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El intento de contar a través de puñetazos, por medio de fechas, personas y vivencias cómo es sentirse poco apta para amar. Perdida. Nacida en una familia que parecía ser la Ingalls y luego la sensación, y certeza de que todo estaba a punto de desmoronarse, aunque nunca esté contado. Quizás si alguien le hubiese enseñado a crecer siendo emocionalmente fuerte, entera, confiada, habría podido encarar mejor sus relaciones: el primer amor y los subsiguientes, tan complejos y superpuestos. Para fomentar la estima, y no la lástima. Esperando que su madre o padre –alguien– le dijera que siempre estaría allí, para ella. La mera incondicionalidad que da calma, paz. Y desde esa base sólida lograr un día ser adulta, y libre.
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Seitenzahl: 94
Veröffentlichungsjahr: 2021
AGUSTINA GARBER
Garber, Agustina
Adultez y libertad / Agustina Garber. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-1788-3
1. Autobiografías. I. Título.
CDD 808.8035
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723Impreso en Argentina – Printed in Argentina
A mi amiga Silvina Plavnick, que añoro y está en el cielo.A Silvia, mi mamá, con quién me reencontré en la adultez desde otro lugarpara armar juntas un nuevo camino.A mi abuela Blanca.Al amor de mi vida.A Marcelo Birmajer, quien escribió un cuentoinspirado en mi hijo mayor, David.A mi nena Sofía, quien junto a su hermano me enseñaronque lo más verdadero y precioso de la vida son ellosy no los amoríos románticos, aspiracionales.Así y todo, se lo dedico a ellos también porque, a la distancia,creo que hicieron de mi adolescencia una alucinante.A Pepi y a Myriam, hermanos del alma, y a Diego.A mis amigas, y a Glen, mi hermana,que, aunque viva lejossé que un día nos encontraremos en un abrazo.A mis hermanos varones, todo terreno.A mi papá que, aunque haya sido el primero y mejor maestroen enseñarme las palabras desamor y abandono,igual lo quiero por haberme dado la vida.A mi bobe y mi zeide.A mis tíos y primos.A Abril y a Helena.Y a todos, de corazón.
El perfume del diablo. Mediante un sueño entendí la realidad, lo que entendía ya pero aún no había salido a la superficie. Me presento. Soy Ada. Quizás resulte disruptivo, pero antes que nada la cortesía de presentarme. Retomo. Sin querer le vendí el alma al diablo y ya no puedo renunciar al contrato. No es que lo haya firmado, sino que ya estoy tan involucrada con él, que no puedo ni quiero volver atrás. Digamos que prefiero quemarme en el infierno por toda la eternidad que aburrirme en la paz de los páramos celestiales. Sé que es anacrónico y remanido, pero bueno, es lo que hay. Quien hubiera pensado que Fausto o La divina Comedia eran clásicos por reflejar algo que existe metafísicamente en lo real mas que por sus dotes de estilo. Quite a change. Para no volverme insustancial voy a especificar la historia.
Como dije, soy Ada. Esto empezó a mis 40 años, o sea, hace 7. Estaba sola en la vida, con mi gato. No tenía amigos y ardía de deseos insatisfechos. De aventuras, de sexo, de dinero. Solo tenía mis fantasías. Odiaba verme en el espejo y reflejada en los ojos de los que se dignaban a mirarme, siempre un ratito y sin demasiada atención. A nivel laboral, trabajaba en una empresa que ya ni recuerdo que hacía. Solo sé que el nivel de aburrimiento y malestar en las horas de trabajo hacían juego con la tristeza que lo bañaba todo. Me gustaba leer, claro, era mi único placer. Pero hasta en eso se trepaban las fantasías cada vez mas oscuras, cada vez más conscientes de su destino, morir en fantasías, lejos de toda posibilidad de concreción.
Ya casi no me arreglaba ni me ponía perfume. Por eso me sorprendió esa mañana encontrar la botella verde de perfume a mi puerta. Era chiquita, sin marca, pero del color de las esmeraldas mas brillantes, como salido de una película de los 40 en tecnicolor. Contrastaba con lo desabrido del marrón de la moqueta. Ni tarjetas ni moño de regalos. Por otra parte, ¿Quién sabía que ese día cumplía años? Enseguida abrí la tapa y me puse un poco. El olor era exquisito, algo que me transportó a mi infancia, o a un sueño, un olor que venía de los mas profundo de mí. Un olor que prometía muchas cosas. Salí a la calle, empujada por un viento que corría tras de mí. En la calle note que me paraba más derecha. Pasó un hombre del brazo de su mujer. Me clavó los ojos y sentí su desesperación, su necesidad de soltarla y agarrar mi brazo, su decepción al no poder hacerlo. Pasó un adolescente, se me quedó mirando con la boca abierta. Pensé que era una joda. Me miré en una vidriera. Evidentemente algo había cambiado. Mi cola, mi pecho, mi cara. Me veía como salida de una revista, y sin embargo, seguía siendo yo misma. Fui a un negocio a comprarme ropa. El vendedor no me sacó los ojos de encima. No estaba mal. Le dejé la puerta del probador abierta y se metió. Al fin la aventura, al fin la emoción. Me llevé la ropa y no la pagué. Menos mal, no tenía plata.
En los siguientes meses y años, todas las mañanas me echaba un chorro del perfume misterioso. Misteriosamente también, nunca se acabó ni bajo el nivel de su contenido. Es un perfume interminable. Y también sus ventajas... Estoy cada vez más linda, soy más deseada, mis fantasías se hacen realidad en horas o días. Ya no tengo que trabajar, la gente me da dinero en cualquier circunstancia, sin que se la pida o que intercambiemos una sola palabra. En estos años viajé por todo el mundo. Tuve aventuras en todas las ciudades. Me alojé en hoteles lujosos, conocí a famosos, participé de toda clase de orgías y bacanales. Y hasta continué leyendo con el placer de mi infancia, sin interferencias. Ah, hasta escribí un libro.
Pero esta noche, desperté en un hotel australiano habiendo entendido. Todo esto tiene un precio. Creo igual que prefiero pagarlo a volver atrás. Creo incluso que es bastante barato. El diablo me agarra del cuello con su cuerda. Pero yo huelo a mi misma. ¡Que placer!
¿Quién hubiese dicho que ese monstruo tendría flaquezas? Siempre creímos ser la obra de teatro más vista, más buscada. Tambaleante y perfecta. Sin embargo, hoy, acá, perdida pienso si puedo ser más que eso, si puedo ser mi propia familia. ¿Ya puedo amar mis defectos a cielo abierto? Miro las estrellas y siento que la única llama que no se apaga es la que me mantiene viva, y la que hermana el brillo de ese cuerpo celeste que da esperanza, con el del más profundo de mi corazón, que me da confianza, templanza. Flotando sobre el papel, hasta que se deshaga.
Así se llamaba mi abuela materna, mi luz.
Blanca Nieves Fernández. Se evidenciará entonces que mi mamá no ha nacido de vientre judío, que no es ni bueno ni malo, más bien un detalle. Quisiera, de todas formas, hacer foco en mi abuela que es la verdadera alma máter… ¡Aunque mi mamá es tan parecida!
Extraño sus manos, y a ella toda. Su mate con azúcar, su voz, su hacerme upa que me permitía rendirme a la paz. Solía estar mucho con nosotros, ser generosa, como las abuelas de antes: Presente, compañera.
También extraño su humor, estoy segura de que gran parte de mi locura refiere a la suya. Recuerdo el día que creyó demasiado duras las nuevas galletitas que compró mi mamá, nos esperaba al llegar de la escuela y quiso darse el gusto de probar una. Por suerte no fue tan tarde cuando descubrimos que las galletas a las que hacía referencia eran en verdad capelettinis crudos…
Solía ir por la vida rodeada de estampitas religiosas y llevar una cruz a todas partes, que según ella la protegía. Cruz que me tatué invisible en el cuerpo, porque obviamente soy judía, o así me siento. Diga lo que diga la Halajá (ley judía) y los ortodoxos ¿quién puede decirme quién o qué soy?
Fue la hija número trece de una familia oriunda de Misiones. El chiste entre mis hermanos era jugar a acordarnos los nombres de todos, cosa que ni ella lograba. Sin embargo, el gran dilema (y el verdadero) fue siempre el siguiente: ¿Qué fue creado primero? ¿Qué pasó primero? ¿El nacimiento de mi abuela o la creación de Walt Disney de la princesa Blanca Nieves? Parece un acertijo fácil de resolver, les aseguro que no lo es. Investigamos varias veces y nunca jamás quedó claro.
En fin, un día cuando ya evidentemente ambas existían en este planeta (mi abuela y la princesa de Disney) cuenta la historia que mi abuelita fue víctima directa de lo que más tarde se llamó Bullyng, y para no sufrir, ya siendo grande planificó acercarse al registro civil de las personas y modificar su nombre. Jamás entendimos por qué eligió cambiárselo por Blanca Nicéfora Fernandez. Sí justificamos la modificación del Nieves, pero no el de elegir Nicéfora en su lugar…
La amamos con el nombre que sea. Y será siempre nuestra princesa.
Mamá, te amo. Antes que nada y realmente, te amo. Y te perdono de corazón, aunque el reclamo sea serio y repetitivo a lo largo de estos 33 años compartidos. Es que creeme que realmente yo comprendo tu incapacidad para entender y ser receptora de este reclamo que suena absurdo, pero no lo es para mí. Puedo ver la impotencia en tus ojos al oírme reclamarte una y mil veces lo que para vos es una verdadera locura.
Mi hermano Eze me entiende, y sé que lo hace sin esfuerzo. Y que además no dice creerme solo para que me calle o por saberme fuera de mis cabales, como otros sí lo harían. Él es melómano, entiende a qué me refiero. Sin ir más lejos, de su mano llegué ese mundo en mi adolescencia y fue así que es que lo conocí a Bob. Protagonista de este, mi berrinche. A la distancia, claro. No como a Fito Páez que lo tuve de frente, hablando y hasta dándome el lujo de besarlo. Es nacional, lo entiendo, no es el mismo desafío. Y es contemporáneo. Ése es el otro punto exacto de mi anuncio.
Vivo en este planeta, o por lo menos en este plano, desde 1986. Agosto más precisamente. Nací en Argentina en la ciudad de Buenos Aires. Hasta ahí todo perfecto, con la suerte de haber nacido en una familia cual Ingalls, con 3 hermanos y padres en una perfecta y encastrada sociedad conyugal funcionando perfecto hasta el día ineludible de su implosión.
Fui inmensamente feliz, aún lo soy, pero tu incumplimiento a mi pedido, a mi deseo de hoy día es irreparable. Me lastima el alma y la consciencia…
Recuerdo exacto esas semanas en las que me zambullí de lleno en la belleza de su música, su pelo, sus formas. Su aura, su encanto y mi respirar su mismo aire ¡que hermosura! Tanto que muchos mueren por él y se pasan la vida imitándolo (Andrés Calamaro por nombrar un ejemplo). Me sentí en el paraíso ese día en el estadio de Vélez, llovía a cántaros, pero jamás me sentí tan plenamente empapada en felicidad.