Xolita en el Templo Mayor - María Grañén - E-Book

Xolita en el Templo Mayor E-Book

María Grañén

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Beschreibung

Una misteriosa aventura familiar en la que una niña, guiada por su mascota Xolita, atraviesa un umbral del tiempo para descubrir la vida en la capital del imperio mexica. La protagonista se pregunta cómo volver a su casa, pero su preocupación no le interesa a nadie, al contrario, los peligros la acechan y la magia del relato atrapa al lector en los más inesperados desenlaces

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Mira Harp Grañén y María Isabel Grañén Porrúa

Ilustraciones

Demián Flores y Sabino Guisu

Portada

Pía Larramendi

PQ7298.G75

H23

2023

Harp Grañén, Mira

Xolita en el Templo Mayor / Mira Harp Grañén y María Isabel Grañén Porrúa ; ilustraciones Demián Flores y Sabino Guisu ; portada Pía Larramendi – Ciudad de México : Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, A.C. ; Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V., 2023.

120 páginas : ilustraciones a color

ISBN Edición digital: 978-607-416-322-3

ISBN Edición digital: 978-607-8851-41-6

1. Mexicas en la literatura 2. Mexicas - Novela 3. Templo Mayor (Ciudad de México) 4. Literatura infantil 5. Arqueología en la literatura 6. Perros en la literatura I. Harp Grañén Mira, autora II. Grañén Porrúa María Isabel, autora III. Flores Cortés, Demián, ilustrador. IV. Guisu, Sabino, ilustrador. V. Larramendi, Pía, ilustración de portada. VI. Xolita en el Templo Mayor.

Coordinación editorial: Laura Patricia Vázquez González

Cuidado de la edición: Verónica Loera y Chávez Castro

Corrección de estilo: Jessica Santiago Guzmán; María Fernanda Silva Bante

Diseño de portada e interiores: Bernardo Cristóbal Recamier Angelini

Xolita en el Templo Mayor, primera edición, 2022

Primera reimpresión, noviembre de 2022

Edición digital: 2023

D. R. © Mira Harp Grañén; María Isabel Grañén Porrúa

D. R. © 2023, Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, A.C.

Ayuntamiento 65, Del Carmen, Coyoacán, 04100, Ciudad de México

https://www.adabi.org.mx/

Tel: (55) 5336 5689

ISBN Edición digital: 978-607-416-322-3

D. R. © 2023, Almadía Ediciones S.A.P.I. de C.V.

Av. Patriotismo 165, Escandón II Sec., Miguel Hidalgo, 11800, Ciudad de México

https://almadiaeditorial.com/

Tel: (55) 5264 1423

ISBN Edición digital: 978-607-8851-41-6

Hecho en México / Made in Mexico

Dedicamos este libro a todos los perros,especialmente a los xolitos recién nacidos.

Índice

Advertencia

Presentación

Mapas

CAPÍTULO I

Un buen presentimiento

CAPÍTULO II

De compras en Tenochtitlan

CAPÍTULO III

El caracol del viento

CAPÍTULO IV

El palacio de Moctezuma

CAPÍTULO V

Ojos profundos

CAPÍTULO VI

Una luz en mi camino

CAPÍTULO VII

El juego de la vida y la muerte

CAPÍTULO VIII

El reino del divino señor del agua

CAPÍTULO IX

El muro de cráneos

CAPÍTULO X

Sangre desparramada

CAPÍTULO XI

El estómago de la tierra

CAPÍTULO XII

Renacer

Epílogo

Al lector exigente

Agradecimientos

Advertencia

Todos los personajes que se nombran en este libro han existido, algunos todavía viven y otros más han sido mencionados en fuentes históricas.

La mayoría de los poemas, conjuros y rezos están inspirados en las crónicas y cantares de los antiguos mexicanos.

A lo largo de la lectura encontrarás palabras en lenguas originarias. No te preocupes si no puedes pronunciarlas correctamente, sigue leyendo, vas a entenderlas muy bien. Por cierto, no las acentuamos porque consideramos que la tilde es propia de la lengua española.

Para que tu ejemplar sea más vistoso, te invitamos a colorear las viñetas que adornan el texto.

Presentación

Amis papás les fascina México y quieren que sus hijos conozcamos y amemos nuestro país. Un día me llevaron a visitar el Templo Mayor, tenía que hacer un trabajo de la escuela. Cuando terminamos la visita, mi papá compró varias puntas de flecha de obsidiana para mis compañeros y un gran cuchillo de pedernal con un mango decorado con piedras azules. Lo que más me gustó de la presentación en el colegio fue que actuamos un sacrificio en el salón de clases. Llamamos a un voluntario, lo colocamos en la tarima y, mientras mi mamá contaba cómo eran los sacrificios mexicas, yo veía que al actor le sudaban las manos con solo imaginarse cómo el cuchillo de obsidiana, brillante y puntiagudo, le haría un corte para extraerle el corazón. Cuando terminamos la presentación —muy entretenida, por cierto— sacamos las puntas de flecha y mi mamá les dijo a todos que si contestaban correctamente alguna pregunta les regalaría una. Todos, sin excepción, respondieron acertadamente, incluso cuando preguntaba nombres como Huitzilopochtli, Coatlicue o Coyolxauhqui y, por supuesto, se llevaron su premio. Ahí fue donde me di cuenta de que, para aprender, lo importante es saber cómo contar la historia, pero no la que te obligan a estudiar, sino la que se siente.

Unos días después, mi mamá y yo nos sentamos a escribir un cuento, y muy pronto nuestra narración empezó a tomar forma de novela. Mis lecturas me ayudaron a imaginar cómo hacer el relato más interesante. Por ejemplo, me sorprendía la manera en que Sherlock Holmes resolvía los misterios y, gracias a una novela de Agatha Christie y a los cuentos de mi tío Antonio Helú, me daba cuenta de que necesitábamos dejar pistas en el relato para que el lector descubriera, poco a poco, los secretos ocultos hasta llegar al final. Queríamos un cierre emocionante que enlazara toda la historia. En las sagas de Harry Potter, Narnia y Percy Jackson y los dioses del Olimpo disfruté tanto las escenas de fantasía que deseaba que nuestros lectores también pudieran vivir en mundos extraños y, al mismo tiempo, cercanos y razonables. Durante varios meses, otros libros, obras de arte y algunas películas nos dieron ideas para hacer nuestro escrito más entretenido. Sin embargo, el arma más poderosa para escribir esta narración ha sido la imaginación.

Mi mamá decía que era importante documentarnos bien, así que leímos con atención varios libros y artículos sobre los mexicas. Lo más interesante fue haber ido con Michel Oudijk, quien nos mostró su colección de códices mesoamericanos y nos ayudó a entender mejor la historia, hasta que quedó una versión que nos convenció.

Nos alegró mucho que los tlacuilos zapotecos Demián Flores y Sabino Guisu aceptaran ilustrar nuestro libro, nadie mejor que ellos para dibujar las historias mexicas desde una visión actual. También coincidimos con la artista española Pía Larramendi, en una exposición de Magritte, y ella se ofreció a hacernos el cuadro para la portada de nuestro libro, lo cual consideramos un regalo maravilloso. El colmo de la alegría sin duda fue haber recibido las siguientes palabras del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma:

¡Qué belleza de relato! Muy bien escrito y con datos verdaderos. Es increíble la manera en que se van engarzando los datos antiguos y los modernos. La imaginación es un verdadero regalo y me sorprende cómo en pocas palabras nos brindan mucho del pensamiento ancestral. El final, inesperado, me hizo emocionarme de verdad. Nunca pensé aparecer como protagonista de un relato así de bello. Se los agradezco infinito.

Este libro ha sido una gran aventura. Juro haberla vivido y amo a los personajes como si los hubiera conocido. Esa es precisamente la magia de la escritura, hacerte vivir muchas veces y si algo no te gusta, pues lo borras y sigues otra historia, eso es algo que no te permite la vida real, pero la literatura sí. Espero que al leerla la disfruten tanto como mi mamá y yo hicimos al escribirla.

Mira Harp Grañén

CAPÍTULO I

Un buen presentimiento

Un colibrí chupaba el néctar de una flor de mi jardín, su plumaje era luz de esmeralda metálica. Lo vi desde la ventana de mi cuarto, sus alas relampagueaban. “¡Qué buena forma de despertar!”, pensé. ¿Quién sería ese colibrí? Dicen que esa ave lleva de aquí para allá los pensamientos de los hombres, que son mensajeros. “¿Qué querría decirme?”, me preguntaba y veía cómo movía sus alas vertiginosamente, cuando de pronto, y sin saber por qué, me miró. Quizá los dos sentíamos curiosidad uno del otro: así como yo lo miraba, él también observaba mi tez morena, mis ojos cafés con pestañas largas y mi cabellera oscura; se acercó más y sonreí. No sé por qué vino a mi mente este pensamiento, pero estaba segura de que este colibrí era de buena suerte.

Estaba emocionada: ese día iría a conocer el Museo del Templo Mayor, en la Ciudad de México, y vendría con nosotros Pelusa, mi perrita, llamada así por su hermoso pelaje, ¡parece una nube de peluche!

Salimos muy temprano y como teníamos hambre mi papá se detuvo en el Pan Árabe Helú, un restaurante que lleva más de setenta años en el centro histórico. A mí me encanta el desayuno libanés. Afortunadamente, hoy en día, la comida en México se ha enriquecido con la mezcla de ingredientes de todo el mundo. Pedimos unos huevos en cazuela con jocoque y ese día don Ubaldo advirtió: “Hoy no les prepararé café árabe, sino una bebida de cacao cuya receta es muy antigua y solo se hace en ocasiones excepcionales, ¡tiene propiedades extraordinarias! Espero que la disfruten”.

La bebida era espumosa; venía servida en una jícara y desprendía un aroma a chocolate. Mi hermano Santiago y yo queríamos ser los primeros en probarla, así que nos abalanzamos sobre la charola y una de las jícaras se regó por el suelo. Pelusa, que es muy lista, enseguida corrió a lamer la bebida de cacao. Se veía que estaba deliciosa porque cuando llegaron con el trapeador, la perrita no había dejado rastro ni de la espuma. Mi familia disfrutó la bebida, decían que era la mejor que habían tomado en su vida y es que sí, olía exquisito.

A pesar de su delicioso aroma, la única que no probó aquella bebida fui yo, preferí acompañar mi pan de yema con el taxcalate frío. Le di un trago y percibí la consistencia del cacao tostado, la canela y un toque de masa de maíz, ¡con razón esta exquisita semilla le ha encantado a todo el mundo! Entonces don Ubaldo, muy amable, exclamó: “¡Un momento!”. Se acercó y le dejó caer unos polvos rojos de la semilla del axiote, la bebida burbujeó y se volvió roja. Al primer sorbo, me llené de energía, su frescura me hizo más perceptiva y, como una poeta, sentí al tiempo caminar dentro de mí, incluso mi reloj se paró. Le dije a mi mamá:

—¡Qué raro! No sé por qué mi reloj se detuvo.

—No te preocupes —me contestó mientras se deleitaba con su bebida de cacao—. A lo mejor se le terminó la pila, dámelo.

Se lo entregué y lo guardó en su bolsa. Me pareció extraño porque hacía poco habíamos cambiado las baterías del reloj.

Nos despedimos de don Ubaldo, pero como ya sabrán que a los adultos les encanta hacer las despedidas largas, Pelusa y yo nos adelantamos al portón de la entrada. Estaba cerrado, le di vuelta a la manija, pero no se movía. Curiosamente había una llave que colgaba en la pared, la tomé pero no encontré ninguna cerradura. Dejé la llave en su lugar. Luego vi que en medio de la puerta había un agujero cubierto por un gran vidrio, era una especie de ventana que, por cierto, no recuerdo haber visto cuando entré. El portón me recordó a un cuadro de René Magritte, ese artista misterioso que pinta una pipa y escribe “Esto no es una pipa”… pues sí, así de absurdo era el portón. Su hueco me permitía ver los coches y los edificios de la calle. ¡Eso era inquietante! Por un instante sentí que podía vivir en el pasado y en el presente… ¡¿Qué?! Un momento, ¡qué estaba diciendo! ¿Sería una ilusión? Pero no tuve tiempo de seguir pensando porque Pelusa, curiosa como es, dio un salto al otro lado del portón y, misteriosamente, el ventanal se desvaneció: sí, de verdad, así fue y luego se produjo un estallido, dejando los trozos de vidrio tirados por el suelo. Sin pensarlo dos veces crucé el hueco y busqué a mi perrita.

Una vez que atravesamos ese paso extraño, llamé a mi perra para ver si no se había cortado con los pedazos de vidrio. Al poco rato, mi familia salió por el misterioso portón y noté que en la calle sucedía algo muy raro: ya no había edificios, solo una larga y amplia avenida rodeada de agua y construcciones que no me eran familiares. Me sentí un poco aturdida. Abrí mis ojos y me confundí aún más: mi mamá y yo llevábamos un huipil zapoteco, mi papá salió con un cotón, es decir, una camisa ancha de algodón sin botones, y los calzoncillos R7 de Santiago, ¡perdón!, los Ronaldo 7, se habían convertido en un maxtlatl bordado con plumas de colores que llevaba atado debajo del ombligo. Estaba a punto de soltar la carcajada cuando vi a mi perrita echada plácidamente, con sus dos patitas delanteras cruzadas, pero ¿qué creen que pasó con mi Pelusa? ¡Se había transformado en la más extravagante xoloitzcuintle! Sin un solo pelo en el cuerpo, solamente llevaba un copete punk muy original. Me quedé con el ojo cuadrado. Tenía que cambiarle el nombre a mi mascota, claramente desde ahora Pelusa sería Xolita. Definitivamente, este sí era un día especial.

En medio de mi confusión, escuché la voz de mi hermano:

—¡Apúrense, tenemos que llegar pronto a Tenochtitlan, la ceremonia va a dar inicio!

Mi alma se estremeció. ¿Qué sucedía?, ¿de qué hablaba? Mi papá también se veía apurado, cuando nos preguntó:

—¿Qué prefieren: nos subimos a una canoa o seguimos por la calzada?

No entendía nada. Mi mamá sugirió que camináramos por la avenida, dijo que así llegaríamos más pronto a la isla. ¿Qué?, ¿cuál isla? ¡¿Qué estaba pasando?!