero no breve, cosa que justifica que lo dejemos para otra ocasión y que nos centremos en el análisis de los tres elementos geográficos que dan sentido a esta ponencia.

LA HUERTA

El primer elemento es la huerta que rodea la ciudad de Valencia y otras ciudades de su área metropolitana. Se han escrito ya ríos de tinta al respecto y el lector interesado puede encontrar en la bibliografía de referencia algunos trabajos de obligada consulta. Eso nos permite ser breves. De los tres elementos geográficos del entorno de nuestro sistema urbano, la huerta es, como se suele decir, la hermana pobre por excelencia. Sería un error lamentable caer en cualquier trampa nostálgica. Las relaciones entre la ciudad y la huerta que la envolvía nunca han sido precisamente idílicas. Sólo por hacer memoria, recuerde el lector la huelga de arrendatarios por San Juan de 1874, que acabó con los dirigentes desterrados en Mahón. O la huelga dels fematers. O los conflictos de los consumos y del matute a principios del siglo XX. O las razias de los jóvenes blasquistas que pretendían hacer de la ciudad una república urbana ideal enfrentada a un mundo rural clerical y hostil.

Por lo tanto, olvidémonos del idilio a pesar de la manipulación persistentemente hecha, primero desde los Jocs Florals, después desde la Exposición Regional de 1909 (aunque Josep Vicent Boira ha defendido que aquella exposición no se puede leer en clave agrarista) y más tarde, bajo el franquismo que usó y abusó de todos los mitos de la «feraz huerta». Mejor leer lo que nuestro Zola, Blasco Ibáñez, nos dejó como herencia literaria.

Idilios aparte, hasta mediados de los años cincuenta del siglo pasado, la ciudad y la huerta tenían vínculos económicos y sociales muy estrechos y la extensión cultivada de huerta era aún muy considerable. Vivir de la huerta nunca ha sido un regalo de Dios, pero la importancia de la extensión cultivada y de la población que se dedicaba a ello hacía que este enclave excepcional desde el punto de vista antropológico, cultural y paisajístico (al que podríamos añadir el microcosmos de la Albufera) se mantuviera en un estado de conservación aceptable (aunque fuera a costa del sudor y el hambre de muchas familias). El Plan General de 1946 –del que habla extensamente Joan Añón en este mismo libro– había tomado la decisión de crecer con un modelo policéntrico que respetaba las grandes bolsas de huerta intersticiales.

El problema de la huerta comenzó a partir del plan de estabilización de 1959 y del impulso industrializador y urbanizador que se inició a principios de los sesenta, proceso que transformó radicalmente la economía y el territorio en el breve plazo de quince años. En la España de los planes de desarrollo y del seiscientos y en la Valencia de Rincón de Arellano, reconvertir la huerta en terrenos urbanos o industriales era una tentación demasiado fuerte. Aunque el especulativo Plan de 1966 (la adaptación del Plan de 1946 al flamante Plan Sur) insistiese en la estrategia de crecer hacia el oeste, en terrenos de secano para preservar la huerta. Aunque a principios de los setenta se justificara el proyecto de la new town de Vilanova (dichosamente fracasado) como una forma de liberar de la presión a la huerta de Valencia. Parole, parole. No sólo comenzó a menguar la superficie de huerta cultivada sino que, ante la absoluta ausencia de alcantarillado, se utilizó la densa red de acequias como cloacas, degradando rápidamente la calidad de las aguas.

Con el «desarrollo», a la huerta le salió otra enfermedad grave: la rápida sustitución de cultivos de huerta por naranjos. La explicación es conocida y sencilla. Con nula innovación tecnológica (salvo el cambio del haca por la muleta mecánica), rápido envejecimiento de la población ocupada, minifundismo palmario y relación de precios desfavorable, vivir de la huerta era cada vez más difícil. En cambio, si se sustituía la huerta por naranjales se podría recurrir al trabajo a tiempo parcial y a la contratación externa. La propiedad de naranjos se hizo compatible con el trabajo en la industria o los servicios. La huerta se redujo drásticamente no sólo por la urbanización y la industrialización, sino también por la sustitución de cultivos.

La crisis del período 1978-1984 aligeró algo la presión aunque la sustitución continuó y continúa en la actualidad. Con el factor agravante de que entre 1986 y 1991 y entre 1998 y 2007 hemos asistido a dos períodos de expansión urbanística descontrolada (sobre todo el último) que han provocado la venta masiva de terrenos de huerta a la promoción inmobiliaria. De esta venta no se puede ni se debe hacer responsables a los propietarios. A los precios a los que se pagaba la fanecà d´horta (y eso ya pasaba entre 1960 y 1977), el propietario-labrador o el propietario se enfrentaba a un dilema fácil de resolver: lo que puedo sacar con la venta es mucho más que los rendimientos que se podrían obtener en veinte o treinta generaciones. Ergo...

That’s the problem, en apretada síntesis. La reducción de la superficie cultivada y la degradación progresiva del espacio de la huerta ha estado, eso sí, siempre acompañada de solemnes declaraciones de buena voluntad (queda muy feo admitir la condena a muerte de uno de los símbolos de la nuestra «identidad»). Incluso se ha aprobado recientemente el Plan de Acción Territorial de la huerta, que permite figuraciones espectaculares de lo que «podría ser». Lástima que carezca de dotación presupuestaria y que, por tanto, esté condenado a convertirse en papel mojado. La defensa de la huerta continúa (Salvem l’horta), pero la lucha es muy desigual y la estrategia del no pasarán no siempre funciona.