Acercamientos a la situación epocal desde la diversidad filosófica contemporánea - José Antonio Mateos Castro - E-Book

Acercamientos a la situación epocal desde la diversidad filosófica contemporánea E-Book

José Antonio Mateos Castro

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El devenir de la realidad va mostrando la génesis de nuevos problemas inmediatos inherentes al dinamismo de la humanidad. Por tal motivo, la filosofía busca hacer una mediación radical de esos fenómenos que aparecen en nuestra conciencia y elaborar una comprensión de aquello que nos afecta. Ante tal tarea, esta obra pone en marcha un diálogo que busca acercarnos a la situación epocal desde la diversidad filosófica contemporánea a partir de cuatro hitos esenciales: la filosofía política, la filosofía social, la metafísica, y la antropología filosófica situada hic et nunc. Esto nos permitirá alumbrar, desde distintos matices, la complejidad de habitar el mundo en el cual somos.    Los coordinadores de este libro, junto con los autores, conforman un grupo de investigadores que presentan la vocación y entrega del pensar, pues siguen la máxima socrática "una vida sin examen no es digna de ser vivida". En este caso, un mundo sin revisión filosófica nos aleja de habitarlo humanamente. Ya lo decía Menandro y lo repitió Terencio: "porque soy humano, y nada de lo humano me es ajeno".     Esperamos que las reflexiones de este libro sean destellos en la oscuridad.

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ACERCAMIENTOS A LA SITUACIÓN EPOCAL DESDE LA DIVERSIDAD FILOSÓFICA CONTEMPORÁNEA

El devenir de la realidad va mostrando la génesis de nuevos problemas inmediatos inherentes al dinamismo de la humanidad. Por tal motivo, la filosofía busca hacer una mediación radical de esos fenómenos que aparecen en nuestra conciencia y elaborar una comprensión de aquello que nos afecta. Ante tal tarea, esta obra pone en marcha un diálogo que busca acercarnos a la situación epocal desde la diversidad filosófica contemporánea a partir de cuatro hitos esenciales: la filosofía política, la filosofía social, la metafísica, y la antropología filosófica situada hic et nunc. Esto nos permitirá alumbrar, desde distintos matices, la complejidad de habitar el mundo en el cual somos.

Los coordinadores de este libro, junto con los autores, conforman un grupo de investigadores que presentan la vocación y entrega del pensar, pues siguen la máxima socrática “una vida sin examen no es digna de ser vivida”. En este caso, un mundo sin revisión filosófica nos aleja de habitarlo humanamente. Ya lo decía Menandro y lo repitió Terencio: “porque soy humano, y nada de lo humano me es ajeno”.

Esperamos que las reflexiones de este libro sean destellos en la oscuridad.

 

 

José Antonio Mateos Castro. Doctor en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Profesor de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UAT). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Conacyt. Líder del Cuerpo Académico Consolidado Modernidad y Humanismo (CA-UATLX-219). Entre sus últimas publicaciones como coordinador se encuentran: Consideraciones desde la razón práctica: problemas, tensiones y posibilidades (México, Itaca, 2018), La dimensión hermenéutica de la razón en filosofía (México, UAT/monosílabo, 2019), Contingencia y pandemia. Consideraciones desde la filosofía práctica (México, Torres Asociados, 2021), y “Ethos y Humanismo del Modelo Educativo de la UATx” en Pensar la Universidad. Autonomía, conciencia histórica e incertidumbre actual (México, UAEM, 2022).

JOSÉ ANTONIO MATEOS CASTROcompilador

ACERCAMIENTOS A LA SITUACIÓN EPOCAL DESDE LA DIVERSIDAD FILOSÓFICA CONTEMPORÁNEA

 

ERNESTO CABRERA GARCÍA RENÉ VÁZQUEZ GARCÍA MARIO DÍAZ DOMÍNGUEZ MARÍA DEL ROCÍO LUCERO MUÑOZ (coordinadores)

Índice

CubiertaAcerca de este libroPortadaPrólogo. Victórico Muñoz RosalesNota a la edición. José Antonio Mateos CastroIntroducción. Adrián Negib Garza Camacho y Marco Antonio Xochitemol CruzIPolítica, historia y hermenéutica del peligro en Walter Benjamin. José Antonio Mateos CastroMuerte y resurrección de la filosofía política normativa. Ernesto Cabrera GarcíaEstado, derecho y política: entre lo cotidiano y el acontecimiento. Guadalupe Friné Lucho González y Francisco de Jesús Cepeda RincónLa relación entre el concepto liberal de la libertad y la democracia representativa. Yossadara Franco LunaIIBiopolítica y urgencia sanitaria: sujeción de sujetos. Hilda Beatriz Salmerón GarcíaFilosofía forense frente al odio y la violencia en la era digital. Arturo Aguirre Moreno, Arturo Romero Contreras y Elizabeth Villalobos CastañedaFilosofía, crítica y diferencia sexual. Rubí de María Gómez CamposIIIEl horizonte incesante de la metafísica. Mario Díaz DomínguezUn obstáculo epistemológico: las rupturas discursivas en Gaston Bachelard. Ana Marcela Mungaray LagardaNotas sobre la concepción del mundo (Weltanschauungen) como filosofía. Raúl Trejo VillalobosIVLa tutoría: el vínculo humano en la transición de la presencialidad a la educación bimodal en la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Andrea Padilla Mendoza, María del Rocío Lucero Muñoz y Moisés Mecalco LópezRepensar la antropología educativa a partir del confinamiento. René Vázquez GarcíaMarcos de referencias para la interdisciplina en nuestra América. Juan de Dios Escalante RodríguezMás títulos de Editorial BiblosCréditos

Prólogo Victórico Muñoz Rosales

Facultad de Filosofía y Letras Universidad Nacional Autónoma de México

 

 

 

Leyendo este libro que nos presenta algunos Acercamientos a la situación epocal desde la diversidad filosófica contemporánea, por José Antonio Mateos, Ernesto Cabrera, René Vázquez, Mario Díaz y María del Rocío Lucero, el conjunto de sus estudios me invita a reflexionar sobre su contenido. Y ya es una buena cualidad del texto darnos a pensar, darnos qué pensar.

Me pregunto, por ejemplo, ¿cómo se constituye o construye el paradigma filosófico que interpreta y da razón de una época? Pensémoslo un poco: los que escriben en este libro son miembros de una generación que nacieron en el último cuarto del siglo XX y han madurado en los primeros decenios del siglo XXI. ¿Qué significa esto? Desde mi punto de vista, algo muy importante. Son filósofas y filósofos que conocieron la crisis del paradigma filosófico del siglo XX, la crisis epocal de una visión del mundo y de la vida, dando paso a análisis que se llamaron posmodernos, tardomodernos y ahora transmodernos. Es decir, a grandes rasgos, a la crítica del anterior paradigma que desde el siglo XVIII se llamó el proyecto de la modernidad y que se caracteriza por una visión crítica secularizada de toda norma estética, religiosa, científica moral, filosófica, etcétera, del sujeto trascendental que la sustenta, de la razón que la instrumenta y del ideal de universalidad, progreso y mejoría de la humanidad que perseguía. Pero también son miembros de nuevas generaciones que tratan de articular respuestas, explicaciones y nuevos enfoques y perspectivas que constituyan o construyan el nuevo paradigma filosófico que permita explicar, conocer y comprender el nuevo siglo, contribuyendo con sus trabajos a ofrecer los elementos, desde la pluralidad filosófica contemporánea, la nueva visión del mundo y de la vida que nos ha tocado en suerte. Así, podemos ver este texto como un texto de transición, un texto bisagra entre la crisis epocal del paradigma filosófico anterior y la construcción del nuevo paradigma para el siglo XXI o para nuestra época.

En sus Fragmentos póstumos sobre el nihilismo (1887-1888) Nietzsche consideraba que las potencias del pensamiento podrían estar, en una época determinada, por encima de las realidades existentes, o bien que dichas potencialidades del pensamiento podrían estar por debajo de la misma realidad, con lo cual no había adecuación entre pensamiento-acción-realidad. En un caso, el pensamiento en general, pero la filosofía en particular, sobrepasaba con sus expectativas la realidad concreta; en el otro, el pensamiento estaba debilitado y no alcanzaba a explicar la realidad y por eso estaba debajo de ella. Resultado: inadecuación, insuficiencia, nihilismo.

Se requiere entonces un esfuerzo del pensamiento para lograr el equilibrio, la adecuación; para poder ofrecer, desde la diversidad filosófica, los elementos para construir una interpretación del mundo y de la vida amplia, adecuada, razonable, pertinente, ética, que permita que el pensamiento si está debilitado alcance la realidad o si está sobrepasado se autocontrole y logre el equilibrio. Esto es lo que veo hacen los autores que participan en este libro. Y no están solos; podemos ver que estamos exactamente en la época en la que han aparecido libros escritos con esta intencionalidad, la de ofrecer propuestas filosóficas para los grandes problemas de México y el mundo. Porque, a mi juicio, no solo están tratando problemas y buscando respuestas; entre todos, estamos construyendo o constituyendo esa nueva visión del mundo y de la vida, la comprensión filosófica de nuestra realidad, creando el nuevo paradigma que nos haga comprensible nuestra época y ponga las vías para la resolución de sus retos.

Así, encontramos en este texto, entre otros elementos, ciertas constantes, que apuntan hacia esto que vengo describiendo: lecturas críticas de las acciones humanas en esta situación de pandemia y hacia la “nueva normalidad” que nos espera; elevación de la conciencia de los peligros y problemas del presente aparentemente sin solución; develación de la imposición de sentidos de dominación y sus correlatos ideológicos hegemónicos; la crítica del impacto negativo de la aplicación de la ciencia y las nuevas tecnologías al entorno social y natural; el señalamiento del acabamiento, las crisis o las muertes de algunas ideas o prácticas, pero el renacimiento de otras que aún no sabemos a dónde nos llevarán; la firme convicción de que, a donde quiera que nos dirijamos como humanidad, debe ser con fundamentos éticos, enfoques de contrapoder y prácticas incluyentes y democráticas; de adecuaciones entre el pensamiento y la realidad que permita, reconozca y fomente la equidad, la diversidad, la interculturalidad, los derechos humanos, la perspectiva de género o la cultura de la paz y la implantación de la justicia y la realización del bien común.

Considero una tarea de todos, de cada ser humano, pero sobre todo de las pensadoras y los pensadores, ayudar en este propósito de entretejer, de construir y constituir la nueva visión del mundo y de la vida, del nuevo paradigma filosófico, del nuevo pensamiento que corresponde a nuestra época en este siglo XXI.

Los autores de este libro, así como sus coordinadores, han atinado a convidarnos sus estudios, a darnos qué pensar, a darnos sus Acercamientos a la situación epocal desde la diversidad filosófica contemporánea. Enhorabuena.

Nota a la edición José Antonio Mateos Castro

Los trabajos que conforman el libro Acercamientos a la situación epocal desde la diversidad filosófica contemporánea son aportaciones hechas por investigadoras e investigadores mexicanos con los cuales se han establecido redes de investigación temática de diversa índole; al mismo tiempo, es el trabajo filosófico de investigación que se genera en México.

Cada una de las investigadoras y los investigadores desde los problemas abordados nos muestran las miradas y metodologías de trabajo que aplican en sus investigaciones; en ese sentido, se podrán ver la diversidad de intereses, niveles de acercamiento y reflexión en mundo cada vez más problemático en los distintos ámbitos de la vida. Las páginas de esta obra trazan y tratan desde un horizonte particular esclarecer, problematizar e incidir sobre los aspectos de este multiverso que habitamos; construir una interpretación de nuestro mundo que permita un filosofar situado y se articule con los problemas urgentes del país. Esto es lo que encontraremos a lo largo de la obra: una amplia gama de problemas, metodologías, conceptos y alternativas, líneas de fuga (Deleuze).

El libro, producto de un diálogo abierto, plural y horizontal, muestra también el trabajo que los diferentes grupos de investigación realizan en sus espacios académicos y centros de investigación, pero, sobre todo, pone a nuestra consideración la investigación conjunta generada en las instituciones públicas. Es así que en el volumen encontraremos problemas sobre filosofía política, historia y hermenéutica, derecho y Estado, democracia representativa, biopolítica, filosofía forense y violencia, diferencia sexual, metafísica, epistemología y educación. Todos ellos, problemas que la filosofía no puede dejar de atender, pensar y problematizar.

Con esto se logra consolidar la articulación y colaboración de las diferentes instituciones y grupos de investigación que abonan a la problemática filosófica contemporánea y a la posible incidencia en los diferentes espacios locales desde donde se investiga que, por supuesto, en mucho también suelen ser investigaciones que piensan y atienden problemas globales.

Introducción Adrián Negib Garza Camacho y Marco Antonio Xochitemol Cruz

En el marco de una emergencia sanitaria que afecta a toda la humanidad, nos encontramos inmersos en una atmósfera constituida por el consumismo y la desigualdad. Nos percatamos de que el valor de la solidaridad y el respeto cada vez se va fragmentando a causa del surgimiento de expresiones egoístas e individualistas en la sociedad. Es por lo que en la presente obra se ponen de manifiesto diferentes voces que exponen sus horizontes de comprensión y significación sobre los fenómenos que caracterizan a nuestra situación pandémica. Asimismo, encontramos cautelosamente trabajos que, a su vez, atienden a diversas problemáticas suscitadas en la modernidad. El hilo conductor es, por ende, hallar autores modernos, críticas a acontecimientos propios de la modernidad e, incluso, respuestas a nuestras circunstancias pandémicas desde una perspectiva reflexiva y prudente. Las problemáticas aquí ofrecidas son variadas, pero no por ello menos enriquecedoras tanto intelectual como moralmente. Es así como nos proponemos en estas páginas dar un panorama general de ellas con el objetivo principal de provocar curiosidad e invitar a participar en dichas discusiones.

En el primer bloque de trabajos, el texto “Política, historia y hermenéutica del peligro en Walter Benjamin” escrito por José Antonio Mateos Castro, alberga un análisis que da razón de la notoriedad de aspectos que caracterizan al pensamiento de Benjamin como un “historiador materialista”. Adicionalmente, se plantea la vigencia de una dimensión hermenéutica subyacente en sus Tesis de filosofía de la historia y en su Libro de los pasajes. El autor del artículo considera que, desde la mirada del filósofo alemán de origen judío, la comprensión del presente y la política se lleva a cabo desde una interpretación mesiánica que tiene como propósito reorganizar, reconstruir y actualizar los datos históricos. Asimismo, se hace patente que la hermenéutica de Benjamin se desarrolla sobre la base de una lectura crítica de las acciones humanas del pasado, la cual además permite hacer visible el peligro y la preocupación política de su horizonte como también del nuestro en momentos en los que parece no haber posibilidad alguna de salvación.

Ernesto Cabrera García nos presenta con su artículo las diversas reacciones que se dieron a partir de la sentencia de Peter Laslett sobre la filosofía política entendida de manera normativa: está muerta. Así, pues, lo que motiva el texto es la siguiente pregunta: ¿murió realmente la filosofía política normativa? Ahora bien, el autor expone la necesidad de contextualizar tal sentencia para no caer en equívocos y encuentra que aquella surge en un escenario donde el neopositivismo dominaba y donde tanto sus objetivos como sus métodos se volvieron la única manera de certeza. Cobra sentido que toda reflexión ajena a este esquema fuera tachada de ideología, pues el neopositivismo no podría (como lo hace la vertiente normativa) ofrecer un deber ser del orden político. Teniendo ya esto en consideración, el autor ordena las reacciones a lo dicho por Laslett en tres perspectivas: 1) aquellos que estuvieron a favor de una renovación metodológica en la disciplina; 2) aquellos que sostenían que dicha disciplina tenía legitimidad por sí misma y no necesitaba renovarse apegándose al neopositivismo. Finalmente, 3) el autor del ensayo muestra la manera en que, dos décadas después, la declaración de Laslett finalmente fue desmentida por la “resurrección” de la filosofía política normativa que significó A Theory of Justice de John Rawls. Este es el recorrido planteado y que, con la exposición de diversos autores y sus posturas, se vuelve más enriquecedor tanto para el inmiscuido en las problemáticas de la filosofía política normativa como para el que no. En síntesis, se vuelve un artículo valioso, ya que expone los desaciertos y las insuficiencias de lo que puede llamarse la apropiación de la filosofía política por parte del neopositivismo, pero de igual manera propicia un panorama completo, de autores e ideas, que conforman la disciplina.

“Estado, derecho y política: entre lo cotidiano y el acontecimiento”, artículo escrito a cuatro manos por Guadalupe Friné Lucho González y Francisco de Jesús Cepeda Rincón, comprende una reflexión del papel de la filosofía en presencia de la contingencia surgida por el impacto de la pandemia de COVID-19. Se considera que toda actividad filosófica debe realizarse al paralelo con la circunstancia que impera y con los datos científicos que se derivan del estudio de esta; más aún, se confirma que es legítima la reflexión filosófica que en la actualidad se enfoca en otros problemas distintos de los tradicionales. De cara a la emergencia sanitaria, los autores del artículo aspiran a postular una “dialéctica de lo cotidiano y el acontecimiento”, la cual pretende poner de manifiesto el movimiento constante de resignificación y revalorización de aquello que en lo cotidiano se apreciaba como inmóvil; aún más, se pone en evidencia la tensión entre el estado de incertidumbre que introduce nuevas posibilidades de la realidad y las nociones estructurales e imperdurables que priman en la sociedad. Igualmente, los autores abordan el concepto de “nueva normalidad” desde una visión política y estratégica que posibilita la construcción de operaciones dirigidas no para establecer el fin de las restricciones sanitarias, sino para fomentar la salvaguarda y la protección de lo estimado en la convivencia humana.

En “La relación entre el concepto liberal de la libertad y la democracia representativa”, escrito por Yossadara Franco Luna, se nos invita a conocer el valor del concepto de libertad desde una perspectiva tanto objetiva como subjetiva. En primera instancia, se afirma que el surgimiento del liberalismo, teniendo en cuenta las ideas contractualistas, figura como una respuesta efectiva a los problemas sociales que no llegó a atender la estructura política de un Estado absoluto fundamentado a través de la teología natural. En segunda instancia la autora, siguiendo a Benjamin Constant, se sirve de la distinción entre “libertad antigua” y “libertad moderna” para plantear dos puntos. El primero precisa las limitaciones de la comprensión de la libertad en la antigüedad, haciendo de ella un valor secundario. El segundo apunta a los avances de los modernos para regular el poder del Estado sobre la libertad desde un aparato jurídico y constitucional, haciendo del hombre un “sujeto de derechos”. Por lo demás, la autora afirma que al tener contacto el liberalismo con la democracia representativa se actualizan los límites del poder del Estado al igual que cambian las características de la participación ciudadana.

En la segunda parte del libro, el artículo “Biopolítica y urgencia sanitaria: sujeción de sujetos”, de Hilda Beatriz Salmerón García, mediante la consideración de que el ser humano se encuentra sujeto a muy diversos procesos de modelación técnica y social, afirma que los mecanismos de control y poder político, desde el marco del presente estado de emergencia sanitaria, se emplean con mayor sofisticación provocando con ello la solidificación de las jerarquías económica, política y social. Con base en la visión de Michel Foucault sobre el biopoder, en su ensayo la autora considera fundamental poner de manifiesto dos puntos. El primero establece que en la actualidad el monopolio de los laboratorios farmacéuticos cada vez se va apropiando más de un discurso biopolítico a favor de la vigilancia y manipulación de los seres humanos a través de los medios de comunicación. El segundo nos remite al caso de que la información sanitaria es concebida como una “formación discursiva” que prolonga la división de clases y la clasificación de sujetos de la pandemia. En suma, se trata de una exposición que nos invita a sostener una mirada crítica sobre las implicaciones negativas que originó la pandemia de COVID-19.

Enseguida, hay varias lecciones importantes en el texto elaborado por Arturo Aguirre Moreno, Arturo Romero Contreras y Elizabeth Villalobos Castañeda; empero, la más importante termina por ser una denuncia: es necesario pensar qué filosofía debe haber en un contexto donde la violencia se ha instrumentalizado. Por ende, podría decirse que el texto expresa una preocupación humana por la cotidianidad y reproducción del odio tanto personal como colectivamente. Así, pues, los autores se sirven de lo que llaman “filosofía forense”, la cual es aquella filosofía que dirige sus esfuerzos a la crítica de la violencia que supone un entramado de acciones y conceptos. Es una dirección de la filosofía que supone originalidad tanto por el objeto de estudio que no es común en la filosofía y porque su crítica puede darse fuera del espacio presencial. Nos referimos a que el texto presentado analiza la violencia y cómo se perpetra el odio en el espacio digital. Conviene precisarlo y no olvidarlo: habitar el mundo no solo es hacerlo presencialmente; gracias a los avances tecnológicos, es también habitarlo digitalmente. El texto figura en este tenor como un llamado a entender nuestra responsabilidad en estos dos mundos, colocando especial énfasis en el digital por su alcance colectivo. Específicamente, se trata de revisar tanto como buscamos situarnos ante los otros y cómo los otros nos sitúan digitalmente. El texto es claro al respecto: virtualmente hay condiciones para odiar en conjunto y, conscientes o no, nos vemos inmiscuidos en ellos. Ciertamente, el odio que deriva en violencia se construye y este es siempre hacia otro distinto que se busca menospreciar y anular. Al respecto los autores ofrecen una descripción de cómo funcionan estos espacios y a qué consecuencias podrían llegar; una de ellas es la del totalitarismo político. Los autores nos proporcionan un excelente punto de partida para la reflexión en un mundo donde, en sus palabras, más de la mitad de la humanidad tiene acceso a lo digital. Ahora bien, ya expuesto el problema, una propuesta de solución es la de la vigilancia de estos espacios, pues eliminarlos por completo supondría una quimera. La pasividad ante la violencia y el odio no es una opción si se quiere lo humano, y el texto aporta adecuadamente a esta tesis.

En el tercer capítulo de esta segunda parte, “Filosofía, teoría crítica y diferencia sexual”, Rubí de MaríaGómez Campos afirma que la actividad crítica de la filosofía desempeñada por la Escuela de Frankfurt y sus precursores figura como la pauta que incentiva un continuo cuestionamiento radical del actual orden social y cultural que no cesa de deformar las condiciones de existencia mediante la imposición de valores patriarcales y reglas de conducta que mantienen vigentes los mecanismos del consumismo y la desigualdad. La reflexión desarrollada aquí se atiene a considerar como imperativa una conexión entre la Teoría Crítica y la teoría feminista para ejecutar la misión de examinar y hacer manifiestas las contradicciones internas en la cultura y sociedad del presente. Así pues, se trata de un trabajo que tiene como objetivo principal poner claro dos consideraciones. La primera constata que la inclusión de la mujer en la cultura es un acto constitutivo de la realidad humana. El segundo afirma que, si se depura la relación entre masculinidad y autoridad entonces, y solo entonces, la superación de la cultura de la dominación se volvería efectiva. No obstante, la propuesta de la autora reside en señalar que la plena anulación de ese tipo de tendencias culturales solamente puede producirse por medio de una educación centrada en combatir la barbarie y fomentar la emancipación desde y para la diversidad.

En la tercera parte encontramos el texto de Mario Díaz Domínguez titulado “El horizonte incesante de la metafísica”. En su propuesta afirma que los problemas tradicionales de la filosofía son tan vigentes como importantes porque se centran en la pregunta por el fundamento de la realidad, o sea, el Ser. Además, el autor considera que la historia de la filosofía demuestra que el estudio de la metafísica se ha desarrollado de múltiples maneras puesto que engloba dos grandes esferas: la ontología y la teología. De ahí se deduce que sea imperativo para la reflexión contemporánea volver a aquellos planteamientos que la tradición filosófica ha concesionado al problema de lo uno y lo múltiple. Ahora bien, la operación mental destinada a aislar conceptualmente alguna propiedad del Ser, esto es, la capacidad de abstracción, es para el autor aquel medio que posibilita la comprensión del fundamento de la realidad. Por último, el autor apela a la tematización del ser confeccionada por Martin Heidegger para dar testimonio de un horizonte de comprensión y significación que radicalizó la pregunta por el componente último de la realidad.

Posteriormente, Ana Marcela Mungaray Lagarda en “Un obstáculo epistemológico: las rupturas discursivas de Gaston Bachelard” analiza las nociones de obstáculo, ruptura y progreso epistemológico para ilustrar cómo la construcción de las prácticas filosóficas y científicas no ocurre de manera unilateral y acumulativa. Así pues, para comprender los saltos y las fracturas ocurridos en la estructura conceptual de la ciencia y la filosofía es preciso partir de una dialéctica que haga posible el movimiento de las duplas “continuidad-ruptura” o “construcción-destrucción”. Por medio de la dialéctica la formación del conocimiento científico y filosófico se encuentra condicionado por un movimiento de constante reconocimiento de carencias y errores, lo cual causa un ejercicio de permanente reconstrucción y cuestionamiento del humano saber para posibilitar nuevos entramados conceptuales.

Por su parte, en “Notas sobre la concepción del mundo (Weltanschauungen) como filosofía”, Raúl Trejo Villalobos tiene como problemática central la concepción del mundo o, en un lenguaje más ameno, el de la cosmovisión. Así, pues, desarrolla de manera sistemática y eficaz un estudio de tal en el que se sirve primordialmente del pensamiento de Whilhelm Dilthey. Vamos a encontrarnos, entonces, desde una definición muy apegada al cómo se capta el sentido de las cosas. Fenómeno que, claro está, se da tanto a nivel personal como colectivo y que, además, se da en pluralidad: muchas son las maneras de concebir lo que se nos aparece y también lo que no. El texto, por ende, nos afirma que, pese a que no es posible omitir una cosmovisión, lo que sí cambia son sus manifestaciones. Al respecto, el autor desarrolla de manera satisfactoria aquello que conforma cada manifestación. Gracias a Dilthey se sostiene que a cada cosmovisión le corresponde una cultura y, he aquí la valía del texto, que a cada visión del mundo le toca una concepción filosófica particular. Llegados a este punto cabe mencionar que el autor, en conjunto con Dilthey, problematiza a la filosofía misma y cómo esta es afectada por el contexto en el que se desarrolla. Se termina sosteniendo, novedosamente, que la tarea primordial de la filosofía no es el conocimiento mismo, sino resolver el misterio de la vida conceptualmente, es decir, qué y cómo le damos sentido a lo que se nos presenta. Finalmente, concluye presentando una propuesta, la de estudiar las culturas americanas desde la perspectiva teórica de Dilthey. Este esfuerzo, para nosotros, aumenta la vigencia del texto, porque la reflexión presentada no termina por sentirse ajena: llama a esforzarnos a situar la filosofía, de donde sea que esta provenga, a nuestras circunstancias. El texto termina por ser una invitación a pensarnos, a problematizar cómo vemos el mundo desde nuestra particularidad.

En la última parte de del libro, el texto que nos proporcionan Andrea Padilla Mendoza, María del Rocío Lucero Muñoz y Moisés Mecalco López, “La tutoría: el vínculo humano en la transición de la presencialidad a la educación bimodal en la Universidad Autónoma de Tlaxcala”, surge a raíz del suceso que fue la pandemia de COVID-19 y sus consecuencias en el ámbito educativo. Pese a ello, la reflexión se encuentra delimitada, ya que se ocupan del llamado modelo humanista integrador basado en competencias (MHIC) de la Universidad Autónoma de Tlaxcala (UATX). Este, según nuestros autores apoyados en datos estadísticos, vino a ser golpeado por la pandemia y, con ello, ha mostrado muchas de sus deficiencias. Con todo, la crítica presentada no es destructiva. Hay un esfuerzo por querer atender de mejor manera las problemáticas y la propuesta es tener a la tutoría, no como una estrategia administrativa, sino como un auténtico acompañamiento y fortalecimiento del estudiante que no se vio ajeno a la pandemia. Dicho de otra manera, con el texto se evidencia el intento por reivindicar la tutoría, pero para que eso suceda debe pensarse de otra manera, debe tener otro fundamento. Aquí es donde tienen cabida los planteamientos de Joan-Carles Mèlich (inspirado en mucho en Emmanuel Levinas) que, dicho sea de paso, son expuestos adecuadamente y culminan reconociendo el valor del Otro en cuanto Otro (en este caso, el estudiante). De ello termina por afirmarse que la tutoría debe tener como paradigma mi responsabilidad con el Otro, pero aún más importante es que la institución se comprometa con estos ideales porque ellos dan testimonio de hospitalidad, un valor con lo que se quiere identificar lo humano. En conclusión, el texto figura como un estudio crítico de los fundamentos de la educación en la UATX.

En la misma línea que el texto anterior, lo presentado por René Vázquez García en “Repensar la antropología educativa a partir del confinamiento” evidencia para nosotros otra preocupación, pero esta vez a raíz del acontecimiento global que fue la pandemia de COVID-19. Tal pandemia nos afectó en muchos ámbitos de nuestra vida de manera inesperada; uno de ellos, la educación. Tal hecho mueve el texto y justifica su aparición. El autor parte, entonces, de la idea de que la educación se vio trastocada en este escenario inesperado e incierto. Sin embargo, muy lejos de la desesperanza, el autor opta por querer aprender del suceso. La lección central que nos propicia es que la manera en la que se da el vínculo humano y pedagógico se ve entorpecido de manera virtual, a distancia por medio de una pantalla. Es, por lo tanto, muy diferente estar ante otros corporalmente que virtualmente. Necesitamos, argumenta el autor, presentarnos corporalmente para que lo humano y la educación se realicen de manera satisfactoria. Ahora bien, para reivindicar la presencialidad, el autor recurre a exponer el pensamiento de Maurice Merleau-Ponty. Señalado el problema, Vázquez García le propone al docente un papel distinto del tradicional como solución. Para él, las deficiencias de estar lejos los unos de los otros pueden contrarrestarse si se fortalece el vínculo estudiante-maestro. Dicho en otras palabras, el texto culmina adjudicándose la tarea de mejorar el acompañamiento que se da en la educación.

El libro cierra con la propuesta de “Marcos de referencia para la interdisciplina en América Latina”, escrito por Juan de Dios Escalante Rodríguez, donde se analiza desde el ámbito de la epistemología y la ética una suma de rasgos específicos propios de la multi, inter y transdisciplina. Para ello en el artículo se hace énfasis en atender tres puntos. El primero considera que la transdisciplina debe dotarse de una “metodización” basada en una ethica docens (principios y fines críticos) y en una ethica utens (reglas, normas, mandatos, tabúes y prohibiciones que regulan y guían la conducta y comportamiento). El segundo plantea la importancia de la influencia de otras racionalidades disciplinares para impulsar la construcción de nuevas prácticas de investigación para proponer verdaderas soluciones a verdaderos problemas. El tercero postula que las metodologías transdisciplinarias deben comprometerse con la generación de conocimientos que influyan sobre las vidas de los hombres a favor de su bienestar y futuro. En síntesis, se trata de una propuesta que ventila productivamente, en calidad de crítica, la problematización del trabajo ejercido en la actualidad por la transdisciplina.

I

Política, historia y hermenéutica del peligro en Walter Benjamin José Antonio Mateos Castro*

El método histórico es un método filológico y a ese método subyace el libro de la vida […] Leer lo que nunca fue escrito […] El lector en el que conviene pensar aquí es el historiador verdadero.

Walter Benjamin (Benjamin-Archiv, ms. 470)

Introducción

La condición que hace posible al discurso benjaminiano es “una definición de la historicidad del género humano”, es decir, las acciones humanas en la historia siempre comprometen a las generaciones siguientes porque son acciones que implican una transformación de lo otro y la construcción de un mundo para la vida; creaciones que perduran y que deben ser re-asumidas y reconstruidas por nosotros. Por ello, tanto los triunfos como los fracasos permanecen como recuerdos grabados en la memoria (las víctimas e injusticias, luchas frustradas), pugnando por hacerse visibles y transparentes en nuestro horizonte actual.

En ese sentido, la hermenéutica de Benjamin permite ver algunas claves para pensar nuestro tiempo como si –al igual que él– tuviéramos las mismas circunstancias de desesperanza –en su caso extremas–; miedo, violencia, muerte, desaparición e incapacidad política para darle sentido a nuestra vida individual y colectiva; es así como podemos hablar de una hermenéutica del peligro (Reyes Mate) como una posible respuesta política y cultural donde pareciera no haber salida alguna. Y es precisamente lo que pretendemos realizar en este trabajo.

Filosofía de la historia: memoria, historia y alegoría

El trabajo de Benjamin consiste en encontrar una relación con el pasado de la que se pueda extraer algún sentido político para nuestro horizonte presente. Un pasado con un carácter fragmentario de otros horizontes históricos con una carga significativa profunda, ello permite pensar una posible emancipación de las generaciones pasadas traicionadas por el presente (olvidadas o borradas de nuestro horizonte) que, interpretándose adecuadamente, podrían irrumpir con toda su fuerza mesiánica, en otras palabras, el advenimiento de proyectos inconclusos; resistencias, luchas, injusticias, víctimas, etcétera, que pueden hoy todavía decirnos algo. El pasado, visto así, se convierte en un envite dialéctico, es decir, en un acontecimiento de la conciencia despierta (mirada política) porque, si los hechos nos golpean (datos), asirlos es tarea del despertar (memoria). Es decir, existe un todavía-no-saber consciente del pasado cuya estructura tiene la exigencia de un despertar (Benjamin, 2005a: 875).1

Michael Löwy (2012) destaca el pesimismo de la filosofía de Benjamin. Este se encuentra del lado de las clases oprimidas (víctimas); los múltiples rostros de nuestra historia –el indio, el esclavo africano, el campesino, el obrero, las mujeres, los desaparecidos, los migrantes, los innombrables, las víctimas, etcétera–; siendo el pesimismo un reconocimiento de los riesgos y perjuicios del progreso como ley histórica y como telos de la humanidad. En su momento nuestro filósofo se rebeló contra las falsas ilusiones de la Unión Soviética y la socialdemocracia; contra los tratados rotos como el de Múnich de 19382 y el pacto germano-soviético de 1939.3

El filósofo judeo-alemán recoge los escombros dejados por el progreso para reorganizarlos, reactualizarlos y liberarlos de las injusticias y la barbarie. Su mirada y sensibilidad abren la puerta a una preocupación política, a saber; convertir el peligro en categoría hermenéutica y las catástrofes y desgracias humanas en figuras de esperanza (política con rostro mesiánico), ello permite mirar lo que en circunstancias normales no se percibe, es decir, pensar y organizar el pesimismo en un momento o instante de peligro. La mirada benjaminiana descifra e interpreta el componente mesiánico para establecer las condiciones de interpretación de la fuerza política revelada en los objetos concretos, en los fragmentos y escombros, en todo lo aplastado por el espíritu (Geist) de la historia. Consideramos entonces, con el filósofo, que “la política obtiene el primado sobre la historia” (Benjamin, 2005a: 875), ya que pretende deshacer la inmovilidad de los hechos. Arranca de las entrañas de la historia el mal que ya adviene, una lógica de las sociedades capitalistas que llevan en sí; el progreso es ya catástrofe (tesis IX).4

De esa manera, nos enseña el filósofo que en las ruinas de la historia se pueden extraer materiales para construir el presente y romper con el continuum (tesis XV), es decir, la repetición de momentos cualitativamente iguales supone la existencia de un tiempo lineal meramente cuantitativo del que se puede hacer ciencia histórica para conocer la verdad. A partir de ello, los vencedores de la historia preferirán siempre repetir y no interpretar la historia, porque quienes interpretan la historia son aquellos que se sienten vivos. De tal suerte, Benjamin (1989: 315) nos dirá que “[l]os calendarios […] no cuentan el tiempo como los relojes”.

Benjamin –el ángel de la historia– revela una aguda conciencia de la inminente amenaza y una advertencia ante el cataclismo que se avecina, y cuyo carácter destructor en su momento era inevitable; él es el gran testigo del hundimiento de un orden social y de una civilización llamada occidental, “[u]na catástrofe definitiva e irreparable que culmina el curso de la historia al tiempo que hace brotar todas las potencialidades destructoras inscriptas en la modernidad” (Traverso, 2001: 74).

La mirada político-histórica del filósofo judeo-alemán es una lectura crítica de la economía política y de la especificidad histórica de la sociedad moderna que contiene un compromiso con el acontecer de la vida pública. Su actitud –política– de organizar el pesimismo en 1929 ¿acaso era la única posición humanista posible? Así parece ser porque, sin ella, ¿que se podría hacer?, pues, solo exhibir “una confianza ilimitada únicamente en el IG Farben y en la mejora pacífica de la Luttwaffe”.5 Benjamin hace referencia a las armas químicas usadas, a la técnica radical y antihumana; fetiches de la decadencia, expresión de la barbarie de la técnica moderna usada para remodelar a la humanidad (la biología racial). En ese sentido, Traverso (2002: 77) afirma: “Su obsesión por el gas y las armas químicas se arraiga en el espectáculo espantoso y hasta entonces desconocido de la muerte en masa en un continente transformado en un inmenso campo de batalla”. Muerte anónima, una muerte sin cualidad. No estamos lejos de ello en nuestro país, México, pues desde hace tres sexenios por lo menos la lucha contra el crimen organizado, junto a la corrupción de las instituciones, ha provocado y siguen provocando muerte, desapariciones forzadas, fosas clandestinas y asesinatos en todo el país.6 ¿Cómo organizar el pesimismo? ¿cómo dotar de sentido a nuestro horizonte histórico en donde parece no haber salida alguna?

A pesar de ello, en donde otros encuentran una crisis irremediable, Benjamin ve una oportunidad de redención profana. El carácter mesiánico de su filosofía es polémico, pero forma parte de su método. Este llamado materialismo mesiánico tiene como adversarios el fascismo, el capitalismo y el nazismo. Es un materialismo histórico profundo que descifra el mundo y las fantasmagorías de la modernidad capitalista bajo la apariencia de un discurso ilustrado y cientificista, es decir, bajo el disfraz de una “ciencia materialista histórica” que no puede decir su nombre abiertamente (teología). Y, sin embargo, a Benjamin le permite una explicación racional y, sobre todo, una fuerza secreta efectiva para su materialismo que incluye una noción profana de lo divino. Por un lado, su filosofía describe la situación judía (rehacer su camino); por el otro, comprende lo que el propio capitalismo no puede explicar y conocer (la miseria del presente). Así, nos encontramos con un lenguaje filosófico con sus límites y sus aporías que descifra las imágenes de la modernidad capitalista; qué es y cómo funciona tal sociedad, cuyo tiempo histórico se establece como un instante de peligro. El mismo Benjamin (2005a: 473) lo dice así: “[M]i pensamiento se relaciona con la teología como el papel secante con la tinta”, es decir, su pensamiento como buen secante no se satura de teología hasta el punto de borrar el texto escrito, “si pasara el papel secante, no quedaría nada de lo escrito.” (473).

El materialismo sostenido por el filósofo permite plantear las siguientes cuestiones: ¿cómo en tiempos de “progreso” puede haber barbarie?, ¿cómo recuperar los fragmentos, los desechos, las ruinas de la cultura moderna?, ¿cómo dejarles alcanzar su derecho y dignidad a existir? En suma, el asombro porque las cosas que estamos viviendo “aún” sean posibles en el siglo XX, diríamos también en el siglo XXI, no tiene nada de filosófico (tesis VIII). La única manera posible encontrada por Benjamin es empleándolos, haciendo de los escombros algo transparente e integrándolos a la totalidad de la historia. Con ello, devuelve el derecho y la vivacidad a toda experiencia y obra rechazada durante el avance del progreso, así como el sentido revolucionario y consciente a la historia materialista, “la barbarie sobre la que se construye la historia de la cultura moderna” (Benjamin, 1989: 99). Un tiempo-ahora (tesis XIV) como restauración del momento olvidado, ya que en él se pueden encontrar astillas del tiempo mesiánico.

Un elemento más debajo de los planteamientos de nuestro filósofo es la concepción de la historia; a saber, la obra lleva “dentro de sí la miniatura del todo” y lo insignificante sobrevive en las obras, es ahí donde se consigue manifestar el contenido de verdad. Abriendo una mirada para percibir las formas de la historiografía figurativa: imágenes de pensamiento, alegorías, tableaux. Esbozos y visiones que el historiador interpreta; una escritura de la historia que no nos habla entonces del relato de los vencedores; más bien opone “la intensidad del instante” dislocando el tiempo histórico opresor y, a la vez, lo salva. Dicha mirada interrumpe el continuum de la historia hegemónica; en ese tenor, el verdadero historiador capta la constelación en la que se encuentra su época con otra(s) del pasado.

La escucha a los reclamos del pasado permite entender la verdad de lo que pasa, asumir una responsabilidad con ese pasado y esas generaciones frustradas y caídas muchas de ellas; un derecho sobre el presente para hacernos cargo de sus demandas, porque nuestro horizonte está construido sobre sus espaldas, es decir, sin la memoria de sus muertes y las injusticias padecidas jamás entenderíamos lo que somos y lo que ahora tenemos. Hemos sido esperados sobre la Tierra, sin embargo, los que nos esperan ya no están, pero nos esperan; es una cita (das Zitat) secreta entre el pasado y el presente, pero esta cita es de fragmentos desgastados recuperados para formar un plexo inédito. Si el pasado se hace presente, su presencia es una interrupción de los tiempos que corren, es una interrupción activa de asalto al presente como cuando “se disparó a los relojes de las torres” (Benjamin, 2008a: 315).

Lo planteado hace alusión a la idea de constelación, aquella que articula el pasado con el presente, lo cual quiere decir constatar los hechos a través de la memoria y no de la ciencia de la historia. Se reconoce el ahora porque es ahí donde adviene la legibilidad o cognoscibilidad de las imágenes dialécticas; el choque de la memoria de un pasado oprimido y el deseo de una actualidad emancipada y justa, un ahora relacionado con el momento del despertar. Por eso, cada instante está cargado de una potencialidad interruptoria del devenir continuo de un tiempo hecho de instantes de peligro saturados de ahoras, de ritmos diversos, encrucijadas, escombros, constelaciones y densidades múltiples, cuyo punto de partida son las injusticias y la corporalidad sufriente de las víctimas, por esa razón podemos llamarlo un tiempo político. Un tiempo que no discurre, más bien, una imagen que aparece del choque de lo sido con el ahora. En suma, la historia se descompone en imágenes y no en grandes relatos épicos de los vencedores (Benjamin, 2008a: 478).

 

Todo presente está determinado por aquellas imágenes que le son sincrónicas: todo ahora es el ahora de una determinada cognoscibilidad. En él, la verdad está cargada de tiempo hasta estallar […] No es que lo pasado arroje luz sobre el presente, o lo presente sobre lo pasado, sino que imagen es aquello en donde lo que ha sido se une como un relámpago al ahora en una constelación […] Pues mientras que la relación del presente con el pasado es puramente temporal, la de lo que ha sido con el ahora es dialéctica, de naturaleza figurativa, no temporal […] La imagen leída, o sea, la imagen en el ahora de la cognoscibilidad, lleva en el más alto grado la marca del momento crítico y peligroso que subyace a toda lectura.(Benjamin, 2008a: 465)

 

La imagen auténtica es una imagen dialéctica porque el pasado puede ser retenido como imagen que aparece en el instante de su cognoscibilidad, porque no regresa nunca más; es una imagen irrevocable del pasado que corre el riesgo de desaparecer en cada presente no reconocido en ella (tesis V). Lo dicho implica un instante de peligro, en donde se interrumpe el tiempo y donde cabe la posibilidad de recuperar la tradición histórica de manos del conformismo, poniendo el pathos en el rescate de las víctimas y los oprimidos, sobre todo de los que no pudieron resistir o de los que no queda ningún rastro o registro: son los muertos del discurso, los que aún no han llegado a ser texto todavía; por esa razón, la imagen del pasado no puede conocerse tal y como fue (tesis VI), sino tal y como aparece en un instante de peligro. La esperanza entonces consiste en que los desesperados ya no pueden acceder a ninguna esperanza, porque tal vez la esperanza ofrecida por los muertos es del mismo tamaño que la memoria de los vivos (Kuffer, 2015). Aquí radica pues, la unidad de la praxis política con la historiografía materialista: rescatar lo sido, lo silenciado, para transformar e incidir en el presente y conformar creativamente nuevas constelaciones de sentido.

 

[E]l historiador es un profeta vuelto hacia atrás. Da la espalda a su propio tiempo; su mirada de vidente se enciende en las cumbres de acontecimientos pretéritos que se han ido desvaneciendo con el paso del tiempo. A esa mirada adivinatoria el tiempo pasado le resulta mucho más transparente que a los contemporáneos de antaño que marchaban al ritmo de su tiempo. (Reyes Mate, 2006: 310-311)

 

Abrir la dimensión de la redención de la historia es “[e]l emblema de una physis mortificada y de un mundo en ruinas reinterpretado como signo de la rememoración en lo «atemporal», sufriente, «fracasado» de la historia, en conexión con el afán de «restauración» y «reconstrucción», con vistas a la redención” (Bolle, 2014: 542).

Dicha consideración de la historia permite abrirnos los ojos, para hacer una historiografía crítica, para no escribir la historia “como ha sido realmente”, sino como un “ser otro” estableciendo constelaciones; la historiografía entonces no cuenta las estrellas, sino interpreta las constelaciones. El filósofo Benjamin pretende despertar las fuerzas de la historia adormecidas en el “érase una vez” de la narración histórica lineal, es decir, no trata de reproducir los acontecimientos como cadena de recuerdos continua, sino la protohistoria que, accesible bajo la forma de fragmentos de sueño y de recuerdo, contiene los factores decisivos propios de ella. En suma, es experimentar el presente como el mundo de la vigilia; despertar a la humanidad del largo sueño del mito, despertar lo olvidado, salvarlo de su estado de naturaleza (muerte) al que lo condena la tradición de los vencedores.

La historiografía salvadora interrumpe el discurso de la clase dominante, un método de carácter épico y narrativo exclusivamente verbal. Por el contrario, las alegorías interrumpen el flujo del acontecer histórico a través de una detención reflexiva para hacer saltar el continuum de la historia –en imágenes arcaicas, inconscientes, imágenes de deseo, imágenes oníricas, fantasmagorías y utopías que se quieren hacer transparentes y visibles–. “El trabajo de historiador consiste en arrancar del pasado aquel hecho inconcluso, emparentado con el presente, y en reconstruirlo bajo la forma de un «descubrimiento» ligado de un modo singular” (Bolle, 2014: 536).

 

La alegoría se ocupa de naturaleza muerta, de tierra calcinada, de ruinas y miserias. La alegoría tiene esa preferencia por el mundo despreciado de las apariencias. La interpretación alegórica es salvación de la naturaleza muerta. (Reyes Mate, 1991: 61)

 

La dialéctica de Benjamin intenta destruir el relato único, mítico, mecánico y teleológico de la historia, porque el presente ha sido construido a costa de las injusticias, el dolor y el sufrimiento de las víctimas, elementos que el curso lineal y cuantitativo de la historia olvida u oculta. La continuidad histórica sería, pues, una construcción que el presente ha creado para justificar la necesidad de su triunfo. Por ejemplo, los hechos acaecidos (asesinatos, femicidios, desapariciones, injusticias, etcétera), no atendidos ni aclarados, indican no solo la indiferencia, sino la apuesta al olvido: “El olvido para que los muertos de aquí y ahora (puesto que todos estamos muertos cuando el olvido se apodera de uno) sepulten a sus muertos de ayer” (Kuri, 2017: 66-67).

En ese sentido, Benjamin hace del filósofo un trapero, aquel que recicla los escombros y los olvidos de la historia de ayer y de hoy para hacerles justicia: nosotros podríamos decir la injusticia, la pobreza, la violencia, la corrupción, la impunidad, los daños colaterales (asesinatos), las desaparecidas y los desaparecidos, las ruinas de nuestro mundo de la vida. El flâneur7 es la figura que como el trapero tiene un valor hermenéutico: a través de las ruinas construye imágenes dialécticas que desvelan su peculiar modo de conocer y pensar la historia. El trapero no colecciona preciosos fragmentos, sino desechos, basura de la vorágine que la civilización va dejando en los no lugares, espacios al margen de cualquier institucionalidad.

 

El trapero se lleva lo que la cultura desecha, y entre los desechos a veces encuentra paños tan valiosos como el humanismo, la subjetividad o la hondura […] Lo que pretende el trapero es salvar lo que la cultura desecha y desechar lo que ella salva. (Reyes Mate, 2006: 33-34)

 

Como podemos darnos cuenta, esta mirada crítica de la historia y de la cultura trata de liberar al hombre de las injusticias; es decir, no acepta ningún crimen, ninguna ausencia, ninguna violación a derechos fundamentales, ningún totalitarismo o violencia de Estado como una fatalidad, sino como un fracaso. Para Manuel Reyes Mate, por ejemplo, pensar la política desde el punto de vista de la redención es pensarla como un asunto de los muertos porque no es solo la actualidad de sus derechos lo que está en juego, sino que ese olvido-muerte es un componente esencial de la política de los vivos contra las injusticias y los sufrimientos.

 

[L]eer el fracaso de los proyectos personales o colectivos como privación de un derecho es poder ver en los aplastados de la historia a “verdaderos” desesperados, esto es, seres a los que se les priva de la realización de sus ideales y “solo” les queda la esperanza de que algún día será posible realizarlos. Es ver el mundo bajo el punto de vista de la redención. (Reyes Mate, 2006: 25)

 

La mirada de Benjamin conmueve todas las seguridades establecidas que sirven como fundamento a la vida pública en el aspecto social, político y cultural. Así, el interés por el pasado no es arqueológico sino político, porque se trata de incidir en el presente. La memoria, por su lado, permite mantener viva y vigente las injusticias porque, sin ella, el pasado deja de ser y las injusticias se disuelven, aunque ninguna injusticia hecha a las víctimas de la historia tiene reparación posible (no se trata de curar, sino de mantenerlas vivas, de señalarlas como una herida permanentemente abierta); no hay justicia reparable por ningún daño. Sin embargo, permite una experiencia mundana que recupera al pasado y con él a sus muertos y desaparecidos. Solo partiendo del sentido de los muertos (quienes nos esperan) pueden los vivos desarrollar un programa de lucha, resistencia o emancipación política y cultural. El orden de la redención (el destino de la felicidad de los fracasados) es fundamental para la felicidad de los vivos (orden profano).

 

Si los muertos no importan, entonces la felicidad no es cosa del hombre sino del superviviente. Si importa la vida de todos, entonces relacionaremos la vida frustrada de los muertos con los intereses de los vivos, negándonos a seguir un proyecto que supusiera el desprecio de los caídos. Cuando damos el paso de olvidar la muerte perpetramos un crimen hermenéutico que se suma al crimen físico. (Reyes Mate, 2006: 27)

 

La necesidad de actualizar el pasado se debe al dominio de una parte de la sociedad sobre el resto de ella, de unos hombres sobre otros, de un sistema hegemónico y militar que hoy tiene un carácter de excepcionalidad, por ejemplo, la excepción americana8 dominante considerada como la nueva soberanía supranacional y el estado de excepción permanente; responsable de la generalización de la excepción a escala global que hoy pasa a ser la norma que invade tanto las relaciones internacionales como las relaciones internas de nuestros países (Durand Ponte).

 

[P]ara Walter Benjamin el continuum histórico instaurado para el género humano por la incompletitud del mundo de la vida no está hecho de una sucesión más o menos equitativa de triunfos y fracasos, sino por el predominio contundente de estos últimos. (Echeverría, 2006: 10)

 

El historiador materialista pasa su mano a contrapelo (tesis VII) a la narración histórica y cuando lo hace encuentra bajo esa “piel impecable” cicatrices, ausencias, cadáveres, cuerpos sin vida, huellas visibles como un “documento de barbarie” (tesis VII). Benjamin (2008: 309) sugiere que el historiador que “quiera revivir una época –Fustel– le recomienda quitarse de la cabeza enteramente todo cuanto sabe del decurso posterior de la historia”, es decir olvidarse de la historia que la cuenta, la celebra y la reproduce indefinidamente. Y de recuperar las huellas de “algo que tuvo prohibido mostrarse, algo que es necesario ocultar”; en México, por ejemplo,

 

Ejecuciones múltiples, en tu pantalla. Masacres, una y otra vez. Impensable, indecente, obsceno […] Anuncia la persistencia de la calamidad […] una vez que se han traspasado los tabúes y los límites posibles, pasa a ser concebible una crueldad tan inhumana que parecía inimaginable. (Kuri, 2017: 67)

Hermenéutica, política e instante de peligro

El carácter de indicio y redención que Benjamin da a la historia permite pensar y ver una historia de represión, violencia e injusticia en nuestro contexto; una historia pensada y escrita bajo el supuesto de una legitimidad natural de injusticia y dominio. Ante todo, “al hecho de que la barbarie ha tenido que ser hasta ahora la cara oculta de todas las maravillas del progreso” (Echeverría, 2006: 19) Porque si el enemigo vence, no solo habrá más víctimas sino también las huellas, la memoria, los indicios desaparecerán, y se llevarán las razones para seguir pensando, resistiendo, o la posibilidad de comenzar una lucha política o cultural. De esta manera, el olvido se convierte en el mejor aliado para renovar constantemente el presente que reincide en los crímenes y en las injusticias del pasado y de hoy, como si se tratara siempre de la vez primera. Para nosotros se trata de hacer transparente el estado de excepción permanente (tesis VIII) vivido y padecido como un paradigma de las democracias contemporáneas (Giorgio Agamben), sea para protegernos de los supuestos enemigos reales o ficticios –estrategia norteamericana–.

Vivimos en un estado de excepción con un ejército y una policía que masacra a civiles desarmados, oculta y crea fosas clandestinas; tortura y hace desapariciones, como podemos constatarlo en los sexenios de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, y la inercia sigue. Agamben advierte que en un estado de excepción ya no existe la política, sino la policía; esa es la respuesta inmediata del poder del Estado a los conflictos internos más extremos. En México es la lucha contra el crimen organizado y las consecuencias de la corrupción e impunidad de las instituciones.

 

[S]e confirmaría el supuesto de que una auténtica comunidad solo es posible bajo condiciones de amenaza permanente, sometida a un continuo estado de emergencia que justifica la ideología, los manejos totalitarios y los estados de excepción, con el único fin de garantizar la seguridad de sus miembros. Una seguridad, sin embargo, basada en la ingenuidad, la mentira y la falta de libertad. (Castro, 2017: 33)

 

Bajo el supuesto de proteger al pueblo y al Estado se legaliza la guerra civil, justificando jurídicamente lo que en el orden de la legitimidad no puede tener forma legal: la eliminación física tanto de los enemigos –el crimen organizado– como –bajo el pretexto del orden y la paz públicos– de adversarios políticos peligrosos para el régimen (Agamben, 2007: 25), periodistas, activistas, etcétera, y de grupos de ciudadanos no funcionales o integrables al proyecto económico y político: pobres, migrantes, defensores de derechos humanos, o simplemente cualquiera de nosotros; los no ciudadanos, seres jurídicos innombrables e inclasificables, seres humanos animalizados y despojados de una realidad civil a quienes se los puede encarcelar, torturar, asesinar e incluso desaparecer sin que nadie esté obligado a protegerlos, en caso extremo, a buscarlos –como lo hacen colectivos de padres– en esos no lugares, por ejemplo, en las fosas clandestinas que ha convertido a México en una gran fosa de connacionales y migrantes.

Ayotzinapa es un ejemplo claro; la desaparición de los 43 estudiantes es un acontecimiento trágico y lleno de impunidad en donde hay un problema estructural: corrupción, impunidad, relaciones del Estado con el crimen organizado, violación a los derechos humanos, poca transparencia del ejercicio del poder del ejército y la policía. Y habría que ver hasta dónde el poder militar define agendas y protocolos en el ámbito del poder civil en el país (militarización).

Lo anterior refleja la condición siempre paradójica del poder del Estado; una violencia oculta, mucho más radical y contundente en el desarrollo de nuestras instituciones y nuestro derecho que se muestran como democráticos, parlamentarios y humanistas:

 

[L]a violencia no permitida por este cuando se arroga el papel del gran censor de lo que se admite y se prohíbe en la totalidad del campo de lo social, la violencia que él [Benjamin] llama “violencia pirata” se manifiesta como amenaza al Estado vigente al mismo tiempo que es un resultado de su propia acción violenta. La acción violenta del Estado, justificada por el derecho que él instauró, protege y prolonga, es ocasión de otra violencia “no legítima”, que lo quiere transgredir siempre, e intenta por medio de esta transgresión instaurar un nuevo derecho, un nuevo estado de cosas entero que amenaza el presente. (Loza, 2017: 83)

 

El enemigo, que parece invencible y amenaza con llevarse la memoria de los vencidos y olvidados (las múltiples tragedias en nuestro país, las muertes, las violaciones a los derechos humanos, los asesinatos, etcétera), se erige como el único testigo del pasado, por eso se trata de atizar la llama de la esperanza: “Es la percepción de un peligro que va más allá del presente; lo que sabemos de los pueblos asesinados” y de sus integrantes –nos dice el historiador judío Itzhak Schipper antes de ser deportado a Majdanek– ; es lo que sus asesinos se han dignado decirnos –pienso en la verdad histórica del sexenio de Peña Nieto–. Si los enemigos vencen (tesis VI), si ellos escriben la historia, ellos podrán borrarnos de la memoria del mundo como si nunca hubiéramos existido. Incluso, ni siquiera los muertos estarán a salvo si este enemigo vence porque, al seguir el enemigo incuestionándolos, los muertos no descansarán y los vivos estaremos expuestos al mismo peligro de las víctimas de ayer y de hoy. Ponemos así en constelación a las víctimas del pasado y de nuestro presente; hacia ahí se debe dirigir la mirada de la historia y del historiador, nada puede quedar impune. Ahí es en donde podemos reconocerles a las víctimas derechos pendientes porque sin ese reconocimiento no hay forma de crear una mirada política. Se trata, pues, de “que la historia no siga su curso y no se repita” (Reyes Mate, 1991: 65).

La empatía de cualquier tipo de Estado, sea cual sea, carece de valor si se logra a través de la miseria de sus ciudadanos. Los desplazados, los marginados, los desaparecidos, los cadáveres, los exiliados, los asesinados, los invisibles son portadores de la esperanza, porque es su miseria la que fisura el camino unívoco de la historia, es en ellos en donde se encuentra el testimonio y la prueba de que nuestra política, cultura e historia han fracasado. Pero sostenemos con Esther Cohen (2007: 142) que “el orden de lo mesiánico no vendrá, curiosamente, del horizonte de la divinidad, sino del orden de lo profano”. Porque no es un acto divino; ello implicaría inmovilidad en los hombres y de lo que se trata es de una liberación por conquistar. En la nomenclatura de Benjamin nosotros somos el mesías y cada generación posee un fragmento del poder mesiánico (tesis II) que debemos ejercer en cada instante para interrumpir el curso de la historia, porque dicha fuerza nos permite comprender las responsabilidades y obligaciones con respecto al pasado. Afirma Reyes Mate (1991: 63): “No es que se espere al Mesías pues la historia es cosa de hombres; de lo que se trata es de apoderarse de una tradición que supo fundar la esperanza cuando parecía imposible”.

A manera de conclusión

A través de sus planteamientos, Benjamin busca devolver la experiencia de lo real a los que no aparecen en el registro de la historia; experiencia que requerirá no solo de la memoria, sino también del estremecimiento, del asombro filosófico. Nuestro presente es una potencia venida de un pasado frustrado que reclama su visibilidad y solo el historiador materialista puede fijar su mirada entre las ruinas históricas para recomponerlo en una imagen auténticamente histórica, en otras palabras, leer lo que nunca fue escrito; un pasado más allá del tiempo histórico y de todo lenguaje. Si el pasado es como un texto, este deja imágenes en él, arrojando luz suficiente para ver lo inédito de nuestro instante de peligro.