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"ALDOSIVI – El Tiburón del Mundo" es una colección de relatos apasionados sobre el Club Atlético Aldosivi de Mar del Plata. A través de cuentos, anécdotas, y datos históricos, el autor comparte su amor por el club, rememorando momentos inolvidables y figuras emblemáticas. Esta obra es una reedición ampliada que incluye material inédito y refleja el profundo vínculo del autor con Aldosivi y su comunidad.
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Seitenzahl: 213
Veröffentlichungsjahr: 2024
GUSTAVO ALBERTO SEIRA
Seira, Gustavo AlbertoAldosivi : el tiburón del mundo : el club más trascendente de Mar del Plata / Gustavo Alberto Seira. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-5296-9
1. Fútbol. I. Título.CDD 796.3340982
EDITORIAL AUTORES DE [email protected]
Prólogo
Introducción
Aquel cigarrillo
Confusa noche
El comentario de las vecinas
Para mí, Tita
Que picado Señores!!!!
No habrá ninguna igual
...Y todo por una figurita
El pequeño gigante
Personas y personajes
La fundación del club
Las sedes
El fin del club y el comienzo del club
Los colores
La vuelta a la Primera División de Mar del Plata
Y por fin comenzaba el camino al fútbol grande (1989)
Un nuevo título de campeón, en la casa propia
Primer equipo marplatense en conseguir un título nacional para la ciudad
Vivencias del primer campeón nacional que tuvo la ciudad
Datos irrefutables
Datos, no opiniones
Messi en ALDOSIVI
Inolvidables
Ganó ALDOSIVI!!!!!!!!!!!!!
Todo es inolvidable
1959
Se veía venir
1973. La Pesada y el primer Tiburón
Segundo campeonato y primera participación en un torneo nacional
Y fue el tercero...
El quinto título marplatense en primera (1994)
Somos de Primera
En lo más alto
Biografía
Foto MAK
Es muy difícil poder editar y publicar un libro en la Argentina, las editoriales generalmente se ocupan de los autores que más venden y de aquellos que pueden solventar una impresión de una determinada cantidad de libros. La edición impresa de “ALDOSIVI, cuentos llenos de pasión” en el 2008, contó con un Editor, como se hace de verdad, un gran amigo, que no le gusta “figurar” (MD).
Por eso es que nació ésta idea de hacerlo a través de este formato digital, y sugerido por gente que conoce de estos temas.
Si bien no se compara con el placer que genera tener un libro en las manos, ésta posibilidad de tenerlo en formato digital, le permite al lector leerlo y releerlo en el momento y lugar que desee hacerlo (en una compu, en una tablet, en un teléfono).
Y tal vez los más meticulosos se animarán a imprimirlo para poder disfrutar de tenerlo en sus manos.
Este libro es una especie de reedición de “ALDOSIVI, Cuentos llenos de pasión” e incluye algunos de los mismos cuentos ya publicados, con algunas modificaciones, artículos que escribí en determinados momentos de la historia de nuestro club, y le sumé algunas curiosidades al anterior como así también datos estadísticos y fotos, que no estaban en la primera edición impresa.
Y por supuesto campañas históricas, de esas que al leer nos volveremos a emocionar.
¿Vale la pena seguir “hablando” sobre esto? No, por eso les propongo ya mismo comenzar a leer y a navegar en este viaje infinito que se llama Club Atlético ALDOSIVI.
Eso sí, hágame un favor, antes de comenzar a leer, colóquese la camiseta, un gorro, el llavero, una bufanda, lo que guste, eso nos conectará aún más en esta loca, incomparable, decisiva, definitiva y eterna historia con nuestro club: ALDOSIVI.
Gracias a todos por el apoyo, por el aguante, por la comprensión, por el entusiasmo, la inspiración y el incentivo. Gracias a los amigos y amigas, cada uno sabe el rol que cumplió para que este libro se pueda lograr, los que se sientan que están en mi alma y mi corazón saben de qué se trata sin tener que hacer nombres propios.
Para comenzar el recorrido por estos textos es necesario aclararle al lector que quien estas páginas ha escrito lo ha hecho desde el alma y el corazón. Se van a encontrar con muchas cosas escritas en primera persona porque tuve la enorme fortuna de vivir esos momentos que narro desde dentro mismo de la situación.
No registro un solo día de mi vida donde no haya escuchado o mencionado, leído o escrito la palabra: ALDOSIVI.
Creo que mi DNI está mal confeccionado ya que reza como fecha de nacimiento el 6 de julio de 1971, pero creo haber visto a jugar a Molnar, Di Maio, Tatore, Salazar, Piedrafita, Barañano entre otros, si no de ninguna otra manera podría hablar de ellos.
Mi vida siempre ha estado ligada al club, incluso antes de nacer. Mis abuelos, en los orígenes de la institución, supieron atender el buffet y en momentos de no tener sede, se hacían reuniones en el Hotel “Seira–Guerrero”, propiedad de mi familia.
Muchos me destacan a mis tíos (Valentín Seira, Elías Prieto), como grandes jugadores en su época. Lamentablemente algunas cosas no se heredan.
Mi mamá siempre cuenta que con apenas dos meses y abrigado hasta más no poder, no dejaban de llevarme junto a mi abuela Fanny a la cancha del club Ministerio y ni bien aprendí a caminar me transformé en la “mascota”.
Y cada mañana, mi papá (que trabajaba en la Taberna Baska, a una cuadra del club) no iba a su trabajo sin antes pasar por la sede.
Vaya también este libro a la memoria de Miguel Di Bartolomeo, histórico relator de las campañas de ALDOSIVI a través de la radio y su programa de televisión.
Varias de las fotos que aparece aquí, me han ido llegando a través de gente que, conociendo mi sentimiento, simplemente me las acercaron para que yo las conservara, cosa que hago con mucho cariño.
Gracias a cada uno que forma parte de mi vida y entender mi esencia y mi locura.
Miguel Di Bartolomeo me mostró este cuento me identifiqué. Es que logró plasmar lo que a muchos nos pasa en cada cancha, nos falta el viejo, aunque sabemos y sentimos que está ahí. Vaya ese homenaje a la memoria de “Bartolo”.
Cuando era pibe, jugaba un sábado como tantos en el patio de mi casa, mientras observaba como mi viejo buscaba un pedazo de sombra donde descansar sus huesos después de una semana dura de trabajo en el mar... y fumar aquel cigarrillo que nunca apagaba...
Yo lo miraba y miraba, esperando que de sus labios salieran frases que para mí eran música... Porque antes, no se decía Círculo Deportivo de Comandante Nicanor Otamendi. Eran los Paperos. Y eran de Dionisia. Hizo una pausa que me pareció eterna. El corazón se me aceleró y espetó su frase:
Como esperaba aquel momento!!!, entrar de la mano de mi viejo a la cancha de Ministerio, ir subiendo por Gaboto y al llegar a Martínez de Hoz y encontrarme con la ya mítica cancha.
Yo caminaba a su lado con un orgullo bárbaro y miraba a mi viejo como lo que era, mi ídolo, mi referente, mi guía.
Entrábamos rodeados de muchos amigos que ya no están, muchos de los cuales pagaron con su vida el haber elegido el mar como lugar donde ganar el sustento para su familia.
La entrada nos llevaba hasta el lugar que elegía siempre mi viejo... atrás del arco, metiendo sus castigadas manos por entre el alambrado que parecía de hilo por la fuerza que hacía, así juntos mirábamos el partido mientras que entre sus dedos estaba aquel cigarrillo que nunca apagaba.
Con el pasar de los años fui soltándome de su mano para trepar a la tribuna y gritar por su ALDOSIVI... por mí ALDOSIVI... hasta que un domingo como tantos y en un gol bajé corriendo de la tribuna para gritarlo y festejarlo con mi viejo… Pero no estaba. Se había ido. Se había ido para siempre.
Hoy que uno peina canas y que gracias a Dios ahora son nuestros hijos los que también eligieron a ALDOSIVI, yo sigo en cada partido mirando aquellos lugares que mi viejo elegía para ver el partido mientras una lágrima todavía se me cae por mi viejo.
Lo veo. Está parado ahí. Atrás del arco. Entonces aprovecho para apretar mis puños y decirle gracias. Gracias viejo. Gracias por haberme hecho hincha de ALDOSIVI.
Y ahí está él. Y entre sus dedos claro, aquel cigarrillo que nunca apagaba, como nunca, jamás, se va a apagar mi pasión por el Tiburón.
No me pregunten como con apenas 5 años pude vivir tanto esa noche. Juro que más allá de que esto sea un cuento esa noche estuve ahí.
Son tantos los recuerdos que traigo desde hace más de 40 años que me parece todavía estar en Buenos Aires y en la Bombonera.
El 11 de noviembre es el cumpleaños de un primo bastante lejano que vive en Buenos Aires y por esas cosas que no podía comprender mi abuela se había empecinado en viajar para saludar y compartir ese día con “Fernandito”.
Era el año 1975 y por esas cosas maravillosas de la vida lo tengo presente, ¡si hasta recuerdo la ropa que tenía puesta!
El viaje a la Capital fue en tren, medio de transporte que misteriosamente me fascina.
Llegamos para cortar la torta y recibir los besos de esas tías que lo poco que tienen para decir es . Alguien preguntó por mi viejo y mi abuela le respondió que no pudo viajar porque no logró cambiar el franco .
Con mi corta edad no encontré explicación lógica a la repentina reacción de mi abuela que dijo: . Y así fue nomás.
Tomamos un descangallado colectivo que nos había cerciorado que sí, que pasaba por la Boca. Una baqueteada radio Noblex Carina hacía llegar algo entendible como 15 minutos del primer tiempo. Esto hizo que mi abuela se enojara y le pidiera al chofer que se apurara que llegábamos tarde, a lo que el desaliñado hombre respondió incomprensiblemente que iba a hacer lo posible mientras el resto de los pasajeros no salían de su asombro.
Por fin llegamos al sitio indicado que por su altura me abrumó. Entregamos dos papelitos que mi abuela conservaría para siempre y que el tiempo se ha encargado de escondérmelos.
Subimos unas escaleras eternas y cuando pude reaccionar me encontré en un estadio de fútbol maravilloso que me devolvía una imagen bastante conocida para mí: estaba jugando ALDOSIVI. Y frente a Boca nada menos.
Mi abuela rezongó y no sé de qué acusó a Díaz, un jugador al que mi viejo decía que se parecía al Topo Gigio y que en mi casa era criticado por “calesitero”. Alguien dijo, Alves y algo más. Cuando abrí la boca solo recibí como respuesta un: .
Hubo un penal para ALDOSIVI que Castillo, con el que me había sacado una foto mi papá en un entrenamiento, convirtió en gol y enseguida se terminó el primer tiempo.
Del trámite del partido poco recuerdo, pero hay algo que jamás se borrará de mi mente: la pelota rodando por “La Bombonera” y Mústico corriendo detrás de ella como yo corría en la cancha auxiliar de Ministerio.
Mústico, “Manija”, “Quique”, “Chicheta”. El amigo de mi viejo que pateaba y hacía un gol, aunque no era “un” gol, sino “el gol”. Mi abuela me abrazó y no sé cuántas cosas hermosas me dijo, palabras que solamente le salían cuando ALDOSIVI ganaba.
Hubo gente que yo no conocía y que me alzó, me abrazó y sentí mi cara húmeda por las lágrimas ajenas que en ese momento no comprendía.
Bajamos los dos pisos, aunque esta vez lo hice en brazos de alguien que no paraba de cantar: y lo repetía incansablemente. A lo lejos se oía a los propios hinchas de Boca aplaudir y corear el nombre de ALDOSIVI. Las pizzerías y las cantinas de la Boca estaban casi desiertas.
Nos desprendimos del grupo que llevaba algunas banderas verdes y amarillas y tomamos el colectivo 33 que nos dejó en la Avenida Mitre y Lambaré en Avellaneda muy entrada la noche. Un auto pasó a toda velocidad tocando bocina a lo que mi abuela sugirió tal vez exageradamente: .
Mientras desayunaba pude ver el título del diario La Razón del 12 de noviembre que decía: ALDOSIVI, CABAL GANADOR.
Desde ese día, cuando me preguntan de que club soy hincha respondo sin tapujos: de ALDOSIVI viejo, aunque tengo una simpatía por Boca.
Cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia dicen en los comienzos o finales de algunas novelas o películas, pero estoy seguro que la protagonista de este cuento existe, tal vez a la vuelta de la esquina.
Vaya uno a saber por qué, pero el amor nunca había tocado a su puerta. O tal vez sí llamó, pero no lo atendió porque no estaba en su casa.
Es que era muy difícil encontrarla los domingos, después de almorzar, en las tardecitas soleadas, momento propicio para salir a caminar, mirar la costa, dar una vueltita por el centro, tomar un café y tal vez ahí en alguna confitería cruzar una mirada con ese hombre que le hiciese compañía el resto de su vida.
Las vecinas, desconociendo la personalidad de esa mujer, hacían comentarios por lo bajo. ... .
Pero no había tal tipo, no existía ese hombre que las vecinas imaginaban ¿o sí?
También les llamaba la atención que los lunes muy tempranito iba a comprar los diarios locales. ¿Buscaría alguna noticia policial de su amor? Había lunes que salía de su casa rozagante con una gran sonrisa saludando con un gran ¡Buen día! a todos. Pero otros lunes, que no eran muchos, mejor ni saludarla, su cara era de pocos amigos.
Si hasta el diariero se daba cuenta que su carácter no era el mismo cuando comenzaba la semana, y esto era objeto de charlas, comentarios capciosos, y todas las conjeturas que las señoras se atrevían a hacer.
¿Realmente tenía un amor? Y claro que lo tenía. Un amor, como ninguno, como nadie podía imaginar, esos amores que necesitan no solo una serie en “Netflix”, sino que merecen ser contados en un libro y porque no en el cine. Eso que ella sentía era inigualable.
Cuentan que en su casa tenía fotos de su gran amor, hasta posters, videos, todo lo que uno pueda imaginar de quien compartía su corazón.
Las vecinas lo confirmaron. Ella tenía un amor. Y era muy fuerte. Y no lo iba a dejar por nada del mundo.
Un día, hubo casi una convención de vecinas, porque ella estaba tomando un café en el centro de la ciudad con un hombre. La que la vio llamó urgente, mandó mensajes por WhatsApp para que nadie se quedar afuera del chisme.
Una de ellas salió disparada de su casa con el delantal salpicado con salsa, para contarle al resto. Claro que ni dudaron y tomaron el primer taxi que pasó para dirigirse y ver “in situ” a ella con ese hombre!!!
Cuando llegaron se apostaron en la puerta, para ver más de cerca ese momento. Ella que estaba charlando con “ese hombre” no las veía porque estaba de espaldas a la calle.
¿Dónde lo había conocido? No era nada apuesto. Vestía una camperita color crema y tenía sus piernas cruzadas. Debía hacer calor en el local por que el no hacia otra cosa que secarse la frente con las servilletas de papel acomodadas prolijamente en la mesa.
De pronto él se quitó la campera. Ella se levantó intempestivamente, le arrojó un vaso de agua en la cara y salió casi corriendo, con una furia que se le reflejaba en la cara y que no le permitió ni siquiera ver a sus vecinas que espiaban en la puerta. Era el sábado a la tarde.
Pero el domingo ella volvió a salir después de almorzar y volvió cerca de las seis de la tarde, sonriente. El lunes muy tempranito fue a comprar los diarios y se la veía feliz. Las vecinas no entendían nada. ¿Cómo podía ser que después de lo ocurrido el sábado ella estuviese con esa sonrisa tan brillante?
Ese mismo lunes la encontraron tendida en su cama, ya no respiraba. Cuando ingresaron a su casa las vecinas comprendieron perfectamente. Sus paredes, sus fotos, sus posters, videos, tenían dos colores distintivos: verde y amarillo.
¿Pero que le había hecho ese hombre del cual luego se supo que la había conocido en un colectivo y ella creyó que la iba a acompañar el resto de sus días y por el que se sentía atraída? ¿A dónde iba todos los domingos luego de almorzar? ¿Pero por qué había reaccionado así con ese hombre esa tarde de sábado?
Una de las vecinas recordó un detalle nada menor. Ese hombre, merced al calor que hacía en ese café, se quitó la campera. Debajo, tenía una remera azul con una franja blanca en diagonal.
Sin dudas que siempre hay jugadores que te hacen mover las fibras más íntimas. Decenas de ellos quedarán en el olvido. Pero algunos van a quedar marcados a fuego.
Mirá que he visto jugadores en ALDOSIVI. Te puedo nombrar decenas, cientos de tipos que se calzaron la verde y amarilla a bastones, que alguna vez fue blanca, parecida a una que usó Alemania, o tal vez con la que clasificamos para el Nacional B, toda amarilla con vivos verdes similar a una que nos copió la selección de Australia, porque no vas a pensar que la hicieron primero ellos.
Pero te decía de los jugadores que vi. Tuve la oportunidad de ver, lamentablemente, a tipos que poco dejaban por la camiseta, de esos que no te explicas como los dejamos jugar en el club más trascendente de la ciudad de Mar del Plata, tipos que no sabías si iban a pasear adentro de una cancha.
Vi también a otros que parecían tener los pies redondos, o cuadrados, vaya uno a saber, jugadores (si es que merecen tener ese denominación) que les tirabas una pared y te devolvían un ladrillo.
A decir verdad, vi de todo. Jugadores casi sin habilidad pero con una entrega y un corazón increíbles. Vi algunos que se besaban la camiseta ofrendándola a la tribuna y después terminaron haciéndole juicio al club.
Tuve la oportunidad de ver a jugadores que encuadran dentro de la categoría de artistas, y no por mentirosos como a veces lo puede calificar la popular. Señores artistas de circo, malabaristas con la pelota, de esos que no te explicas como pueden tener tanto talento y lamentablemente no llegaron lejos por el egoísmo de alguna gente.
De esos que te demostraban porque tenían puesta la camiseta con los colores más lindos del mundo.
Pero el jugador al que quiero hacer referencia siempre me pareció distinto, y lo voy a justificar aunque no soy nada amigo de eso de las justificaciones. Las cosas son o no son.
Ahora decime vos, contame, explicame, dame datos, referencias si es que conoces a alguien igual. Y digo que igual no es parecido.
Me contaron que cuando hacia la colimba y ya estaba jugando para nosotros, se hacía cambiar las guardias para poder jugar en el Tiburón. Ya sé, hasta acá, nada nuevo. Otros lo han hecho también.
Pero te voy a seguir dando datos para que no te quede ninguna duda.
Fue campeón, jugó Torneos Regionales, Argentinos, Nacional B. Imagino que ya debés saber de quién se trata.
Mirá, el tipo en cuestión siempre dejó todo, jugó lesionado, corrió siempre, metió en todos los partidos.
Pero claro, los ingratos de siempre alguna vez se atrevieron a putearlo y encima en casa, en La Cantera!!! El no se amedrentó. ¿Sabés cómo les respondió? haciendo dos goles en una tarde maravillosa en la cancha que alguna vez tuvimos.
Claro que el muchacho, no se iba a bancar todo eso y les hizo un soberano “corte de manga”.
Pero tengo más para decirte, y aunque te repito, no me gustan las justificaciones, creo que vos, que tal vez no lo viste en todos los partidos, tenés que saberlo.
¿Sabés que hizo una tarde en el Mundialista? Hizo dos goles. Claro que esto tampoco es extraño, porque convirtió muchos e hizo hacer tantísimos. Pero esa tarde hizo dos goles iguales. Un calco, algo jamás visto por nadie. Te aseguro que no te exagero nada. Hasta estuvo a punto de entrar en los Récords Guinness.
Si tengo todavía el video del partido y se lo muestro a los que ese día no fueron a la cancha y dicen que es la repetición del gol anterior. ¡¡¡Pero no!!! Son dos goles distintos, pero iguales. Centro desde la izquierda, rebote y el tipo pegándole desde afuera del área y poniéndola en un ángulo.
A los pocos minutos, otra vez, centro desde la izquierda, la misma situación y otra vez el gol.
Pero una cosa es que te lo cuente así y otra es vivirlo ahí, festejarlo y mirarte con el resto como buscando una explicación.
Bueno, ya te habrás dado cuenta de quien estoy hablando. Adivino algún señor flaco, ya sin anteojos de aumento, piernas cruzadas, y sin el cigarrillo que lo acompañó durante mucho tiempo y mate en mano, dibujando una sonrisa cómplice porque sabe de quién se trata.
¿Vos no sabés de quien hablo? No te hagas problemas, te voy a dar más detalles.
Una tarde, perdíamos uno a cero en el estadio San Martín, y contra “ellos” nada menos.
Claro que teníamos a Delarroca para empatar el partido y dejarlos “calentitos”, pero nos echan al arquero y ya habíamos hecho todos los cambios y un jugador de campo tenía que ir al arco.
El tipo pidió la camiseta y atajó. No es que fue al arco, atajó con todas las letras. Cortó un centro atrás dificilísimo. Embolsó un tiro libre. Bueno, un espectáculo. Y cuando terminó el partido, donde se armó una batalla campal que ni te cuento, el muchacho con su dedo índice les decía a la platea que estaba en llamas por el empate: para vos, para vos, para vos.
Pero esto no es nada. Te podría contar muchas cosas más. Si hasta se dio el lujo de hacer el gol en la final contra Belgrano, acá en Mar del Plata.
Un jugadorazo, y se lo discuto a cualquiera aunque no caben discusiones. Un tipo que sentía la camiseta, que metió, corrió, y siempre aportó algo.
Por eso viejo, para mí, simplemente Tita Rizzo, que joder.
Este es el partido (o picado) que me hubiese gustado jugar. Creo que a vos también. En realidad lo jugué, en mi imaginación, pero muy rayano con lo tangible y si nunca te lo imaginaste, armate tu propio “picado”, va a ser mejor que cualquier final de la Copa del Mundo.
No veo la hora de que llegue el sábado. Parece mentira que se haga tan larga la semana.
Es que me encanta juntarme con los pibes en lo que quedó de la cancha de Ministerio.
No hay otra cosa para hacer los sábados. Lo único que me jode es que a veces se prenden pibes que te quieren copar la parada, como ese que vino el sábado pasado que me metió un patadón que me levantó más de un metro por el aire, ese, el hijo del zapatero de la 39.
No es que uno sea habilidoso, para nada, pero le tire dos o tres veces la pelota larga y no le gustó nada. Y a la cuarta vez que le hice la misma, me pego un patadón terrible, pero bueno, el pibe viene, no es como algunos que arrugan cuando llovizna como hoy, que me parece que no va a venir nadie.
Igual no me preocupo mucho porque siempre alguno cae, aunque a veces vienen tipos grandes y no se bancan a los pibes como yo.
¿No te digo?, mira ahí viene un flaco con un bolsito, se trajo todo el tipo: pantaloncito negro, polera negra, medias negras. Pero pará, ¿ese no es “la Chacha” Riolfo? Si, ¿y querrá jugar para mi equipo? Má’ si, yo le pregunto:
Che no viene ninguno de los pibes, ¿pero esos dos quiénes son? ¡¡¡No te puedo creer!!! el Flaco Ruiz y el Chueco Sernia. Yo los pongo a jugar para mí. Pero habría que armar el otro equipo. ¿Y ese quién es? Ah no, esto es muy fuerte, el Flaco Daniel Miranda con su camiseta celeste como la del Pato Fillol. Y bueno que ataje para el otro equipo.
Cuantos llegan, ese es el Cabezón Bianchi, con Delarroca y Ortega, que grande!!!
A ese colorado lo conozco, es el que labura en el Banco Nación que está a la vuelta de casa. Pero claro... es el colorado Stringa. ¿Con quién viene? con el “Papero” Alvarez, Mateo Di Donato, “Tito” Raimondi y el Ruso Ferlich.
¿Y estos de donde se vinieron? el Gatito Mignini para meterle un pase gol al “Colorado” Eresuma. Qué bárbaro, cuantos jugadores, y bue, que se turnen, porque yo no pienso salir ni loco.
La cosa parece que viene en serio porque se vino “Maguila” Tarsetti para masajear a los muchachos y el “Flaco” Lareu para traerles la ropa.
Que macana, ¿y ahora? estos no me van a dejar tocar una pelota.
Pero mirá vos si ese es “Manija” Mústico con “Tatore” Vuoso, por fin lo voy a poder ver jugar a “Tatore”, con las cosas que me contaron!!!
Ese medio chueco es Fito Martín, que viene charlando con el “Vasco” Solaberrieta. ¡Y los pibes que no llegan!, que se jodan che, yo me prendo con estos, total corriendo los mato, soy el más pibe.
Esperáme un cachito, ese del auto rojo es Tita Rizzo, con el Gaby Amato, Pablo Corti y “Luli” Ríos. Entonces los goles están asegurados.