Asesinato A La Luz De La Luna - Una Colección De Relatos Cortos - Diana Rubino - E-Book

Asesinato A La Luz De La Luna - Una Colección De Relatos Cortos E-Book

Diana Rubino

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Beschreibung

Carmella siempre supo que encontraría al amor de su vida en un país exótico. Pero hay una trampa mortal en Recuerdo.

Observar a unos arqueólogos desenterrar un cuerpo momificado de la Edad de Hierro de una turbera danesa le da una idea a un profesor universitario: cómo cometer el crimen perfecto en Cuerpos de la ciénaga.

En Tengo otros planes, un joven ejecutivo planea eliminar a su socio, quien se niega a darle más acciones; pero alguien se le adelanta.

En Su propio jefe, el teniente Frank Russo del Departamento de Policía de Jersey City tiene una asombrosa facilidad para resolver casos de homicidio durante los oscuros días de la ley seca, cuando los asesinatos callejeros proliferan sin control. Cuando deja al descubierto las operaciones turbias de la familia mafiosa más infame de la ciudad, hiere muchas sensibilidades. Pero ¿tiene miedo de terminar en el fondo del East River con patas de rana de cemento? No. Entonces, ¿cuál es su secreto?

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ASESINATO A LA LUZ DE LA LUNA

UNA COLECCIÓN DE RELATOS CORTOS

DIANA RUBINO

Traducido porNATALIA STECKEL

Derechos de autor (C) 2021 Diana Rubino

Diseño de Presentación y Derechos de autor (C) 2021 por Next Chapter

Publicado en 2021 por Next Chapter

Arte de la portada por CoverMint

Este libro es un trabajo de ficción. Los nombres, personajes, lugares e incidentes son producto de la imaginación del autor o se usan de manera ficticia. Cualquier parecido con eventos reales, locales o personas, vivas o muertas, es pura coincidencia.

Todos los derechos reservados. No se puede reproducir ni transmitir ninguna parte de este libro de ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluidas fotocopias, grabaciones o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, sin el permiso del autor.

CONTENIDO

Recuerdo

Cuerpos de la ciénaga

Su propio jefe

“Tengo otros planes...”

Querido lector

RECUERDO

Un proyectil de mortero cayó al suelo y explotó. Un destello cegador encendió el cielo nocturno, e iluminó cinco rostros sorprendidos dentro de la vieja granja.

El segundo proyectil impactó directamente, e hizo temblar la casa hasta sus cimientos. Mientras los escombros se esparcían por todas partes, la fuerza explosiva astilló la mesa de madera. Mapas, documentos, libros y ordenadores volaron por la habitación.

Los hombres se apresuraron a buscar sus armas; todos, menos Hani Terif, quién buscó frenéticamente un objeto vital entre los escombros.

«¡Déjame encontrarlo, por favor!», suplicó.

Mientras rebuscaba entre los trozos de madera, papel, plástico fundido y metal, su entrenado oído distinguía cada sonido; incluso por encima de sus propias armas, que escupían y tosían. Los morteros se disparaban en la distancia. Los proyectiles rechinaban por encima del sonido ronco de los rifles automáticos de fabricación estadounidense. Cuando las ametralladoras de calibre cincuenta parecían hacer gárgaras con los disparos, él se quedó helado. Eso significaba una cosa: comandos israelíes; demasiados para luchar contra ellos. Debían escapar ya, o enfrentarse a una muerte segura.

Con sus anticuadas armas rusas y sus limitadas municiones, él y sus compañeros de Infiltración Mortal no tenían ninguna posibilidad contra sus atacantes. Los comandos israelíes (los soldados mejor entrenados de ese lado del mundo) se acercaban rápidamente. Los hombres de Hani, con una esperanza de vida posiblemente reducida a un puñado de segundos, se abrieron paso, gateando, arrastrando sus piernas heridas o cojeaban, con los brazos colgados de los hombros de sus compañeros.

—¡Reúnanse conmigo en la casa de seguridad de Infiltración Mortal, en las afueras de El Cairo, en dos semanas! —Ordenó Hani a sus hombres—. Detendré al enemigo el mayor tiempo posible.

Los misiles retumbaban sobre su cabeza en una espantosa andanada. Sus músculos se tensaron. Sabiendo que nunca oiría el disparo que lo mataría, se estremeció. Los demás salieron hacia la noche, al amparo de sus disparos de ametralladora. Las balas israelíes pasaban zumbando alrededor de sus pies. Él siguió escudriñando la habitación en busca del valioso Corán. Finalmente, sus agudos ojos lo vieron metido bajo una esquina de la alfombra. Agradecido por su aguda vista, saltó por la habitación para tomar el pequeño libro forrado en cuero.

Huyó del edificio cuando una explosión lo hizo saltar por los aires. Al ver a sus compañeros de armas convertidos en fragmentos de hueso y manchas de sangre, Hani se dio cuenta de que era el único superviviente.

El 747 de British Airways se dirigía a Londres con su carga de turistas estadounidenses, visitantes británicos ansiosos por volver a casa, viajeros inquietos que volaban por primera vez y una agradable tripulación. El grupo de Lassiter Tours viajaba en clase turista; seis estadounidenses de distintas edades y procedencias, a punto de embarcarse en su viaje relámpago por Egipto.

Acomodado en un asiento de ventanilla, el doctor Lawrence Everett, profesor de Estudios del Patrimonio, en la Universidad Estatal de Plymouth, leía una tesis en su iPad. Sentada junto a él, su mujer, Janice, articulaba en silencio un Ave María con un rosario entre los dedos.

El profesor Everett notó la cabeza inclinada de su esposa.

—Cariño, ni siquiera hemos despegado. —Por si acaso, echó mano de la bolsa forrada de plástico que había en el bolsillo del asiento delante de ella.

—¡Vaya, por fin nos movemos! —Jeff Sullivan, el pasajero a la derecha de Janice Everett, le dio un codazo—. Ahora estamos de camino a nuestra primera parada por combustible: Heathrow, Londres —, dictó en una grabadora digital. —Desde allí seguiremos hasta El Cairo, Egipto. El origen de todo el genio conocido por la humanidad...

Al otro lado del pasillo, en los tres asientos centrales, estaba la familia Russo, nacida en Brooklyn: Dominic, de barriga amplia; su esposa, Anna María, preocupada por la salud; y su hija, Carmella, de veintidós años, que leía Yoga Journal. Ese viaje era una celebración de la segunda oportunidad de Carmella en la vida.

El avión se adentró en las nubes, a punto de dejar su estela a lo largo del Atlántico.

El grupo de Lassiter Tours llegó a El Cairo Hilton a tiempo para una cena tardía. Tras la comida apresurada en el restaurante del hotel, llegó el guía turístico.

—Buenas noches. Soy Yasar Massri. Soy estudiante de arqueología egipcia y seré su guía durante las próximas dos semanas. —Los viajeros se reunieron en el vestíbulo del hotel mientras Yasar les explicaba brevemente la historia de Menfis, su primera parada a la mañana siguiente—. Por favor, estén aquí en el vestíbulo a las ocho y treinta para subir a nuestro autobús —, pidió para terminar su perorata de instrucciones—. El desayuno se servirá a las ocho.

Mientras la multitud se dirigía a los ascensores, Carmella se acercó a Yasar, que estaba entrando en el salón.

—Pareces todo un erudito sobre el mundo—Soltó las palabras sin aliento por la emoción. —Estoy deseando ver Egipto.

—Supongo que nunca has estado aquí antes—. Se acercó a ella, acortando la respetable distancia.

—No, nunca. Este es un viaje muy especial para mí. Una verdadera celebración. Siempre me ha fascinado la historia egipcia y el misterio de las pirámides: cómo están construidas con tanta precisión, alineadas con las estrellas. Ciertamente, tienen una historia de la que estar orgullosos.

Él mostró una amplia sonrisa.

—Bueno, gracias. Estamos orgullosos.

—Siempre que viajo, me aseguro de conocer a los lugareños. Especialmente, a los guías turísticos—. Ella hizo una pausa para provocar un efecto… y para tomar aire. — ¿Te gustaría sentarte en el salón y hablar un rato? Incluso tomaré notas—. Sacó su iPad del bolso para mostrárselo.

—Será un placer—. La condujo al salón, donde tomaron asiento en una acogedora mesa de la esquina. Él pidió una cerveza, y ella, un zumo de naranja. —Hablando de historia, mira esto—. Sacó un pequeño libro de cuero del bolsillo y se lo mostró.

Ella se quedó mirando con asombro mientras él se lo colocaba en la palma de su mano.

—Es tan antiguo y frágil... ¿Se encontró en la tumba de un faraón o algo así?

Él rio por lo bajo.

—No, es un Corán. Lo compré en una subasta esta mañana. De alguna manera, sobrevivió a una batalla entre comandos israelíes y terroristas en la antigua granja de Bishara, hace unos meses.

Ella lo abrió y pasó un dedo por el interior de la cubierta.

—Está tan desgastado y... ¿qué es lo que está escrito aquí?