Amos del tiempo II - Juan Carlos Arjona - E-Book

Amos del tiempo II E-Book

Juan Carlos Arjona

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La Tierra, 2018. Un año después de que nuestros héroes acabaran con los Crono-Cazadores, todo parecía haber vuelto a la normalidad o, al menos, a medias: Billy y Jessel permanecen desaparecidos desde el incidente del Continuum. Por su parte, James, Mary y un renovado Louis se han convertido en la punta de lanza del proyecto científico más ambicioso de la humanidad: el proyecto Hyperion, cuyo principal objetivo es crear una puerta dimensional que facilite los viajes por el espacio-tiempo. Sin embargo, desde una dimensión olvidada se cierne una amenaza mayor: los Doppelgangers, extraños seres míticos que ambicionan adueñarse de todo el Universo, han puesto su punto de mira en nuestro planeta. Impulsando uno de los engaños más elaborados de la historia, romperán la barrera que los separa de nuestro mundo. Bajo este precepto de anarquía, se unirán a la batalla Rick van Helsing y Rasputín, cuyo feudo personal complicara aún más la grave situación que atraviesa nuestro mundo. Un choque predestinado entre los portadores del Infinito y el Caos que conlleva mucho más que una simple venganza. El mundo como lo conocemos está a punto de adentrarse en su hora más oscura. ¿Cómo creer en quien no confías? ¿Cómo pelear contra quien alguna vez fue tu aliado? Esta vez no es una guerra, es una invasión.

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Seitenzahl: 231

Veröffentlichungsjahr: 2023

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Juan Carlos Arjona

Amos del tiempo II

 

Saga

Amos del tiempo II

 

Imagen en portada: Shutterstock

Copyright © 2023 Juan Carlos Arjona and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728549162

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

I Un rostro robado

Más allá del todo y la nada

yacen durmientes

esperando su oportunidad.

El Enoch. Libro apócrifo profético.

Los gritos provenían de un lugar que James no podía especificar, pero indudablemente sabía que se trataba de la voz de Mary. Intentó acudir en auxilio de su novia, sin embargo, su cuerpo no respondía; era como si estuviera roto en miles de pedazos que se movían erráticamente flotando en aquel espacio insólito. Pudo escuchar los aullidos de dolor de sus amigos que se quejaban de tener un enemigo a quien no podrían derrotar.

Fue en ese momento cuando sintió una fuerza que lo ayudó a volver a su dimensión. Su cuerpo comenzó a solidificarse y notó cómo el poder regresaba a su interior. Dio un último vistazo a la extraña galaxia rojiza donde se encontraba y percibió cómo la misteriosa figura encapuchada y sin rostro parecía querer decirle algo..., pero no tenía tiempo para eso. Empezó a moverse a toda velocidad y fue entonces cuando regresó a su propio universo.

–Vendrán pronto... Están entre nosotros.

La críptica voz resonó en su mente mientras se producía el cambio dimensional. Alguien estaba tratando de advertirle.

 

James despertó sobresaltado, jadeando y sudando profusamente.

–Chss, calma. –La voz de Mary a su lado lo tranquilizó–. ¿Has tenido esa pesadilla de nuevo? –preguntó la chica a la vez que recostaba su cabeza contra el pecho de su novio cuyo corazón latía aceleradamente producto del miedo provocado por el mal sueño.

–Más real que nunca –respondió el chico recobrando el aliento.

Mary se acercó hasta el sudoroso rostro de su novio y le dio un cálido beso en los labios seguido de pequeños besitos más cortos en la frente.

–No pasa nada, solo es un sueño –dijo la chica mientras se ponía de pie y caminaba hacia el baño–. ¿Vienes o vas a quedarte ahí todo el día?

James se desperezó lentamente y se sentó en el borde de la cama. Observó el rayo que recorría su brazo. Trató de sacarse de la cabeza cualquier idea que tuviera que ver con las marcas y las pesadillas sobre su desesperado escape de la galaxia rojiza. Mary lo esperaba desnuda y con el agua caliente emanando un vapor que empañaba los vidrios del baño. Una vez ambos estaban dentro de la bañera, encajaron sus manos y se apretaron entre sí formando un puente entre el deseo y sus cuerpos que lentamente subían y bajaban recorriendo cada centímetro de piel hasta que se fundieron en uno solo. Entregados a la pasión y embelesados por el romance, la joven pareja perdió la noción del tiempo y se abandonó a un frenesí pletórico de amor.

El sol se colaba a través de una ventana que inundaba de luz la pequeña casa en las afueras de Death Valley. Veinte minutos después, James intentaba por tercera vez hacer un nudo decente en su corbata mientras Mary preparaba el desayuno en la cocina.

–Increíble; puedo moverme a VLD, pero no puedo anudar mi corbata –musitó el chico.

–Amor, creo que hoy iban a entrevistarlo, deberías poner el CNN –propuso Mary desde la cocina. Él obedeció y encendió el televisor que reposaba sobre la mesa frente al sillón. Presionó las flechas para cambiar de canal de manera apresurada hasta que dio con el que buscaba. Estaban transmitiendo un reportaje especial. James sonrió.

–Increíblemente, todos los trabajadores de la central nuclear fueron evacuados a tiempo sanos y salvos.

–Lo impactante de este caso es la similitud que tiene con los otros acontecimientos “extraños” ocurridos en el área oeste de EE.UU. Con este sería el cuarto avistamiento de la misteriosa “mancha difusa” que ha sido capturado por las cámaras de seguridad.

Una infografía apareció en pantalla mostrando una línea de tiempo junto a las imágenes obtenidas por las cámaras de seguridad.

El elegante reportero con aspecto de modelo de alta costura volvió a aparecer en pantalla mientras hacía una pausa dramática y las cámaras enfocaban un primer plano de su mirada.

–Cuando las limitaciones de la humanidad han trascendido como taras de simples mortales, debemos pensar con mucha seriedad: ¿es esta la era de los milagros? Soy Walter Brennan retransmitiendo para CNN –remató teatralmente el sujeto mientras las luces del set se apagaban.

James aún sonreía demasiado distraído como para notar a su novia detrás de él sosteniendo un par de sándwiches.

–Ah, así que aún hablan de lo de la semana pasada... –interrumpió la chica sacándolo de sus ensoñaciones y ofreciéndole uno de los emparedados.

El joven dio un bocado al refrigerio mientras hacía espacio a Mary que se sentó en el sofá junto a él y empezó a anudarle correctamente la corbata.

–¡Esta vez hicieron un reportaje, nena! Incluso ese reportero mencionó algo acerca de “la era de los milagros”.

–Quizá deberías tener más cuidado la próxima vez, James. No quiero imaginar lo que podría pasar si te descubrieran –advirtió la chica mirándolo con seriedad.

A su mente vinieron los recuerdos de sus amigos y la épica odisea que habían atravesado para salvar el Universo. Recordó las veces que estuvieron a punto de morir y dio gracias a Dios porque, a pesar de todas las increíbles y peligrosas situaciones que tuvieron que superar, habían salido con vida... O algo así.

Cuando se produjo la explosión de antimateria, fueron capaces de hacer correr el Continuum en sentido contrario. Inmediatamente después de esto, todos los universos que se habían visto afectados por las explosiones temporales habían regresado a la normalidad como si nunca hubiera pasado nada. Sin embargo, esto no tuvo efecto en el universo donde había aparecido el Continuum. La Tierra de 2187 no corrió la misma suerte. Muchas personas murieron producto de las explosiones que dejaron los mundos destruidos. Solo quedaron unos miles de supervivientes para perpetuar la humanidad.

Su caso había sido totalmente distinto. Después del gran destello plateado, James y ella habían reaparecido en el interior del Falcon Bird viajando a toda velocidad por la carretera del desierto. Tuvieron que detenerse de golpe, a un lado del camino, para poder asegurarse de lo que realmente estaba sucediendo. Antes de proseguir, se abrazaron unos instantes que parecieron una eternidad. Por desgracia, no supieron qué había pasado con Billy y Jessel. Probablemente, al no pertenecer estos a su línea de tiempo, no habían sido transportados de vuelta a 2017. Louis por el contrario...

–¡Mira ahí está! –interrumpió James.

En la televisión, la presentación de CNN mostraba ahora el vídeo introductorio al programa de entrevistas, amenizado con una pegajosa melodía musical. Los chicos sonrieron cuando, al terminar el anuncio, la cámara mostró de inmediato a un elegante y sonriente caballero con aspecto sofisticado. Las canas en sus patillas le daban apariencia de hombre mayor; James lo encontraba simplemente magnífico, hacía ya algún tiempo que no veían a su gran amigo y mentor Louis Gallagher, el caballero extraordinario.

 

El técnico de cámara hizo la señal de que ya estaban en directo y Louis enseguida adoptó una postura más formal. Se acomodó las gafas y empezó a sonreír.

–Buenos días a todos los televidentes. Hoy en CNN Today nos acompaña el más reciente ganador del premio Nobel: el doctor Louis Gallagher. Bienvenido, doctor –saludó el entrevistador.

–Muchas gracias. Es un placer para mí estar aquí –manifestó Louis con su remarcado acento inglés.

–Doctor Gallagher, usted ha sido honrado con el premio Nobel de Física por su teoría acerca de los viajes en el tiempo y su exitoso experimento en los laboratorios Silver donde fue capaz de teletransportar un objeto de un punto a otro. ¿Cómo pudo llegar a lo que hoy se cataloga como uno de los mayores avances en la ciencia moderna?

Louis se sonrojó y sonrió halagado.

–Ha sido un viaje maravilloso y accidentado. ¡No se podrían imaginar cuánto! –rio inquieto. Solo él y otras tres personas en el mundo entenderían el peculiar chiste–. Cuando formulé la teoría del viaje en el tiempo no había mucha información acerca de los agujeros de gusano, que son el sustento primordial de mi teoría. Sin embargo, alrededor de un año atrás, tuve cierta “inspiración” en uno de mis viajes. También debo dar mi agradecimiento a mis amigos Mary Vellman y James Drake, sin cuyo apoyo jamás habría logrado formular la teoría y mucho menos completar con éxito el experimento de teletransportación –aclaró Louis.

–¡Ah! Por supuesto! La joven doctora que está haciendo maravillas en el campo de la microcirugía y regeneración. ¿Qué podría comentarnos acerca de estos prometedores estudios?

–Efectivamente, la señorita Vellman es una increíble científica que, de la mano de los laboratorios Silver, se encuentra trabajando en el Rextarmol, un medicamento que promete cambiar para siempre la medicina tal y como la conocemos. A pesar de ser un científico, debo admitir que el término “milagroso” es perfecto para describirlo –añadió Louis.

–Hablando de “milagros”, ¿qué puede desvelarnos la ciencia acerca de los misteriosos avistamientos de la “mancha difusa” y los heroicos actos que le han sido atribuidos: el rescate de los trabajadores en una central nuclear, el rescate de un grupo de niños en el derrumbe de un edificio, entre otros? –preguntó el entrevistador.

Louis sonrió levemente. –Vaya, el joven James ha estado ocupado –pensó mientras se arreglaba el nudo de la corbata y buscaba las palabras adecuadas.

–He escuchado algo acerca de estos “milagros” que menciona, y sinceramente admito que todas estas parecen simples invenciones sensacionalistas con el fin de generar euforia en las masas. Cada uno de esos sucesos asombrosos, que parecen sacados de una película de superhéroes, tiene una explicación lógica y científica. Es cuestión de darle el enfoque correcto –remató el científico con una floritura de manos mientras pensaba que había manejado bastante bien la situación.

–Y justamente de eso hablaremos a continuación en el reportaje especial que retransmitiremos en diferido y que ha sido producido por nuestro reportero Walter Brennan. Nuestro tiempo ha concluido y debemos despedirnos, doctor Gallagher. ¿Nos puede ofrecer algún comentario final sobre todo este asunto?

Louis juntó sus manos y se acomodó en su silla echándose al frente, el cámara ahora tomaba un primer plano del científico.

–El tiempo es una maravilla que va más allá de cualquier explicación posible; es la clave para descifrar los mayores misterios de la humanidad, es nuestro aliado más valioso y, en algunos casos, una maldición. Llegará el día en que los seres humanos seamos capaces de controlarlo a voluntad y gracias a eso podremos disipar toda la oscuridad que ennegrece la mente de los hombres. Será justo ese en momento cuando apreciaremos realmente la belleza de la perfección, la eternidad de los segundos, el efímero paso de los años, el espacio, el todo y la nada. El conocimiento está ahí, es solo cuestión de tiempo –concluyó el inglés antes de que la transmisión llegara a su fin.

 

James y Mary escucharon atentos las palabras de Louis. Cada una de las respuestas que había dado estaba llena de verdad. Recordaron a Billy, Jessel, Alexandria, la princesa Albanell y todas aquellas personas del futuro. Apagaron la televisión y salieron en silencio de la casa. Tenían un vuelo que tomar y un caballero con quien reunirse.

Tras un apretón de manos al entrevistador, Louis se despidió y se dirigió a la salida del estudio; necesitaba tomar un vuelo hacia Nueva York. Tenía prevista una reunión con James, Mary y los científicos de los laboratorios Silver. Iban a realizar las pruebas finales en el prototipo de su nueva máquina: un transportador de materia dimensional; algo en lo que habían trabajado en el más profundo de los secretos. Aprovechando sus conocimientos y las magníficas habilidades de los jóvenes, pudieron avanzar muchísimo, así pues, puso todo su empeño en el proyecto con la esperanza de que fuera el primer paso para conseguir viajar nuevamente al futuro.

Desde el primer momento en el que había aparecido en su casa de Death Valley, Louis había mantenido una preocupación por toda la gente del futuro, se sentía en cierta forma responsable de ayudarles o, al menos, de saber si se encontraban bien. Unos días después de su regreso, logró reunirse con James y Mary, y estos le contaron todo lo que había pasado antes de la inversión del Continuum. Con base en la información proporcionada por sus amigos, el científico pudo ratificar lo que al principio se presentaban como meras hipótesis; era el caso del paradero de Billy y Jessel o los acontecimientos ocurridos en 2187. Desde ese día trabajó sin descanso para dar con la solución al problema de los viajes en el tiempo; quería regresar a 2187 y comprobar con sus propios ojos que todos estaban bien y, ¿por qué no?, quizá también podría encontrar de nuevo a los otros portadores.

Sus asombrosos avances científicos basados en todo lo que Billy le había contado lo llevaron a ser galardonado como uno de los físicos más importantes del mundo. Consiguió que un abogado mucho más eficiente que Greg, el “bloody bastard”, le defendiese en la lucha por la custodia de su querida hija Victoire. Tras un triunfo judicial, ahora su pequeña estaba encantada de vivir en Nueva York, cerca de los laboratorios Silver donde trabajaba su padre. La vida marchaba de maravilla, pero el recuerdo de todos aquellos amigos que había hecho en el futuro le impedía estar tranquilo. Y por otro lado estaban esas malditas pesadillas.

–Están entre nosotros... –susurró Louis.

Era lo que repetía continuamente en sus sueños aquella extraña voz como una despreciable profecía que buscaba advertirle de algo que estaba a punto de pasar, algo bastante malo.

Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. La amenaza de los cazadores y la antimateria marcarían su vida para siempre, sobre todo teniendo en cuenta que solo él, James, Mary y Victoire recordaban lo que había sucedido.

Bajó apresuradamente los últimos escalones que iban a parar a la entrada principal. Saludó amablemente al portero del edificio antes de sacar un cigarrillo y ponerlo en sus labios. Tenía que esperar el vehículo que le llevaría al aeropuerto y, conociendo el decadente sentido de puntualidad de los yanquis, bien podría echar un pitillo. Rebuscó en los bolsillos de su gabardina sin recordar dónde había puesto el maldito encendedor.

Un “clic” ajeno acompañado de una ligera llama encendió el cigarro alojado en su boca. Louis levantó la mirada para encontrarse con el buen samaritano que le había sacado de ese aprieto. Era un hombre con aspecto peculiar. Vestía una chaqueta de cuero y unos jeans rasgados. Aparentaba tener unos treinta años. Su cabello rubio y su piel blanca denotaban una ascendencia aria que fue inmediatamente confirmada al escuchar su voz.

–Doctor Gallagher, ¿verdad? –Un innegable acento alemán remarcaba las palabras del sujeto.

Louis lo contempló por un instante y sintió cómo el ambiente a su alrededor cambiaba lentamente cargándose de tensión.

–Sí. Louis Gallagher. ¿Quién es usted?

–Mi nombre es Rick van Helsing. Es imperativo que usted venga conmigo.

–No me diga... ¿Vamos de camino a por Frankenstein y el hombre lobo? –preguntó el inglés de manera irónica.

–Está en grave peligro, doctor. Usted y sus amigos. ¡Los otros portadores! “Ellos” están aquí... Entre nosotros. Tenga esto, es lo único que puede protegerlo –puntualizó Rick depositando un extraño anillo en las manos del inglés.

–¿A qué se refiere? ¿Con quién ha hablado? –inquirió el científico exaltado.

Para su sorpresa descubrió que los transeúntes a su alrededor le observaban extrañados; no había nadie delante de él. El tipo con acento alemán había desaparecido, pero el humo que despedía su cigarrillo así como el extraño anillo que aún apretaba dentro de su mano eran pruebas fehacientes de que el encuentro había ocurrido.

–¿Doctor Gallagher? ¿Está usted bien?

Louis se giró sorprendido y se encontró con un señor frente a él. Usaba un impecable traje negro y tenía todo el aspecto de alguien francamente elegante. Su cara le pareció conocida, sin embargo, no sabía qué vínculo podía haber entre ambos.

–Sí, sí. No es nada. Disculpe, ¿le conozco? –pregunto Louis de forma abrupta.

–Sería un honor, pero lamentablemente no es el caso. Mi nombre es Walter, Walter Brennan. Un placer conocerlo en persona, doctor. He escuchado hablar mucho de usted –expuso el hombre extendiéndole su mano.

¡Por supuesto! Era uno de los reporteros de la CNN. Uno bastante famoso. Había cubierto algunas noticias acerca de los laboratorios Silver.

–El placer es mío, señor Brennan –respondió el científico estrechando su mano.

–Tengo entendido que debe tomar un vuelo a Nueva York. Yo también voy de camino al aeropuerto, puedo llevarle hasta allí si lo desea –comentó Walter.

–No, gracias. No quisiera molestar...

–¡Oh, pero por supuesto que no es una molestia! Usted es uno de los científicos más importantes del mundo, doctor. Me encantaría poder compartir vehículo con usted. Además, la cadena de televisión nos ofrece una limusina de gala como medio de transporte. Por favor, doctor, le ruego me acompañe –interrumpió el reportero.

Por unos instantes Louis miró a Brennan buscando la excusa perfecta para salir de esta; nunca había sido muy social y no le alegraba mucho la idea de tener que responder las preguntas de un reportero, mucho menos ahora que su mente se encontraba confusa por el extraño encuentro con aquel hombre tan raro que minutos antes había encendido su cigarrillo.

–Bien... Está bien –confirmó Louis forzando una sonrisa.

–¡Excelente! Haré que traigan el automóvil –dijo Brennan; y acto seguido utilizó su teléfono para realizar una llamada. Un par de minutos después, una asombrosa limusina se detenía frente a ellos aparcada junto a la entrada del estudio de televisión.

El reportero abrió una de las puertas e invitó al científico a pasar y tomar asiento. Louis se acomodó en uno de los hermosos sillones tapizados en cuero negro y después Brennan se dejó caer en uno de los asientos laterales dejando una gran distancia entre ellos.

–¿Vendrá alguien más con nosotros? –preguntó el inglés algo nervioso.

–Oh, no se preocupe. Es solo uno de nuestros amigos, Louis –respondió Brennan mientras activaba el aire acondicionado.

–Doctor Gallagher –replicó el científico, quien empezó a notar que algo no iba bien.

La limusina se movió a toda velocidad zigzagueando entre el resto de vehículos que había en la ciudad.

Louis no recordaba haber tomado esa dirección antes en su camino hacia el edificio donde se encontraba la cadena de televisión. Empezó a sentirse mareado.

–¡Ah! El dulce aroma de las neurotoxinas sintéticas. Parece un poco incómodo, Louis... ¿Qué le ocurre? ¿Se siente mareado? No vaya a desmayarse, por favor... Un amigo suyo, bueno, diría más amigo nuestro que suyo, quiere hablar con usted –agregó el reportero riendo de manera extraña.

El automóvil se detuvo repentinamente y Louis pudo escuchar cómo las puertas delanteras se abrían y cerraban. ¿Estaría bajando el chofer? –pensó el científico. Quiso salir de ahí, pero sus músculos no le permitían moverse.

–El gas... El aire acondicionado... Maldita... Maldita sea –sospechóLouis mientras su vista se tornaba borrosa y luchaba con todas sus fuerzas para mantenerse consciente.

La puerta se abrió de repente y dos figuras ataviadas con sayas negras entraron en la limusina y tomaron asiento frente a él. Brennan ahora reía como un maniaco.

–Dime, Louis, ¿tienes miedo? –preguntó el reportero mientras se deshacía cuidadosamente de la parte superior de su traje de diseño.

–¿Quiénes... son... ustedes? –inquirió Louis casi al borde del colapso.

–¿No recuerdas a tus amigos, Lou? Me partes el corazón, en serio –dijo uno de ellos.

La voz le resultó muy familiar, enfocó su vista lo mejor que pudo para ver con claridad al tipo que se encontraba frente a él.

–¿Billy? –preguntó Louis.

La encapuchada figura se despojó de la saya y reveló su aspecto: los penetrantes ojos azules, el largo cabello plateado cayendo por sus hombros, los guantes de cuero en sus manos y el chaleco donde las letras W.D. se leían perfectamente.

–En cierta forma... –dijo Billy mientras sonreía de forma maliciosa–. Ahora voy a necesitar algo de ti –agregó.

Brennan se puso delante de él y llevó sus manos hasta su cara, apretó sus uñas contra ella y, de un fuerte tirón, arrancó de cuajo su piel. Los ojos de Louis querían salirse de las orbitas. El terror absoluto se reflejaba en su mirada. El gran trozo de carne que había sido el rostro del reportero cayó a los pies del científico que ya no tenía fuerzas para mantenerse consciente. El hombre, o lo que sea que fuera Walter Brennan, ya no existía. Frente a él, una criatura humanoide y sin rostro dejaba salir una horrorosa y larga lengua negra.

–Apuesto a que ese inglés marica ya se cagó en los pantalones; odio a esos malditos... – dijo la otra figura mientras dejaba caer su saya negra. El cabello largo, enmarañado y una mirada que parecía encerrar toda la locura del mundo adornaban su cara. Una extraña marca con forma de estrella invertida resplandecía con un brillo negruzco en su cuello.

–Vamos, Rasputín, dale una oportunidad a mi amigo –dijo Billy con un tono malicioso.

–Se acabó el tiempo, Lou –aseguró el mariscal. La terrible y extraña bestia se lanzó contra el inglés atacándolo, junto al enigmático sujeto, bajo un coro de agudas carcajadas. La sangre salpicó las ventanillas de la limusina que se encontraba aparcada junto a un montón de vehículos oxidados; el cementerio de coches recibiría ahora a una nueva víctima. Los gritos del extraordinario caballero jamás serían escuchados.

 

A tres mil pies de altura, el avión se mecía con suavidad sobre las nubes. Mary reposaba su cabeza sobre el hombro de James que estaba nervioso no solo por su odio a las alturas, sino por el el alargado rayo en su brazo que no había parado de brillar durante todo el viaje.

 

–Es un trabajo impecable. Él no es tan bueno como mis hermanos, pero supongo que servirá –afirmó Billy contemplando al hombre que tenía enfrente.

–Sí, creo que sí... Mientras pueda abrir el portal, supongo que nos será de utilidad –indicó el hombre del cabello enmarañado–. ¿No crees que lo descubrirán?

–¡Oh! Por supuesto que no, querido Rasputín. Después de todo...

El hombre frente a ellos se ajustó con cuidado los anteojos y la corbata, se acomodó en el asiento de la limusina y los miró con una cándida expresión.

–¿Quién desconfiaría de Louis Gallagher, el extraordinario caballero? –comentó con un impecable acento inglés.

 

Y en el otro mundo, los lamentos y gemidos de desesperación no se hicieron esperar. Los que eran uno solo y muchos a la vez podían sentir cómo su hora estaba cerca... La invasión estaba a punto de comenzar.

II La sombra negrísima

Sus manos están

tan manchadas de sangre

como las nuestras.

Ha jurado erradicarnos

y nosotros, sobrevivir.

El diario de los Van Helsing.

Jessel contempló el inmenso vacío del Universo. Los planetas más pequeños casi se perdían de vista, las nebulosas decoraban con colores extravagantes el negro azabache que ofrecía el pintoresco paisaje espacial. Bajó su vista y notó cómo sus pisadas se iban desvaneciendo en el suelo, borradas por el soplido del viento imperceptible; ese planeta estaba tan vacío como su alma.

–¿Dónde estás, Billy? –formuló por lo bajo.

Desde el momento en que lograron detener las explosiones temporales y salvar al Universo de su destrucción, había sido separada de los demás. No había pasado un solo minuto en que no se hubiera dedicado a buscar incasablemente al Mariscal del Tiempo. Había visitado planetas, recorrido galaxias y explorado dimensiones enteras.

Ni una sola pista de Drake.

Parecía que hubiera desaparecido totalmente del Universo. En varias ocasiones había creído sentir su presencia llamándole a través de la marca en el dorso de su mano. Después de haber agotado todos sus recursos, ahora se había detenido en ese baldío y pequeño planeta para meditar acerca de sus opciones mientras contemplaba el espacio infinito. Había perdido la noción de cuánto tiempo había permanecido en esa posición oteando el vacío.

Pasó su mano por la marca de la espada y recordó aquella visión que había tenido junto con Billy cuando tocaron el pilar antiguo: el “nacimiento” de Billy. Se preguntó si quizá eso tendría que ver con el hecho de que al no pertenecer a una línea de tiempo específica, durante la reversión del Continuum, no hubiera sido transportado de vuelta a su lugar de origen.

El ambiente empezó a tornarse pesado. Los sentidos aumentados de la cazadora gritaban que el peligro se acercaba a gran velocidad. La marca de la espada empezó a brillar con intensidad como nunca antes lo había hecho; sintió que le quemaba la piel. Un destello rojizo apareció de la nada e instantáneamente se transformó en un portal. No podía creerlo: el ser que estaba emergiendo de él era...

–La hija pródiga no regresó y tuve que ir en su busca. –La voz rasposa y grave no podía pertenecer a nadie más.

La figura alargada y pálida se ocultaba tras una saya negra. Su rostro medio cubierto solo dejaba entrever la boca de la que se asomaba una lengua grande y pútrida de color púrpura. En su mano, una extraña daga resplandecía con un brillo oscuro que su hoja desprendía. El Maestro había hecho acto de presencia.

Jessel lo contempló por un segundo sin acabar de creérselo. Su “padre”, el causante de todo lo que había ocurrido en la Tierra, se encontraba frente a ella. Sintió una creciente ira naciendo en su interior. Pensó con rapidez. Estaba a punto de lanzarse al ataque contra él. El deseo de venganza ardía como fuego de Fénix en su pecho; quería hacerle pagar por toda la destrucción y muerte que había provocado, pero, antes de eso, necesitaba respuestas. Aún había demasiados misterios que debían ser esclarecidos, y tal vez no tendría otra oportunidad. Relajó su postura mientras estudiaba detenidamente al Maestro. La marca le estaba provocando un dolor terrible.

–Padre...

–Nada de esto tuvo que haber ocurrido así... Apolo y tus hermanos... Pero tú sigues con vida. –El Maestro hizo una pausa solemne tratando de buscar las palabras adecuadas–. Pude ver todo lo que ocurrió en la Tierra, y cómo fuiste engañada por esos humanos que corrompieron tu mente y te obligaron a pelear contra tu familia. ¡Oh, hija mía!

El Maestro se acercó sosegadamente hacia Jessel. Aunque su paso era calmado y lento, no había aflojado ni por un instante la daga que sostenía en su mano.

–¿Por qué nos enviaste a la Tierra si, desde un principio, fuiste tú quien liberó la antimateria? –preguntó Jessel con cierta perspicacia.

El Maestro se detuvo por un lapso antes de reanudar su movimiento.

–Era necesario... Su llegada hizo que los portadores despertaran su poder con el que, a su vez, será posible dominar el poder de los seres esenciales. –Su asquerosa lengua púrpura se asomaba desde su boca como una serpiente–. Ya tenemos el poder de uno de ellos, y sé que tú estarás dispuesta a ayudar a esta causa, hija.

–¿El poder de los seres esenciales?