Arraigados solo en Él - Silvia Relinque Feijóo - E-Book

Arraigados solo en Él E-Book

Silvia Relinque Feijóo

0,0
4,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

¿Deseas una auténtica felicidad? ¿Quieres crecer en aceptación, amor, alegría y capacidad de perdón? ¿Te atreves a sustentar tu vida solo en Jesucristo? Déjate abrasar por su entrañable misericordia, hasta que poco a poco este fuego de su amor te transforme internamente, y se contagie en lo pequeño, en personas de tu entorno, en las realidades cotidianas, en lo que toque vivir, ya sea agradable o adverso, esperado o inesperado. Silvia Relinque Feijoo escribe esta obra desde su experiencia, como testimonio del amor de Cristo. Son reflexiones para ser meditadas; vivencia hecha palabra, palabra que ojalá acampe en tu corazón y dé mucho fruto a tu alrededor.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 144

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



© Editorial Santidad, 2021

www.editorialsantidad.com

[email protected]

Fotografía de portada de la editorial Santidad

Todos los derechos reservados. Queda rigurosamente prohibido, bajo las sanciones establecidas en las leyes, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra que solo puede ser realizada con la autorización del autor.

ISBN: 978-84-18631-18-4

Depósito legal: CS 708-2020

Y ahora dice así Yahveh, tu Creador: «No temas, te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. Si pasas por las aguas, yo estoy contigo, si por los ríos, no te anegarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá en ti. Porque yo soy Yahveh, tu Dios, tu Salvador. Eres precioso a mis ojos, eres valioso, y yo te amo. No tengas miedo, que yo estoy contigo».

Isaías 43, 1-5

ÍNDICE

Presentación

1. Agradecidos siempre

2. Vivirse sediento

3. Ternura que no termina

4. También el otro es hijo de Dios

5. Tu amor en nuestros vacíos

6. Consciente de mi poca fe

7. ¿Me permites estar contigo, Señor?

8. Elegirte siempre

9. Tomando la cruz

10. Pongámonos en pie

11. Que se haga tu voluntad y no la mía

12. Tiempos para buscarte y descubrirte

13. Soltando amarras para seguirte

14. Dando de lo que Tú me has dado

15. Pequeñas obras

16. Estemos alegres, alegres en el Señor

17. Adorándote incondicionalmente

Presentación

Querido lector, pongo a tu disposición esta pequeña obra con el deseo de compartir contigo una grata experiencia de encuentro en la que puedas hallar cierto alivio, apoyo o consuelo en momentos de prueba, de dificultad, dolor, angustia o verdadera fragilidad.

Tengo la experiencia de que en todos los grandes oleajes de mi vida, el Señor no me ha fallado nunca. Su mano siempre ha estado, y sigue estando, abierta y disponible a que me agarrara a Él, y era yo la que, creo que sin saber, me sustentaba en Jesús desde muy niña y encontraba la paz que solo su presencia y su infinita bondad es capaz de darnos.

Desde pequeña siempre ha habido en mí un deseo profundo, casi innato, de complacerle en todo, y no porque me lo inculcaran intencionadamente en casa, aun perteneciendo a una familia cristiana, sino como algo que surgía en mí espontáneamente, como algo más grande que yo misma. Y cuál fue mi sorpresa cuando hace unos años escuché esta frase: «Los deseos del corazón son presagios de Dios al alma; Dios te hará desear lo que Él te quiera regalar».

Empecé a entender que los anhelos de Dios, que siempre he tenido en mi vida, y los tempranos deseos de tener siempre presente a Jesús y a Nuestra Madre, se han ido convirtiendo a lo largo de la vida en verdaderos regalos inesperados. He llegado a experimentar que al desearlos tanto y con tanta intensidad, ellos mismos se ofrecen desinteresadamente. Si realmente los deseamos y les damos espacio en nuestra vida, en nuestros pensamientos, diálogos, añoranzas o preocupaciones, Jesús y María se dan a ti y a mí. Quizá no nos dan cosas materiales, como a veces quisiéramos, sino que se dan a sí mismos, dan Su persona y Su Presencia, su corazón, sus actitudes, un saber ser y un saber hacer, un saber estar en medio de la vida cotidiana con todo lo que estar en ella conlleva, desde la sencillez y su misericordia.

Mi experiencia ha sido como si el mismo Jesús, por su infinita bondad, se hubiera acercado delicadamente a mí, y como a la samaritana, me hubiera dado de beber de esa agua fresca de vida nueva y eterna, que sacia toda nuestra sed y llena todos nuestros vacíos.

Estos regalos o perlas preciosas que el Señor pone en mí, como en toda mujer y hombre anhelantes de amor, no me los puedo quedar sino que he de ponerlos a tu disposición. Me hace muy feliz ofrecértelos. Dios sabe que deseo ser un pequeño frasco de perfume que se rompa, desde el amor, para que otros exhalen su olor, para que a otros les pueda llegar algo del aroma a felicidad que nace del encuentro con nuestro buen amigo Jesús y con nuestra Madre. Por experiencia tan solo permaneciendo en ellos, en su gracia, nos basta.

Como verás, el título de esta obra alude a una invitación respetuosa y amable a transitar y navegar por los caminos de esa auténtica felicidad que reside cuando nos sustentamos en el Señor, aunque no entendamos nada. Como dice san Pablo en la carta a los Colosenses 2, 6-7: Arraigados en Él, dejaos construir y afianzar en la fe que os enseñaron, y rebosad agradecimiento.

En mi caso puedo decir que con la gracia del Señor me he agarrado siempre y en todo a Él y que, en sus manos, me he sentido sostenida. Como habrás experimentado, la vida, en sí, es un viaje por alta mar que pretende llegar a algún destino y, a veces, las olas que nos llegan son tan grandes que desmoronan de arriba a abajo nuestra barca, nuestro proyecto, lo que creíamos nos daba sentido a la existencia. De ahí surgió esta obra, con el ánimo de que en aquello que parece desmoronar nuestra vida, nos mantengamos firmes en la fe, arraigados solo en Él, con su fortaleza y con su gracia.

Cada capítulo de esta obra se presenta en forma de virtudes a ir cultivando, en forma de dones, de actitudes, a modo disposiciones internas necesarias para transitar y atravesar oleajes, tinieblas, tempestades, desiertos, pruebas y gozos. Es tan solo reconocer, vivencialmente, que sin Él todo combate es absurdo, y muy al contrario, con Él todo desafío merece la pena ser afrontado y tiene sus frutos espirituales, si nos orientamos adecuadamente en la vida eligiendo siempre lo que Dios nos dice. Recordemos las palabras del Señor: «Sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5).

Quizá, dejándonos acariciar por lo que de aquí se desprenda, o lo que a ti te llegue, es ya un giro en nuestra forma de estar en el mundo —desde otro lugar— aunque sigamos haciendo las mismas cosas de siempre. Quizá surjan pequeños gestos que podamos dejar de herencia a nuestros pequeños como semillas que ir esparciendo e ir sembrando en nuestros entornos comunitarios, sociales y profesionales.

Nos encontraremos en el inicio de esta obra con una pequeña oración Con ayuda de tu Gracia, como una disposición primera de petición y reconocimiento de que sin ella nada es posible. Nos damos cuenta de que nosotros solos, no podemos. Es su Gracia la que nos impulsa, estimula, inspira, nos salva, nos sana, acaricia, abraza, late en cada uno de los poros de nuestra piel; y lo hace en todos, no en unos pocos privilegiados, pero necesitamos estar abiertos a ella.

Como podrás observar, para la estructura del contenido del libro me he inspirado en la oración atribuida a san Francisco de Asís:

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz;

que allí donde haya odio, ponga yo amor;

donde haya ofensa, ponga yo perdón;

donde haya discordia, ponga yo unión;

donde haya error, ponga yo verdad;

donde haya duda, ponga yo fe;

donde haya desesperación, ponga yo esperanza;

donde haya tinieblas, ponga yo luz;

donde haya tristeza, ponga yo alegría.

¡Oh, Maestro!, que no busque yo tanto

ser consolado, como consolar;

ser comprendido, como comprender;

ser amado como amar.

Porque dando es como se recibe;

olvidando, como se encuentra;

perdonando, como se es perdonado;

muriendo, como se resucita a la vida eterna.

Antes de escribir esta obra, tenía un anhelo profundo de que mi experiencia sirviera a otras personas que estuvieran pasando por momentos de prueba o dificultad. Quería ofrecer palabras de esperanza para que las dificultades de la vida, los sentimientos de dolor, de desánimo, de ansiedad, no tuviesen la última palabra. Este deseo se lo ofrecía al Señor con frecuencia e, inspirado por Él, lo convertí un día en pequeña oración, cuyos versos se transformaron en los diecisiete capítulos que configuran la obra que tienes en tus manos. Al final de cada capítulo te encontrarás con cuatro apartados:

A. FRASES PARA CULTIVAR: una forma de verbalizar lo que le expresamos al Señor, y que se impregne en nuestro alma, vida, mente, cuerpo y corazón.

B. PALABRAS PARA MEDITAR: una manera de interiorizar las palabras del evangelio acorde con la virtud que corresponda.

C. MÚSICA PARA ESCUCHAR: como medio para anclar dicha virtud y hacerla danza, oración y vida a través de la música.

D. POESÍAS PARA ORAR: como formas de oración vocal.

Deseo de corazón que conociendo y sintiendo cerca al Señor, su mansedumbre y su humildad, puedas permanecer junto a Él siempre y en todo, y a no moverte de ahí nunca, ni en tiempos de dulce brisa, ni en tiempos de fuerte oleaje o en tiempos de tibieza o desesperanza.

Espero que esta obra sea de tu agrado y la recibas con el mismo cariño con el que ha sido escrita, como forma amable de testimoniar el amor de Dios en nuestra vida. Deseo que sea una obra que te inspire a seguir perseverando en el camino de encuentro con nuestro Señor, aunque no veas ni sientas nada especial. Él es quien nos conforta y en quien, permaneciendo fieles, junto con nuestra Madre, todo lo podemos.

Recuerda que lo importante no es tanto lo que conseguimos u obtenemos —pobreza, riqueza, honores o deshonores, éxitos o fracasos, enfermedad o salud—. Lo que verdaderamente importa es lo que Él va haciendo en nosotros por su misericordia y nuestra fidelidad. Permanezcamos arraigados siempre y en todo en Él, a través de la oración, a través del recuerdo y rezo de algún misterio del Rosario en algún momento del día, y a través de los sacramentos vividos desde el amor, y no desde la rutina. Todo lo demás se nos irá dando por añadidura, si Dios así lo desea. Al fin y al cabo todo son medios para conducirnos a Jesús, nuestro principio, nuestro fundamento y nuestro fin.

CON AYUDA DE TU GRACIA

Señor, que acoja con humildad, y ayudado de tu gracia,

lo que Tú hoy me quieras revelar.

¡Gracias, Señor!

1. AGRADECIDOS SIEMPRE

Que donde haya desilusión o desánimo, ponga con tu gracia, agradecimiento por todo lo dado.

Qué importante es aprender la virtud de ser agradecidos, incluso por lo inesperado que aparentemente puede haber puesto patas arriba nuestra vida en alguna ocasión. Ya no hablamos de saber «dar las gracias», que tanto inculcamos a nuestros pequeños como norma de cortesía o educación, sino que se trataría de poder llegar a sentirse y vivirse agradecidos siempre y en todo.

Y quizá me preguntes: ¿Por qué hemos de ser agradecidos o vivirnos agradecidos? ¿Qué importancia tiene la virtud del agradecimiento?

El hecho de agradecer, ya nos pone en una disposición de apertura, de humildad, de pobreza, de considerarnos pequeños ante el Todo que Dios nos ha dado: la vida y el amor que se esconde en ella.

Considero que la virtud de vivirse agradecidos nos sitúa en una disposición de acogida, de esperanza, de saber percibir y recibir los tesoros que Dios nos tiene detrás de cada esquina. Nos podemos sentir y vivir agradecidos hasta por un precioso trocito de cielo que contemplamos desde la calle, o por el sol que sale todos los días en un nuevo amanecer, por una flor que nos fascina, por una brisa fresca y suave, por vivir en un entorno de seguridad y de paz para nosotros, nuestros pequeños y nuestros mayores. Nos podemos vivir y sentir agradecidos porque comemos tres o cuatro veces al día, porque no nos falta agua, por nuestra salud y las de los nuestros. Por tantas cosas podríamos vivirnos agradecidos, y por tanto, ¡tan felices! Comprueba tú mismo que siempre tienes algo por lo que sentirte agradecido.

Consecuentemente, con esta virtud del vivirte agradecido, observarás, que te lleva a una disposición para la alegría; pero una alegría con una cualidad diferente, una alegría profunda que no se acaba nunca, eterna, y que no depende de nada que obtengamos con las manos, ni con nuestro esfuerzo o nuestros méritos, ni con nuestro empeño, sino que depende de un cambio en nuestra mirada, en nuestra alma y corazón.

En mis ratitos de oración me gusta imaginarme y contemplar a nuestro buen amigo Jesús de Nazaret. Quiero saber cómo era, su forma de ser y el modo en el que se relacionaba con las personas de su tiempo. Y por lo que leo e investigo, me consta que era una persona agradecida con todo lo que vivía en cada momento, en su presente, y especialmente con su Padre. Me llama la atención cómo siendo quien era, seguía dando gracias. En Él encontramos siempre una actitud constante de humildad, de sentirse Hijo enviado, pero nunca protagonista de sus actos; más bien, instrumento de Dios. Incluso en el mismo gesto de la partición del pan, en la última cena con sus amigos, sabiendo que su vida corría peligro, seguía dando gracias a Dios por ese pan y ese vino. Posiblemente, por dentro, nuestro Señor sentía temor, incertidumbre, dolor, pero todo ello siempre sostenido por el Padre. La verdad es que no me deja de asombrar y conmocionar.

Considero que sentirnos agradecidos es algo que va vinculado con la sensación de sentirse afortunado y agraciado por lo que uno es y tiene, por tanto amor que la vida ha ido poniendo en ti y que has sido capaz de ofrecer a otros desinteresadamente desde el amor.

Igualmente creo que la virtud del agradecimiento va vinculada con la virtud de apreciar, de admirar, de valorar, de gustar y sentir lo que vivimos en el presente. Con el arte de contentarse con los pequeños detalles que la vida nos da: incluso aunque a veces parezca que nos «quita» cosas o personas.

Por experiencia, más adelante sabremos el porqué de todo lo que nos ha pasado, entendiendo nuestros pesares y sufrimientos. Esa dura prueba, ese desierto, nos trae, con el tiempo y mucha humildad, una nueva delicia. Y por esa pequeña o gran delicia, damos gracias, encontramos sentido a nuestra pérdida, a nuestro duelo o a nuestro mayor fracaso. Dios permite el sufrimiento en nuestras vidas para que nos hagamos más conformes a Él, más conformes con lo que Él quiere y desea. Y ese debería ser nuestro fin, querer lo que Dios quiere, para alcanzar así la felicidad, la paz y la santidad a la que somos llamados.

Experimento la sensación de agradecimiento al sentirme pequeña y sabiéndome amada con muy poquito, como acariciada por un amor más grande imposible de ser abarcado y comprendido. Me siento feliz y agradecida, no porque tenga todo resuelto o no tenga problemas, sino porque me es suficiente con lo que tengo y soy, y por tanto me siento agradecida con lo que la vida me da. Me siento agradecida por los adioses que he tenido que ir elaborando en mi historia y con los cuales tanto he aprendido; agradecida por todo lo que Dios me ha dado y me invita a dar a mis hermanos desde la sensación de dar gratis lo recibido gratis, con amor y desde el amor.

Te ofrezco una pequeña invitación a tomar conciencia de los pequeños o grandes regalos que Dios ha puesto en ti. ¿Qué regalos consideras que forman parte de tu sensación de agradecimiento? Quizá saldrá agradecimiento por los dones que el Señor te otorga; por tu entereza y sensibilidad en momentos delicados; por tu saber hacer desde la ternura; por tu sensación de dar y recibir mutuos; agradecimiento por los rostros sagrados con los que te has cruzado en la vida; por el testimonio de amor de tantas personas que conoces y por las que te has sentido realmente amado; por las agradables sorpresas de tu vida que no han dependido de tu empeño, tus fuerzas o talentos. Solo tú sabes, por qué vives agradecido y te sientes agradecido hoy.

Finalmente te hago una invitación amable y respetuosa a que puedas expresar ese agradecimiento que vives, bien con un pequeño gesto, una imagen que te venga, con una flor que pongas en tu mesa de trabajo, o en el pequeño altarcito de oración que tienes en casa. También puedes expresarlo con un pequeño gesto de alabanza, con un deseo de oración, con una música que te conecte con esa sensación de agradecer. Uno mismo se conoce y sabe de su forma de expresar agradecimiento a la vida.

A. FRASES PARA CULTIVAR

Gracias, Dios mío, por el nuevo día, por todo lo que me espera vivir en él siempre de tu mano.

Te doy gracias, Dios nuestro, por el día tan lindo de hoy, y gracias por las personas con las que voy a compartir este tiempo de trabajo en servicio a otros.

Te doy gracias, Dios nuestro, por este día pasado, por los regalos tuyos a través de las personas que me quieren, por las sonrisas que he recibido, por la belleza del día. También te doy gracias por las dificultades que he tenido, porque siempre encuentro en ellas oportunidades para elegirte y seguir creciendo en tu misericordia y amor.

Te doy gracias, Señor, por no cansarte de amarnos incesantemente, aun con nuestros fallos. Te doy gracias porque te manifiestas de tantas formas y en tantos detalles.

B. PALABRAS PARA MEDITAR

Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterno su amor.

Salmo 136, 1

Revestíos, pues, como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros. Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección. Y que la paz de Cristo presida vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo Cuerpo. Y sed agradecidos.