Arte de trovar - Enrique de Villena - E-Book

Arte de trovar E-Book

Enrique de Villena

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Beschreibung

El Arte de trovar (1433) de don Enrique de Villena es una adaptación al castellano de las poéticas trovadorescas. Dedicado al marqués de Santillana, en él se conjugan ciertas observaciones sobre la poesía, muy influidas por la tradición trovadoresca provenzal y catalana, con disquisiciones más lingüísticas. En la pri­mera se hace un breve repaso de las Artes poéticas trovadorescas y se describen con delectación el gobierno y desarrollo de los consistorios barceloneses de gaya ciencia. La se­gunda parte es un tratado gramatical; poco más o menos como los provenzales, pero basado en los hechos castellanos de la lengua. En especial destaca la influencia del Mirayll de Berenguer de Noya. La importancia de este texto es tan grande, que no exageraba Marcelino Menéndez Pelayo al decir: «Cada letra de este pequeño retazo merece ser pesada y considerada atentamente.» La utilidad de Arte de trovar para el estudio de la fonética castellana es clara. Hasta ahora muchos de sus pasajes eran ininteligibles, y algunos, en verdad, desconcertantes. Tras el hallazgo en el Escorial de un manuscrito, hasta entonces desconocido, se entendió mejor la mayoría del texto. Quedan, sin embargo, frases oscuras e incompletas. Queda pendiente el hallazgo del texto original íntegro, colmaría grandes lagunas de la historia de nuestra lengua, ocultas en este libro.

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Enrique de Villena

Arte de trovar Selección y edición de Francisco Javier Sánchez Cantón

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Arte de trovar.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de la colección: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-9816-9881.

ISBN ebook: 978-84-9897-676-2.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Prólogo 9

I. Apuntes biográficos 9

II. El «Arte de trovar» 12

Libro de la ciencia Gaya 21

De la situación de las letras según los trovadores antiguos 38

Abreviaturas de diversas ciencias 42

Libros a la carta 45

Brevísima presentación

La vida

Enrique de Villena (1384-1434). España.

Su padre fue despojado del título de marqués de la casa de Trastamara en 1398.

Creció en las cortes de su abuelo Enrique II y después de Enrique III. Su parentesco con los reyes de Castilla y de Aragón pudo influir en su matrimonio con María de Albornoz, propietaria de numerosas villas; sin embargo la unión duró poco, tal vez por la presión de Enrique III que pretendía a María.

Enrique de Villena fue maestre de la Orden de Calatrava y escribió entre otras obras Los doce trabajos de Hércules, Tratado de la lepra, Arte de trovar, Tratado de consolidación, Traducción y glosas de la Eneida, y Arte Cisoria...

Tras su muerte en Madrid, Juan II de Castilla ordenó al obispo Lope de Barrientos que quemara todos los libros prohibidos que encontrara en su biblioteca.

Este libro, además de ser un testimonio directo de las tendencias poéticas del siglo XV y de la creciente influencia de la poesía provenzal, es también un interesante compendio del estado de las lenguas romances de su época.

Prólogo

I. Apuntes biográficos

Es don Enrique de Villena una de las figuras más sugestivas de nuestra historia literaria. Su fama de mago eclipsó singulares méritos de sus obras, y hasta fue parte en la pérdida de las más de ellas.

Su vida estuvo como gobernada por un demonio travieso que nunca le dejara reposar en bienandanzas.

De don Pedro de Aragón y de doña Juana —bastarda de Enrique II de Castilla— nació don Enrique, en 1384; habiendo perdido a su padre en Aljubarrota, fue llevado a Aragón, donde residía su abuelo don Alfonso, marqués de Villena—primer marquesado concedido en Castilla (1366)—, conde de Ribagorza y de Denia, a más de duque de Gandía. Su abuelo «lo quisiera para caballero en su niñez; cuando los niños suelen por fuerza ser llevados a las escuelas, él, contra voluntad de todos, se dispuso a aprender, e tan sotil e alto ingenio había, que ligeramente aprendía cualquier sciencia y arte a que se daba, ansí, que bien parescía, que lo había a natura». La elección para tutor del rey Doliente, recaída en don Alfonso, fue el comienzo de las desdichas de don Enrique.

No quiso don Alfonso dejar sus estados de Aragón, y ello fue motivo de rencillas con los demás tutores primero, y de odios de Enrique III después. Unas y otros dieron por fruto la pérdida de títulos, rentas y privilegios. Apartóse el nieto del abuelo y a Castilla vino muy mozo, dándole el rey el condado de Cangas de Tineo. Las desventuras comenzadas en la orfandad, seguidas con el empobrecimiento de don Alfonso, se extremaron con la boda. Casó, sin tener veinte años, con doña María de Albornoz, señora del Infantado, y, según la Crónica de Juan II, «cuanto en uno duraron, siempre vivieron mal avenidos».

Prendado el rey de doña María, se amañó una bula papal para lograr el divorcio, alegando impotencia. Por dar apariencias legales a la infamia, entró doña María en las Claras, de Guadalajara, donde estuvo algunos días, mas sin sujetarse a la regla. Compensó el rey a don Enrique forzando a la Orden de Calatrava que le eligiese Oran Maestre, siendo precisa nueva bula confirmando la sentencia de separación de los cónyuges; y para aceptar el maestrazgo tuvo que renunciar el título condal.

Al morir el rey, en 1407, se encontró don Enrique sin maestrazgo y sin condado, pero con... mujer, ¡pues desde Roma anularon el divorcio.

No faltaba razón a Fernán Pérez de Guzmán cuando escribía: «era este don Enrique ajeno y remoto, no solamente a la Caballería, mas aun a los negocios del mundo; y al regimiento de su casa e hacienda era tanto inhábile e inepto, que era gran maravilla».

De las malas andanzas castellanas, consoláronle venturas aragonesas.

Tregua de las continuadas desdichas fueron los años del reinado de su primo don Fernando el de Antequera; teníale grande afición y hubo de acompañarle a Zaragoza y a Barcelona, haciendo lucido papel en las suntuosas fiestas que se celebraron.

En particular fuéronle gratísimas las de la Ciudad condal, Juan I había estatuido, traduciéndolos del provenzal, los amables consistorios de la Ciencia Gaya; de ella escribía en el privilegio de institución: «rudos erudit, inertes excitat, ebetes mollit, doctos allicit... oculta elicit, obscura lucidat, cor laetificat, excitat mentem, sensum clarificat atque purgat». La Gaya Ciencia tuvo momentos de esplendor con don Fernando, debido seguramente a los entusiasmos de don Enrique: de estas fiestas nació el Arte de trovar.

No fueron duraderas las venturas de esta vida, fastuosa: el 2 de abril de 1416 moría el de Antequera, y don Enrique se retiraba a sus estados, ni grandes, ni pingües.

A fines de 1417 o comienzos del siguiente, volvió a la corte de Castilla, donde doña Catalina le otorgó el señorío de Iniesta; en 1419 asistió a las Cortes de Madrid.

En la paz y soledad de sus tierras, empleó los años restantes de su vida en escribir muy varios libros; los Doce trabajos de Hércules, el Tratado de la lepra y varias obras de poesía perdidas, son anteriores; en el retiro compuso: el Arte cisoria, el Tratado de la consolación, exposición del vers.° 4.° del salmo VIII, versiones castellanas de la Eneida y de la Divina comedia, etc.