Acompañamiento terapéutico - Karina González - E-Book

Acompañamiento terapéutico E-Book

Karina González

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Beschreibung

Este libro brinda herramientas para abordar los dispositivos de Acompañamiento terapéutico en diferentes ámbitos: clínico, grupal, institucional y comunitario. Analiza el devenir del AT, desde sus orígenes en la clínica centrada en los procesos subjetivos hasta el trabajo en el campo comunitario. Existen intensos debates en relación a las concepciones teóricas en que se basa el ejercicio del rol que hoy incluye el trabajo con niños y adolescentes, la inserción de la familia en los dispositivos, el espacio de las tecnologías en la vida cotidiana, la labor en las instituciones de internación, el lugar de los equipos y la interdisciplina en el armado de los dispositivos y el papel de los acompañantes terapéuticos en cada uno de estos espacios. A la vez, la tarea en el campo comunitario, en vulnerabilidad social, restitución de derechos e intersecciones en el ámbito de lo judicial interroga la perspectiva colonial sobre la salud mental y el AT. Estas nuevas y viejas experiencias exigen fundamentar su tarea para garantizar prácticas coherentes y eficaces.

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Brian Banszczyk, Graciela Bustos, María Laura Frank y Karina González (comps.)

Acompañamiento terapéutico

De lo clínico a lo comunitario

Índice

CubiertaPortadaCréditosSobre los autoresPrólogoPrimera parte: Dispositivos clínicos en acompañamiento terapéutico (AT)Capítulo 1. La incidencia de la pandemia de COVID-19 en la constitución subjetiva, Beatriz JaninCapítulo 2. La inclusión de la familia en el dispositivo del acompañamiento terapéutico, Brian BanszczykCapítulo 3. ¿Qué lugar hay para el equipo en acompañamiento terapéutico?, Maximiliano PeverelliAlgunas referencias históricasAlgunas conclusiones anticipadasApuntes para una clínica entre variosCapítulo 4. Acompañamiento en dispositivos de internación, Patricia de CaraCapítulo 5. Heterocuidados, Pablo A. DragottoCapítulo 6. Acompañamiento terapéutico virtual: desafíos de una experiencia en contexto de pandemia, Ivana G. Faria y Karina L. GonzálezSegunda parte: Dispositivos comunitarios en acompañamiento terapéuticoCapítulo 7. Acompañamiento terapéutico comunitario, Graciela BustosCapítulo 8. Acompañamiento terapéutico, abordaje vincular en lo comunitario, María Laura FrankCapítulo 9. Una perspectiva colonial sobre la salud mental y el servicio penitenciario brasileño, Demetrius FrançaAcompañamiento terapéutico (AT)Psicopatología: un fenómeno estructuralLa intervenciónParticipantesResultados de la intervenciónUna cultura de exclusión racista y económicaCapítulo 10. Intersecciones en el campo de lo judicial. Acompañar las violencias, preservar la salud mental y promover efectos terapéuticos como política pública, Juliana PozzerleAcompañamiento terapéutico en las violencias de géneroRuta crítica, entre las trayectorias clínicas y los recorridos comunitariosCapítulo 11. De perdidos al río, Alejandro ChévezPrefacio de un “cadáver exquisito” 1¡De perdidos al río!Presentarse en la escena, “poner el cuerpo”El lado oscuro de lo cotidianoDel rol al actoDe pronto, entró la LibertadLos heraldos negros“Las caídas hondas de los Cristos del alma”13Último actoSobre este libro

Acompañamiento terapéutico : de lo clínico a lo comunitario / Beatriz Janín ... [et al.] ; compilación de Brian Banszczyk ... [et al.]. - 1ª ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2023.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-538-977-9

1. Acompañante Terapeútico. 2. Salud Mental. 3. Terapia Familiar. I. Janín, Beatriz. II. Banszczyk, Brian, comp.

CDD 150

Colección Conjunciones

Corrección de estilo: Liliana Szwarcer

Diagramación: Patricia Leguizamón

Diseño de cubierta: Pablo Gastón Taborda

Los editores adhieren al enfoque que sostiene la necesidad de revisar y ajustar el lenguaje para evitar un uso sexista que invisibiliza tanto a las mujeres como a otros géneros. No obstante, a los fines de hacer más amable la lectura, dejan constancia de que, hasta encontrar una forma más satisfactoria, utilizarán el masculino para los plurales y para generalizar profesiones y ocupaciones, así como en todo otro caso que el texto lo requiera.

Las referencias digitales de las citas bibliográficas se encuentran vigentes en el momento de la publicación de este texto. La editorial no se responsabiliza por los eventuales cambios que produzcan con posterioridad quienes manejan los respectivos sitios y plataformas.

1º edición, agosto de 2023

Edición en formato digital: septiembre de 2023

Noveduc libros

© Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico S.R.L.

Av. Corrientes 4345 (C1195AAC) Buenos Aires - Argentina Tel.: (54 11) 5278-2200

E-mail: [email protected]

ISBN 978-987-538-977-9

Conversión a formato digital: Numerikes

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

BRIANBANSZCZYK. Licenciado en Psicología y acompañante terapéutico. Profesor de la cátedra de Introducción al Acompañamiento Terapéutico de la Tecnicatura universitaria de la UNC. Presidente de AATRA (Asociación de Acompañantes Terapéuticos de Argentina). Miembro docente y supervisor en Fundación Sistere. Coordinador del área de AT de la Clínica Saint Michel de Córdoba. Miembro de diversos comités científicos y organizador de congresos de AT. Autor de múltiples artículos científicos de AT. Miembro en equipos de investigación sobre AT en la UNC.

GRACIELA BUSTOS. Doctora en Psicología (UNSL). Magíster en Salud Mental (UNER). Coordinadora de postgrado Facultad de Ciencias Médicas, Universidad Católica de Cuyo, sede San Luis. Docente de Lic. Acompañamiento Terapéutico (UGR). Docente de la Facultad de Ciencias Médicas (UCCUYO.) Expresidenta Asociación de Acompañantes terapéuticos de Argentina (AATRA). Jefa del servicio de Salud Mental del Hospital de Salud Mental de San Luis. Autora de libros y artículos sobre salud mental y acompañamiento terapéutico. Miembro de la Comisión Directiva de AATRA.

MARÍALAURAFRANK. Magíster en Pareja y Familia (IUSAM). Licenciada en Psicología (UNC). Especialista en Psicología Clínica (CPPC). Profesora del Departamento de Acompañamiento Terapéutico (UNC), cátedra Introducción al Acompañamiento Terapéutico. Investigadora del Instituto de Ciencia y Técnica (Secyt-UNC). Miembro de la CD de AATRA (Asociación de Acompañantes Terapéuticos de la República Argentina). Directora de Fundación Sistere, Asociación Psicoanalítica de Córdoba.

KARINAL.GONZÁLEZ. Licenciada en Psicología con orientación psicoanalítica lacaniana (Universidad de Morón). Maestranda en Formación de Teoría Psicoanalítica Lacaniana (UNC). Acompañante terapéutica (Fundación Sistere, Cba). Docente de asignaturas varias en Tecnicatura en AT (UNC). Supervisora en prácticas de Trayectos finales de cursantes de Tec. en AT (UNC). Miembro comité evaluador de TIF en Tecnicatura AT (UNC). Investigadora del Instituto de Ciencia y Técnica (Secyt-UNC). Miembro comisión directiva (AATRA). Cofundadora, coordinadora, docente y supervisora de Espacio Terapéutico Rizoma (Río III, Cba.). Autora de artículos sobre AT. Ganadora de premio Federico Manson en Congreso de AT (2013) y Mención a mejor trabajo en Congreso de AT (2023).

PATRICIAC.DECARA. Lic. en Psicología (UNC). Especialista en Psicología Clínica (Colegio de la Prov. de Córdoba). Miembro adherente de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba, dependiente de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API). Coordinadora de Simposios (APC). Coordinadora del Área de Psicología de la Clínica Saint Michel (institución monovalente). Coordinadora del Área de Capacitación y Docencia (CSM). Referente institucional de prácticas supervisadas de la Facultad de Psicología (UNC y UCC). Codirectora de Psicoarte - Rehabilitación en Salud Mental. Miembro vocal de Fundación Sistere.

ALEJANDROCHÉVEZMANDELSTEIN. Acompañante terapéutico en el equipo de E. Kalina y S. Kuras. Psicólogo por la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Complutense de Madrid. Máster en Psicología Social. Psicodramatista. Ha sido psicólogo del Equipo de Apoyo Social Comunitario de Tetuán, Supervisor de equipos de Rehabilitación Psicosocial en Salud Mental, organizador del I Congreso Español de Acompañamiento Terapéutico y de las Jornadas Madrileñas de 2012, 2015 y 2018, formador y supervisor de acompañantes terapéuticos. Cofundador de la Asociación PASOS y coordinador del libro Acompañamiento Terapéutico en España.

PABLOA. DRAGOTTO. Lic. en Psicología (Universidad Nacional de Córdoba). Psicoanalista especializado en tratamiento de adicciones. Fue Director Nacional de Prevención de las Adicciones (Sedronar). Docente del Departamento de Acompañamiento Terapéutico, Fac. de Psicología (UNC), cátedra Teoría y Técnica del AT. Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba. Coautor del libro Acompañantes. Conceptualizaciones y experiencias en AT (2012). Autor de artículos y capítulos de libros en la materia. Ha dictado cursos y seminarios en Argentina, Brasil, Costa Rica, México y España.

IVANAG.FARIA. Acompañante terapéutica con especialización en Salud Mental, Escolar y Diversidad Funcional. Miembro del equipo de acompañantes terapéuticos Clínica Saint Michel (Córdoba). Miembro de equipos de inclusión escolar. Ayudante alumna del Departamento en la Tecnicatura en AT, cátedra Introducción al Acompañamiento Terapéutico, UNC. Estudiante en la licenciatura en Psicología y del Profesorado en Psicología, UNC. Estudiante en tramo final de la Tecnicatura en AT, UNC.

DEMÉTRIUSFRANÇA. Doctor en Psicología clínica (USP). Magíster en psicología clínica y cultura (UnB). Psicólogo (UnB). Profesor del instituto federal de Brasilia, IFB, Campus San Sebastián. Ministra disciplinas sobre habilidades interpersonales y autogestión. Consejero electo para el segundo mandato en el Consejo regional de Psicología del distrito federal, 2019/22 y 2023/26. Autor de dos libros sobre acompañamiento terapéutico grupal y artículos científicos sobre el mismo tema.

BEATRIZJANIN. Licenciada en Psicología (UBA). Psicoanalista. Directora de las carreras de Especialización en Psicología clínica con niños y Psicoanálisis con Adolescentes (UCES). Presidenta de la Asociación Civil Forum Infancias. Profesora de posgrado en universidades de Argentina, Chile, México y Colombia. Dicta seminarios y conferencias en Argentina, España, Francia, México e Italia. Autora de Niñas, niños y adolescentes en tiempos de desamparo colectivo (2022), Infancias y adolescencias patologizadas (2018), Intervenciones en la clínica psicoanalítica con niños (2013), El sufrimiento psíquico en los niños (2011). Coautora de Dislexia y dificultades de aprendizaje (2017), Le mouvement. Entre psichopathologie et créativité (2015) y Paura del futuro (2005), entre otros libros. Directora de la revista Cuestiones de infancia.

MAXIMILIANOPEVERELLI. Licenciado en Psicología (UBA) y acompañante terapéutico. Magíster en Gestión de Servicios de Salud Mental (se adeuda tesis) (ISALUD). Director de la Fundación para el Desarrollo del Acompañamiento Terapéutico (FUNDAT). Director del Equipo de Acompañamiento Terapéutico AGORA. Miembro de la Comisión Directiva de AATRA. Representante a cargo de la filial Buenos Aires de AATRA. Se desempeñó como perito psicólogo en el marco de las Defensorías Públicas Curadurías, Defensoría General de la Nación. Participó de diversos proyectos educativos relativos al acompañamiento terapéutico.

JULIANAPOZZERLE. Licenciada en Psicología (UNC). Especialista en Violencia Familiar y Género (UBA-CIM-OEA). Diplomada en Psicodrama y Corporeidad (Inst. Máscara-UAI) y en Políticas Públicas (ACEP-Konrad Adenauer-ICES). Experta en Violencia Sexual y Masculinidades. Docente e investigadora universitaria de la Facultad de Psicología-Acompañamiento Terapéutico (UNC). Psicoterapeuta. Autora y gestora de programas y cursos sobre Violencia de Género y Masculinidades. Fue directora general del Centro Integral de Varones y coordinadora de Capacitación en el Ministerio de la Mujer (Córdoba). Trabajó en áreas de gobierno para el abordaje de la trata de personas, explotación sexual y delitos de lesa humanidad.

Prólogo

Cuando don Ricardo Rojas (1882-1957) presentó su Informe sobre Educación hace más de un siglo, formuló una advertencia que, por no escuchada, regresa recurrentemente. Este intelectual nacional que fuera rector de la UBA gracias al Reformismo del 18, y el gran sistematizador de la literatura y la cultura argentinas, había visitado –como enviado oficial del gobierno argentino– varios países europeos durante tres años, para estudiar sus sistemas educativos. Al regresar, presentó un extenso memorial en el que fundamentaba la idea surgida de su experiencia: el edificio pedagógico nacional debía tener un cimiento común a todas las disciplinas: conocer a fondo la historia argentina, partiendo cada una de ellas de ese conocimiento histórico que construye y sustenta nuestra identidad como individuos, como familias, como pueblo y como nación. No proponía que Historia fuera una materia curricular: la proponía como base de todas ellas.

En este libro escrito por destacados integrantes de la Asociación de Acompañantes Terapéuticos de la República Argentina (AATRA), la vida diaria, los procesos grupales, sociales, culturales y políticos cotidianos siguen dando la razón a aquella noción del pensador santiagueño. Cada vez que afloran las crisis que nos implican, surge la necesidad de conocer el recorrido de ellas, sus afinidades y raíces; de entender la originalidad y la tradición que esas crisis vuelven a trasmitir, presentificándolas.

¿Es cierto que “lo pasado es pisado”? ¿Venimos del aire? La respuesta es obvia, pero no debe ser tomada como un destino fatal, sino como un “devenir histórico”. Eso sostiene el filósofo cordobés Carlos Astrada (1894-1970), un brillante estudioso de la dialéctica hegeliana y gramsciana fuertemente anclada al conocimiento de la realidad nacional y social, con sus conflictos entre lo viejo y lo nuevo, motor de la vida humana, de sus cambios, desarrollos, involuciones y caos.

En definitiva, el método clínico nos indica siempre comenzar historizando. La historia clínica es la base indispensable para conocer al sujeto o grupo que, frente a nosotros, solicita ser atendido. Y en esa HC coexisten la novela familiar, los antecedentes biográficos, los datos identitarios, el entorno ambiental, los usos y costumbres, las lecturas, colores, aromas, recuerdos, vocaciones y músicas que colorean la vida del ser humano concreto que se halla frente a nosotros. No se trata de registrar tan solo su “estado actual”, como reza la ficha clínica, sino cómo, cuándo y por qué se llega a él. Y ahí, la dialéctica de pasado/presente construye un nuevo conocimiento, revelador de que la historia no es solo el pasado o de que ella está en el presente; la historia es presente.

En Siete ensayos de interpretación sobre la realidad peruana (1928), otro latinoamericano, José Carlos Mariátegui (1894-1930), apuntó en la misma dirección: “Dejemos de ver a América desde Europa para ver a Europa desde América”.

Demetrius França, en su trabajo, rescata lúcidamente el origen argentino y brasileño del acompañante terapéutico. Es obvio: el estudio histórico lo ubica hace más de sesenta años en nuestros lares. Pero, en nuestro pensamiento, ¿es tan obvio? ¿Tenemos plena conciencia de que se trata de un producto “industria nacional”? Y, siguiendo con metáfora, ¿asumimos que el mismo tiene “calidad de exportación”? AATRA, a través de los autores de este libro, forman parte de esto que sostengo.

Esa construcción original llamada AT nos exige saber los tiempos y lugares de origen para entender plenamente su esencia. En “los sesenta” (como suelen denominarse de modo simplificado esos años) también creció la noción de salud mental, luego del desastre de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto (1939-1945). La realidad social obligó a los psiquiatras a construir un nuevo instrumental para comprender lo que tenían ante sus ojos, sin poder verlo por completo. Algo había intuido ya Winnicott (1896-1971) que, desde los micrófonos de la BBC de Londres, en pleno bombardeo nazi sobre el Reino Unido, había definido un lugar público que le exigió nuevas ideas para instrumentarse debidamente. Él aportó al psicoanálisis una mirada hacia lo sociocultural, el espacio de pasaje que llamó “transicional”. El abordaje bicorporal y tripersonal por sí solo ya no podía dar cuenta de los graves problemas colectivos. Millones de muertos, heridos, desplazados y hambreados gritaban necesidades no cubiertas que interpelaban nuestra disciplina.

Esa tragedia bélica también ingresó masivamente a la Argentina, que recibió millones de inmigrantes europeos con su desarraigo, su hambre, sus terrores, sus expectativas y esperanzas. Algo se repetía en nuestro país, como sesenta años atrás, e impactó de lleno en nuestras instituciones, nuestra cultura y nuestra cotidianidad (la poesía tanguera de la época supo recoger esas historias). La tristeza y la ilusión juntas demandaban a todos. La psiquiatría social argentina iniciada, entre otros por Enrique Pichon-Rivière (1907-1977) y José Bleger (1922-1972), abrió enfoques capaces de ir abarcando el fenómeno de nostalgias e ignorancias colectivas que implicaban un malestar. Sin embargo, la experiencia de pueblos tan disímiles como los que convivían fue capaz de crear, otra vez, saludables mixturas sociales que modificaron el rumbo colectivo.

Había un instrumental previo en la Argentina que logró ser de utilidad. La Reforma Universitaria de 1918 en Córdoba, que con tanta certeza despliega Dragotto en su trabajo, había ya creado el primer grupo argentino de práctica psicoanalítica (1921) compuesto por el joven médico psiquiatra Gregorio Bermann (1894-1972), el gran poeta cordobés Arturo Capdevila (1889-1967) y un jefe del servicio de Clínica Médica del Hospital Universitario de Córdoba, que había comprendido la relación entre inconsciente y enfermedades somáticas. De ese grupo surgió otro médico reformista, el santafesino Emilio Pizarro Crespo (1904-1944), que, en los años treinta, publicaría más de cincuenta trabajos psicoanalíticos.

Es la misma época (1935) en que, desde Córdoba, Bermann publica la Primera Revista Latinoamericana de Psicoterapias (la segunda en el mundo), en cuyo número aparece un artículo de un “joven psiquiatra francés”, Jacques Lacan (1901-1981) sobre “Transferencia y contratransferencia”. Beatriz Janin, con mucha propiedad, nos acerca al maestro francés para pensar las “tormentas” internas y sus críticos “desencadenantes” pandémicos, seguramente recordando la idea freudiana de que “las guerras externas desencadenan las guerras internas”.

Estas raíces provincianas del psicoanálisis argentino, ¿tendrán relación con la fuerte presencia de los acompañantes terapéuticos en todo el territorio nacional? Recuerdo una conversación con el maestro mendocino Ricardo Horacio Etchegoyen (1919-2016), quien llegó a presidir la IPA, en la que me explicaba el modo en que conocer otras realidades sociales determina replanteos teóricos y técnicos profundos. Un tema para estudiar.

En este método soberano de indagar la realidad, conocerla en sus contradicciones internas y luego operar sobre ella para transformarla, se fundó por aquellos años un movimiento que luego se continuaría en la corriente de la salud mental. El mayor padecimiento de los pobres era la tuberculosis (no existían aún los antibióticos, que cambiarían la situación). Los sanitaristas buscaban formas de combatirla, y existía una corriente entre ellos que consideraba que la internación e institucionalización prolongada era iatrogénica, por lo que buscaron otras formas de atender el padecimiento. El doctor Gonzalo Bosch (1885-1967) encabezó entonces un movimiento desde la psiquiatría, retomando la experiencia de los dispensarios ambulatorios de la Liga Argentina de Lucha contra la Tuberculosis. Él generó un dispositivo similar para enfermos mentales y sus familias, apelando al valor de la libertad como base de las terapéuticas. Aparece entonces el movimiento por la Higiene Mental, apoyado en una experiencia similar que se venía haciendo desde principios del siglo XX en EE.UU. Acompañar a los enfermos y sus grupos de pertenencia fue un pilar de esa práctica que apelaba a la no restricción, como postulaba también por entonces el doctor Domingo Cabred (1859-1929), con la institución de las colonias para tratar de terminar los aislamientos y encierros. Sucedió hace un siglo, en Argentina, con mucha lucha, muchos obstáculos y muchas ideas nuevas. De ahí venimos. Es nuestra propia “novela profesional” que muestra un principio anticolonial básico: atreverse al ejercicio de la soberanía nacional en el plano del pensamiento y la praxis transformadora, resistiendo la dominante tendencia académica de descalificar lo propio, por serlo, y asumir sin crítica lo extraño, históricamente sacralizado. Este pensamiento está presente en el capítulo que escribe Juliana Pozzerle, quien rescata clínica y contexto, lo que la lleva con naturalidad a indagar e indagarse sobre relaciones de poder –violencias sociales–, con las luchas consecuentes y su papel en la subjetividad humana. Desde allí ella fundamenta el papel del at en un poder del Estado: el Judicial, que marca como experiencia instrumental en el campo transicional entre el Derecho y la Salud Mental.

Lo que coagula en “los sesenta” es este largo proceso, este recorrido nada lineal, signado por aciertos y fracasos, apoyos y resistencias. María L. Frank, en un capítulo de esta obra, señala que ella fue hasta allí a buscarse, a identificarse. Una cordobesa que viaja en el tiempo hasta Buenos Aires para reencontrarse con sus mayores. La historia es hoy; también es hoy.

Este libro tiene recurrentes referencias a la pandemia, posiblemente porque en nuestras disciplinas esta tuvo un impacto todavía no tan fácil de mensurar. Sabemos que algo pasó en ese “naufragio “como afirman Ivana G. Faria y Karina L. González, que evalúan que el acompañamiento terapéutico constituyó en ese momento una tabla de salvación. Quizás el mayor impacto que se dio y sigue dando en nuestras prácticas esté signado más por la cuarentena que por la misma pandemia. Una reclusión necesaria, sin duda, que nos vuelve a enseñar que los recursos para combatir enfermedades también tienen efectos secundarios no deseables, y que lo terapéutico no posee un solo filo: hay otro simultáneo, que puede enfermar y, a veces, también matar. Brian Banszczyk hace alguna referencia a esto, al recordarnos que los diagnósticos pueden llegar a tener peso identificatorio y reemplazar, a veces, el propio nombre y apellido del afectado. Es tan significativo socialmente el proceso patológico (o su rehabilitación), que la enfermedad mental se transforma en el eje sobre el que gira la vida cotidiana de los sujetos y sus grupos de pertenencia. La misma preocupación se evidencia en el capítulo de Patricia de Cara, quien señala que la “internación institucional en Salud Mental liga a los pacientes en una causa común”. Si Cabred, Bosch, Pichon, Bleger y Goldenberg la leyeran, sin duda asentirían.

“No venimos de un repollo”. Nos pasa a los seres humanos que en nuestra progenie se codifica el devenir de nuestros pueblos y regiones, de nuestros seres significativos, presentes o ausentes. En su texto, Máximo Peverelli se refiere al inicio multidisciplinario del AT. Apela fuertemente a la noción de equipo, al concebir un origen en la heterogeneidad de sus componentes e historia. Los ríos no llevan solamente agua: maderas, restos diversos, piedras y cuanto ellos puedan arrastrar configura la corriente. Y siempre es río, aunque no el mismo.

Seguramente, su experiencia en el proceso de transformación institucional de San Luis conduce a Graciela Bustos a plantear explícitamente los vínculos de comunidad, instituciones y Estado en un movimiento no cristalizado, sino como procesos situados donde los otros no son un Otro abstracto (como se suele exponer), sino referido al con-texto mutante, un texto que, por vincular y relacional, tiene los colores cambiantes del caleidoscopio.

Escribir deriva del scribere latino, pero sus raíces se encuentran en los orígenes del género humano. Scrib era la palabra indostaní con la que se designaba al instrumento de madera dura que dejaba huellas en la arcilla. De ese modo, otros seres humanos también las verían, entenderían y podrían contestarlas. En los términos en que lo platea Alejandro Chévez en el capítulo a su cargo, escribir es también una forma de “poner el cuerpo”. Y muestra que ese modo de hacerlo no exige nuestra presencia física. El trabajo que realizamos hace años con familiares de detenidos-desaparecidos, víctimas de la dictadura argentina (una labor señera en el mundo), nos ayudó a entender que las figuras significativas que apuntalan nuestra subjetividad también actúan desde su ausencia, durante toda nuestra vida e incluso de manera transgeneracional. Como los libros, sus autores, personajes, historias, escenas, diálogos y desenlaces.

Eso es escribir: trasmitir huellas que arman senderos; que van y vienen; que perduran según su profundidad, la dureza de la arcilla, la fortaleza de la mano escribiente, los vientos, las aguas o temporales, según hemos leído más arriba.

Ese es también el destino de esta publicación coral. Cambiarán los coristas, el auditorio, las partituras, pero sobre esta otros se apoyarán.

El presente libro ya es leído por viejos maestros inmemoriales. Con tal acta bautismal nace.

Jorge Luis Pellegrini

Médico psiquiatra

Premio Mundial de Psiquiatría WPA 2005 - 2008

PRIMERA PARTE

DISPOSITIVOS CLÍNICOS EN ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO (AT)

Capítulo 1

LA INCIDENCIA DE LA PANDEMIA DE COVID-19 EN LA CONSTITUCIÓN SUBJETIVA

Beatriz Janin

Venimos de años muy difíciles. La pandemia de COVID-19 nos dejó dolores, duelos y temores, pero también aprendizajes. Todos los que nos desempeñamos en salud mental tuvimos más trabajo que nunca, al intentar estar cerca de las personas que lo necesitaban. Y esto nos forzó a recrearnos, a imaginar nuevos modos de estar presentes.

Acompañar a niñas y niños, a las y los adolescentes, así como a sus familias, no resultó fácil y fue absolutamente necesario. Nadie puede atravesar solo una situación tan compleja, y eso quedó demostrado. A la vez, mientras el mundo estaba inmerso en un escenario atípico e inesperado, el modo en que niñas, niños y adolescentes se comportaban pasó a ser considerado patológico por muchos profesionales. Es decir, en lugar de que pensar en las derivaciones de este cimbronazo en la constitución subjetiva, lo que predominó (y sigue prevaleciendo) es una mirada patologizadora sobre las infancias y adolescencias, que ubica la causa de las dificultades en un sujeto disociado del entorno.

Quizás esta sea la forma de desmentir el gran golpe al narcisismo que esta pandemia provocó en todos, en tanto evidenció que nadie puede salvarse solo ni es dueño absoluto de su propia vida, sino que toda vida se da en un entramado con otros. El que alguien se cuide o no repercute en los demás. Así como los avatares de nuestra vida no dependen tan solo de nosotros, la salida también es colectiva, y esto puede golpear narcisismos.

La pandemia fue y sigue siendo una tormenta atípica, que desencadenó diversas tormentas internas.

Considero que niñas, niños y adolescentes están entre los que más sufrieron y en ellos estamos viendo las consecuencias psíquicas. El confinamiento, los temores, las distancias y la falta de encuentros les dejaron marcas.

Se vieron obligados a tramitar temores propios y ajenos, angustias y depresiones de sus padres, la ausencia del contacto con otros niños… y esto terminó acarreando muchísimas dificultades, tanto en la primera infancia como en la niñez y en la adolescencia. Cuando tuvieron a alguien que los escuchara y les diera un espacio, quienes tenían recursos simbólicos para representar sus estados internos pudieron expresarse a través de dibujos y juegos o armando relatos. Pero muchos carecieron tanto de esos recursos como de defensas para vérselas con un suceso tan disruptivo y, además, se encontraron con adultos sujetos a sus propios avatares. Desesperados, deprimidos, asustados y sobrecargados de obligaciones, sintiéndose muy solos, muchos adultos no pudieron sostener a sus hijos y, entonces, esos niños y adolescentes no tuvieron escucha. Que en esos casos hubiese una mirada y una escucha externa al grupo familiar fue fundamental. Es decir, nuestro lugar fue de una enorme importancia.

Así, constatamos que el papel de los trabajadores de la salud mental resulta fundamental en situaciones de catástrofe y se manifestó la imprescindible necesidad de un replanteo de las intervenciones en diferentes espacios

Sabemos que, incluso en un mismo tiempo y en un mismo lugar, hay infancias y adolescencias diferentes, con distintos recursos y diversos tipos de sufrimiento… Esto también quedó al descubierto de un modo brutal durante estos años. Y no tenerlo en cuenta constituye una forma de violencia.

Es importante (y en gran medida, nuestra tarea) que las marcas de lo vivenciado puedan transformarse en producción creativa. Esto tiene consecuencias no solo para los niños, niñas y adolescentes, sino también para sus descendientes. Las generaciones actuales inciden sobre las futuras; seguimos teniendo huellas de lo vivenciado por nuestros antepasados y los que nos sigan heredarán en gran medida los agujeros que no pudimos zurcir, pero también les llegarán rastros de nuestros modos de resolver dificultades, de ligarnos con otros, de encontrar placer y de poner en juego emociones y pensamientos.

Si bien la solidaridad y el individualismo se potenciaron, niñas, niños y adolescentes se mostraron solidarios y sintieron temor de dañar a otros. Podría decirse que prevaleció en ellos una ética del cuidado, que seguramente dejó marcas en muchos. Nos asombraron por el modo en que asumieron las medidas de prevención, por la preocupación que tenían en no contagiar a los adultos, por la angustia que experimentaban cuando algún compañero no podía conectarse por carecer de internet o porque compartía un celular con el resto de la familia.

A la vez, también vimos que niñas, niños y adolescentes se apropiaron activamente de las medidas de cuidado de sí mismos y de los demás. Aprendieron a usar el barbijo mejor que los adultos y se preocuparon por los otros, temiendo contagiarlos. Y, en ese sentido, ocurrió algo que es para tener en cuenta: niñas, niños y adolescentes temieron dañar a los adultos e intentaron protegerlos. Esto muestra cómo la construcción del lazo social, la solidaridad y la noción de la responsabilidad en el cuidado hacia las otras personas –o sea, la dimensión ética– puede construirse muy tempranamente. La pandemia fue una ocasión para descubrir las posibilidades de los niños en ese sentido, cuando hay una transmisión colectiva que sostiene la idea de cuidado. Estas cuestiones abren puertas para seguir pensando.

Es decir que niñas, niños y adolescentes debieron realizar un importante trabajo psíquico, debieron procesar sus propios temores y, sobre todo, convivir con los miedos de los otros.

A la vez, aunque la tecnología nos permitió estar juntos sin contacto físico, la web implica un cúmulo de información que suele ser improcesable, sobre todo para niñas y niños. Y produce efectos en sus modos de pensar y de sentir, en cómo van ligando las huellas que dejan sus vivencias.

Pero, en lugar de reflexionar acerca de lo ocurrido y lo que sucede, en este momento encontramos el recrudecimiento de una mirada que ubica a niñas, niños y adolescentes como “trastornos”. Así, parecería que hubiera pandemias de TEA (trastorno de espectro autista), de TDAH (trastorno por desatención con hiperactividad) y de TOD (trastorno oposicionista desafiante), en tanto todas las manifestaciones del sufrimiento son leídas como conductas patológicas, sin tener en cuenta los avatares sociales en los que están inmersas las infancias y adolescencias.

Se verifica una tendencia muy fuerte a pensar que todo está en el “cerebro”, que lo que reina es la voluntad de cada uno y que la felicidad es algo puramente interno (lo que excluye la solidaridad con el dolor de los otros). Es decir, se borran de un plumazo la incidencia de lo social, el conflicto, el inconsciente y los avatares de la infancia, en tanto se avala la falta de empatía.

Son muchos los que desmienten la incidencia de la pandemia en la constitución subjetiva de las infancias y adolescencias actuales, lo que es un modo de refutar la incidencia de lo social en esa constitución. Esto los lleva a evaluar el desarrollo infantil empleando los parámetros de otros tiempos y espacios; a exigir a niñas, niños y adolescentes que en la escuela sigan los contenidos del año en el que están (aunque no hayan tenido posibilidades de incorporar conocimientos anteriores y necesarios), y a comportarse en las familias, en las escuelas y en la sociedad como si no hubiesen permanecido aislados durante muchos meses (meses que en la infancia y en la adolescencia tienen una dimensión diferente de la del mundo adulto).

Desde los diferentes ámbitos, nuestra tarea consiste en lograr revertir esta situación, poniendo el eje en las potencialidades de cada uno y escuchando a los niños, a los adolescentes y a los padres en sus sufrimientos.

Los acompañantes terapéuticos desempeñan un papel muy importante en este sentido, porque la mirada que tengan sobre ese sujeto en crecimiento será