Viajeros en evolución - Antonio Arellano García - E-Book

Viajeros en evolución E-Book

Antonio Arellano García

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Beschreibung

El niño adolescente y adulto que era James, siempre había observado el cielo nocturno buscando el brillo de las estrellas en el firmamento, e intuía que existía algo más de lo que percibían sus cinco sentidos. Al mismo tiempo que un narrador describe andaduras y pasajes de su vida en el extrarradio de Barcelona centradas a finales de los años 70 y principios de los 80, algunas de sus amistades hablan en primera persona y, su yo más elevado, el cual se siente un ciudadano galáctico en constante evolución, viajan en una nave llamada Tierra a la velocidad de 792000 kilómetros por hora en traslación alrededor del centro de la Vía Láctea. La transición española estuvo marcada por el descubrimiento de nuevas libertades, y con ellas llegaron el sexo, las drogas y el Rock and Roll. Más allá de lo que vivieron aquellos veinteañeros, las historias transmiten qué sintieron y cómo lo vivieron. El espíritu de la Killer Guitar, abanderado de los perdedores y desheredados, se apoderó del alma de James y le empujó a montar un grupo musical, el único aliciente que a él y sus amigos les permitió soñar con una realidad diferente. El niño adolescente y adulto desorientado, manifiesta un mensaje de espiritualidad desde lo cotidiano y, junto a su consciencia más elevada, avanzan paralelos en su propia transformación, que es la misma en la que está inmersa la Humanidad.

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© Derechos de edición reservados.

Letrame Editorial.

www.Letrame.com

[email protected]

© Antonio Arellano García

Edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz Céspedes.

Diseño de portada: Antonio F. López.

Fotografía de cubierta: © Fotolia.es

ISBN: 978-84-17161-93-4

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

Este libro colabora con:

El Credo de Buda

No creáis en algo porque simplemente lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en diferentes lugares hayan creído en ello durante siglos.

No creáis en algo por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo crean.

No creáis en algo porque así lo hayan creído los sabios de otras épocas.

No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone, cayendo en la trampa de pensar que algún ser superior os lo inspira.

No creáis lo que dicen los libros, solo porque esté escrito en ellos.

No creáis a los oradores públicos ni a ningún otro ser humano tan solo porque sí.

Creed únicamente en lo que vosotros mismos hayáis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen del discernimiento y a la voz de la conciencia.

BUDA

EL AUTOR

Es una gran satisfacción interna para mí que puedas estar leyendo estas líneas y no desearía que lo recibieras desde mi ego, sino desde mi corazón.

Me considero una persona sencilla, autodidacta y con ganas de seguir caminando el sendero que me ha tocado en esta vida. Ahora, a través de este libro, tengo la oportunidad de compartir una serie de relatos en los cuales hay retazos o pasajes de mí pasado ambientados en el barrio donde me crié y crecí. Los lugares, nombres de artistas y grupos musicales aparecen por su nombre real, no así el de los personajes, que son ficticios. En mayor o menor medida, hay una mezcla de hechos reales, ficción y fantasía. Y en relación a las historias relatadas, están escritas como quedaron grabadas en mis neuronas, muy diferente de como en realidad sucedieron. Mi intención es compartir, más allá de lo que vivieron unos determinados seres humanos, cómo lo vivieron y qué sintieron. Todos los habitantes de la Tierra estamos en constante evolución y, como digo en el primer capítulo del libro titulado Ciudadano galáctico, es igual que las historias sucedieran entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, antes de Jesucristo o dentro de la Edad Media. Más allá de las experiencias, diferentes según la época, aparecen las emociones humanas y ellas son el motor del cambio: las emociones, la adaptabilidad al entorno y la fortaleza del corazón humano.

Deseo dar las gracias a Mª Jesús Laguna Rojo por sus observaciones y a Maribel García Moirón por sus comentarios sobre mi obra. Me han resultado muy interesantes para reafirmar mi fe en Viajeros en evolución. Igualmente, quiero agradecer su colaboración a todo el equipo de editorial Letrame (corrección, maquetación, diseño gráfico, edición…) y a todas las personas que, de un modo u otro, han participado en la consecución de mi obra. Sin ellos, este libro no estaría en tus manos.

Espero que lo disfrutes.

Muchas gracias.

Antonio Arellano García.

I Ciudadano Galáctico

Soy inmortal y viajo a través del espacio y del tiempo. No pertenezco a la Primera Fundación ni tampoco a la Segunda, ambas diseñadas por Isaac Asimov; no utilizo La Máquina del Tiempo creada por H. G. Wells, ni soy un personaje ideado por el gran Julio Verne desplazándome al centro de la Tierra, bajo el mar o hacia la Luna. No formo parte de la película Matrix; no estoy hibernado en una cápsula que viaja en el interior de una nave sideral surcando el cosmos, ni soy un fantasma condenado a vagar eternamente por los rincones de un castillo escocés. Tan solo soy un ser humano, soy inmortal y viajo a través del espacio y del tiempo.

Desde que fui crío, observé el cielo nocturno estrellado y percibí que existía una conexión entre quien era yo entonces y aquellas luces titilantes que refulgían en la oscuridad; intuía que parte de mi esencia estaba allí, en el interior de las estrellas, y que la de ellas habitaba dentro de mí.

Todo vibra, gira y se desplaza en el universo, desde la más ínfima partícula hasta la estrella más extensa y rutilante que ose imaginar el ser humano. Y según fuentes oficiales actuales, sucede desde hace alrededor de 13800 millones de años, cuando se originó el llamado Big Bang o Gran explosión.

Mi bagaje no es el de un científico o astrofísico, y tampoco me hace falta para intuir que yo estoy relacionado e interactúo con todo lo que perciben mis sentidos de un modo que se escapa al entendimiento de mi mente racional, pero no así a lo que interpreta mi corazón y más profundamente mi alma. El motor de mi pecho, que incesantemente bombea sangre al resto de mi cuerpo, y mi espíritu, que me conecta con otras dimensiones superiores, saben que todos somos Uno.

El maravilloso planeta que habitamos, la Tierra, no es una roca inerte, es un complejo organismo vivo y nosotros, los seres humanos, somos sus células.

¿Qué ocurre en un ser humano cuando precisamente sus células se contradicen y generan conflicto? Que dan lugar a episodios violentos y, como consecuencia, aparece la enfermedad, la misma que azota a la increíble gran Bola Azulada vista desde el espacio y que nos acoge. Una Bola Azulada que comparte la misma proporción del líquido primigenio generador de vida, agua, con cada habitante de la Tierra.

Al día de hoy, atravieso la edad humana de la cincuentena, soy un ancestral explorador y continúo viajando; el vehículo que utilizo es el cuerpo humano que, actualmente, se me ha asignado y lo digo de esta manera porque todo lo que sucede obedece a un Plan Elevado guiado por una Inteligencia Superior que va más allá de la racionalidad humana.

¿Qué más da si mi edad humana corresponde al periodo de la infancia, adolescencia, veintena, treintena, cincuentena o más? ¿Qué más da si mi género es masculino o femenino? Si peso poco o mucho; si tengo pelo o soy calvo; si el color de mi piel es amarillo, blanco, negro, mestizo u otro; si utilizo gafas; si soy vegetariano o carnívoro; si miro a las chicas o chicos guapos; si veo la televisión; si a veces bebo más de una cerveza o más de una copa de vino; si me apetece saciar ciertas necesidades físicas; si mi mente toma el control de mi vida a menudo; si me surgen miedos que no sé de dónde vienen; si no soy al cien por cien impecable con mis palabras y actos; si estoy entre el pasado y el futuro constantemente; si me equivoco; si me enfado; si mi infancia y mis padres no fueron los que yo hubiera deseado; si no hubiera perdido aquel trabajo o el otro que no conseguí; si no hubiera finalizado aquella relación de pareja o la otra que no llegó a comenzar; y si aquella persona que amé continuara viva. Y si, y si y si… Los “y si…” podrían ser interminables.

Lo único cierto y valido es: “Ahora”, aquí y ahora. Este mismo instante en el cual estoy escribiendo y expresando lo que surge de mi interior y ese otro mismo instante en que tú, como lector, leerás o no este escrito.

Si vivo el ahora mismo, en mi vida no existen los problemas; ni en la mía, ni en la tuya, ni en la de nadie. Si lo vivo con plena consciencia, estoy conectado con un espacio que va más allá de mis pensamientos, de mi cuerpo, de mi mente, de mis circunstancias personales. Si mi consciencia está presente, no importan mis emociones, ni si tengo hambre o sed, ni que la persona que me acompaña diga que me quiere o no me quiere, ni que esté solo en soledad y ni que esté solo en multitud.

Con quien realmente puedo contar en cualquier situación que experimente es conmigo mismo y conmigo misma. Más allá del ruido exterior y más allá del ruido interior, dentro de todos y todas existe una Presencia, un Ser, un Espíritu que, permanentemente, está conectado a una especie de Fuente Inagotable a la que se podría llamar Dios sin ninguna connotación religiosa. Si reflexiono sobre mi propia biografía, desde mi nacimiento hasta el día de hoy, me maravillo.

Elegí venir a esta realidad y vivir una determinada infancia, adolescencia y madurez. Pasé por momentos dolorosos y traumáticos, también por otros felices. En multitud de ocasiones deseé cambiarlo todo, incluyendo la casa donde crecí, el entorno y hasta mi familia. El viaje fue imparable y me trajo experiencias que ni habría atrevido a soñar… Nuevos compañeros y compañeras que aparecieron en mi trayecto, aciertos, errores, me introduje de pleno en el mundo adulto, asumí responsabilidades laborales y familiares, acepté normas y un sistema de creencias obsoleto, y pasé a formar parte del Matrix, Tinglado, Montaje o como queramos llamarlo; conseguí lo que me dijeron iba a aportarme felicidad y descubrí que por dentro estaba vacío. Me di cuenta de que interpretaba un personaje falso, alejado de quien realmente deseaba ser, y ese falso yo asumía el control de mi vida y viajaba con una u otra mascara, dependiendo del momento o lugar. Ese yo podría llamarse ego, era un actor de la hostia y… ¿Por qué no decirlo? Lo hacía de primera. Le encantaban los conflictos y se alimentaba de ellos. Vivía entre el pasado y el futuro, no cesaba de hacer suposiciones, de quejarse, de juzgar, de criticar, de quedarse en el papel de la víctima, de echarle la culpa de las situaciones desagradables a los demás, joder… la culpa siempre la tienen los otros y las otras…

Pasaron ciertos años humanos y un buen día comencé a practicar yoga. ¡Vaya viaje!

Ocurrió en el momento adecuado. No podía haber sido ni antes ni después.

Me formé como instructor de kundalini yoga; tomé decisiones que le dieron la vuelta a mi vida y a la de otras personas muy cercanas; capitaneé el timón de mi destino; aprendí a ser autosuficiente; a cuidar de mí mismo y de mi padre y mi madre. Reconecté con mi Fuerza Interior y avance sin miedos. Apareció una nueva compañera que me aportó magia, algo que yo mismo me había negado anteriormente. Aceptó venir a vivir conmigo y en menos de dos años abandonó esta realidad tras atravesar una enfermedad terminal que dejó irreconocible su cuerpo físico. Marcharon también mi padre, mi madre, mi exmujer, padecí un accidente casero en el que creí que yo también desaparecía, la empresa donde trabajaba cerró… Y ahora estoy aprendiendo a estar conmigo mismo. Y aparece una nueva persona en mi vida que me aporta más magia y como que todo comienza, acaba o se transforma… Qué más da el tiempo que dure nuestro caminar…

¿Quién soy?

Aquel niño confundido y atemorizado; el adolescente rebelde; el chico de barrio duro por fuera y blando por dentro; el eterno romántico; el joven desbocado traspasando la frontera de lo políticamente correcto; el rockero intransigente; el militar marinero de tierra firme cabreado con el mundo; el posible novio serio y formal; el buen chico a los ojos de los suegros; el contable responsable; el marido supuestamente ideal; el malo que decide acabar con una relación de pareja de 22 años; el profesor de yoga; el dinamizador de talleres de la risa; el masajista de shiatsu; el escritor…

Soy todo eso y mucho más… pero no yo sólo. Cada uno y una de nosotros y nosotras somos mucho más de quien supuestamente nos han hecho creer que somos.

Quien realmente soy y somos ya lo era y éramos cuando nacimos. Mi esencia pasó por la niñez, la adolescencia y llegó al mundo de los adultos; y ahora, cada vez que cultivo mi relación con ella, estoy más cerca de quien realmente soy. Cuando medito, estoy en silencio y consigo aquietar mi mente; cuando paseo en conexión con la naturaleza, al bailar, reír, cantar, pintar, dibujar… Cada vez que hago algo con total atención y vivo en el presente, estoy conectado con mi Ser. Porque no estoy, Soy, y si consigo Ser, no importa lo que ocurra a mi alrededor. Es igual que se dispare la dichosa prima de riesgo, si nos van o no a rescatar económicamente desde Europa, si políticos o personajes públicos son corruptos y cantidad de historias más.

Si me identifico con los personajes de la película Matrix, les doy fuerza. Si permito que las vibraciones negativas penetren en mí, me alejo del Ser que soy. Al Ser que realmente soy no le afectan las situaciones externas, siempre sigue siendo quien Es. Es igual que sea pobre, rico, tenga alguna diversidad funcional, diferente color de piel, sexo o cualquier otra circunstancia que me haga parecer diferente a los demás… Más allá de lo evidente y visible, hay un gran espacio invisible y allí suceden cosas mágicas y sin explicación racional. Aunque la verdad es que no sólo suceden experiencias mágicas en el mundo invisible.

Cada instante que vivo va acompañado de milagros. El hecho de abrir los ojos cada mañana, respirar, levantarme, vestirme, ducharme, desayunar… La lista es interminable.

Desde mi infancia me resonó profundamente el cielo nocturno, sus estrellas y el titilar de aquellos puntos de luz lejanos. Esta es la principal razón de por qué me siento un ciudadano galáctico. Soy feliz donde me ha tocado vivir: una comunidad autonómica llamada Catalunya, aunque no es lo más importante que atienda a este nombre, lo primordial es que ocupa una diminuta y hermosa franja de la viajera Tierra. Nuestro sistema solar, con sus planetas, satélites y demás restos rocosos, se traslada alrededor del centro de nuestra galaxia a una velocidad de 792000 kilómetros por hora. Agazapados en una espiral cercana al borde exterior de la Vía Láctea, avanzamos junto a millones de galaxias al compás de una Inteligencia Superior. Y los científicos dicen que nuestro Sol se colapsará dentro de 5000 millones de años cuando, si los cálculos no se equivocan, choquemos con la galaxia Andrómeda. Las dos galaxias viajan aproximándose la una hacia la otra a una velocidad de 468000 Kilómetros por hora. Otro estudio, de origen inglés, realizado en 1972 ofrecía resultados catastróficos para el año 2050; llegados a esta fecha, se acabarían los recursos naturales del planeta Tierra. El mismo estudio, actualizado en el 2015, alarga nuestro fin hasta el año 2100.

En un congreso de terapias de fin de semana, una chica estaba hablando de la luz solar. Dijo que cuando se enfrentaba a una determinada circunstancia en su vida diaria, se imaginaba que ella era el Sol y observaba a la Tierra… Inmediatamente desaparecía la duda.

Cualquier problema que un ser humano pueda tener es una nimiedad visto desde el espacio exterior. Desde allí fuera, nos podemos imaginar a los 7500 millones de habitantes que somos… y cada uno de nosotros con sus propias historias personales. Si tomamos consciencia de este hecho, cualquier contratiempo que vivamos queda relativizado por la inmensidad de quien realmente Somos.

La esencia es sinónimo de vida y la vida, según Eckhart Tolle, es eterna y va mucho más allá del concepto de vida humana. ¿Cuántas diferentes formas de vida pueden existir? Las palabras de Tolle son auténticas: “Todo está en el Aquí y Ahora”.

Soy una chispa viajera y mi esencia es eterna. Esa esencia ya estaba con Lucy, el primer homínido que, según estimaciones, hace unos 3,2 millones de años comenzó a caminar, liberar sus manos y utilizarlas en tareas de socialización con su grupo. Estaba cuando la mano de otro homínido tocó el Monolito en la película 2001, Odisea en el espacio. Estaba también cuando el replicante Roy Batty, en la película Blade Runner, dijo las siguientes palabras: “He visto cosas que los humanos no creeríais, atacar naves en llamas más allá de Orión y Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”. Y estaba a lo largo de la evolución de todas las especies, principalmente la humana. La raza humana dispone de tres cerebros: reptiliano, que data de hace 500 millones de años, límbico y neocórtex. En el primero se originan los impulsos básicos; en el segundo se almacenan emociones y recuerdos; y el tercero, también llamado cerebro racional, permite controlar las emociones y tener consciencia. El reptiliano y el límbico conforman el cerebro emocional inconsciente y el neocórtex, el cerebro racional consciente. Alejandro Jodorowsky dijo que la raza humana debe seguir evolucionando hacia un cuarto cerebro, el cual sería colectivo. Si no se consigue y según sus palabras, está condenada a la extinción.

Ramiro A. Calle, maestro de yoga, escritor y pionero en introducir esta disciplina en España, ha comentado que las personas somos homo animales y eso quiere decir que estamos todavía muy lejos de lo que se supone ha de llegar a ser un ser humano.

Hace unos 10000 años vivíamos en la Tierra entre 5 y 10 millones, aproximadamente, de seres humanos; en el año 1000, alrededor de 300 millones; en el año 1800 éramos 1000; en el año 1927, sobre 2000; en el año 1987, casi 5000; en el año 2000 pasamos de 6000; y en octubre del año 2011 llegamos a los 7000 millones. En el año 2015 se ha incrementado en unas 500000 personas más; y, según cálculos, antes del año 2100, alcanzaremos la cifra de 11000 millones de seres humanos.

¿Cuántos momentos de extravío han experimentado tan ingente cantidad de humanos? ¿Cuántos estarán experimentando? ¿Y cuántos experimentarán en el futuro?

Pau Donés, de Jarabedepalo, nos recuerda que tenemos miedo a morir, pero más miedo tenemos todavía a vivir.

Las historias que siguen hablan, precisamente, de esos instantes. Es igual que sucedieran entre finales del siglo XX y comienzos del XXI, antes de Jesucristo o dentro de la Edad Media. Más allá de las experiencias, diferentes según la época, aparecen las emociones humanas y ellas son el motor del cambio; las emociones y, por supuesto, la adaptabilidad al entorno. La civilización humana ha avanzado, o eso se dice, y con el avance han llegado nuevas tecnologías. Tecnologías que nos han interconectado de una manera inimaginable hace pocos años, para lo bueno y lo malo. Aunque hay algo que no ha cambiado: la fortaleza del corazón humano, capaz de sobreponerse a experiencias inimaginables.

II El triunfo de la Killer Guitar

La esencia de la Killer Guitar había existido desde mucho antes que el ser humano, en su evolución, llegara a ser considerado Homo sapiens. Y esa esencia acompañó a James desde su nacimiento hasta que comenzó a manifestarse en su caminar por la vida. Una infancia difícil en una familia desestructurada, una educación arcaica y fascista, un barrio obrero en la periferia de Barcelona de los años 60 y 70, y un entorno en el que no se podía mostrar sensibilidad fueron detonantes que desencadenaron un ir más allá del mundo que le rodeaba. No comprendía por qué la violencia era generalizada en todos los ámbitos de su vida: en casa de sus padres, en la escuela y en la calle. La esencia de la Killer Guitar conectaba con los marginados, los desheredados, los perdedores y con todo ser humano que vivía y era tratado injustamente. Y una chispa de su energía, a través de la música rock, fue transmitida a James. Este sonido fue el resultado de la evolución de otros anteriores y estos, a su vez, de otros, y estos, a su vez, de otros… Así hasta llegar al grito que salió del primer animal maltratado. La expresión verbal primero y luego el uso de utensilios para manifestar diferentes estados de ánimo dio origen al germen que, millones de años después, se llamaría música. El sentimiento de estar coartado, sometido y esclavizado por otros seres humanos influenció profundamente su evolución.

El blues y el jazz, casi paralelamente, comenzaron a expandirse entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, principalmente, en el estado de Luisiana al sur de Estados Unidos. El blues se inició desde la individualidad y para manifestar opiniones o sentimientos a través de canciones breves medio habladas, medio cantadas o medio gritadas, con el fin de comunicarse entre los braceros en los campos de algodón durante sus labores o en descansos. El jazz también bebió de las mismas fuentes, pero no nació tan individualista y sí más participativo, incluso festivo; así, necesitó de instrumentos variados y la necesidad de reunir un grupo más numeroso para su ejecución. Los dos estilos son consecuencia de la interacción entre las tradiciones africanas y europeas, cuyo resultado se manifestó en Norteamérica. La primera semilla fue plantada cuando los primeros esclavos negros llegaron a Estados Unidos a comienzos del siglo XVII. Y no es casualidad que la música clásica forjara sus cimientos en la misma época. Y llegaron los años 50 del siglo XX y apareció el rock and roll, principalmente, de la mano de Elvis Presley, Chuck Berry, Bo Diddley, Jerry Lee Lewis, Muddy Waters, Eddie Cochran, Buddy Holly, Gene Vincent, Little Richard y Bill Haley and The Comets, entre otros. Y este término, curiosamente, ya aparecía en la literatura del mismo siglo XVII, siempre referida a botes y barcos. Rock es el movimiento hacia atrás y delante y roll, movimiento hacia los laterales de un barco. Pero fue Alan Freed, un disc-jockey estadounidense, quien comenzó a utilizarlo para describir el estilo en una retransmisión radiofónica a principios de los años 50. También se usaba como alusión a las relaciones sexuales.

Sus programas radiofónicos se alargaban hasta las tres de la madrugada los sábados y tuvo un éxito inmediato. El 2 de marzo de 1952, una multitud de 25000 personas, blancos y negros, sin distinción, echó abajo las puertas de entrada para poder participar: fue el primer desorden público de la historia del rock. Y llegaron los años 60 y con ellos la invasión británica en Estados Unidos con The Beatles y The Rolling Stonesa la cabeza. Se fusionaron el blues, el rock y el jazz, y dieron lugar a multitud de nuevos géneros. Surgieron el garaje rock, folk rock, blues rock, rock psicodélico, funk, rock progresivo o sinfónico, rap, glam rock, hard rock, hip-hop, música disco, new Wave, punk, punk rock, house, heavy metal, dance, techno, trance, grunge y una larga lista de subgéneros. Aunque el término hard rock se comenzó a utilizar a finales de los años 60, el primer riff de la historia considerado como rock durolo tocaron The Kinks en su canción You Really Got Me en el año 1964. Y el rock acabó fusionándose con todos los estilos, incluyendo la música clásica. El sonido surgió de cualquier rincón del planeta Tierra y, en todos los pueblos, etnias culturales, zonas rurales, grupos de seres humanos y ciudades, se manifestó una inquietud interior que se canalizó expresándola a través de todo tipo de música, solo cantada, con instrumentos o combinándose ambas.

Existen líneas invisibles que lo conectan todo y también registros etéreos que guardan todo aquello que sucede desde el principio de los principios. A James se le activó una de las líneas invisibles y recibió una información concreta de uno de los registros etéreos: la música rock de su época. Y, cuando el sonido potente lo trasladaba a una realidad diferente y paralela, percibía que había más personas en su misma situación intentando evadirse de un entorno que les agobiaba y ahogaba. Y no supo el preciso instante en el que sucedió. Fue gradual. En sus primeros recuerdos, se veía a sí mismo, siendo un crío de 7 u 8 años, observando a cinco chicos intentando ser músicos en un local austero que cerraban con una persiana metálica en la calle de Pubilla Casasdel barrio de Can Vidalet. Era uno de los cientos o miles de grupos sesenteros españoles que intentaban imitar a sus ídolos ingleses o norteamericanos. Más adelante, fue el sonido de los vinilos de música pop y rock comercial que ponía en casa el hermano mayor a principios de los setenta y ya, con 15 años, conoció el hard rock. Al mismo tiempo que contactó con el sonido que actuó a modo de salvavidas en su existencia, fuerzas inexplicables más allá de la razón humana se aliaron y decidieron enviarle un sueño; un sueño que lo ayudaría a no ser arrastrado por las vibraciones negativas que lo rodeaban; un sueño que se instaló en su caminar por la vida; un sueño al que se agarró tan intensamente como el náufrago a punto de ahogarse que recibe un cabo para sujetarse. Esas fuerzas inexplicables lo espolearon a ir muy lejos, lejísimos de sí mismo. Y un día tuvo un sueño que cambió el devenir de su vida.

Soñó que descendía por un abismo tan negro que le causaba pavor; un abismo profundo y aparentemente sin fin. Bajando, su cuerpo rozaba unas paredes frías y sentía como cientos de ojos se clavaban en él. Carcajadas estruendosas perforaban sus oídos. Finalmente, cayó en una especie de líquido viscoso, maloliente y gelatinoso, tanto que le repugnaba su contacto; era completamente asqueroso. Su visión y lucidez fueron mermando, como si aquel líquido absorbiera sus facultades. Insospechadas sombras parecían cernirse sobre él y saturaban su ser. Las piernas se le doblaban y se sumergía poco a poco.En el momento que creía que se ahogaba, una pequeña luz lo alumbró y se sobrepuso a aquel ambiente infernal. Con nuevas fuerzas y sus pies tocando fondo, logró ponerse en movimiento y, no sin dificultad, caminar penosamente dentro del líquido pastoso y pestilente que le llegaba al pecho. Se encontró con figuras grotescas que le recordaban a rostros conocidos de su vida diaria: caras envejecidas, carcomidas y demacradas por una vida repleta de hipocresía y engaños. Siguió su camino superando a aquellos seres, impotentes de detenerlo, y logró salir de aquella especie de lago infecto y podrido.Empezó a caminar en suelo firme y rodeado de una oscuridad desconcertante que le producía una inquietud alarmante. De pronto, tropezó con un objeto, cayó al suelo, se levantó y se encontró con una especie de pared. Tanteando, descubrió que era una puerta cuyo contacto le ponía la piel de gallina. Logró abrirla, no sin un titánico esfuerzo, y no supo cómo describir lo que sus ojos vieron en aquel paisaje totalmente desolador y repleto de amenaza. Un aire caliente lo inundó; sus sentidos parecieron enloquecer y creyó no poder soportar aquella alucinante visión de terror irreal.Hordas terribles de diminutos diablos de ojos repletos de sangre, árboles sobrenaturales con vida propia, animales de todo tipo deformados y agónicos, objetos indescriptibles danzando alrededor de una especie de sol con rayos de ultratumba y personajes inanimados que caían uno tras otro en lava incandescente. El ambiente estaba viciado de azufre y de mil olores sin nombre.Por un momento, se concentró en sí mismo y pensó que era un sueño sin sentido. Abrió bien los ojos, localizó en la distancia a uno de los pequeños demonios que se lanzaba sobre él volando a gran velocidad, y reaccionó tirándose al suelo y sintiendo como unas uñas afiladas desgarraban superficialmente su espalda. El terror se apoderó de su alma y un pánico ciego lo obligó a correr desbocadamente entre todos aquellos seres de otro mundo. Desesperado y casi sin respiración, creyó oír un sonido metálico tranquilizador que le hizo girar la cabeza y descubrir una Killer Guitar que se dirigía hacia él.

Su forma era desconcertante y compacta: cuerpo en forma de calavera infrahumana, mástil palpitante de vida y cuerdas sobrecargadas de agresividad.

No dudó un instante, apoyó sus pies en una cabeza carcomida y putrefacta, y con todas las fuerzas saltó. Cuando la guitarra parecía escaparse, logró agarrarla y montarse en ella. A continuación, se oyeron risas, más bien carcajadas, gritos de triunfo y una corriente de energía indescriptible le engulló. El vehículo volador, implacable y arrasador, aniquiló a todos aquellos seres que nadie osaría imaginar. James, abrazado a la Killer Guitar y surcando los aires sobrecogedores del negro vacío, se regocijó y estalló en mil orgasmos. Fue simplemente maravilloso. Cuando reaccionó, su vista se volcó sobre aquel submundo espectral y pudo observar debajo de una neblina de cataclismos ancestrales que algo se removía entre todos aquellos destrozos. Repentinamente, surgieron más diablillos, les miraron fijamente y, en una fracción de segundo, se elevaron en los aires hacia ellos lanzando berridos inhumanos. La adrenalina corrió a torrentes dentro de su cuerpo, la excitación subió hasta límites superiores y fustigó a la guitarra, la cual emprendió una veloz carrera. De pronto, zumbaron junto a su cabeza flechas de sonido supersónico que le recordaban a ciertas melodías comerciales y discotequeras. Aquel ataque cogió a ambos por sorpresa; las ondas sónicas se fueron multiplicando y la Killer Guitar empezó a volar en zigzag escabulléndose de aquel martirio. Los perseguidores parecían acercarse, así que aumentaron la velocidad, los perdieron de vista y recorrieron espacios y universos desconocidos. A James le pareció sentir que su poderosa salvadora intentaba comunicarle algo y la miró fijamente. En su cuerpo, apareció una visión que lo dejó alucinado de éxtasis.

Mil escenas ancestrales representadas por multitud de animales y personas negándose a ser sometidos y consiguiendo su libertad. Humanos y no humanos desde el comienzo de todos los comienzos. Aquella energía se concentró en su campo visual y surgieron nombres relacionados con la música como Iggy and The Stoogues, MC5, Grand Funk Railroad, The New York Dolls, The Velvet Underground, Lone Star, The Doors, The Jimi Hendrix Experience, Cream, Janis Joplin, Led Zeppelin, Creedence Clearwater Revival, Tina Turner, Lynyrd Skynyrd, Ten Years After, Suzi Quatro, Deep Purple, The Runnaways con Joan Jett, Sex Pistols, Black Sabbath, Judas Priest, AC/DC, Barón Rojo, Scorpions, Patti Smith, Queen, Guns N’Roses, Motörhead, Metallica, Nirvana y muchos otros más aparecieron, provocando en James una transformación que lo llevó a sentirse parte de la Killer Guitar y fusionarse con ella. Ahora eran una única entidad.

Sintió, de nuevo, el ataque del enemigo. No pudo soportarlo más y se volvió loco de rabia. Paró su carrera, giró su cuerpo y les plantó cara sin el más mínimo miedo. Faltando poco para el encuentro con las hordas demoniacas, les lanzó una onda sónica que concentraba la esencia de todos los nombres aparecidos y los desintegró totalmente. Inesperadamente, surgió una luz como jamás había visto. Millones de soles parecieron salir de la nada; cientos de figuras surgieron ante él sonriendo y satisfechas, como si al contemplarle les produjera placer. Hubo un reflejo y observó que se había convertido en la Killer Guitar.

Su forma era desconcertante y compacta: cuerpo en forma de calavera infrahumana, mástil palpitante de vida y cuerdas sobrecargadas de agresividad.

Dentro de aquel sueño se sintió tan vivo como nunca lo había estado y sabía que la energía de todos aquellos nombres y muchos más estarían a su lado hasta la eternidad y él, ya como la Killer Guitar, sería el guía para los marginados, sometidos, perdedores y desheredados.

Después del sueño, James despertó y se levantó con una sensación extraña. Fue a mirarse al espejo del lavabo y se vio diferente. Por un momento, le pareció observar la imagen de una calavera en forma de guitarra eléctrica en cada uno de sus ojos. Se los frotó, lavó su cara varias veces con agua caliente y continuó su caminar en la vida. Una profunda transformación interior había ocurrido.

III La Niña Montserratina

Sus ojos la delataron. No podía ser ella, pero sí que lo era. James, después de varios meses sin verla, no se lo podía creer. Fue suficiente una mirada para que se desencadenara un cruce de rayos invisibles entre los dos. El deseo vehemente de un frustrado e irrealizable sueño palpitó de nuevo en el corazón del niño hombre perdido dentro de sí mismo. Y no pudo evitar sustraerse a un pasado reciente.

Un fin de semana, seguido de otro y otro; un millar de ellos encaramados en lo alto del ciclón más potente y destructivo de los existentes y por existir. Sabor a miel dulce y empalagosa. Elixir fecundo de dioses sobrenaturales. Sueño angelical de hacer el amor con la Niña Montserratina. Y ella, a pesar de la ambigüedad y las dudas, en su fuero interno también lo deseaba. Dos cuerpos adolescentes se estremecían besándose sentados en la penumbra y en sus jóvenes mentes se aglutinaban mil sensaciones.

Sucedió en la discoteca Trapezzio, situada en la calle Molino, 21-23 de Esplugues de Llobregat, todavía suspendida en el aire indulgente de los sueños. Luces ubicadas bajo un suelo transparente observaban como si fueran ojos luminosos despidiendo un haz de reflejos multicolores. Controlaban el ir y venir frenético de esquivos cuerpos moviéndose al ritmo del rock conocido más potente de aquella época. Tiempo de amigos contados dentro de una mano. La Niña Montserratina y James comenzaban a descubrirse a sí mismos. Un día acudieron a una fiesta en un local colindante con el mesón Curro de la calle Iberia en Hospitalet de Llobregat y allí se encontraron con el grupo de amigos del niño hombre perdido. Entre ellos, se encontraba Neón y su chica, ambos con el pelo rubio oxigenado. James nunca había asistido a una movida tan multitudinaria y se sentía como un niño pequeño, pequeñito, feliz, sin sentido real de la realidad, embobado en la más tierna ingenuidad y flotando en nubes de algodón.

Cuántos días interminables esperó el niño hombre a su Niña Montserratina en la discoteca Trapezzio y ella, cuando no venía, en los brazos de otro niño hombre de mejor posición social. Sí, porque ella pertenecía a otro sustrato de la sociedad considerado como pijo.

¡Qué sueño más maravilloso! ¡Qué semanas tan largas! Cuántas tardes recorriendo la discoteca en su búsqueda sin encontrarla. Esplendida caverna repleta de micromundos suspendidos en su interior. Sótano indulgente, imperecedero, de estanqueidad atemporal. Aire cargado de impulsos eléctricos. Infinidad de veces se imaginaba el chico que encontraba a la chica en muchos de los rincones situados en la penumbra.

James ofrecía imagen dura de orgulloso heavy setentero de casta en la pista de baile y su corazón palpitaba a la velocidad de la luz. Por momentos, cuerpos incontrolados volaban impregnados de sonidos de grupos concretos. Deep Purple, Led Zeppelin, Lone Star, Black Sabbath, Jetho Tull, Roger Daltrey camuflado de centauro y algunos otros sonaban bajo la batuta de la Killer Guitar. Se juntaban varios colegas bailando, los unos retándose a los otros. La mano derecha simulaba ser la púa que rasgaba las cuerdas de la guitarra eléctrica y la mano izquierda subía y bajaba del mástil palpitante de vida. Piernas separadas y flexionadas, cuerpo arqueado, cintura elástica, hacia atrás, hacia adelante. Semejaban guitarristas crueles, aterradores y los más duros de la Tierra. Cuando abrían los ojos, un sudor acuoso entraba en ellos y bajaba por el resto del cuerpo. Gritos demenciales llamaban la atención del personal y se quedaban boquiabiertos observando a los actores de aquella película irreal de verano, el primero después de la muerte del dictador Francisco Franco.

Cuando aparecía la Niña Montserratina, James dejaba de lado la parte oscura de la Killer Guitar y se dejaba llevar por los efluvios de su amor, su primer amor. Y lo que empezó de casualidad con una sencilla sonrisa compartida al cruzarse acabó convirtiéndose en algo que el niño hombre perdido jamás llegó a soñar.

Los primeros besos fueron rápidos y espontáneos, como mariposas etéreas y volátiles. En alguna ocasión de éxtasis no reprimido, ella cedía ante la introducción de una lengua solitaria, masculina y sedienta de interiores acuosos de Niña Montserratina, y cuando ocurría, rápidamente, la rechazaba en un microespacio de tiempo durante el cual compartían los jugos salivares. Ella dudaba entre el chico de su status social y James. Nadaba entre lo frío y lo caliente. Entre lo lógico y lo ilógico. Entre el de su clase y el de fuera de su clase. Pero algo había en aquel niño hombre perdido dentro de sí mismo que le achispaba los sentidos, que le hacía pensar que no solo existía el mundo que sus mayores querían para ella y que disponía de la posibilidad de elegir entre lo que estaba obligada a acatar y lo que ella quería. Ella intuía que aquel chico no estaba tan perdido, que su química hacía migas con la suya y soñó que podía existir una posibilidad entre un millón de salir bien la historia. Una historia de amor entre dos humanos en evolución de mundos diferentes. Para él, sin llegar a ser su tipo, ella era la reina de la noche. Tenía aquello que no podía medirse con la mente y sí con el corazón, hecho que le hizo perder los sentidos. La Niña Montserratina era regordeta, mofletuda, de caderas anchas y con unos ojos verdes que parecían dos faros. Pelo largo sobre los hombros, liso y moreno, y toda su indumentaria era de marca. Ninguno de los amigos de James se hubiera fijado en ella.

Fueron varios meses tonteando hasta que, al final, la sedujo. La película saltó de la pantalla y se hizo realidad. El celuloide proyectó una historia en la cual dos adolescentes de mundos opuestos hallaban puntos comunes, el amor sin etiquetas ni fronteras. Él hacía de galán en el film y atraía todas las miradas femeninas, pero solo estaba para su Niña Montserratina. Su cordialidad, vitalidad y perseverancia rompieron las previsiones negativas.

El habitante de un barrio obrero conflictivo se enlazó con una habitante de un barrio de clase media alta. El destino que parecía estar escrito con tinta invisible, con el tiempo, se volvió visible. Una cosa era luchar por algo que se sabía inalcanzable, con la seguridad que verdaderamente era inalcanzable, y otra era luchar por ello con la esperanza de poder conseguirlo.

El sueño de poder conseguir a la Niña Montserratina quedó realizado en el momento en el que él se ganó su confianza, pero no supo estar a la altura que tocaba. Era una quimera. Una cosa era compartir unas horas en un espacio neutral donde los dos adolescentes podían ser ellos y otra era el mundo real. Dos niveles diferentes de sociedad cogidos de la mano hasta que salieron al exterior y se enfrentaron al día a día de la vida. Muchas diferencias de amistades, económicas… El niño hombre perdido se vino abajo. Sus dudas internas, sus miedos, su falta de autoestima, no creerse su auténtica valía más allá de sus creencias autolimitantes consiguieron que su gran amor se escabullera por sueños retorcidos de querer y no poder. Todavía no era su momento y habrían de pasar treinta años para que lo fuera. Huellas profundas de una familia desestructurada, un entorno agresivo y un gran sueño que desaparecía tocándolo con las yemas de los dedos. En aquella contienda fue derrotado. El enemigo todavía era muy potente, pero lo que no sabía es que lo tenía dentro de él y no fuera. Su alma no tenía prisa. Se trataba de experimentar, por eso, le había tocado la familia adecuada y el barrio correcto para aprender. Sin aquel aprendizaje y otros muchos que le aguardaban en el futuro, no hubiera conseguido llegar a abrir su corazón al cabo de treinta años.

Hubo un tiempo en el que la Niña Montserratina bajó y el ángel perdido subió. Rompieron esquemas marcados por los niveles de arriba y los de abajo. Huyeron de lo establecido para casi rozar una verdadera historia de amor sin clases.

Y, de nuevo, ella estaba allí, en la discoteca Trapezzio, mirando a los ojos de James y éste devolviéndole la mirada. Quizá volvía a encontrarse sola y echaba de menos su vitalidad y espontaneidad, o tan solo tenía ganas de pasar la tarde oyendo música. El niño hombre perdido se había dejado dominar por la energía de la Killer Guitar y aceptaba su propio submundo, en él encontraba apoyo y desaparecían sus dudas. Desvió la mirada, se dirigió a la pista de baile y dejó que el rock potente lo engullera. Alzó su rostro sudoroso, emitió un aullido, atizó vigorosamente la guitarra ficticia que estaba entre sus manos, y descargó parte de sus dudas y miedos. La Niña Montserratina lo observaba y comprendió que lo que hubiera podido llegar a ser tan solo fue un espejismo soñado. Ella tenía 15 años y él 16.

IV En el Batusi

En la época en la que James estaba conectado con la parte salvaje de la Killer Guitar, decidió ir un día a la discoteca Batusi de Sant Joan Despí junto a unos amigos. Una vez dentro, inspeccionó el local y se situó en el borde de una de las pistas de baile. Un rock potente comenzó a sonar y un montón de cuerpos se apiñaron en el pequeño espacio circular. Las cabezas comenzaron a moverse hacia arriba y hacia abajo, mientras empuñaban con sus manos la reina de los submundos espectrales. Y no pudo reprimir la energía que se apoderó de él y se introdujo entre la maraña de cuerpos danzando como un maldito más. La energía que envolvía a aquellos seres humanos en evolución salvajes era ancestral, etérea y volátil; los convertía en camicaces proyectados hacia todos los confines del universo sin salir de la pista de baile. Era la tripulación de una nave sideral avanzando por el cosmos a la velocidad de la luz y recorriendo multitud de poderosas estrellas en galaxias lejanas. Y cuando acabó la música anhelada, el viaje se detuvo y todos regresaron a la realidad cotidiana. Y, junto a sus amigos, el chico que mendigaba migajas de amor en rebajas fue a tomarse un cubata. Estando todos de pie y charlando, pasó caminando un asiduo de la discoteca y rozó su hombro con uno de ellos buscando bronca. Y, efectivamente, es lo que deseaba, ya que en cuestión de escasos segundos se dispuso a dar un puñetazo al amigo. James se interpuso entre los dos y se originó un follón de la hostia. Inmediatamente, apareció el personal que trabajaba en la disco, calmó la situación y les comentó que lo mejor que podían hacer era irse lo más rápido posible de allí. El instinto chulesco de hacerse notar quién era realmente el dueño del espacio apareció marcando territorio. Humanos en evolución primitivos no podían aceptar que otros humanos en evolución igualmente primitivos vinieran a su terreno a bailar con la Killer Guitar. Transcurría el año 1976 y era una época en la que, ni entre las mismas tribus, no había paz. Y en el Batusi, como en tantos otros lugares, prevalecía la orden jerárquica del mundo animal indómito que defiende su feudo hasta la muerte. Y el grupo de amigos se marchó. Una vez en el exterior y caminando por la calle, un conjunto de chicos jóvenes se acercaron a paso ligero por detrás de ellos y el más grande pasó su brazo por encima del hombro de James. Éste lo rechazó y le dijo que no se acercara, pero él insistió con buenas palabras. Todo era una treta. Le interpuso una pierna delante de la suya y, haciendo fuerza con el brazo que tenía alrededor de su cuello, lo empujó al suelo y le propinó una patada en la cabeza. Y comenzó a sangrar a través de una brecha que le abrió en la ceja derecha. Lo único que se le ocurrió, al sentir la sangre sobre su rostro, fue correr desbocadamente. La ingenua prepotencia recibió su merecido. Y a raíz de aquella bronca se organizó una venganza, promovida por los mellizos Harry y Alan, que acabó como la historieta de un cómic marginal esperpéntico. En el espíritu de James no existía tal venganza, pero se dejó arrastrar por la energía del entorno en el que vivía.

En los días sucesivos, se expandió la noticia por todo el barrio de Can Vidalet y otros cercanos como la pólvora.

—Esto no puede quedar así —decían unos.

—Hay que responder con la misma moneda —añadían otros.

Y el chico que buscaba migajas de amor en rebajas y que no sabía lo que quería, en medio de unos y otros.

Cada vez eran más las voces que se sumaban y reclamaban venganza, y todos tenían claro que había que liarla bien gorda. Y James fue el actor principal en aquella historieta de cómic marginal esperpéntico. Y quienes más arengaban a todo el mundo conocido eran Harry y Alan, sobre todo, el primero de ellos. Se sumaron gente de los barrios de Can Vidalet, Can Serra, la Florida, Pubilla Casas y hasta se presentó un elemento de la mítica banda de Los Correas de Santa Coloma de Gramanet. Y llegó el día tan esperado para la mayoría de aquellos chicos perdidos en el extrarradio de la ciudad de Barcelona de los años 70.

Una cincuentena de seres humanos en evolución dispuestos a partirse la cara y algo más se dirigieron caminando por calles de barrio y descampados hacia la discoteca Batusi; todos iban provistos de diferentes objetos para ser utilizados como armas. Una bandada de cuerpos deslizándose por un recorrido urbano y no tan urbano buscaban violencia gratuita. El corazón bobalicón del chico que mendigaba migajas de amor en rebajas estallaba en pedazos rojos, invisibles y lacerantes. Se sentía un imbécil que no había sido capaz de defender y asumir su propia decisión de no caer en la provocación. ¿Quedar como un cobarde? ¿Y qué importancia podía tener eso, comparándolo con las consecuencias de la venganza?

Llegaron en tromba al bar Frankfurt que había delante del Batusi y la gente que los vio alucinó un montón. Nada más observarlos, se imaginaron lo que ocurriría a continuación. Y lo mejor de todo fue que los pillaron desprevenidos. Se corrió la voz en un santiamén y se acercaron más chicos de la discoteca. Las chispas saltaban en el aire y James reconoció a quien le había dado la patada en la ceja. Se acercó a él y, en lugar de agredirle, se paró a dialogar. Todo el mundo alucinaba y más los humanos en evolución sedientos de venganza. Esperaban que el imbécil que no había sido capaz de defender y asumir su propia decisión de no caer en la provocación se hubiera lanzado a por él y, a continuación, ellos detrás a por el resto. La incertidumbre se apoderó por completo de la situación.

—Tío, no quiero venganza, pero sí que me respetéis —dijo James al chico agresor, mirándolo de cerca directamente a los ojos.

—Tranquilo, que sí te vamos a respetar —contestó.

Su intención era evidente. Viendo que no comenzaba la pelea, le hacía perder el tiempo a la espera de que llegaran más amigos de los suyos.

El chico que mendigaba migajas de amor en rebajas y que no sabía lo que quería se convirtió en el héroe virgen e inocente que soñaba con un mundo mejor. Ofreció la otra mejilla y aceptó quedar con los suyos como un cabrón y apaleado. En aquel preciso instante asomó el niño asustado que tenía grabadas en sus células multitud de escenas caseras de violencia machista. Para unos fue el gilipollas que se cagó ante el enemigo y para otros, el pirado del pueblo. Un alma pacifista que irrumpió en el mundo de los barrios pobres llenos de agresividad frustrante.

Y los dos seguían mirándose a los ojos. Transcurrían segundos, pero parecían ser horas o días suspendidos en el aire. El otro chico parecía reírse y, en su fondo oscuro y primigenio, pensaba: “Joder, qué huevos tiene este pringado”.

La incertidumbre dio paso a una calma tensa y luego a la aceptación. La respuesta del chico agredido desarmó a todos por completo. Tanto a los suyos como a los otros. Y, poco a poco, comenzaron a retirarse del Frankfurt, que se hallaba delante del Batusi.

Aquellas almas, incluida la de James, se perdieron en el mundo que los esperaba. Serían diluidas en un mar roto de falsas esperanzas. Todos eran muñecos movidos por el gran monstruo de la maquinaria social. Ejercían el papel de víctimas apartadas de la abundancia con la que se nutrían los privilegiados que los utilizaban como marionetas.

El regreso fue anárquico y cada uno fue a su aire. Se dividieron en pequeños grupos dispersos. El rostro de muchos era un verdadero mapa de frustración, desengaño y mentira. La consciencia de James sabía lo que pensaban de él y le daba absolutamente igual. En cierta manera, había demostrado que se podía dar la cara sin utilizar la violencia. El no enfrentamiento era válido y real.

Las chispas de vida continuaban emitiendo en frecuencias múltiples. ¡Qué dichosos allá en la pista de baile del Batusi! Lástima de su agresividad. El aire enrarecido y denso los envolvía en su pequeño territorio. Almas desesperadas de humanos en evolución se consolaban con un rock potente. A su manera, reivindicaban derechos para una vida digna. Unos y otros eran más iguales de lo que se imaginaban en aquel entonces. Vivían en diferentes barrios, con distinto nombre, pero, en el fondo, sus anhelos transcurrían paralelos. Humanos en evolución perdidos intentando hallar su camino en la vida.

En los pensamientos de James, se intercalaban recuerdos variados. Aparecía la Niña Montserratina intermitentemente y se perdía en la oscuridad lejana del olvido. Su figura se difuminaba en la negritud infinita. Espasmos interiores no visibles le hacían precipitarse hacia una rabia incontrolada y salvaje. Autoflagelaba su mente en una desbocada huida que no lo llevaba a ninguna parte. Las famosas capas de cebolla que se desprendían de la gran coraza que recubría su corazón parecían interminables. Una extraña serenidad le llegó y un anhelo profundo apareció. La energía de la Killer Guitar y su sonido le esperaban en la pista de baile de la discoteca Trapezzio de su barrio. No caminaba solo y su auténtico ser lo sabía, aunque tenía mucho camino que recorrer todavía para vislumbrarlo.

V Neón

Existen ciertos humanos que poseen algo diferente a los demás y quien en algún momento de su caminar se ha cruzado con uno de ellos no puede permitir que sus vivencias desaparezcan en la memoria de nadie. Este fue el caso de Neón.

Hacía muchos años que James no tenía noticias de él, pero algunas veces y sin buscarlo aparecía en sus pensamientos. Si hubiera tenido que decir cuándo lo conoció, no lo habría sabido exactamente; ese instante se difuminó en un túnel del tiempo repleto de colores psicodélicos. El hecho diferencial no quería decir que fuera mejor o peor persona, sino que correspondía a emitir un halo que destilaba vida por todos sus poros y dejaba una impronta imborrable, positiva o negativa y nadie salía inmune del encuentro. Neón entró y marchó de su vida en repetidas ocasiones y, a continuación, con la sensación de que bien pudieron ser sueño o realidad, son relatadas.

Neón y James, dos humanos en evolución,coincidieron en una salida nocturna en la Barcelona de finales de los años 70. Rozaban la veintena, se conocían desde que eran jóvenes adolescentes y fue la única ocasión en la que ambos se enfrentaron en un mano a mano a la búsqueda de chispas de vida. La noche aguardaba a dos sujetos turbulentos que venían del barrio de Can Vidalet. Se repetía el cuento de nunca acabar: entregarse en cuerpo y alma a la quimera imposible de querer conseguirlo todo. Los dos se escabulleron por las sombras nocturnas de la Ciudad Condal y lo que ocurrió, desde que salieron del barrio y volvieron a él por la mañana, quedó grabado permanentemente en las neuronas de sus propietarios. Caminaban veloces a través de las Ramblas observando a los transeúntes, llegaron a la discoteca Les Enfants y, nada más entrar, los dos se pusieron a bailar como posesos. La música de rock potente sonaba y animaba a sus cuerpos cada vez más. La energía de la Killer Guitar se apoderó de James. Le dijo a Neón que se subiera encima de él a lomos, y comenzó a girar y girar sobre sí mismo con el amigo a cuestas. El jinete eléctrico se adhirió como una garrapata al caballo imaginario, liberó su brazo izquierdo y, con el puño en alto y la cara congestionada, arengó a todos los presentes. Quien hacía de cuadrúpedo tenía los ojos cerrados y veía a través de unos párpados translucidos sin que las personas que les rodeaban lo percibieran. Y las observaba a medida que daba vueltas y percibía sus rostros sorprendidos. Los dos amigos se convirtieron en emisores de chispas de vida. El poder que les otorgaba el mágico sonido los transformaba en seres titánicamente potentes. Neón, con su altura y envergadura, pesaba mucho, pero James hubiera podido soportar a cuatro o cinco como él. Y siguieron bailando, uno montado sobre el otro, y los demás rodeándoles y dejándoles un espacio energéticamente impenetrable. El punto donde todos los asistentes centraban sus miradas, tanto femeninas como masculinas, era el de ellos. Dos humanos en evolución se afianzaron como los reyes de Les Enfants y desplazaron a otros que lo fueron anteriormente; en aquel instante era su turno y lo reclamaron. Se detuvieron y fueron a beberse una cerveza fría que, en cuestión de escasos minutos, se transformó en caliente. Al poco, observaron que unos ojos femeninos no se despegaban de sus dos figuras. Y ella los miraba, y Neón y James compartían una mirada cómplice entre ellos y, de nuevo, los cuatro ojos masculinos observaban a los dos ojos femeninos. La noche avanzó y los tres humanos en evolución con ella. Salieron de Les Enfants, a petición de la fémina, y se dirigieron a pasar la noche en su casa. Caminaron por la calle Conde del Asalto hasta la avenida del Paralelo, la atravesaron y continuaron por la misma calle hasta tres travesías más. Allí se detuvieron. Tres personas deambulaban por un asfalto maldito, dos chicos espitosos y una chica extranjera aparentemente serena, los tres con la misma intención, aunque la única que dudaba se llamaba James; no así la chica y Neón, que en sus ojos no había fisuras. Y la noche y las estrellas eran testigos de ello. Llegaron a la portería de un edificio muy viejo, entraron y ascendieron por unas escaleras deterioradas por el paso de los años; la mujer iba delante y los hombres detrás. Una vez dentro del piso, los dos amigos se dieron cuenta de lo diminuto que era, pero sin darle importancia porque sus pensamientos estaban puestos en lo que ellos deseaban. La chica les ofreció una cerveza y en cuestión de nada, ella y Neón, estaban desnudos y dentro de la cama. El chico perdido dentro de un cuerpo adolescente quedó atrapado por las dudas y los miedos, y fue incapaz de añadirse a ellos dos para formar un trío sexual y eso que las circunstancias eran óptimas. Las fuerzas desconocidas de la naturaleza crearon distancias entre lo que él quería y lo que finalmente hizo. El deseo de introducirse en el lecho fue frenado por la indecisión y falta de confianza que venía de lejos y que, en ocasiones, asomaba en su vida. Y James durmió en un pequeño catre que se hallaba en una terraza cubierta con un cerramiento de aluminio y vidrio. Allí, su cuerpo desnudo y tapado descansó unas horas en sueños cubiertos de satén. La luz del día despuntó y el chico perdido se incorporó, tapado con una sábana blanca, y accedió a la habitación donde estaba la chica y su amigo ya despiertos.

—Venga James, déjate de tonterías y ven aquí con nosotros —le dijo Neón.

—Sí, ¿a qué esperas? — añadió la chica.

Y se quedó de pie delante de ellos sin atreverse a hacerlo.

—No, no voy a meterme en la cama —les respondió.

En el aire quedó grabado que se perdió unos buenos polvos a tres bandas. Si se hubiera colocado en aquella cama, se habría liado un buen fregado; ellos lo esperaban y él lo deseaba, pero le faltó el empujón final, ese que era el responsable de que se acabasen realizando todo tipo de acciones, unas correctamente y otras incorrectamente. Pero, a decir verdad, ¿qué es lo que estaba bien y qué es lo que estaba mal?

Una humana en evoluciónse despidió de otros dos humanos en evolución y el mismo camino efectuado de noche fue hecho a la inversa de día. Una buena chispa de vida pasó a los anales de la memoria colectiva. Y fue así porque la historia transcendió y se propagó. El papel de James quedó inscrito como el del chico que se quedó cortado y no fue capaz de enrollarse; el de Neón quedó como el del tío que no se amilanaba ante casi nada. Pero lo que más perduró en el tiempo no fueron los polvos echados por Neón, lo que realmente se grabó en el registro de sus dos mentes fue la energía creada cuando bailaban como posesos ante una multitud que se hubiera cambiado por ellos sin pensárselo.

Muchos días coincidían en un bar u otro del barrio, y en una de aquellas jornadas veraniegas apareció Bianca, una de las mellizas. Ella, Neón y James, llegando la noche, quedaron solos y decidieron ir a dar un paseo por el parque de Can Vidalet, antiguamente una propiedad privada. Entre los dos primeros existía mucha química y su relación era de total complicidad. La oscuridad se cernió sobre ellos, la hora era avanzada, se fumaron un porro y buscaron un espacio de césped entre los árboles donde tenderse. Allí estaban los tres humanos en evolución totalmente estirados sobre la espalda y observando una luna llena alucinante entre las ramas de inmensos pinos. El amigó que cabalgó a hombros del chico perdido entre sus dudas venía con un plan premeditado.

—Hagamos el amor, Bianca —le dijo Neón.

—¿Aquí? ¿Y ahora? ¡Pero tío, que no estamos solos! —le contestó.

Neón le dirigió una mirada arrebatadora de las suyas y anuló sus posibles recelos. Sin pensárselo dos veces, comenzó a desabrocharle el peto tejano, él se bajó los pantalones, se besaron con ardor y, en escasos minutos, los dos sexos se visitaron apasionadamente. Ellos a lo suyo, con el folleteo, y James deleitándose con una hipnótica luna. Los jadeos apagados resonaban en la noche. Un falo erecto entraba y salía de una vulva humedecida por la excitación. La penetración lasciva de quien quiso dar una vuelta con doble intención se consumaba en un polvo rápido bajo la fresca noche en aquel bosque fantasmal. La sedosa brisa acariciaba sus cuerpos. Un colchón verde y mojado los amortiguaba. Dos orgasmos simultáneos, uno femenino y otro masculino, se expandieron en la eternidad del tiempo detenido bajo un deseo vehemente consumado. Y una vez llevado a cabo el plan premeditado por el chico que no se amilanaba ante casi nada, volvieron a la normalidad de quien no había hecho nada fuera de lo previsto. Los tres se incorporaron y caminaron en dirección a sus respectivas casas. Bianca era una chica guay y Neón le tenía tomada la medida, como a otras tantas mujeres. Y es que cuando él utilizaba el arte de la seducción, pocas féminas se le resistían en el entorno en el que se movía. En ese aspecto, sus escrúpulos eran inexistentes y, quizás, aquel comportamiento tenía su origen en un desengaño amoroso vivido con la única mujer que atrapó su corazón.

Aquella misma noche, James tuvo un sueño en el que se aparecieron diferentes situaciones de su pasado.

Un chico y una chica, ambos con el pelo teñido de rubio, caminaban por calles de tíos endurecidos en el barrio de Can Vidalet de mediados de los años setenta; aquellos los miraban, especialmente a él, y sonreían.

—¡Qué pedazo maricón! —balbuceaban.

Y el chico era totalmente consciente de lo que barruntaban, pero no se imaginaban que él pasaba un montón de ellos. Hacía falta tener cojones en aquel entonces para ir con el pelo oxigenado y Neón los tenía en abundancia. Aquella chica fue su auténtico amor y, aún habiéndole arrebatado su corazón, jugó con ella, tanto, que al final fue ella quien lo abandonó. Esa era la primera imagen de él que James conservaba incrustada en el túnel del tiempo repleto de colores psicodélicos.

Unos amigos de James celebraron una fiesta en un local colindante con el Mesón Curro, en la calle Iberia. Lo invitaron y vino con la Niña Montserratina, la chica con la que estaba en aquel momento. La conoció en la discoteca Trapezzio de la calle Molino de Esplugues y nunca pensó que acabaría enrollándose con aquella dulce niña mofletuda de ojos verdes celestiales. Ella tenía 15 años y él 16. A su lado, se sentía un triunfador nato paseando a la joya más preciada. Y allí estaban en medio de toda la gente, bebiendo y moviendo el cuerpo bajo un sonido de música comercial. James se percató de que había un pequeño cuarto donde guardaban trastos y tuvo una idea.

—Vamos, mi Niña Montserratina —le dijo.

—¿A dónde quieres que vayamos, James? —contestó.

—Confía en mí y no te preocupes —añadió.

Y entraron en el cuarto y echó el pestillo. A continuación, situó a la chica contra la pared y comenzó a desabrocharle la camisa banca que llevaba, hasta que quedó el sujetador a la vista.

—Por favor, James, no sigas —dijo con una dulce negativa.

Y él no pudo resistirse a su petición. Saliendo del cuarto, se encontraron con Neón.

—James, quien sale de este cuarto con la cara enrojecida es que ha echado un polvete y el que no, pues ya sabes… —le comentó.

Y acabando de decir estas palabras, comenzó a reírse estrepitosamente.

Y la fiesta siguió. Y el jinete eléctrico que cabalgó girando y girando a lomos de su amigo en medio del público bailaba feliz junto a la mujer de pelo rubio oxigenado que, en un futuro, le robaría el corazón.