Arte y cuestiones de género - Juan Vicente Aliaga - E-Book

Arte y cuestiones de género E-Book

Juan Vicente Aliaga

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Todavía hoy, en España, en los estudios de Historia del Arte incomoda en algunos sectores que se hable de "cuestiones de género", es decir, de los valores en torno a la feminidad y la masculinidad. Este breve ensayo trata de proponer una serie de lecturas acerca de distintas manifestaciones artísticas, surgidas a lo largo del siglo XX, que no pueden entenderse sin una perspectiva transversal que tenga en cuenta los símbolos, signos y significaciones que la sociedad ha ido imprimiendo a las representaciones de la sexualidad y, por ende, a las que se atribuyen a hombres y mujeres. Estas cuestiones de género son cambiantes y están sometidas al discurrir de los avances sociales, políticos, científicos, culturales y de otra índole que han ido modificando los papeles adscritos al sujeto moderno y contemporáneo, que carecería de imagen y representación visual sin el empuje de los diferentes movimientos feministas. También es destacable la aportación de los estudios de temática gay y lésbica y, recientemente, el impacto de la denominada teoría queer, que cuestiona la existencia de identidades fijas en relación con los comportamientos y las orientaciones sexuales. Todo este conjunto de razonamientos dibuja un perfil nómada y heterodoxo de los sexos y también de las resistencias que presentan quienes tratan de mantener a ultranza la divisoria de la feminidad y de la masculinidad como polos irreconciliables basados en la supuesta verdad de la Naturaleza. La batalla de los valores de género no ha concluido y el arte, poroso y sugerente, es un campo abonado para representar la continuidad, saludable, del conflicto.

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Arte y cuestiones de género

Una travesía del sigloXX

A Stuart Morgan,in memoriam

Arte y cuestiones de género

Una travesía del sigloXX

JUAN VICENTE ALIAGA

NEREA

Ilustración de sobrecubierta:Jack & Jewels. Mejores colegas, Londres, 1996.

Dirección de la colección: SAGRARIOAZNAR YJAVIERHERNANDO

© Juan Vicente Aliaga, 2004

© Editorial Nerea, S. A., 2010

Aldamar, 38

20003 Donostia-San Sebastián

Tel: 943 432 227

[email protected]

www.nerea.net

© De las ilustraciones: los autores

© De las reproducciones autorizadas, VEGAP, San Sebastián, 2004

1.ª edición: 20042.ª edición: 2010

© Obras de August Sander, Die Photographische Sammlung/SK

Stiftung Kultur-August Sander Archiv, Köln, VEGAP, San Sebastián, 2004

Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro pueden reproducirse o transmitirse utilizando medios electrónicos o mecánicos, por fotocopia, grabación, información u otro sistema, sin permiso por escrito del editor.

ISBN: 9788415042402

Índice

INTRODUCCIÓN

·¿Qué es eso del género?

·Feminidad, masculinidad y mascaradas

EMERGE LA NUEVA MUJER

·Las sufragistas cuestionan la hegemonía del macho

·La Gran Guerra y la crisis de valores

·El fenómeno de lasgarçonnes

·Modernidad y valores de género

·Obra comentada:Autoportrait, de Claude Cahun

LA POLÍTICA Y LAS CUESTIONES DE GÉNERO EN EL PERÍODO DE ENTREGUERRAS:EL CASO ALEMÁN

·La imagen de la mujer en la Alemania de Weimar

·Dadaísmo, machismo y Hannah Höch

·Virilidad y nazismo

·Obra comentada:Gymnasiast, de August Sander

LOS SUEÑOS HÚMEDOS.TRAUMAS DE LA SEXUALIDAD

·La revolución surrealista pendiente

·Violencia y fascinación sexual

·Obra comentada:Unos cuantos piquetitos, de Frida Kahlo

MUJERES Y HOMBRES ENTRE LA REPRESIÓN,EL DESEO Y LA OBJETUALIZACIÓN

·La estreñida posguerra

·Las teorías de Alfred Kinsey y el puritanismo

·De culturismo, cueros y abstracciones

·Cómo hacer de la mujer un objeto de consumo.Pop-art y sexismo

·Obra comentada:Femme-maison, de Louise Bourgeois

LA SEGUNDA OLEADA FEMINISTA ENESTADOSUNIDOS

·Lo personal es político

·La experiencia feminista de la Womanhouse

·La violación como acicate de la conciencia

·Arte, mujer, tecnología yperformance

·Obra comentada:Torture of Women, de Nancy Spero

FEMINISMOS EUROPEOS

·El feminismo, versión francesa

·La respuesta de Valie Export al accionismo vienés

·Obra comentada:Azione sentimentale, de Gina Pane

JUEGOS EQUÍVOCOS,REALIDADES COMBATIVAS

·We are the glam!

·El travestismo y el arte de los setenta

·Libertades sexuales, identidad y movimiento gay

·Obra comentada:Doble autorretrato con velo, máscara y chistera, de Pierre Molinier

LOS OCHENTA:UN LABORATORIO DE IDEAS NUEVAS

·Apropiacionismo, feminismo y nuevos medios posmodernos

·Your body is a battleground

·Fotografía e intimidad

·La respuesta alemana

·Obra comentada:Sin título, 91, de Cindy Sherman

DE LA IDENTIDAD A LA DIVERSIDADQUEER

·El impacto del sida en los cuerpos, los placeres y las identidades

·Irrumpe loqueer

·Valores de género y poscolonialismo

·Obra comentada:Sin título.Vista de la instalación en la Neue Galerie,Documenta IX, de Zoe Leonard

ANEXOS

·Linda Nochlin:¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?(1971)

·Valie Export:Arte de mujeres: un manifiesto(1972)

·Adrienne Rich:Heterosexualidad forzosa y experiencia lesbiana(1978)

·Amelia Jones:Feminismo, SA: una lectura del «posfeminismo» en una época antifeminista(1992)

·Orlan:Intervention(1995)

·Griselda Pollock:Inscripciones en lo femenino(1996)

·Mar Villaespesa:Hablemos de lo que pasa(1998)

·José Miguel G. Cortés:Construyendo masculinidades(2001)

BIBLIOGRAFÍA

Introducción

¿QUÉ ES ESO DEL GÉNERO?

Amediados de 2002 la percepción existente en España sobre las cuestiones de género presenta todavía una realidad problemática. De forma insistente, tanto en los medios de comunicación como en el ámbito intelectual, se percibe una resistencia a aceptar esa categoría del pensamiento que denominamos «género». Por un lado, unos aluden —puristas como Fernando Lázaro Carreter— a que se trata de la traducción de un anglicismo —gender— y otros (especialmente cuando se habla de «violencia de género») se de cantan por fórmulas más asépticas, tales como «violencia doméstica», que despolitiza la semántica de lo que se quiere significar. Incluso, a veces, se emplea también la expresión «violencia sexista» que, incluso siendo más ajustada que la anterior, hace hincapié en las diferencias de sexo y no en los valores que se adscriben socialmente a cada uno de ellos.

Pero ¿qué es eso del género?

Acuñado a principios de los años setenta en el contexto estadounidense, se trata de un concepto que facilitó a las mujeres separarse del discurso de que la verdad de la persona estribaba en su anatomía, en su sexo biológico.

Con el tiempo, y especialmente tras el impacto de las teorías de Michel Foucault sobre la sexualidad, de los feminismos construccionistas y de la teoríaqueer,se afirma que no existe ninguna verdad y/o autenticidad absoluta en el individuo. Y que desde luego las personas no nacen hombres o mujeres, sino que se convierten en tales en el proceso de aprendizaje y de socialización, de lo que se infiere que la genética y la anatomía son realidades que no suponen un destino indefectible, ya que se pueden sufrir modificaciones y cambios.

Joan W. Scott definió el género como «un elemento constitutivo de las relaciones sociales basado en las diferencias percibidas entre los sexos». Diferencias que no son naturales, sino que obedecen a construcciones y paradigmas sociales; de ahí que sea importante establecer una línea divisoria entre género y sexo. Este segundo término tiene sus raíces en la biología y divide a la especie humana, en función de los genitales, en varones y mujeres. En cambio, género se usa para referirse al conjunto de valores, roles, comportamientos, actitudes y expectativas que cadacultura diseña y elabora adjudicándolos a varones y mujeres en función de haber nacido con un sexo u otro. De lo anterior se deduce la elaboración, a lo largo de los tiempos, de la feminidad y de la masculinidad como géneros antitéticos que no deben mezclarse. Así, a la primera se le asocian conceptos como los de dulzura, emoción, sentimiento, pasividad, entre un largo etcétera, y a la masculinidad, los de autoridad, disciplina, control, razón y demás. Es sabido que esta retahíla de valores no es neutral ni inocente, sino que se ha edificado mediante un sinfín de presiones y constreñimientos sociales, culturales, religiosos, médicos…, con los que se trata de impedir lo que sí tiene lugar en la realidad más a menudo de lo que la ortodoxia y la moralidad hegemónicas quisieran reconocer; es decir, que hay mujeres cuyo comportamiento y conductas podrían entrar de lleno en la definición convencional de masculinidad, y varones que se sienten más cómodos con los roles vinculados a la feminidad. Y también existe la variante en que valores y expresiones de ambas categorías confluyen en un mismo sujeto. Las combinaciones son muchas y muy diversas a pesar de la estricta regulación del proceso de socialización con que se adoctrina a niños y niñas en todas y cada una de las esferas de la vida, desde la familia y la escuela hasta los medios de comunicación.

Por otro lado, está también el concepto de sexualidad, que se viene empleando para referirse a un conjunto de prácticas, a unas orientaciones (heterosexual, bisexual, homosexual), a unas formas de deseo y al sugerente territorio de las fantasías sexuales.

Y huelga decir que en el orden establecido actual, trátese de países occidentales o de otros, impera el heterosexismo, vocablo acuñado por Adrienne Rich.

Por dicho término, que a algunos desazona y enoja por sentirse aludidos, se entiende lo que es la evidencia misma: la conversión de la heterosexualidad en una orientación que excluye a las demás.

El culto y entronización alcanzados por la heterosexualidad es una obviedad dado su carácter omnipresente y apabullante. Únicamente las reivindicaciones de lesbianas y gays, al menos desde 1969, han permitido la creación de pequeños espacios en los que poder discrepar de la norma heterosexista.

En ese sentido, la aparición del pensamientoqueer,hecho que tiene lugar a finales de los años ochenta, ha posibilitado también la crítica a las identidades fijas y un mayor acercamiento entre heterosexuales de ambos sexos, que difieren de lo establecido, y gays,lesbianas, bisexuales, transexua les y transgénero.

FEMINIDAD, MASCULINIDAD Y MASCARADAS

En este orden de cosas, han salido a flote las teorías sobre las mascaradas. Así, una autora cuyo pensamiento ha cobrado vigencia en los últimos años es Joan Rivière, que en 1929 publicó un ensayo tituladoWomanliness as a Masquerade (La feminidad como mascarada).Esta psicoanalista venía a decir que el comportamiento social de la mujer variaba cuando competía en el espacio público y laboral con el hombre. Su determinación, empeño, arrojo y constancia eran percibidas por los hombres como rasgos de una masculinización de las mujeres; de ahí que estas, traumatizadas psicológicamente por este tipo de reacciones de oprobio, acentuaban su feminidad mediante comportamientos considerados propios de las féminas. Es decir, se ponían la mascarada de la feminidad. En el fondo, Rivière propugnaba que se trataba de conductas cambiantes, forzadas por la presión social del varón, que nada tenían que ver con la condición sexual y biológica de las mujeres.

Los valores de género a los que me refería antes influyen también en las distintas orientaciones y en las prácticas sexuales (en este sentido, ¿es acaso casual que el coito vaginal se encumbre como el acto sexual por antonomasia, preferible a todos los demás y representado hasta la saciedad, por ejemplo en el cine, en detrimento de otros placeres como, verbigracia, el orgasmo clitoridiano?). Y es que existe una neta jerarquización de dichas prácticas sobre la base de una cultura falócrata en la que predominan los roles activos y pasivos, siendo estos últimos relacionados errónea e interesadamente con lo femenino y, por ende, minusvalorados y denigrados. Por otro lado, no resulta conveniente olvidar la existencia de la misoginia, algo que los varones comparten más allá de sus preferencias sexuales, y que no es precisamente un mérito. La misoginia está todavía hoy insuficientemente combatida en las distintas áreas de intervención social, educativa y cultural.

Las mujeres están acostumbradas a autoanalizarse al menos desde los años sesenta, con la aparición del feminismo, alicaído tras la Segunda Guerra Mundial, cuando el imperio del hombre guerrero había eclipsado las necesidades del otro sexo y la aspiración a la emancipación de la mujer. Y ese proceso de auscultación y de autocono cimiento les ha permitido conocer mejor su sexualidad, que había sido forjada a medida de los deseos del varón. En cambio, este, cómodamente encaramado en la hegemonía de un discurso cerrado, autocomplaciente, masculinista, no se conoce a sí mismo y tampoco admite fallas y fisuras en su coraza de macho irredento. Esta impermeabilidad e impenetrabilidad acarrea conflictos internos; por ejemplo, la falta de exteriorización de las emociones, que ha castrado, y sigue haciéndolo, a muchos hombres.

Los varones están perdidos, se dice con un velo de comprensión y conmiseración, pero todavía no lo suficiente, asevero, pues es preciso que entren/entremos en crisis para poder componer nuevos valores de igualdad y de verdadero respeto a las diferencias. Sin embargo, al menos en ciertos ámbitos, se empiezan a palpar ciertos cambios en las actitudes masculinas. El varón se ha transformado en un objeto de deseo, accesible a la mujer y a los demás hombres. Pero ¿es esta objetualización, de marcado signo materialista y consumista, signo de una verdadera igualdad? La duda permanece.

Emerge la nueva mujer

LAS SUFRAGISTAS CUESTIONAN LA HEGEMONÍA DEL MACHO

La coraza del macho comenzó a agrietarse, aunque muy levemente, con la irrupción en el espacio público de las sufragistas.

Una de las imágenes que habrán impregnado la retina de muchos y habrán dejado huella es la famosa fotografía en que la británica Emmeline Pankhurst es zarandeada por la policía, apartándola a empellones para evitar que se manifestase a favor del derecho al sufragio.

Nueva Zelanda, en 1893, fue el primer país que aceptó el voto para la mujer, que se vio obligada a radicalizar sus acciones —sabotajes, huelgas de hambre, incendios— para que fueran aceptadas las demandas de la Women’s Social and Political Union. La Francia de Simone de Beauvoir tuvo que esperar hasta 1945. Entre una y otra fecha, el derecho al voto femenino fue aprobado en los parlamentos, dándose paso de este modo a una nueva realidad social.

Según Julia Kristeva, el reto de la emancipación reflejó un deseo de formar parte de untiempo histórico, lineal, vinculado con el Estadonación burgués y con las identidades políticas mayoritarias. Esta época de campañas políticas a favor de la igualdad y de la participación apunta a un anhelo que persigue borrar las diferencias femeninas y abrazar el cuerpo de lo único y, por ende, masculino.

LA GRAN GUERRA Y LA CRISIS DE VALORES

El estallido de la Primera Guerra Mundial tuvo enormes consecuencias en las relaciones entre los sexos. Alejados los varones en el frente de batalla, algunas mujeres ocuparon puestos de trabajo que quedaron vacantes. Este contacto con el ámbito laboral les permitió saborear, de alguna manera, las mieles de la independencia económica.

1918 es un año cargado de simbolismo. Las secuelas psíquicas que dejó la guerra, tanto en la Alemania derrotada como en las naciones victoriosas, son de amplio calado. Por un lado, está el resentimiento dirigido contra los vencedores (no se puede olvidar que en el tratado de Versalles Alemania quedó humillada en múltiples aspectos), que tambiénpadecieron quienes no combatieron en la guerra. Como afirma Maria Tatar enLustmord. Sexual Murder in Weimar Germany(1995), la subjetividad masculina quedó dañada por la derrota militar y por la percepción de que el cuerpo como entidad aparecía en su máxima vulnerabilidad, fragmentado y herido. Un duro golpe para la invencible hombría.

Las mujeres, que habían escapado del fragor de la batalla y que se habían incorporado al ámbito laboral, además de hacerse visibles en el espacio público exigiendo igualdad de derechos (piénsese que en Alemania, por ejemplo, no pudieron asistir a actos políticos o afiliarse a partidos hasta 1908), fueron percibidas por muchos hombres como una amenaza al poder social y económico que estos habían capitaneado, así como al statu quo existente.

La reacción defensiva contra la mujer y los valores de género a ella asociados sirvió de caldo de cultivo para la aparición de un conjunto de imágenes y representaciones violentas. Me refiero a una serie de pinturas, dibujos y acuarelas de Otto Dix y George Grosz que insisten en mostrar cuerpos de mujeres violados y salvajemente desmembrados.

Si bien antes de la guerra o en los primeros avatares de la misma una pléyade de intelectuales y de artistas celebraron entusiasmados los conflictos bélicos, hasta el punto de llegar a alistarse (Boccioni, Léger, Kokoschka, Beckmann, Dix, Marinetti…), la experiencia misma del campo de batalla generó todotipo de traumas. La exaltación inicial iba acompañada a menudo de un rechazo a lo femenino, considerado falto de energía y blando (es especialmente relevante el brío masculinista de Wyndham Lewis y los vorticistas). La idealización de la guerra suponía una vía mediante la cual limpiar y traer higiene al mundo, pero pronto esta visión se transmutó en dolor. Convalecientes de sus heridas, algunos de estos artistas-soldado ofrecieron el rostro deshumanizador de la contienda. Sin embargo, a la hora de representar a la mujer (por lo general, ausente o retratada como ángel reparador, enfermera o madre), esta aparecía encarnada en el cuerpo sugerente, viscoso y repugnante a la vez, de una furcia.

En la Alemania de posguerra, la prostituta era una aparición nocturna, un fantasma enflaquecido, vinculada a la transmisión de enfermedades venéreas. En relativo descargo de artistas como Otto Dix, que se ensañaron en representar a la mujer en su papel de víctima, es preciso añadir que los varones tampoco salían bien parados (suicidas, orondos empresarios, viejos verdes al borde de la muerte…), aunque, eso sí, la diversidad de papeles y cometidos que desempeñaban era mucho mayor.

La crisis económica por la que pasaban Alemania y otros países vino también acompañada de una histeria colectiva azuzada por la presencia de asesinos en serie, de cuyos crímenes se nutría la prensa de la época. La fascinación por estos asesinoscondujo a pensar que, en cierto modo, se les condonaba su brutal violencia, que era fruto, según muchos psiquiatras, de haber convivido con unas madres posesivas y castradoras. De ellas se vengarían después ensañándose en los cuerpos y los órganos genitales y reproductivos de sus víctimas.

De alguna manera, el hecho de que las víctimas fuesen en su mayoría niñas y mujeres (también hubo varones homosexuales) ha permitido avalar la lectura de que se trataba de un castigo contra la creciente rebeldía de lo que todavía se percibía, paradójicamente, como el sexo débil, o contra la visibilidad de los diferentes.

Se ha escrito mucha literatura y se ha realizado mucho cine fermentando el imaginario colectivo en relación con los asaltantes sexuales como JackEl Destripador,en Londres; Peter Kürten,El Vampiro de Dusseldorf,o Albert DeSalvo,El Estrangulador de Boston.

Por otro lado, en el reverso de la moneda, la representación de mujeres fuertes se había centrado en las féminas castradoras de forma harto frecuente en el arte y la literatura de finales del sigloXIXy principios delXX. La proliferación de imágenes de Eva, Circe, Clitemnestra, Medusa, Judith, Salomé, esto es, de una serie de personajes bíblicos y procedentes de la mitología clásica o de anónimasfemmes fatalesninfómanas empedernidas o esperpentos diabólicos, había sido desempolvada en la pinturarealizada por hombres (Félicien Rops, Franz von Stuck, Fernand Khnopff, Edvard Munch…). Pero no se hizo con la intención de rescatar célebres figuras femeninas, sino, entre otros propósitos, como una estrategia de autodefensa ante la sexualidad y la pujanza femeninas presentadas injustamente como homicidas. Grosso modo, no había término medio ni sutilezas: la mujer pasaba de ser madre y ama de ca sa a puta y asesina.

EL FENÓMENO DE LASGARÇONNES

La demonización de la mujer fuerte mediante una serie de epítetos injuriosos —tipochicazo, virago, marimacho, machorra—es una de las respuestas del orden normativo al hecho de que la mujer se aparte del papel que el machismo ha otorgado al mal llamado sexo débil. Así, la fémina que no es sumisa, ser vicial, intuitiva y dulce merece una condena mediante el lenguaje que señala que ha traspasado la frontera, acercándose a una masculinidad que supuestamente no le corresponde.

Si además esa transgresión va acompañada de una apariencia en la indumentaria a todas luces masculina, según rigen los cánones, no hay paliativos para ese comportamiento. Y ese rechazo es aún mayor si la mujer en cuestión es lesbiana.

Así sucede con una mujer viril que responde al nombre de Stephen y que se queda prendada de jóvenes femeninas. Es la protagonista de la novelaThe Well of Loneliness, de Radclyffe Hall, publicada en 1928. El libro carece de escenas de carácter sexual; no obstante, fue censurado por las autoridades británicas, dando pie a un escándalo considerable y a una publicidad inesperada en torno a la cuestión de la libertad sexual que defendió, entre otros, Virginia Woolf.

El pánico lésbico, es decir, el miedo a que la heterosexual pueda convertirse en lesbiana, es una de las razones que sustenta la desmedida reacción negativa que el fenómeno de lagarçonneprodujo en distintos países. Los adversarios de la emancipación femenina asimilaban lasgarçonnesa las lesbianas, enarbolando y utilizando así la homofobia contra el conjunto de las mujeres.

Lagarçonne,con su pelo corto, su ropa recortada, su silueta tubular y sus pantalones, es una figura andrógina que duda entre la masculinización y la invención de una nueva feminidad, como ha estudiado Christine Bard enLes garçonnes. Modes et fantasmes des années folles(1998). Se puede afirmar que el eco social fue considerable, especialmente a partir de la publicación del libroLa garçonne,de Victor Margueritte, en 1922. Y ello pese al rechazo por parte de sectores religiosos y bienpensantes, en los que hubo personas de ambos sexos.

La vinculación entre chicazos y lesbianas aflora también en las fotografías del París nocturno (1932) que tomó Brassaï, en concreto en el club Le Monocle. Un documento social que no esconde ciertos prejuicios, pues el propio Brassaï tildó a esas mujeres de «varones fallidos» (fig. 1).

1. Brassaï,Couple de femmes (Pareja de mujeres),1932. Gelatina de plata (30,2 x 22,6 cm).

En un país como Francia, que había alimentado a conciencia el mito de patria de la mujer femenina y elegante y del eterno femenino, la aparición de mujeres emancipadas, independientes y masculinizadas, aunque solo fuese por su aspecto externo, suscitaba la animosidad de los sectores conservadores y, aunque parezca sorprendente, también de algunas de las feministas, que achacaban la creación de lasgarçonnesa un invento propio de varones.

Por otro lado, no conviene olvidar el auge de la moda, que influyó sobremanera en la extensión del fenómeno, suavizándolo. Coco Chanel, que había conseguido en 1925 que la falda subiese hasta las rodillas, fue una de las responsables de dicha moda.

Al creciente travestismo cosmético contribuyeron también algunas famosas actrices. Piénsese en la muy comentada ambigüedad sexual de Greta Garbo o en los juegos equívocos en los que descolló Marlene Deitrich enEl ángel azul(1930) o enMorocco(1931). Un poco antes, aunque en una vena más dulcificada, triunfaba en las pantallas Louise Brooks interpretando a laLulú,de Pabst, en 1929.

En el terreno del ocio, elmusic hallfue también escenario de desinhibiciones y de travestismos. Y Joséphine Baker fue una de sus máximas estrellas.