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Este libro, al decir de su autor "[…] son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados". El Apóstol hace gala aquí de "[…]las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava".
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Seitenzahl: 103
Veröffentlichungsjahr: 2024
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edición auspiciada por
el festival internacional de poesía de la habana
y el movimiento poético mundial
Esta edición de Versos libres, de José Martí, ha sido cotejada
con la Edición Crítica (José Martí. Obras Completas. Edición crítca. Tomo 14. Poesía I) publicado por el Centro de Estudios Martianos, La Habana, en 2007 y cuyos criterios de selección asumimos como propios.
Diseño de cubierta: Elisa Vera Grillo
Diseño interior y diagramación: Onelia Silva Martínez
Coordinación editorial: Melba Tomás / Marlene Alfonso
© Colección Sureditores, 2020
ISBN: 9789593022804
colección sur
dirigida por alex pausides
Unión de Escritores y Artistas de Cuba
Calle 17 no. 354 e/ G y H, El Vedado,
La Habana, Cuba
Centro Cultural CubaPoesía
Calle 25 esq. a Hospital, Barrio de Cayo Hueso,
La Habana, Cuba
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http//www.palabradelmundo.cult.cu
Mis versos
Estas que ofrezco, no son composiciones acabadas
Académica
Pollice verso
A mi alma
Al buen pedro
Hierro
Canto de otoño
El padre suizo
Bosque de rosas
Flores del cielo
Copa ciclópea
Pomona
Media noche
Homagno
Yugo y estrella
Isla famosa
Sed de belleza
¡Oh, margarita!
Águila blanca
Amor de ciudad grande
He vivido: me he muerto
Estrofa nueva
Mujeres
Astro puro
Homagno audaz
Crin hirsuta
A los espacios
Pórtico
Mantilla andaluza
Como nacen las palmas en la arena
Odio el mar
En una caja de ónix blanco
Con un astro la tierra se ilumina
Banquete de tiranos
Copa con alas
Árbol de mi alma
Luz de luna
Flor de hielo
Con letras de astros
Mis versos van revueltos y encendidos
Poética
La poesía es sagrada
Cuentan que antaño
Canto religioso
No, música tenaz, me hables del cielo!
En torno al mármol rojo
Yo sacaré lo que en el pecho tengo
Mi poesía
Contra el verso retórico y ornado
Vino de chianti
Árabe
La noche es la propicia
Antes de trabajar
Dos patrias
Domingo triste
Al extranjero
Mi padre era español
Qué he yo de hacer?
Envilece, devora
Solo el afán
Marzo
Bien: yo respeto
De mis tristes estudios
Siempre que hundo la mente en libros graves
Por dios que cansa
La selva es honda
Lluvia de junio
Todo soy canas ya
Bruñen el madrigal
Entre los hombres
¡Qué susto! Qué temor!
De forma en forma, y de sol en sol camino
Se la siente venir
Aparece: reluce
No tengo miedo
Yo ni de dioses
¡Caballo de batalla!
En mi paso ligero
Cómo me has de querer?
Como el mar es el alma
Pandereta y zampoña
Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. Mientras no pude encerrar íntegras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones: oh, cuánto áureo amigo que ya nunca ha vuelto. Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé, pero no quiero. Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el sol, se rompe en alas.
Tajos son estos de mis propias entrañas, mis guerreros: —Ninguno me ha salido, recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida.
No zurcí de este y aquel, sino sajé en mí mismo. Van escritos, no en tinta de academia, sino en mi propia sangre. Lo que aquí doy a ver lo he visto antes, (yo lo he visto, yo). —y he visto mucho más, que huyó sin darme tiempo a que copiara sus rasgos. —De la extrañeza, singularidad, prisa, amontonamiento, de mis visiones, yo mismo tuve la culpa, que las he hecho surgir ante mí como las copio. De la copia, yo soy el responsable. Hallé quebrantadas las vestiduras, y que otras no y usé de estos colores. Ya sé que no son usados.— Amo las sonoridades difíciles y la sinceridad, aunque pueda parecer brutal.
Todo lo que han de decir, ya lo sé, lo he meditado completo, y me lo tengo contestado.—
He querido ser leal, y si pequé, no me arrepiento de haber pecado.
(Mecanuscrito y manuscrito existente en los archivos del Centro de Estudios Martianos)
Estas que ofrezco, no son composiciones acabadas: son, ay de mí! notas de imágenes tomadas al vuelo, y como para que no se escapasen, entre la muchedumbre antiática de las calles, entre el rodar estruendoso y arrebatado de los ferrocarriles, o en los quehaceres apremiantes e inflexibles de un escritorio de comercio —refugio cariñoso del proscripto.
Por qué las publico, no sé: tengo un miedo pueril de no publicarlas ahora. Yo desdeño todo lo mío: y a estos versos, atormentados y rebeldes, sombríos y querellosos, los mimo, y los amo.
Otras cosas podría hacer: acaso no las hago, no las intento acaso, robando horas al sueño, únicas horas mías, porque me parece la expresión la hembra del acto, y mientras hay qué hacer, me parece la mera expresión indigno empleo de las fuerzas del hombre. Cada día, de tanta imagen que viene a azotarme las sienes, y a pasearse, como buscando forma, ante mis ojos, pudiera hacer un tomo como este, pero el buey no ara con el arpa de David, que haría sonora la tierra, sino con el arado, que no es lira! Y se van las imágenes, llorosas y torvas, desvanecidas como el humo: y yo me quedo, congojoso y triste, como quien ha faltado a su deber o no ha hecho bien los honores de la visita a una dama benévola y hermosa: y a mis solas, y donde nadie lo sospeche, y sin lágrimas, lloro.
De estos tormentos nace, y con ellos se excusa, este libro de versos.
Pudiera surgir de él, como debiera surgir de toda vida, rumbo a la muerte consoladora, un águila blanca!
Ya sé que están escritas en ritmo desusado, que por esto, o por serlo de veras, va a parecer a muchos duro. Mas con qué derecho puede quebrar la mera voluntad artística, la vulgar sujeción a tradiciones extrañas e infecundas, la forma natural y sagrada, en que, como la carne de la idea, envía el alma los versos a los labios? Ciertos versos, pueden hacerse en toda forma: otros, no. A cada estado del alma, un metro nuevo. Da el amor versos claros y sonoros, y no sé por qué, en esas horas de florescencia, vertimiento, grata congoja, vigor pujante y generoso rebose del espíritu, recuerdo esas gallardas velas blancas que en mar sereno cruzan por frente a playas limpias bajo un cielo bruñido. Del dolor, saltan los versos, como las espadas de la vaina, cuando las sacude en ellas la ira, o como las negras olas, de turbia y alta cresta que azotan los ijares fatigados de un buque formidable en horas de tormenta.
Se encabritan los versos, como las olas: se rompen con fragor o se mueven pesadamente, como fieras en jaula y con indómito y trágico desorden, como las aguas contra el barco. Y aparece como que se escapa de los versos, escondiendo sus heridas, un alma sombría, que asciende velozmente por el lúgubre espacio, envuelta en ropas negras. ¡Cuán extraño que se abrieran las negras vestiduras, y cayera de ellas un ramo de rosas!
[Mc. en CEM]
(Manuscrito existente en el Centro de Estudios Martianos)
Ven, mi caballo, a que te encinche: quieren
Que no con garbo natural el coso
Al sabio impulso corras de la vida,
Sino que el paso de la pista aprendas,
Y la lengua del látigo, y sumiso
Des a la silla el arrogante lomo:—
Ven, mi caballo: dicen que en el pecho
Lo que es cierto, no es cierto:
que la estrofa
Como penacho de fontana pura
Que el blando manto de la tierra rompe
Y en gotas mil arreboladas cuelga,
No han de cantarse, no, sino las pautas
Que en moldecillo azucarado y hueco
Encasacados dómines dibujan:
Y gritan: “Al bribón!” —cuando a las puertas
Del templo augusto un hombre libre asoma!—
Ven, mi caballo; con tu casco limpio
A yerba nueva y flor de llano oliente,
Cinchas estruja, lanza sobre un tronco
Seco y piadoso, que
Del rebujado dómine la chupa,
De hojas de antaño y de romanas rosas
Orlada, y deslucidas joyas griegas,—
Y al sol del alba en que la tierra rompe
Echa arrogante por el orbe nuevo.
Memoria de presidio
Sí! yo también, desnuda la cabeza
De tocado y cabellos, y al tobillo
Una cadena lurda, heme arrastrado
Entre un montón de sierpes, que revueltas
Sobre sus vicios negros, parecían
Esos gusanos de pesado vientre
Y ojos viscosos, que en hedionda cuba
De pardo lodo lentos se revuelcan!
Y yo pasé, sereno entre los viles,
Cual si en mis manos, como en ruego juntas,
Sus anchas alas púdicas abriese
Una paloma blanca. Y aún me aterro
De ver con el recuerdo lo que he visto
Una vez con mis ojos. Y espantado,
Póngome en pie, cual a emprender la fuga!—
¡Recuerdos hay que queman la memoria!
¡Zarzal es la memoria: mas la mía
Es un cesto de llamas! A su lumbre
El porvenir de mi nación preveo:
Y lloro: Hay leyes en la mente, leyes
Cual las del río, el mar, la piedra, el astro,
Ásperas y fatales: ese almendro
Que con su rama oscura en flor sombrea
Mi alta ventana, viene de semilla
De almendro; y ese rico globo de oro
De dulce y perfumoso jugo lleno
Que en blanca fuente una niñuela cara,
Flor del destierro, cándida me brinda,
Naranja es, y vino de naranjo:—
Y el suelo triste en que se siembran lágrimas
Dará árbol de lágrimas. La culpa
Es madre del castigo.
No es la vida
Copa de mago que el capricho torna
En hiel para los míseros, y en férvido
Tokay para el feliz. La vida es grave,
Porción del Universo, frase unida
A frase colosal, sierva ligada
A un carro de oro, que a los ojos mismos
De los que arrastra en rápida carrera
Ocúltase en el áureo polvo,—sierva
Con escondidas riendas ponderosas
A la incansable Eternidad atada!
Circo la tierra es, como el Romano;
Y junto a cada cuna una invisible
Panoplia al hombre aguarda, donde lucen
Cual daga cruel que hiere al q. la blande,
Los vicios, y cual límpidos escudos
Las virtudes: la vida es la ancha arena,
Y los hombres esclavos gladiadores,—
Mas el pueblo y el rey, callados miran
De grada excelsa, en la desierta sombra.
Pero miran! Y a aquel que en la contienda
Bajó el escudo, o lo dejó de lado,
O suplicó cobarde, o abrió el pecho
Laxo y servil a la enconosa daga
Del enemigo, las vestales rudas
Desde el sitial de la implacable piedra
Condenan a morir, pollice verso,
Y hasta el pomo ruin la daga hundida,
Al flojo gladiador clava en la arena.
¡Alza, oh pueblo, el escudo, porque es grave
Cosa esta vida, y cada acción es culpa
Que como aro servil se lleva luego
Cerrado al cuello, o premio generoso
Que del futuro mal próvido libra!
¿Veis los esclavos? Como cuerpos muertos
Atados en racimo, a vuestra espalda
Irán vida tras vida, y con las frentes
Pálidas y angustiadas, la sombría
Carga en vano halaréis, hasta que el viento