7 mejores cuentos de Alfred de Musset - Alfred de Musset - E-Book

7 mejores cuentos de Alfred de Musset E-Book

Alfred De Musset

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Beschreibung

La serie de libros "7 mejores cuentos" presenta los grandes nombres de la literatura en lengua española. En este volumen traemos a Alfred de Musset, un escritor y dramaturgo francés del romanticismo. Se dice que fue "el más clásico de los románticos y el más romántico de los clásicos". Este libro contiene los siguientes cuentos: - El vaquero que no mentía jamás. - Historia de un mirlo blanco. - La dorada y los esposos. - La mujer que comía poco. - Las cerezas. - Las tres naranjas de amor. - Los hermanos Van Buck.

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Tabla de Contenido

Título

El Autor

El vaquero que no mentía jamás

Historia de un mirlo blanco

La dorada y los esposos

La mujer que comía poco

Las cerezas

Las tres naranjas de amor

Los hermanos Van Buck

About the Publisher

El Autor

Louis-Charles-Alfred de Musse fue un escritor y dramaturgo francés del romanticismo. Empezó a estudiar a los nueve años en el colegio Enrique IV, donde obtendrá en 1827 el premio de disertación literaria en el concurso general. Gracias a Paul Foucher, cuñado de Victor Hugo, empieza a sus 17 años a frecuentar el «Cenáculo», así como el salón de Charles Nodier en la biblioteca del Arsenal.

Después de ejercitarse con la medicina, el derecho, el dibujo, el inglés y el piano, fue uno de los primeros escritores en adoptar la estética romántica. A sus 20 años, su notoriedad literaria fue acompañada de una dudosa reputación, que alimenta además su faceta dandi. Y, de 1833 a 1835, sostiene un apasionado romance con la novelista George Sand. Fue bibliotecario del Ministerio del Interior durante la Monarquía de Julio, para ser luego destituido en 1848. Más tarde fue también bibliotecario del Ministerio de Instrucción Pública durante el Segundo Imperio. Recibió la legión de Honor el 24 de abril de 1845 al mismo tiempo que Balzac y fue elegido miembro de la Academia Francesa en 1852.

Como poeta publica sus Cuentos de España e Italia, aunque sus poemas más célebres son Rolla y las cuatro Noches (Noche de mayo, Noche de agosto, Noche de octubre y Noche de diciembre), recogidas ambas obras en el volumen Poesías nuevas. En el terreno lírico se le deben también los libros Los caprichos de Mariana, Las castañas del fuego, La copa y los labios, En qué sueñan las jóvenes y Namouna. También escribe algunas piezas dramáticas: El candelabro, Con el amor no se juega, De nada hay seguridad, Andrea del Sarto, Un capricho, Lorenzaccio, Fantasio, La noche veneciana, Barberina, Nunca se debe jurar nada, Louison, Carmosina, Bettina, No podría pensar en todo, Es preciso que una puerta esté abierta o cerrada, obras todas donde se advierten ecos de Marivaux, Marmontel y Beaumarchais, pero con todo con un sello de malicia, espontaneidad y gracia muy característico.

Se hizo célebre asimismo una novela suya de contenido en parte autobiográfico, La confesión de un hijo del siglo, dedicada a George Sand, y recopiló su narrativa breve en Poeta caído, Mimí Pinson e Historia del mirlo blanco. Se le atribuye también la autoría de la novela corta erótica Gamiani: dos noches de placer (1833).

El vaquero que no mentía jamás

Había una vez un hombre que poseía un gran hato de vacas. Cuidaba de este un pastor que tenía la reputación de decir siempre la verdad. Un día que el pastor bajó de la montaña, el patrón le preguntó:

-¿Cómo siguen las vacas?

-Unas rollizas y otras flacas.

-¿Y el semental?

-Gordo y espléndido.

-¿Y los pastos?

-Verdes por unos lados y secos por otros.

-¿Y el agua de los arroyos?

-Turbia aquí, limpia allá.

Un día el propietario se dirigía al pastizal. Por el camino encontró a uno de sus amigos que también iba a ver su rebaño.

-¿Por qué llaman a tu vaquero «el hombre que no miente jamás»?

-Porque no ha dicho jamás una mentira.

-Yo lo haré decir una.

-Eso es imposible.

-¿Qué te apuestas?

-La mitad de nuestras fincas.

-Trato hecho.

El amigo del patrón empleó todos los medios posibles para hacer mentir al vaquero. Un día fue a cazar a un lugar que se podía observar desde el apancentadero donde se encontraba el vaquero que no mentía jamás. Cuando se hizo de noche el  patrón le preguntó en presencia de su amigo:

-¿Ha ido hoy alguien a cazar a la montaña?

-Le diré, patrón: allá lejos en el monte, he visto a un hombre o una mujer subido en un caballo o yegua; llevaba una carabina o escopeta, y su perro o perra corría detrás de un zorro o zorra.

Se acercaba el día en el que finalizaría la apuesta. Una mañana, la hija del amigo apostante, de veinte años y muy bonita, montó a caballo y, sin decirle nada a su padre, se dirigió al pastadero en el que se encontraba el rabadán. Al anochecer, la joven volvió a casa y le entregó a su padre el corazón del toro envuelto en hojas de helecho. El amigo fue a decirle al patrón que su pastor había matado el toro. Al día siguiente, el pastor bajó de la montaña, clavó su bastón en el suelo, le colocó por encima su capa y su sombrero y le dijo:

-Bastón, tú eres mi patrón; hazme preguntas.

-¿Cómo siguen las vacas?

-Unas rollizas y otras flacas.

-¿Y el semental?

-Me ha atacado y he tenido que reducirlo al silencio.

Cogió el bastón, lo hincó un poco más lejos y repitió las preguntas. Llegó a casa de su patrón, colgó su morral de un clavo y se sentó. Lo llamaron para que entrara a la sala en la que se encontraban reunidos el dueño, el amigo y algunos hombres más. En presencia de todos el patrón le preguntó:

-¿Cómo siguen las vacas?

-Unas rollizas y otras flacas.

-¿Y el semental?

El vaquero dejó caer la cabeza sobre el pecho sin responder.

-¿Y el toro? -preguntó de nuevo el patrón.

El vaquero levantó la cabeza; miró uno a uno a los presentes y dijo:

-Por los bellos ojos de una morena y un cuerpo armonioso, el toro ha perdido el corazón.

El patrón se levantó de un salto y exclamó.

-¡Bravo! ¡Viva mi pastor! La vaca que trajo al mundo ese toro parirá otro.

Lo abrazó. Y el amigo le dio a su hija en matrimonio.

Historia de un mirlo blanco

I

––––––––

¡Qué glorioso, y qué penoso es ser en este mundo un mirlo1 excepcional! No soy un pájaro fabuloso, el señor Buffon me ha descrito. Pero, desgraciadamente, soy raro y muy difícil de encontrar. ¡Ojalá fuera completamente imposible de encontrar!

Mi padre y mi madre eran dos buenos individuos que vivían, desde hacía años, al fondo de un viejo jardín aislado del Marais. Era una pareja ejemplar. Mientras mi madre, instalada en un tupido arbusto, ponía regularmente tres veces al año y incubaba somnolienta con un fervor patriarcal, mi padre, aún muy limpio y petulante pese a su edad, picoteaba alrededor de ella, le traía hermosos insectos que atrapaba delicadamente por el extremo de la cola para no inspirarle repugnancia a su mujer y, al anochecer, si hacía buen tiempo, no dejaba jamás de obsequiarla con una canción que alegraba a todo el vecindario. Jamás una querella, jamás el menor nubarrón turbó aquella plácida unión.

Apenas vine al mundo, y por primera vez en su vida, mi padre empezó a manifestar mal humor. Aunque yo no fuera aún sino de un gris sospechoso, no reconocía en mí ni el color, ni el aspecto de su numerosa prole.

-¡Qué sucio es este hijo! -decía a veces mirándome de través-; se diría que este chiquillo va a revolcarse en todos los yesones y en todos los montones de barro que se encuentra, para estar siempre tan feo y enfangado.

-¡Eh, Dios mío! -contestaba mi madre siempre hecha una bola en una vieja escudilla de la que había hecho su nido- ¿no ve, amigo mío, que es propio de su edad? Usted mismo, ¿no fue un encantador granuja? Deje que nuestro mirlito crezca, y ya verá como será hermoso; es uno de los mejores que he puesto.

Pese a encargarse de mi defensa, mi madre no se engañaba; veía crecer mi fatal plumaje, que le parecía una monstruosidad; pero hacía lo que todas las madres que se aferran con frecuencia a sus hijos, por el hecho de ser maltratados por la Naturaleza, como si fuera culpa suya, o como si rechazaran por anticipado la injusticia de la suerte que recaerá sobre ellos.