An Erotic Christmas Calendar: A Collection of Short Stories - LUST authors - E-Book

An Erotic Christmas Calendar: A Collection of Short Stories E-Book

LUST authors

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  • Herausgeber: LUST
  • Kategorie: Erotik
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2023
Beschreibung

¡Jo, jo, jo! ¡Feliz Navidad!Época de bondad, de reencuentros, de dulces... La Navidad es el momento favorito del año para mucha gente. ¡Pero puede serlo por muchos motivos! Adéntrate en este calendario navideño tan especial y recréate con una historia erótica para cada día de las fiestas.Esta colección incluye:1 de diciembre: Papá Noel enciende la Navidad2 de diciembre: Boda de invierno3 de diciembre: Un pastelero5 de diciembre: La fiesta de Navidad6 de diciembre: Santa Boy7 de diciembre: La tentación de Jansson8 de diciembre: Renacida9 de diciembre: Caliente como gachas de avena10 de diciembre: Desnuda con velas en el pelo11 de diciembre: El festival de Navidad13 de diciembre: Calentura navideña14 de diciembre: Ven con tu túnica blanca16 de diciembre: El gran extra de Navidad - un calendario erótico de Navidad17 de diciembre: La casa de la montaña - un calendario erótico de Navidad18 de diciembre: El club de jazz - un calendario erótico de Navidad19 de diciembre: Roviken - un calendario erótico de Navidad20 de diciembre: La dura culpa de la noche de invierno - un calendario erótico de Navidad22 de diciembre: Antón y el calcetín de Navidad - un calendario erótico de Navidad23 de diciembre: Sr. P. - un calendario erótico de Navidad24 de diciembre: Cogidos de la mano - un calendario erótico de Navidad-

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LUST authors

An Erotic Christmas Calendar: A Collection of Short Stories

Translated by LUST translators

Lust

An Erotic Christmas Calendar: A Collection of Short Stories

 

Translated by LUST translators

 

Original title: An Erotic Christmas Calendar: A Collection of Short Stories

 

Original language: Swedish

 

Copyright ©2022, 2023 LUST authors and LUST

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728399361

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

1 de diciembre: Papá Noel enciende la Navidad - Un Relato Corto Erótico

A Noelia no le apetecía nada salir de compras. Era diciembre y había cientos de miles de personas que, como ella, habían dejado para el último momento la compra de los regalos de Navidad. ¿Por qué nunca aprendía? Todos los años decía que lo tendría todo listo para el primer domingo de Adviento, que pasaría el mes de diciembre disfrutando de los preparativos del resto para la Navidad y que solo se dedicaría a asistir a alguna que otra pequeña cena. Pero, como ya sabemos, ahora volvía a encontrarse en la misma situación. Era el último sábado antes de Navidad y también la última oportunidad de encontrar algo para toda la familia.

¿Y si encontrase un regalo del que todos pudieran disfrutar? Si no se llevara tan bien con todos , se hubiera ido de viaje al extranjero, a tierras sureñas y habría dicho que la sorpresa era que no tendrían que verse obligados a pasar toda la semana de Navidad y Año Nuevo con ella. Pero, como sabemos, se llevaba demasiado bien con todos como para hacer eso.

Noelia se puso el abrigo, su autorregalo de Navidad anticipado, dio varias vueltas a la bufanda y enfundó los pies en un par de botas robustas antes de salir al frío. Como cada año, el retraso supuso automáticamente un agujero aún mayor en su monedero. Se dirigió hacia El Corte Inglés. Su plan era subir por las escaleras mecánicas hasta el último piso y, con un poco de suerte, volver a la planta baja con las manos llenas de bolsas.

—Jo, jo, jo —rió un Papá Noel en la entrada, vestido de rojo y con una tupida barba blanca que parecía sorprendentemente real. En la mano llevaba una campanilla y más al fondo había un sillón para los que querían hacerse un selfi con él—. Hola, hola —dijo él mientra intentaba cogerle la mano.

Noelia se rió.

—¿Has sido buena este año? —le preguntó.

—No especialmente.

Probablemente Noelia no se había portado peor que la mayoría, pero se esperaba a repasar sus propósitos de Año Nuevo antes de hacer un balance adecuado del año; antes de volver a afirmar que no había cumplido ni uno solo de los que se había propuesto el año anterior.

—¿Entonces eres una niña desobediente? —Papá Noel adoptó una mirada sombría y movió el dedo de forma amenazadora antes de estallar en una risa cautivadora.

—Cuando es necesario —dijo Noelia, haciendo un esfuerzo por avanzar hacia las escaleras mecánicas.

—¿Has escrito al taller de Papá Noel?

—No, este año llego tarde, por desgracia.

—Aún tienes tiempo..

—Probablemente esté en la frontera —se rió— por eso tengo que ocuparme yo de estas cosas.

Noelia siguió con su plan y, aunque tenía la sensación de que todavía no había acabado, porque sus padres merecían más de lo que había encontrado, finalmente se sintió satisfecha cuando volvió a la entrada de los grandes almacenes, casi dos horas después.

—Jo, jo, jo, ¿cómo te ha ido? —preguntó Papá Noel.

—Bastante bien, como puedes ver. Ahora tengo que llevarlo todo a casa.

—Tienes suerte.

—¿Ah sí? ¿Por qué? ¿He ganado un viaje de vuelta a casa?

—¡Exactamente! Ahora acabo mi turno y puedo ayudarte a llevar las cosas a tu casa —la miró a través de sus gafas características. Se levantó la barba para mostrarle una amplia sonrisa y un hoyuelo en la barbilla que Noelia no pudo evitar encontrar encantador.

—Qué suerte la mía —dijo Noelia— ¿Te espero aquí mientras te cambias?

—¿Cómo que cambiarme? Este es mi atuendo habitual —parpadeó y tomó las bolsas de Noelia, que no se molestó en discutir.

Si Papá Noel quería ayudarle a llevar las bolsas a casa, no pensaba hacerse la difícil. Tenía vino y unas galletas que había hecho el fin de semana anterior, siguiendo la receta de su abuela. Le vendría bien un descanso después de comprar todos los regalos de Navidad y su ayudante también tendría sed, seguramente.

Su apartamento de alquiler no quedaba lejos de allí, solo un poco más arriba, en la calle Trafalgar, pero vivía en el último piso y el ascensor llevaba averiado más de una semana. Insistió en subir la mitad de las bolsas por las escaleras, pero Papá Noel fue igual de terco y antes de que Noelia tuviera tiempo de convencerle ya habían llegado a su puerta.

—Pasa —dijo ella mientras abría la puerta y se hizo a un lado.

—¡Gracias! —dijo él, dando unos pasos hacia el recibidor.

—Me llamo Noelia —dijo mientras se quitaba el abrigo— ¿debo llamarte Papá Noel o tienes otro nombre?

—Eric —dijo el botones, que parecía agradecido por no tener que seguir cargando con las bolsas.

—Muy amable, Eric. Muchas gracias por tu ayuda. ¿Quieres beber algo? ¿Un poco de vino?

—Sí, por favor. ¿Te importa si me pongo cómodo y me quito algo de ropa?

—Por supuesto, no dudes en quitarte el gorro —rió Noelia— espera, te ayudaré.

Se acercó a él y le quitó el gorro de Papá Noel. Lo colgó en el perchero y deslizó sus manos hacia las orejas de Eric. Cuando por fin le quitó la barba se encontró con una cara completamente diferente. Había adivinado los ojos marrones, pero no había visto el pelo oscuro que se había rizado por el calor debajo del gorro. Tenía los labios voluminosos y la comisura apuntaba hacia arriba, incluso cuando no sonreía. La mirada que le echó en ese momento no era como la mirada pícara que le había dedicado en los grandes almacenes. Sus ojos irradiaban algo que ella también sentía ahora.

Ni siquiera hizo el amago de apartarse cuando la besó. Los labios que se encontraron con los suyos eran cálidos y sensuales, tímidos y excitados, cautelosos y cachondos. Puede que no sintiera el sabor a Navidad de inmediato, pero sintió la misma excitación que siempre tenía ante la llegada de la Navidad. Cuando sus lenguas se tocaron, cuando la lengua de ella estaba dentro de la boca de él, cuando la lengua de él estaba dentro de la boca de ella, ya no pudo aguantar más.

Noelia le arrancó la ropa de Papá Noel, que era selecta pero no difícil de quitar. El abrigo se abrochaba con un cinturón y los pantalones tenían solo una goma elástica. Eric ya se había quitado las botas negras y Noelia se quitó los calcetines al mismo tiempo que desaparecieron los pantalones. Acarició el cuerpo de Eric con las manos, palpó sus duros músculos y notó lo acalorado que se había puesto tras la caminata con las bolsas.

—Quizá debería ducharme primero —dijo Eric, que parecía avergonzado porque se había dado cuenta de lo húmeda que tenía la espalda.

—No hace falta —dijo Noelia— puedes hacer lo que quieras, por supuesto, pero me gustas así, caliente y excitado.

—Siempre puedo ducharme después —sonrió, ya sin vergüenza.

—O mientras voy a buscar el vino —miró el bóxer que llevaba Eric, estampado con abetos y duendes—. Veo que no haces las cosas a medias.

—Espera, te lo enseñaré.

La besó de nuevo y metió las manos bajo su jersey de cuello alto, subiendo por la cintura y el vientre, hasta llegar a sus pechos.

—Yo creo que también tengo un poco de calor —dijo ella, y se quitó la camiseta antes de que Eric tuviera tiempo de hacer algo al respecto.

Eric le apretó los pechos por encima del sujetador de seda blanca, de forma sensual y lo suficientemente fuerte como para que a Noelia se le pusieran los pezones duros.

Le agarró las nalgas por fuera del algodón del bóxer y disfrutó de su firmeza, abrazándolo y presionándose contra él. Su verga salía a través de la bragueta. Noelia estaba a punto de sacarla por completo cuando Eric le desabrochó los pantalones y se los bajó. Ella se los quitó junto con las bragas, él le desabrochó el sujetador y ella bajó el bóxer sin dañar al Papá Noel que tenía entre las piernas.

Sentía la polla erecta contra su vulva. Presionaba sus pechos contra él, agarrándole con fuerza el culo mientras él hacía lo mismo con ella.

—¿Tienes habitaciones o duermes en el recibidor?

Eric se agachó y se llevó un pezón a la boca, lo chupó con fuerza y lo mordisqueó suavemente.

—¿No te gusta aquí? —preguntó Noelia.

—Me gusta que no sea muy grande y es acogedor, pero prefiero algo más blando que el suelo para tumbarnos.

—¿Tumbarnos? —Noelia fingió no entender—. O arrodillarnos.

Eric se agachó y le besó los labios del coño. La lamió por dentro hasta llegar al clítoris y lo rodeó con la punta de la lengua, saboreándolo hasta que consiguió hacerla estremecer.

—También hay un dormitorio —susurró Noelia–. ¡Ven!

Eric se levantó y la siguió. No se había molestado en hacer la cama antes de salir, pero ya no tenía tiempo de disculparse. Noelia se sentó en la cama y abrió las piernas. Eric se arrodilló frente a ella y dejó que su lengua encontrara el camino hacia el clítoris otra vez. La lamió hasta lo más profundo de su coño, bebió su jugo, ella gimió y deslizó los dedos por su pelo, llevando su cara más hacia su interior. Era hábil Papá Noel, muy servicial y siempre dispuesto a ayudar. Al cabo de poco empezó a sentir las olas de placer que le indicaban que el primer orgasmo estaba cerca. Noelia gritó al correrse y se encontró con la sonrisa de Eric, que se relamió los labios, mirándola desde abajo.

–A cuatro patas –dijo Noelia–. Q uiero recompensarte.

–¿A cuatro patas? –dijo Eric, creyendo que ella se deslizaría por debajo de él, pero se equivocaba. Totalmente.

Noelia se arrodilló detrás de él y volvió a agarrarle sus firmes nalgas. Un vello oscuro las cubría por completo y también entre sí. A Noelia le encantaban los culos peludos y aún más la vellosidad entre las nalgas. Ahora le tocaba lamer a Eric, le tocaba penetrarle la raja. La firmeza era maravillosa, podía correrse con solo lamer a Eric, cada vez más adentro. La punta de la lengua se apresuraba hacia el ano, quería saborearlo, quería sentir cómo el esfínter la apretaba al empujarla más adentro.

Eric gimió y movió las caderas, de un lado a otro, pero no tanto como para que a Noelia le costara continuar. A él le gustaba, Noelia podía sentir que le encantaba lo que le estaba haciendo. Le separó las nalgas con las manos para tener mejor acceso, le lamió cada vez más profundamente y se preguntó cuánto tiempo sería capaz de hacerlo sin correrse. Noelia echó un vistazo y vio a Eric sujetándose la polla con la mano quieta. Entonces se dio cuenta de que era el momento de hacer lo que él tenía en mente. Se tumbó de espaldas debajo de él y dejó que le comiera el coño de nuevo mientras ella le lamía el diafragma. Lo lamió antes de llevarse uno de los huevos a la boca. Lo chupó con avidez y consiguió introducir el otro testículo también, los presionó uno contra el otro y los chupó mientras Eric seguía lamiéndola, a punto de llevarla a otro orgasmo.

A Noelia le encantaban su ano y su escroto, pero ahora ya no podía esperar más. Se deslizó hacia abajo para que su boca quedara justo por debajo del glande y lamió una gota de su líquido. El glande estaba fuerte e hinchado, la piel estaba tensa y brillaba. Noelia se metió toda la cabeza de la polla en la boca. Joder , qué buena estaba. Sabía tan increíblemente bien, llenaba su boca de manera perfecta. Pero ella quería más y se llevó el tronco de la polla a la boca, tanto que el glande le llegaba hasta la garganta. Le chupó la polla lentamente y escuchó sus suspiros y gemidos con gran placer.

Eric seguía lamiéndola, tenía varios dedos dentro de su coño luchando por penetrarla más profundamente mientras su lengua jugaba con su clítoris. Noelia chupó la polla de Eric tan fuerte como pudo, tanto tiempo como se atrevió, antes de decidir que era el momento de hacer una pausa, solo por un instante. Se puso de rodillas e hizo que Eric se acostara bocarriba. Cuando lo montó a horcajadas, él sonrió a lo grande y al acercar la punta de su polla roja a su coño casi se corre. Noelia ajustó el ritmo, dejando que él la penetrara lentamente, más allá del punto G, más y más profundamente hasta que la tuvo toda dentro, hasta que sintió su tenso escroto chocar contra su culo.

En seguida aumentó el ritmo. No podía esperar más, tenía que cabalgarlo, tenía que sentir su polla dura en lo más hondo. Eric sujetaba sus caderas mientras la follaba, Noelia levantó el culo para acompañar los movimientos. Los dos se movían, se follaban mutuamente, cada vez más fuerte.

Noelia suspiró muy fuerte , Eric gimió con fuerza al correrse, cuando eyaculó en lo más profundo de ella. Acalambrados, continuaron con unos cuantos movimientos más hasta que Noelia se desplomó sobre Eric y toda su fuerza pareció abandonarla.

No tenía ni idea de cuánto tiempo estuvieron tumbados ni en qué momento ella se apartó de él y acabó a su lado ni de quién de los dos se durmió primero.

Cuando se despertó, un poco más tarde, él ya no estaba.

 

Noelia se quedó decepcionada al despertarse sola. Tampoco sabía qué esperaba. ¿Convertirse de repente en Mamá Noel? Más bien no. ¿Que por una vez no tuviera que ir sola a la celebración familiar, en la que su familia, al menos los adultos, llevaban varios años asentados y se metían con ella por ser la última en tener su propia familia? Posiblemente.

Miró el reloj y vio que pronto serían las ocho de la tarde. Empezó a tener hambre, pero no le apetecía lo más mínimo levantarse a cocinar. ¿Qué tenía en el congelador? Ni siquiera habían tenido tiempo de tomarse la copa de vino que le había prometido. Noelia se preguntó qué planes tendría Eric para no poder quedarse. O bien se trataba del clásico aquí te pillo, aquí te mato, donde el tipo sale corriendo en cuanto consigue lo que quiere. No creía que estuviera decepcionado con la recompensa que le había dado por cargar unas cuantas bolsas , pero aun así…

Cuando sonó el timbre, Noelia ya había reunido las fuerzas suficientes para ducharse y se había dado cuenta de que Eric no lo había hecho antes de salir corriendo. Se puso el albornoz y fue a abrir.

—¿Cuántas comidas de Navidad has tenido este año? — preguntó el hombre vestido de Papá Noel en la puerta.

—No más de una —dijo Noelia—, pero como es natural tengo una cena planeada para Nochebuena.

Noelia se hizo a un lado para que Eric pudiera pasar. Llevaba dos bolsas.

—Yo también he tenido solo una y no tengo nada más planeado. Pensé en arriesgarme a que quisieras comer conmigo. ¿Tienes planes para comer el día de Nochebuena?

La idea era absurda, pero Noelia comprendía que no todo el mundo tenía una familia con quien pasar esos días.

— P ero no es un menú típico. Ayudo a Cáritas durante el almuerzo, sirvo mucha comida navideña y luego suelo estar bastante agotado por la tarde. Llego justo a tiempo para ver el discurso del rey. Me llevo un bocadillo de jamón del almuerzo, me tomo una cerveza y un aguardiente y luego duermo bien.

A Noelia no le sorprendió en absoluto la elección de Eric para pasar la Nochebuena. Se preguntó si realmente le pagaban por el trabajo de Papá Noel o si también lo hacía sin ánimo de lucro.

—Si esta noche ceno contigo, ¿podría persuadirte para celebrar la Nochebuena conmigo y con mi familia después del almuerzo de mañana? Nosotros también vemos el discurso del rey , no es que hagamos mucho caso, pero pasamos el rato juntos.

—Probablemente podamos organizarlo —dijo Eric y se puso detrás de Noelia—. ¿E ntonces también tienes cocina?

—No soy una gran chef, desgraciadamente, así que esas bolsas llenas de comida han llegado como un ángel salvador.

 

Comieron estofado de ternera con espinacas y habas, pollo al horno con patatas y de postre mousse de limón y miel. Todo ello acompañado por demasiado vino. Noelia iba a necesitar ayuda para irse a la cama. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan llena y al día siguiente tendría que darse un buen tute en el gimnasio. Y pasado mañana también, si acaso conseguía comer todo lo que su padre solía preparar para Nochebuena.

Eric se sentó con las manos en la barriga y suspiró:

—Mañana no necesitaré una almohada debajo del disfraz de Papá Noel.

—Si necesitas un sustituto, me avisas — dijo Noelia, dándose palmaditas en el abdomen.

Fueron hasta el sofá tambaleándose y fingiendo necesitar apoyarse el uno contra el otro para llegar hasta él.

—Oh, Mamá Noel, me has invitado a tantas cosas.

—Pero has sido tú, Papá Noel, quien se ha encargado de todos los manjares.

—Claro —dijo Eric riéndose.

—Entonces quizá Mamá Noel tenga que devolver el favor. Tengo que pagar a Papá Noel por su generosidad. Pero, ¿cómo puedo hacerlo? —Noelia fingió no notar las manos de Eric, que recorrían su estómago en dirección a la entrepierna.

—Creo que Mamá Noel no solo está llena, sino también un poco cansada, ¡Ven aquí!

Noelia se acercó a Eric y le puso una mano detrás del cuello. Con la otra mano, le bajó los pantalones de Papá Noel y le levantó un poco la polla para que se los bajara hasta los pies. No sabía si era la comida navideña o su compañía, pero Eric estaba listo para nuevas aventuras. Noelia se dejó dominar y tomó su glande rojo e hinchado en la boca. Comenzó a chuparlo lentamente, se llevó la gran punta de la polla muy adentro y dejó que acariciara su paladar, en dirección hacia la garganta.

El líquido preseminal tenía un sabor diferente, quizá fuera por el vino, quizá fuera por el estofado, pero a ella le gustaba. Quería probar más de él, quería tener su semen en la boca. A Eric no parecía importarle que ella siguiera chupando, al contrario, gemía cada vez más fuerte. Le acarició la cabeza pero le dejó seguir su propio ritmo. Ella se la llevó más adentro, la chupó con más intensidad, pero no muy fuerte, todavía no. El interior de las mejillas abrazaban el glande y la lengua lamía el agujero. Eric movió las caderas, dejó que sus nalgas se deslizaran de un lado a otro del sofá, pero cedió cuando Noelia se llevó la polla más adentro.

Ella no esperaba comerse otro postre, pero no quería perderse esto. Los gemidos de Eric eran cada vez más fuertes, sus movimientos más rápidos. Ahora chupaba con fuerza, quería sentir el chorro en su boca, quería saborearlo, lo necesitaba. Cuando gritó, ella ya se había dado cuenta de lo cerca que estaba y estaba preparada para la embestida. Chupó, tragó, disfrutó.

—Entonces, Mamá Noel, no era tan difícil, ¿verdad? —Eric se rió y la levantó para poder besarla.

—Sabes tan bien. El mejor cava de Navidad —respondió Noelia.

—Lo elaboré yo mismo. Mmm, solo con los mejores ingredientes que puedas imaginar.

—Solo con los mejores ingredientes, eso suena bien. Ven, Papá Noel, déjame mostrarte cómo funciona la producción.

Noelia se quitó el pantalón de chándal rojo que había elegido para que hiciera juego con la indumentaria de Eric. Le había preguntado si quería cambiarse, pero no tenía nada de su talla y, de todos modos, el disfraz de Papá Noel era ligero y cómodo.

Pasó una mano entre los rizos de Eric y lo atrajo hacia ella. Debía de tener curiosidad por lo que quería mostrarle, ya que no le costó mucho seguir sus instrucciones. Noelia dio una sacudida cuando sintió su lengua en el clítoris, se estremeció cuando la punta de su lengua empezó a jugar con ella. Le revolvió el pelo mientras le lamía el coño, se echó hacia atrás y le dejó hacer el trabajo. Solo disfrutaba y esperaba con ansias lo que vendría después, pero sin olvidarse de gozar cada momento, dejar que cada embestida la encendiera, que encendiera su fuego y su coño antes de que un orgasmo la desbordara, una vez más.

Noelia gimió y tuvo una convulsión. Eric la siguió lamiendo y bebiendo su jugo hasta que ella no pudo más. Ahora le tocaba a Noelia llevarlo a él hacia sí , hasta que se sentaron el uno al lado del otro y simplemente permanecieron ahí.

—Si quieres puedo ayudarte con el almuerzo de Navidad —sugirió ella—. Y luego podemos cambiarnos e ir a casa de mis padres.

—¿Estás segura? ¿No quieres estar con tu familia todo el día?

—Si llegamos para el discurso del r ey, no creo que nadie se moleste.

Además, pensó Noelia, Eric es exactamente lo que falta junto a los regalos de Navidad, que ya había conseguido durante el día. Y evitaría las burlas del resto de la familia.

2 de diciembre: Boda de invierno – un calendario de adviento erótico

Estoy corriendo y mis zapatos de tela ligera se mojan con la nieve. Corro y me río. He quedado como una idiota, pero ahora tendrán algo de qué hablar. Al llegar a la orilla del bosque reduzco la velocidad, me siento en una roca y exhalo. Siento como si la nieve se derritiera debajo de mí, empapando mi vestido, pero no me importa. Miro atrás, a la iglesia de la que he salido corriendo, la iglesia donde todavía se está celebrando la boda.

No me necesitan, no es mi boda sino la de mi mejor amiga, lo cual no hace la situación menos embarazosa, pero no he tenido otra opción. Espero que pronto pueda recordarlo con humor y se ría , como suelo hacer yo , pero probablemente pasará un tiempo antes de que mis acciones le parezcan a Wilda tan divertidas como a mí. Después de todo, he causado un escándalo.

 

Wilda, mi mejor amiga desde la universidad, había encontrado a su hombre ideal.

El hombre de sus sueños era inteligente, agradable y se salía por completo de mis predicciones, lo cual suponía un logro en sí mismo. Cuando éramos estudiantes, Wilda rara vez se había enamorado de alguien antes de que yo me acostara con ellos.

Wilda y Caspar venían del mismo pueblecito «un par de millas al norte de Umeå», como ellos mismos solían decir . El hecho de que hubiesen tenido que ir hasta Estocolmo para conocerse era una broma frecuente entre nosotros. Por lo tanto, como era lógico, la boda se celebraría en el pequeño lugar , a pesar de que ambos querían vivir en la ciudad. En mi calidad de mejor amiga de la novia, hacía algo menos de una semana que había ido hasta allá para ayudar.

Cuando tomé el tren en Estocolmo era un lunes por la mañana, gris, brumoso y oscuro, pero cuanto más avanzaba hacia el norte, la fachada gris uniforme de la ciudad era reemplazada por nieve blanca, cielos azules y los troncos negros de los árboles.

Cuando me bajé del tren, el aire se sentía más fresco y yo me sentía más tranquila. Había notado que esto me pasaba cada vez que estaba fuera de Estocolmo, pero tan pronto como llegaba a casa, lo olvidaba de nuevo y volvía a preguntarme cómo podía vivir la gente en otro lugar que no fuese la red del metro.

Sin saber hacia dónde me dirigía, me detuve y miré a mi alrededor hasta que vi a Wilda junto a su pequeño coche rojo. B rillaba como el sol y caminé hacia ella con los brazos extendidos para darle un abrazo.

— Bienvenida — dijo ella con una sonrisa.

— ¿Así que sois de aquí?

— Sí, bueno … — e vitó mi mirada y vaciló. Ella sabía que había estado en la carretera durante más de seis horas y probablemente podía prever mi reacción — . Hace falta conducir un rato para llegar a casa — concluyó crípticamente.

Puse los ojos en blanco de forma dramática mientras suspiraba y ponía las maletas en el auto.

— Pero primero vamos a probarnos los vestidos — dijo mientras cerraba el auto.

Era un trayecto corto el que separaba la estación de tren y la tienda de vestidos de novia, así que en el camino le pregunté sobre el plan para la semana.

— Caspar y Felix ya se han ocupado de casi todo, tú y yo solo tenemos que hacer unas cosas.

Asentí con la cabeza, un nombre que jamás había escuchado, yo que pensaba que tenía el control de toda la familia de Wilda.

— ¿Quién es Felix?

— El hermano de Caspar — me miró de soslayo — , y ¿puedes prometerme que no harás ninguna estupidez mientras estás aquí?

— ¿A qué te refieres? — protesté, a pesar de que creía saber lo que ella quería decir.

— No necesitas hacer lo que sueles hacer, por decirlo de alguna manera.

Me hice la ofendida.

— ¿Tú crees que me voy a la cama con cualquiera?

— A veces — me contestó.

— Prometo que ni siquiera intentaré seducir a nadie durante tu boda. ¿De acuerdo?

Ella se río como respuesta. En aquel momento no sabía lo difícil que sería cumplir mi promesa.

 

Una vez que termináramos , nos encontraríamos con Caspar y Felix en la plaza. Hacía mucho más frío que en Estocolmo y me apresuré sobre los pasos de Wilda para entrar en el calor del coche. Pero cuando vi al hombre al lado de Caspar, me olvidé por completo de que estaba congelándome.

Me quedé mirando fijamente ese par de intensos ojos oscuros. Felix me había sorprendido del todo y cuando se presentó y cogió mi mano me costó recordar cuál era mi nombre. El calor de su tacto envió rayos de alegría por todo mi cuerpo, como si fuera un refresco .

— Ronja. inalmente volví en mí y la conciencia de mí misma fue total. Escuché lo insegura que sonaba, sentí la fatiga del viaje en mi cuerpo y estaba segura de que se me notaba, tan expuesta como estaba.

Me soltó la mano sin más preámbulos y recibí un abrazo de Caspar. Felix sería el padrino, lo cual significaba que él también estaría presente más o menos toda la semana. Mi corazón se llenó de alegría al darme cuenta, pero luego se impuso la razón.

Me recordé a mí misma lo que le había prometido a Wilda, pero tan pronto como sus ojos se encontraron con los míos, lo olvidé. Había en ellos una alegría constante que pocas veces he visto en algún hombre. Porque a pesar de que Felix era varios años más joven que nosotros, claramente era ya un hombre. Barba de tres días recortada a la perfección y cabello oscuro de estilo indómito. Debajo de la camiseta blanca parecía que se cuidaba, no era demasiado musculoso, pero seguramente podía hacer el trabajo.

«Debe de llevar un rato hacer que este semental se canse», pensé mordiéndome el labio. No había prometido nada sobre no fantasear y estaba segura de que Felix visitaría mis sueños tarde o temprano.

Me costaba concentrarme en la conversación, tan ocupada como estaba con la apariencia de este hombre. Pero, en cualquier caso, recordé que el trayecto a casa supondría una hora y media con él en el coche, quizá estaríamos juntos en el asiento trasero. Mis mejillas se sonrojaron solo de pensarlo.

El coche de Wilda no era grande y, como era de esperar , Caspar se sentó en el asiento delantero al lado de ella. El asiento trasero daba la impresión de querer alejarse de las puertas para tener más espacio y tanto Felix como yo nos sentamos con una mano apoyada a la mitad para mantener el equilibrio. De vez en cuando pasábamos por algún bache que los fatigados amortiguadores del coche sorteaban con dificultad y nuestras manos se acercaban. No nos mirábamos, pero la tensión entre nosotros era evidente.

Un último bache cerró la brecha y el cosquilleo y la sensación de felicidad regresaron a mis dedos. Él siguió hablando, indiferente, con los novios en el asiento delantero mientras movía lentamente su dedo meñique sobre el mío. La caricia fue tan lenta que al inicio pareció que solo me la había imaginado. Aquel movimiento microscópico envió ondas de choque fuera de control a través de mi cuerpo.

— Necesito recoger a los niños cuando terminemos — dijo Felix a su hermano luego de un rato.

Aquella frase me sobresaltó. Tenía hijos, incluso varios. Probablemente estaba casado. Esto no pintaba nada bien.

Retiré mi mano y miré por la ventana.

— ¿Cómo vas con eso de estar solo con los niños y ayudarnos esta semana? — preguntó Caspar.

«¿Solo?» Entonces se apoderó de mí la noción de que quizás había reaccionado demasiado prematuramente. Vivía solo. Sintiendo un nuevo respeto por lo bien que se veía, miré en su dirección. Su perfil se dibujaba nítidamente contra el fondo del sol poniente y la nieve que reflejaba sus rayos.

Con la idea en mente de «ver pero no tocar», me di cuenta de que la semana en aquel sitio despoblado podría ser más divertida de lo que inicialmente había imaginado.

 

El martes por la tarde, el estrés de Wilda se me había apoderado tanto que sentí la necesidad de alejarme de ella por un rato. Me puse los zapatos y salí a los escalones de la entrada. El frío del viento invernal me mordía los brazos desnudos. Mientras los frotaba para tratar de generar calor, escuché que la puerta se abría y se cerraba detrás de mí.

— ¿Agobiada? — l a voz de Felix hizo que mi cuerpo reaccionara y sentí una agradable calidez en mi diafragma.

— Más o menos — dije, apoyándome en la barandilla, todavía de espaldas a él. Me arrepentí de inmediato. La madera no estaba limpia, sino que había una fina capa de hielo que yo no había notado. A pesar de ello, no quise quitar los brazos de ahí y quedar como una idiota, así que me quedé quieta, dejando que el hielo calmara mis nervios.

— Entiendo que es estresante planificar una boda — continué hablando en aquella puesta de sol sobre la nieve — . Quisiera poder hacer algo para facilitarles las cosas, para que se calmaran .

Felix dio un paso hacia mí. Aunque me hallaba de espaldas a él, escuché exactamente dónde estaba. Cuando dio otro paso, sentí el calor de su cuerpo a mi lado.

Se ajustó la chaqueta. ¿No te estás muriendo de frío?

— La verdad es que sí — me reí y lo miré tímidamente debajo del flequillo.

— ¿Vamos adentro entonces?

— En un minuto. — Quería calmarme un poco más, y tener a Felix solo para mí tampoco parecía algo malo. «Ver pero no tocar», me recordé a mí misma.

— Podríamos cocinar para ellos — dijo después de un momento.

— Preparar una cena romántica para dos — agregué.

Nuestra planificación pronto nos llevó hacia una euforia traviesa y secreta, y sin decir a nadie a dónde íbamos, cogimos el coche y fuimos a la tienda de comestibles.

Nuestro tema , que giraba principalmente en torno al plan para la noche, pronto se convirtió en una conversación burbujeante y provocadora en la que se volvía natural tocarnos. Todo se habría quedado en una sensación amistosa si no hubiera sido por las miradas que me lanzaba o por cómo reaccionaba mi cuerpo cada vez que él decía mi nombre.

La frustración que se extendía por mi cuerpo cada vez que me tocaba pronto sobrepasó toda mi resistencia. Comprendió que lo estaba mirando con deseo. Debía de haber sido obvio, pero su sonrisa y sus hermosos ojos no me decían nada que no hubieran dicho ya mil veces.

 

Hacía ya mucho que había olvidado mi promesa a Wilda y esto se hizo patente cuando comenzamos a trabajar en la cocina. En otras condiciones habría dicho que era demasiado estrecha, pero ahora me parecía acogedora. Era emocionante estar tan cerca de él e incluso su olor encendía el fuego en mi cuerpo.

Mientras estaba preparando la carne, con las manos pegajosas y demasiado ocupada como para apartarme, él trató de pasar por donde yo estaba. Aprovechó para tocar con una mano la parte baja de mi espalda, pasó caminando, pero más cerca de lo necesario. Sentí su aliento en mi cuello y su mano que se había detenido un segundo más de lo que debería.

Antes de soltarme deslizó su mano un poco hacia abajo, tan poco que apenas se notaba. Si me hubiese molestado, él podría haberse excusado diciendo que no lo hizo a propósito. Se trataba, sin duda, de averiguar si estaba bien tocar mi trasero.

Tenía muchas ganas de invitarlo a continuar. Le di una sonrisa tímida en respuesta, sin darme cuenta realmente de qué estaba aceptando, y dirigí mi atención a la comida.

«¡No seducirás al hermano del novio!» se convirtió en una especie de mantra el resto de la tarde, pero luego de dejar a los enamorados con la cena romántica, nos encontramos nuevamente solos en el pasillo, esta vez a oscuras.

Felix comenzó a reír.

— Parece que nos hemos olvidado de que también tenemos que comer. — Su risa era tan cálida que no pude evitar reírme con él — . ¿Quieres venir a casa para cenar conmigo?

Asustada por lo mucho que mi cuerpo deseaba aquello, me apresuré a decir que no. La dureza de mi respuesta me sorprendió y mi sorpresa fue incluso mayor cuando lo vi encogerse de hombros, subirse al coche y desaparecer. Probablemente no hubiéramos estado solos en casa, pero esto solo se me ocurrió cuando llegué al granero que hacía las veces de mi habitación. Tenía hijos y seguramente estaban en su casa, «¿dónde más podrían estar?», pensé en ese momento.

Hambrienta y frustrada, me tiré en la cama y cerré los ojos. Los recuerdos del día pasaban libremente por mi cabeza. Los ojos de Felix, su sonrisa, su aroma. Su risa. Su mano en mi espalda, deslizándose hacia abajo. Y entonces me imaginé su mano yendo más lejos, hasta mi culo, cogiéndolo con fuerza y haciéndome saltar de sorpresa y de deseo.

Todo mi cuerpo estaba lleno de estas ansias, como una refresco burbujeando bajo cada uno de mis nervios.

Me volví hacia él y de repente yo estaba desnuda. Su mirada recorrió primero mis pechos, mi vientre e incluso más abajo. Sus manos tomaron el control donde sus ojos no llegaban. Sus dedos ligeros acariciaron mi piel, hicieron que mis pezones se pusieran duros. Sus manos exploraron las curvas suaves de mi cuerpo y entonces el refresco se convirtió en pompas de jabón que estallaron.

Dejé que mis manos imitaran las suyas, acariciándome a lo largo de los muslos y encontrando mis vaqueros, que se interponían. Frustrada, luché un rato con el botón. Logré sacarme de encima la tela apretada deslizándola por cada pie y, aún molesta, busqué mi vibrador y lo puse a mi lado en la cama.

«¿Dónde estábamos?».

Las manos de Felix estaban recorriendo el interior de mis muslos, acariciando mi vulva. Toda la excitación acumulada brotaba de mí, mi clítoris era un botón duro esperando ser tocado y la idea de sus manos y su lengua ayudándome enviaba vibraciones de calor a través de mi cuerpo.

Lo desnudé con mi imaginación, y su cuerpo era tal como yo lo quería, no había vello ni exceso de grasa en ninguna parte, tampoco había demasiados músculos. Su miembro duro sobresalía, palpitando de deseo, y mi mano lo abrazó, apuntándolo hacia la derecha.

El tacto de mi propia mano, combinado con la imaginación y el consolador que ahora vibraba dentro de mí, hicieron que el refresco regresara con doble fuerza. Pero esta vez fue algo más, mucho más profundo.

Su cuerpo contra el mío, penetrándome cada vez más y más . Sus ojos ensombrecidos por el deseo.

No quería agotar la imaginación, pero conocía mi cuerpo demasiado bien y no tenía paciencia. El orgasmo llegó sin mi permiso. Las ondas de choque recorrieron mi cuerpo y la agradable sensación de cosquilleo me llenó hasta la punta de los dedos.

Sin pudor alguno, me acosté desnuda en la cama, con el sustituto del pene todavía dentro de mí, mientras jadeaba y trataba de recuperar el aliento. Ceder ante mis deseos haría que el resto de la semana fuera mucho más difícil de llevar, pero en ese momento no me importaba. Había encontrado una manera permisible de deshacerme de la frustración y pensaba continuar mientras me funcionara.

 

Mientras la planificación de la boda se desarrollaba como debía, traté de evitar a Felix tanto como me fue posible, pero sin decirle a Wilda por qué. «No iba a caer en la tentación», trataba de convencerme. «En todo caso, no antes de la boda. Dos solteros que se gustaban mutuamente, ¿por qué habría de molestarse Wilda por eso?»

El jueves Wilda y yo pasamos todo el día sentadas en la sala, haciendo costalitos de tela llenos de arroz y atados con cintas de seda. Mi cuerpo comenzaba a quejarse por la mala postura en la que había estado todo el día cuando escuchamos risas de niños alegres desde el patio.

— Deben de ser los niños de Felix — dijo Wilda muy contenta — . Vamos.

Me llevó hasta el pasillo, me puse el abrigo , la chaqueta, el gorro y los guantes. L a seguí y encontré a Felix y Caspar arrojándose bolas de nieve. Habían formado un equipo con cada niño y parecían estar divirtiéndose mucho. Le lancé una mirada traviesa a Wilda antes de que ambas nos pusiéramos también a jugar, una de cada lado.

Caspar, la hija de Felix y yo construimos un refugio para escondernos y mientras estábamos en plena planificación de nuestro ataque, Wilda y Felix, con su hijo a cuestas, atacaron nuestro refugio con una lluvia de bolas de nieve.

Entre risas intentamos escapar del ataque, pero una bola de nieve me alcanzó en la cadera. El frío de la nieve me hizo temblar y me detuve, buscando averiguar quién la había lanzado. Apenas tuve tiempo de girarme antes de que Felix me echara los brazos alrededor de la cintura y me levantara en el aire.

Mi suspiro de emoción pronto se volvió conmoción cuando él me cayó encima y terminamos los dos tirados sobre la nieve. No sé si perdió el equilibrio o si era lo que buscaba, pero terminó sobre mí, con los brazos todavía alrededor de mi cuerpo.

Escuchaba todavía la batalla a nuestro alrededor pero era como si alguien hubiera bajado el volumen. Todo lo que escuchaba eran los latidos de mi corazón y su respiración. Su cara estaba tan cerca de la mía que con el más mínimo movimiento nuestras narices se podían tocar .

— Lo siento, ¿estás bien? — preguntó, pero entendí que se refería a otra cosa.

Su voz pesada me indicaba que buscaba permiso para hacer algo. Sabía que debía decir que no, pero no dije palabra. En vez de eso, asentí y él me sonrió y me dio un beso rápido en la boca antes de levantarse.

La impresión de aquel beso ligero me dejó petrificada. Los recuerdos del día anterior regresaron como un maremoto. Una ola cuyo poder destrozó por completo la defensa que había construido. Estaba perdida, lo sabía desde el principio, pero luego traté de convencerme de que aún tenía control sobre mis impulsos.

 

Con ayuda de sus mejores amigas de la escuela primaria, habíamos planificado una despedida de soltera para Wilda el viernes. Había descartado por completo mi plan original, ya que nada de lo que había pensado en Estocolmo era factible en el campo. Pero la novia parecía feliz a pesar de ello.

Primero, Wilda recibió un par de mapas que conducían a lugares importantes de su infancia. En cada sitio, cada amiga tenía que contar una historia que pertenecía a ese lugar. Aprendí mucho sobre Wilda y la hicimos llorar en más de una ocasión.

Puesto que no tenía un lugar que se adaptara a mi historia, me habían pedido organizar la cena y dar un discurso. Hablar frente a una sala llena de desconocidos no es lo más divertido que se me ocurre, pero al final me fue bien con ayuda de un par de copas de vino. A decir verdad, era el discurso que tenía preparado para la cena de la boda , pero quizá no era el más adecuado en ese contexto.

Después del discurso, los ánimos estaban por todo lo alto y el hielo entre las personas desconocidas y yo se había derretido por completo. La noche fue un éxito rotundo, pero como la boda era al día siguiente nos fuimos temprano para que la novia pudiera descansar.

Después de ayudar a Wilda a subir a un taxi y regresar a casa, la dejé en su cama y me fui a mi dormitorio en el otro edificio. El reflejo de la despedida de soltero de Caspar iba y venía frente a mis ojos.

Mi móvil sonó después de haberme cepillado los dientes. Era Felix.

— ¿Ha ido todo bien con vosotras?

— Absolutamente. ¿Y qué tal vosotros? — contesté. Recibí otro mensaje antes de que tuviera tiempo de dejar el teléfono.

— Claro. Aunque demasiado tranquilo para mi gusto.

— ¿No hay strippers entonces?

— No es el estilo de Caspar. Pero estaba seguro de que tú ibas a organizar algo así.

— No para la despedida de soltera. El único striptease que ha habido hoy es el que estoy haciendo ahora mismo — l o envié antes de que tuviera tiempo de arrepentirme.

— ¿Puedo ver?

Esas pocas palabras despertaron el refresco en mi cuerpo y me perdí en aquel hormigueo expectante.

Podría culpar al alcohol , pero la verdad es que lo deseaba.

— Puedes venir — le envié y luego examiné la habitación, arreglé la colcha y escondí algunos trapos sucios del día anterior.

Tocó a la puerta una sola vez. Fui a abrirla, y noté de inmediato que su cabello estaba hecho un desastre y su corbata colgaba alrededor del cuello. Definitivamente se había bebido más en la despedida de soltero que en la despedida de soltera.

— Hola — respiré suavemente.

— Hola, ¿puedo entrar?

Abrí un poco más la puerta, lo invité a entrar y a sentarse en la cama. Aquella era la única opción disponible. Con una suave sonrisa, se sentó y levantó una ceja a modo de pregunta. Cerré la puerta y me mordí el labio.

— Estaba a punto de irme a la cama. ¿Quieres hacerme compañía?

— Con mucho gusto.

Todo se sentía tan fácil, tan bien.

— Aunque en realidad no puedo dormir aquí.

Puse todo mi deseo en esas palabras y mis manos comenzaron a recorrer el ajustado vestido de seda. Cuando mis manos llegaron hasta arriba, acaricié mis pechos ligeramente, luego mis manos vagaron hasta el dobladillo del vestido.

Felix tragó saliva y se echó hacia atrás, apoyándose en sus manos. El bulto en sus pantalones me reveló que había estado esperando eso tanto como yo.

Con una lentitud insoportable, levanté la tela a lo largo de mis piernas hasta que finalmente pudo ver mis bragas de encaje.

— Quizá podrías ayudarme con la cremallera en la espalda.

Me obedeció sin demora y con pasos decididos se paró detrás de mí, con una mano en mi cadera y la otra acariciando mi cuello y mi hombro. Incliné la cabeza hacia un lado para que pudiera llegar mejor a mi cuello. Pronto sentí la euforia de los besos que me plantó desde la clavícula hasta la oreja.

La cremallera hizo su sonido distintivo y sus besos en el cuello se detuvieron. Acarició mi vestido con ambas manos.

Me pierdo por completo en la lujuria, dejo que todo suceda. Vivo de este tipo de caricias. Había pasado más de una semana desde la última vez que un hombre me había tocado así. Mi cuerpo estaba hambriento y exigía más.

Cuando mi vestido cayó al suelo, me volví hacia él. Llevaba demasiada ropa. Sujetándolo de la corbata lo acerqué más a mí y nuestros labios se encontraron violentamente. Había ingerido alcohol y comida picante. Su lengua sabía exactamente qué hacer para excitarme incluso más de lo que creía posible.

Despegué mis labios de los suyos y comencé a desabrochar su camisa. Ansioso, me ayudó desde abajo y pronto quedó tirada en el suelo, al igual que sus pantalones.

Su cuerpo no era exactamente como lo había imaginado, pero no me importó. Estaba allí de verdad y era mucho más emocionante que el cuerpo perfecto que me había inventado . Los ojos de Felix tenían un brillo intenso que solo despertó mi deseo aún más, pero cuando se encontraron con los míos noté cierta duda.

— ¿Qué sucede? — pregunté.

— No tengo condón — dijo casi avergonzado.

— Pero yo sí — dije y me arrojé sobre la cama para alcanzar el cajón de la mesita de noche que estaba al otro lado.

De allí saqué un paquete completo y lo puse a la vista. Dejé el cajón abierto y vi la sorpresa en sus ojos cuando notó mi vibrador. No me sentí avergonzada.

Me di la vuelta un poco más y levanté mi culo antes de preguntar:

— ¿Qué piensas?

— Nada — dijo sonriendo — , es solo que eres increíblemente sexy.

Acto seguido se arrojó sobre mí y me desabrochó el sujetador. Con la mitad de su peso sobre mí, sentí su potente erección contra mi culo y disfruté de su boca besando mi cuello una vez más. Sus manos acariciaron mis pechos con confianza.

Cuando ya no pude aguantar más mis gemidos, me soltó y se quitó los calzoncillos. A continuación sus dedos subieron suavemente por mis piernas para coger la parte superior de mis bragas. Cuando me las quitó, me puse de espaldas. Se arrodilló sobre mí con su miembro duro, listo para hacer lo que yo había esperado.

Separé un poco las piernas y acaricié el interior de mi muslo.

— Te deseo — le susurré, y me acercó más a él con un tirón decidido.

Cogí un condón y se lo di. Se lo puso de inmediato y se acercó de modo que su cadera estuviese entre mis piernas.

Mi mano alrededor de su miembro duro hizo que suspirara violentamente. Lo guie hacia mi abertura húmeda. Ambos gemimos cuando empujó su polla dentro de mí. La violencia del acto erótico envió una ola de calor a través de mi cuerpo y apreté mis piernas alrededor de su cintura.

Cada embestida era más y más profunda, como si me exigiera algo que no podía conseguir a pesar de que ya lo había recibido todo. Su respiración se volvió más fuerte, más tensa, y advertí hacia dónde iban las cosas.

— Espera — gemí y él se detuvo abruptamente.

Sus ojos parecían estar llenos de preguntas mientras me miraba.

— ¿Hay algún problema?

— No, solo …túmbate — respiré violentamente.

Hizo lo que le pedí y para no perder las expectativas que ya me había creado, me senté sobre él a horcajadas. Mis labios acariciaron su miembro de arriba a abajo y entonces cerró los ojos de placer. Mi clítoris hormigueaba con el tacto de su pene y, después de llevarlo a mi interior, me acaricié lentamente con él.

Felix me ayudaba a mantener el ritmo con sus manos en mis nalgas y esta vez entró lo más profundamente que pudo. Nuestra respiración se aceleró y cuando sus manos comenzaron a estimular mi cadera y tomar el control sobre las caricias entre mis piernas, cada una de mis respiraciones se convirtió en un gemido de placer.

Nunca había conocido a un hombre que supiera qué hacer con mi cuerpo tan bien como él, así que puse todo mi placer en sus manos. El placer se extendió y pronto no supe si era su polla o sus dedos los que más me hacían gozar. Todo se sentía bien y la represa de calor y placer dentro de mí estaba a punto de estallar.

— No te detengas, me voy a correr — dije entre gemidos, y antes de cerrar los ojos pude ver que sonreía satisfecho.

Sus dedos cambiaron de marcha y me llevaron al límite. Grité de placer mientras Felix ponía sus manos alrededor de mis caderas otra vez y empujaba más fuerte dentro de mi coño.

Entonces me tumbó . Mientras aún me inundaban las olas del orgasmo , se acostó sobre mí y me penetró con una fuerza estupenda, intensificando con ello lo que yo estaba sintiendo, y él también se corrió.

 

Debimos de quedarnos dormidos, porque cuando desperté todo estaba muy iluminado. Felix se movió como si tratase de liberarse mientras yo seguía acostad a sobre su hombro.

— Ah no, no te escaparás tan fácilmente — refunfuñé poniendo mis brazos a su alrededor , pero con una mirada adusta me hizo soltarlo.

— Tengo que volver casa — dijo sin más y puso las piernas sobre el borde de la cama.

— Pero no he terminado contigo.

Se rio y cerró los ojos con un aire de cansancio.

— Suena estupendo, pero …

— Nada de peros — interrumpí y lo abracé por detrás de los hombros.

Dejé que mis manos acariciaran ligeramente su pecho velludo y noté cómo el contacto de mi piel, mis senos apretados contra su espalda, conseguían la deseada reacción entre sus piernas. Entonces apoyó la cabeza en mi hombro. Lo tomé como un permiso y dejé que mis manos continuaran bajando hacia la polla que tanto placer me había dado.

— ¿Estás seguro de que no puedes quedarte? — susurré en su oído mientras acariciaba traviesamente su piel. Lo sentí endurecerse más y más con cada caricia.

— Solo un rato más — fue su respuesta.

Satisfecha, continué acariciándolo hasta que se puso completamente rígido y a continuación me senté sobre él con las piernas cruzadas. Lo besé, pero sin dejar que me penetrara todavía.

Sus manos parecían querer cada vez más de mi cuerpo y sus caderas presionaban contra mi regazo. Esta vez ignoré el uso de protección quería quedarme con este hombre. Cogió mi trasero con fuerza y deslicé mi coño sobre su erección. Se sintió mucho mejor ahora que no teníamos una barrera de plástico entre nosotros.

Con mis manos sobre sus hombros, comencé a mover mi cuerpo hacia arriba y hacia abajo a lo largo de su delicioso miembro. Se acercó a besarme el cuello y sus manos acariciaron mis pechos, apretando suavemente mis pezones. El calor dentro de mí se intensificó de nuevo.

Después de otro par de embestidas, me bajé e intenté meterme en la cama. No tuve tiempo de llegar más que a la mitad cuando me cogió por detrás de las caderas y me puso a cuatro patas con él detrás de mis nalgas. La anticipación creció cuando corrigió su posición y me metió solo la punta de la polla.

— No juegues — gemí, y él se rio en respuesta.

Con una mano alrededor de mi cadera y la otra sobre el clítoris, comenzó a presionar poco a poco. Lo hacía tan lento que me estaba volviendo loca. Aumentó el ritmo de sus dedos y mordí la almohada para no gritar de placer.

Los empellones aumentaron en fuerza y velocidad hasta que nos encontramos en la misma euforia de antes. Una vez que me corrí, sacó la polla y dejó que el semen aterrizara en mi espalda.

Me reí cuando empezó a disculparse. Obviamente no había entendido qué tipo de chica era yo, pero estaba por averiguarlo. Eso era más que seguro.

 

Por la mañana estuve ayudando a Wilda y, aunque no vimos ni a Caspar ni a Felix, me costaba pensar en otra cosa que no fuera lo que había sucedido la noche anterior. Tenía muchas ganas de encontrarme con él otra vez. La idea de que estaríamos juntos más tarde ese día, parados junto a los novios en el altar, me hizo sonreír.

Las mariposas en mi estómago revoloteaban impacientes cuando llegamos a la iglesia, y tan pronto como vi a Felix traté de encontrar su mirada. Fue entonces cuando me di cuenta de que algo andaba mal. ¡Se negaba a mirarme siquiera! No entendí que había hecho yo para merecer eso.

Fue solo después de la ceremonia, cuando se acercó a una mujer que estaba junto a su hijo, que comprendí la situación. Le rodeó la cintura con la mano, le dio un beso ligero y le brindó una sonrisa cordial. Ella le alisó el cabello como solo lo hacen las parejas.

No me enfadé , nada se consigue así . En lugar de eso , prefiero emborracharme y me pareció que una iglesia era el lugar adecuado para hacerlo. No podía evitarlo y esperaba que Wilda me perdonara luego.

Cuando Felix soltó a la mujer, que probablemente no solo era la madre de sus hijos sino también su compañera de vida, me acerqué a ellos. Él vio venir la catástrofe, pero no pudo detenerme. Cuando lo alcancé, puse mis brazos alrededor de su cuello y lo besé. Sus labios permanecieron rígidos debajo de los míos.

— Gracias por la noche de ayer — dije sin más y les di la espalda. Escuché su pelea volviéndose cada vez más intensa detrás de mí y sonreí.

Una alegría exuberante se extendió por mi cuerpo y aceleré mis pasos. Después de encontrarme con la mirada sorprendida de Wilda, la alegría y el deseo de huir crecieron aún más. Sujetando firmemente mi vestido para no tropezar, comencé a correr y pronto desaparecí de la vista de los otros invitados. Una vez que estuve fuera del alcance de sus oídos, me reí.

Había sido una estupenda despedida y sabía que Wilda me perdonaría, incluso aunque tardara un par de años. Probablemente nunca podría volver a ese lugar , el pueblo era demasiado pequeño para eso, pero los lugareños no olvidarían algún día esta jodida historia.

3 de diciembre: Un pastelero

—¿Sofie? ¿Estás lista para este paso? —Adam la miró—. Puedes decir que no, si…

—Estoy lista. De lo contrario no estaría acostada aquí en la cama, contigo encima de mí.

A pesar de sus palabras, Sofie miraba nerviosamente hacia la puerta del dormitorio. Se podía escuchar el murmullo sofocado del televisor en la parte de abajo y el ruido en la cocina donde se trabajaba de cara a las fiestas . Era diciembre y se disponían a celebrar la víspera de Navidad con el lado materno de la familia de Sofie. En una hora más o menos, la casa se llenaría de voces alegres y el aroma de los manjares propios del banquete de Nochebuena . Evidentemente, no era el mejor escenario para tener intimidad, pero Sofie no podía aguantar más tiempo.

Adam colocó un dedo debajo de su barbilla para hacer que ella le mirara a los ojos . Él sonrió con propósito.