Acerca del humanismo - Stéphane Toussaint - E-Book

Acerca del humanismo E-Book

Stéphane Toussaint

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Eugenio Garin afirmaba que "no cabe duda de que es imposible asir el sentido del Renacimiento italiano ni comprender su peso en la historia, si no se aferra el secreto de su profunda unidad vivencial de ciencia y arte, de un tormentato pensamiento crítico unido a una fe religiosa renovada por el retorno a los orígenes". Haciéndose cargo de dicha aseveración, el filósofo francés Stéphane Toussaint sugiere en este libro dos conceptos que revitalizan nuestra lectura del Renacimiento: la energía y el enigma. Así como no podemos separar ambas nociones para comprender nuestra vivencia de aquel período, tampoco podemos escindir nuestras vacilaciones de los actos y formas que dan lugar a la cultura. Esta es el espacio de la energía, de la vitalidad, en otras palabras, de una tradición forjada por enigmas. Ser conscientes de la tradición, propone Toussaint en este ensayo de sorprendente actualidad, amplía las posibilidades para la filosofía. Por el contrario, el rechazo de su vertiente humanista pone en riesgo nuestro propio presente. Stéphane Toussaint es filósofo e historiador del humanismo. Formado en París y en Florencia con Cesare Vasoli, su investigación se ha centrado principalmente en la filosofía renacentista y sus proyecciones. Es director de investigación del Centre André Chastel (CNRS) y dirige la revista de filosofía renacentista Accademia. De su extensa bibliografía, destacamos Humanismes / Antihumanismes. De Ficin à Heidegger (Les Belles Lettres, 2008), La Liberté d'Esprit. Fonction et condition des intellectuels humanistes (Les Belles Lettres, 2019) y Contre la pestilence. Sommes-nous encore humains? (Piranha, 2021). Colección PHILOSOPHICA del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.

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Acerca del Humanismo. Humanitas y pensamiento moderno.

Stéphane Toussaint

Originalmente publicado en Umanesimo. Storia, critica, attualità, Marco Russo (ed.), Florencia, Casa Editrice Le Lettere, 2015, pp. 1-42 (ISBN 978-88-6087-945-5).

© Editorial Hueders

© De la traducción: Ignacio Uribe

Primera edición: septiembre de 2021

ISBN 978-956-365-231-4

ISBN DIGITAL 978-956-365-261-1

Todos los derechos reservados.

Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin la autorización de los editores.

Diseño: Valentina Mena y Constanza Diez

Diagramación digital: ebooks Patagonia

www.ebookspatagonia.com

[email protected]

Colección PHILOSOPHICA

Instituto de Filosofía PUCV

PREFACIO

Recientemente ha sido publicado el libro de Stéphane Toussaint, La Liberté d’Esprit. Fonction et condition des intellectuels humanistes (París, 2019), una continuación de las reflexiones iniciadas en Humanismes Antihumanismes. De Ficin à Heidegger (2008). Allí, el filósofo y estudioso del Renacimiento ha puesto atención en los beneficios que traería el ejercicio de comparación entre distintas épocas. Este permitiría aguzar nuestra capacidad intelectiva y afinar nuestra caja de resonancia, esto es, nuestro modo de asimilar el pasado para proyectarlo al presente. La consideración del pasado sin quitar la vista al presente consentiría una reapropiación consciente de la tradición. Y tal reapropiación no sería otra cosa que abrirse a la infinitud del espíritu humano, a las expresiones de su universalidad. Los hechos históricos reclaman descripciones elocuentes para que el hombre se reconozca en sucesos y obras de antaño. La actualidad de aquellos –como Aby Warburg y Erwin Panofsky, entre otros, dice Toussaint– que reflexionaron cuestionando los problemas de su momento, infiltrándose en el pasado para descifrar la historia del Renacimiento y la propia, junto con revelar lo más íntimo de su inteligencia, ilustra cómo engendrar una reflexión perdurable a la luz del pasado. Aunque la universalidad del espíritu humano implique conformaciones concretas engendradas desde la libertad, no supone que estas tengan un único modo de aprehensión. Los rostros tienen gestos distintos y los gestos distintas interpretaciones.

Un caso. El asesinato de Julio César orquestado por Bruto y Catón. En el canto xxxiv del Infierno (vv. 55-69), Dante reunió, junto a Judas, a los “traidores de César”:

“A este la mayor pena le ha tocado:es Judas Iscariote, cuya testaestá en la boca, y patalea airado;hacia abajo esos dos la tienen puesta”,dijo el guía, ‘el del rostro renegridoes Bruto, que el dolor no manifiesta;Casio el tercero es, alto y fornido’.Mas ya la noche llega, y el instantede marcharnos, que todo visto ha sido” (trad. de Ángel Crespo)

La condena de los tres personajes puso en serios problemas a los humanistas italianos. Mientras Coluccio Salutati escribía un tratado (el De Tyranno, 1400) para justificar la opción de Dante, Cristoforo Landino –como algunas décadas antes Leonardo Bruni– recurría a figuras retóricas para sacar a Bruto y Casio del Infierno esquivando al mismo tiempo una crítica al poeta. Como ha sido destacado, Salutati concluyó finalmente que el asesinato de César había sido el de una autoridad elegida legítimamente, que gobernaba bajo el umbral de la justicia; un hombre prudente, empapado de virtudes cívicas, como lo había descrito Salustio y Séneca. Bruto y Casio, en consecuencia, habían transgredido el derecho y actuado sin justicia, ganándose merecidamente el último círculo del Infierno. El Comento sopra la Comedia (1481) de Landino se ubica en un territorio distinto. Landino invierte el rol de los protagonistas conservando el principio que guiaba el veredicto de Salutati. Puesto que César había sido un tirano, no podía haber sido un giusto imperatore. Bruto y Casio eran meros nombres que Dante utilizaba para designar a cualquier asesino de un vero monarca, no los personajes históricos que cometieron el crimen contra César. Este último, a su vez, estaba allí invocando la interpretación de Cicerón, para quien César fue un transgresor del derecho romano. El comentario al pasaje del Infierno sería refrendado con otro de Paraísovi, vv. 73-75, donde Dante insistía en criticar a Bruto y Casio convirtiéndolos en perros. Nos recuerda que más que hablar, ladran. Si Dante hubiera hecho de ambos hombres los homicidas de César, sostenía Landino, nada excusaría el error del poeta florentino. Pero no pudo haberse equivocado porque como era evidente al humanista, “no fueron traidores sino liberadores de la patria, hombres ilustres que con alegría antepusieron sus vidas para apagar al tirano”. La muerte del general romano fue en el Quattrocento materia de discusión entre agudos letrados que desde lados opuestos adherían a las mismas virtudes políticas entretanto mantenían la figura de Dante inmaculada.

Con Shakespeare el acto en cuestión adquiere una connotación nueva y delicada. Al inicio del segundo acto de Julio César, Bruto pasea durante la noche en el jardín de su casa mientras es interrumpido reiteradamente por su sirviente, Lucio. Los estorbos de Lucio preparan la tensión para el siempre decisivo llamado a la puerta shakesperiano que celebra el ingreso de un grupo de hombres con Casio a la cabeza. El momento entre el golpeteo que anuncia la llegada y la aparición de “los conjurados”, marca el giro al que hacíamos referencia. En el breve instante de tranquilidad durante su desvelo, Bruto piensa:

“¡Desde que Casio me excitó el primero contra César, no he podido dormir! Entre la ejecución de un acto terrible y su primer impulso, todo el intervalo es como una aparición o una horrorosa pesadilla. ¡El espíritu y las potencias corporales celebran entonces consejos, y el estado del hombre, semejante a un pequeño reino, sufre entonces una suerte de insurrección!” (trad. de Luis Astrana Marín)

El drama de Bruto es también el de la cultura. La cultura entendida como la fértil y permanente insurrección del estado del hombre. Con Shakespeare no pierde valor el acto que provocó el debate entre los humanistas; por el contrario, incorpora un matiz distinto, de continuidad. Impulso y acto se ubican en lados opuestos al interior de un mismo territorio. El juego entre las potencias corporales y el espíritu, la insurrección que da lugar a la cultura o, si queremos, el intervalo, es el triunfo de una doble continuidad: la continuidad de la tradición y la continuidad que concede la cultura, la del hombre con su entorno. Con esta idea volvemos al Warburg de Toussaint.

Entre el pasaje de Julio César y la introducción al atlas de las imágenes o Mnemosyne, hay un abandonado parentesco que utilizaremos como refugio para nuestro retorno al inicio de estas líneas. En el breve texto que inaugura las tablas de Mnemosyne, el acto artístico es definido como “manipulación táctil del objeto con el fin de que este pueda ser reflejado de un modo plástico o pictórico”. Esta tesis debe insertarse en un marco más amplio al interior de Mnemosyne, como uno más de los actos constitutivos de la civilización humana, como la distancia existente entre el yo y el mundo externo. La consciencia de este espacio revela las herramientas que utilizamos para sobrevivir al temor que nos provoca todo aquello que es externo a nosotros. Bajo este cristal, los studia humanitatis demandan su actualidad. Si la cultura no es otra cosa que la búsqueda de un orden ante el terror de enfrentarnos al caos del desconocimiento, no podemos imaginar un miedo mayor que darnos la espalda a nosotros mismos. En efecto, la consideración de la cultura desde una vertiente humanista no debiera soslayar la historia que “ilustra la distancia que transcurre entre el impulso y la acción” o, en términos de Shakespeare, no debiera ignorar el reino donde padecemos la insurrección. Este es el problema del humanismo actual, el que evoca un mero altruismo dejando de lado la filosofía y la cultura, como declara Toussaint.

La duda de Bruto o el espacio entre el impulso y la acción, convierte el problema de la cultura en un problema de ambigüedad. Shakespeare ha descubierto el momento previo a la ejecución de la acción, cuando vacilamos porque estamos inmersos en una búsqueda. En este sentido, el intervalo enlaza los momentos que el hombre vive antes de concretar una conformación cultural. Estoy pensando en lo que Eugenio Garin subrayaba en el Preámbulo que abre otra obra de Toussaint, De l’enfer a la coupole. Dante, Brunelleschi et Ficin (1997). El erudito italiano declaraba allí: “no cabe duda que es imposible asir el sentido del Renacimiento italiano, ni comprender su peso en la historia, si no se aferra el secreto de su profunda unidad vivencial de ciencia y arte, de un tormentato pensamiento crítico unido a una fe religiosa renovada por el retorno a los orígenes […]”. Haciéndose cargo de esta aseveración, Toussaint sintetiza con dos conceptos la función que acompaña, “de cuando en cuando, nuestra experiencia del Renacimiento: la energía (force) y el enigma”. Así como no podemos separar ambos conceptos para comprender nuestra “experiencia” del Renacimiento, no podemos escindir nuestras vacilaciones de los actos y conformaciones que dan lugar a la cultura. Si la energía manifiesta vitalidad y, por extensión, tradición, no hay cultura sin enigmas, sin ambigüedades. De allí que la omisión de la filosofía y de la cultura impida hablar del humanismo. Este es uno de los más complejos peligros contemporáneos. Pero de los riesgos que comporta el olvido mejor dejar hablar a Toussaint.

IGNACIO URIBE M.

NOTA BIBLIOGRÁFICA

Para este prefacio he tenido a la vista las siguientes obras:

Garin, Eugenio, “Premessa” a Toussaint, Stéphane, De l’enfer a la coupole. Dante, Brunelleschi et Ficin. A propos des “codici Caetani di Dante”, Roma: L’Erma di Bretschneider, 1997.

Hankins, James, Virtue Politics. Soulcraft and Statecraft in Renaissance Italy, Cambridge (Mass.): The Belknap Press of Harvard University Press, 2019.

Toussaint, Stéphane, Humanismes Antihumanismes. De Ficin à Heidegger, París: Les Belles Letres, 2008.

Toussaint, Stéphane, La Liberté d’Esprit. Fonction et condition des intellectuels humanists, París: Les Belles Letres, 2019.

Warburg, Aby, Bilderatlas Mnemosyne – The Original (R. Ohrt y A. Heil, eds.), Berlín: Hajte Cantz Verlag Gmbh, 2020.

Witt, Ronald, In the Footsteps of the Ancients. The Origins of Humanism from Lovato to Bruni, Leiden: Brill, 2000.

*Agradezco a los profs. Gabriella Rossi, Valeria Campos y Alfonso Iommi las sugerencias y correcciones a esta traducción.

Agradezco profundamente a Andrea Robiglio la lectura atenta y las valiosas sugerencias.

Mientras los problemas planteados por la antropología moderna son problemas de invisibilidad del hombre, los problemas que plantea a la filosofía moderna la idea de humanidad y humanismo son problemas de olvido.

En 1945, Augusto Campana, siguiendo los pasos de Paul Oskar Kristeller (1944-45),1 había hablado del “malentendido” de la palabra “humanista” en la época moderna,2 mientras en 1968, en plena revolución cultural, Eugenio Garin3 había llamado elegantemente la atención de los “maestros” de entonces –poco proclives a examinar el humanismo acerca del que pontificaban– sobre la necesidad de historizar.

Estas advertencias letradas no parecen haber pesado mucho en la reflexión moderna acerca del hombre, y resulta extraño constatar que muchos supuestos pensadores “humanistas” no hayan, incluso tal vez hoy, oído hablar ni de sus homólogos, o presuntos homólogos, del Renacimiento, ni tampoco de Kristeller, ni de Garin, ni de las querellas acerca de la naturaleza del humanismo, antes que sobre la naturaleza del hombre. Pero la historia de un problema como el del hombre es parte –es más, una parte vital– de este mismo problema.