Artes & Oficios. Estampación - Miriam Albiñana Trias - E-Book

Artes & Oficios. Estampación E-Book

Miriam Albiñana Trias

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Beschreibung

Este libro versa sobre las técnicas fundamentales de la estampación artística sobre tejidos; se hallan expuestas de manera didáctica y adecuada para todos los que se interesan en esta disciplina artística desde una vertiente práctica. En sus páginas se enseñan, tras una breve introducción a la historia de la estampación, las principales fibras textiles y los tejidos más usuales, así como los materiales y las herramientas que se emplean en el taller. También se explican con todo detalle los procesos de las técnicas de estampación por impresión (estampado con moldes, serigrafía, devorado y decolorado) y las técnicas de estampación por reservas (batik y sertí), prestando especial atención a las posibilidades expresivas que ofrece cada una. En el último capítulo se muestra paso a paso la confección de seis proyectos originales con las distintas técnicas.

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Estampación

Proyecto y realización

de Parramón Paidotribo

Dirección editorial:

María Fernanda Canal

Ayudante de edición y archivo iconográfico:

Mª Carmen Ramos

Textos:

Eva Pascual i Miró, con la colaboración de M. Teresa Canals i Aromí en “Breve historia de la Estampación”.

Realización de los ejercicios:

Miriam Albiñana, Rosa Oliveras, Joan Albert Sánchez y Elisa Rubió, con la colaboración de Rosa M. Martín en “Color”.

Diseño de la colección:

Josep Guasch

Fotografías:

Nos & Soto, M. Teresa Canals (Historia) y Sergi Oriola (pág. 65).

Dibujos infográficos:

Jaume Farrés

Maquetación:

Estudi Guasch, S.L.

Segunda edición

© ParramónPaidotribo

www.parramon.com

E-mail: [email protected]

Derechos exclusivos de edición para todo el mundo.

ISBN: 978-84-342-3204-4

ISBN EPUB: 978-84-342-9974-0

Depósito legal: NA-285-2010

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la editorial.

Sumario

INTRODUCCIÓN

BREVE HISTORIA DE LA ESTAMPACIÓN

La estampación: entre el arte, la artesanía y la técnica

LAS TELAS PARA ESTAMPACIÓN

Las fibras

Los tejidos

MATERIALES Y HERRAMIENTAS

Materiales específicos

Pastas y colorantes

Auxiliares

Herramientas específicas

Para sujetar, fijar y estirar

Para aplicar, mezclar y extender

Auxiliares

El taller

PROCESOS TÉCNICOS

Aspectos previos

TÉCNICAS DE IMPRESIÓN

Impresión con moldes

Moldes tradicionales

Creación de moldes con linóleo

Impresión con tórculo

Impresión manual

Letras

Otros recursos

Serigrafía

Confección de la pantalla

Emulsionado

Fotograbado

Estampación

Motivo emplazado

Pieza tirada

Devorado y decolorado

Devorado

Decolorado

TÉCNICAS DE RESERVA

Batik

Preparación de la cera

Confección del batik

Sertí

Reservas con guta

Reservas con cera

Pintado con guta de color

Vaporización

PASO A PASO

Vestido infantil

Chal con degradado

Pantalla de lámpara

Personalización de ropa vaquera

Cortina con devorado

Sillón decorado con guta

GALERÍA

GLOSARIO

BIBLIOGRAFÍA Y AGRADECIMIENTOS

Introducción

La evolución de la estampación ha sido paralela a la de los tejidos y, ambas, a la historia de la humanidad. Así, los tejidos y la decoración estampada sobre éstos son el reflejo de las posibilidades materiales del territorio donde se producen y de los avances técnicos resultado de cada momento cultural. La investigación de nuevos materiales textiles y de nuevas técnicas de estampación se ha llevado a cabo al mismo tiempo que la innovación de los procesos, pero fue especialmente relevante a partir de la segunda mitad del siglo XIX. En la actualidad, las técnicas y los procesos de estampación industrial están en constante evolución para satisfacer las crecientes demandas del comercio. El desarrollo de nuevas fibras y el diseño realizado a partir de las tecnologías informáticas han abierto un vasto campo de posibilidades; a ello se une el interés por las cuestiones ambientales, que ha exigido formular materiales (sobre todo tintes y pastas, pero también fibras) respetuosos con el medio ambiente y las personas.

La estampación sobre tejidos entendida como disciplina artística ofrece interesantes posibilidades expresivas; en la presente obra, concebida como un manual práctico, todas las personas encontrarán información detallada sobre la historia de la estampación y los tejidos más usuales, así como las técnicas fundamentales de estampación sobre tejidos en el taller, explicados de manera sencilla y amena, pero a la vez rigurosa, además de los procesos técnicos a modo de ejemplo para facilitar su comprensión.

El libro se articula en cinco grandes capítulos. En el primero se relata una breve historia de la estampación. En el siguiente se explican con detalle las fibras y las características de los tejidos, ofreciendo una amplia panorámica de los más empleados. El tercer capítulo versa sobre los materiales y las herramientas utilizados en las diferentes técnicas agrupados según su uso, ofreciendo siempre que sea necesario consejos de seguridad y recomendaciones para tener en cuenta en el taller. En el cuarto capítulo se explican con todo detalle los procesos de las técnicas fundamentales de la estampación, agrupadas según la tipología técnica, es decir, un apartado sobre las técnicas de impresión, que comprende el estampado con moldes, la serigrafía, el decolorado y el devorado, y otro sobre las técnicas de reserva, que incluye el batik y el sertí. No se ha pretendido abarcar absolutamente todas las técnicas, pues ello excedería los límites de esta obra; se recogen las fundamentales de esta disciplina artística, necesarias para desarrollar la obra en el taller. En todos los casos se ofrecen recursos y métodos para llevar a cabo cualquier proceso con éxito. Se ha pretendido ofrecer una visión distinta, aportando ejemplos donde imperan los componentes creativos para que sirvan a manera de referencia. Seguidamente, en el capítulo de paso a paso se recogen seis proyectos explicados de modo pormenorizado donde se muestra en detalle el proceso de creación completo. Estos ejercicios se articulan como propuestas desde el punto de vista creativo, aspecto que también se refleja en los ejemplos de diferentes artistas que ilustran las técnicas y en la interesante galería final. Un glosario con las definiciones de los principales conceptos y la bibliografía sirven de referencia para quien desee profundizar en el tema.

Este libro no constituye el manual definitivo sobre la estampación de tejidos, sólo se ha pretendido ofrecer una visión rigurosa y clara desde un prisma creativo de una actividad que requiere constante investigación. Animamos a quienes tienen esta obra en sus manos a iniciarse en este campo, que los autores creemos apasionante, a investigar y experimentar para confeccionar obras únicas con el lenguaje personal de cada uno.

Miriam Albiñana Trias es graduada en Diseño y Artes Plásticas, especializada en Estampación Textil, por l’Escola Superior de Disseny i d’Art Llotja, donde ha desempeñado el cargo de coordinadora del Departamento de Estampaciones y Tintes Textiles. Ha coordinado numerosas exposiciones sobre estampaciones textiles, es especialista en tendencias y coordinadora de la revista internacional especializada de tendencias de estampación Texitura.

Rosa Oliveras es licenciada en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona en la especialidad de pintura. Ha realizado numerosas exposiciones individuales y es profesora titular de Dibujo Artístico y Color en l’Escola Superior de Disseny i d’Art Llotja. También es colaboradora de la revista Texitura.

Eva Pascual i Miró es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Barcelona, especializada en Museografía, Diseño y Acondicionamiento por la Universidad Politécnica de Catalunya y en Conservación Preventiva por la Universidad Autónoma de Catalunya. Ha desarrollado trabajos de investigación sobre mobiliario medieval catalán. Es coautora de los libros Restauración de madera, Decoración de madera, Restauración de pintura, El vidrio y El cuero, de esta misma colección.

Joan Albert Sánchez Sánchez es licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Barcelona en la especialidad de pintura y graduado en Estampación Textil por la Escola Superior de Disseny i d’Art Llotja. Es profesor del Departamento de Estampación y Tintados Artísticos de Llotja y maestro de taller de Diseño Textil. Es colaborador de la revista Texitura.

Elisa Rubió Ferrer es licenciada en Bellas Artes por l’Escola Sant Jordi, Universidad de Barcelona. Ha realizado numerosas exposiciones individuales y colectivas y en el Museo de Arte Moderno de París. Ha sido profesora de Diseño de Estampados en l’Escola Superior de Disseny i d’Art Llotja. Es colaboradora de la revista Texitura.

Breve historia de la estampación

Desde antaño, y valiéndose de la extensa paleta pictórica que nos ofrece la naturaleza (colorantes de origen natural), el ser humano cambió la apariencia de las túnicas, los trajes y los vestidos, dándoles diferentes tonalidades cromáticas. Por medio de las ornamentaciones en las prendas textiles se comprueba también el bagaje artístico que incorpora el proceso de la estampación.

El secreto del color, es decir, de cómo obtenerlo, ha preocupado no sólo a los tintoreros y coloristas de todos los tiempos sino también a los hombres de ciencia. Isaac Newton (1642-1727), por ejemplo, estudió y plasmó en algunas de sus obras (Óptica) el problema de la descomposición de la luz blanca en diversos colores fundamentales: el rojo, el amarillo y el azul. Sus investigaciones sentaron las bases para los continuos experimentos que culminaron a mediados del siglo XIX con la obtención de los colorantes artificiales, los cuales liberaron a los estampadores de la dependencia de los cultivos y la importación de las materias tintóreas. Con el paso de los años, el desarrollo de la ciencia, en particular las aplicaciones de la industria química y la tecnología industrial, ha permitido utilizar diferentes sistemas de estampación. Ello ha facilitado la reproducción sobre tejido de multitud de diseños maravillosos, conseguidos por medio de una infinita gama de colores sintéticos. No obstante, en este incipiente siglo XXI, todavía se encuentran pequeños grupos artesanales (individuos o colectivos) que practican las técnicas ancestrales de las artes tintóreas, de la estampación manual, del hilado con huso y rueca y del tejido con telar de bajo lizo. De alguna manera, y quizá sin saberlo, ellos son los transmisores de la herencia cultural que nos enseña a servirnos de los productos que nos ofrece la naturaleza, transformándolos, pero sin dañarla.

La estampación: entre el arte, la artesanía y la técnica

Cuando se piensa o se habla sobre la estampación, las primeras imágenes que acuden a la mente son piezas de tejido estampado, principalmente vestidos multicolores, así como cortinas y algún mueble tapizado. A menudo, olvidamos que la impresión de imágenes sobre otras materias no textiles se practica desde la antigüedad, si bien se empleaba otro concepto y otros materiales distintos a los actuales.

Antecedentes (Un mundo sin imágenes… estampadas)

La acción de estampar o imprimir consiste en pasar (o transferir) una imagen desde una matriz o un molde al soporte escogido. Los emperadores y cónsules romanos, por ejemplo, estampaban su sello, previamente grabado en su anillo (anillo signatario), de acuerdo con el rango y poder otorgados.

También en objetos de cerámica, cristal, cuero y, sobre todo, en papel, se usaban diferentes sistemas de estampación. Los grabados sobre papel elaborados a partir de moldes de madera, es decir, las xilografías, o con planchas de cobre, que permiten conseguir una excelente calidad de reproducción desde el siglo XII, han gozado de gran prestigio, hasta el punto que reconocidos artistas de diferentes épocas (A. Dürer, Rembrandt, F. de Goya, P. Picasso, J. Miró, etc.) reprodujeron sus obras según este sistema, y han llegado hasta nuestros días como obras de arte numeradas (grabados). Podemos relacionar perfectamente la técnica del grabado (así como la serigrafía y la litografía) con la de la estampación textil, obviamente, en las primeras fases de artesanía manual (que se sigue practicando en determinadas zonas geográficas no industrializadas, situadas en Asia y África).

La estampación sobre tejidos en la vieja Europa (que, a su vez, exportó sus conocimientos a América) es un proceso aplicado y practicado en la era moderna, apenas cuenta con 300 años de antigüedad. Esto resulta algo extraño, pues dejar una huella o una marca en algo es una acción muy antigua y casi inherente al ser humano. Lo que sí se ha investigado durante siglos es la manera de fijarla.

Parece fácil estampar un dibujo sobre una superficie de fibras textiles, y en efecto, así es (se conservan restos de túnicas egipcias, de los siglos V y VI de nuestra era, ornamentadas con escenas bíblicas que podrían haber sido estampadas con alguna técnica similar al batik). Sin embargo, si se pretende que resista el desgaste del uso cotidiano, el contacto con el aire, el sol, los lavados, etc., entonces es preciso que, por un lado, la tela esté convenientemente preparada (amordentada) y, por otro, que el colorante esté constituido por los espesantes y aditivos apropiados para su aplicación a las materias primas correspondientes.

El arte de la tintura

El ser humano siempre ha utilizado aquello que le ofrece la naturaleza, y lo ha transformado y adaptado a sus necesidades. Así, la obtención de colorantes a partir de elementos naturales (de origen animal, vegetal y mineral) se practica desde la prehistoria. Concretamente, se conservan restos de tejido de color azul obtenido de las hojas de la planta glasto o pastel, procedentes del Neolítico, así como de la coloración amarilla que proviene de la planta denominada gualda. Con posterioridad, se consiguió el preciado color púrpura (extraído del molusco Murex Ap.), utilizado por los fenicios, que, unos siglos después, representó un signo de distinción para los senadores y emperadores del Imperio romano.

Dibujo original para la estampación textil procedente de las fábricas de “indianas” de Barcelona. Final del siglo XVIII. Colección Santiago Marco, lámina 31. AHC (Arxiu Històric de la Ciutat. Institut de Cultura de Barcelona), Barcelona, España.

Fragmento de “Indiana”. Tejido de algodón estampada a mano. Iconografía basada en la flora y la fauna del continente asiático. Procedente de la zona oeste de la India. 82 [H11003] 112 cm. Elaborado entre 1675 y 1700. Conseil Régional de La Reunion. Musée des Arts Décoratifs de l’Océan Indien. Núm. inventario: Tex.: 003.1764.

El empleo, la aplicación y el estudio de los tintes se desarrolló de manera ininterrumpida, por lo que éstos eran cada vez más requeridos para teñir lana, seda y lino. Como consecuencia de su complejidad (ya que se precisaban conocimientos científicos y de las materias tintóreas), a lo largo de los siglos, en Europa se había convertido en una cuestión de Estado, hasta el punto que, por ejemplo, en España y Francia durante los siglos XVII y XVIII se estableció el cargo de Director y Visitador del Ramo de Tintes del Reino. Quien ostentaba este cargo debía inspeccionar todo lo referente a las manufacturas de esta especialidad, conocer y controlar las extensiones de terrenos cultivados con plantas tintóreas (como la roja o garancia) y escribir, además, tratados específicos sobre el tema. Uno de los más conocidos es, sin duda, el Tratado instructivo y práctico sobre el arte de la tintura, de Luis Fernández (Madrid, 1778).

Hacia los siglos XVII y XVIII, se habían conseguido excelentes resultados en el teñido de los tejidos para las tapicerías y la vestimenta; sin embargo, en Europa no se conocía ni se usaba ningún sistema que permitiera reproducir las imágenes de un dibujo sobre un tejido, es decir, estampar con colores sólidos. La ornamentación consistía principalmente en bordados sobre ricas telas de terciopelo o seda y suntuosos tejidos adamascados o brocados cuyos dibujos se conseguían al tejer, combinando hilos de diferentes colores, de oro y de plata. Pero estos géneros sólo eran accesibles para las clases sociales pudientes.

Las causas que impedían desarrollar un método para el estampado atienden a razones muy diversas, pero principalmente provenían del desconocimiento científico respecto a la utilización y aplicación de los colorantes en las fibras textiles, es decir, a la especialidad que hoy en día denominamos química. También fueron numerosas las circunstancias (en este caso, internacionales) que permitieron crear, definitivamente, el oficio de estampador.

Las materias tintóreas llegadas de Oriente

Durante los siglos XVI, XVII y XVIII, lenta y dificultosamente, se fue consolidando la repartición de los nuevos territorios descubiertos por los europeos y, con ello, las materias primas, los productos manufacturados y las costumbres autóctonas se intercambiaron con las del viejo continente.

Las nuevas rutas marítimas iniciadas por los portugueses en busca de las preciadas especias, condujeron a los más osados a surcar los mares de Asia y, así, procedentes de China y la India empezaron a llegar, junto con perlas, marfiles, porcelanas, objetos de concha, coral o jade, telas estampadas (y pintadas a pincel) multicolores que reproducían la flora y la fauna de aquellos continentes. (De la isla de Java proviene el método de estampación mediante reservas de cera y su producción, que conocemos como batiks.) Eran iconografías fascinantes reproducidas sobre tejido, pero lo más importante, a los ojos de los fabricantes europeos, era la solidez de sus colores, algunos de ellos de tonalidades desconocidas hasta la fecha.

La llegada de aquellas mercaderías marcó el inicio de una nueva producción. Por un lado, se importaron las materias tintóreas; por otro, el conseguir emular las nuevas tonalidades representó una ardua tarea de investigación que se llevó a cabo por igual en los pequeños talleres de ámbito local y en las grandes manufacturas ubicadas en las zonas que se perfilaban como futuras áreas industriales europeas.

Era indispensable conseguir, averiguar y descubrir los componentes idóneos para fijar y estabilizar el color sobre las fibras textiles. Resultaron ser, principalmente, sales metálicas, tales como el sulfato de hierro, el nitrato de cobre, el de aluminio, etc. Una vez conocidos los mordientes se comprobó que no sólo intervenían en la fijación del color sino que favorecían, en algunos casos, la obtención de diferentes coloraciones.

El cuerno de la abundancia. Pañuelo de algodón estampado a mano para el mercado europeo. India (Costa de Coromandel). 55,5 [H11003] 55,5 cm. c 1780. Conseil Régional de La Reunion. Musée des Arts Décoratifs de l’Océan Indien. Núm. inventario: Tex.: 004.1785.

El preciado color rojo se obtiene de la raíz de la planta denominada roja o garancia. Al preparar cada una de las diferentes fibras naturales (algodón, lino, seda y lana) con los mordientes correspondientes (sales ferruginosas), se obtienen diversas tonalidades rojizas.

Las “indianas”

Procedentes de los nuevos territorios descubiertos (principalmente de Macao y Cantón), llegaban a Europa telas estampadas de múltiples colores; evidentemente, aparte del elemento colorante era de vital importancia la materia prima del tejido, es decir, la procedencia de las fibras, principalmente de origen vegetal, en concreto de algodón. Esta planta ya se conocía en Europa (importada de Egipto) y se cultivaba en el sur de la península Ibérica, pero la materia americana tenía una calidad superior y era más abundante. Pese a la distancia, su importación fue masiva y la producción obtenida sentó las bases para la industrialización a gran escala. Destaca el hecho de que en las mismas instalaciones donde se realizaban los procesos para la estampación, generalmente también se disponía de telares para tejer el material base (así se aseguraba la calidad y procedencia del algodón).

A estas piezas de tejido estampado se las empezó a llamar “indianas” (procedente de las indias) o “pintados”. Se popularizó su denominación, que quedó establecida hasta nuestros días, pues así se conocen todavía hoy los tejidos de algodón estampado, principalmente con temas florales (en Inglaterra se las denomina calicós y en Francia cotonnades).

Si bien durante los primeros años de su llegada, y debido a su escasez y novedad, estos tejidos estampados representaron un producto de lujo, con el valor añadido de su procedencia –países lejanos y desconocidos–, destinado a la realeza y la aristocracia, con el paso del tiempo, y como consecuencia del establecimiento de factorías de esta especialidad en las principales ciudades (y zonas portuarias) europeas, paulatinamente estuvieron al alcance de la burguesía ascendente. Una vez que se consolidó el oficio de estampador y cada cual podía establecerse por su cuenta (pues, a pequeña escala, sólo se necesitaba una mesa larga y resistente, moldes con el dibujo, el mallo para picar, pigmentos, colas, sales metálicas, espesantes y demás productos, y, además de la tela, agua en abundancia para enjuagar y lavar), los estampados multicolores llegaron a las clases populares y a los hogares más sencillos, ya que el algodón, una vez tejido, tiene la gran ventaja sobre otras fibras de permitir el lavado y el secado al sol.

Fabricantes y comerciantes

Los primeros talleres para la estampación de “indianas” se establecieron en Marsella (puerto importante para el comercio con América) en el siglo XVII, seguidos por los establecimientos ubicados en Londres y Amsterdam, aunque poco se sabe de los resultados obtenidos. Hasta el último cuarto del siglo XVIII no están verdaderamente documentadas las manufacturas dedicadas a este género. Destacan las zonas de Mulhouse, Rouen y Nantes en Francia. Asimismo, Inglaterra, Suiza y el sur de Alemania apostaron por estas industrias. En España, la ciudad de Barcelona fue la primera en abrir establecimientos de esta índole, y en 1768 contaba con 22 fábricas de esta especialidad; destaca en 1784 con 74 establecimientos de indianas que producían 6.769.693 m/año de tejido estampado (Thompson, 1990). En efecto, se conservan los archivos documentales de algunas de estas factorías (Fons Gónima.BC), que nos permiten investigar acerca de los clientes y pedidos que tenían, procedentes de todo el país y de ciudades europeas, así como de las exportaciones a La Habana, Veracruz, Cumaná, etc., que se prolongaron durante todo el siglo XIX.

En general, estos establecimientos se situaban en las zonas antiguas de la ciudad condal, dentro del recinto amurallado y próximos a algún suministro acuífero, pues se necesita abundante agua para los múltiples aclarados (en el argot fabril, a los trabajadores de esta especialidad se les conoce como “del ramo del agua”).

Las mujeres y niñas, con sus menudas y hábiles manos, quitaban las semillas y demás impurezas del tejido en crudo, propias de la planta natural. Los muchachos ayudaban a preparar los pigmentos con los aglutinantes correspondientes y los vertían en los baques o recipientes. Los especialistas masculinos estampaban, golpeando con el mazo, los moldes de madera. Otros tendían las telas ya ornamentadas para el secado. Estas tareas se repetían a pequeña y gran escala, dependiendo de la envergadura de la empresa.

Mesa de estampar, tejido, molde de madera, maza, baque y recipiente para el colorante. Reproducción de un taller artesanal de estampación del primer cuarto del siglo XIX. MEP.

Muestra estampada en azul añil. La España Industrial. Barcelona, 1880. MEP.

“Indiana” o Palampore. Pieza de algodón para la decoración, pintada y estampada a mano, procedente de la India (Costa de Coromandel). Composición iconográfica organizada a partir de la simbología del “árbol de la vida”. 245 × 182 cm. Primeros años del siglo XVIII. Conseil Régional de La Reunion. Musée des Arts Décoratifs de l’Océan Indien. Núm. inventario: Tex.: 991.0744.

Detalle de la pieza anterior.

Necesitaban también grandes extensiones de terreno con hierba donde extender sus telas una vez blanqueadas y preparadas con las colas precisas, antes de recibir el color. Estos terrenos se conocieron como “prados de indianas” y solían estar en las afueras de la ciudad, junto a los campos y las huertas.

Con el fin de controlar la calidad del género que había que exportar, evitar el contrabando y llevar el seguimiento de las nuevas factorías que se establecían, en 1758 se creó en Barcelona la Junta particular de comercio, que redactó, entre otras, las Ordenanzas de las Fábricas de Indianas. También fue de suma importancia la creación, en 1775, de La Escuela Gratuita de Diseño (precursora de la actual Escola de Llotja), cuyo fin era preparar a dibujantes y grabadores para las “indianas”.

Diseños, dibujos y dibujantes: el arte al servicio de la técnica

Artistas pictóricos conocidos internacionalmente practicaban la técnica del grabado para ofrecer y divulgar sus obras de manera diferente. Este hecho nos muestra que, con anterioridad al proceso de estampación, es imprescindible llevar a cabo unos pasos previos gracias a los cuales se logra obtener la imagen definitiva. Es decir, que existen unas profesiones complementarias sin las que no sería posible llegar a la acción final de estampar. Una de las cuestiones más relevantes es escoger el dibujo o representación que se quiere reproducir. Unas obras estampadas pueden convertirse en artísticas. Se escoge reproducir una copia o bien un diseño original encargado expresamente para la ocasión. El paso siguiente es grabar la imagen en el molde, matriz o cilindro con el que se vaya a estampar.

El oficio de grabador, en las primeras épocas, de moldes de madera o planchas de cobre, requería una gran paciencia, habilidad y conocimiento de todo el proceso, pues el dibujo elegido debía descomponerse de acuerdo a la cantidad de colores que había que estampar, ya que para cada color se necesita un molde o un cilindro. De la misma manera, las dimensiones del dibujo debían adaptarse a los útiles y a la maquinaria que se iba a utilizar. Las fábricas que se podían permitir desarrollar todo el proceso tenían una gran ventaja, pues dibujantes, grabadores, estampadores, etc. trabajaban en equipo conociendo el producto final al que iba destinado su esfuerzo; en consecuencia, el resultado era óptimo.

Con respecto a los dibujos sobre algodón, en los primeros tiempos se copiaban de los bordados y brocados salidos de las manufacturas de seda: principalmente motivos florales y sus correspondientes ornamentaciones llenas de colores. Eran pequeños dibujos que se repetían sin fin, que aún podemos contemplar en las telas que, por ejemplo, forran los baúles o las arcas, en biombos, sombrillas, etc. de aquella época.

Baúl forrado con tejido estampado. Las piezas que contiene también son estampadas: rollo de papel pintado estilo Toile de Jouy, falda a rayas, etc. Final del siglo XIX. MEP.

Los diseñadores de todos los tiempos siguen la moda del momento o presentan sus propias creaciones, pero hasta el siglo XX debían estar de acuerdo con la industria para saber los colores capaces de ser reproducidos en la estampación (proceso químico). Debían conocer también los procedimientos requeridos en la estampación con las planchas o los moldes y evitar, por ejemplo, las rayas y otros dibujos verticales, difíciles de encajar y reportar, hasta la aparición de las máquinas de cilindros. Algunos de estos dibujantes se convirtieron en verdaderos artistas especializados en motivos para las “indianas” y se les requería con frecuencia en las factorías importantes, estudiaban y se formaban en Francia, trabajaban en Inglaterra o a la inversa. Se conserva el nombre del autor en algunas tapicerías, pero, en general, éstos quedaron en el anonimato.

Algunos artistas del siglo XX, esporádicamente, han diseñado modelos exclusivos para la alta costura, como la pintora rusa Sonia Delaunay, que en 1925 presentó sus creaciones a base de motivos geométricos y colores puros y luminosos, convirtiendo “sus obras de arte en universales y ambulantes”.

En 1948, Henri Matisse elevó a categoría de obra de arte los estampados serigráficos sobre murales procedentes de sus diseños. Hoy pueden contemplarse en museos de Estados Unidos.

Y también el polifacético pintor Salvador Dalí creó diseños exclusivos que se convirtieron en vestidos estampados para su esposa, Gala, algunos de los cuales se exhiben en el Castillo de Púbol (Girona).

Dibujo original para la estampación textil. Atribuido a D. Juan Rabadá. La España Industrial. C1890. MEP.

Kalamkar. Pieza de tela de algodón teñida, estampada y pintada a mano procedente de la India o de Persia. Medidas 170 × 196 cm. Primeros años del siglo XIX. Decoración de simbología islàmica centrada en el ciprés (símbolo de la eternidad), coronado por un arco polilobulado que evoca la puerta del paraíso. Conseil Régional de La Reunion. Musée des Arts Décoratifs de l’Océan Indien. Núm. inventario: Tex.: 991.0749.

La industrialización. Los nuevos descubrimientos en el campo de la química

Los descubrimientos químicos cambiaron la apariencia de los estampados. Diferentes aportaciones, inventos o novedades mejoraron la calidad del producto y liberaron a los fabricantes de continuos ensayos.

Michel-Eugène Chevreul (1786-1889) fue director de la manufactura francesa de tapices de Gobelinos, especializado en tinturas. Centró sus estudios en el contraste de los colores. Comprobó que la luz es el origen de la coloración y que hay que diferenciar entre los colores primarios (azul, rojo y amarillo) y los secundarios (que son la suma de los primarios). Sus hallazgos, que nos legó en su magna obra: De la loi du contraste simultané des couleurs, sentaron las bases de todas las investigaciones cromáticas del siglo XIX.

Biombo de cuatro hojas, en tejido de algodón estampado. Barcelona, c 1900. CDMT (Centre de documentació i Museu Tèxtil) Terrassa (Espanya) 18168. © CDMT (Quico Ortega).

En 1856, el joven inglés W. Perkin revolucionó la industria del tinte y de los estampados al sintetizar en su laboratorio el primer colorante de anilina por medio del alquitrán procedente del carbón de hulla: el malva o violeta.

Estos hallazgos representaron la culminación de más de dos siglos de estudios y, en cierta manera, el principio del fin de una cultura artesanal basada en las recetas transmitidas oralmente, de las explicaciones mecánicas en las viejas manufacturas, etc. Había que dejar paso a los nuevos procesos químicos, a las modernas fábricas textiles. Aunque durante años los colorantes de origen natural coexistieron con los pigmentos artificiales, desde el último tercio del siglo XIX la incipiente industria química del sur de Alemania y Suiza fabricó y comercializó los nuevos colorantes de anilinas, cuyo uso se extendió rápidamente, y los añiles, los palos de Campeche y las cochinillas coloniales fueron relegados y prácticamente olvidados.

Las máquinas y la nueva tecnología

Desde finales del siglo XVIII, se llevaron a cabo diferentes pruebas para conseguir la estampación mecánica: la máquina rotativa compuesta por cilindros de madera o de cobre, con el dibujo grabado (para cada color, un cilindro), que sustituyera a la lenta estampación manual.

Reino Unido fue pionero en la industrialización textil y, pese a las patentes registradas, existía una trama de “espionaje industrial” entre las diferentes regiones europeas con el fin de copiar y desarrollar la nueva maquinaria. El nuevo sistema permitió la producción a gran escala –miles de metros estampados– que se mantuvo hasta mediados del siglo XX, con los evidentes cambios tecnológicos y, naturalmente, compitiendo con otros métodos.

A principios del siglo XX, se recuperó e instauró la antigua forma de serigrafía, procedente de Japón, conocida también como “a la lionesa” (derivada de la ciudad francesa de Lyon, pues en dicha ciudad y su provincia se especializaron en este sistema). Asimismo, en los primeros años del pasado siglo, se estableció la primera fábrica de España, con capital francés, en la localidad de Premià de Mar (Barcelona); se la llamó Lyon-Barcelona. Este tipo de estampación y sus grandes moldes o “pantallas” de malla transparente, permitieron –y permiten– estampar amplias superficies de tejidos, por ejemplo, las sábanas.

Durante la segunda mitad del siglo XX, sobre todo en la década de 1970, se produjo una nueva revolución, que comenzó con la introducción del sistema rotativo de estampación “a la lionesa”. Los cilindros se graban por sistemas informáticos, mediante plotters que perforan la plancha de níquel, reproduciendo el dibujo.

Evidentemente, también ha cambiado y evolucionado la obtención o el traspaso de la parte artística, pues a partir de escanear un diseño original, la descomposición de los colores es mucho más sencilla: permite la adaptación rápida de las medidas, posibilita hacer pruebas de color sobre papel para visionar el resultado final, etcétera.