Versos libres - José Julián Martí Pérez - E-Book

Versos libres E-Book

José Julián Martí Pérez

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Beschreibung

Este libro, al decir de su autor "[…] son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados". El Apóstol hace gala aquí de "[…]las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava".

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Seitenzahl: 103

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

edición auspiciada por

el festival internacional de poesía de la habana

y el movimiento poético mundial

Esta edición de Versos libres, de José Martí, ha sido cotejada

con la Edición Crítica (José Martí. Obras Completas. Edición crítca. Tomo 14. Poesía I) publicado por el Centro de Estudios Martianos, La Habana, en 2007 y cuyos criterios de selección asumimos como propios.

Diseño de cubierta: Elisa Vera Grillo

Diseño interior y diagramación: Onelia Silva Martínez

Coordinación editorial: Melba Tomás / Marlene Alfonso

© Colección Sureditores, 2020

ISBN: 9789593022804

colección sur

dirigida por alex pausides

Unión de Escritores y Artistas de Cuba

Calle 17 no. 354 e/ G y H, El Vedado,

La Habana, Cuba

Centro Cultural CubaPoesía

Calle 25 esq. a Hospital, Barrio de Cayo Hueso,

La Habana, Cuba

      

http//www.cubapoesia.cult.cu

http//www.palabradelmundo.cult.cu

[email protected]

Índice

Mis versos

Estas que ofrezco, no son composiciones acabadas

Académica

Pollice verso

A mi alma

Al buen pedro

Hierro

Canto de otoño

El padre suizo

Bosque de rosas

Flores del cielo

Copa ciclópea

Pomona

Media noche

Homagno

Yugo y estrella

Isla famosa

Sed de belleza

¡Oh, margarita!

Águila blanca

Amor de ciudad grande

He vivido: me he muerto

Estrofa nueva

Mujeres

Astro puro

Homagno audaz

Crin hirsuta

A los espacios

Pórtico

Mantilla andaluza

Como nacen las palmas en la arena

Odio el mar

En una caja de ónix blanco

Con un astro la tierra se ilumina

Banquete de tiranos

Copa con alas

Árbol de mi alma

Luz de luna

Flor de hielo

Con letras de astros

Mis versos van revueltos y encendidos

Poética

La poesía es sagrada

Cuentan que antaño

Canto religioso

No, música tenaz, me hables del cielo!

En torno al mármol rojo

Yo sacaré lo que en el pecho tengo

Mi poesía

Contra el verso retórico y ornado

Vino de chianti

Árabe

La noche es la propicia

Antes de trabajar

Dos patrias

Domingo triste

Al extranjero

Mi padre era español

Qué he yo de hacer?

Envilece, devora

Solo el afán

Marzo

Bien: yo respeto

De mis tristes estudios

Siempre que hundo la mente en libros graves

Por dios que cansa

La selva es honda

Lluvia de junio

Todo soy canas ya

Bruñen el madrigal

Entre los hombres

¡Qué susto! Qué temor!

De forma en forma, y de sol en sol camino

Se la siente venir

Aparece: reluce

No tengo miedo

Yo ni de dioses

¡Caballo de batalla!

En mi paso ligero

Cómo me has de querer?

Como el mar es el alma

Pandereta y zampoña

Mis versos

Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados. Mientras no pude encerrar íntegras mis visiones en una forma adecuada a ellas, dejé volar mis visiones: oh, cuánto áureo amigo que ya nunca ha vuelto. Pero la poesía tiene su honradez, y yo he querido siempre ser honrado. Recortar versos, también sé, pero no quiero. Así como cada hombre trae su fisonomía, cada inspiración trae su lenguaje. Amo las sonoridades difíciles, el verso escultórico, vibrante como la porcelana, volador como un ave, ardiente y arrollador como una lengua de lava. El verso ha de ser como una espada reluciente, que deja a los espectadores la memoria de un guerrero que va camino al cielo, y al envainarla en el sol, se rompe en alas.

Tajos son estos de mis propias entrañas, mis guerreros: —Ninguno me ha salido, recalentado, artificioso, recompuesto, de la mente; sino como las lágrimas salen de los ojos y la sangre sale a borbotones de la herida.

No zurcí de este y aquel, sino sajé en mí mismo. Van escritos, no en tinta de academia, sino en mi propia sangre. Lo que aquí doy a ver lo he visto antes, (yo lo he visto, yo). —y he visto mucho más, que huyó sin darme tiempo a que copiara sus rasgos. —De la extrañeza, singularidad, prisa, amontonamiento, de mis visiones, yo mismo tuve la culpa, que las he hecho surgir ante mí como las copio. De la copia, yo soy el responsable. Hallé quebrantadas las vestiduras, y que otras no y usé de estos colores. Ya sé que no son usados.— Amo las sonoridades difíciles y la sinceridad, aunque pueda parecer brutal.

Todo lo que han de decir, ya lo sé, lo he meditado completo, y me lo tengo contestado.—

He querido ser leal, y si pequé, no me arrepiento de haber pecado.

(Mecanuscrito y manuscrito existente en los archivos del Centro de Estudios Martianos)

Estas que ofrezco, no son composiciones acabadas

Estas que ofrezco, no son composiciones acabadas: son, ay de mí! notas de imágenes tomadas al vuelo, y como para que no se escapasen, entre la muchedumbre antiática de las calles, entre el rodar estruendoso y arrebatado de los ferrocarriles, o en los quehaceres apremiantes e inflexibles de un escritorio de comercio —refugio cariñoso del proscripto.

Por qué las publico, no sé: tengo un miedo pueril de no publicarlas ahora. Yo desdeño todo lo mío: y a estos versos, atormentados y rebeldes, sombríos y querellosos, los mimo, y los amo.

Otras cosas podría hacer: acaso no las hago, no las intento acaso, robando horas al sueño, únicas horas mías, porque me parece la expresión la hembra del acto, y mientras hay qué hacer, me parece la mera expresión indigno empleo de las fuerzas del hombre. Cada día, de tanta imagen que viene a azotarme las sienes, y a pasearse, como buscando forma, ante mis ojos, pudiera hacer un tomo como este, pero el buey no ara con el arpa de David, que haría sonora la tierra, sino con el arado, que no es lira! Y se van las imágenes, llorosas y torvas, desvanecidas como el humo: y yo me quedo, congojoso y triste, como quien ha faltado a su deber o no ha hecho bien los honores de la visita a una dama benévola y hermosa: y a mis solas, y donde nadie lo sospeche, y sin lágrimas, lloro.

De estos tormentos nace, y con ellos se excusa, este libro de versos.

Pudiera surgir de él, como debiera surgir de toda vida, rumbo a la muerte consoladora, un águila blanca!

Ya sé que están escritas en ritmo desusado, que por esto, o por serlo de veras, va a parecer a muchos duro. Mas con qué derecho puede quebrar la mera voluntad artística, la vulgar sujeción a tradiciones extrañas e infecundas, la forma natural y sagrada, en que, como la carne de la idea, envía el alma los versos a los labios? Ciertos versos, pueden hacerse en toda forma: otros, no. A cada estado del alma, un metro nuevo. Da el amor versos claros y sonoros, y no sé por qué, en esas horas de florescencia, vertimiento, grata congoja, vigor pujante y generoso rebose del espíritu, recuerdo esas gallardas velas blancas que en mar sereno cruzan por frente a playas limpias bajo un cielo bruñido. Del dolor, saltan los versos, como las espadas de la vaina, cuando las sacude en ellas la ira, o como las negras olas, de turbia y alta cresta que azotan los ijares fatigados de un buque formidable en horas de tormenta.

Se encabritan los versos, como las olas: se rompen con fragor o se mueven pesadamente, como fieras en jaula y con indómito y trágico desorden, como las aguas contra el barco. Y aparece como que se escapa de los versos, escondiendo sus heridas, un alma sombría, que asciende velozmente por el lúgubre espacio, envuelta en ropas negras. ¡Cuán extraño que se abrieran las negras vestiduras, y cayera de ellas un ramo de rosas!

[Mc. en CEM]

(Manuscrito existente en el Centro de Estudios Martianos)

Académica

Ven, mi caballo, a que te encinche: quieren

Que no con garbo natural el coso

Al sabio impulso corras de la vida,

Sino que el paso de la pista aprendas,

Y la lengua del látigo, y sumiso

Des a la silla el arrogante lomo:—

Ven, mi caballo: dicen que en el pecho

Lo que es cierto, no es cierto:

que la estrofa

Como penacho de fontana pura

Que el blando manto de la tierra rompe

Y en gotas mil arreboladas cuelga,

No han de cantarse, no, sino las pautas

Que en moldecillo azucarado y hueco

Encasacados dómines dibujan:

Y gritan: “Al bribón!” —cuando a las puertas

Del templo augusto un hombre libre asoma!—

Ven, mi caballo; con tu casco limpio

A yerba nueva y flor de llano oliente,

Cinchas estruja, lanza sobre un tronco

Seco y piadoso, que

Del rebujado dómine la chupa,

De hojas de antaño y de romanas rosas

Orlada, y deslucidas joyas griegas,—

Y al sol del alba en que la tierra rompe

Echa arrogante por el orbe nuevo.

Pollice verso

Memoria de presidio

Sí! yo también, desnuda la cabeza

De tocado y cabellos, y al tobillo

Una cadena lurda, heme arrastrado

Entre un montón de sierpes, que revueltas

Sobre sus vicios negros, parecían

Esos gusanos de pesado vientre

Y ojos viscosos, que en hedionda cuba

De pardo lodo lentos se revuelcan!

Y yo pasé, sereno entre los viles,

Cual si en mis manos, como en ruego juntas,

Sus anchas alas púdicas abriese

Una paloma blanca. Y aún me aterro

De ver con el recuerdo lo que he visto

Una vez con mis ojos. Y espantado,

Póngome en pie, cual a emprender la fuga!—

¡Recuerdos hay que queman la memoria!

¡Zarzal es la memoria: mas la mía

Es un cesto de llamas! A su lumbre

El porvenir de mi nación preveo:

Y lloro: Hay leyes en la mente, leyes

Cual las del río, el mar, la piedra, el astro,

Ásperas y fatales: ese almendro

Que con su rama oscura en flor sombrea

Mi alta ventana, viene de semilla

De almendro; y ese rico globo de oro

De dulce y perfumoso jugo lleno

Que en blanca fuente una niñuela cara,

Flor del destierro, cándida me brinda,

Naranja es, y vino de naranjo:—

Y el suelo triste en que se siembran lágrimas

Dará árbol de lágrimas. La culpa

Es madre del castigo.

No es la vida

Copa de mago que el capricho torna

En hiel para los míseros, y en férvido

Tokay para el feliz. La vida es grave,

Porción del Universo, frase unida

A frase colosal, sierva ligada

A un carro de oro, que a los ojos mismos

De los que arrastra en rápida carrera

Ocúltase en el áureo polvo,—sierva

Con escondidas riendas ponderosas

A la incansable Eternidad atada!

Circo la tierra es, como el Romano;

Y junto a cada cuna una invisible

Panoplia al hombre aguarda, donde lucen

Cual daga cruel que hiere al q. la blande,

Los vicios, y cual límpidos escudos

Las virtudes: la vida es la ancha arena,

Y los hombres esclavos gladiadores,—

Mas el pueblo y el rey, callados miran

De grada excelsa, en la desierta sombra.

Pero miran! Y a aquel que en la contienda

Bajó el escudo, o lo dejó de lado,

O suplicó cobarde, o abrió el pecho

Laxo y servil a la enconosa daga

Del enemigo, las vestales rudas

Desde el sitial de la implacable piedra

Condenan a morir, pollice verso,

Y hasta el pomo ruin la daga hundida,

Al flojo gladiador clava en la arena.

¡Alza, oh pueblo, el escudo, porque es grave

Cosa esta vida, y cada acción es culpa

Que como aro servil se lleva luego

Cerrado al cuello, o premio generoso

Que del futuro mal próvido libra!

¿Veis los esclavos? Como cuerpos muertos

Atados en racimo, a vuestra espalda

Irán vida tras vida, y con las frentes

Pálidas y angustiadas, la sombría

Carga en vano halaréis, hasta que el viento