Anno 36: los juicios contra Jesús - Jesús García Paredes - E-Book

Anno 36: los juicios contra Jesús E-Book

Jesús García Paredes

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La figura de Jesús despierta interés y curiosidad de creyentes, no creyentes y de quienes suscitan dudas sobre su existencia, comportamiento y enseñanzas. Este libro analiza, desde la perspectiva histórica y jurídica —no desde la tradición religiosa que nos han transmitido—, los hechos por los que Jesús de Nazaret fue juzgado, así como la realidad de los mismos, respondiendo, a su vez, a las preguntas que se han reiterado desde los orígenes del cristianismo: ¿fue un líder político y religioso?, ¿murió en la cruz?, ¿resucitó? En definitiva, estas páginas abordan el tema desde el punto de vista jurídico tras analizar evangelios y textos históricos sobre la realidad o no de su muerte en la cruz, y expone aspectos como la identificación de su familia, tribu, lugar de nacimiento y de muerte; sus pretensiones religiosas y políticas, el apoyo que recibió de los zelotas y por qué hechos fue juzgado por judíos y romanos. Con esta obra se pretende aportar una interpretación estrictamente jurídica que contribuya a clarificar las oscuridades sobre la figura de Jesús, sobre la que existen muchas discrepancias.

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Anno 36

los juicios contra Jesús

Jesús N. García Paredes

© Jesús N. García Paredes

© Anno 36: los juicios contra Jesús

Noviembre 2023

ISBN papel: 978-84-685-7942-9 ISBN ePub: 978-84-685-7941-2

Depósito legal: M-32719-2023

Editado por Bubok Publishing S.L.

[email protected]

Tel: 912904490

Paseo de las Delicias, 23

28045 Madrid

Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

A mi inocencia, Claudina,

que he procurado conservar a lo largo de mi vida,

y a la de los que me rodean.

Índice

Introducción

Primera parte El contexto histórico y religioso

1 Situación política y administrativa de Palestina

2 Grupos sociales y religiosos

3 La fiesta de la Pascua: Pésaj. La fiesta de los Tabernáculos: sukkot. La clave Melquisedec

4 El Templo: objetivo militar de los zelotas

Segunda parte Los protagonistas

5 Juan, el Bautista

6 Jesús y sus discípulos. Los padres y hermanos de Jesús

7 Jesús, mesias y rey

8 Jesús, el “profeta”

9 Jesús, el “jurista”

10 Jesús, el “sanador”

11 Jesús, el “mago”

12 Jesús, el “exorcista”

13 Pilato, el praefectus

14 Caifás, el sumo sacerdote

Tercer parte Organos judiciales judíos. Legislación judía y romana

15 El Sanedrín: composición y competencias

16 Infracciones penales y penas en la legislación judía

17 Delitos y penas en el Derecho romano

18 Principios jurídicos que regían el procedimiento judío

Cuarta parte Juicio religioso judío

19 Las detenciones de Jesús

20 El juicio religioso. Acusaciones

21 ¿Se respetaron los prncipios jurídicos en el juicio religioso?

Quinta parte El juicio romano

22 Juicio romano por motivos políticos y por motivos de delincuencia común

23 Jesús ante Pilato. Acusaciones: cambio del título de imputación. Entrada triunfal en Jerusalén. El incidente del Templo

24 Pilato defensor de la inocencia de Jesús. Barrabás: el liberado. Pilato amenazado. Sentencia

25 Camino al patíbulo: el Cireneo

26 Ordenación de la secuencia de hechos desde la detención hasta la crucifixión. Cumplimiento de las escrituras

27 Acti Pilati: ¿hechos y fundamento de la sentencia penal?

Sexta parte Ejecución de la pena de crucifixión. Enterramiento de Jesús. Otras cuestiones

28 La pena capital de crucifixión: modalidades. Modalidad aplicada a Jesús

29 Fecha y lugar de nacimiento. Fecha de la crucifixión de Jesús

30 Enterramiento. Desaparición del cuerpo de Jesús. Juliano, el “Apóstata”

31 Los hechos y enseñanza de Jesús durante su vida pública

Séptima parte Las últimas sospechas. La sucesión

32 La coronación

33 ¿Resurrección o reanimación?

34 La sucesión. Pedro: la “roca”. Juan y Santiago. Menahem: el “consolador”, el “discípulo amado”

35 Plan B: operación rescate

CONCLUSIONES FINALES

ILUSTRACIONES

CRONOLOGÍA

BIBLIOGRAFÍA

Primera parte El contexto histórico y religioso

1 Situación política y administrativa de Palestina

Para una mejor comprensión de la situación política y estructura administrativa de Palestina, se ha de hacer la siguiente precisión en relación con los antecedentes políticos previos, personajes políticos y religiosos de la época.

Después de la revuelta de los Macabeos (“Martillos”), en el contexto de la helenización de Palestina, provocada por Matatías y los amigos de la familia de los asmoneos, siendo rey Juan Hircano I (tercero y último hijo de Simón Macabeo, de la saga de los Macabeos), se formaron dos partidos judíos, que influirían en la vida política y religiosa de la región: los “fariseos” y los “saduceos”.

Los primeros, reclutados de entre los escribas, eran fieles a la tradición. Los segundos, procedentes de la clase sacerdotal, aristócratas y de gente adinerada, cuya influencia en los gobiernos, así como en los príncipes asmoneos y, posteriormente, con el ocupante romano, fue decisiva en toma de decisiones de gran influencia para la región.

La discrepancia entre ambos partidos lo era tanto a nivel religioso como político.

Con la muerte de Juan Hircano I (104 a.C.), etnarca y Sumo Sacerdote de Judea, le sucedieron dos de sus hijos: Judá, que adoptó el nombre griego de Aristóbulo (que reinó un año -104 a 103 a.C.- y estaba casado con Alejandra Salomé -76 a.C. a 67 a.C.-, que le sucedió, y era amiga del erudito fariseo, Simeón ben Shetach, con cuyo patrocinio y del Sanedrín emprendió grandes reformas en el ámbito de la enseñanza, acercándola a los pueblos y aldeas más reconditas del reino). Aristóbulo ordenó matar a sus hermanos, (entre ellos, a Antígono, el otro hijo sucesor de Hircano I, encarcelando a otros dos, de los que sólo sobrevivió Jonatán Alenjandro Janeo, quien le sucedió (entre 103 a.C. a 76 a.C.). Pretendió el favor de fariseos y saduceos, pero sin mucho éxito.

A Alejandro Janeo se sucedieron sus hijos Hircano II y Aristóbulo II, que se enfrentaron en una guerra de sucesión, en la que la irrupción de un judío idumeo, cuyo padre había sido gobernador de Idumea, conquistada por Hircano, fue decisiva en la resolución del conflicto. Se trataba de Antípatro (Antipater), fundador de la dinastía herodiana y padre de Herodes I el Grande. Y su influencia fue decisiva en la pugna de los hermanos, al lograr la intervención de Pompeyo como árbitro para resolver la discutida sucesión, pese la oposición de los fariseos, que no apoyaba a ninguno de los dos. Al final, intervino Roma con su ejército, quedando Judea incorporada a la provincia romana de Siria. Hircano II (62 a.C. a 40 a.C), bajo la protección de Antípatro, fue nombrado Sumo Sacerdote y etnarca regente.

Los dos hijos de Antípatro, Fasael y Herodes, fueron nombrados gobernadores administrativos reales. El primero, de Jerusalén; el segundo; de Galilea. Es decir, que tras la conquista de Jerusalén por Pompeyo en el año 63 a.C., el Senado romano nombra o impone como rey vasallo para toda Palestina a Herodes el Grande, que gobernó desde el año 37 a.C. al 4 a.C. Era idumeo y debió de convertirse al judaísmo para poder ser designado como rey de los judíos. Entonces, gobernaba en Roma el emperador Octavio Augusto (del 31 a.C. al 14 d.C.), mientras que cuando se produce la ejecución de Jesús, el emperador era Tiberio (del 14 d.C. al 37 d.C.)

A su muerte, le sucedieron tres de sus hijos, dividiendo el reino, pero Roma no los admitió en calidad de reyes, sino como gobernadores, quedando así dicho reparto:

•A Arquelao se le asignó Judea y Samaria., que gobernó desde el 4 a.C. hasta el 6 d.C. pues fue depuesto y desterrado a causa de su crueldad, nombrado Roma a un praefectus romano. El quinto fue Poncio Pilato que gobernó Judea desde el 26 al 37 d.C., en que fue depuesto. Flavio Josefo lo relata en Antigüedades de los judíos (Libro XVIII, Cap. IV, 1-2).

•A Herodes Antipas le fue asignada Galilea y Perea, gobernando desde el año 4 a.C. al 39 d.C. Padeció las denuncias de Juan el Bautista, por haber repudiado a su mujer y casarse con Herodías, que era mujer de su hermano Filipo, lo que, entre otras motivos, le costó a Juan Bautista su cabeza.

En los relatos evangélicos expuestos, se dice que Jesús fue llevado ante Herodes. El motivo era claro, ya que, cuando se produce la detención y condena de Jesús, Herodes se encontraba en Jerusalén para celebrar la Pascua, y al ser Jesús galileo, Pilato declinó su competencia para conocer de los hechos denunciados e imputados a Jesús en favor de la competencia de Herodes, a pesar de que se encontraba en un territorio del que no era gobernador.

•Y, por último, a Filipo le correspondió Iturea y Traconítide, que gobernó desde el 4 a.C. al 34 d.C.

Lucas nos describe la organización política y religiosa de Palestina, diciendo: “En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de Judea; Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y de Traconítida, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.” (3: 1).

Como consecuencia de la nueva organización administrativa romana y debido a su incorporación a la provincia romana de Siria, Judea gozó de un régimen especial, que consistía, entre otros beneficios, la liberación de la prestación del servicio militar a los judíos, así como ejercer cargos de magistratura; exoneración de rendir culto a los dioses romanos; atribución y mantenimiento de la competencia del Sanedrín para juzgar sobre litigios de carácter religioso, y, en casos excepcionales, dictar sentencia con imposición de la pena capital (como en los supuestos de profanación del Templo y de acusación de blasfemia).

Al frente del gobierno de Judea, y como consecuencia de que, en el año 6 d.C., (cuando es depuesto Arquelao, hjjo y sucesor de Herodes el Grande a petición del Sanedrín, y Judea pasa al control de Roma), se nombran a los praefectus, de rango ecuestre, y, por ello, un título militar, con atribuciones financieras y judiciales. Su residencia radicaba en Cesarea, no en Jerusalén.

Este dato explica la presencia de Pilato, durante el proceso de Jesús, en Jerusalén, pues, al igual que sucedió con Herodes Antipas, pasó la Pascua en Jerusalén, bajando desde Cesarea.

Pues bien, esta es la situación política y administrativa en el momento en el que se desarrollan los hechos de la vida pública de Jesús, hasta su crucifixión. (El mapa resultante es el que se recoge en Ilustraciones, Fig. 1).

Por último, recojo las referencias a Jesús de Flavio Josefo y los textos del Talmud en los que se hacen referencia a una serie de personajes con los que se ha querido encontrar cierto parecido o identidad con Jesús de Nazaret, y de otros historiadores.

Empiezo por el denominado y polémico (entre corchetes lo que se consideran como interpolaciones posteriores) Testimonium flaviorum, el relato de Flavio Josefo en el que cita a Jesús:

“Por estas fechas vivió Jesús, un hombre sabio, [si es que procede llamarlo hombre. Pues fue autor de hechos extraordinarios y maestro de gentes que gustaban de alcanzar la verdad]. Y fueron numerosos los judíos [e igualmente numerosos los griegos] que ganó para su causa. [Éste era el Cristo.] Y aunque Pilato lo condenó a morir en la cruz por denuncia presentada por las autoridades de nuestro pueblo, las gentes que lo habían amado anteriormente tampoco dejaron de hacerlo después, [pues se les apareció vivo de nuevo al tercer día, milagro éste, así como otros más en número infinito, que los divinos profetas habían predicho de él.] Y hasta el día de hoy todavía no ha desaparecido la raza de los cristianos, así llamados en honor de él”. (Capítulo XVIII, 3,3 párrafos 63 y 64, del libro Antigüedades judías).

En el Talmud, (תַּלְמוּד , talmūd, “instrucción, enseñanza»”), texto principal del judaísmo rabínico, (sustentado en la tradición oral, y que recoge desde el siglo III al V las discusiones doctrinales, costumbres, tradiciones, narraciones y leyendas del pueblo hebreo, tanto en su versión del Talmud de Jerusalén -Talmud Yerushalmi-, como el Talmud de Babilonia -Talmud Bablí-), no se hace una referencia concreta sobre Jesús de Nazaret.

Son muchos nombres que se repiten, correspondiendo a personas o personajes diferentes, y de diversas épocas. Así, el nombre usual de Yehoshua no escapa de esa reiteración, al igual que la utilización de la palabra ben, “hijo de”, en hebreo.

De esos nombres y su posible atribución a la persona de Jesús de los evangelios, figuran los siguientes personajes:

•Ben Stada, también conocido como Ben Pandira, su padrastro era Pappos Ben Yehuda, conocido en el Mejilta Beshalaj [Vaieji cap. 6] por su discusión doctrinal sobre la Torá con el rabino Akiva; rabino que murió en el año 134. Por esta razón temporal, no puede identificarse a Jesús con este personaje. En el Talmud aparece, primero, como practicante de la brujería, y segundo, como idólatra. (Talmud Sanhedrín 67a ).

•diálogo entre Rabbi Yehoshua Ben Perajiah y Yeshu, (Talmud Sanhedrín 107b, 47a Sotá). Este Yeshu se descarta porque vivió un siglo antes que Jesús de Nazaret.

•Yeshu y su ejecución (lapidado) por un tribunal judío (Talmud Sanhedrín 43a). Tampoco puede ser, pues Jesús de Nazaret fue crucificado.

•los cinco discípulos de Yhesu (Talmud Sanedrín 43a), ejecutados conforme a la Ley mosaica, cuyos nombres no se corresponden con los discípulos de Jesús según los texto evangélicos, por lo que se descartan que fueran los discípulos de Jesús de Nazaret.

•curación de un tal R. Elazar ben Damah por Ya’aqov (del pueblo Sejania) en nombre de Yeshu ben Pandira, (Tosefta Julím 2:23). Este es el caso más polémico, pues fundó su propia secta y tenía muchos seguidores, siendo acusado de hereje por los líderes judíos, pero la mayoría de los estudiosos de este personaje concluyen que no puede identificarse con el Jesús de los evangelios, al haber vivido en la primera mitad del siglo I a.C.

El historiador romano Tácito (56-118 d.C.) se hace eco de los cristianos en su obra Anales, como consecuencia del incendio de Roma en la época de Nerón, en el año 64, quien “para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos a los que el vulgo llamaba “crestianos”, [un grupo] odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo”.

También Plinio, el joven (112 d.C.) se refiere a los cristianos en una de las cartas dirigida al emperador Trajano (carta 96 del libro 10), en la que le pedía consejo, como Procónsul de Bitinia, sobre el trato que debía dispensar a los cristianos, a los que, por regla general, condenaba después de ser denunciados por sus prácticas religiosas.

El historiador romano Suetonio (70-140 d.C.) en su obra “Sobre la vida de los Césares”, menciona a los judíos expulsados de Roma que provocaban al ser incitados por un tal Chrestrus.

2 Grupos sociales y religiosos

Flavio Josefo en el Llibro XVIII, Capítulo I, de rúbrica “Quirino práctica un censo en Siria. Coponio, procurador de Judea. Oposición de Judas de Galilea. El sumo pontífice Joazar induce a los judíos a la obediencia”, nos describe los grupos religiosos y, en cierto modo, sociales, existentes en tiempos de Jesús, en el siguiente sentido:

“2. Desde muy antiguo había entre los judíos tres sectas filosóficas nacionales: la de los esenios, la de los saduceos y la tercera que se denominaba de los fariseos. Aunque hablamos de ellas en el segundo libro de la guerra judía, queremos ahora recordarlas en pocas palabras.

3. Los fariseos viven parcamente, sin acceder en nada a los placeres. Se atienen como regla a las prescripciones que la razón ha enseñado y transmitido como buenas, esforzándose en practicarlas. Honran a los de más edad, ajenos a aquella arrogancia que contradice lo que ellos introdujeron. A pesar de que enseñan que todo se realiza por la fatalidad, sin embargo no privan a la voluntad del hombre de impulso propio. Creen que Dios ha templado las decisiones de la fatalidad con la voluntad del hombre, para que éste se incline por la virtud o por el vicio. Creen también que al alma le pertenece un poder inmortal, de tal modo que, más allá de esta tierra, tendrá premios o castigos, según que se haya consagrado a la virtud o al vicio; en cuanto a los que practiquen lo último, eternamente estarán encerrados en una cárcel; pero los primeros gozarán de la facultad de volver a esta vida. A causa de todo esto disfrutan de tanta autoridad ante el pueblo que todo lo perteneciente a la religión, súplicas y sacrificios, se lleva a cabo según su interpretación. Los pueblos han dado testimonio de sus muchas virtudes, rindiendo homenaje a sus esfuerzos, tanto por la vida que llevan como por sus doctrinas.

4. Los saduceos enseñan que el alma perece con el cuerpo; y se limitan a la observancia de la ley. A su juicio es una virtud discutir con los maestros que se consideran sabios. Su doctrina sólo es seguida por un pequeño número, aunque son los primeros en dignidad. No realizan acto especial ninguno; si alguna vez llegan a la magistratura, contra su voluntad y por necesidad, se atienen a las opiniones de los fariseos, ya que el pueblo no toleraría otra cosa.

5. Los esenios consideran que todo debe dejarse en las manos de Dios. Enseñan que las almas son inmortales y estiman que se debe luchar para obtener los frutos de la justicia. Envían ofrendas al Templo, pero no hacen sacrificios, pues practican otros medios de purificación. Por este motivo se alejan del recinto sagrado, para hacer aparte sus sacrificios. Por otra parte son hombres muy virtuosos y se entregan por completo a la agricultura. Hay que admirarlos por encima de todos los que practican la virtud, por su apego a la justicia, que no la practicaron nunca los griegos ni los bárbaros, y que no es una novedad entre ellos, sino cosa antigua. Los bienes entre ellos son comunes, de tal manera que los ricos no disfrutan de sus propiedades más que los que no poseen nada. Hay más de cuatro mil hombres que viven así.

No se casan, ni tienen esclavos, pues creen que lo último es inicuo, y lo primero conduce a la discordia; viven en común y se ayudan mutuamente. Eligen a hombres justos encargados de percibir los réditos y los productos de la tierra, y seleccionan sacerdotes para la preparación de la comida y la bebida. Su existencia no tiene nada de inusitado, pero recuerda en el más alto grado la de los dacas, llamados los (Polistoe, ciudadanos).

6. Además de estas tres sectas, el galileo Judas introdujo una cuarta. Sus seguidores imitan a los fariseos, pero aman de tal manera la libertad que la defienden violentamente, considerando que sólo Dios es su gobernante y señor. No les importa que se produzcan muchas muertes o suplicios de parientes y amigos, con tal de no admitir a ningún hombre como amo. Puesto que se trata de hechos que muchos han comprobado, he considerado conveniente no agregar nada más sobre su inquebrantable firmeza frente a la adversidad; no temo que mis explicaciones sean puestas en duda, sino que al contrario temo que mis expresiones den una idea demasiado débil de su gran resistencia y su menosprecio del dolor. Esta locura empezó a manifestarse en nuestro pueblo bajo el gobierno de Gesio Floro, durante el cual, por los excesos de sus violencias, determinaron rebelarse contra los romanos. Estas son las sectas filosóficas existentes entre los judíos.”

Los galileos tenían una pésima reputación entre los judíos, que llamaban a la región como la “Galilea de los gentiles”; término peyorativo para referirse a los “no judíos”. A ello, se añadía la circunstancia de que era la cuna de los zelotas, que, en el lenguaje actual, sería el equivalente a “terroristas”, así como de la facción, denominada sicarii, precisamente, por el uso de la sica como arma distintiva de ataque y defensa.

En los evangelios se utiliza, tanto el término zeloata (“celoso”), como el de iscariote (que utilizaba la sica -sicario-), junto al de cananeo y el apellido o mote de Alfeo (“caudillo”), calificativos que acompañan a los nombres de los discípulos de Jesús, y que nos sirve de referencia para vislumbrar la tendencia política y religiosa de Jesús y el apoyo armado de estos grupos, que le sostenían y defendían en aquellas ocasiones en los que existía un riesgo para su persona, estando prestos a proteger a su líder: “Viendo los que estaban con él lo que iba a suceder, dijeron: «Señor, ¿herimos a espada? Y uno de ellos hirió al siervo del Sumo Sacerdote y le llevó la oreja derecha.” (Lc 22: 49-50; por ejemplo).

“Por aquellos días, se fue él al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles: A Simón, a quien puso el nombre de Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelota; a Judas de Santiago y a Judas Iscariote, que fue el traidor.” (Lc 6: 12-16).

En la citada obra de Flavio Josefo, se explica el motivo que da origen al surgimiento del grupo de los zelotas, informando:

“1. Entretanto Quirino, un senador que ya había ejercido todas las magistraturas y que luego de pasar por todos los grados honrosos obtuvo el consulado, además de haber ejercido otras dignidades, llegó a Siria, enviado por César, para administrar justicia en esta provincia y hacer el censo de los bienes. Lo acompañaba Coponio, de la orden ecuestre, para que quedara al frente de los judíos con plenos poderes. Quirino pasó a Judea, que había sido anexada a Siria, para llevar a cabo el censo de los bienes y liquidar los de Arquelao. Aunque los judíos al principio no quisieron acceder a la declaración, luego, por consejo del pontífice Joazar, dejaron de oponerse. Aceptando las razones de Joazar, permitieron que se hiciera el censo de los bienes.

Sin embargo, Judas, un gaulanita nacido en el pueblo de Gamalis, con la adhesión del fariseo Saduco, incitó al pueblo a que se opusiera. El censo, decían, era una servidumbre manifiesta, y exhortaron a la multitud a luchar por la libertad. Si tenían éxito, se aseguraban sus bienes; y en el caso de que lo tuvieran, conseguirían gloria y alabanza por la grandeza de su alma. Además la divinidad colaboraría en la obtención de estos designios, si emprendían grandes obras convencidos de su honorabilidad, y no dejaban nada de hacer para lograrla. Y en esta forma se aventuraron a algo sumamente temerario, pues sus palabras fueron aceptadas ávidamente. A causa de su predicación, no hubo desgracia que no provocaran, sumiendo al pueblo en infortunios con mucha mayor intensidad de lo que pueda imaginarse: guerras de violencia continua inevitable, pérdida de amigos que hacían más llevaderas las penas, acrecentamiento de los latrocinios, muerte de los mejores hombres, todo con el pretexto del bienestar común, pero en realidad con la esperanza de lucro personal.

Se originaron sublevaciones, y por su causa numerosos asesinatos, en parte entre la misma gente del pueblo, pues estaban tan enfurecidos unos contra otros que no querían ceder ante el adversario, y en parte también por la acción de los enemigos. A ello siguió el hambre, que llevó a extremos vergonzosos, con capturas y destrucciones de ciudades, hasta que el mismo Templo de Dios fue sometido al fuego del enemigo. Fué tan grande el afán de novedades que llegó a perder a aquellos que fueron sus causantes. Judas y Saduco, que introdujeron entre nosotros la cuarta secta filosófica y contaron con muchos seguidores, no solamente perturbaron al país con esta sedición, sino que pusieron las raíces de futuros males con un sistema filosófico antes desconocido. Quiero decir algo sobre el particular, tanto más cuanto que la adhesión de la juventud a esta secta causó la ruina del país.”

También en los Hechos de los Apóstoles se recuerda la existencia de los sicarios o terroristas, según la traducción, al decir: “¿No eres tú aquel egipcio que levantaste una sedición antes de estos días, y sacaste al desierto cuatro mil hombres sicarios? (21:38).

“Saduco” es el cohen fariseo Sadoc. Este dato es significativo, pues sirve para comprender la relación de Jesús con este grupo religioso, incluso, para entender el pensamiento religioso de Jesús, muy cercano al de los fariseos. Así lo relata Mateo:

“Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen.” (23: 1-3).

Incluso, fueron muchos los fariseos que se convirtieron: “Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, se levantaron para decir que era necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés.” (Hch 15:1).

La ideología religiosa de los zelotas era la misma que la de los fariseos; eran fariseos militantes, si bien, eran la rama más radical. Cumplían estrictamente la Ley escrita y la tradición oral y eran ortodoxos e integristas en la interpretación de la Ley, todo, con la finalidad de instaurar el reino de Dios en Israel; por ello, política y religión estaban íntimamente, dirigiendo su beligerancia tanto contra el ocupante romano como contra los judíos, fuera por su falta de religiosidad, fuera por su colaboración con el invasor romano (caso de los saduceos). Las normas sobre la pureza e impureza contenidas en el Levítico (11 a 17) eran parte de su código de actuación religiosa; pureza que se extendía al Templo, como puso de relieve Jesús en el incidente del Templo, pues sólo acataban u obedecían a Dios y a la Ley.

También debo referirme a los “samaritanos” por la mención en los evangelios de determinados encuentros de Jesús con personajes de Samaria, incluso, de sus estancias esporádicas en esa región.

El odio de los judíos hacia ellos estaba motivado, primero, porque no los consideraban verdaderos judíos por su mezcla con otras gentes de países invasores; segundo, porque, únicamente, aceptaban a Moisés como profeta y no reconocen la tradición oral del Talmud, ni el libro de los Profetas, ni el de los Escritos pues se regían, exclusivamente, por el Pentatéuco: los cinco libros de la Torá. Y tercero, porque habían erigido el Templo, tras el regreso de la cautividad en Babilonia, en el monte Garizim (al que nos referiremos, citando a Flavio Josefo).

Como se cuenta en el libro de Josué, los samaritanos acogían a los forajidos de Judea (20:7; 21:21), y, en tiempos de Jesús, a refugiados de la justicia, criminales, violadores de las leyes judías y excomulgados por el Sanedrín. Esto lo conocía Jesús, y sirve para explicar sus huidas a Samaria, en donde, según los evangelios, era conocido y reconocido.

En los textos evangélicos se utilizan los términos de “malhechores” y “ladrones”, a propósito del inicio de las acusaciones contra Jesús y del entorno de sus discípulos.

La palabra griega utilizada por los evangelistas es “lestes”. En el diccionario griego, λῃστής significa tanto ladrón como a la persona que pertenece a un grupo de bandidos, como afirma Flavio Josefo: “Una nueva especie de bandidos surgió en Jerusalén: los sicarios” (2, 254), como una facción de los “zelotas”. Estos “bandidos”, además de dedicarse al pillaje, también eran considerados como sublevados contra Roma. A Barrabás se le identifica con este término, e, incluso, el propio Jesús en Getsemaní se queja del trato que recibe cuando es apresado, como si de un ladrón se tratara.

Cuando Jesús es crucificado, a cada lado se ajusticia a un “ladrón”, que sufren la misma condena, es decir, que fueron juzgados en el mismo proceso judicial, como confirma el llamado “buen ladrón”, al defender a Jesús de los insultos del otro ladrón, crucificado con ellos, diciéndole: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena?” (Lc 23:40).

Se trata de Dimas y Gestas, según el Protoevangelio de José de Arimetea y el Evangelio de Nicodemo. Dimas es un nombre griego y significa “compañero”. Puede ser que se trate de “dimacairo” (di, dos, y machairi, espadas), es decir, de un alias. Según Lucas, cuando estaba Jesús en Getsemaní con los suyos y ante el eminente enfrentamiento, algunos discípulos le dicen: “«Señor, aquí hay dos espadas.» Él les dijo: «Basta.» (22:38). Y lo mismo puede suceder con Gestas, cuya etimología puede tener relación con el arma que utilizaban los “sicarios”: la sica, espada más corta.

3 La fiesta de la Pascua: Pésaj. La fiesta de los Tabernáculos: sukkot. La clave Melquisedec

FIESTA DE LA PASCUA

La Pascua judía, pésaj (en hebrep פסח, “salto”) es una festividad de primavera, que conmemora un hecho importante para los judíos: la liberación del pueblo hebreo con su salida de Egipto.

Su institución se recoge en Éxodo:

“Yahvé dijo a Moisés y a Aarón en el país de Egipto: «Este mes será para vosotros el primero de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la comunidad de Israel: El día diez de este mes cada uno tomará una res por familia, una res por casa.” (12: 1-3).

En este versículo se detalla el ritual para su celebración. También, el Deuteronomio (16:1) se dedica a esta festividad (“Guarda el mes de Abib y celebra en él la Pascua en honor de Yahvé tu Dios, porque fue en el mes de Abib, por la noche, cuando Yahvé tu Dios te sacó de Egipto”), como a la festividad de los “Ázimos”.

El ritual, en esencia, lo constituye el seder (“orden”), que es una fiesta familiar religiosa en la que se reúnen familiares y amigos durante las dos primeras noches de la fiesta, que incluye, entre otros actos, las bendiciones sobre la comida y el vino, con explicación de los símbolos de la Pascua, cantos y comidas; todo ello, conforme al orden prescrito en el libro de la Pascua: la Haggadah, (“contar”, en hebreo).

La comida y la hora de su celebración está regulada (Lev 23: 5 y Núm 28:16), fijándose al anochecer, a la salida de la Luna, al comienzo del día 15 Nisán (mes de abril); el día judío va de anochecer al siguiente anochecer.

Por ello, si nos ajustamos a las normas reguladoras de la festividad de la Pascua, la llamada “última cena” de Jesús con sus discípulos, tanto por los alimentos que toman como por sus comensales, no puede calificarse como una “cena pascual”, sino una cena normal pues los hechos y el momento en el que se producen después, como veremos, se corresponden con una operación de asalto a Jerusalén y a su Templo.

Pues bien, la celebración de la Pascua en Jerusalén, conllevaba la concurrencia de multitud de peregrinos. En tiempos de Jesús, se calculaban en unos cien mil peregrinos, a los que hay que añadir a los pobladores de Jerusalén, unos cincuenta mil.

Esta fiesta y este dato tienen trascendencia para apreciar su impacto social, así como la imperiosa necesidad de la adopción de medidas de seguridad ciudadana; lo que se imponía, con más razón, con la entrada multitudinaria de Jesús en Jerusalén y de la repercusión del incidente en el Templo.

Por último, debo señalar que Jesús celebró más de una Pascua durante su vida pública.

FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS

Otra de las grandes e importantes fiestas de peregrinaje era la fiesta de los Tabernáculos, en hebreo sucot, סֻכּוֹת o סוכות, sukkōt, que significa “cabañas” o ‘tabernáculos”, que se celebraba desde el 15 al 22 del mes hebreo Tishrei (mes de septiembre), con una duración de siete días.

El Levítico recoge esta fiesta ordenada por Yahvé: “El día quince de ese séptimo mes celebraréis durante siete días la fiesta de las Tiendas en honor a Yahvé. El día primero habrá reunión sagrada y no haréis trabajo servil alguno.”

Durante siete días ofreceréis manjares abrasados a Yahvé. El día octavo tendréis reunión sagrada y ofreceréis manjares abrasados a Yahvé. Es día de asamblea solemne: no haréis en él trabajo servil alguno” (23: 34-36).

En ese capítulo del Levítico se regulan los complementos de esta festividad (39-44), entre los que destaca el siguiente:

“El primer día tomaréis frutos de los mejores árboles, ramos de palmera, ramas de árboles frondosos y sauces de las riberas; y os alegraréis en la presencia de Yahvé, vuestro Dios, por espacio de siete días” (23: 40).

También la recoge el Deuteronómio (16: 13-15). Lo curioso de esta fiesta era la reunion de solo varones de Israel, lo que nos sirve de apoyo para afirmar que la llamada “última cena” no era la cena pascual, en la que se reunía toda la familia sin distinction de géneros. Esta es la fiesta que Jesús y sus discípulos cumplieron en el mes de septiembre del año 35 d.C., lo que confirma el incidente con la higuera estéril (mes en el que la hjiguera produce higos) y con la que Jesús hace coincidir su entrada triunfal en Jerusalén, siendo recibidos con los “ramos de palmera”, como señala el Levítico. Juan lo confirma, al decir: “Pero se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Y le dijeron sus hermanos: «Sal de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, pues nadie actúa en secreto cuando quiere ser conocido. Si haces estas cosas, muéstrate al mundo.” (Jn 7: 3-4).

Por eso, los acontecimientos judiciales, que luego analizo, no sucedieron en la festividad de la Pascua de ese año 35. Es en la Pascua del año 36, cuando se “apresa” a Jesús por el incidente del monte de los Olivos, y al estar ya juzgado y condenado (unos cuarenta días antes), pero huido, es presentado a los autoridades judías y la romana para su identificación y para ejecutar la condena de crucifixion, en lo que se tardó, apenas, 48 horas.

SACERDOCIO A LA MANERA DE MELQUISEDEC

La idea del Rey-Sacerdote estaba muy extendida por Oriente:

“Lo ha jurado Yahvé y no va a retractarse: «Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec”( Sal 110: 4).

“adonde entró por nosotros como precursor Jesús, hecho, a la manera de Melquisedec, sumo sacerdote para la eternidad.” (Heb 6: 20).

“Pues bien, si la perfección se alcanzara por el sacerdocio levítico -pues de él recibió el pueblo las leyes-, ¿qué necesidad había ya de que surgiera otro sacerdote a la manera de Melquisedec, y no «a la manera de Aarón»? (Heb 7: 11).

“De hecho, está atestiguado: Tú eres sacerdote para la eternidad, a la manera de Melquisedec.” (Heb 7: 17).

En mi opinión, esta es la clave que encierra el pensamiento político y religioso de Jesús, según se desprende de la lectura piadosa de los textos evangélicos, y como se puede apreciar en los pasajes de la pasión.

Pablo lo enfatiza en Hebreos, al decir:

“Todo esto es mucho más evidente aún si surge otro sacerdote a la manera de Melquisedec, que lo sea, no por ley de sucesión carnal, sino por la fuerza de una vida indestructible. De hecho, está atestiguado: Tú eres sacerdote para la eternidad, a la manera de Melquisedec. De este modo queda abrogado el precepto precedente, por razón de su ineficacia e inutilidad, ya que la Ley no llevó nada a la perfección, como introducción a una esperanza mejor, por la cual nos acercamos a Dios” (7:15-19).

En sus primeras manifestaciones públicas ese dualismo es notorio, como veremos.

También en Hebreos se insiste sobre el nuevo sacerdocio a la manera de Melquisdec y la derogación o abrogación del sacerdocio a la manera de Aarón: “Pues bien, si la perfección se alcanzara por el sacerdocio levítico -pues de él recibió el pueblo las leyes-, ¿qué necesidad había ya de que surgiera otro sacerdote a la manera de Melquisedec, y no «a la manera de Aarón»? Porque, cambiado el sacerdocio, necesariamente se cambian las leyes. Pues aquel de quien se dicen estas cosas, pertenece a una tribu, de la cual nadie sirvió al altar. Y es bien manifiesto que nuestro Señor procede de Judá, una tribu que no menciona Moisés al hablar del sacerdocio.” (7: 11-14)

Como supuesto heredero de la estirpe David, Jesús tenía derecho al trono frente a la familia idumea de los Herodes, hacendo pública sus pretensiones, y así lo entendieron los suyos.

Y, como tal, pretendió, primero, unir en un único reino a Galilea, Samaria y Judea, y, segundo, unir la dinastía sacerdotal en una sola familia tras la muerte de Juan el Bautista. Pero esa pretensión sacerdotal chocaba de lleno con la clase sacerdotal de su tiempo, lo que constituía para Anás y Caifás un atentado directo contra la Ley de Moisés, pues imponer ese sacerdocio suponía cambiar la Ley e instaurar una nueva alianza en la persona de Jesús, lo que era no sólo insostenible sino una herejía, que minaba los principios de la ley mosáica.

Esa pretensión de Jesús es mantenida y seguida por Pablo, que, en el fondo, odiaba a los judíos, a pesar de su intento de integración en el seno de dicho pueblo y del movimiento de los apóstoles. Y lo consiguió al desplazar la Ley judía y sustituirla por la Ley de Cristo, y el Templo y las sinagogas por la ecclesia, pues como predicaba Jesús, lo importante es el templo interior, que en 1 Pedro, se recuerda de nuevo: “también vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo” (2: 5).

Desde luego, Caifás, desde el punto de vista religioso, tenía motivos serios para actuar contra Jesús.