Agresividad y maltrato en el ámbito escolar - Eduardo Daniel Levín - E-Book

Agresividad y maltrato en el ámbito escolar E-Book

Eduardo Daniel Levín

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Las diversas formas de agresividad y maltrato que se observan dentro de las aulas se han convertido en una preocupación cotidiana. Lejos de considerarlas expresiones individuales, este libro se propone abordarlas como la manifestación de problemáticas a menudo promovidas por la influencia de los contextos sociocultural y familiar. Eduardo Levín analiza el conjunto de los vínculos interpersonales que inciden proen el proceso educativo, con especial énfasis en los obstáculos producidos por la agresividad, el maltrato y la violencia como modos particulares de interacción que comprometen la calidad educativa y la no menos importante calidad vincular. Asimismo, propone una serie de estrategias que posibilitan la creación de herramientas propias para alumnos, docentes, directivos y padres con el fin de lograr una comunicación eficiente y capaz de superar estas dificultades de acuerdo con las necesidades de cada establecimiento educativo.

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Eduardo D. Levín

Agresividad y maltrato en el ámbito escolar

 

¿Una nueva modalidad vincular?

 

 

 

Levín, Eduardo D.

  Agresividad y maltrato en el ámbito escolar: ¿una nueva modalidad

  vincular? - 1ª ed. Buenos Aires: Biblos, 2012.

 

  ISBN 978-987-691-137-5         

 

  1. Violencia escolar. I. Título

  CDD 371.782

Diseño de tapa:Luciano Tirabassi U.

Armado:Ana Souza

 

© Eduardo D. Levín, 2012

© Editorial Biblos, 2012

Pasaje José M. Giuffra 318, C1064ADD Buenos Aires

[email protected] / www.editorialbiblos.com

Hecho el depósito que dispone la Ley 11.723

Impreso en la Argentina

 

No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Introducción

En esta última década, el ámbito educativo ha tenido que ir reformulando y adoptando nuevas estrategias de abordaje dada la incidencia que tienen las problemáticas provenientes del contexto sociocultural, económico y, en especial, del familiar.

La diversidad de fenómenos que han ido surgiendo requirieron de un análisis más exhaustivo sobre todas las variables que se ponen en juego en el campo de interacción social y que afectan, de manera directa, en el proceso educativo.

En la actualidad, hay una multiplicidad de factores que inciden en la dinámica escolar: las diferencias ideológicas y actitudinales dentro del propio plantel docente y directivo en materia de los criterios a adoptar ante los alumnos, la infiltración de las problemáticas “extraescolares” promovidas por la influencia de los contextos sociocultural y familiar, el replanto de los criterios de disciplina y la transmisión de valores.

Asimismo, es altamente observable la hipersensibilidad existente en los individuos, lo que los lleva a expresar el enojo y la disconformidad sin filtro ni escrúpulos, creando una serie de obstáculos y problemáticas que exceden los límites de la posibilidad de respuesta desde el ámbito escolar.

Este libro se propone introducir una serie de observables e interrogantes que atañen al conjunto de los factores incidentes en el proceso educativo, haciendo especial hincapié en los diversos modos de vínculos interpersonales que se ponen en juego en los diferentes estratos, sus efectos y consecuencias.

Se propondrá, asimismo, una serie de estrategias de abordaje que posibiliten la creación de herramientas propias, que favorezcan luego la adecuación de acuerdo con el contexto del establecimiento educativo.

1. Vínculos interpersonales

1. ¿Qué son los vínculos interpersonales?

Todo ser viviente necesita interactuar con el otro por muy diversos motivos. A diferencia de los demás seres vivos, el humano requiere necesariamente de la presencia del semejante, es interdependiente, no puede comenzar a desplegar su vida sin la presencia y el sostén del otro.

Por medio de la presencia y la mirada contenedora del otro, uno puede empezar a desarrollarse y construir un camino dentro de su vida, de acuerdo con una multiplicidad de factores externos e internos, así como con la fundamental influencia de los diversos contextos en los cuales se encuentre inserto.

Comenzaremos introduciendo esta compleja temática con la siguiente definición:

 

El desarrollo de las relaciones interpersonales en la niñez y adolescencia es un fenómeno complejo y multidimensional, especialmente sensible a las influencias de la edad, el género, la raza y el contexto sociohistórico. (Veccia, 2002)

 

Resulta imposible prescindir de la influencia del contexto, ya que uno está inserto en la cultura y en ella construye su ser. Ahora bien, ello no implica necesariamente que el individuo interactúe con el medio indefinidamente. Muy por el contrario, y de acuerdo con la novela familiar y social que vaya transitando y constituyéndolo, será más o menos permeable a la influencia y los intereses para con el medio que lo rodea.

De aquí es que podrían comprenderse las diversas actitudes que van adoptando los sujetos en materia del establecimiento de los vínculos interpersonales.

En otras palabras, según el medio cultural en el cual se halla inserto, los rasgos de personalidad predominantes, las experiencias adquiridas en el decurso de su vida, se definirán cómo y cuánto ese sujeto se vinculará con el afuera.

Los logros y las frustraciones adquiridos se irán entretejiendo en cada ser, constituyendo su tendencia predominante para con su medio.

2. La comunicación como pivote del vínculo

2.1. Comunicándonos

La comunicación es el medio por el cual tomamos contacto con los otros y ponemos en común nuestros pensamientos, deseos, inquietudes, emociones y sentimientos. Es el ápice del vínculo interpersonal ya que facilitaría un encuentro o, de llegar a estar obstaculizada, promoverá un desencuentro que llevará a la enajenación y el aislamiento.

¿Cómo es posible que, a pesar de los importantes avances tecnológicos, la comunicación sea cada vez más difícil y compleja de lograr?

No dejamos de asombrarnos de cómo, a pesar de la alta y sofisticada tecnología, cada día haya más tendencia a permanecer ensimismados y con una considerable actitud de indiferencia para con los otros.

Internet y la telefonía celular han crecido geométricamente. Gracias a ellas, entre otros factores, los tiempos se acortaron a milésimas de segundos. Las distancias comunicacionales prácticamente no existen. Sin embargo, si uno se pone a mirar a los otros –incluso a uno mismo–, sea viajando en un colectivo, o al pasar por un ciber, o en una reunión de un subgrupo de chicos, no se ve más que seres aislados que hacen cada uno lo suyo sin prestarle atención alguna al resto del entorno.

Daniel Lagache decía que la comunicación refiere a dos o varias personalidades comprometidas en una situación común y que luchan con las significaciones.

Es sumamente conocido el concepto que entre el emisor y el receptor habría una suerte de “filtro” que puede llegar a favorecer u obstaculizar el feedback. Podemos aseverar, por ejemplo, que cuando hablo sé qué es lo que quiero transmitir. Sin embargo, no podría asegurar categóricamente que el receptor haya escuchado e interpretado fielmente ese mensaje transmitido.

Por otra parte, sabemos bien que la comunicación se logra no solamente por medio de la palabra. Muchas veces, incluso, las expresiones no verbales, esto es, los gestos, las actitudes y las conductas, la mirada, el silencio, pueden llegar a tener mucha mayor incidencia en el otro que las mismas palabras.

Un estudio sobre comunicación enmarca los diversos aspectos de la misma diciendo que, de la totalidad de un mensaje, solamente alrededor de un 7% presta atención al texto, 38% a cómo se les habla y 55% a lo que acompaña a la palabra.

Las posibles barreras que pueden llegar a surgir estarían vinculadas a:

 

1) aspectos ambientales (lugar, distracciones, incomodidad, ruidos);

2) aspectos verbales (idioma, modalidad de expresarse, códigos particulares, escasa claridad en la transmisión, dificultad de atención y concentración, interpretaciones erróneas, etc.), y

3) aspectos interpersonales (dificultades propias, prejuicios y preconceptos, apreciaciones subjetivas, conflictos o antecedentes previos, experiencias, emociones y afectos, etcétera).

 

¿Cómo se visualizaría todo esto en el ámbito escolar?

El docente transmite a sus alumnos un determinado concepto. La directora coordina una reunión con el plantel docente y señala una serie de aspectos a cumplimentarse. Una maestra se pone a conversar con otra, señalando determinada percepción sobre la conducta y la aplicación de un alumno. La secretaria vuelve a reiterar a la docente la urgencia de completar los registros de sus alumnos.

Ahora bien, ¿cómo uno puede asegurar que dichos mensajes hayan llegado bajo el modo y la intencionalidad propuestos por cada uno de ellos?

Habría aquí algunos primeros interrogantes: ¿cómo es transmitido?, ¿qué es transmitido?, ¿cuándo es transmitido?

La modalidad en la cual se transmite, el tiempo y el espacio en el que ocurre, el contenido y el grado de reiteración que posea el mensaje, sumado a los aspectos referidos a la estructura de la personalidad del propio individuo y su experiencia de recorrido de vida, influyen todos ellos en materia de éxito o fracaso para que la comunicación llegue a ser efectiva.

Se podría hablar de tres estilos de comunicación:

 

1) Asertividad. Personas abiertas a las opiniones ajenas, a las que dan la misma importancia que a las propias. Parten del respeto hacia los demás y hacia uno mismo, aceptando que la postura de los otros no tiene por qué coincidir con la propia y evitando los conflictos sin por ello dejar de expresar lo que se quiere de forma directa, abierta y honesta.

2) Pasividad o no asertividad. Personas que evitan mostrar sus sentimientos o pensamientos por temor a ser rechazados, incomprendidos o a ofender a otras personas. Infravaloran sus propias opiniones y necesidades, y dan un valor superior a las de los demás.

3) Agresividad. Personas que sobrevaloran sus opiniones y sentimientos personales, obviando o incluso despreciando los de los demás.

 

De alguna manera, y de acuerdo con el estilo predominante, los canales de comunicación se verán favorecidos u obstaculizados, más allá de la temática en sí que esté en juego.

Una diferencia fundamental estará puesta en la pregunta acerca de si uno desea comunicar para que el otro reciba y comprenda, o simplemente resulta ser un mero hecho de “descarga y catarsis”. Mucha gente necesita hablar más allá de cuánto interés pueda ello generar en el otro.

Si uno observa detenidamente algunos “diálogos”, se podrá visualizar fácilmente cómo el comentario de uno dispara el del otro de manera inmediata, más allá de que el primero haya o no finalizado su exposición.

A simple modo de ejemplo, si un individuo comienza contando una dificultad que tuvo en un trámite bancario y el otro de manera inmediata le comenta haber pasado algo similar o hasta peor en una determinada ocasión, la resultante será que ninguno de los dos ha escuchado al otro, salvo para evocar sus propias experiencias.

Habría en el ser humano una suerte de necesidad de descarga inmediata por medio de la expresión de los propios pensamientos, sentimientos y experiencias, más allá de llegar a escuchar lo que el otro puede tener para decir.

Asimismo, los apresuramientos en responder, así como deducir lo que va a decir el otro, alejan la posibilidad de escucha y, por ende, de interacción legítima.

Otros temas que podríamos sumar aquí, además de la escucha ampliada, están referidos a llegar a tener la actitud y la predisposición de ser flexibles y no adoptar una conducta rígida o reticente, de evitar los preconceptos y prejuicios previos, así como poder tener presente y pensar qué es lo que el otro quiere verdaderamente comunicarnos.

En el ámbito escolar, los obstáculos que suelen generarse en el nivel comunicacional, y que evidentemente afectan directamente el adecuado establecimiento de un vínculo, son los siguientes:

 

• Entre la Dirección y un docente, por ejemplo, prejuzgando, no dando lugar a que puedan expresar su interés, priorizando intereses institucionales por sobre los personales, etcétera.

• Entre los mismos docentes, estereotipando o marcando franjas de separación entre los “antiguos” y los “nuevos”, realizando críticas de un tercero por los pasillos y siendo hipócritas ante la persona en cuestión, enredándose en aspectos netamente competitivos, fomentando la exclusión y la rivalidad, etcétera.

• Entre el docente y los alumnos, encasillando a determinados personajes dentro del aula, protegiendo a aquellos otros con quienes poseen mayor empatía, menospreciando saberes, efectuando preguntas “desubicadas” o intervenciones fuera de contexto, así como las cotidianas observaciones sobre el mal modo conductual que el alumno denota en la clase.

2.2.   ¿Qué se pone en juego en el establecimiento de un vínculo?

Uno de los conceptos más trabajados y que, de alguna manera, resulta pivote en el establecimiento de un vínculo es el término “empatía”, que suele ser definido como una destreza básica de la comunicación interpersonal y de la inteligencia emocional, fundamental para comprender el mensaje del otro.

La esencia de la empatía es percibir lo que los otros sienten sin decirlo. Requiere saber interpretar las emociones ajenas, percibir las preocupaciones y los sentimientos ocultos del otro y responder a ellos.

En palabras simples, podríamos decir que la empatía es aquel sentimiento que facilitaría que dos o más personas puedan establecer un encuentro, sea mediante el diálogo o bien por algún otro medio de interacción.

Es el poder sentirse escuchado y contenido, así como percibir que existe interés y compenetración por ambas partes. En nuestro medio social también lo suelen definir y expresar con las palabras “tener onda” o “piel”.

Aun así, la empatía –a diferencia de las expresiones populares mencionadas– tendría un nivel más elevado que un mero sentimiento de “piel” u “onda”, pues se ponen en juego aspectos referidos a una construcción que se va llevando a cabo, y no solamente en un plano imaginario-fantasioso que se instaura entre dos personas.

Otro de los conceptos que se suman para que un vínculo interpersonal pueda llegar a establecerse es el referido a los “intereses” que ese vínculo promueve.

Podría enunciarse que mayormente debe existir algo que los una y los conduzca a querer interaccionar. Puede estar referido a objetivos precisos, situaciones particulares que se deben compartir, aspectos laborales, lazos afectivos, etcétera.

El ser humano necesita del establecimiento de vínculos interpersonales aunque no por ello siempre lo desea legítimamente. Como se mencionaba antes, es un ser social por naturaleza que requiere de la presencia y la mirada del otro. La evitación, el ensimismamiento y, en consecuencia, el aislamiento, conllevan a estados de desánimo y decaimiento que conducen indefectiblemente a la enfermedad.

Entonces, si este planteo lleva a enunciar que un vínculo interpersonal es trascendente, ¿por qué se suelen observar tantas situaciones de desencuentros, desilusiones y frustraciones, así como una gran variedad de obstáculos que se interponen entre las personas?

En primer lugar, cada uno va descubriendo al otro en el transcurso del tiempo y por medio de las experiencias que se van enlazando con él.

En segundo lugar, los objetivos que cada uno persigue pueden luego bifurcarse y hasta transformarse en antagonistas de aquella motivación originaria. Es decir, aquello que en su origen los unió, con el correr del tiempo puede llegar a conducirlos a búsquedas y expectativas diferentes, promoviendo alejamiento y desinterés.

Y en tercer lugar, tanto los rasgos de la estructura de la personalidad como las diversas “crisis vitales” que uno va atravesando en el decurso de su vida gestan cambios subjetivos, prevalencias y preferencias que seguramente pueden diferir del objetivo originario.

La historia personal favorecerá u obstaculizará el encuentro con otro. Los rasgos de personalidad influenciarán en una mayor o menor apertura y entrega. La búsqueda personal específica, esto es, lo que uno necesita hallar en el otro, posibilitará u obstaculizará esa necesidad.

Desde la teoría de la comunicación, sabemos que existen un emisor y un receptor, así como, en referencia al mensaje, que éste no siempre suele llegar del mismo modo, intensidad e intencionalidad, como fue deseado y transmitido.

Podría decirse que entre emisor y receptor habría una suerte de “filtro” que a veces posibilita la fidelidad del mensaje, que llega a recibirse tal como se lo ha deseado transmitir, y otras muchas lo distorsiona, lo trastoca o lo impide sobremanera.

Dentro de la teoría proyectivista, Leopold Bellak (1996) planteaba que más que hablar de “percepción” deberíamos hablar de un concepto más específico que él ha denominado “apercepción”. Este término proviene del latín y refiere a ad-percipere; indica un proceso mediante el cual “la nueva experiencia es asimilada y transformada por el residuo de la experiencia pasada de cualquier individuo, para formar un todo nuevo”.

En otras palabras, aquí se plantea que nuestra percepción de la realidad está siendo influenciada por experiencias y que, de acuerdo con esas primeras experiencias en nuestra historia de vida, uno selecciona, recorta y dirige sus percepciones. Esto daría cuenta de, por ejemplo, por qué dos personas que ven determinado film pueden llegar a ver dos películas diferentes o, al menos, seguramente sienten cosas diferentes.

¿Por qué incluir aquí este concepto? Pues porque esta “distorsión” de la realidad que cada uno percibe es promotora de un sinfín de diferencias y obstáculos en materia de la consolidación de los vínculos interpersonales.

Cada uno suele tener diferencias perceptivas de una misma realidad compartida. Las grandes discusiones muchas veces suelen arrancar por diferencias de sensaciones o lecturas de una misma realidad compartida, comúnmente errónea y subjetiva.

En verdad la realidad es una, sólo que los sentimientos y los pensamientos difieren en cada sujeto en particular, “distorsionando” esa particular realidad percibida.

Uno puede haberse sentido ofendido por el modo en el cual el otro ha solicitado una tarea o ha expresado determinada idea. La manera como uno la ha sentido es definitivamente indiscutible. Lo que sí puede llegar a replantearse es el concepto mismo, la tarea a realizar, la idea expresada, etc., pero de ningún modo lo que cada uno ha percibido y sentido de y ante esa determinada situación.

Entonces, además de los conceptos de empatía y de los objetivos que reúnen a dos o más personas, ahora podemos sumar la existencia de una particular “barrera” –por así decirlo–; barrera que está estrechamente vinculada con el concepto de “apercepción” de esa realidad concomitante.

3. El individuo y sus contextos

El individuo está inserto y es afectado por diversos contextos, algunos que lo trascienden como sujeto, otros que lo van constituyendo como sujeto, y al mismo tiempo son conformados por su propio recorrido de vida.

La influencia de esos contextos hace a que cada sujeto vaya adoptando y ubicándose en una particular manera, tanto para sí mismo como para con su medio. La escala de valores que irá construyendo, consolidando y ordenando será influenciada por ellos.

Los valores, en definitiva, lo conducirán a una determinada manera de posicionarse ante los otros y ante su propia vida.

Para graficarlo de una manera esquemática, podríamos decir que, de acuerdo con el marco sociocultural en que se encuentre inmerso, su particular posición ideológica, su marco familiar y el cúmulo de experiencias y crisis vitales que vayan siendo atravesadas, cada individuo tendrá su particular construcción con sus prevalencias, rechazos y modos conductuales adquiridos.

 

 

 

Evidentemente no tendrán los mismos procedimientos y construcciones psíquicas un niño que ha nacido en un medio sociocultural que lo ha estimulado al estudio y lo ha habilitado a la exploración de la naturaleza viva, de aquel otro que a muy temprana edad ha ido acompañando a sus padres en la recolección de cartones, o que en su temprana infancia ha tenido que salir a pedir monedas o a vender algún producto en los medios de transporte público.

De igual manera, lo ideológico y lo religioso se pondrán en juego a la hora de favorecer u obstaculizar e inhibir diferentes elecciones conductuales acerca de su fortalecimiento como persona.

En este apartado haremos hincapié en una de las variables antes mencionadas: la que se refiere a la incidencia del marco familiar.

Veremos cómo el marco familiar incide e influye sobremanera en la consolidación de la estructura de su personalidad así como en su modalidad conductual e interaccional para con los otros.

 

Desde el contexto familiar.La familia como unidad o sistema conforma un campo privilegiado de observación e investigación para estudiar, comprender y analizar la interacción humana para con su entorno.

Allí se entretejen los lazos afectivos primarios, los modos de expresar emociones y afectos, el aprendizaje del lenguaje, la reconstrucción de los eslabones históricos que enmarcan un sentimiento de pertenencia y continuidad, entre otros tantos factores intervinientes. La familia constituye los cimientos del sujeto humano.

Cada uno lleva consigo un modelo de familia internalizado que trasciende muchas veces a la propia generación (Laing, 1971).

Al adentrarnos en la conceptualización del contexto familiar, visualizamos la amplitud que posee y la influencia que sostiene en materia de la elección de vida.

En verdad, requeriría un mayor y extenso análisis sobre las variables que son puestas en juego en la consolidación de una familia, así como los diferentes modos que, con el correr de estas décadas, se fueron sucediendo (separaciones, madres solteras, ausencia de un progenitor, familias ensambladas, etcétera).

El modelo familiar es, en sí mismo, un modelo afectado por las variables contextuales.

Cada familia responderá a una determinada dinámica que estará siendo influenciada tanto por las pautas socioculturales y económicas, como por la propia experiencia de vida. A partir de ese modelo, cada familia elabora su particular modo de funcionamiento y de distribución de roles de acuerdo con sus necesidades, lo que heredaron como modelo parental, la escala de valores y creencias, y con sus propias prioridades.

Tal conformación responderá a modelos conductuales adquiridos que, a modo de repetición, serán puestos en escena en su reproducción de vínculos interpersonales. Como bien señala Silvia Baeza (2000):

 

Representamos papeles en un drama que nunca hemos visto ni leído, cuyo argumento no conocemos, cuya existencia podemos entrever, pero del que el comienzo y el fin están más allá de nuestras posibilidades actuales de imaginación y concepción.

 

Dentro de cada marco familiar existe lo que se denomina un “mito familiar”. Ello refiere, como señala Gregory Bateson (1980), a una serie de creencias sistematizadas y compartidas respecto de sus roles y vínculos, los cuales se actúan sin discusión alguna.

Para responder a las situaciones nuevas y desconocidas, la familia requiere de la capacidad de una adaptación activa, el tener reconocimiento de las necesidades propias y del otro, generar condiciones nuevas y modificar la realidad inmediata.

Cuando no se cuenta con estos recursos, por lo general suelen aparecer las crisis familiares que se corresponden frecuentemente con la incapacidad del sistema de integrar el cambio y tener reglas muy rígidas. Como toda crisis, puede promover desestructuraciones así como oportunidades para alcanza un cambio. Ahora bien, para alcanzar una óptica más clara sobre la implicancia de la dinámica familiar, algunas de las preguntas posibles a formular pueden ser las siguientes:

 

1) ¿Quién ejerce la autoridad?

2) ¿Qué tareas corresponden a cada integrante según su género y edad?

3) ¿Cómo es la participación de cada miembro en la dinámica familiar?

4) ¿Quién provee las necesidades básicas?

5) ¿Qué códigos de comunicación están permitidos o habilitados sea mediante gestos, expresiones verbales, silencios; así como la “legitimización” de la expresión de sentimientos y emociones?

6) ¿Cuáles serían los modos comunicacionales predominantes?

7) ¿Cuál es la escala de valores y sus priorizaciones?

8) ¿Cómo es el manejo y la implementación de premios-castigos?

 

Tender al cuidado, favorecer el crecimiento, el desarrollo y la independencia de los hijos, así como la transmisión de valores y pautas socioculturales, son algunos de los objetivos básicos en toda constitución familiar. Sin embargo, ellos no siempre son aspectos valorados y resaltados dentro de la dinámica familiar.

En estas últimas décadas, dichos ejes se han ido complejizando a causa de las rupturas de paradigmas respecto del riguroso cumplimiento de la ley, la legitimidad de ésta y el adecuado ejercicio de la autoridad.

Asimismo, el aumento de divorcios, la existencia de familias uniparentales y la constitución de familias denominadas “ensambladas” fueron agregando nuevos desafíos, así como interrogantes, a la hora de determinar las pautas de convivencia y la consolidación de los valores prevalecientes.

La figura paterna fue adoptando diversos caminos acorde al nivel de compromiso que dominara dentro de la pareja, así como el lugar que se le adscribe en el marco familiar.

En numerosos casos es posible visualizar significativos conflictos que se suscitan, por ejemplo, a raíz del ingreso de un nuevo integrante de la pareja en calidad de “padrastro”, “novio” o “novia”.

La lucha por el poder y la autoridad va generando diferentes modos de accionar y modos de interacción con los otros. Los códigos propios se confrontan con los ya establecidos por el marco familiar originario, promoviendo numerosos encuentros y desencuentros a la hora de intervenir. Frases como “No tenés derecho”, “¿Quién te creés que sos?”, o bien “¡Vos no sos mi padre!”, son algunas de las expresiones más cotidianas que los hijos suelen dirigir intempestivamente al que perciben como “intruso”.

¿Cómo se ve reflejado todo esto dentro de la dinámica escolar?

Indudablemente la familia conforma el modelo basal de todo tipo de posicionamiento e interacción en la vida de cada individuo.

Bien se sabe que la expresión “chicos buenos” o “chicos malos” en materia de disciplina escolar resulta verdaderamente desacertada. Podría decirse que hay chicos que están más o menos adaptados a las normas y pautas de convivencia, y que ello conlleva la adecuación, o la inadecuación, dentro del medio escolar y social.

De alguna manera, podemos afirmar que los que se denominan “chicos malos” –siempre y cuando no posean una determinada patología o sean víctimas de alguna adicción crónica– simplemente podrían estar repitiendo determinados esquemas conductuales familiares, producto de lo que viven a diario en sus hogares.

Sin embargo, no siempre los chicos son actuadores del escenario familiar. Hay veces en que, en oposición a ello, terminan siendo pasivos y sumisos, cayendo probablemente en ser las futuras víctimas de maltratadores.

Los rasgos de la estructura de la personalidad que se vayan construyendo se irán consolidando con el paso de los años de vida, prevaleciendo luego rasgos determinados que incidirán de manera directa en el establecimiento de los vínculos interpersonales.

Habrá algunos cuyas actitudes serán tendientes a la extroversión, mientras en otros serán más del orden de la inhibición. Así también, de acuerdo con el clima familiar reinante y el lugar que los padres vayan adscribiendo al saber y el estudio, ello luego se verá reflejado en acciones y reacciones que determinados chicos reproducirán con sus propios docentes.

El cumplimiento de las reglas de convivencia, la escala de valores, el manejo de los límites, así como la regularización y modalidad de utilización del premio-castigo, influyen de manera considerable en lo que luego se verá reflejado en el vínculo con sus pares, docentes y directivos.

A simple modo de ejemplo, si en su hogar el chico observa pasivamente cómo el padre maltrata verbal y/o físicamente a la madre, o bien ve cómo es maltratado su hermano, indudablemente tales escenas dejarán en él una impronta que afectará su modo de conducirse en los otros espacios sociales donde interaccione, principalmente la escuela.

Podrá suceder que repita las mismas actitudes de maltrato a modo de identificación al género, o quizá adopte más bien una actitud de alejamiento o ensimismamiento ante toda situación disruptiva.

Si bien deberíamos ahondar en una multiplicidad de aspectos que son puestos en juego, se priorizarían los siguientes items, los cuales incidirían en su modalidad de establecer el vínculo interpersonal:

 

1) El vínculo particular que está establecido entre los cónyuges (lugar del respeto, uso de ironías y desprecios, desautorizaciones y desacuerdos, maltratos y violencia, etcétera).

2) El lugar que el hijo ocupa dentro del imaginario de los padres (deseado-no deseado, mediador, salvador, reemplazando un hijo fallecido, etcétera).

3) Cómo es visualizado el hijo (débil, introvertido, necesitado, o bien irrespetuoso, maleducado, agresivo, etcétera).

4) La modalidad de marcación de límites así como quién es el que ejerce la autoridad predominante (quién suele ser el que demarca los límites y cómo lo efectúa, sea por medio del diálogo, gritos, peleas, castigos, amenazas, etcétera).

5) El cumplimiento o la transgresión de las normas de convivencia familiar por parte del hijo.

 

Evidentemente, el marco familiar es pivote de los modos conductuales de los hijos, pues ellos repiten modelos y posturas observados y vivenciados desde su subjetividad.

Desde el silencio y la complacencia hasta el desborde y la agresividad fortuita, existe una amplia gama de posibilidades que constituyen los caminos que el niño, luego adolescente, va adoptando en sus modos vinculares y sus vicisitudes.

4. El funcionamiento psíquico

Con el propósito de resumir y simplificar los conceptos principales sobre el suceder psíquico, esto es, lo que pasa dentro de nuestra cabeza a nivel psíquico, intentaré introducir sucintamente las siguientes áreas:

 

1) a) Las tres instancias que nos gobiernan (lo que dentro del marco psicoanalítico se denomina yo, superyó y ello, así como lo consciente, lo preconsciente y lo inconsciente). b) Constructo de “personalidad”.

2) Las emociones y los afectos.

3) Las fantasías y la realidad.

 

Las tres instancias psíquicas.El psicoanálisis ha construido dos modelos diferentes que se entrelazan. Esto es denominado como primera y segunda tópica (primera y segunda teoría del aparato psíquico). La primera tópica corresponde a lo consciente, lo preconsciente y lo inconsciente.