Aprender con las ciudades - Maravillas Rojo Torrecilla - E-Book

Aprender con las ciudades E-Book

Maravillas Rojo Torrecilla

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Beschreibung

Este libro recoge reflexiones y experiencias que hemos compartido con las ciudades iberoamericanas durante los últimos quince años. Las ciudades nos interrogan a diario y, al responder, comprobamos que cada respuesta enlaza con nuevas preguntas, y ni se acaban los interrogantes ni las respuestas son sencillas y únicas. Pero en todas ellas damos por bueno un común denominador: si la ciudad no se piensa, la gente sufre la improvisación. Pensar la ciudad con y para la ciudadanía es entender dónde estamos, adelantar lo que viene y definir el futuro común. Para alcanzar las metas, elegimos las estrategias adecuadas sobre urbanismo, economía y empleo, cultura e identidad, sanidad, transparencia, educación, seguridad, imagen urbana, valores que se han de compartir y participación, entre otros aspectos. La estrategia se concreta en proyectos, los cuales se implementan con la complicidad de los pobladores. Agradecemos muy especialmente la presentación de Joan Clos, exdirector de ONU-Habitat, y el prólogo del urbanista Alfonso Iracheta, director general del centro EURE de México, así como las reflexiones de Juan Mari Aburto, alcalde de Bilbao (España); Carmen Saldías, exdirectora de planeamiento de Bogotá (Colombia); Paúl Granda, exalcalde de Cuenca (Ecuador); Juan Carlos Rojo, exdirector del IMPLAN de Culiacán (México); Aníbal Gabiria, exalcalde de Medellín (Colombia); Rodolfo Suárez, alcalde de Mendoza (Argentina); Eneko Goia, alcalde de San Sebastián / Donostia (España), y Joan Clos, exalcalde de Barcelona (España), en torno a sus proyectos y a otras cuestiones que ayudan a interpretar las transformaciones de mejora de sus ciudades.

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Maravillas Rojo - Pedro Acebillo

APRENDER CON LAS CIUDADES

Estrategias para ganar el futuro

Presentación a cargo de Joan Clos

Prólogo a cargo de Alfonso Iracheta

Colección Horizontes

Título: Aprender con las ciudades. Estrategias para ganar el futuro

Primera edición (papel): junio de 2019

Primera edición (epub): abril de 2021

©Maravillas Rojo, Pedro Acebillo

©De esta edición:

Ediciones Octaedro, S.L.

C/ Bailén, 5 – 08010 Barcelona

Tel.: 93 246 40 02

[email protected]

www.octaedro.com

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN (papel): 978-84-17667-38-2

ISBN (epub): 978-84-18615-88-7

Imágenes de la cubierta:

Proyecto: Passeig de Sant Joan-Barcelona / Lola Domènech-arquitecta.

© fotografía contracubierta: Adrià Goula

Diseño y realización: Editorial Octaedro

A quienes, pensando la ciudad con la gente, construyen un futuro mejor.

Índice

Presentación de Joan Clos

Prólogo de Alfonso Iracheta

Introducción

PRIMERA PARTE ¿Qué hemos aprendido?

1.Conviene pensar la ciudad para no condenar a la ciudadanía a la improvisación

2.La calidad de vida es una cesta de valores con mínimos para todos y todas

3.El conocimiento es información que, incorporada a un eslabón de alguna cadena de valor, añade valor que la organización podrá cobrar

4.Pensamiento, plan y proyecto son tres palancas de la estrategia para pensar la ciudad y mejorar la calidad de vida de la ciudadanía

5.La estrategia urbana requiere concurrencia: entre distintos sectores municipales, con la iniciativa privada, con las distintas administraciones y en el ámbito metropolitano

6.Lo que la ciudadanía percibe, valora y puede apoyar de la estrategia local son los proyectos estratégicos

7.Los proyectos que transforman la realidad y mejoran la calidad de vida implican cambios culturales

8.Hay que diseñar y gestionar los proyectos estratégicos con gobernanza y liderazgo local, implicando a todos los actores, para y con la ciudadanía

9.Las ciudades aprenden si comparten el conocimiento de sus proyectos en red

10.Los estrategas urbanos tienen por oficio generar la complicidad precisa para posicionar la ciudad y mejorar la calidad de vida de la ciudadanía

11.Necesitamos ciudades con alma que promuevan y compartan valores y que generen y distribuyan oportunidades

12.La ciudad inclusiva formaliza los asentamientos informales, valora lo diverso, gobierna para todo el mundo y define la estrategia con mirada femenina

13.Es tiempo para la innovación social

14.El espacio público democratizador facilita la participación ciudadana y genera seguridad y equidad si se mantiene y dinamiza

15.Apostamos por ciudades densas con usos mixtos del suelo

16.La acupuntura urbana puede hacer urbanismo de alto impacto y bajo coste

17.La movilidad sostenible da prioridad al peatón

18.La solución de la corrupción y la violencia urbana debe implicar a todos y todas, con una institucionalidad que complemente la cárcel y la acción policial con estrategias de transparencia y solución pacífica de conflictos

19.La ciudad glocal, sea grande o pequeña, gana desarrollando su potencial endógeno y llevándolo al mundo global

20.Hay que saber comunicar la estrategia

SEGUNDA PARTE Botones de muestra para aprender observando modelos

BARCELONA (ESPAÑA)

Espacio público y paisaje urbano en Barcelona

Joan Clos - Alcalde de Barcelona

BILBAO (ESPAÑA)

La transformación del Bilbao metropolitano

Juan Mari Aburto - Alcalde de Bilbao

BOGOTÁ (COLOMBIA)

Institucionalizar la transparencia y la seguridad: crónicas y fragmentos del proceso

Carmenza Saldías Barreneche - Secretaria de Hacienda y Planeación de la alcaldía de Bogotá

CUENCA (ECUADOR)

Cuenca, ciudad sostenible

Paúl Granda - Alcalde de Cuenca

CULIACÁN (MÉXICO)

Culiacán, hacia otra movilidad

Juan Carlos Rojo - Director del IMPLAN de Culiacán

MEDELLÍN (COLOMBIA)

Ciudades para la vida, la experiencia de Medellín

Aníbal Gaviria - Alcalde de Medellín

MENDOZA (ARGENTINA)

Formalizar los asentamientos informales: la integración de los barrios Flores y Olivares

Rodolfo Suarez - Alcalde de Mendoza

SAN SEBASTIÁN / DONOSTIA (ESPAÑA)

Donostia / San Sebastián, ciudad glocal

Eneko Goia Laso - Alcalde de Donostia

TERCERA PARTE Reflexiones compartidas

1.Gobernanza urbana del cambio climático

2.Innovar en tiempos de cambio

3.Metodologías y herramientas de la OPEU

4.Espacios urbanos neoterciarios

5.En busca del alma urbana

6.Construir la ciudad con y para la ciudadanía

7.Nuevos retos para el futuro urbano

8.Movilidad sostenible

9.Espacio público y paisaje urbano

10.Ciudades glocales, activas por el empleo

EPÍLOGO Aprender observando modelos

Presentación

JOAN CLOS

Alcalde de Barcelona (1997-2006), director ejecutivo de ONU-Habitat (2010-2018)

Desde la recuperación de la democracia, el Ayuntamiento de Barcelona, con sus sucesivos alcaldes a la cabeza, no ha dejado de contribuir a los lazos con las ciudades latinoamericanas, con las que ha establecido un gran número de intercambios y relaciones, debido, sobre todo, a los vínculos históricos y culturales existentes entre ambas comunidades. Por ello, es un gran honor para mí poder presentar este libro, que recopila la reflexión de tantas ciudades amigas sobre temas que me son especialmente queridos y cercanos, como la urbanización y el espacio público, la gobernanza, la sostenibilidad, la seguridad, la transparencia, lo local y lo global y tantas otras cuestiones sobre las que hemos pensado, discutido y construido juntos.

Una reflexión de quince años cruciales, en los que se han producido cambios transcendentales a nivel tecnológico, científico, cultural, de conciencia medioambiental y de conciencia social, de nuevos retos como el terrorismo global o las migraciones. Incluso el modelo de familia ya no es el mismo. Nuestro mundo y nuestras sociedades han cambiado en estos quince años y nos hemos tenido que adaptar, a ritmo vertiginoso, a todas estas transformaciones.

También hemos tenido que adaptar nuestras ciudades, que se han convertido en laboratorio de estos retos y donde hemos aprendido e intercambiado experiencias con tantas ciudades amigas de América Latina. Esta relación estrecha nos ha permitido trabajar unidos, anticiparnos a los problemas, construir y compartir vivencias y afectos. Juntos hemos intentado crear ciudades vivibles, solidarias, empáticas, con valores y principios que las hagan capaces de afrontar los desafíos y las amenazas, pero también las oportunidades, que nos ha traído el siglo XXI.

En general, las ciudades de Latinoamérica mantienen muchas necesidades de desarrollo, lo que a su vez también supone una gran oportunidad para llevar a cabo y mejorar una urbanización de mayor calidad que ayude a reforzar las opciones de crecimiento y prosperidad económica de estos países, dentro de una economía del siglo XXI basada en los servicios. De ahí que sea básico invertir en las ciudades, y es que la inversión pública en las ciudades latinoamericanas es una asignatura pendiente. Se ha de invertir, igual que se invierte en infraestructuras, pues la inversión urbana, dada la evolución de la economía mundial, pasa a ser tan estratégica como lo son los aeropuertos.

Más del 80 % de la población de América Latina y el Caribe vive en ciudades, lo que convierte esta región en la más urbanizada del mundo. Esta área exhibe los rasgos de una urbanización consolidada, donde el principal desafío ya no es resolver los problemas de la rápida transición mundo rural - mundo urbano, sino mejorar la calidad de vida, cerrar las brechas de la desigualdad y lograr la sostenibilidad en sus ciudades. El futuro sostenible de América Latina y el Caribe está íntimamente ligado a una urbanización sostenible, y la ciudad debe ser vista como objetivo prioritario de cara a una estrategia de cambio estructural progresivo.

En la medida en que la economía latinoamericana, como todas las del mundo, se mueve hacia la economía postindustrial de servicios, desarrollar servicios de valor añadido constituye una necesidad imperiosa para tener un crecimiento más saludable. Y en esa economía, la ciudad tiene un papel fundamental, ya que es el lugar, el terreno, donde los puestos de trabajo de este sector económico de futuro crecen.

Desde las páginas de este libro quiero hacer un reconocimiento especial y poner en valor la tarea que han realizado tanto Pedro Acebillo como mi querida Maravillas Rojo a lo largo de estos años de trabajo por y para el municipalismo iberoamericano. Su labor de tantos años es fundamental para comprender la evolución de las ciudades y los quiero animar a seguir trabajando para construir ciudades más pacíficas, democráticas y sostenibles, a fin de conseguir mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Barcelona, diciembre de 2018

Prólogo

ALFONSO IRACHETA

Investigador del Colegio Mexiquense en Estudios Urbanos y Ambientales y director general del Centro EURE: Estudios Territoriales y Políticas Públicas (México)

Prologar un libro es harto difícil. No eres el escritor y, por ello, no puedes conocer en profundidad los motivos, conocimientos y propósitos de quienes lo han escrito. Eres un invitado a opinar sobre el contenido del libro o sobre sus circunstancias y las de los autores. Si bien esto ofrece un gran margen de acción, al mismo tiempo te compromete a la hora de decir algo sustantivo que alcance el alto nivel intelectual del libro.

En este contexto, he decidido escribir sobre las circunstancias del contenido del libro que nos ofrecen Maravillas Rojo y Pedro Acebillo por dos razones. La primera es que el libro reseña sus aprendizajes, experiencias y vivencias sobre el desarrollo de las ciudades, al compartir conocimientos con colegas urbanistas, funcionarios públicos y líderes políticos y sociales de América Latina y la península ibérica a lo largo de tres lustros, teniendo como plataforma los congresos, talleres formativos y encuentros del Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano (CIDEU) que se han realizado en ciudades latinoamericanas y españolas.

La segunda razón es que siendo latinoamericano, mexicano y urbanista, me parece fundamental decir mi verdad sobre los tópicos que dan cuerpo y contenido a este libro.

Vayamos a la primera y partamos del sentido original del CIDEU: crear una red de ciudades para pensar y prever su futuro de la mano de sus ciudadanos y de sus autoridades locales. Un gran objetivo, sin duda, si consideramos el contexto de la urbanización en América Latina: pensemos que es la región más urbanizada del mundo y que ha alcanzado este récord de manera muy poco organizada y más bien con muy baja sostenibilidad ambiental y con gran desigualdad socioespacial.

Buena parte de los gobiernos de la región han diluido e incluso abdicado de su responsabilidad de coordinar, orientar y controlar los procesos territoriales y de urbanización, de modo que los mercados han asumido decisiones de localización de buena parte de las funciones urbanas y de los usos del suelo en las ciudades y metrópolis.

En general, son limitadas las políticas públicas claramente integrales y con visión de largo plazo que logran transformaciones sustantivas.

Muy pocos ciudadanos participan efectivamente en las decisiones de políticas públicas y desarrollos privados que afecten de manera directa a sus comunidades.

Ante estas condiciones, pensar la ciudad desde el CIDEU ha sido un esfuerzo por entenderla integralmente, como un objeto de estudio y de intervención estratégica, es decir, orientada a lo importante, a lo causal, para superar sus grandes retos y para transformarla en favor de las siguientes generaciones; y esto, a partir de una visión socialmente compartida, que reconozca la ciudad como el lugar para el buen vivir y para la construcción de una sociedad más justa y sostenible: ciudad con alma, ciudad inclusiva.

Los ejemplos que aparecen en este libro evidencian el tamaño del esfuerzo, los logros alcanzados y también las limitaciones de las intervenciones, ante la magnitud de los retos a que se enfrentan nuestras ciudades.

Comento ahora la segunda razón. Las ciudades de América Latina, a diferencia de las ya consolidadas de la vieja Europa, son espacios en permanente construcción, no solo por la relativa juventud de sus explosivos procesos de urbanización contemporánea, sino por ser recipiendarias de los grandes cambios globales que han impactado el siglo XX y que se agudizan en el XXI.

De acuerdo con la OCDE, ONU-Habitat y otras organizaciones multilaterales, el siglo XXI ya es el de las grandes metrópolis y el de las migraciones, y, como nos advierten nuevamente el Panel Internacional sobre Cambio Climático y el secretario general de las Naciones Unidas, nuestro siglo es también el de las transformaciones de la ecología, la biodiversidad y el clima.

Lo sorprendente para muchos es que buena parte de los gobiernos, nacionales y locales, del subcontinente latinoamericano y los mercados de alto impacto en los patrones de urbanización y en el funcionamiento de las ciudades no alcanzan a comprender la inmensa responsabilidad de las ciudades en el bienestar de las personas, en la productividad de las economías nacionales y en la sobrevivencia de la biodiversidad y de los valores ambientales.

La responsabilidad de las ciudades en el crecimiento y productividad de la economía de las regiones, e incluso de las naciones, es cada día mayor, ya que el producto interno bruto en varios países de la región latinoamericana es mayormente urbano, por lo que podemos asociar directamente los indicadores económicos nacionales a los procesos urbanos y a la eficiencia del funcionamiento de las ciudades. Ello implica que ciudades inequitativas, insustentables, ineficientes y poco funcionales afectan de forma directa a las economías de sus naciones.

Más de ocho de cada diez latinoamericanos habitan en ciudades y, crecientemente, en grandes metrópolis; la movilidad de personas del campo a las ciudades y de países pobres a otros menos pobres o bien ricos es el resultado, también, de la ausencia o insuficiencia de políticas urbanas de empleo, de igualdad de oportunidades, de seguridad o de acceso a equipamientos sociales.

Las ciudades son responsables de entre el 40 % y el 70 % de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI), y en ellas destacan dos grandes procesos: la movilidad y los transportes alimentados con combustibles fósiles, junto con los cambios de uso del suelo, a los que se agregan los provocados por la deforestación, la agricultura «moderna y de monocultivos», la ganadería y la extracción de minerales e hidrocarburos; casi todo esto, para alimentar principalmente a las ciudades.

También destaca la promoción de políticas de «automovilización» a tasas anuales superiores a 7 %, así como la construcción de millones de viviendas sociales en conjuntos cerrados y lejanos de los centros urbanos y el desarrollo prioritario de infraestructura vial para los coches y no para los peatones o los transportes públicos.

Si a esto le agregamos que los más pobres siguen viviendo al margen de los beneficios de la urbanización, en periferias cada vez más alejadas de los centros de las ciudades y carentes de casi todo, tenemos un panorama en el que todavía prima la desigualdad, el desorden espacial y la muy baja sostenibilidad socioambiental.

El papel del Estado en estos procesos ha sido central, por su acción directa a través de políticas y proyectos de orden público o por su inacción, por medio de estrategias de «dejar hacer y dejar pasar».

Llama la atención, en este sentido, la cesión gubernamental a los mercados (inmobiliario, financiero y constructor) para que tomen con muy amplia libertad múltiples decisiones de localización urbana, con la promesa de que los problemas que estos mercados generan ellos mismos los pueden resolver, aunque la expansión difusa, desigual, desordenada e insustentable de buena parte de nuestras ciudades no ofrezca evidencias de ello. Destaca también la responsabilidad gubernamental cuando deja pasar procesos de ocupación territorial por parte de los grupos sociales más pobres, quienes, ante la ausencia de oferta de suelo habitacional por parte de los mercados formales y las agencias gubernamentales de suelo y vivienda social, se han asentado donde han podido, para acabar adquiriendo en los mercados informales/irregulares/ilegales —más que invadiendo— un pedazo de suelo donde edificar la vivienda familiar.

Este panorama exige de los actores sociales nuevas visiones, aportaciones e intervenciones colaborativas y corresponsables con sus gobiernos, principalmente locales, en las decisiones que afectan la vida de las comunidades urbanas.

La razón fundamental de esta exigencia es que buena parte de los gobiernos, no obstante sus buenas intenciones y su compromiso con un desarrollo urbano sostenible, han perdido históricamente capacidades, recursos y poder, frente a la agudización de los retos de sus ciudades; y muchos de ellos se han alejado de su responsabilidad pública y han asumido posiciones «empresarialistas» (D. Harvey dixit) que el modelo neoliberal ha impuesto.

Por ello, las organizaciones que asumen una responsabilidad ciudadana y social ante los grandes problemas urbanos son fundamentales para estudiar y debatir, a fin de entender la ciudad, su gente y su circunstancia, y para ser las correas de trasmisión que permitan a más ciudadanos y a sus organizaciones colaborar corresponsablemente con los gobiernos —sobre todo locales— para gestionar e intervenir en los ámbitos y los espacios de las ciudades que exigen atención.

Enhorabuena por este libro, clave para que las experiencias y buenas prácticas acumuladas se repliquen a la velocidad que nuestras ciudades de América Latina reclaman. Desde mi pequeño y humilde espacio, mantengo mi compromiso con la ciudad justa, productiva, ordenada y sustentable y reitero mi reconocimiento solidario y amistoso a Maravillas Rojo y Pedro Acebillo.

Lerma (México), diciembre de 2018

Introducción

Aunque este libro está escrito a cuatro manos, ha sido pensado por muchas personas. Recoge reflexiones y experiencias, es decir, es el resultado de compartir el conocimiento y la praxis de todos aquellos con los que hemos dialogado sobre las ciudades iberoamericanas.

El recorrido comenzó en el año 2004, cuando en la Asamblea Anual del CIDEU (Centro Iberoamericano de Desarrollo Estratégico Urbano), en Río de Janeiro, aceptamos el compromiso de transformar el Centro Iberoamericano de Ciudades, que quería pensar y prever el futuro de sus ciudades, en una red que permitiera colaborar y avanzar más intensamente. Y de hacerlo con la participación de los actores urbanos y de la ciudadanía, concretando el futuro en planes estratégicos. Ahora, al compartir nuestras reflexiones resumimos quince años de aprendizajes y experiencias, de vivencias y afectos.

El CIDEU nació en 1993 de la mano de Pasqual Maragall, a la sazón alcalde de la Barcelona postolímpica, y de diecisiete alcaldes de diversas ciudades iberoamericanas que querían anticipar el futuro de sus ciudades para mejorar la calidad de vida de sus pobladores. Once años después, el mundo dejaba de ser analógico y avanzaba en la transformación digital. Al recibir la responsabilidad de dirigir la organización, acordamos convertirla en una red digital de ciudades.

Como todos los cambios culturales, ese fue un gran reto, pero no fue el único. Los desafíos eran tan variados como apasionantes. Con perspectiva podemos resaltar algunas de las cuestiones que hemos abordado durante estos años:

– Pensar la ciudad para la gente, pero hacerlo con la ciudadanía.

– Concretar los planes en proyectos estratégicos.

– Pensar estrategias para construir el medio y el largo plazo cuando se vive en una situación de cambio permanente.

– Complementar la planificación y el planeamiento que se ocupan de la ordenación del espacio urbano.

– Abordar los cambios culturales.

– Afrontar la necesidad de hacerse glocal.

– Resolver la contradicción de pensar estrategias a medio plazo, cuando los mandatos no suelen superar los cuatro años.

– Plantearse si para definir lo estratégico es preciso contar con la oposición, para evitar que quienes vengan detrás desarticulen proyectos pensados para ganar a medio y largo plazo.

– Incorporar todo el potencial de lo público y de lo privado a la construcción de ciudad.

– Sumar a favor de la ciudadanía las decisiones, a veces contrapuestas, que pueden tomar las administraciones que gobiernan distintos niveles de un mismo territorio y que disponen de competencias y recursos para cambiar la realidad urbana.

– Lograr la inclusión de las personas mayores, los recién llegados, las mujeres, los niños, los que habitan en asentamientos informales o los que tienen capacidades distintas, a fin de que puedan ejercer el derecho de todas y todos a la ciudad.

– Reformular la energía, la movilidad o la recuperación del espacio público con un sentido democratizador.

– Definir qué papel debe jugar el paisaje urbano para armonizar la vida de la gente, de forma que se comparta su belleza y se contribuya a la sostenibilidad.

– Pensar cómo construir ciudades más transparentes y pacíficas, que tengan valores, que sean capaces de educar y de ser educadas.

Y podríamos seguir enumerando más cuestiones que nos han preocupado y emocionado a lo largo de estos años.

Nunca hemos respondido solos. Hemos conseguido la participación de muchas personas, con las que, además de contribuir decisivamente al avance de los proyectos, hemos fraguado un vínculo muy especial. Ellas, además de experiencias inolvidables, han sabido generar afectos que se suman a los que veníamos cultivando desde hacía años, resultantes de nuestra relación con las ciudades iberoamericanas. Desde frentes diferentes, tenemos una larga trayectoria de construcción de estrategias y de implicación apasionada con América Latina que nos ha marcado profundamente, que nos ha dejado la huella de la amistad duradera y transformadora de quienes nos hemos encontrado en nuestro caminar por Latinoamérica.

Maravillas, desde que en 1995 se incorporó con el alcalde Pasqual Maragall al equipo de gobierno de la ciudad de Barcelona, y más adelante con Joan Clos. Doce años de trabajo con el encargo de promover la economía de la ciudad y de presidir Barcelona Activa, la agencia de desarrollo local, que ha sido fuente de apasionantes aprendizajes y vinculaciones con ciudades de América Latina, de proyectos compartidos y la razón de la participación en el CIDEU desde el año 2001.

Pedro, desde que inició la andadura en América en 1970 cooperando durante tres años en las selvas del Petén, en Guatemala, con los colonos trasladados desde el sur del país a los ríos Pasión y Usumacinta por el presidente Méndez. Durante las décadas finales del siglo pasado, y desde el área de formación para el empleo del Ministerio de Trabajo español, ha participado en cuarenta misiones de cooperación técnico-formativa en los diversos países de Iberoamérica.

Por experiencia, vocación y convicción, nos interesa y compromete construir y compartir estrategias y proyectos para transformar y mejorar la calidad de vida de la ciudadanía. Nos transforma vitalmente poder trasladar de unas ciudades a otras las vivencias en torno al tratamiento integral del agua y el paisaje de Cuenca, en Ecuador; el sentido que ha tenido haber sabido dar continuidad a los proyectos integrales de las sucesivas alcaldías en las comunas de Medellín, o su capacidad para convertir un basurero en parque; la transformación de las villas del sur de Buenos Aires desde el punto de vista de la inclusión; intentar regenerar las ladrilleras de los barrios de Durango; convertir en una laguna reguladora de avenidas pluviales la charca de Chapulco en Puebla; la transformación integral de Rosario, Bilbao o Barcelona; la recuperación de las lagunas de Concepción; la extraordinaria integración del asentamiento informal en Mendoza con la ciudad formalizada; la transformación del puerto de Málaga y del sistema vial de Zaragoza; las escaleras amarillas en las arenas de los asentamientos humanos de Lima; los barrios de verdad de La Paz, y tantos proyectos más que podríamos relatar y con los que conformamos una base de datos sin precedentes para compartir conocimiento y aprender por observación mutua de modelos.

En este libro recordamos a las personas, que son las verdaderas protagonistas por haber hecho posibles los proyectos. Y, entre ellas, a las más de seiscientas que nos hemos encontrado a través de la Universidad Corporativa que construimos en el CIDEU. Han sabido convertir un medio frío y distante, como es un campus virtual, en una herramienta entrañable y amiga, que deja huellas difíciles de olvidar. Aplicando la metodología del aprendizaje por modelos, hemos aprendido a conocernos y a querernos como grupo que aprende y enseña, a descubrir conocimientos y destrezas y a reforzar las actitudes que son necesarias para ejercer el oficio de estratega urbano, a valorar lo que realizan las otras ciudades con y para su ciudadanía y a descubrir una buena forma de aprender en tiempos de cambio.

Como en el viaje a Ítaca, en el proceso de pensar las ciudades es importante lo que encontramos al llegar, pero también el propio viaje, el camino recorrido. Un mundo globalmente urbano necesita ciudades más pacíficas, inclusivas, democráticas, sostenibles, glocales y capaces de innovar y regenerarse. Y eso hay que conseguirlo para mejorar la calidad de vida de todas y todos, repartiendo las oportunidades y dando la mano a quienes se queden en la cuneta. Para que todos podamos ejercer el derecho que tenemos a la ciudad, hay que pensarla con la gente. No es fácil, pero acá ponemos con nuestras cuatro manos un grano de arena y sumamos, agradecidos, la arena que aportan quienes participan desde la perspectiva de su ciudad a la playa de nuestras reflexiones.

PRIMERA PARTE

¿Qué hemos aprendido?

A mediados de la primera década del siglo, acompañamos a las ciudades organizadas en red en su proceso de pensamiento estratégico para que, cuanto antes, toda la ciudadanía ejerza su derecho a la ciudad. Las ciudades comparten la idea de que solo si se piensa y planifica el futuro urbano con la gente, mejorará su calidad de vida. Se trata de definir estrategias sobre urbanismo, economía y empleo, cultura e identidad, sanidad, educación, imagen urbana, valores de la ciudad y otros factores, para hacer ganadora a la ciudad a medio plazo, además de aplicar tácticas para resolver los problemas diarios.

Con las ciudades de la red, hemos intentado responder a algunas de las muchas preguntas formuladas. Al hacerlo comprobamos que ni se acababan las preguntas ni las respuestas eran sencillas y únicas. Pero podemos generalizar una respuesta que no suele fallar: si la ciudad no se piensa, la gente sufrirá la improvisación.

Las páginas que siguen son un resumen de algunas de las respuestas que hemos desenredado. Las compilamos bajo el concepto de veinte aprendizajes, pero han sido muchos más. No son aprendizajes teóricos. Los hemos escogido porque comprobamos que las ciudades que los han aplicado han mejorado la vida de la gente. Pero tampoco son recetas mágicas. Las ciudades tienen alma, ese duende que nos obliga a estar en construcción y vigilancia permanente, que genera el equilibrio entre gobernanza y liderazgo institucional, que acierta al seleccionar e impulsar los valores adecuados, así como a generar oportunidades y a repartirlas para que todas las personas puedan ejercer su derecho a la ciudad. Les dejamos, sin más, con los aprendizajes seleccionados.

1. Conviene pensar la ciudad para no condenar a la ciudadanía a la improvisación

Es estratégico pensar el futuro de las ciudades, a fin de no condenar a la ciudadanía a la improvisación. Pensar la ciudad ha sido el eje transversal de los aprendizajes que durante quince años hemos compartido con numerosas ciudades iberoamericanas y con muchas personas activamente implicadas en el diseño e implementación de las estrategias urbanas.

Porque pensar la ciudad, pensar el futuro que queremos para lograr la mejora de la calidad de vida de la ciudadanía, nos permite construir el futuro de la ciudad con y para la gente.

Pensar la ciudad con las metodologías e instrumentos adecuados puede lograr que, más allá de la planeación que estructura el espacio urbano, se incorporen objetivos para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía.

Hemos aprendido que la estrategia es una declaración de intenciones que define cómo queremos ver nuestra ciudad a medio y largo plazo, así como que el pensamiento estratégico urbano es la reflexión que permite tomar decisiones aplicando criterios contrastados con la experiencia para alcanzar la posición ganadora del futuro. Porque no ganaremos el futuro copiando el presente, pero lo perderemos si no conocemos y aprendemos de sus aciertos y errores. Y esta relación entre reflexión y acción que compone el pensamiento estratégico la hemos entendido como un movimiento continuo y dialéctico.

En la época de cambios constantes e irreversibles en que vivimos, constatamos que es aconsejable ser flexibles a la hora de interpretar y aplicar la planificación de la ciudad a largo plazo. Eso nos ha conducido a incorporar el concepto dinámico de «pensar» la ciudad, junto al más estático de «planificarla», procurando la compatibilidad de ambas ideas.

El pensamiento de la ciudad va más allá de la formulación de los lineamientos estratégicos genéricos en los que se suele agotar la planificación estratégica, y facilita formular proyectos estratégicos que permitan a la ciudadanía mejorar su calidad de vida y comprobar los beneficios derivados de haber pensado la ciudad con tiempo. Los proyectos hacen posible planificar con flexibilidad, sin improvisar; por ello, los planes a largo plazo requieren proyectos a corto plazo.

Transitar del concepto y la gestión de la planificación estratégica urbana hacia un proceso de pensamiento estratégico de la ciudad que conduzca al impulso de proyectos estratégicos concretos ha producido cambios muy significativos tanto en el diseño como en la gestión de dichos procesos.

El pensamiento estratégico nos orienta a entender el entorno y sus dinámicas, a configurar el escenario, a reflexionar sobre las acciones diferenciales que se han de realizar para posicionar la ciudad a medio plazo, valorando la experiencia y aplicando la intuición para innovar en las respuestas.

Pensar la ciudad requiere actuar con concurrencia y gobernanza, pasa por concretar la acción formulando proyectos que nos den una idea de la relación entre coste y beneficio, de los indicadores necesarios para evaluar el progreso, de la agenda y su gestión y de los aprendizajes que todos necesitaremos hacer para alcanzar la posición prevista.

Hemos compartido que la planificación estratégica implica no solo avanzar hacia un objetivo preestablecido, sino que nos permite hacerlo transformando, a su vez, la realidad de la ciudad y, en la medida de lo posible, la de su entorno, de manera que esta ciudad se encuentre progresivamente en mejor disposición para alcanzar nuevas metas y superar nuevos retos en el futuro. Es la naturaleza transformadora, de cambio intencionado, la que resulta inherente al adjetivo estratégico aplicado a la planificación y la gestión urbana.

La gobernanza con liderazgo, la visión de futuro, la capacidad de planificar con concurrencia, la concreción en proyectos y una buena comunicación son elementos que guardan relación con la capacidad de la ciudad y de sus actores para organizarse en pro de un futuro mejor.

Hemos conocido muchas ciudades que se piensan, que observan tendencias, imaginan el impacto de los cambios, incorporan conocimiento de otras ciudades, se inspiran, construyen nuevos escenarios, conciertan acuerdos, diseñan y concretan proyectos. Estas nos muestran que el camino de pensar la ciudad es posible y resulta ganador.

Pensar la ciudad que queremos para vivir, así como la posición que queremos alcanzar a medio y largo plazo, es un buen comienzo para lograrlo. Al pensar lo urbano y formular la estrategia elegimos el camino para llegar del escenario conocido, al escenario previsto, sabiendo que ese escenario no depende solo de nosotros, sino que también estará determinado por las transformaciones del entorno y por la situación global.

Hoy, pensar estratégicamente requiere voluntad para repensar la manera de pensar las ciudades a la luz de los nuevos paradigmas urbanos. Porque hoy las ciudades viven en contextos de mayor complejidad que requieren de mayor colaboración y transversalidad, en los que surgen nuevas formas organizativas, demandas de participación y herramientas tecnológicas que inciden en quiénes y cómo se piensa la ciudad, y sobre las cuales cabe seguir profundizando, sin olvidar que nuestro objetivo es pensar la ciudad para lograr un futuro mejor para todos y todas.

2. La calidad de vida es una cesta de valores con mínimos para todos y todas

La calidad de vida es un concepto polisémico, multivariable, de reciente uso, muy utilizado con poca precisión, que se asocia a cierto nivel de bienestar. A su vez, el bienestar tiene su propio significado, tanto en lo que se refiere a la situación de bienestar percibido como al «estado del bienestar» en su acepción sociopolítica. Distinguimos, pues, la calidad de vida del concepto nivel de vida, el cual se conforma considerando variables de carácter estrictamente económico.

Sobre la calidad de vida podemos decir que tiene una dimensión objetiva y otra subjetiva y que está compuesta por un conjunto de variables relacionadas con el tipo de desarrollo y las características del entorno donde se ubica la ciudad.

Por razones de disponibilidad estadística y por extensión, se suelen homologar a la ciudad los indicadores de calidad de vida que se establecen para el Estado o la nación. Pero algunas ciudades han establecido su propio marco para definir el concepto, hacen sus propias mediciones y las comparten con la ciudadanía, para estimular la mejora de la situación de ciertos indicadores y para justificar las inversiones y actuaciones prioritarias en determinados ámbitos de carácter social o territorial de la ciudad.

Sin sentido de exclusividad, hemos seleccionado diez vectores que figuran entre los más aceptados en las ciudades con las que hemos compartido conocimiento en estos últimos quince años: salud, vivienda, alimentación, empleo, seguridad, educación, paisaje y medioambiente, movilidad, espacio público y participación, y servicios públicos. Cada uno de estos vectores de la calidad de vida dispone de uno o varios indicadores, de tipo objetivo o subjetivo, como se ha señalado, que permite medir la evolución del vector y, si es posible, comparar la situación entre ciudades, cuando su entorno sea comparable.

Por eso, definimos la calidad de vida como una cesta de valores indiciados, es decir, medibles respecto al conjunto de variables de la calidad con que cada ciudad trata de responder a los intereses de su ciudadanía.

En el caso de la salud, el indicador aceptado por todo el mundo es la esperanza de vida, entendida como «los años que un recién nacido llegará a vivir si el patrón de mortalidad por edades en el momento de su nacimiento siguiera inalterable a lo largo de toda su vida». Es trágico tener que reconocer que un infante, por el hecho de nacer en una ciudad, va a vivir hasta treinta años menos que si hubiese tenido la suerte de nacer en otra. En el caso de la salud se utilizan otros indicadores complementarios, como los índices de mortalidad infantil, la distribución de la mortalidad según patologías o el número y características de los accidentes laborales, que nos ayudan a comprender y elaborar estrategias para mejorar la calidad de vida en un rubro tan significativo para todos.

En relación con la vivienda y el hábitat, las ciudades están tratando de cualificar y dimensionar los asentamientos informales de manera prioritaria. En segundo lugar, los asentamientos formales pero carentes de servicios, agua corriente, suministro de energía, alcantarillado y recogida de residuos, y urbanización del barrio. En tercer lugar, los asentamientos formales susceptibles de procesos de mejora, ya sea por inadecuación de las viviendas, por mala calidad de algunos servicios o por deficiencias del espacio público o del paisaje urbano. Se debe tener en cuenta que en la calidad de los servicios del paisaje y del espacio público la responsabilidad recae sobre las administraciones, mientras que las características de la vivienda son, en general, responsabilidad de los pobladores, aunque eso dependa de la titularidad de las viviendas.

La calidad de vida vinculada a la alimentación necesita que la ciudad genere y gestione información sobre la malnutrición. Por su causa, en el mundo 800 millones de personas mueren de hambre y 1800 millones de personas sufren de obesidad. Cuando hablamos de malnutrición, nos referimos a una mala nutrición por causas diversas: comer muy poco, comer mucho, combinar mal los alimentos, ingerir alimentos sin valor nutricional o tomar alimentos contaminados.

El empleo es la base del proyecto personal, factor clave de integración social y la base económica donde sustentar la familia. La calidad de vida de quien lo busca y no lo encuentra es mala. En la cesta de la calidad de vida lo medimos con el índice de desempleo, entendido como el porcentaje de personas que se manifiestan desempleadas con respecto a la población activa, o con la tasa de paro, entendida como el número de personas que buscan empleo y así se lo han manifestado a la Administración.

El valor que tiene la seguridad para la ciudadanía lo conocen bien quienes la pierden. Hay indicadores cuantitativos y cualitativos que reflejan la importancia de la actividad delictiva, secuestros, robos, extorsiones, asesinatos en sus distintas modalidades, estafas y otros delitos, que pueden darse con impunidad y con o sin connivencia en la dicha impunidad. Dado su grave impacto en la población, vale la pena considerar de modo específico la seguridad del tráfico, con detalle de las causas de los accidentes, y la violencia de género, esa plaga que azota a las ciudades y que debemos combatir con más compromiso, denuncia y educación.

La educación nos construye y discrimina como personas. Está de balde intentar ahora defender la importancia que tiene para el devenir de la ciudad y para el futuro individual y colectivo de la ciudadanía el hecho de tener la suerte de vivir en una ciudad que se preocupe y ocupe en ser educadora y educada. Hemos aprendido que la educación es una herramienta política de primera magnitud y que, por esa razón, se escamotea que la ciudad ejerza responsabilidades, salvo la de asear y, en ocasiones, construir los colegios, sobre un sistema que es determinante para su calidad de vida. Pero, a pesar de las dificultades, la ciudad debe incorporar y diseñar estrategias en función de lo que resulte de analizar tres tipos de indicadores: 1) respecto a la extensión y alcance del sistema educativo en todos niveles, con especial incidencia en la tasa de alfabetización, enseñanza básica y alfabetización digital; 2) respecto a la relación entre el sistema educativo y el productivo, y 3) respecto a los procesos didácticos, el perfeccionamiento y la actualización del profesorado, así como al resultado en términos de aprendizaje.

Descubrir la importancia del paisaje urbano en la calidad de vida de la ciudadanía y, en especial, encontrar las vinculaciones de este con el medioambiente y el futuro de la humanidad sobre la Tierra, es uno de los aprendizajes que más hemos de agradecer a las ciudades, de los muchos con los que nos hemos beneficiado a lo largo de estos años.

El paisaje urbano es un bien colectivo que administra la corporación municipal y cuyos usos privados deben satisfacer las correspondientes tasas. La buena gobernanza del paisaje urbano permite combinar los usos públicos y privados, la permanencia o temporalidad de los usos, las prácticas de señalización y publicidad, etc. Es necesario que quien contamine o deteriore el paisaje urbano pague. Y quien use cables o tubos deberá costear su integración paisajística. La buena gestión del paisaje urbano requiere seguridad jurídica, para lo cual es necesario que las ordenanzas del paisaje estén consensuadas y recogidas con vinculación a los instrumentos de gestión urbana.

Algunos indicadores de calidad del paisaje, como los metros cuadrados de zona verde por habitante, los indicadores de la polución del aire y de la calidad del agua, o el porcentaje de zona 30 o peatonal en relación con la totalidad de la trama vial permiten tomar medidas estratégicas para que la ciudad y el planeta sean más habitables.

La ciudad que permite moverse a pie, en bicicleta o en transporte público presenta una mejor calidad de vida que la que obliga a moverse utilizando el automóvil privado. El tráfico en las ciudades es un mal que afecta a toda la ciudadanía, que es aceptado sin discusión por las personas como si se tratara de un peaje obligado por habitar en la ciudad.

En muchas ciudades hemos oído decir que la movilidad que tenemos se ha basado en el automóvil porque lo hemos querido así, lo cual no significa que no pueda y deba ser de otra manera. Que podemos comenzar inmediatamente a escribir otro futuro, compartiendo un plan de movilidad sostenible en el que el objetivo no sea moverse, sino acceder, donde la calle sea de todos los pobladores y el automóvil no secuestre el espacio público. Hay que pensar y hacer la ciudad de las personas, no de los autos. Ello supone priorizar la movilidad eléctrica; hacer limpio, complejo y denso el uso del suelo; facilitar la movilidad peatonal, en bicicleta y en transporte público, y proceder, por fin, a plantear el cambio cultural que nos reeduque, informe y motive.

El indicador de la evolución de la distribución de modos de transporte, así como la distribución anual del gramaje de las partículas contaminantes contenidas en el aire que respiramos, y el seguimiento cuantitativo del espacio público urbano rescatado del automóvil para potenciar formas blandas de conectividad, sea en el sentido peatonal, de carril bicicleta, para carril bus-VAO o en zona de tráfico pacífico, ayudan a reconocer los avances en la sustitución de la movilidad no sostenible por otra más saludable, más amable para el medioambiente y más democrática.

Otro vector transmisor de calidad de vida es el espacio público y, con él, la implantación de una institucionalidad permeable a la gobernanza ciudadana y a la participación que permita asegurar la transparencia, el gobierno no solo para, sino con la gente, la formación de conciencias críticas, y el pensamiento compartido de la ciudad que queremos. Hemos aprendido que nuestras ciudades necesitan más espacio público, a veces liberando el que han secuestrado los automóviles, así como gestionar mejor el ya creado para que sea democratizador y escuela de participación.

El espacio público que queremos democratizador lo será si la mayoría de la población lo disfruta, informa, opina, expresa y comparte con libre acceso y diversidad, y si en él se producen y comparten productos culturales para tratar asuntos como el cambio climático, la igualdad de género, la búsqueda de la identidad propia y la asunción de la de los otros, el hecho de pensar la ciudad, cómo combatir la corrupción, la violencia y la impunidad, y la voluntad de hacer ciudades amables para la gente mayor, entre otros.

Las características de cada ciudad ayudarán a decidir qué tipo de indicadores son los idóneos para significar la situación cuantitativa y cualitativa, así como su evolución, respecto a la existencia de espacio público con capacidad para mejorar las condiciones democráticas de la ciudadanía.

Los servicios públicos es el último de nuestros vectores que dejará indicadores en la cesta de valores de la calidad de vida. Nos referimos a los servicios de agua corriente y potable, energía, alcantarillado y recogida de residuos sólidos, alumbrado público, disponibilidad distribuida o centralizada de Internet y asfaltado del espacio público, aceras y calles. Desde el punto de vista de los indicadores, cada ciudad creará los que se precisen para constatar de modo objetivo la existencia de los servicios referidos.

Además, se requerirán indicadores para plantear estrategias relacionadas con el reciclaje del agua y los residuos sólidos, con la situación de la población y la pobreza energética y con la generación y consumo de energías alternativas.

3. El conocimiento es información que, incorporada a un eslabón de alguna cadena de valor, añade valor que la organización podrá cobrar

Llamamos aprendizajes productivos a los que de forma genérica sirven para aprender a producir y a los que, en concreto, ayudan a mejorar el desempeño de los profesionales en su puesto de trabajo. Son aprendizajes vinculados al dominio de ciertos conocimientos, a la adquisición de destrezas y habilidades manuales e intelectuales y al sostenimiento y refuerzo de las actitudes convenientes para realizar de manera excelente las tareas profesionales.

Tenemos que distinguir el concepto de «el conocimiento», entendido como un cierto tipo de información, del de «los conocimientos», que entendemos como las construcciones mentales que la humanidad ha ido generando, acumulando y transmitiendo a través de su historia.

Nos interesa el primer concepto, el que considera el conocimiento como una información, propia de las organizaciones, que cuando se incorpora a un eslabón de alguna cadena de valor de aquella organización añade valor que la organización puede cobrar como haya decidido hacerlo. Si la salud es uno de los valores de la cesta de valores de la calidad de vida de una ciudad, y hemos decidido medirla por la esperanza de vida, hay una información capaz de añadir valor incorporada en el eslabón de edad del recién nacido que alcanza hasta los dos años de edad. La información es que se ha comprobado que un plan correcto de vacunación alargará la vida del niño. Esa información se convierte en conocimiento cuando aprendemos a incorporarla correctamente a la cadena de salud. Al incorporar las vacunas, se producirá un aumento de la esperanza de vida, que la sociedad cobrará en forma de «años de vida», que es la forma como había decidido hacerlo.

Al proceso de identificar qué información produce valor añadido en una cadena de valor que nos interese, de incorporarla en el eslabón adecuado, de verificar el valor añadido producido y de cobrarlo, lo llamamos gestión del conocimiento. Al aplicar la gestión del conocimiento en el ejemplo anterior, podremos saber cuántos años se han añadido a la esperanza de vida de una población por el hecho de haber vacunado a los niños. Y a los aprendizajes derivados de ese proceso los llamamos aprendizajes productivos. El asunto es cómo orientarse para encontrar las fuentes donde reside esa información y cómo gestionar el proceso para que dicha información termine el ciclo, es decir, produzca el valor añadido deseado.

Hemos aprendido que, en el caso de las ciudades, la información que interesa, gracias a su facilidad para convertirse en conocimiento, reside en el proyecto modélico, y en ciertas buenas prácticas, y que podemos observar con propósitos de aprendizaje. Los proyectos modélicos son proyectos estratégicos que han producido determinados resultados de los cuales podemos aprender y que son susceptibles de observación y análisis.

Partimos del supuesto de que observar con el propósito de aprender es parte de la metodología más natural de aprendizaje de todos los seres humanos, ya que hemos aprendido así habilidades tan complejas como aprender a hablar el idioma materno o a caminar erguidos. Los modelos pueden ser reales o virtuales, y ambos ofrecen ventajas e inconvenientes específicos. A veces el modelo real es muy accesible. Otras, para que sea accesible, hay que virtualizarlo. En el formato digital podremos hacer abstracción del tiempo y del espacio, observar modelos que por su situación o coste son inaccesibles en su forma real, añadir información complementaria a la secuencia de actividades del modelo, ver cómo cada parte de la secuencia del trabajo que observamos se integra en el todo, resaltar los puntos clave de la secuencia o entrar en contacto con expertos, metodólogos, supervisores, tutores, compañeros de aprendizaje, etc.

Además de ser accesible, el modelo debe aportar información adecuada, hacerlo según la legalidad vigente y salvaguardando los derechos de terceros.