Arribistas - Antonio Barciona - E-Book

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Antonio Barciona

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Beschreibung

Tras la misteriosa muerte de Miguel Ávila, el presidente de un importante canal de televisión, y el ascenso al poder de su hijo Walter. Violeta, una reportera más, ahora debe lidiar con el cambio de directiva, y no solo eso, si no, con la nada agradable novia de Walter, Katherine, quien intenta manchar el legado de la empresa poniendo programación basura como series de narcos y películas con escenas subidas de tono. Violeta será testigo de la degradación de Walter, al punto de parecer más un muñeco de su novia, que un humano. Con el cambio de contenido en la programación, los niveles de audiencia decaen considerablemente. A pesar de ello, los ingresos de la empresa han aumentado, junto con el salario de cada uno de los trabajadores, incluido el de Violeta. Lo que lleva a Violeta a sospechar que Katherine usa la empresa como fachada para sus negocios sucios, por lo que decide investigar más a fondo a dicha mujer. Debido a un desagradable hallazgo, se dará cuenta que hay algo más que solo negocios sucios…

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Antonio Barciona Cabrera

Arribistas

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?

Arribistas

¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?

Primera edición: Julio 2022

©De esta edición, Luna Nueva Ediciones. S.L

© Del texto 2020, Antonio Barciona Cabrera

© Diseño de Portada: Orli Benavides

©Edición: Genessis García

©Maquetación ebook: Gabriel Solorzano

Todos los derechos reservados.

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra,

el almacenamiento o transmisión por medios electrónicos o mecánicos,

las fotocopias o cualquier otra forma de cesión de la misma,

sin previa autorización escrita del autor.

Luna Nueva Ediciones apoya la protección del copyright y

está en contra las copias ilegales realizadas sin permisos expreso

del autor o del sello editorial Luna Nueva S.L

El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad

en el ámbito de las ideas y el conocimiento,

promueve la libre expresión y favorece una cultura libre.

[email protected]

Luna Nueva Ediciones.

Ecuador

ISBN: 978-5548-5478-6-6

Derecho de Autor: N° 000310-2022

Contenido

Prefacio

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Epílogo

Prefacio

Llega una orden de cinco hamburguesas, me apresuro poniendo la carne en la freidora conjuntamente con las papas, corto los panes, la lechuga, las cebollas, coloco el queso, saco la carne; armo las hamburguesas y las papas.

—¡Orden lista! —grito, viene una camarera y se lleva la orden.

—Violeta —me dice el cajero—, otra orden de tres hamburguesas.

—Enseguida.

Es viernes, uno de los días más agitados en la hamburguesería. Los estudiantes salen de sus colegios, trabajadores sin tiempo vienen por algo rápido que almorzar. Este es el resumen de mi vida, trabajo a tiempo completo en este lugar.

No es así como me imaginaba que sería mi vida a los treintas, y es que a pesar de ser periodista esto fue lo único que pude conseguir, aunque viéndolo del lado positivo, esto es mejor que estar desempleada. Por el momento soy el único sustento económico de mi hogar.

Vivo en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, soy Ecuatoriana de nacimiento, vivo con mi mamá y mi hermana en un pequeño departamento en el centro, nuestro sueño siempre fue salir del país (Ecuador) en busca de mejores oportunidades. Nos imaginábamos en Estados Unidos o en algún país Europeo, pero estoy aquí. Aunque en Ecuador nos iba relativamente mejor debido a mi trabajo en uno de los mejores canales de televisión del país, pese a que no tenía lo que muchos consideran un “buen sueldo” mis ingresos eran superiores al salario básico. Mi hermana laboraba como docente en una escuela primaria y mi madre era ama de casa que aceptaba pequeños trabajos ocasionales, bien sea como ayudante de una tienda, o en una guardería. Seguramente si hubiésemos esperado un poco más habríamos ahorrado el dinero suficiente para ir a un lugar mejor. Ustedes se preguntarán “¿Por qué no esperaron entonces?”, la respuesta es muy sencilla: más que irnos del país, nos vimos obligados a escapar.

Ocurrió algo que todavía me estremece de solo recordarlo, para poder entender la historia tenemos que retroceder unos pocos años al pasado, cuando yo todavía estaba en mis veintes.

Capítulo 1

Aquella mañana en la ciudad de Cuenca circuló la noticia de la muerte del presidente de la empresa donde yo laboraba. Miguel Ávila fue hallado muerto en una habitación de hotel, según los informes policiacos habría pasado la noche anterior con una prostituta la cual no parecía saber nada. Se pensó que tal vez la esposa sabría algo, pero ella era ajena a la infidelidad de su marido. La investigación se prolongó por meses, pero no se llegó a nada.

Su hijo, Walter Ávila, asumió el puesto de presidente al poco tiempo, cosa que no le cayó bien a muchos compañeros por ser relativamente joven (26 años).

Luego de un tiempo las cosas se “normalizaron” en la empresa; todos volvimos a nuestras rutinarias vidas, yo era la encargada del área de “arte y cultura” me sentía cómoda con mi trabajo, me gustaba lo que hacía.

Tenía compañeros a los que consideraba familia, Fabiola, la encargada de crónicas era una gran amiga mía desde el colegio, fue gracias a una recomendación suya que obtuve el trabajo, ella vivía en el cantón Déleg de la provincia del Cañar a treinta minutos de Azogues, ciudad en la que yo residía. Déleg es tan pequeño que el centro de la ciudad se resumía en el parque, ahí mismo se encontraba su casa, frente a la misma la estación de policía y en la esquina la iglesia, claro había más, pero eso es básicamente todo, es más campo, por lo que las salidas al campo estaban casi aseguradas. Pedro el encargado de deportes vivía en Azogues, casi siempre viajábamos juntos en su camioneta y ya había confianza entre nosotros. Y finalmente estaba Rodrigo, mi camarógrafo con quien tenía un gran compañerismo; claro había más personas en la empresa, pero las tres que mencioné son con los que más me llevaba.

Cierto día en un momento de ocio, se me acercó Fabiola y me preguntó:

—¿Quieres ir por un perro caliente? Tengo hambre.

—Ok, vamos.

Frente al canal había una carretilla de comida rápida el cual solíamos frecuentar cada que teníamos un antojo. El chico de la carretilla siempre me pareció un sujeto amable, y además guapo.

—¿Qué les sirvo señoritas? —preguntó sonriente sosteniendo las pinzas— ¿perros calientes o hamburguesas?

—Dos perros calientes por favor —respondió Fabiola devolviéndole la sonrisa.

El muchacho preparó las salchichas, y las aderezó con una destreza que solo los años de practica podrían otorgar; sirvió nuestra orden junto a una gaseosa para cada una.

—Sabes —dijo Fabiola terminando su primer mordisco—, llevamos tanto tiempo frecuentando tu negocio y todavía no sabemos tu nombre.

—Me llamo Edgar, para servirles.

—Un gusto Edgar, yo soy Fabiola y mi amiga se llama Violeta.

—Sí, lo sé, siempre las veo en televisión.

—Vaya, parece que no necesitamos presentación —dije con una pequeña sonrisa limpiándome los restos de mostaza en mis labios.

—Parece que no —dijo Edgar sonriente—. Por cierto, quería hacerles una pregunta, ¿Han sabido algo sobre el asesinato de Miguel?

—La verdad no —le respondió Fabiola—, la policía no quiere dar más detalles, yo creo que van a cerrar el caso —se disponía a comer cuando le entró la curiosidad— ¿Acaso tú sabes algo?

—No, simplemente era curiosidad, como ya no veo nada de eso en las noticias.

En ese momento llegó un carro lujoso que se estacionó frente al canal, del mismo se bajó una mujer de cabello negro que vestía abrigo de terciopelo, joyas y un reloj caro; su maquillaje disimulaba las arrugas de la cara, y se notaba a leguas que se había hecho un agrandamiento de senos; de actitud arrogante, definitivamente no era el tipo de persona con la que me gustaría tratar.

—Ella es Katherine —explicó Edgar mientras la chica se dirigía al canal— la novia de Walter, el hijo de Miguel.

—Esa es su novia —dijo Fabiola algo decepcionada—, pensé que un muchacho como él podría conseguir algo mejor.

—Además parece vieja —agregué—, se nota que ha de estar en sus cuarentas, si no es en sus cincuentas, a mí no me engaña con esas cirugías y los kilos de maquillaje que lleva encima.

—Espero no verla muy a menudo por aquí —añadió Fabiola.

—Pues más vale que se acostumbren —espetó Edgar—, porque por lo que escuché Walter quiere contratarla como supervisora.

—¡Qué! —dijimos Fabiola y yo al unisonó. No podíamos creerlo.

Mi mamá había preparado arroz con atún como merienda, llegué tan cansada que comía casi sin respirar.

—Vaya, se nota que estás hambrienta —dijo mi hermana.

—Más que hambrienta, ansiosa —le respondí.

—¿Y eso cariño? —preguntó mi madre.

—Es por el trabajo, parece que se vienen cambios que no son buenos.

—¿Es por la muerte de tu jefe? —preguntó mi hermana.

—Indirectamente sí, parece que las cosas ya no volverán a ser iguales.

—¡Ay cariño! —añadió mi madre—. Tienes que aguantar lo que sea, mira que, en unos tres, máximo cinco años ya podremos irnos del país.

—Es verdad —añadió mi hermana luego de darle un sorbo a su jugo—, no estamos para rechazar nada, mírame a mí, esos niños son cada vez más inquietos, pero tengo que aguantármelas porque sé cuál es nuestra situación económica.

—Bueno ya hablamos mucho de mí —dije en un intento por cambiar de tema—, cuéntanos de ti Angelica, ¿Cómo ha sido tu día?

—Pues… como ya te dije, los niños son un dolor de cabeza, para colmo Juan me volvió a llamar hoy, quiere que regresemos.

—¿Y lo mandaste a volar cierto? —le preguntó mi madre.

—Por su puesto mamá, yo con ese tipo nunca más, una infidelidad es algo que jamás perdonaré a nadie; además si ya lo hizo una vez ten por seguro que lo volverá a hacer.

Un maullido nos distrajo, volteamos a ver hacia la ventana de la sala que da justo frente a nosotros, era Tomás, un gatito negro callejero al que mi madre solía alimentar con frecuencia.

—Vaya al fin apareces —dijo amorosamente mi madre—, no te he visto en todo el día, espera te guardé comidita.

Inmediatamente dejó de comer y salió a alimentarlo, le había guardado un poco de arroz con atún, en ese momento tres gatos callejeros más se le unieron, mi madre lejos de molestarse dividió la ración de Tomás y se la dio a los otros, ella siempre fue amante de los gatos.

A la mañana siguiente Walter no tardó en presentar a su novia como nuestra nueva jefa, su discurso fue breve: “Damas y caballeros, les presento a Katherine, mi novia, a partir de hoy trabajará aquí y será su nueva jefa, por favor hagan todo lo que diga y no la hagan enojar, gracias”.

Walter parecía un hombre de pocas palabras desde que llegó, pero en esta ocasión lucía un poco diferente; su discurso fue casi robotizado, aunque la verdad nadie le prestó atención a eso, el foco de atención recayó en Katherine quién no tardó en demostrar su poderío.

—Bien señores —empezó Katherine de manera refinada—, a partir de ahora habrá ciertos cambios, claro que no serán bruscos, pero paulatinamente iremos cambiando el estilo de programación de este canal. Contrario a lo que la gente dice, los programas de narcos y la pornografía dejan ganancias considerables, así que de a poco y casi al disimulo iremos añadiéndolos a nuestro repertorio.