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Vivian Abenshushan

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Beschreibung

Vivian Abenshushan es una escritora interdisciplinar. Su práctica, individual y colectiva, se ha centrado en explorar estrategias estéticas que confronten los procesos del capitalismo contemporáneo y sus estructuras de producción cultural, así como las relaciones entre arte y micropolítica, procesos colaborativos, redes feministas y prácticas experimentales en la escritura. Ha publicado El clan de los insomnes, Una habitación desordenada y Escritos para desocupados. Su libro más reciente, Permanente obra negra (2019), es un proyecto de escritura experimental fundada en la copia, la reescritura y el montaje de citas.

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Nota introductoria Indicios

José Israel Carranza

 

En el desconcertado arranque del siglo XXI mexicano, pronto cobró auge la práctica del ensayo como una posibilidad natural, y urgente, de reconocimiento y cuestionamiento de la realidad por parte de las voces que entonces empezaban a hacerse lugar en una literatura que iba desalojando ya ciertas presencias tenidas antes por preeminentes —y a las que, en adelante, ya más bien se les iría dando su correspondiente lugar en la historia, en el mejor de los casos, o bien en la antesala del olvido que las acogerá temprano o tarde. La explicación de ese auge podría aducirse de modo económico como el hecho de que en la práctica del ensayo cobraba forma la necesidad de pensamiento crítico que exigía un presente acelerado por los volantazos inesperados de la historia entre los comienzos de los años noventa (TLC, levantamiento zapatista, asesinato de Colosio, el error de diciembre, etcétera) y la primera salida del PRI de Los Pinos (y, mientras tanto, la irrupción de internet, el comienzo del declive de los medios tradicionales, las secuelas de la desintegración de la Unión Soviética y la caída del Muro de Berlín, las primeras ondas expansivas de la globalización y, poco después, la nube de paranoia mundial que levantaron en su desplome las Torres Gemelas, etcétera). Ya encarrerada la segunda década del siglo, aquel presente, por remoto que hoy pueda parecer, está lejos de convertirse en pasado. ¿Y el futuro? Quién sabe por dónde irá a llegar.

Una de aquellas voces —pero era, ya entonces, más que sólo una voz: era, súbita y admirablemente, una muy atendible inteligencia del mundo— fue la de Vivian Abenshushan, ensayista de la que pudo empezar a saberse en las páginas de una revista, Ensayo, que en los años noventa se hacía cargo de su tiempo de un modo ciertamente paradójico, y por lo mismo fascinante: escudriñándolo bajo la égida del santo patrono Michel de Montaigne, como si el examen mejor de lo circunstante, para ser en verdad el mejor, tuviera que hacerse del mismo modo en que le dio por hacerlo al alcalde de Burdeos, pero, a la vez, con una amplitud de miras que daba a la publicación de marras un aire de vanguardia inaudito. Una revista que parecía del siglo XIX resultó ser la revista más audaz de finales del siglo XX. Y desde ahí avanzó Abenshushan hasta el lugar principalísimo que pronto alcanzaría, y que tiene todavía, como escritora pero no solamente, sino también como editora, como animadora cultural y como profesora, y también, sobre todo en los últimos años, como exploradora incansable de las nuevas posibilidades del arte, de los medios, de la acción política y, en suma, del pensamiento que va dilucidando —o, tal vez más bien, configurando— nuestra realidad.

Fundadora de uno de los sellos editoriales que mejor vehicularon aquel auge del ensayo, la cooperativa Tumbona Ediciones, Abenshushan fue ejerciendo a la vez como lectora óptima de sus contemporáneos (cómplice pero crítica) y como autora de una obra que pronto desbordaría las convenciones a las que todavía se sujetó su libro Una habitación desordenada, su primera colección de ensayos. Algo tuvimos que ir sospechando si, en la última de las piezas de esa colección, la autora afirmaba: “Como cúmulo de erudición y paráfrasis ostentosas, el ensayo no se me presenta más que como un objeto obsolescente”. En efecto, a la vuelta de los años —no tantos: aquel libro es de 2007— sería cada vez más evidente que las preocupaciones y los afanes de la ensayista irían descubriendo los cauces que necesitaba una escritura orgánicamente imbricada con sus asuntos: entre otros, y en lugar preeminente, el propósito de socavar los cimientos de la cultura del trabajo para extender, en sus ruinas, la playa formidable de la holganza: la exploración de la vida que hay más allá de la renuncia a trabajar. En el último ensayo de Escritos para desocupados, de 2013, Abenshushan ya iba de nuevo de salida hacia algo que la alejaría cada vez más de aquel “objeto obsolescente”: “El libro aumentado / El libro web”. La autora repasaba los orígenes, como un blog, de este libro: “Aquella fue mi primera experiencia con un tipo de escritura radicalmente distinta, no sólo modificada por el texto digital, sino por su colindancia con otros blogs, diversas capas de información y videos, una serie de ramificaciones que horadaban la concepción habitual de la página”.

Más un ser vivo —desasosegante siempre, elusivo, o todo lo contrario— que una máquina de idear, Permanente obra negra, de 2019, es la reformulación radical que la ensayista ha hecho de sus propias posibilidades, planteándose estrategias discursivas que parten, en buena medida, de abrazar su naturaleza de “negra literaria”: “Decidí que algún día iba a escribir una novela sobre los negros literarios”, contó en una entrevista, al recordar el tiempo en que tuvo que ganarse la vida así, “pero esta novela se me resistió sistemáticamente [...] Esta caja negra es lo que sobrevivió del naufragio de aquella novela y se convirtió en este artefacto o dispositivo de lectura hecho de copias, de reescritura, de transformaciones textuales muy diversas [...] El lector puede convertirse en eso que Macedonio Fernández llamaba ‘el lector salteado’, que es de algún modo el tipo de lector y de lectora que somos ahora con internet y con las nuevas tecnologías digitales, que damos saltos de un texto a otro, de una página a otra, de un discurso a otro”. Los ensayos elegidos para este vistazo al trabajo de Vivian Abenshushan cuentan, ante todo, como indicios de una de las más estimulantes presencias, en la actualidad, del pensamiento y de la literatura —por lo que pueda quedar de voluntad literaria en un trabajo cada vez más decantado por su ímpetu crítico y por el descubrimiento de posibilidades inéditas para la expresión y para el reconocimiento de lo que somos. Indicios y nada más: lo que corresponde, inmediatamente después de la lectura de estas piezas, es tratar de darle alcance a su autora, que de seguro estará haciendo ahora mismo algo que no habríamos podido sospechar.

Una habitación desordenada

 

 

 

Sin desorden, cualquier habitación se convierte en un presidio. Es decir: en un lugar donde la vida ha sido expurgada. Sólo las casas convertidas en museos (generalmente por la celebridad de sus habitantes) guardan un orden inmutable. Están abandonadas, pero no acumulan polvo. Están a la vista de todos, pero ahí cada cosa permanece sometida a una vigilancia constante. Son casas de paso, de paseo, estancias evanescentes. Nos reciben con desconfianza, como a unos desconocidos. Pocos tendrán tiempo para entrar en posesión de alguna de ellas, para registrar las señas de su deterioro. Muchos menos serán los que entiendan el origen lejano de una mancha en la alfombra. Y aunque estén pobladas de signos exteriores y ostentosos como en una galería, sin la vida doméstica que los animaba, es dificil ver en ellos los rasgos patentes de sus dueños. Es probable que el visitante erudito o apasionado descubra el trasfondo humano de un diván, la manía oculta en el desgaste de una silla. Pero, en general, no hay tarea más difícil y penosa que desvestir el luto que todo orden impone.