Artes & Oficios. Restauración de pintura - Eva Pascual - E-Book

Artes & Oficios. Restauración de pintura E-Book

Eva Pascual

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Beschreibung

Este libro trata de los procesos de restauración de pintura sobre tela, expuestos de forma muy ilustrada y didáctica, adecuada para todas aquellas personas interesadas en conocer esta especialidad técnica del arte. En sus páginas se enseñan los criterios y conocimientos de conservación y restauración actuales, los materiales y herramientas que se emplean, así como los distintos procesos que hay que abordar al entrar un cuadro en el taller, tales como la documentación, el análisis de la obra y de sus patologías, y las técnicas adecuadas para reparar los daños que aquéllas han causado en la pintura. En el último capítulo, como ejemplos prácticos, se incluyen 5 casos de restauración, paso a paso, de cuadros con problemas distintos.

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Restauración de pintura

Dirección editorial:

Mª Fernanda Canal

Edición:

Tomàs Ubach

Ayudante editorial y archivo iconográfico:

Mª Carmen Ramos y Núria Barba

Textos y coordinación:

Eva Pascual

Proyecto, informe técnico y realización de los ejercicios:

Mireia Patiño

Diseño de la colección:

Josep Guasch

Maquetación y compaginación: Estudi Guasch, S. L.

Fotografías:

Nos & Soto Archivo Mireia Patiño

Dibujos infográficos:

Jaume Farrés

Tercera edición

© ParramónPaidotribo

www.parramon.com

E-mail: [email protected]

ISBN: 978-84-342-2479-7

ISBN EPUB: 978-84-342-9987-0

Depósito legal: NA-282-2010

Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante cualquier medio o procedimiento, comprendidos la impresión, la reprografía, el microfilm, el tratamiento informático o cualquier otro sistema, sin permiso escrito de la editorial.

Sumario

INTRODUCCIÓN

LA CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN DE PINTURA SOBRE TELA

La conservación y la restauración

La degradación

Humedad y temperatura

Luz

Biodeterioro

CONOCIMIENTO DE LA OBRA

El soporte: bastidores

El soporte: telas

Preparaciones

La capa pictórica y capas superficiales

Patologías del soporte

Patologías de la capa del cuadro

Proceso de intervención: fases y guión

Criterios de intervención

MATERIALES

Papeles y telas

Materiales para el bastidor

Colas, adhesivos y consolidantes

Disolventes y materiales para limpieza

Pigmentos, cargas y colores

Barnices

Material auxiliar

HERRAMIENTAS

Herramientas de uso general

Herramientas para tensar, aplanar y soldar

Herramientas para mezclar y aplicar

Herramientas para cortar, disponer, sujetar y limpiar

Útiles de laboratorio

Herramientas para diagnóstico

Herramientas de uso auxiliar

ASPECTOS TÉCNICOS

Diagnóstico

Informe

Preparación de productos en el taller

Procesos previos a la restauración

Tratamientos del soporte

La tela: limpieza, eliminación de elementos y desinfección

Reparación de roturas en la tela

Sustitución del bastidor

Reentelado

Empapelado de protección

Fijación

Limpieza y regeneración

Estucado

Barnizado

Reintegración

Presentación de la obra

Seguridad y organización del taller

PASO A PASO

Conservación

Cambio de bastidor y fijación y retoque de la capa pictórica

Limpieza y retoque

Parches, limpieza y retoque

Refuerzos perimetrales, limpieza y retoque

GLOSARIO

BIBLIOGRAFÍA Y AGRADECIMIENTOS

Introducción

La restauración de pintura abarca un campo muy amplio en el que confluyen multitud de técnicas diferentes (óleo, temple, guache, acrílico, etc.), en ocasiones mezcladas entre sí, aplicadas sobre soportes de naturaleza diversa (tela, madera, metal, pared, cristal, papel, etc.). Estos aspectos configuran un ámbito vasto y heterogéneo donde tiene cabida todo tipo de obras de arte. Por ello cualquier tratado general sobre la restauración de pintura deberá ser, necesariamente, muy amplio y aportar una visión extensa sobre esta disciplina. En contraposición a esto, la presente obra se ha concebido como un manual práctico, estructurado de tal manera que constituya una guía clara y amena para los que deseen iniciarse y una fuente de información rigurosa y actualizada para los profesionales, ya que en ella se explica a fondo cómo abordar con éxito la restauración de un determinado tipo de obras de arte: la pintura sobre tela.

La restauración de pintura ha estado tradicionalmente considerada una disciplina afín al arte, razón por la que la figura del restaurador ha sido comparada con la del artista. Históricamente, el restaurador intervenía sobre la obra aportando a ésta parte de su arte, lo cual, en muchas ocasiones, conllevaba la modificación de ciertas cualidades estéticas o físicas y, con ello, la pérdida o cambio de su significado. La restauración se basaba en la voluntad de retornar el aspecto original de la obra, concepto que primaba sobre otros, aunque supusiera el añadido o eliminación de algunas partes y la variación o modificación de diversos aspectos.

En la actualidad, el concepto general de restauración ha variado de forma significativa. El campo de la restauración abarca también la conservación, por ello el trabajo del restaurador ya no se limita sólo a la intervención directa sobre la obra de arte, sino que debe conocer, evaluar y actuar sobre todos los parámetros que contribuyen a la preservación de la obra, tal como se explica en el primer capítulo de este libro. El restaurador interviene sobre la obra de arte de una manera sumamente respetuosa en lo que respecta a su estética, integridad física e historia, para retornarle su significado y facilitar su comprensión. Ostenta una responsabilidad de primer orden en la preservación de los testimonios de cualquier cultura, entre los que se encuentran las obras de arte y, entre ellas, la pintura.

Se trata de un especialista rigurosamente formado que domina diversas disciplinas artísticas, científicas y técnicas. El componente artístico de la restauración de pintura se complementa con conocimientos de física, química, historia, etc., y con el dominio de diferentes técnicas procedentes de distintas disciplinas. Este aspecto no ha de presentar ningún problema para el lector, ya que encontrará en este libro técnicas y procesos científicos explicados con rigor de una manera clara y amena.

El libro se estructura en seis grandes capítulos que corresponden al proceso necesario para restaurar una pintura sobre tela.

El primero de ellos trata sobre el papel que desempeña el restaurador en la preservación de los bienes culturales. Se explican los conceptos de conservación y restauración, relacionándolos con los factores que provocan la degradación de la obra de arte.

El segundo capítulo versa sobre la obra. En él se explica la pintura sobre tela como objeto, identificando las partes que la forman, se muestra cómo reconocer las técnicas pictóricas más usuales, se analizan las patologías más corrientes y se ofrece una guía de las fases por las que pasa toda restauración.

El tercer y cuarto capítulos son una relación exhaustiva de los materiales y herramientas que se usan en las distintas fases de la restauración.

El quinto capítulo se estructura a partir de ejemplos prácticos y expone las diferentes técnicas que existen para solucionar las principales problemáticas de los cuadros; es un guión de los pasos y el orden que debe seguir el restaurador antes, durante y después de la intervención.

El sexto y último contiene los paso a paso, ejemplos prácticos de la restauración de diferentes cuadros.

Por último, el glosario constituye una herramienta de consulta muy útil y la bibliografía sirve de referencia para los lectores que deseen profundizar en el tema.

Esta obra no es un manual definitivo sobre la restauración de pintura sobre tela: sólo se ha pretendido con ella ofrecer una visión básica, de un oficio que requiere mucha experiencia y constante investigación y estudio. Deseamos que este libro sea un manual para guiar, de una forma rigurosa pero clara y amena, a los lectores que deseen iniciarse en el tema, y una valiosa obra de consulta para profesionales.

Las autoras, Mireia Patiño, a la izquierda, y Eva Pascual, junto con el fotógrafo Joan Soto.

Eva Pascual i Miró es licenciada en Historia del Arte por la Universitat de Barcelona, especializada en Museografía, Diseño y Acondicionamiento por la Universitat Politècnica de Catalunya, y en Conservación Preventiva por la Universitat Autònoma de Barcelona. Ha realizado cursos sobre mercadotecnia y gestión de empresas culturales. Por tradición familiar se inició en el conocimiento de las antigüedades, sobre todo en el mueble catalán en particular y el mobiliario medieval en general. Su trayectoria profesional se ha desarrollado, entre otros, en varios museos e instituciones culturales de Cataluña como documentalista, gestora del patrimonio y coordinadora de exposiciones. También ha trabajado en empresas de servicios integrales para instituciones culturales. Ha impartido numerosos cursos sobre historia, documentación y criterios de restauración de mobiliario. Es coautora de los libros Restauración de Madera y Decoración de Madera, de esta misma colección.

Mireia Patiño i Coll es diplomada en Restauración y Conservación por la Escola d’Arts i Oficis de la Diputació de Barcelona, es Técnico especialista Químico por la Escola del Treball de la Generalitat de Catalunya y ha cursado estudios superiores de química en la Universitat de Barcelona. Asimismo, ha realizado cursos sobre técnicas pictóricas, dorados y policromías, análisis de obras de arte mediante tecnología láser, iluminación de obras de arte, restauración de papel y diagnóstico y métodos de desacidificación del papel, análisis de obras de arte y tecnología de pinturas, entre otros. Ha trabajado en los Servicios Científicos y Técnicos de la Universitat de Barcelona y colaborado en la gestión de análisis y como soporte técnico de profesionales del ramo. Ha intervenido en numerosas restauraciones del patrimonio eclesiástico y colecciones privadas. También ha impartido cursos sobre restauración y colabora habitualmente en diversas publicaciones periódicas. Tiene su propio estudio de restauración, especializado en pintura.

La conservación y restauración de pintura sobre tela

Entre los múltiples conocimientos que debe poseer la persona que se enfrenta a la restauración de un objeto, sea cual fuere la naturaleza de éste, se encuentran los factores que han provocado su deterioro, alterando la materia que lo compone. Conocer y analizar los factores que pueden iniciar, favorecer o bien degradar por completo un objeto es imprescindible para diagnosticar los problemas (patologías) que presenta, asegurar la correcta intervención durante el proceso de restauración y ayudar a la posterior conservación. La restauración de obras de arte, y en concreto la que nos ocupa, la pintura sobre tela, no se reduce sólo a la intervención sobre el objeto, abarca también la conservación, esto es, las acciones encaminadas a retrasar el deterioro de la materia que lo conforma. Por ello se habla de los trabajos de conservación y restauración de una obra de arte y los profesionales en este campo reciben la denominación de conservadores-restauradores, ya que su trabajo comprende tanto la conservación preventiva y curativa como la restauración. Estos conceptos, íntimamente relacionados entre sí, se hallan bien definidos y, durante la práctica de la restauración (entendida como conservación-restauración), perfectamente acotados, tal como se explica a continuación en este capítulo.

La conservación y la restauración

El oficio de restaurador

El restaurador (entendido como conservador-restaurador de ahora en adelante) es un profesional con formación universitaria cuya misión fundamental es preservar los llamados bienes culturales en beneficio de las generaciones actuales y las futuras, contribuyendo con ello a hacer comprensibles la estética, historia e integridad física de estos objetos. Por ello, es responsable de examinar y realizar el diagnóstico, de la conservación, de los tratamientos de restauración del objeto, así como de documentar correctamente todos los procesos anteriores.

El restaurador puede actuar de diferentes maneras para preservar los bienes culturales u obras de arte que se le confían, ya sea mediante la conservación preventiva, la conservación curativa o la restauración.

La conservación preventiva consiste en llevar a cabo acciones indirectas encaminadas a retrasar el deterioro y a prevenir futuros daños creando las condiciones óptimas para la conservación. Incluye la manipulación, transporte, almacenamiento y exposición de los objetos. Por ejemplo, se considera conservación preventiva el uso de embalajes adecuados para el transporte de una obra de arte, una correcta iluminación, el acondicionamiento ambiental apropiado o incluso la limpieza.

La conservación curativa es la acción directa efectuada sobre el objeto en tratamiento con la intención de retrasar o resolver definitivamente cualquier tipo de deterioro que sufra. Por ejemplo, la eliminación de xilófagos de la madera es uno de los procesos que se realiza con mayor frecuencia y en objetos de tipologías diversas.

La restauración consiste en la acción directa sobre un objeto deteriorado o dañado con la intención de facilitar su comprensión y su significado histórico, respetando en el mayor grado posible su estética, historia e integridad física. A modo de ejemplo, una restauración puede consistir en reparar la capa pictórica de un cuadro, reintegrando lagunas o pérdidas de pintura.

La conservación curativa es una acción directa sobre el objeto cuya finalidad es retrasar un deterioro. En este caso, se eliminan los xilófagos presentes en el bastidor de un cuadro.

La responsabilidad del restaurador

Desde el momento en que un objeto llega al restaurador y queda bajo su custodia, éste ostenta una responsabilidad, no sólo para con el objeto, sino también para con el propietario actual o responsable legal (museo, institución, galería, colección...), hacia el creador del objeto (en el caso que nos ocupa, el pintor), hacia el público y hacia la posteridad. Esta condición es válida para salvaguardar cualquier tipología de bien cultural, independientemente de quién sea el propietario, la época del bien, la integridad en que se encuentre o su valor económico. Por todo ello, la profesión de restaurador constituye una actividad de interés público, dado que trabaja para preservar testimonios de interés colectivo para la sociedad. Antes de restaurar, esto es, intervenir directamente sobre el objeto, el restaurador debe tener en cuenta todas las posibilidades de conservación preventiva, y en el caso de que deba restaurar el objeto, su intervención se limitará a lo estrictamente imprescindible.

La restauración consiste en una acción directa sobre la obra u objeto; en este caso, un cuadro.

La importancia de la conservación

Como se ha expuesto anteriormente, la conservación, tanto preventiva como curativa, forma parte de la restauración. Se basa en el análisis de los factores que intervienen en la degradación de un bien cultural, estableciendo sus efectos para aportar, a continuación, soluciones que los retrasen o frenen o ambas cosas, creando las condiciones adecuadas para su conservación. Por ello el restaurador debe conocer los diferentes factores de degradación y sus efectos sobre los objetos (según se explica en el apartado siguiente), ya que sólo conociendo las causas y los efectos podrá decidir qué acciones conviene emprender en cada caso particular para asegurar la integridad física del objeto.

Organización y deontología de la profesión

Los bienes culturales en general y los objetos u obras de arte en particular de cualquier sociedad constituyen una herencia material y cultural que debe transmitirse a las generaciones venideras, razón por la cual su preservación constituye un tema crucial. La conservación y restauración de bienes culturales se ha revelado como uno de los temas fundamentales de la gestión de patrimonio cultural de cualquier sociedad.

Su importancia a escala mundial queda reflejada en los diversos organismos que promueven y crean marcos normativos para la correcta práctica de la profesión. El ICOM (International Council of Museums, Consejo Internacional de los Museos) y el ICCROM (International Centre for the Study of the Preservation and the Restoration of Cultural Property, Centro Internacional para el Estudio de la Preservación y la Restauración de los Bienes Culturales) son dos de los organismos, dependientes de la UNESCO, que han dictado directrices referentes a la práctica del oficio y a los criterios de intervención. Más recientemente, la ECCO (European Confederation of Conservator-Restores’ Organisations, Confederación Europea de Organizaciones de Conservadores-Restauradores) ha promovido y adoptado unas directivas profesionales basadas en documentos anteriores del ICOM-CC (International Committee for Conservation, Comité Internacional para la Conservación) y de diferentes organizaciones profesionales, en las que se recogen la definición de la profesión, las directrices del rol del conservador-restaurador y su ámbito de actuación. En el documento promovido por la ECCO se exponen las directrices del oficio del restaurador y los límites de su actividad, sus responsabilidades y deberes, entre otros, aspectos que se han explicado en la primera parte de este apartado.

En la conservación preventiva es fundamental conocer las condiciones ambientales en que se conserva la obra. Si éstas no son las correctas se deben tomar acciones para corregirlas. En este caso, un termohigrómetro digital informa de la humedad relativa y la temperatura.

La limpieza superficial de los objetos, como en este caso la eliminación del polvo en la superficie del cuadro, también forma parte de la conservación preventiva.

La degradación

La materia que forma los objetos se deteriora con el paso del tiempo. Ésta es de por sí inestable, y puede llegar incluso a transformarse químicamente y descomponerse. Existen, sin embargo, factores que inician o aceleran su deterioro, esto es, la alteración o modificación en perjuicio de una o varias de sus características. Estos factores provocarán diferentes alteraciones en la materia dependiendo de su naturaleza y estado de conservación.

La materia se clasifica según su naturaleza en orgánica e inorgánica. La materia orgánica es principalmente aquélla producida, elaborada u originada por los seres vivos y su origen puede ser vegetal (papel, madera, algodón, lino, mimbre...) o animal (cuero, lana, seda, cera, marfil...). La materia inorgánica es la que procede del mundo mineral y a partir de la cual es posible obtener diferentes materiales (metales, piedra, cerámica, vidrio...).

Los factores de degradación son variados y heterogéneos, algunos se combinan entre sí creando una problemática particular y pueden favorecer la aparición de otros agentes de degradación, por ejemplo, microorganismos e insectos. Estos factores causan deterioros más severos cuanto mayor sea el estado de degradación del objeto o la materia que lo compone. Una materia que presenta una o varias alteraciones es más sensible a la degradación que otra materia similar en buen estado. Su correcto análisis, estableciendo el factor que interviene, cuál es la causa y cuál su efecto, así como la evaluación del problema ayudan a discernir qué solución es la más adecuada para cada caso.

Tipos de deterioros

Los factores de degradación pueden desencadenar diferentes tipos de deterioros en la materia, dando lugar a procesos físicos, mecánicos, químicos o biológicos.

Los procesos de degradación físicos están causados por el clima (humedad y temperatura) y por la luz, modifican las cualidades del material pero no alteran su composición química; un ejemplo son la aparición de grietas en la madera o la pérdida de flexibilidad de una tela.

Los procesos de degradación mecánicos se deben a fuerzas mecánicas que se producen en el interior de la materia por la inestabilidad y el envejecimiento del material o por causas externas.

Los procesos químicos son el resultado de reacciones químicas que provocan la transformación de la materia en otra (por ejemplo, la oxidación de los clavos que sujetan la tela al bastidor, donde la capa superficial del hierro se ha transformado en óxido de hierro).

Los procesos de degradación biológicos son consecuencia del ataque de microorganismos, insectos o ambos, que parasitan la materia y se alimentan de ella, lo cual afecta al peso, resistencia, aspecto, etc., del material. Algunos de estos organismos originan procesos químicos.

Una deficiente manipulación de los cuadros puede ocasionar la rotura de la tela.

Los factores de degradación

Los factores que causan la degradación de los bienes culturales y, particularmente, las obras de arte se clasifican en dos grupos: los provocados por causas naturales y los que son consecuencia de la acción humana. En realidad, la acción humana es la mayor responsable del deterioro y la destrucción de las obras de arte.

Factores naturales

Los factores naturales son muchos y heterogéneos. Según su naturaleza, se clasifican en mecánicos, biológicos, químicos y físicos.

Son factores mecánicos los movimientos y vibraciones causados por grandes fenómenos naturales como terremotos o erupciones o por vibraciones procedentes del subsuelo debidas a una excesiva proximidad a vías de comunicación muy transitadas.

Los factores biológicos pueden estar causados por agentes del reino animal como insectos, roedores, aves, etc., o del reino vegetal como algas, hongos o líquenes; los daños que producen estos agentes se denominan biodeterioro.

Los factores químicos incluyen varios agentes como la contaminación o polución atmosférica, el polvo y la presencia de aire salado y húmedo de un mar próximo.

Los factores físicos son, junto con los biológicos, los que afectan en mayor medida a los objetos y, por extensión, de los que trata este libro.

Los agentes físicos se refieren al clima, esto es, a la humedad y la temperatura, y a la luz; tres agentes o parámetros que se interrelacionan y cuyos efectos sobre la materia se combinan y dan como resultado, en ocasiones, importantes deterioros. Estos agentes también pueden favorecer la aparición y ataque de agentes biológicos.

Un aspecto primordial que hay que contemplar al tratar los factores o agentes que contribuyen a la degradación de la pintura sobre tela es la propia naturaleza de la obra.

Se trata de un objeto compuesto por diferentes materiales orgánicos, por ejemplo, la madera del bastidor, el algodón, lino o cáñamo de la tela, la cola de conejo de la imprimación, el aceite o temple de la capa pictórica y los barnices, así como materiales inorgánicos, por ejemplo, el yeso, la creta o blanco de España de la imprimación y la mayoría de pigmentos. Los cuadros son, pues, objetos compuestos de muy diversos materiales, los cuales reaccionan y responden de manera diferente frente a los distintos agentes de degradación. Este aspecto implica que cualquier proceso de degradación provocará, en el caso que nos ocupa, deterioros mayores que los que provocaría el mismo proceso sobre un objeto confeccionado con un solo material.

La acción humana

Históricamente, la acción humana ha sido el mayor agente de degradación y destrucción del patrimonio, y ha provocado, incluso, la desaparición de gran cantidad de obras. Tales deterioros pueden deberse, entre otros, a la modificación de las condiciones ambientales donde se conserva la obra y a la inadecuada manipulación del objeto.

La modificación de las condiciones ambientales puede ser producida por la variación de alguno de los agentes climáticos (temperatura y humedad), por la modificación de la iluminación o el aumento de la polución ambiental. También puede tener lugar al trasladar un objeto desde su ubicación habitual a un lugar diferente, porque las nuevas condiciones ambientales no son similares a las que aseguraban su correcta conservación.

La incorrecta manipulación (transporte, carga y descarga, etc.) de los cuadros provoca erosiones, golpes, roturas y pérdida de la capa pictórica.

El polvo y la polución son dos de las mayores consecuencias de la acción humana sobre el entorno. La polución atmosférica, en las zonas urbanas o áreas industriales, constituye un importante agente de deterioro que hay que tener en cuenta.

El dióxido de carbono (CO2), el monóxido de carbono (CO), el ácido sulfhídrico (H2S) o los óxidos de nitrógeno (N2Ox) son algunos de los contaminantes que pueden provocar degradaciones en la materia. Sin embargo, uno de los más nocivos es el anhídrido sulfuroso (SO2), que se transforma en anhídrido sulfúrico (SO3) y que en contacto con el agua (que puede hallarse en estado gaseoso, en vapor) se transforma en ácido sulfúrico (H2SO4), un compuesto con poder corrosivo que ataca los materiales naturales. Otro de los contaminantes son los formaldehídos, compuestos muy volátiles que forman parte de ciertos adhesivos usados en la confección de contrachapados, conglomerados u otros tableros de madera manufacturados, así como en algunas pinturas. Estos compuestos favorecen algunas reacciones de oxidación.

El aire que nos rodea contiene impurezas en forma de polvo, que si están lo suficientemente concentradas provocan la degradación de los objetos, por ejemplo, producen suciedad superficial, activan el deterioro mecánico del material por abrasión o facilitan la acción de los agentes causantes del biodeterioro presentes en el polvo.

El polvo se deposita sobre la materia creando una capa sobre la superficie de los objetos, lo cual, dejando a un lado el factor estético, favorece el deterioro. Además, dado que tiene la propiedad de ser muy higroscópico, puede aumentar la humedad relativa de la superficie hasta un 10 %. Ello favorece el crecimiento de microorganismos (hongos fundamentalmente) e insectos y otros deterioros físicos como la dilatación de la materia. Estos deterioros debidos a la humedad superficial se acentúan en presencia de una temperatura y luz excesivas.

La solución al problema pasa por la limpieza regular de los cuadros, incluyendo la parte trasera.

En las siguientes páginas se analizan los agentes o factores más importantes que intervienen en los procesos de degradación usuales de la pintura sobre tela.

La contaminación ambiental producida por el tráfico constituye un poderoso agente de degradación.

El polvo acumulado sobre la superficie de la tela y el bastidor puede favorecer el aumento de la humedad relativa en las superficies, así como la aparición de agentes biológicos.

Humedad y temperatura

Como se ha indicado anteriormente, la humedad ambiental y la temperatura son dos factores de degradación que se interrelacionan y cuyos efectos se combinan. Son también los que provocan mayor deterioro físico en la materia orgánica, y los que favorecen cambios químicos y crean el medio idóneo para que prolifere el deterioro biológico o biodeterioro. Es por ello que se analizan simultáneamente.

La humedad

El aire que nos rodea contiene vapor de agua, es decir, humedad. Este aire tiene capacidad de absorber y contener una cierta cantidad de vapor de agua, capacidad que varía según la temperatura.

Cuanto mayor sea la temperatura, mayor será la capacidad del aire para contener humedad. Un metro cúbico de aire a 30 ºC puede contener hasta 30 gramos de vapor de agua como máximo (valor de saturación), la misma cantidad de aire a 20 ºC, hasta 17 gramos; a 10 ºC puede contener hasta 9 gramos y a 5 ºC hasta un máximo 7 gramos de agua. Pero llega un momento en que el aire ya no puede absorber o contener (a la temperatura que se encuentra) más vapor de agua, y se satura. Si el aire saturado, es decir, que contiene el máximo de vapor de agua o humedad posible, sigue recibiendo vapor de agua o decrece la temperatura, el agua se condensa, pasando del estado gaseoso al líquido. El aire, al decrecer la temperatura, no puede contener la misma cantidad de vapor de agua, por lo que el agua sobrante se precipita en forma líquida sobre las superficies de las cosas o aparece una neblina baja.

Humedad relativa

Para cuantificar la humedad del aire que nos rodea se emplea el concepto de humedad relativa. Este concepto expresa la relación entre la humedad total que pueden contener el aire y la humedad que realmente tiene: es el porcentaje, la relación, entre la cantidad de vapor de agua existente en un volumen de aire y la que podría haber a una misma temperatura si éste estuviese saturado.

Propiedades de la materia orgánica

Los organismos vivos contienen una cantidad muy significativa de agua. Cuando mueren y los transformamos, el material se deseca, es decir, sus células pierden parte del agua. Sin embargo, conservan la capacidad de volver a tenerla, motivo por el que la materia orgánica establece un equilibrio dinámico respecto a la humedad relativa de su entorno.

La materia orgánica es porosa, hidrófila (tiene el poder de absorber agua) en su superficie e higroscópica (capacidad de absorber, contener y ceder agua, según el caso). Si la humedad relativa del entorno es mayor que la del material, éste tiende a absorber humedad; si es menor, tiende a liberarla, esto es, reacciona con los cambios de humedad relativa del ambiente porque se equilibra con éste, lo cual puede originar fuerzas mecánicas, y con ello producirse deterioros.

Una humedad relativa excesiva favorece el biodeterioro y acelera las reacciones químicas ya iniciadas en la materia. Los cambios bruscos provocan la dilatación y contracción de la materia, lo que da lugar a deterioros físicos.

La condensación se produce al disminuir la temperatura de un volumen de aire saturado.

Capacidad de saturación de 1 metro cúbico de aire a una determinada temperatura. Cada punto simboliza 1 gramo de vapor de agua.

Rastro y efecto de excesiva humedad en el dorso de un cuadro.

La temperatura

La temperatura es la magnitud que indica el calor producido por cualquier fuente natural o artificial. Su efecto más importante estriba en que su variación modifica la humedad relativa del ambiente. Entre sus efectos cabe señalar el reblandecimiento de algunos materiales y que favorece el crecimiento de organismos. También es importante señalar que en cada aumento de 10 ºC de la temperatura se multiplican por dos las reacciones químicas ya iniciadas en la materia.

Medición de los parámetros

La humedad relativa se expresa en un valor de tanto por ciento (%) y se mide mediante unos aparatos denominados higrómetros. Los higrómetros (del griego hygrós, que significa “húmedo”) miden la humedad relativa. Los higrógrafos desempeñan la misma función, confeccionando una gráfica con los valores registrados. Los termohigrómetros miden, simultáneamente, la temperatura y la humedad.

Modificación y adecuación de la humedad y la temperatura

La medición de estos dos agentes es imprescindible para conocer los factores que provocan su deterioro, que en una parte muy importante de los casos se deben a una variación brusca de humedad relativa y temperatura, y establecer los mecanismos de intervención. La intervención consiste en modificar el clima del espacio donde se encuentra el objeto: variando la temperatura, usando humidificadores (aparatos dotados de mecanismos que añaden vapor de agua, esto es humedad, al aire) o deshumidificadores (que extraen humedad del aire), en función y según las necesidades específicas de cada caso.

Por lo general, se considera que una humedad relativa comprendida entre 45 % de mínima y 60 % - 65 % de máxima es la adecuada para la correcta conservación de pintura sobre tela. Las posibles fluctuaciones de humedad relativa deben ser lo más moderadas posible, evitando cambios bruscos como gran variación de humedad y temperatura en poco tiempo.

Termohigrómetro registrador programado mediante conexión a ordenador. Registra y almacena los datos de temperatura y humedad relativa durante el período de tiempo deseado. Su información se puede analizar mediante gráficos y tablas en el ordenador.

Un termohigrómetro portátil que efectúa medición en continuo sirve para establecer los valores de humedad relativa y temperatura donde se encuentra la obra en ese momento.

Termohigrómetro registrador programable mediante conexión al ordenador. En este caso, lleva incorporada una pantalla de cristal líquido con la que es posible conocer los valores de humedad relativa y temperatura del momento. Se puede comprobar su correcto funcionamiento (o calibrarlo, si se requiere) mediante dos frascos que contienen distintas soluciones de sales sobresaturadas.

Con un medidor de nivel de humedad en materiales es posible localizar y comprobar zonas de humedad en paredes.

Luz

La luz, una de las formas de la energía, es la parte de la radiación electromagnética susceptible de ser captada por el ojo humano. Las radiaciones electromagnéticas se propagan mediante movimientos ondulantes, es decir, en forma de ondas. Dependiendo de la longitud de las mismas varía el potencial energético de la radiación; así, a menor longitud de onda mayor energía, por lo que las consecuencias sobre la materia son más nocivas.

Radiaciones que provocan deterioros

Las longitudes de onda de las radiaciones electromagnéticas abarcan desde las de radio y televisión (las más amplias) hasta los rayos X y los gamma (las más cortas). El espectro visible, que puede ser apreciado por el ojo humano, se sitúa entre el infrarrojo y el ultravioleta, entre los 760 y los 400 nanómetros (unidad de medida de la longitud de onda). Las radiaciones que provocan mayores deterioros en la materia son los infrarrojos y los ultravioleta.

• Las radiaciones de infrarrojos producen gran cantidad de calor que reseca las fibras de la materia orgánica y aumenta la temperatura del objeto, lo cual origina en éste movimientos mecánicos, acelera las reacciones químicas o favorece el desarrollo de los organismos responsables del biodeterioro. La temperatura alcanzada por efecto de los infrarrojos se mide en ºC o ºF con ayuda de un termómetro.

• Las radiaciones ultravioleta presentan una longitud de onda corta, por lo que su potencial energético es elevado, razón por la que pueden causar numerosos deterioros, tales como destrucción de pigmentos, aumento de la temperatura (con lo que ello comporta), reacciones fotoquímicas e incluso de oxidación. Su intensidad se mide en µw/l (microwats/lumen) con ayuda de un ultraviolímetro.

• La radiación visible también puede provocar deterioros, ya que activa reacciones fotoquímicas y aumenta la temperatura interna de la materia. Su intensidad se mide en lux mediante un luxómetro.

Los efectos de la luz solar sobre las obras son acumulativos y en combinación con otros agentes de degradación pueden provocar severas degradaciones tales como cambios de color, oxidación de los materiales o favorecer el ataque de agentes biológicos.

Fuentes de luz

Las fuentes de luz pueden ser naturales, como el Sol, o artificiales, como las diferentes luminarias, lámparas o bombillas disponibles en el mercado. Cada fuente de luz emite diversos tipos radiaciones y de diferente intensidad, lo cual hace preferible el empleo de unas sobre otras.

La luz solar está compuesta por gran cantidad de ultravioleta, infrarrojos y luz visible, que transmiten a la materia una energía sumamente elevada que provoca grandes deterioros en los materiales que la reciben directamente.

Las lámparas incandescentes emiten una gran cantidad de calor en forma de rayos infrarrojos y luz visible.

Los tubos fluorescentes no emiten rayos infrarrojos, pero proporcionan luz visible y ultravioleta en una determinada cantidad.

Las lámparas halógenas emiten algo de ultravioleta, luz visible e infrarrojos en la misma proporción.

EMISIÓN SEGÚN LAS DIFERENTES FUENTES DE LUZ

Fuente de luz/Emisión

Luz diurna

Lámpara incandescente

Tubo fluorescente

Lámpara halógena

Unidad de medida

Ultravioleta

♦♦♦

 

♦♦♦

µw/l

Luz visible

♦♦

♦♦

♦♦

♦♦

lux

Infrarrojos

♦♦

 

♦♦

ºC

VALORES DE LUZ SEGÚN LAS FUENTES Y SU SITUACIÓN

Luz natural en exterior

hasta 50.000 lux

1.000 µw/l

Luz natural en interior, cerca ventana

hasta 5.000 lux

25-400 µw/l

Luz artificial

hasta 500 lux

100-200 µw/l (fluorescente)

Efectos de las radiaciones electromagnéticas

Las alteraciones o deterioros que se producen en la materia son directamente proporcionales al tiempo de exposición, al tipo y la intensidad de las radiaciones que recibe y a la propia estabilidad y estado de conservación de la materia. Debe tenerse en cuenta que los efectos de las radiaciones (tanto las visibles como las no visibles) son acumulativos y que se combinan entre ellos. Un material sensible a la luz se verá afectado en mayor medida por ésta cuando se encuentre en presencia de temperatura y humedad relativa elevadas. La luz siempre es dañina para la materia.

Para solucionar o al menos paliar los problemas que ocasiona la luz hay que saber escoger la fuente más adecuada, eliminar en lo posible las radiaciones procedentes del Sol y reducir la intensidad lumínica.

Las radiaciones excesivas provocan en los cuadros la catalización de reacciones de oxidación en las resinas y aceites, lo cual los amarillea.

La pintura al óleo se considera sensible a la luz, por lo que debe mantenerse iluminada entre 100-150 lux. La pintura al temple y las acuarelas son en extremo sensibles, así que se expondrán a un máximo de 50 lux. En todos los casos es imprescindible que el valor de las radiaciones ultravioleta no exceda de 75 µw/l.

Para la correcta iluminación de pintura sobre tela se debe emplear una fuente de luz adecuada (en este caso una lámpara incandescente) y comprobar que no se exceden los valores (lux y µwatt/lumen) recomendados.

Con el luxómetro se mide la intensidad del espectro visible de las radiaciones electromagnéticas. En este caso, se exceden ampliamente los valores recomendados para una correcta conservación.

Esquema de las radiaciones electromagnéticas.

PARÁMETROS RECOMENDADOS PARA EXPOSICIÓN Y CONSERVACIÓN DE PINTURAS

 

Humedad relativa

Intensidad radiación visible

Intensidad ultravioleta

Pintura al óleo

45 % mínima a 60 %-65 % máxima, según el clima propio de cada área. Las posibles fluctuaciones deben ser lo más moderadas posible.

100 a 150 lux máximo

75 µw/l máximo

Pintura al temple y acuarelas

50 lux máximo

Biodeterioro

El biodeterioro puede definirse como el conjunto de daños, desgastes o cambios producidos por agentes biológicos en la materia orgánica natural. En la pintura sobre tela, los agentes biológicos responsables de la degradación son, fundamentalmente, los micoorganismos y los insectos.

Microorganismos

Los microorganismos (en el caso que nos ocupa, principalmente los hongos) se desarrollan en la materia cuando las condiciones de humedad y temperatura son las adecuadas. Si éstas no se dan, pueden permanecer en estado latente hasta la aparición de las condiciones necesarias. Algunos de los microorganismos que afectan la pintura sobre tela se alimentan de celulosa, presente en los materiales de origen vegetal, como la tela y la madera del bastidor. La celulosa es un polisacárido que forma parte de las paredes celulares de diversos tejidos de las plantas y su porcentaje varía dependiendo de la especie: en el algodón es del 95 %, en el lino del 80 % y en la madera de conífera de entre el 58 y el 60 %. La acción de los microorganismos se centra en la degradación enzimática de la celulosa para conseguir glucosa. La hemicelulosa, así como los almidones y azúcares que componen los materiales de origen vegetal son otras fuentes de nutrientes para los microorganismos. Los deterioros que provocan son de carácter químico, ya que degradan y transforman los componentes de la materia y de carácter mecánico, a causa de la acción de las hifas del micelio sobre las fibras de la materia.

El desarrollo de los microorganismos depende de la relación entre la humedad de la materia y la temperatura ambiental, su propia velocidad de crecimiento y la porosidad del material. En general, se considera que su metabolismo es activo entre los 16 y los 35 ºC y que la temperatura óptima para su desarrollo oscila entre los 25 y los 35 ºC.

Deterioro producido por un animal.