Viaje de Petersburgo a Moscú - A. N. Radischev - E-Book

Viaje de Petersburgo a Moscú E-Book

А. Н. Радищев

0,0
7,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Publicada en 1790, esta obra le valió al filósofo ilustrado ruso Radischev la pena de muerte, pero la emperatriz Catalina la Grande, tras conocer los orígenes aristocráticos de su autor, se vio forzada a conmutarla por el destierro en Siberia. ¿Qué ingredientes tenía esta narración de un viaje por las provincias de la Rusia campesina, con una prosa influida por Sterne, para horrorizar a los dirigentes de un estado casi feudal? Los mismos que han seducido a novelistas y revolucionarios. Pushkin, Gógol, Herzen, Tolstoi, Dostoievski, o los prosistas del siglo XX Gorki y Grossman, encontraron su guía en la escritura materialista de Radischev, la primera en adentrarse en la realidad rusa sin adornos. A. Machado Libros presenta la primera traducción al castellano de esta obra imprescindible, en edición crítica del traductor Rafael Torres y que acompañan las notas que la propia Catalina escribiera al margen para desmentir a su autor. "¿Cómo se puede no mencionar a Radischev en un artículo sobre la literatura rusa? ¿A quién vamos a recordar entonces? Es un silencio imperdonable." Pushkin

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



PAPELES DEL TIEMPO

www.machadolibros.com

VIAJE DE PETERSBURGO A MOSCÚ

Alexandr Nikolayevich Radischev

Traducción de

AEIOU Traductores (Rafael Torres)

PAPELES DEL TIEMPO

Número 13

© Machado Grupo de Distribución, S.L.

C/ Labradores, 5

Parque Empresarial Prado del Espino

28660 Boadilla del Monte (MADRID)

[email protected]

www.machadolibros.com

ISBN: 978-84-9114-306-2

Índice

Prólogo. El libro y su historia

El viaje de Petersburgo a Moscú

Anexo. Notas de Catalina II al libro deA. N. Radischev Viaje de Petersburgo a Moscú del 26 de junio al 7 de julio de 1790

Prólogo

El libro y su historia

El libro que el lector tiene entre las manos apareció en mayo de 1790 en la entonces capital de Rusia, Petersburgo. Ese mismo año Goethe escribía su TorquatoTasso, morían Benjamin Franklin y Adam Smith, Francia se despertaba sin rey de la resaca de 1789. En un pequeño puesto de la Nevskaya Linia regentado por el librero Zotov se pusieron a la venta 23 ejemplares bajo el título de Viaje de Petersburgo a Moscú. El título sugería obviamente un libro de viajes de los que eran comunes en la época, en el que con toda probabilidad se narrarían las peripecias de un viajero entre las dos capitales rusas.Y aunque realmente así era, una mirada un poco más atenta descubría detalles que lo hacían bastante sospechoso y peculiar. Para empezar no aparecía por ningún sitio el nombre del autor, ni el de la imprenta donde se había realizado, aunque desde hacía poco la ley obligaba a incluirlo en la primera página de cualquier libro junto con el correspondiente sello del departamento de policía autorizando su impresión. Este tampoco aparecía, aunque en la última página podía verse un escueto «este libro ha sido publicado con el permiso del departamento de bienestar», lo cual aunque en parte era cierto, como contaremos más adelante, no dejaba de ser ilegal ya que no seguía el protocolo adecuado, ni demostraba que había sido revisado una vez salido de imprenta, por lo que el sello casi hasta podía entenderse como una burla a la censura. Pero además de estos incumplimientos de la legislación, lo que realmente hacía sorprendente que el libro hubiera llegado a imprimirse y a ponerse a la venta era la lectura del contenido. El autor, con la excusa de un viaje entre las dos capitales rusas, retrataba un desolador paisaje de la realidad del país y de sus instituciones, un paisaje repleto de injusticia e inmoralidad, que contrasta con la imagen de ilustración y progreso que pretendía dar la emperatriz. Por si fuera poco, cualquiera que quisiera podía interpretar que el autor proponía como solución a todos estos problemas la revolución, la recuperación por parte del pueblo del poder que había cedido a los soberanos. No contento con esto arremetía directamente contra la monarquía acusándola de ser la culpable de los males de la sociedad y de haber traicionado la confianza que en ella había depositado el pueblo soberano. Amenazaba a los zares y a la nobleza con la venganza por parte del pueblo.

El libro no tardó en causar un gran revuelo en la capital. Los pocos ejemplares que había se vendieron inmediatamente y hubo quien llegó a pagar grandes sumas por tenerlo tan sólo durante unas horas para poderlo leer. Sin embargo la emperatriz, que se hallaba en Tsarskoe Seló, su residencia de verano, no tuvo noticias del mismo hasta pasado un mes. Poco tardó en tener entre sus manos una copia y adentrarse en la lectura. Gracias al diario de Jrapovitski, su secretario personal, sabemos que pasó el 25 y el 26 de junio leyéndolo atentamente y que pasado este tiempo y de muy mal humor, ordenó llamar a su presencia al jefe de policía encargado de la censura: Ryleev. Éste había firmado personalmente el permiso para su impresión sobre el original sin haberlo leído, pensando, probablemente, que un libro con un título como ese no podría contener nada comprometido.Ahora aparecía nervioso frente a la emperatriz, consciente del error que había cometido y de su imperdonable negligencia. Catalina exigió que se encontrara al autor del libro, al que calificó como «un agitador más peligroso que Pugachev» y que se descubriera si había más gente implicada en su publicación. No tardaron en dar con él y el 30 de junio ya estaba encerrado en la fortaleza de Pedro y Pablo. Pero, ¿quién era el autor de este libro que había alborotado a toda la alta sociedad de Petersburgo y que posteriormente sería tenido por muchos como el primer escritor revolucionario de Rusia? Como veremos, no era un desconocido para la emperatriz.

Su nombre era Alexandr Nikolayevich Radischev y a la sazón tenía 41 años. Desempeñaba un importante puesto en la administración de aduanas, más concretamente era el director de la aduana de Petersburgo, lo cual, teniendo en cuenta que era el principal puerto de Rusia y que por él pasaba el 90% del comercio de este país, suponía una alta responsabilidad. Provenía de una familia noble, su abuelo había sido ordenanza de Pedro I y había llegado al grado de brigadier. Al cumplir los 8 años había sido enviado a Moscú, a la casa de un familiar por parte de madre, con importantes contactos en la universidad, gracias a los cuales tuvo la oportunidad de estudiar siguiendo el programa del instituto universitario, asistiendo a los debates y a los exámenes junto con los demás estudiantes. En esta etapa también tuvo oportunidad de aprender francés con el tutor de la casa, que había sido consejero del municipio de Ruán y que había huido debido a las persecuciones de Luis XV. En 1762, con 13 años, entró a estudiar en el cuerpo de pajes, que había sido fundado hacía escasos tres años con el fin de formar a los futuros cuadros de oficiales del ejército imperial. Para ello, se traslada a Petersburgo por primera vez y entra en contacto con el ambiente de la Corte. Allí residió hasta el año 1766, momento en el que, gracias a sus brillantes resultados académicos, fue elegido para unirse a un grupo de nobles que la emperatriz iba a enviar a Leipzig con el fin de que estudiaran lenguas europeas, así como ciencias morales y naturales. En esta ciudad alemana pasó Radischev cinco años que serían claves en su formación. Los estudios incluían las más variadas materias tanto de las ciencias naturales y la medicina como de filosofía y letras. Aprendió varias lenguas, gracias a las cuales pudo entrar en contacto con las ideas y los principios filosóficos de las principales corrientes europeas del momento. Su estancia también le permitió comprobar de primera mano la realidad de otros países, tanto en su desarrollo económico como social. Fue un estudiante de talento y destacó en la mayoría de los cursos a los que asistió. Años después, varios de los profesores todavía le recordaban y le alababan como uno de los más dotados del grupo de estudiantes rusos que fueron con él. Entre este grupo también encontraría Radischev amigos que le influirían fuertemente en su formación personal. Entre ellos Kutuzov (el amigo que se esconde bajo las siglas de la carta que sirve de introducción) o Ushakov (cuya biografía escribiría posteriormente y que, con su suicidio en Leipzig, marcaría profundamente su visión sobre la vida).Tras cinco años de estudios en Prusia regresa a Rusia en 1771 y desempeña diferentes cargos en la administración, algunos de los cuales, como el que obtuvo en el recién reformado Senado, le dan la oportunidad de conocer de primera mano la situación del país en los diferentes círculos y niveles de la sociedad. Como podemos ver, no era un completo desconocido para Catalina. Había servido en su palacio, ella misma le había enviado a Leipzig a estudiar, había firmado sus diferentes nombramientos y hasta le había regalado un anillo de diamantes por sus excelentes servicios en la administración de aduanas.Todo esto no evitó que se abriera inmediatamente un proceso contra su persona, quizá fuera una razón de más para que se desatara la furia de la emperatriz. El proceso fue largo y enrevesado y tuvo una solución hasta cierto punto inesperada.

Pero volvamos al momento en que Catalina abre el libro y comienza a recorrer de la mano de este peculiar viajero sus propios territorios. Con los acontecimientos de 1789 todavía frescos en la memoria y las preocupantes noticias que seguían llegando continuamente de Francia en la cabeza, declara con enfado que «su autor está lleno y contagiado del extravío francés, recurre a cualquier cosa o persona posible para menoscabar el respeto al poder y la autoridad y para llevar al pueblo al resentimiento contra los gobernantes y el gobierno, que se lamenta por el penoso destino del estamento campesino a pesar de que es incuestionable que no hay mejor destino en todo el mundo que el de nuestros campesinos en manos de un buen hacendado y que «deposita sus esperanzas en un alzamiento de los campesinos».Todo esto lo sabemos de su propia mano gracias a que se conserva la copia del libro sobre la que hizo sus anotaciones*. Describe al autor como un propagador de las ideas revolucionarias que habían provocado el derrocamiento de la institución monárquica en Francia y la independencia de las colonias inglesas en América del Norte. La emperatriz es perfectamente consciente de que el libro no es una crítica a su gobierno sino que es una crítica directa a la institución monárquica en sí y de ahí su enfado y su preocupación, como lo demuestra la siguiente anécdota. En 1785, tan sólo cinco años antes, se había representado en Petersburgo con mucho éxito la tragedia de N. P. Nikolaev Sorena y Zamir, que estaba llena de alegatos y proclamas contra la tiranía. Cuando la censura le mandó el texto mutilado a la emperatriz para que lo sancionara, ésta contestó: «me sorprende, conde Jacov Alexándrovich, que haya interrumpido las representaciones de una tragedia que evidentemente es del agrado del público. El contenido de esos versos, que me habéis señalado, no tiene ninguna relación con vuestra soberana. El autor se alza contra el absolutismo de los tiranos y a Catalina la llamáis Madrecita». Catalina termina de redactar sus notas el 7 de julio y se las entrega a Sheshkovski, un jefe de policía que se había hecho famoso por la represión posterior a la revuelta de Pugachev y que era conocido como el «gran inquisidor» de Rusia, para que las utilice de guión en el interrogatorio de Radischev. En ellas podemos leer cosas como «las páginas 350 y 360 contienen, como por casualidad, una composición poética, una oda, abierta y claramente sediciosa, en la que se amenaza a los zares. Se alaba el ejemplo de Cromwell. Estas páginas tienen un contenido de inspiración claramente criminal, completamente insurgente, preguntar por esta oda al autor, con qué sentido ha sido compuesta y por quién. Como ordena la emperatriz en otra de sus notas, una vez que Radischev es arrestado y se declara culpable de la autoría del libro, la investigación se centra en descubrir si éste había actuado en solitario o de acuerdo con otras personas. La emperatriz sospechaba que la obra era producto de la masonería, pero Radischev, a pesar de los interrogatorios, se mantuvo firme en sus primeras declaraciones y se autoinculpó como único autor de la obra, declarando que había sido una locura aunque intentando, hasta donde le fue posible, no renunciar a sus principios. Hoy en día es imposible saber si fue el único autor del libro o si colaboró con otras personas, aunque las razones aducidas en su confesión, a saber: que quería enriquecerse y alcanzar la fama como escritor (con una tirada de 25 ejemplares de un libro que no iba firmado…), no parecen demasiado sólidas ni convincentes. Una vez que terminaron los interrogatorios el caso pasó al tribunal de lo penal que, el 24 de julio de 1790, le declaró culpable de haber escrito un libro «lleno de las ideas más perniciosas, contra la paz social, que menoscaban el debido respeto al poder, que tienen como fin provocar en el pueblo el descontento contra su gobierno y sus gobernantes y por último ofensas contra la autoridad y el poder del zar». Los cargos que se le imputaban conllevaban directamente una sentencia de muerte, pero el Senado con el fin de no condenar a muerte a un noble, al dictar la condena se vale de una triquiñuela legal y, considerando la pena de muerte poco para los delitos cometidos, le condena además a ser fustigado. A continuación, añaden que, como los nobles no pueden ser condenados a castigos corporales, le conmutan el castigo por una condena en Nerchinsk (Siberia central). La emperatriz al leer el fallo del tribunal se indignó y tomó cartas en el asunto. Ocho días después de que se publicara ordenó que el caso fuera presentado directamente al Consejo de estado y exigió explícitamente que se añadiese a los cargos el de «ofensa a su ilustrísima». Según el Nakaz redactado por ella misma, este delito estaba considerado de la mayor gravedad y acarreaba en sí mismo otra condena de muerte. La intención de la zarina no podía quedar más clara. Radischev, al tanto de todos estos vaivenes no esperaba otra cosa, pues, que su definitiva sentencia de muerte. Tres semanas de angustia tuvo que esperar entre los muros de la prisión hasta que, finalmente, el 8 de septiembre, con motivo de la celebración de la firma de la paz con Suecia, la emperatriz conmutó sorprendentemente la pena de muerte por la de exilio a Siberia. El porqué de este cambio tan súbito de parecer probablemente haya que buscarlo en la misma obra de Radischev. En el capítulo de Spasskaya Polest, hace una extensa alegoría de la monarquía ilustrada de Catalina y, entre otras cosas, critica el uso a la ligera de la amnistía por parte del monarca. Catalina, con este macabro golpe de efecto, le hace sufrir en sus propias carnes lo mismo que había criticado y deber la vida al perdón regio. El mismo día de su condena es enviado a Ilimsk (Siberia) de donde no volverá a Petersburgo hasta 1801, un año antes de su muerte. Después de que Pablo I le permitiera regresar a sus posesiones en 1796, Alejandro I le rehabilitó plenamente e incluso le nombró miembro de la Comisión Legislativa, tarea a la que se dedicó con entusiasmo, aunque durante poco tiempo, ya que murió en 1802. No está muy claro si se suicidó o murió de forma natural, pero la leyenda cuenta que, viendo la intensidad con que se dedicaba a la nueva tarea, el conde Zavadovski le comentó de forma socarrona si es que quería revivir viejos tiempos, tras lo cual se fue a sus habitaciones y se bebió un veneno.

El destino posterior del libro tampoco está exento de anécdotas y peripecias.Aparte de los libros vendidos y de los siete ejemplares que Radischev envió a amigos, de esta primera edición no sobrevivieron más ejemplares. El mismo Radischev, cuando supo que se había iniciado el proceso contra su libro, los quemó o los hizo desaparecer prefiriendo hacerlo él mismo que ver como eran destruidos por la censura. Desde ese momento el libro prácticamente no se volverá a editar en Rusia hasta 1905, sin embargo se sigue leyendo y sigue suscitando interés gracias a copias manuscritas que circulaban entre los librepensadores, intelectuales y los buscadores de rarezas. Curiosamente se sabe de más de un censor que tenía una copia del libro. Cuando en 1823 Bestuzhev escribe un artículo sobre la literatura rusa en su revista Polyarnaya Zviezdá (La estrella polar) Pushkin le recrimina que no haya hecho mención a Radischev «¿Cómo se puede no mencionar a Radischev en un artículo sobre la literatura rusa? ¿A quién vamos a recordar entonces? Es un silencio imperdonable.» Este mismo comentario sirve para comprobar lo estricta que fue la prohibición sobre Radischev y su obra. Pushkin, que tendría una peculiar relación literaria con Radischev, hacía referencia principalmente a que se le reconociera el lugar que se merecía en la literatura del siglo anterior. Sin embargo la simple mención del nombre del autor, no ya la publicación del libro, resultaba comprometida y más de un autor (incluido el mismo Pushkin) vio como se recortaban y censuraban sus obras por incluir en ellas una mención a Radischev. A pesar de todo la obra del autor se publicó en más de una ocasión. En vida suya, a partir de 1790, Radischev no ve nada publicado, pero muy pronto se proponen hacer una recopilación de sus obras completas y en 1811 se publican en Petersburgo seis tomos en los que no se incluye ni el Viaje de Petersburgo a Moscú ni la oda Libertad al tiempo que otras obras se ven sensiblemente recortadas. En 1816 Sopikov intenta introducir en su libro una breve página dedicada al Viaje… de Radischev. Ésta fue arrancada de la obra una vez impresa.Algunos fragmentos del libro habían pasado la censura y en 1805, en la revista SevernyVestnik, aparecieron algunos fragmentos sueltos y poco esclarecedores. Habrá que esperar a 1858 para que la emigración en el exilio de Londres edite una versión completa del libro. El responsable de esta edición es Herzen, aunque desgraciadamente la versión elegida proviene de una copia incompleta y con graves errores de transcripción, por lo que el resultado final es bastante mediocre y no hace honor al original. Tampoco ayuda en nada a que el libro sea conocido en Rusia ya que su distribución es prohibida. En 1876 se publicará otra edición de esta misma versión en Leipzig que correrá idéntica suerte. A pesar de que no llegan a Rusia, éstas y otras publicaciones hacen que, durante el siglo XIX, crezca la discusión sobre la obra y sobre el autor. Aparecen cada vez más artículos que hacen referencia a Radischev, si bien es cierto que la mayoría de ellos tienen como temas principales su confesión de culpabilidad y la generosidad de la emperatriz que le conmutó la pena de muerte por el exilio a pesar de sus delitos. En 1868 un librero de Petersburgo aprovechándose de este interés y con el fin de sacar beneficios económicos, publica el libro sin el consentimiento de la censura aunque en una edición tan deformada y recortada que los censores, al investigarla, no descubren nada punible y dan el visto bueno, más aún, dan permiso para la publicación de todas las obras de Radischev, siempre y cuando cumplan con la legislación vigente del momento. Un año después se anuncia en la prensa que se van a editar las obras completas de Radischev incluyendo el texto completo del Viaje de Petersburgo a Moscú. Se trata de una edición que el bibliógrafo Efremov llevaba preparando varios años a instancias del hijo del autor, Pavel Alexandrovich Radischev, que quería ver publicados antes de su muerte tanto el Viaje… como los trabajos inéditos de su padre. Los trabajos habían comenzado en 1865 y a pesar de que había solicitado autorización para la publicación varias veces y por diferentes instancias, ésta había sido denegada otras tantas. De hecho, no sólo había sido denegada, sino que en 1860 cuando Pavel Alexandrovich la había solicitado, el censor había ordenado revisar el contenido del resto de las obras del autor publicadas por sus descendientes. Dos años después de la muerte de Pavel Radischev en 1866, gracias a la inesperada publicación de Shiguin (éste era el nombre del librero anteriormente citado), Efremov decide retomar la publicación de las obras completas y en 1872 las imprime, en un pulido trabajo de edición, en dos tomos. Entre otros muchos documentos inéditos (muchos de los cuales estaban únicamente en manuscrito) en esta edición por fin aparecían el texto completo del Viaje … incluyendo las notas de Catalina II y la oda Libertad (sobre este último texto, el editor trabajó cuidadosamente durante mucho tiempo para que no pudiera ser acusado de ningún delito y sin embargo no perdiera su significado original). Pero esta nueva edición tampoco tendría suerte y en 1873 la tirada de 2000 ejemplares fue confiscada por la censura, destruida y convertida en pasta de papel. Tan sólo han quedado los ejemplares que el mismo Efremov se guardó para sí. El dictamen del comité de censura que analizó la obra fue el siguiente: «Tampoco la representación despiadada con duros rasgos de los antiguos abusos del poder de los hacendados, puede ser considerada oportuna teniendo en cuenta que, a pesar del cambio en las relaciones jurídicas, las clases opuestas de los hacendados y el campesinado siguen existiendo y siguen estando en contacto y la reanimación de viejas y sangrientas afrentas e injusticias tan sólo puede provocar sentimientos de venganza e impedir que se instauren unas relaciones pacíficas y justas entre las clases sobre los nuevos principios.»

En 1888 y 1889 se hicieron dos ediciones del libro de muy pequeña tirada. La primera fue una edición idéntica al original de Suvorin de tan sólo 99 ejemplares. Se distribuyó principalmente entre bibliófilos y a un precio nada despreciable para la época de entre 25 y 60 rublos, a pesar de lo cual se vendió en unos pocos días. La otra fue realizada por Burtsev, también en un número de ejemplares ínfimo, esta vez dentro de su colección de cinco tomos sobre rarezas bibliográficas rusas.

Habrá que esperar a 1905 y a los cambios institucionales que tienen lugar en Rusia después del domingo sangriento, para que se levante definitivamente la prohibición sobre las obras de Radischev y para que se edite el Viaje… con el texto completo de la edición de 1790, 115 años en total para que el libro viera de nuevo la luz. Durante todo este tiempo habían reinado seis zares y la servidumbre había sido abolida y sin embargo, como podemos juzgar por el intento de edición previo que hubo en 1902 y que terminó igual que todos los anteriores (con la destrucción de los 2.900 ejemplares de la tirada), el libro seguía siendo considerando peligroso.

Sin embargo la popularidad del libro no decaía, a juzgar por las sucesivas ediciones de 1905, 1906 y 1907, eso sin tener en cuenta otras obras suyas que se publicarán de forma independiente o dentro de colecciones.

En 1922 se publica en Leipzig una traducción al alemán del Viaje de San Petersburgo a Moscú junto con las anotaciones de Catalina II (A. Radischew, Reise con Petersburg nach Moskau).

Posteriormente, ya en época soviética, se publicará una excelente edición facsímil en 1935 en la editorial Academia a partir del ejemplar de 1790 que pertenecía al autor. En esa misma edición se incluyó una gran cantidad de material manuscrito inédito.

LA OBRA Y SU ÉPOCA

Como el mismo autor anuncia en la carta que hace las veces de introducción al libro, escribe éste herido por los sufrimientos humanos, después de haber mirado en su interior y haber comprobado «que las desgracias del hombre tienen como origen al mismo hombre y a menudo por la única razón de que no mira directamente lo que le rodea». Esa realidad que le rodea es la realidad rusa de su época, una realidad que conocía bien y cuyas injusticias y desmanes le impulsan a tomar la pluma. Pretende poner delante del lector un espejo en el que éste pueda contemplar la cara menos agradable de la realidad. La elección del epígrafe que abre la obra arroja luz sobre este aspecto. Se trata de un verso de la Telemájida deTedriakovski. En la parte de donde está tomado, la narración hace un recorrido por el infierno y se detiene en el castigo que sufren los malos gobernantes. Se les mostraban dos espejos. En uno se veían reflejados tal y como les describían sus aduladores, en el otro contemplaban su verdadera imagen; el monstruo que eran. Radischev pone el espejo sobre la Rusia del momento, la contempla tal cual es, resaltando los aspectos más desagradables y conflictivos del momento. Su imagen se convierte así en el espejo, muchas veces irónico, de la sociedad en la que vive, su obra en una especie de crónica de la época en la que, junto a disquisiciones filosóficas y políticas más abstractas y genéricas, aparecen acontecimientos históricos, sociales, políticos y económicos concretos de la época. Por eso mismo y para poder profundizar en muchos de los aspectos del libro, lejanos a un lector del siglo XXI, es útil una visión de conjunto de estos problemas y sucesos así como las diferentes posturas que tomaron los protagonistas frente a ellos.

La vida política, cultural e intelectual rusa durante toda la segunda mitad del siglo XVIII, y por lo tanto la mayor parte de la vida y la actividad literaria de Radischev, está dominada de forma casi omnipresente por la figura de Catalina II. Su largo reinado de 36 años fue uno de los periodos más importantes en el desarrollo y la formación de la Rusia moderna durante el cual, siguiendo la senda de Pedro I, se establecieron los límites geográficos y las características políticas de Rusia.

Sin embargo Catalina no llega al trono mediante la línea normal de sucesión, su ascenso al trono se produce mediante un golpe palaciego en 1762. Aunque llamativa, esta forma de llegar al trono no era tan extraña en la corte rusa y no era la primera vez que se daba. El golpe palaciego fue organizado por los oficiales de la guardia que no veían con buenos ojos la política proprusiana de su esposo, Pedro III, y que probablemente creían que la joven emperatriz sería una herramienta mucho más dúctil a sus exigencias. Catalina, que desde hacía ya muchos años no estaba en buenas relaciones con su esposo, aprovechó la situación y se unió a las facciones prorrusas poniéndose al frente del golpe palaciego. Éste se produjo seis meses después de la coronación de Pedro, los hermanos Orlov encerraron al emperador al que posteriormente asesinaron y Catalina se proclamó emperatriz, nombramiento que posteriormente sancionó el Senado. De esta manera le arrebataba el trono a su propio hijo Pablo, que era el heredero directo. Este acontecimiento tendrá una enorme influencia en el resto de su reinado por dos razones fundamentales. Por un lado, los rumores sobre la muerte del emperador y la ilegalidad del reinado de Catalina aumentan y consolidan el descontento popular que ya existía enfrentándola desde el inicio de su reinado a las clases populares e intelectuales del país, despojándola además del inmenso poder que una sucesión legal otorgaba a los monarcas rusos y obligándola a buscar una justificación legal para su reinado. Por otro lado, contraerá una deuda permanente con la nobleza que la ha apoyado en su ascenso al trono. Estás dos fuerzas opuestas afectarán a todas las decisiones de la política interna de su reinado. Por un lado intenta dar legalidad a su reinado adoptando ideales y fórmulas ilustradas, mientras que la necesidad de contentar a la nobleza hace que las reformas terminen reforzando precisamente los privilegios de ésta.

En los primeros años de su reinado realizó algunos viajes por Rusia con el fin de conocer el estado en el que se encontraba su reino y de aumentar su popularidad. En 1764, con toda la pompa de la Corte, recorre las ciudades del Báltico y revisa el estado de la flota. En los años sucesivos visitará también las ciudades del sur. Son estos viajes a los que hace alusión Radischev cuando parte de Petersburgo.

La subida al trono de Catalina no hizo más que aumentar el descontento generalizado entre el pueblo y la casi inexistente clase media. Este descontento tenía su origen en factores coyunturales como la crisis económica, el golpe palaciego o los precios del mercado y en factores permanentes, casi institucionales, que tenía como telón de fondo la corrupción en la administración y el sistema de servidumbre que existía en Rusia. Prueba de este sentir general son las múltiples revueltas que durante muchos años azotan diversas partes de Rusia, principalmente en el sur y en la región de los Urales. Las primeras medidas de Catalina nada más subir al trono tuvieron como objetivo calmar este descontento y crear la ilusión de que se iniciaba un proceso de reformas a todos los niveles.

La primera reforma que emprende en 1763 es la del Senado, al que llama el guardián de las leyes, haciendo más efectivo su trabajo pero al mismo tiempo reforzando la autoridad del Zar. Poco después crea el Colegio de Economía con el que fiscaliza las propiedades de la Iglesia. Entre estas propiedades se encuentran los siervos de la Iglesia que a partir de ese momento pasan a depender del Estado. Estos siervos serán conocidos de aquí en adelante como siervos económicos.

Pero el acontecimiento político que capitalizaría toda la atención durante los primeros años del reinado de Catalina sería la Comisión para la redacción de un proyecto de legislación. Este gran proyecto legislativo fue convocado por la emperatriz con la intención de unificar la multitud de leyes de distintas procedencias, muchas veces contradictorias, del país y para adecuarlas a los cambios que se habían producido en Rusia. El 14 de diciembre de 1766 publicó un manifiesto en el que hacía un llamamiento para que se eligiera a los diputados que participarían en la Comisión encargada de la redacción de una nueva legislación. Este llamamiento fue leído tres domingos seguidos en todas las iglesias con el fin de asegurarse de la participación de todos los convocados. Con este mismo fin se otorgaron amplios privilegios a aquellos que acudieran. La novedad con respecto a otros intentos anteriores de codificación es que esta vez participarían todos los estamentos sociales: la nobleza, la burguesía, los campesinos libres, las minorías nacionales y la Iglesia. Otra novedad con respecto a anteriores intentos fue que se exigía a cada representante que trajera pliegos de peticiones de sus electores.

Las sesiones de la Comisión comenzaron en Moscú en 1767 después de la lectura del Nakaz o decreto imperial de la emperatriz. Este documento en el que la misma zarina había estado trabajando durante dos años debía servir de guía y faro para los trabajos de la Comisión. Estaba compuesto de 526 artículos que dejaban traslucir muchas de las ideas filosóficas de la Ilustración francesa. Como la misma Catalina reconocía, debía muchos de sus principios al Espíritu de las leyes de Montesquieu y De los delitos y las penas de Beccaria. Entre otras cosas introduce avances en la legislación como el concepto de la presunción de inocencia y critica con severidad el uso de la violencia en los interrogatorios sobre la base de que las confesiones así conseguidas no tenían mucho valor. Todo esto hizo que el Nakaz de Catalina tuviera una gran repercusión en Europa y le valiera a su autora fama de monarca ilustrada (Voltaire llegó a llamarla la Semírasis del norte). Hasta tal punto era avanzado para la época que muchos de sus capítulos fueron censurados en su traducción al francés. El Nakaz terminaba con las siguientes palabras «Quiera dios que al terminar esta legislación no haya en el mundo nación más justa y por lo tanto más ilustrada, desgracia que no quiero llegar a ver en vida». La lectura de este documento que pretendía ejercer de marco legal, causó una profunda impresión en la asamblea de la Comisión y despertó enormes ilusiones en muchos de los participantes que vieron en él posibilidades para resolver problemas largamente aplazados. La Comisión estaba compuesta de 400 representantes: 150 en representación de las ciudades, 200 de los pequeños propietarios o odnodvorets, los cosacos y otros y 50 de las nacionalidades minoritarias. Sin embargo, por estamentos, un 5% pertenecía al estado, un 30% a la nobleza, un 39% a las ciudades, un 14% a las zonas rurales y un 12% a los Cosacos, otras nacionalidades y otras clases. Obviamente no había representantes de los siervos ya que estos no tenían derechos civiles a pesar de suponer el grupo de población mayoritario. Este enorme colectivo social, ilusionado con los trabajos de la comisión y haciéndose eco del rumor de que iban a correr la misma suerte que los siervos de la Iglesia, hicieron llegar un enorme número de quejas por otros medios, la inmensa mayoría de ellas pidiendo la emancipación. Hasta tal punto fue este movimiento fuerte que el Senado tomó cartas en el asunto y prohibió por decreto que los campesinos se quejaran de sus amos, autorizando a estos a castigarles públicamente en caso de que se hicieran peticiones de libertad. En cuanto a los pliegos de propuestas y quejas, el número de las mismas que trajeron los representantes de los campesinos triplicó el de los demás. Muchas de ellas defendían intereses completamente opuestos, lo que hizo que los trabajos de la Comisión fueran difíciles, lentos y poco fructíferos. Después de un inicio prometedor en el que se comenzaron a leer las peticiones de los representantes de los campesinos, se pasó a debatir los derechos de la nobleza y de las ciudades y los derechos de las naciones minoritarias del Báltico. Los trabajos de la Comisión se vieron interrumpidos por la guerra con Turquía y aunque se reanudaron posteriormente en Petersburgo, en 1768 se interrumpieron las sesiones generales y sólo quedaron trabajando pequeñas comisiones.A pesar del ruido y las expectativas que había levantado la Comisión los resultados fueron prácticamente nulos. Los intereses encontrados de todas las partes no permitieron que se resolvieran importantes problemas que tenía la sociedad.

Las discusiones, después de un debate inicial sobre las peticiones de los campesinos, se centraron en los derechos de la nobleza y de las ciudades. Se volvió a debatir de nuevo la tabla de rangos creada por Pedro I, gracias a la cual se accedía a un título nobiliario por méritos personales pudiendo, a partir del grado de oficial, legarlo a sus descendientes en pago por los servicios prestados al Estado. La nobleza antigua sin embargo pretendía que se reformara la tabla y que el título nobiliario se pudiera obtener exclusivamente por ascendencia. En el calor de la discusión el príncipe Scherbatov, en su encendida defensa de los intereses de la nobleza más antigua, hizo descender el tronco de toda la verdadera nobleza rusa de Riurik y otras familias nobles extranjeras que habían venido a servir a los grandes príncipes rusos.

El privilegio de la posesión de siervos era exclusivo de la nobleza, lo que provocó también encendidas polémicas. Este privilegio se fundamentaba en la idea de que el estamento nobiliario era el que cuidaba la propiedad del Estado, incluida la población que no era libre. La nobleza quería mantener la exclusividad de ese derecho y además obtener el derecho a abrir ingenios y fábricas y comerciar con la producción de éstas. La burguesía y los comerciantes, por su parte, querían obtener el derecho a la compra de siervos para sus fábricas. La iglesia se subió al carro y pidió también que se le permitiera de nuevo la posesión de siervos.

El lector encontrará a través de todo el libro múltiples referencias a todos estos acontecimientos. Escenas como la del vendedor de nobles ascendencias, el reclutamiento de soldados, las desventuras del siervo educado o la extensa revisión satírica de la corte de Catalina y de la Comisión, que es el capítulo de Spasskaya Polest, están tomadas de la realidad, a veces, como en el capítulo anteriormente citado, parafraseando de forma irónica el propio texto del Nakaz y otras, como en el capítulo de Zaitsovo, utilizando casos judiciales cercanos a la realidad de los desmanes de los terratenientes. En otro capítulo, dedicado a la censura, cita el mismo Nakaz para demostrar que ésta era ilegal. En dos de sus artículos la emperatriz afirma que «la palabra nunca puede constituir delito» y relata la historia de un zar que condenó a un hombre por soñar que le había asesinado, «esto», dice «es una gran tiranía». Era evidente que la emperatriz no compartía su lectura del texto.

Pero la reforma legislativa durante el reinado de Catalina no se paró en la Comisión. Se aprobaron otras leyes que introdujeron cambios significativos en muchas de las relaciones legales entre los súbditos. Principalmente se trata de dos cartas de derechos, la primera de los derechos de la nobleza y la segunda de los derechos de las ciudades, las dos publicadas en 1785. En ambas los derechos de la nobleza se ven sensiblemente ampliados y reforzados, con lo que la situación del campesinado no hace más que empeorar. Gracias a la carta de las ciudades se incluye a los estamentos no privilegiados en el gobierno de las ciudades. En esa misma carta se reconoce el derecho de los ciudadanos (los habitantes de las ciudades) a salvaguardar su honra y la vida, el derecho a viajar al extranjero, a la propiedad privada, a dedicarse a la industria y al comercio. Se divide toda la población de las ciudades en seis categorías de acuerdo con las posesiones y la posición social y se otorga a cada una diferentes derechos. Gracias a la carta de la nobleza ésta se veía exenta del pago de los impuestos, del servicio militar obligatorio y de los castigos corporales, se les permitía adquirir fábricas y comerciar con su producción. Catalina paradójicamente otorga a la nobleza los derechos que la declaración de los derechos del hombre había universalizado. Radischev también analiza en varios capítulos los efectos sociales de dichas reformas.

La siguiente reforma que emprende será la reforma administrativa del estado. La inicia una vez que han finalizado los trabajos de la Comisión, ha sofocado la revuelta de Pugachev y ha firmado la paz con Turquía. El principal documento de esta reforma es la Constitución para la administración de los Gubernia del Imperio Ruso y una de sus principales medidas es aumentar ostensiblemente el número de Gubiernia (la unidad administrativa más importante en Rusia), que pasa de 20 a 50, disminuyendo así su tamaño al tiempo que se aumenta el número de funcionarios. Esta nueva organización administrativa es la que, en líneas generales, se mantuvo hasta 1917 y, en algunos casos, hasta hoy en día. Junto con las reformas territoriales se reforma el sistema de justicia. Se establecen tribunales especiales para los nobles, para los comerciantes y burgueses y para los campesinos que no eran siervos. Así mismo se establecen juzgados de apelación. Es una reforma que pretende no sólo organizar la distribución y la administración territorial del Imperio sino también unificar todos los territorios, rusificando las partes más lejanas o de más reciente adquisición. Entre 1765-1783 se aplica a los territorios ucranianos, que de esta manera, quedan sometidos a las leyes rusas y ven sus derechos tradicionales mermados. Dentro de estas mismas reformas se incluye a la nobleza cosaca dentro de la nobleza rusa. En 1783 la reforma se aplica a Bielorrusia y al Báltico donde se rusifica toda la administración.

En 1878 se anuncia una reforma universitaria que pretendía abrir nuevas universidades en diferentes ciudades de Rusia e incluir el uso del ruso en la educación. Sin embargo este es un proyecto que queda en papel mojado y que no llega a tomar forma nunca.

Radischev hace un repaso crítico a todas estas reformas, analizando sus efectos tanto sociales como económicos y morales, sin embargo todas ellas le parecen insuficientes y secundarias ya que no solucionan lo que para él es el principal problema ético y económico de Rusia, el sistema de servidumbre. El tema aparece de forma recurrente a lo largo de toda la obra y Radischev lo enfoca desde diferentes puntos de vista sin encontrar ninguna justificación para mantenerlo. Radischev se convierte en un implacable enemigo de un sistema social y económico que desde muy antiguo había establecido una relación de servidumbre entre los habitantes del campo por un lado y la nobleza, la Iglesia y los boyardos por otro. En Rusia eran muy pocos los campesinos que cultivaban su propias tierras, la gran mayoría trabajaba las tierras de otros y para tener derecho a la utilización de esas tierra incurrían en diferentes obligaciones, trabajar con sus aperos para el propietario de las tierras (barschina) o pagar de forma anual dinero y productos (obrok). En los inicios de este sistema económico los campesinos tenían derecho a cambiar de amo. Sin embargo entre los siglos XV y XVI este derecho quedó limitado a una semana antes y una semana después del 26 de noviembre del antiguo calendario, el día de San Jorge. Posteriormente se estableció que cada campesino debía vivir en un solo lugar y depender de un único amo. De esta manera se asignó al campesino a la tierra y se consolidó el sistema del krepostnichestvo, palabra que viene del antiguo eslavo y que designa el acto simbólico o escrito por el que se afirma el poder de alguien sobre alguna cosa. En este punto no sólo se asigna al campesino a la tierra sino que se da derecho al hacendado sobre la persona del campesino. Los siervos se convierten en un bien inventariable más, pueden ser comprados y vendidos con algunas limitaciones. Los nobles no sólo tenían un derecho de propiedad, sino un poder judicial y policial absoluto sobre ellos, de cara a la legislación desaparecía toda diferencia entre derecho y abuso. Eufemísticamente eran denominados almas y se hablaba de que tal o tal noble tenía tantas almas, de ahí el famoso libro de Gogol Almas muertas, en el que se relata la picaresca de la compraventa de campesinos muertos.

A pesar de los prometedores comienzos del reinado de Catalina, la servidumbre no fue abolida sino más bien al contrario se reforzaron los derechos de los propietarios ampliándose estos privilegios a los comerciantes. Por si fuera poco la población de siervos aumentó al incorporarse, con la reforma administrativa, los habitantes de las regiones rusificadas de Bielorrusia y Ucrania. La única ventaja que obtuvieron los campesinos en su situación legal fue el hecho de que fueran considerados súbditos del estado aunque sin derechos, en lugar de objetos inexistentes ante la ley como eran antes.

Había tres tipos de campesinos, los campesinos libres, que eran minoría, los campesinos del Estado, a los que se unieron después de la fiscalización de los bienes de la Iglesia los campesinos de ésta y los campesinos de los terratenientes.

Radischev dedica una buena parte del libro a proponer reformas que él considera necesarias en la legislación para mejorar la situación de Rusia, para ello se vale de un texto añadido de carácter plenamente publicístico que el viajero encuentra por casualidad. No tiene demasiada confianza en su plan de reformas sin embargo porque es consciente de que para que éste sea efectivo tendría que ser adoptado por los mismos que mantienen al país en la situación en la que está y sacan provecho de la injusticia del sistema.

Todos los problemas que históricamente arrastraba la organización política y social rusa habían creado fuertes tensiones en el campo y en las regiones periféricas de Rusia. Éstas habían explotado con cierta regularidad en diferentes rebeliones de distinto carácter y magnitud desde la época de Isabel I. Sin embargo a partir de la desaparición y posterior muerte de Pedro III aparecerá un nuevo elemento que de alguna manera aglutinará los descontentos y demandas populares.Alrededor de su figura se forjó la leyenda de que no había muerto y que volvería para salvar a Rusia y al pueblo ruso. Siguiendo la tradición, ya bastante común en Rusia, de los falsos monarcas autoproclamados, aparecieron hasta doce pretendientes a la identidad de Pedro III que tuvieron escasa fortuna. En 1773 sin embargo, un cosaco del Don llamado Emelián Pugachev, haciéndose pasar por Pedro III, consiguió aunar tanto a los campesinos como a los viejos creyentes y a los cosacos del Don alzándose contra la emperatriz y dando inicio a una guerra civil que puso en jaque a las fuerzas imperiales durante casi dos años. El indefinido programa político que alzó como estandarte se sustentaba en el malestar de la población por la corrupción del Estado, el hambre y las pesadas cargas fiscales y en un rechazo a las reformas que habían reducido los privilegios y derechos tradicionales de diferentes clases y grupos sociales, y se tradujo en una defensa a ultranza de la tradición. La revuelta se prolongó durante dos años llegando a tener bajo su control un extenso territorio. Sin embargo la extraña composición del ejército de los sublevados, en el que se mezclaban bashkirios, tártaros, cosacos, campesinos rusos y antiguos creyentes, cada uno con intereses muy distintos y en muchos casos opuestos, hizo que finalmente la rebelión fuera aplastada y su principal dirigente juzgado y posteriormente ajusticiado en Moscú. Los campesinos pedían que se les defendiera del creciente poder de la nobleza, los antiguos creyentes que se les permitiera mantener sus creencias, los cosacos sus costumbres y sus leyes, los grupos étnicos minoritarios defensa frente a la pujante rusificación y la pérdida de tierras. Como se puede apreciar la rebelión más que revolucionaria era tradicionalista y pretendía cambiar de monarca, no de sistema político. De ahí que la emperatriz tildara a Radischev de ser un agitador más peligroso que Pugachev, ya que los dardos del primero se dirigían directamente a la institución monárquica mientras que el segundo era simplemente un rival al trono. A pesar de eso la revuelta de Pugachev marcará un punto de inflexión en las ansias ilustradoras y reformistas de Catalina. El mismo año en que se acaba con la revuelta de Pugachev se dan por finalizadas las actividades de las comisiones que aún seguían activas de la Comisión general Legislativa y se inicia la reforma del sistema de administración territorial.