Abordajes del sufrimiento psicosocial en las infancias y adolescencias - Alejandro Michalewicz - E-Book

Abordajes del sufrimiento psicosocial en las infancias y adolescencias E-Book

Alejandro Michalewicz

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Beschreibung

Las infancias y adolescencias constituyen un colectivo particularmente sensible a las condiciones micro y macrosociales en que se desarrollan sus vidas. Acontecimientos como las crisis económicas, guerras y pandemias pero también la progresiva desarticulación del tejido social y simbólico que caracteriza esta época hacen preciso que Estados y sociedades instrumenten respuestas a problemáticas de complejidad creciente. Sin embargo, responder no implica de por sí contribuir a la salud y al bienestar de aquellos que resultan objeto (o sujeto) de los abordajes. Quienes trabajamos con niños, niñas y adolescentes enfrentamos el desafío de plasmar en la realidad concreta los cambios de paradigma producidos en el ámbito discursivo y normativo, que disponen la adecuación de las prácticas a una perspectiva de derechos. ¿Cuáles son los conceptos y las experiencias que pueden orientarnos para desarrollar e implementar abordajes éticos y eficaces del sufrimiento psicosocial en las infancias y adolescencias? Esta es la pregunta fundamental que guía el recorrido propuesto por este libro.

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Alejandro Michalewicz (autor y compilador)

Abordajes del sufrimiento psicosocial en las infancias y adolescencias

Integralidad, cuidado y subjetivación

Sofía C. Arcieri Ciucci / Sara Ardila-Gómez / Alejandra Barcala / Nidia Viviana Caballero / Gisela Cardozo / Maria Rosa Coppola / Leonardo García Iglesia / Carolina Kasimierski / Laura Lueiro / Martín Maydana / Alejandro Michalewicz / Carla Pierri / Laura Poverene / Silvia Sisto / Melina Trajtenberg / Gabriela Wagner

Michalewicz, Alejandro

Abordajes del sufrimiento psicosocial en las infancias y adolescencias / Alejandro Michalewicz. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2022.

(Conjunciones / 75)

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-538-933-5

1. Psicoanálisis. 2. Psicología Clínica. 3. Salud Mental. I. Título.

CDD 150.195

Colección Conjunciones

Corrección de estilo: Liliana Szwarcer

Diagramación: Patricia Leguizamón

Diseño de cubierta: Pablo Gastón Taborda

Los editores adhieren al enfoque que sostiene la necesidad de revisar y ajustar el lenguaje para evitar un uso sexista que invisibiliza tanto a las mujeres como a otros géneros. No obstante, a los fines de hacer más amable la lectura, dejan constancia de que, hasta encontrar una forma más satisfactoria, utilizarán el masculino para los plurales y para generalizar profesiones y ocupaciones, así como en todo otro caso que el texto lo requiera.

1º edición, octubre de 2022

Edición en formato digital: noviembre de 2022

Noveduc libros

© Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico S.R.L.

Av. Corrientes 4345 (C1195AAC) Buenos Aires - Argentina Tel.: (54 11) 5278-2200

E-mail: [email protected]

ISBN 978-987-538-933-5

Conversión a formato digital: Libresque

ALEJANDROMICHALEWICZ. Licenciado en Psicología (UBA). Especializado en Salud Mental infantojuvenil (Residencia hospitalaria en CABA). Psicoanalista. Investigador de la Cátedra II de Salud Pública/Salud Mental de la Facultad de Psicología (UBA). Docente y supervisor clínico de residentes y concurrentes (CABA y provincia de Buenos Aires). Coordinador y docente en diversos cursos de formación en el área de la Salud Mental infantojuvenil en el ámbito público y privado. Autor del libro Prácticas en Salud Mental infantojuvenil, entre la hospitalidad y el hospitalismo (Noveduc, 2016) y de numerosos artículos en temas de Salud Mental e infancias en situación de vulneración de derechos.

Índice

CubiertaPortadaCréditosSobre el autor y compiladorIntroducciónCapítulo 1. Problemáticas complejas en la infancia: ¿de qué complejidad se trata?La importancia de considerar la complejidadCapítulo 2. Cuidar al otroEl cuidado como condición humana fundamentalHacia la definición de una ética del cuidadoAdenda: El cuidado como cuestión social y el cuidado de los que cuidanCapítulo 3. Notas sobre el concepto de sujeto y su utilización en el campo de la salud mental argentinaIIIIIIIVVCapítulo 4. El paradigma de la protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes: en la búsqueda de la plena implementaciónLa protección integral en la Convención de los Derechos del Niño y la Ley Nº 26061Protección integral y políticas públicasEl camino hacia la plena implementaciónCapítulo 5. Acerca del “encuadre” en el trabajo con niños, niñas y adolescentes en situación de vulneración de derechosDisponerse a jugarUn espacio para el diálogoCapítulo 6. De las leyes a las prácticas: tensiones, obstáculos y avances en el marco de la reforma de la atención en salud mental infantojuvenil1. Accesibilidad y administración de los recursos: la “admisión” como analizador privilegiado2. Modelos de atención en salud mental: la supuesta dicotomía entre la escucha individual y la atención comunitaria3. Modos de categorizar y registrar los padecimientos psíquicos4. Existencia y distribución de recursos estratégicos para la atención5. Articulación intra e intersectorial de los cuidadosDe las leyes a las prácticasCapítulo 7. Aportes para pensar una epidemiología del sufrimiento y sus condiciones de producción. Una propuesta desde la experiencia en el primer nivel de atenciónLa experiencia y los interrogantes que la originaronEl análisis del libro de admisiónLa duplicidad de la categoría “motivos de consulta”Una clasificación posible para los modos de sufrir y sus condiciones de producciónLa población de adolescentes que consulta a la admisión de salud mentalImplicancias y nuevos desafíosCapítulo 8. Salud mental comunitaria: más allá de las necesidadesEl tallerUna situación clínica. Las tres hermanasCapítulo 9. El acompañamiento integral en los procesos de transición hacia la vida autónoma de adolescentes y jóvenes separados de sus familiasExperiencias de egreso acompañadas¿Expulsar o alojar?. Esa es la cuestiónCinco componentes para un acompañamiento integralUna convicción: siempre hay algo que puede hacerse

Introducción

Aunque me fuercen yo nunca voy a decir

que todo tiempo por pasado fue mejor:

¡mañana es mejor!

Luis Alberto Spinetta

Las infancias y adolescencias constituyen un colectivo particularmente sensible a las condiciones micro y macrosociales en que se desarrollan sus vidas. Episodios que nos tocan de cerca en la actualidad –como las crisis económicas, guerras y pandemias, pero también la progresiva desarticulación del tejido social y simbólico que se ha venido acelerando en las últimas décadas– se encarnan indefectiblemente en los padecimientos de niños, niñas y adolescentes. De este modo, denominar “psicosocial” a dicho sufrimiento es una decisión teórico-política que tiene por objetivo prevenir lecturas medicalizantes y otro tipo de reduccionismos individualistas, que resultan tan frecuentes como dañinos para las infancias vulneradas.

Sin renunciar a los análisis sobre las condiciones de producción de los padecimientos ni desestimar la necesidad de hallar alternativas a un sistema económico, político y social que conlleva un alto y creciente nivel de sufrimiento para las personas, una coyuntura como la que vivimos requiere que Estados y sociedades brinden respuestas eficaces a problemáticas de enorme complejidad, que aquejan a un gran número de personas. Así pues, este libro se enfoca en los abordajes posibles del sufrimiento psicosocial en las infancias y adolescencias a partir de la siguiente pregunta: ¿cuáles son los conceptos y las experiencias que pueden orientarnos para desarrollar e implementar modos de intervención eficaces, enmarcados en una perspectiva de derechos?

Es más que sabido que responder no implica de por sí contribuir a la salud y al bienestar de quienes resultan objeto (o sujeto) de los abordajes. Tantísimos autores han dado cuenta del carácter iatrogénico (e incluso violatorio de los derechos) que adquieren numerosas intervenciones que aún hoy continúan llevándose a cabo. Hemos trabajado al respecto en un libro anterior (Michalewicz, 2016) en el que analizamos una serie de prácticas que se desarrollan en el campo denominado “salud mental” y que encuadran perfectamente en dicha descripción.

Ahora bien, sin restarle valor al trabajo de crítica de lo instituido (que obviamente resulta un tiempo necesario para todo cambio), consideramos que su potencial transformador se agota si no sobreviene luego algo de lo instituyente. Parafraseando una afirmación de Stolkiner y Solitario (2006) –y dialogando con ella– podríamos plantear que, en políticas de infancia tanto como en salud mental, hace rato que sabemos qué es necesario dejar de hacer. El desafío es cómo concretar transformaciones que operan con el atractivo de las utopías y con la dificultad de los cambios que requieren no solo la ruptura de prácticas institucionalizadas, sino también la invención y la implementación de nuevos modos de trabajar.1

En los cuatro primeros capítulos de este libro elaboramos un marco teórico que sirve de apoyo para la construcción de prácticas sustentadas desde una perspectiva de derechos. Para ello resulta indispensable trabajar algunos conceptos claves, empleados con gran frecuencia y no siempre con demasiada claridad. Consideramos que, si no se realiza con ellos un trabajo de conceptualización, se corre el riesgo de que acaben desgastados o vaciados completamente de sentido. Es el caso, por ejemplo, de la expresión “cuidado” (que abordaremos en el Capítulo 2), que está siendo cada vez más utilizada, pero en la voz de actores con posiciones antagónicas y con significaciones de lo más diversas. Tal como plantea Menéndez:

Si tendencias tan distintas, algunas de ellas ideológico, técnica, económico y políticamente diferenciadas –y hasta enfrentadas– pueden usar intercambiablemente casi los mismos “conceptos”, algo está ocurriendo con el uso de esos “términos”. En consecuencia, para saber de qué estamos hablando y no hablando y cuáles son los problemas que estos conceptos van a ayudar a precisar, se requiere un esfuerzo de construcción conceptual. (Menéndez, 1990, p. 34)

A la vez, estamos convencidos de que las problemáticas de gran complejidad deben ser abordadas mediante un trabajo en equipo. Al respecto, tomamos la afirmación de Stolkiner (2005), quien señala la importancia de que los equipos que aspiren a sostener abordajes interdisciplinarios y/o intersectoriales puedan establecer un marco referencial común que permita orientar un trabajo verdaderamente articulado. Tal como lo plantea la autora, ese marco implica acuerdos ideológicos en los que se defina el tipo de relación que se intenta construir entre el equipo asistencial y los beneficiarios del mismo. Si bien esta es una cuestión que atraviesa transversalmente el libro, el Capítulo 5 precisa de modo específico qué tipo de vínculo permite trabajar desde una perspectiva subjetivante con niños, niñas y adolescentes con sufrimiento psicosocial.

Existe toda una vertiente en relación a la adecuación de las prácticas del campo a una perspectiva de derechos que tiene que ver con la sanción e implementación de leyes nacionales (fundamentalmente, la Ley N° 26061/05 y la Ley N° 26657/10), que han producido cambios de paradigma en lo que respecta a los marcos normativos, pero que tuvieron una eficacia relativa en la transformación de las intervenciones concretas. El Capítulo 6 aborda esta cuestión y hace hincapié en las tensiones y obstáculos que se han producido en los servicios de salud en relación a la posibilidad de llevar adelante las reformas propuestas.

En el Capítulo 7 se trabaja la cuestión del diagnóstico en salud mental, pero a diferencia de la mayoría de los escritos que existen sobre la temática, se presenta una alternativa a las prácticas hegemónicas y se relata la experiencia de su implementación. Se trata de la apuesta a producir una epidemiología no individualizante, que permita dar cuenta del sufrimiento psíquico de la población, no solo a partir de los modos de expresión de los padecimientos, sino también de las condiciones sociales de producción de dicho sufrimiento.

Por último, los Capítulos 8 y 9 presentan relatos de abordajes en el campo de la infancia, con el objetivo de describir prácticas regidas por la posición teórica, ética y política aquí propuesta. A la vez, es un modo de compartir experiencias y maneras de hacer que puedan ser replicadas, multiplicadas y reinventadas.

No quisiera finalizar esta introducción sin mencionar una experiencia que tuvo lugar hace ya algunos años en la Ciudad de Buenos Aires, y que fue pionera en nuestro país en proponer abordajes del sufrimiento psicosocial que no retrocedan frente a la complejidad de las problemáticas. Me refiero al Programa de Atención Comunitaria a niños, niñas y adolescentes con trastornos mentales severos (conocido como PAC), que fue coordinado por Alejandra Barcala, Patricia Álvarez Zunino y Julio Marotta entre 2006 y 2012 (Barcala y Torricelli, 2013). Pude acercarme a esa experiencia a través de una investigación que realicé en aquellos años.

En el marco de una entrevista que formaba parte de dicho estudio, una de las colegas que trabajaba en el PAC me regaló una frase que evoco con frecuencia. Ella estaba relatando el proceso que dio a luz al Programa de Atención Comunitaria, surgido en el seno de un servicio de Salud Mental infantojuvenil de corte más tradicional. Allí, un grupo de profesionales había decidido buscar nuevas herramientas para responder de modo más eficaz a los niños, niñas y adolescentes que atendían, cuyas realidades psicosociales eran cada vez más complejas. La entrevistada señaló que el punto al que arribaron como orientación de sus intervenciones se proponía como objetivo principal encontrar modos de alojamiento.

Si bien el comentario se refería a la intención de buscar estrategias para inscribir en las instituciones de la infancia a los chicos y chicas que llegaban a la consulta caídos de toda trama social, recién hoy, al escribir estas líneas, noto que la entrevistada hablaba también de ellos mismos en tanto profesionales de la salud. Me atrevo a inferir que aquella experiencia, tan rica por la forma novedosa de pensar el trabajo (y también por el empuje que generó en tantos de los entonces jóvenes profesionales que tuvimos la suerte de haberla conocido) tuvo como punto de partida la incomodidad y el malestar de un grupo de profesionales respecto del modo en que trabajaban. Me refiero a la incomodidad que surge al tener que trabajar en desacuerdo con los lineamientos de la institución en la que uno se desempeña, algo que sin duda resultará familiar a muchos lectores de este libro. Se me ocurre entonces que lo más revolucionario de aquel Programa de Atención Comunitaria tal vez haya sido la apuesta por modificar lo instituido en un servicio de salud del ámbito estatal y llevar a cabo allí mismo la construcción de algo distinto.

Quise incluir aquí este breve relato porque considero fundamental que nos preguntemos cuáles son las posibilidades que tenemos de alojar a las personas que nos consultan en instituciones que nosotros mismos sentimos inhóspitas. A la vez, creo que transmitir experiencias exitosas de cambios institucionales impulsadas por los propios trabajadores siempre resulta inspirador.

Volviendo a la cuestión de los modos de alojamiento, considero que, para que exista un alojamiento exitoso, precisamos contar siempre con el sostén de una “red” y también con el de una “cadena”. El concepto de la “red”, trabajado y propuesto hasta el cansancio en nuestro campo, designa las articulaciones que se producen en un eje que podríamos definir como sincrónico: lo que debe entramarse en el aquí y el ahora para poder alojar. Pero también existe un componente diacrónico vinculado con lo que se “encadena”: me refiero a la necesidad que tenemos los profesionales que trabajamos en pos del alojamiento de quienes consultan de sentirnos nosotros mismos alojados en las instituciones en las que trabajamos. La cuestión del cuidado de los que cuidan –y, por qué no, del alojamiento de los que alojan– se puso sobre el tapete en los años de pandemia que venimos atravesando y resulta una buena oportunidad para darle al tema la importancia que se merece. Si hablamos de personas que trabajan con personas debemos pensar qué sucede en el cuerpo de los profesionales, cada vez que llegamos a los establecimientos en los que nos desempeñamos.

También podemos ubicar la cuestión de la transmisión de las prácticas institucionales en relación a lo que se encadena. La formación en servicio de los profesionales de la salud tiene una estructura de cadena: quienes ayer fueron “formados” son los que hoy “forman” a quienes mañana “formarán” a los que vendrán. Cabe preguntarse: ¿qué se transmite en esa cadena? ¿Cómo se articula la tradición, la cultura institucional, con la disposición –o no– de alojar lo nuevo?

Por último, si se trata de producir modos de alojamiento en lo social, no podemos ni debemos dejar de lado la dimensión del futuro. Resulta muy habitual escuchar –sobre todo en equipos que trabajan con adolescentes en contextos de alta precariedad– que esta cuestión se aborda mediante intervenciones que buscan trabajar sobre “el proyecto de vida”. Es cierto que, como afirma Bleichmar (2008), la vida humana sin una proyección hacia un futuro mejor se torna en supervivencia, lo que la vacía por completo de sentido. Pero esta autora también señala que la “recuperación de los sueños” solo puede tener lugar dentro de las instituciones y en un modelo de país determinado, y apuesta que el mismo puede ser construido por y para las generaciones venideras. Así pues, proponer trabajar sobre los “proyectos de vida” de los jóvenes sin considerar los modos en que los colectivos humanos dan sostén –o no– a los sujetos de dichos proyectos puede llevarnos a pecar –sin quererlo, quizás– de individualismo.

Trabajar con niñas, niños y adolescentes puede ser una tarea profundamente alegre cuando nos permite encontrarnos cotidianamente con la potencia de los sujetos en su más pleno devenir. Pero también resulta una tarea muy angustiante cada vez que terminamos siendo testigos de cómo ciertos recorridos vitales se ven sistemáticamente truncados. En un tiempo como el actual, cuando cada vez más personas quedan excluidas de gozar de bienes y servicios que deberían estar garantizados para todos y todas, a la vez que las perspectivas de un futuro de progreso común se ven acechadas por oscuridades de diversa índole, es mucho más necesario aún seguir apostando a la vida y a producir tramas colectivas, como el único modo humano de resistir a la muerte. No me refiero a la inevitable muerte del cuerpo biológico, que tarde o temprano es parte de la vida, sino a la mortificación que implica la miseria planificada en que se está convirtiendo nuestra cultura.

Trabajar con niños, niñas y adolescentes debe ser siempre una apuesta vital, que solo puede efectuarse mediante un dedicado cuidado de las vidas que comienzan. Un cuidado que, para distinguirse radicalmente de cualquier práctica de control producida en su nombre, debe ser practicado desde una posición de sostén que no obstaculice ni reprima el surgimiento de lo nuevo.

Para eso y por eso es que es preciso pensar, criticar, inventar y reinventar nuestras instituciones y nuestras prácticas todas las veces que sea necesario. Solo así podremos apostar –con Luis Alberto Spinetta– a que mañana sea mejor.

BIBLIOGRAFÍA

Alemán, J. (2009). Una “izquierda lacaniana”. En diario Página 12, 22-12. www.pagina12.com.ar

Barcala, A. (2011). El impacto de las políticas neoliberales de los 90 en el ámbito de la salud mental. En Invención de enfermedades. Traiciones a la salud y la educación. La medicalización de la vida contemporánea. Noveduc, pp. 219-228.

Bentolila, S. et al. (2016). Las emergencias y desastres desde la perspectiva de la salud mental: impacto psicosocial en las poblaciones afectadas. Módulo de lectura. Universidad ISalud

Castel, R. (1991). Los desafiliados: la precariedad del trabajo y la vulnerabilidad relacional. En Revista Topía, Año 1, N° 3, Buenos Aires.

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Michalewicz, A. (2016). Prácticas en Salud Mental infantojuvenil, entre la hospitalidad y el hospitalismo. Noveduc.

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Sisto, S. (2019). Vulneración de derechos en la infancia y sufrimiento psíquico en el contexto de la crisis socioeconómica. Clase del curso Niños, niñas y adolescentes en situación de vulneración de derechos: herramientas teóricas y abordajes posibles desde el psicoanálisis, la salud mental y las políticas públicas. Colegio de Psicólogas y Psicólogos de la Pcia. de Bs As. Distrito XI. Comisión de Niñez y Adolescencia.

Stolkiner, A. (1987). De interdisciplinas e indisciplinas. En N. Elichiry (comp.). El niño y la escuela. Reflexiones sobre lo obvio. pp. Nueva Visión, pp. 313-317.

Stolkiner, A. (2012). Diálogo sobre interdisciplina. Periódico En Diálogo, Extensión, Universidad de la República Uruguay, octubre. http://www.extension.edu.uy/endialogo

NOTA

1. La frase a la que nos referimos enuncia lo siguiente: “Desde hace décadas se sabe lo que es necesario hacer tanto en APS como en salud mental; el desafío es cómo concretar estas transformaciones que operan con el atractivo de las utopías y con la dificultad de los cambios que requieren la ruptura de prácticas institucionalizadas cuyos actores tienden a mantenerlas en función de intereses sectoriales o corporativos”. Las itálicas señalan las modificaciones realizadas por el autor.

Capítulo 1

PROBLEMÁTICAS COMPLEJAS EN LA INFANCIA: ¿DE QUÉ COMPLEJIDAD SE TRATA?

Alejandro Michalewicz

Hoy en día, resulta casi un lugar común afirmar que las problemáticas que producen altos grados de sufrimiento psicosocial a los niños, niñas y adolescentes1 se han complejizado. Quizás constituya el punto de mayor coincidencia entre quienes nos desempeñamos en un campo verdaderamente heterogéneo en lo que respecta a disciplinas, enfoques teóricos y éticos. Habrá casi pleno acuerdo, además, en que los abordajes que se ofrecen –en el marco de una sociedad que presenta niveles cada vez mayores de exclusión y precariedad– resultan progresivamente más ineficaces. Dicha afirmación involucra a las diversas instituciones por las que transitan los NNA: familias, escuelas, hogares de cuidado, servicios de protección de los derechos y juzgados, entre otras. Así pues, nos encontramos con equipos que suelen verse desbordados y que, en su mayor parte, atribuyen ese desborde a la tan mentada “complejidad”.

Ahora bien, cuando un término adquiere tal frecuencia en su utilización que se convierte casi en una muletilla, corre el riesgo de vaciarse de sentido y de que su empleo repetitivo termine obturando la posibilidad de que sirva para pensar. Resulta necesario entonces efectuar un trabajo de conceptualización sobre este significante –y también sobre otros términos que se abordarán en los capítulos siguientes– que ayude a prevenir el uso ritualizado, vaciado de contenido o incluso tergiversado de categorías que pueden ser de gran importancia a la hora de operar sobre la realidad.

A continuación, desarrollaremos tres sentidos que suele adquirir en nuestro campo el término “complejidad”, cuando es utilizado para referirse a las problemáticas que sufren los NNA en la actualidad.

1. Lo difícil de abordar

Un primer uso del término refiere lisa y llanamente a lo complicado que resulta el abordaje de determinada situación. Muchas veces es solo esto lo que alguien quiere decir cuando afirma que tal o cual problemática resulta “muy compleja”.

Lo que es importante señalar respecto a este uso es que dicho juicio, que habitualmente es dirigido hacia el “objeto” de abordaje, debe ser considerado, en realidad, como la medida de una relación. Me refiero a la relación que existe entre la problemática que se desea abordar y las herramientas con las que se cuenta para hacerlo. Cuando Galende (1997) –hace ya unos cuantos años– se refería a las “nuevas demandas en salud mental” como problemáticas complejas que en estrecha vinculación con situaciones de exclusión social producen altos grados de sufrimiento psíquico a quienes las padecen, ponía el foco en esta cuestión. Es decir, en el modo en que profesionales e instituciones de Salud Mental carecían de respuestas frente a esas demandas, tanto en las teorías como en los métodos terapéuticos, y se veían interrogados así en sus posibilidades de intervención.

Diez años después, el mismo autor insiste en su propuesta de entender la “gravedad” en salud mental no como un dato natural de lo que le pasa a una persona, sino como una relación entre eso que le sucede y los recursos que tenemos para atender lo que le acontece (Galende, 2007).

Si consideramos que el abordaje de las problemáticas se torna cada vez más complejo, eso implica que nuestros recursos son cada vez más inadecuados o insuficientes. Analicemos entonces la cuestión de los “recursos de abordaje” planteando para ello tres niveles.

Un primer nivel refiere a los profesionales. Surge, entonces, el tema de la capacitación: ¿resulta apropiada la formación profesional en relación a las problemáticas de mayor prevalencia que debemos enfrentar en las instituciones? Por otra parte, cabe preguntarse acerca de nuestra creatividad a la hora de producir nuevas herramientas –teóricas y prácticas– que nos permitan abordar lo que resulta inaccesible mediante los recursos habituales: ¿en qué medida nos animamos a crear modos de trabajar que vayan más allá de lo conocido y estandarizado?

Un segundo nivel apunta a las instituciones (de salud, de protección de derechos, de justicia, etc.) y nos impulsa a preguntarnos, entre otras cosas, si contamos con un sistema adecuado para atender el tipo y la cantidad de demandas que se reciben. También es preciso pensar qué es lo que ocurre en las instituciones a la hora de recibir problemáticas que no se condicen con los estándares para los cuales fueron creadas: ¿se responde alojando o rechazando? Y, por último, debemos identificar –y modificar– ciertos modos instituidos de dar respuesta que, lejos de aliviar el sufrimiento, agravan aún más la situación de NNA.2

Un párrafo aparte merece la cuestión de la reforma de la atención en Salud Mental en nuestro país, que tuvo un hito crucial en la sanción y reglamentación de la Ley Nacional Nº 26657 hace ya más de una década. Se trata de un proceso en curso, cuya marcha se encuentra fuertemente condicionada por cuestiones políticas, lo que determinó su desarrollo irregular, tanto a través del tiempo como a lo largo y a lo ancho del país. Consideramos que aún es pronto para sacar conclusiones acerca de dicho proceso, cuyo mayor éxito quizás haya sido poner en primer plano la cuestión del respeto y protección de los derechos humanos como un eje insoslayable de las prácticas en salud.3

Un tercer nivel –que nos llevará directamente al siguiente punto– tiene que ver con la trama social en su conjunto. Me refiero a que las respuestas al sufrimiento psicosocial que presentan NNA no conciernen exclusivamente al sector salud, como muchas veces se plantea. Cuando se concibe dicho sufrimiento exclusivamente como “enfermedad mental” se incurre en su medicalización y, por lo tanto, se invisibiliza la heterogeneidad de factores que suelen interactuar en la conformación de las situaciones de padecimiento. De este modo, se deja de lado la necesidad de ofrecer respuestas integrales que involucren a los distintos estamentos del Estado y la sociedad.

2. Los sistemas complejos

Un segundo sentido del término complejidad –también muy utilizado– remite a la multiplicidad de elementos que constituyen cierta problemática.

De acuerdo a esta acepción, cuando se menciona la complejidad de una problemática no se señala la dificultad que implica comprenderla o abordarla (más allá de que esta pueda existir), sino que se da cuenta de que se la piensa como compuesta por elementos heterogéneos que se interdefinen y determinan recíprocamente dentro de una estructura o sistema (García, 1986).