Atlas de Micronaciones - Graziano Graziani - E-Book

Atlas de Micronaciones E-Book

Graziano Graziani

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Beschreibung

Las historias recogidas en este atlas son todas rigurosamente verdaderas, incluso cuando pueden parecer inventadas. Si hay invención, esta proviene por completo de protagonistas de estas epopeyas en miniaturas. Porque de epopeyas se trata, siempre y, no obstante, incluso si los motivos que llevan a fundar una nueva nación son los más disparatados. En cualquier caso, estamos frente a verdaderas anomalías estatales, o que quisieran ser tales. En otros casos se trata de ingeniosas demostraciones con fines políticos. Algunos de estos países fueron inventados de la nada como "proyectos artísticos", otros nacen de controvertidas reconstrucciones de antiguas herencias dinásticas. Alguno trata de forzar el derecho internacional para afirmar su propia definitiva soberanía. Por espíritu de libertad, o bien para pagar menos impuestos. Lo que por cierto las une a todas es la búsqueda irreductible, a veces surrealista, de autonomía e independencia. Graziano Graziani

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Acerca de Graziano Graziani

Graziano Graziani nació en Roma. Además de ser uno de los locutores de Fahrenheit (Radio 3), ha realizado documentales y programas para Rai 5. Colabora con Lo Straniero, Il Tascabile y Minima & Moralia. Escribe sobre teatro contemporáneo, como crítico, o al menos lo intenta. Publicó la novela Esperia (Gaffi, 2008), I Sonneti der Corvaccio (La camera verde, 2011) y el Catalogo delle religioni nuovissime (Quodlibet, 2018). Atlante delle micronazioni fue publicado en 2015, también por Quodlibet.

Página de legales

Graziani, Graziano / Atlas de micronaciones / Graziano Graziani. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : EGodot Argentina, 2021.Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y onlineTraducción de: Guillermo Piro.ISBN 978-987-8413-48-8

1. Geografía. I. Piro, Guillermo, trad. II. Título.

CDD 912.1

ISBN edición impresa: 978-987-8413-45-7

Título original Atlante delle micronazioni

© 2015, Quodlibet SRL

Traducción Guillermo PiroCorrección Candela Jerez y Fabiana BlancoDiseño de tapa e interiores Víctor MalumiánIlustración de Graziano Graziani Juan Pablo Martínez

© Ediciones Godotwww.edicionesgodot.com.ar [email protected]/EdicionesGodotTwitter.com/EdicionesGodotInstagram.com/EdicionesGodotYouTube.com/EdicionesGodot

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, 2021.

Atlas de micronaciones

Graziano Graziani

TraducciónGuillermo Piro

Índice

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO UNO - Precedentes históricos

1. Imperio de los Estados Unidos

2. Moresnet Neutral

3. República de Cospaia

4. Reino de Araucanía y Patagonia

5. Isla Ferdinandea

CAPÍTULO DOS - Islas felices

1. Principado de Sealand

2. República de Minerva

3. Isla de las Rosas

4. Oileán Thoraigh

CAPÍTULO TRES - Anomalías históricas

1. Principado de Seborga

2. Reino de Redonda

3. Isla de Sark

4. Reino de Tavolara

CAPÍTULO CUATRO - Obras de arte

1. Principado de Ladonia

2. República de Kugelmugel

3. Estado Virtual de Lizbekistán

4. Reino de Elgaland-Vargaland

5. Estado de NSK

6. Garbage Patch State

CAPÍTULO CINCO - Barrios liberados

1. Ciudad Libre de Christiania

2. República de Užupis

3. República de Cihangir

4. República Marítima de Eastport

5. República de Kalakuta

CAPÍTULO SEIS - Pequeños territorios

1. Akhzivland

2. Reino de Elleore

3. República de Saugeais

4. Tamisiana República de Bosgattia

CAPÍTULO SIETE - Autoproclamaciones

1. República de Molossia

2. Imperio de Atlantium

3. Reino de Talossa

4. Principado de Pontinha

5. Reino de Sudán del Norte

CAPÍTULO OCHO - Imaginaciones al poder

1. Territorio Libre de Mapsulon

2. República de Frigolandia

3. República Libre de Alcatraz

4. Gospodariado de Meltenia

5. Apéndice: El Caso de Mr. Paypal

CAPÍTULO NUEVE - Acciones de protesta

1. Celestia

2. Waveland/Rockall

3. Gay & Lesbian Kingdom Of The Coral Sea Islands

4. La República de Malu Entu

CAPÍTULO DIEZ - Contra la autoridad

1. República de los Piani Sottani

2. Principado de Hutt River

3. Conch Republic

4. República Roja de Caulonia

CAPÍTULO ONCE - Distopías

1. Principado de Poyais

2. Dominio de Melquisedec

3. República de Lomar

4. Principado de Freedonia

5. República Libre de Liberland

NOTA

BIBLIOGRAFÍA ESENCIAL

Filmografía

NOTAS AL PIE

Hitos

Índice de contenido

Página de copyright

Página de título

Introducción

Contenido principal

Notas finales

Bibliografía

Notas al pie

Colofón

Portada

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Introducción

ESTE ATLAS REÚNE LAS historias y las fichas geográficas de países minúsculos que nadie conoció jamás: las micronaciones. ¿De qué tipo de entidad política hablamos? Según Wikipedia, una micronación es “una entidad creada por una persona, o por un pequeño número de personas, que pretende ser considerada como nación o Estado independiente, pero que aún no es reconocida por los gobiernos o las mayores organizaciones internacionales”. ¿Qué la vuelve distinta, entonces, de un Estado independiente no reconocido, como Somalilandia o Transnistria, o del principio de autodeterminación de los pueblos? El hecho de que no hay pueblos por autodeterminar, sobre todo porque las micronaciones involucran a un número limitado de personas; su extensión territorial es por lo general muy limitada; a veces, su naturaleza es excéntrica.

La práctica de proclamarse independientes a sí mismas y a una pequeña porción del territorio se desarrolla preferentemente en la segunda mitad del siglo XX (aunque por cierto la fundación unilateral de un Estado no es una novedad en la historia humana). Las motivaciones que impulsan a hacerlo son las más variadas: políticas, goliárdicas, económicas, utópicas, incluso fraudulentas. Muchas de estas historias sobrevivieron como recuerdos de historias “locales” excéntricas, hasta que resurgen en tiempos recientes gracias a Internet, que permitió recuperar la memoria, dando la posibilidad a muchas micronaciones de ponerse en contacto entre ellas. De reconocerse, incluso oficialmente, firmando por ejemplo tratados y acuerdos bilaterales.

En la red, por otra parte, uno se puede topar con muchísimas naciones virtuales, que solo existen en la web y en la fantasía de quienes las fundaron. Para definir este fenómeno se acuñó el término “Quinto Mundo”, que hace referencia a la vieja teoría de los tres mundos, a los que se les agrega un cuarto, que incluye las zonas más pobres del planeta. Estos experimentos a veces tienen una vida breve, aunque a veces quedan fluctuando en la web hasta que el host gratuito que los hospeda decide darlos de baja. Desde este punto de vista, Internet es verdaderamente el reino de las utopías, porque cualquiera puede abrir un sitio y declararse soberano de un reino imaginario. ¿Pero con qué fin? Según algunos micronacionalistas, a pesar de que la fragmentación pueda parecer una involución de la sociedad, el destino del hombre es el de superar la idea de Estado nación para arribar a una federación global de Estados individuos en los que cada individuo será plenamente ciudadano de sí mismo.

Sin embargo, las naciones virtuales no son el objeto de este libro. Para redactar este atlas nos orientamos hacia aquellas realidades que ostentan una extensión territorial, aunque sea minúscula, o reivindican una. La única excepción son los proyectos artísticos, porque en esos casos es justamente la reivindicación de una idea de ciudadanía desligada de la pertenencia territorial lo que constituye el punto de apoyo del proyecto. Además, este largo excursus es precedido por una serie de “precedentes históricos” que fueron inspiración y referencia imprescindible para los micronacionalistas de nuestro tiempo.

Las historias recogidas en este atlas son todas rigurosamente verdaderas, incluso cuando pueden parecer inventadas. Si hay invención, esta proviene por completo de los protagonistas de estas epopeyas en miniatura. Porque de epopeyas se trata, siempre y, no obstante, incluso si los motivos que llevan a fundar una nueva nación son los más disparatados. En cualquier caso, estamos frente a verdaderas anomalías estatales, o que quisieran ser tales. En otros casos se trata de ingeniosas demostraciones con fines políticos. Algunos de estos países fueron inventados de la nada como “proyectos artísticos”, otros nacen de controvertidas reconstrucciones de antiguas herencias dinásticas. Alguno trata de forzar el derecho internacional para afirmar su propia definitiva soberanía. Por espíritu de libertad, o bien para pagar menos impuestos. Lo que por cierto las une a todas es la búsqueda irreductible, a veces surrealista, de autonomía e independencia.

Se podrá objetar que estos presuntos Estados no tienen ninguna validez, ni jurídica ni sustancial (y en efecto su objetivo primario a menudo consiste en obtener cierto grado de reconocimiento). Pero, bien mirado, ¿qué puede decidir qué es un Estado? Las convenciones. Es cierto, pueblos, culturas y tradiciones cumplen un papel importante, pero no siempre son decisivos, si es verdad que poblaciones como los kurdos, los gitanos y los saharaui no tienen un Estado propio. Otro rol importante lo cumple la fuerza pública: pero policía y ejércitos solo pueden imponer lo que fue decidido por ley, no pueden dar lecciones de geografía. En definitiva, lo que vuelve a un Estado reconocible como tal es el hecho de que nosotros aceptamos, de un modo u otro, que existe. Y que junto con nosotros algo más, Estado o individuo, comience a hacer lo mismo.

CAPÍTULO UNO

Precedentes históricos

1. IMPERIO DE LOS ESTADOS UNIDOS

NOMBRE: Imperio de los Estados Unidos

GEOGRAFÍA: territorios varios

POSICIÓN: continente americano

SUPERFICIE: 9 millones de km2

CAPITAL: San Francisco

HUSO HORARIO: de UTC -10 a UTC -5

FUNDACIÓN: 17 de septiembre de 1859

EXTINCIÓN: 1880

FORMA DE GOBIERNO: imperio

JEFE DE ESTADO: Notton I (Joshua Norton) 1859-1880

HABITANTES: 50 millones

LENGUA OFICIAL: inglés

MUCHOS NO LO SABEN, pero la patria de Washington y Lincoln, cuna de príncipes republicanos, durante veinte años tuvo un monarca. Joshua Norton fue el primer —y, por otra parte, único— emperador de los Estados Unidos de América, y su increíble historia es uno de los fundamentos de la cultura micronacionalista. Nacido en Londres en 1819, después de haber transcurrido su infancia y juventud en Sudáfrica, a los treinta años emigra a los Estados Unidos, a San Francisco, donde trata de abrirse camino en los negocios. Dispone de 43.000 dólares, una cifra muy grande para la época, fruto de una herencia paterna, con la que hace buenos negocios hasta 1853, cuando tropieza con la inversión equivocada. Aquel año, China había bloqueado las exportaciones de arroz a causa de una carestía, con el resultado de que el precio se había multiplicado por diez. Cuando Norton se entera de que en San Francisco está por atracar una nave que viene de Perú cargada de arroz, decide comprar todo el cargamento. Inmediatamente después de haber firmado el contrato, muchas otras naves vuelven de Perú con partidas de arroz y el precio vuelve a al nivel anterior. Joshua está arruinado, pero no se da por vencido: emprende una causa legal que irá adelante hasta 1857 para anular el contrato, porque según él la calidad del arroz no es la acordada. Pero la corte resuelve en su contra. Sin un peso, Joshua se aleja de San Francisco para una especie de exilio voluntario.

Volverá a la ciudad en 1859, en evidente estado de confusión mental. Perdido su capital, el que en un tiempo había sido un exitoso emprendedor entra ahora a formar parte de la legión de pobres e inadaptados que pueblan las calles de la ciudad. Pero en su breve exilio, Joshua maduró una visión precisa sobre la incompetencia del sistema judicial estadounidense y la injusticia de los órganos políticos de su país. Entonces toma papel y pluma y escribe a los diarios ciudadanos una resolución autoproclamándose emperador de los Estados Unidos. Es el 17 de septiembre de 1859, y la carta dice así:

Ante el perentorio pedido y deseo de una gran mayoría de estos Estados Unidos, yo, Joshua Norton, en un tiempo ciudadano de la Bahía de Algoa, Cabo de Buena Esperanza, y hoy y por los últimos nueve años y diez meses ciudadano de San Francisco, California, declaro y me proclamo a mí mismo Emperador de estos Estados Unidos; y en virtud de la autoridad en tal modo adquirida, por intermedio de la presente ordeno a los representantes de los distintos Estados de la Unión que se reúnan en asamblea en el Music Hall de esta ciudad el 1 de febrero próximo, y allí proceder a la modificación de las leyes existentes de la Unión a fin de corregir los males bajo los cuales se encuentra esta nación, y de ese modo restablecer la confianza, tanto en la patria como en el exterior, en la existencia de nuestra estabilidad e integridad.

NORTON I, Emperador de los Estados Unidos

Obviamente, la proclama es ignorada, pero no por el San Francisco Bulletin, cuyo director decide publicarlo con intenciones satíricas. El efecto que produce, sin embargo, va más allá de cualquier previsión. La gente comienza a dirigirse a Norton, que a menudo anda por las calles de la ciudad dando a los paseantes sus consejos, con el título imperial que le corresponde. Pronto se transforma para todos en el emperador Norton.

Joshua se procura un uniforme azul con decoraciones doradas, y lleva a modo de sable un bastón con el que se ayuda para caminar. Ahora su figura es reconocible, y el nuevo emperador se zambulle con entusiasmo en sus funciones de gobernante: comienza una actividad de inspección de los astilleros, de las condiciones de trabajo y de las estructuras públicas, y prosigue con sus proclamas declarándose Protector de México. Joshua incluso comienza a imprimir notas de crédito, generalmente de cincuenta céntimos, pero también de cinco y diez dólares, que presenta en los negocios como forma de pago, y que estos aceptan de buena gana. En suma, la ciudadanía de San Francisco le sigue la corriente a su excentricidad, y así “su excelencia” por el resto de su vida no paga los medios públicos de transporte y come gratis en muchos restaurantes de la ciudad. Quien tuvo modo de conocerlo, sin embargo, no lo describe como un loco, sino como un hombre culto, convencido de su propio papel de emperador. Entre estos se encuentra Mark Twain, que vive cerca de la pensión donde reside Norton. Después de la muerte del emperador, Twain modelará el personaje del rey en Las aventuras de Huckleberry Finn basándose justamente en él. Pero también Robert Louis Stevenson y Herbert Asbury lo citarán en sus obras literarias.

La actividad legislativa de Norton I prosigue en los años con renovada pasión. Entre las proclamas más conocidas se encuentra la de 1859 con que ordena disolver el Congreso a causa de las siguientes motivaciones: “Es evidente que se abusa del sufragio universal; que el fraude y la corrupción impiden la expresión justa o correcta de la opinión pública; que constantemente se verifica una abierta violación de las leyes a causa de multitudes, partidos, facciones y una indebida influencia de las sectas”. Obviamente, la orden no surte ningún efecto, por eso Norton ordena la intervención del ejército. En 1860 prosigue su obra de demolición de un sistema corrupto, y por lo tanto declara disuelta la república a favor de la monarquía absoluta (la suya). En 1862 despide a Abraham Lincoln, y en 1868 ordena el arresto de su sucesor, Andrew Johnson, condenándolo a limpiar las botas del emperador. En 1869 ordena la disolución del partido republicano y del democrático. Hoy sus proclamas, aquellas consideradas auténticas, porque se han verificado algunos casos de falsificación, están custodiadas en el Museo de la Ciudad de San Francisco.

En 1867 el emperador sufre la desventura que es una prueba de su popularidad. Un agente de policía llamado Armand Barbier decide arrestarlo para que sea sometido a un tratamiento sanitario obligatorio por presuntos trastornos mentales. El arresto desencadena la indignación de la ciudadanía y una serie de artículos y cartas en los principales diarios de San Francisco, hasta que el jefe de la policía Patrick Crowley decide excarcelarlo y disculparse públicamente. Norton se muestra magnánimo, perdonando al joven agente que lo había arrestado. En el fondo no sabía con quién estaba lidiando. Desde ese momento en adelante, todos los policías de San Francisco comienzan a saludar al emperador cada vez que se encuentran con él en la calle.

La popularidad de Norton era tal que hacia fines de su vida fue objeto de leyendas verdaderas que lo mostraban como pariente del emperador Luis Napoleón Bonaparte, o bien futuro esposo de la reina Victoria —que, por otra parte, ya estaba casada—, y hubo incluso quien afirmaba que en realidad el emperador era inmensamente rico, pero que vivía pobre a causa de su avaricia.

¿Quién puede verdaderamente afirmar que Joshua Norton fue una persona con trastornos mentales y no un verdadero emperador? Su ciudad lo trataba como tal, y como tal vivió. Es verdad que sus proclamas no tenían circulación, pero hay quien hace notar que muchas otras leyes “reales” sufren el mismo destino. Algunos de sus dictámenes, por otra parte, tuvieron un efecto, por decirlo así, “póstumo”: muchas veces Norton se pronunció a favor de la construcción de un puente que conectara la bahía, y hoy el Golden Gate es uno de los símbolos de San Francisco. Además, su figura era capaz de ejercer cierta influencia en la población. Asombroso fue el caso de una manifestación anti-China, como de las que había muchas en esos años, que estaba por desembocar en la violencia: la intervención de Norton, quien se interpuso físicamente entre las facciones, consiguió enfriar los ánimos.

Norton I fue considerado un soberano a todos los efectos por sus conciudadanos, y como tal vivió y murió. En 1880, en sus funerales se reunió una multitud enorme, más de 30.000 personas sobre una población que entonces no superaba las 230.000. Los gastos de la ceremonia estuvieron a cargo del Ayuntamiento. Sus restos mortales, sepultados en el cementerio masón, fueron exhumados en 1934 y llevados al Woodlawn Cemetery de Colma, donde se encuentran hoy. En la tumba se colocó una gran piedra donde está esculpido su nombre: Norton I, Emperador de los Estados Unidos y Protector de México.

2. Moresnet Neutral

NOMBRE: Moresnet Neutral

GEOGRAFÍA: territorio comunal

POSICIÓN: Europa

SUPERFICIE: 3,5 km2

HABITANTES: 256 (en 1816) – 3596 (en 1919)

HUSO HORARIO: UTC +1

FUNDACIÓN: 26 de junio de 1816

EXTINCIÓN: 10 de enero de 1920

FORMA DE GOBIERNO: administración conjunta de los Países Bajos (desde 1831 Bélgica) y Prusia (desde 1871 Alemania)

JEFE DE ESTADO: alcalde

LENGUA OFICIAL: esperanto, alemán y francés

MONEDA: moneda belga, holandesa, prusiana y alemana

ENTRE LOS ANTEPASADOS HISTÓRICOS de las micronaciones hay que citar a Moresnet, un pequeño Estado neutral creado artificialmente en 1816 porque sus grandes vecinos, Prusia y los Países Bajos, no encontraron un acuerdo sobre quién debía administrarlo. Los límites entre los dos países, delimitados por los acuerdos del Congreso de Viena, seguían en gran parte el trazado de los viejos, pero ambos Estados tenían intenciones de reclamar la soberanía de la zona a causa de una importante mina de zinc que se encontraba entre las ciudades de Moresnet y Neu-Moresnet. El acuerdo, firmado al año siguiente, sancionó la pertenencia de Moresnet a los Países Bajos, de Neu-Moresnet a Prusia, y estableció una zona de administración común que incluía la mina.

Nació así el Moresnet Neutral, con su bandera, tres bandas horizontales iguales, negra, blanca y azul, y una administración conjunta, confiada a dos comisarios reales, uno por cada Estado limítrofe. Al pequeño Estado se le concedió cierta autonomía, ejercida por un alcalde que desempeñaba funciones de jefe de Estado y de un consejo de diez miembros.

En 1831, después de que Bélgica había obtenido la independencia de los Países Bajos, el lado “holandés” cambió de mano y fue anexado al nuevo Estado, que por consiguiente se volvió coadministrador de Moresnet. El pequeño Estado neutral, apenas 3,5 kilómetros cuadrados de territorio, se encontraba cerca de Aquisgrán, no lejos de donde hoy se encuentran los límites de Alemania, Bélgica y Holanda.

La única actividad económica de Moresnet, que en el período de máxima expansión demográfica no superaba los cinco mil habitantes, era la mina de zinc, administrada por la compañía de extracción Vieille Montagne. Ciudadanos originarios de ese distrito había pocos: en el nacimiento de Moresnet, en 1816, se contaban apenas 256 habitantes. Sin embargo, la perspectiva del trabajo en la mina atrajo mucha gente. Otra ventaja de la que gozaban los residentes de Moresnet era la posibilidad de evitar el servicio militar en el Estado de origen, libertad a la que Bélgica puso freno en 1854 y Prusia en 1874. Después de esas fechas, los únicos que gozaron de la exención del servicio militar (o bien de elegir prestarlo voluntariamente en Bélgica o en Prusia) fueron los ciudadanos efectivamente nacidos allí, o los descendientes de los habitantes originarios, que eran considerados apátridas.

Con el agotamiento de la mina en 1885, la existencia de Moresnet fue puesta en tela de juicio. Quedaban en pie algunas actividades, negocios, un banco, un hospital, pero insuficientes para garantizar posibilidades de trabajo. Se pensó en dotar a Moresnet de una autonomía más evidente, para crear nuevas perspectivas económicas. Una de estas fue el intento por crear en 1886 un servicio postal autónomo con la emisión de estampillas, idea del doctor Wilhelm Molly, jefe del servicio médico de la mina y apasionado por la filatelia. Pero la oposición de Bélgica puso fin al proyecto. En 1903 se abrió un casino: la idea era atraer gente de Bélgica; fue la oposición de Prusia esta vez la que signó el fin de esta iniciativa. Mientras tanto se abrieron tres destilerías de gin, gracias al régimen fiscal promovido en Moresnet, que volvía a la producción de bebidas alcohólicas un negocio particularmente redituable.

La iniciativa más excéntrica para el futuro de Moresnet viene una vez más de la mano del doctor Molly, quien en 1908 propuso hacer el primer Estado esperantista del mundo. La iniciativa encontró apoyo gracias a la alcaldía vecina de Kelmis, en Bélgica, donde se encontraba una gran comunidad de esperantistas. Ese mismo año la convención mundial de esperanto, reunida en Dresde, proclamó a Moresnet Neutral capital mundial de la comunidad esperantista.

Sin embargo, el hecho de que ni Bélgica ni Prusia renunciaran a sus reivindicaciones apresuró el fin de Moresnet. El tratado de Versalles, de 1919, lo asignó a Bélgica, y en 1920 el Estado dejó formalmente de existir. Después de haber vuelto momentáneamente bajo los alemanes con la ocupación nazi, hoy Moresnet forma parte del territorio de la comuna de Kelmis.

Hay un detalle de esta historia que no debe olvidarse: sus ciudadanos, cuyo destino estuvo a merced de los dos grandes Estados limítrofes, no tuvieron nunca el derecho al voto.

3. REPÚBLICA DE COSPAIA

NOMBRE: República de Cospaia

GEOGRAFÍA: territorio comunal

POSICIÓN: península itálica

SUPERFICIE: 330 ha

HABITANTES: 373 (en el siglo XVII)

HUSO HORARIO: UTC +1

FUNDACIÓN: febrero de 1441

EXTINCIÓN: 26 de junio de 1826

FORMA DE GOBIERNO: república

JEFE DE ESTADO: presidente del consejo de ancianos

LENGUA OFICIAL: italiano

MONEDA: moneda pontificia y gran ducal

POCOS SABEN QUE COSPAIA, una pequeña fracción de la comuna de San Giustino, en la provincia de Perugia, fue durante casi cuatro siglos, entre 1441 y 1826, una república independiente, nacida por error. El papa Eugenio IV cedió la aldea de Sansepolcro a la república de Florencia en 1441, como prenda por la suma de 25.000 florines prestados por Cosme de Medici al pontífice, empeñado en combatir al concilio de Basilea, donde había sido elegido un antipapa. Cuando se trató de establecer los nuevos límites con el Estado de la Iglesia, fijados a lo largo de un curso de agua llamado Río, nadie tuvo en cuenta que a quinientos metros de distancia existía otro torrente llamado del mismo modo. Los representantes del papa consideraron límite el Río sur, y los de Florencia el Río norte, y los habitantes del medio se apresuraron a declarar la independencia.

El error nacía del hecho de que los representantes de los dos Estados habían trabajado de manera autónoma en la redefinición de los límites, pero ni los Médici ni el papado decidieron ponerle remedio, porque un Estado colchón resultaba cómodo a ambos. La República libre de Cospaia fue oficialmente reconocida en 1484: contaba con una extensión de apenas 330 hectáreas. Sus habitantes no estaban sujetos a los impuestos de los estados limítrofes, ni las mercancías a los derechos aduaneros. Esto garantizó cierta prosperidad a Cospaia, sobre todo a fines del siglo XVI, cuando se introdujo el cultivo de tabaco. El consumo de la erba tornabuona, como era llamada en esa época, por el abad Niccolò Tornabuoni, quien había sido el introductor del producto en la zona luego de un viaje a España, era combatido por los gobiernos y gravado con fuertes impuestos. Algunos papas habían llegado a excomulgar a quien hacía uso de él. En un régimen de prohibicionismo como ese, Cospaia se volvió la “capital del tabaco”, y aún hoy algunas variedades son llamadas con el nombre de la minúscula república.

La república adoptó un estandarte, un campo negro y otro blanco cortados diagonalmente, y se dedicó a sus propios negocios, administrada por el consejo de los cabezas de familia, de un grupo de ancianos y sin un ejército que la defendiera. Su prosperidad se prolongó por más de dos siglos, incluso cuando cesó el comportamiento restrictivo hacia el tabaco: en 1724, Benedicto XIII revocó la excomunión contra los fumadores. En su último siglo de vida, la República de Cospaia vivió distintos sucesos, pero su decadencia había comenzado: a comienzos del siglo XIX era más que nada un depósito de contrabandistas, que se aprovechaban de la ausencia de controles aduaneros y de impuestos. Así, en 1826, a pedido de catorce representantes del territorio que firmaron un acto de sumisión, Cospaia fue anexada al Estado de la Iglesia y perdió su independencia.

De la República de Cospaia hoy casi no se habla, no hay lugar en los libros de historia para un suceso tan diminuto y particular. Un olvido forzado y deseado, según los cospaiesis, que en 1998 dieron vida a una singular protesta: un grupo de temerarios ocupó el campanario y proclamó la restauración de la república, pero sin que surtiera ningún efecto. De algún modo la república es festejada y recordada regularmente en la localidad de San Giustino, donde cada último fin de semana de junio tiene lugar una manifestación que rememora la gloria de la que fue, en su tiempo, la más pequeña república del mundo. Durante dos días al año, por las calles vuelve a oírse el lema de los republicanos cospaiesis, esculpido en la iglesia de la Cofradía de la Anunciación en 1613: perpetua et firma libertas1.

4. REINO DE ARAUCANÍA Y PATAGONIA

NOMBRE: Reino de Araucanía y Patagonia (o Nueva Francia)

GEOGRAFÍA: región

POSICIÓN: América del Sur

SUPERFICIE: 738.500 km2

HABITANTES: 500.000 aprox.

CAPITAL: Perquenco

HUSO HORARIO: de UTC -3 a UTC -4

FUNDACIÓN: 17 de noviembre de 1860

EXTINCIÓN: 1876

FORMA DE GOBIERNO: monarquía constitucional

FUNDADOR Y JEFE DE ESTADO: rey Orélie Antoine I (Orélie Antoine de Tounens)

LENGUA OFICIAL: mapudungun, francés

EN EL SIGLO XIX, el Reino de Araucanía y Patagonia, nunca reconocido, reclamaba su jurisdicción sobre toda la Patagonia y el sur de Chile. Por lo tanto, es un territorio que no tiene nada de micro y, sin embargo, su extraña historia es una referencia irrenunciable para cualquier apasionado micronacionalista. La historia del reino, conocido también como Nueva Francia, se inserta en el contexto de las políticas expansionistas de Chile y Argentina en detrimento de las poblaciones mapuches, originarias de aquellas tierras. La región de Araucanía era el centro de un conflicto que duró más de trescientos años, la guerra de Arauco, que hacia fines de los años cincuenta del siglo XIX estaba viviendo su epílogo. En 1858, el abogado francés Orélie Antoine de Tounens desembarcó en Chile y se estableció entre Santiago y Valparaíso. Luego Tounens se desplazó hacia el puerto de Valdivia, donde abrazó la causa de la nación mapuche. Basándose en sus conocimientos en materia de derecho internacional, pensó en instaurar una colonia francesa en Araucanía porque, a pesar de encontrarse bajo la zona de influencia chilena, ese territorio, más allá de las orillas del río Bío-Bío, nunca había sido reclamado por nadie. Era independiente de facto. Luego de un intercambio de mensajes con el cacique Mañil, jefe tribal mapuche, Tounens se aventuró más allá del Bío-Bío acompañado de dos franceses que se convertirían en sus ministros, Lachaise y Desfontaines.

Al llegar se enteró de la muerte de Mañil, pero gracias a la profecía que este dejó a su gente, donde se hablaba del fin de la guerra con la llegada de un extranjero blanco, Orélie Antoine fue recibido con todos los honores. El nuevo cacique Quilapán se mostró entusiasta con la idea de instaurar un Estado independiente para proseguir la resistencia contra el ejército chileno. Fue así que el 17 de noviembre de 1860 los jefes mapuches proclamaron el Reino de Araucanía, y Orélie Antoine de Tounens fue coronado rey. Los jefes de aldea confiaban en la nacionalidad europea del nuevo monarca para ser tomados en serio por las potencias coloniales: Tounens pensaba incluso en involucrar a Francia para que respaldara su reino. El rey Orélie Antoine I promulgó una constitución, acuñó el peso como nueva moneda y creó una insignia nacional, compuesta por tres bandas horizontales azul, blanca y verde. Poco después la Patagonia fue anexada al reino, ya que su jefe tribal decidió unirse a la aventura. El nuevo Estado asumió definitivamente el nombre de Reino de Araucanía y Patagonia. La proclamación de independencia y la carta constitucional fueron enviadas al Gobierno de Chile y a los principales diarios del país. El 29 de diciembre de 1860, El Mercurio publicó un fragmento, signando la primera mención pública del reino.

Orélie Antoine fue a Valparaíso a tratar de encontrar a los representantes de la república chilena, pero fue ignorado. Entonces trató de involucrar a Francia, pero en el consulado fue tomado por un débil mental. Incluso trató de publicitar la Nouvelle France en los diarios de su país, destacando sus riquezas, para suscitar el interés de posibles emigrantes e inversionistas, pero sin éxito. Nueve meses más tarde, herido por la indiferencia hacia su empresa, Tounens llevó consigo un sirviente llamado Rosales y volvió con él a Araucanía, donde las tribus se estaban preparando para hacer frente a las incursiones del ejército.

La anexión de Araucanía, que nunca había interesado a Chile, se volvió de pronto una prioridad después de la proclama de Tounens. En 1862, Orélie Antoine iba de poblado en poblado para exhortar a su pueblo, hasta que fue arrestado por los chilenos gracias a la traición de su sirviente, Rosales. Enviado a Nacimiento, y luego a la provincia de Los Ángeles, encontró al gobernador, el general don Cornelio Saavedra Rodríguez, quien decidió que fuera procesado como delincuente común, prosiguiendo en la línea de las autoridades chilenas que habían elegido ignorar la independencia de Araucanía. Orélie Antoine fue condenado por alteración del orden público, y en la inmunda prisión de Los Ángeles se enfermó, perdió el cabello y se contagió disentería. La intervención del cónsul francés consiguió hacerlo salir de prisión a cambio de la inmediata repatriación a Francia.

De nuevo en su país, Tounens consiguió organizar una segunda expedición gracias al apoyo de algunos financistas. Llegó a Araucanía en 1869, donde los mapuches, creyendo que había sido ajusticiado, se sorprendieron mucho al verlo. El rey trató de reorganizar su reino, pero se encontró aislado, e incluso las instituciones locales se negaron a apoyarlo. El general don Cornelio Saavedra puso un precio por su cabeza. Ayudado solo por los mapuches, Orélie Antoine, escapando de un nuevo arresto, encontró refugio en Buenos Aires.

Sin dinero, Orélie Antoine volvió a Francia para dedicarse a escribir sus memorias y encontrar recursos para organizar nuevas expediciones. Lo consiguió dos veces, en 1874 y en 1876, pero en ambos casos fue devuelto a Francia apenas desembarcado. Recibido en Tourtoirac por un sobrino, para sobrevivir fue obligado a trabajar como farolero del pueblo. Ya enfermo, Tounens murió poco después, en 1878, en condiciones de indigencia. La muerte de Orélie Antoine, sin embargo, no marca el fin de la utopía encauzada por él. Su amigo Gustave-Achille Laviard se proclamó su sucesor, ya que Tounens había muerto sin dejar herederos; tomó el nombre de rey Aquiles I y reinó en el exilio hasta su muerte, en 1902. Entre las iniciativas del segundo monarca de Araucanía y Patagonia estuvo el pedido de intervención de los Estados Unidos, dirigido al presidente Grover Cleveland, que este rechazó. El título fue heredado por Antoine Hippolyte Cros (Antoine II), que gobernó solo hasta 1903 a causa de su prematura muerte. Comenzó así un breve período de transición, hasta que el título pasó a la hija del difunto rey, Laure-Thérèse Cros-Bernard, que gobernó hasta 1916 con el título de reina Laure-Thérèse I.

A su muerte, el título pasó a su hijo, Jacques Alexandre Antoine Bernard (AntoineIII). Este, en 1950, lo cedió a Philippe Boiry, que asumió el título de príncipe Philippe y que fue hasta su muerte, en 2014, el monarca de un reino que ya no existe. De hecho, Philippe renunció a las reivindicaciones territoriales de sus predecesores, interpretando su cargo como un modo de mantener viva la memoria de las empresas de Orélie Antoine de Tounens. Entre las actividades que caracterizaron su reino se destacan las iniciativas en apoyo del pueblo mapuche y su autodeterminación.

Muchos escritores se dedicaron a la reconstrucción de las empresas del aventurero francés, entre ellos Jean Raspail, que le dedicó un libro, Yo, Antoine de Tounens, rey de la Patagonia, y Bruce Chatwin, que lo cita en su hermoso libro de viajes En la Patagonia.

5. Isla Ferdinandea

NOMBRE: Isla Ferdinandea

POSICIÓN: mar de Sicilia – Europa (6 metros bajo el nivel del mar)

GEOGRAFÍA: isla

SUPERFICIE: 4 km2

HABITANTES: 0

HUSO HORARIO: UTC +1

EMERSIÓN: 1831

HUNDIMIENTO: 1831

CUANDO SE TRATA DE extender o consolidar el propio dominio, los Estados se sienten libres de proclamar su propia soberanía sobre cualquier territorio que no recaiga bajo el control de otro. Lo que da origen a disputas internacionales con giros decididamente paradojales, como en el caso de la Isla Ferdinandea, otra excelente referencia histórica para los pioneros del micronacionalismo.

La Isla Ferdinandea, conocida también como “banco de Graham”, es un trozo de roca que se encuentra en la sección de mar comprendida entre la isla Pantelaria y la comuna de Sciacca, en la provincia de Agrigento. Hoy se encuentra seis metros bajo el nivel del mar, pero en 1831 la isla emergió de las aguas a causa de la intensa actividad volcánica de la zona. Cuando fue avistada, medía cuatro kilómetros cuadrados de superficie y se extendía en altura hasta 65 metros sobre el nivel del mar. El perfil de la isla era cónico, y estaba sustancialmente formado por la boca del volcán y los materiales expulsados por la erupción. Dos pequeños lagos sulfúreos, en constante ebullición, se encontraban junto al cráter, que era la boca secundaria de Empédocles, un volcán submarino mucho más grande. Los primeros avistamientos tuvieron lugar hacia fines de junio, después de algunas sacudidas de terremoto que se sintieron hasta en Palermo. Varios marineros avistaron columnas de humo y material que salían del agua y registraron también una mortandad de peces. El 7 de julio la nave Gustavo avistó un islote de ocho metros de diámetro; pero la emersión definitiva tuvo lugar con la sacudida siguiente, en la noche entre el 10 y el 11 de julio, cuando la misteriosa isla alcanzó su extensión definitiva y allí se detuvo.

La aparición de la nueva tierra despertó el inmediato interés de las potencias europeas, que veían en aquel pequeño puesto de vanguardia una posición estratégica en el Mediterráneo. La primera en reivindicar la posesión fue el Reino Unido: el almirante sir Percival Otham, que se encontraba navegando en esos mares, envió al capitán Jenhouse para plantar la Union Jack en la nueva isla, rebautizada como Isla de Graham, nombre con el que aún hoy se distingue al banco submarino. Era el 24 de agosto de 1831.

La toma de posición británica hizo que se enojara mucho el Reino de las Dos Sicilias, ya que la isla había aparecido en sus aguas. Fue la población misma la que le pidió al soberano, Ferdinando II, que tomara medidas para reivindicar la propiedad de la isla. Mientras tanto, los habitantes de la costa la rebautizaron isla Corrao, por el nombre del capitán encargado de llevar el pedido. En efecto, los primeros en hacer un relevamiento de la isla no fueron los británicos, sino el geólogo alemán Karl Hoffman, de la Universidad de Berlín, que se encontraba de casualidad en Sicilia. Inmediatamente después, el físico Domenico Scinà, invitado por el Gobierno borbónico, hizo relevamientos posteriores, mientras que el profesor Carlo Gemmellaro, de la Universidad de Catania, escribió una relación de la repentina aparición de la isla.

El Reino Unido no fue el único interesado en la isla sin consulta previa con los Borbones. Francia, preocupada por la resolución británica, envió al lugar una embarcación conducida por el capitán Jean La Pierre, que transportaba una misión científica dirigida por el geólogo Constant Prévost, de la que participaba también el pintor Edmond Joinville. La expedición francesa, que había partido el 26 de septiembre, concluyó tres días después de haber llevado a cabo meticulosos estudios y relevamientos; la relación de Prévost revelaba que los materiales de los que estaba hecha la isla eran fácilmente erosionables por las mareas, y que entonces la isla habría podido sumergirse de manera repentina. A pesar de eso, los franceses también decidieron reivindicar su posesión: la rebautizaron Isla Iulia, por el nombre del mes de su aparición, pusieron una placa en memoria de la expedición e izaron la bandera tricolor francesa en la cima de la isla.

En ese momento, Ferdinando II decidió tomar posición, recordando que la isla había aparecido en las aguas de su reino. El capitán Corrao, piloteando la corbeta Etna, fue enviado a plantar la bandera borbónica en la isla, rebautizada Ferdinandea en honor al soberano. La cosa no pasó inadvertida y se rozó incluso un incidente diplomático con una fragata británica, pero la cuestión fue remitida a los respectivos gobiernos. En octubre, el Gobierno siciliano escribió a sus homólogos de Francia y el Reino Unido para confirmar sus propias razones, pero ya era demasiado tarde. La isla comenzó a hundirse. Los primeros días de noviembre los avistamientos referían una altura reducida en veinte metros, y a mitad de mes solo se podían avistar algunas porciones emergidas de las aguas. El 8 de diciembre el capitán Allota, a bordo del bergantín Achille, registró su completo hundimiento. Sucesivamente la isla apareció y desapareció varias veces, en 1846 y en 1863, echando de nuevo a rodar posibles disputas territoriales: Francia y el Reino Unido, de hecho, nunca habían respondido a los requerimientos de Ferdinando II. Más de un siglo después, la cuestión aún no se había resuelto. En 1968, después del terremoto en el Valle del Belice, las aguas alrededor del banco de Graham comenzaron a hervir; se habló de una posible reaparición de la isla, noticia que tuvo como efecto algunos movimientos estratégicos de naves británicas que se encontraban en los alrededores, en aguas internacionales. La isla no reemergió, pero para prevenir eventuales reivindicaciones, la población de Sicilia puso una placa en la superficie del banco de Graham con la frase: “La Isla Ferdinandea era y sigue siendo de los sicilianos”.

La disputa sobre la soberanía, en caso de una nueva emersión de la isla, es ya un ejercicio lúdico: el derecho internacional actual, a diferencia de aquel del siglo XIX, recurre a la concepción de la “plataforma continental”, que reconoce al Estado costero en las cercanías el derecho de ejercer su propia soberanía también en el lecho marino que constituye su prolongación natural. Por eso, a pesar de que el Reino de las Dos Sicilias ya no existe, Italia tendría jurisdicción sobre la isla sin necesidad de proclamaciones. Pero el recuerdo de las disputas por una tierra que antes de que se pudiera establecer con certeza a quién pertenecía desaparecía no abandonó a la gente de Sciacca y de Sicilia. En 2002, cuando luego de una sacudida sísmica se habló de una posible reemersión, algunos buzos italianos plantaron la bandera tricolor en la cima del volcán submarino, para prevenir nuevas disputas. El extremo superior de la isla, que en 1986 incluso fue confundido con un submarino libio por la aviación estadounidense y atacado con un misil, quedó cerca de seis metros bajo el nivel del mar, donde se encuentra hoy en día.

CAPÍTULO DOS

Islas felices

1. PRINCIPADO DE SEALAND

NOMBRE: Principado de Sealand

GEOGRAFÍA: isla

POSICIÓN: mar del Norte – Europa

SUPERFICIE: 550 m2

HABITANTES: 5

HUSO HORARIO: UTC 0

FUNDACIÓN: 2 de septiembre de 1967

FORMA DE GOBIERNO: monarquía constitucional

FUNDADOR: príncipe Roy I (Paddy Roy Bates), 1967-1999

JEFE DE ESTADO: príncipe Michael I (Michael Bates)

LENGUA OFICIAL: inglés

MONEDA: dólar de Sealand

SITIO OFICIAL: www.sealandgov.org

EL PRINCIPADO DESEALAND es probablemente la más famosa de las micronaciones existentes, y por cierto se encuentra entre las más longevas. El principado fue fundado en 1967 por un aventurero británico, Paddy Roy Bates, y fue un modelo para muchas otras naciones surgidas de la nada. ¿El motivo? Sealand es la única micronación que obtuvo el reconocimiento de dos Estados soberanos del primer mundo.

En 2007, a cuarenta años de su fundación, Sealand salta de golpe al honor de la crónica por una noticia shockeante: el principado está en venta y será cedido al mejor postor. ¿Pero es posible vender un principado? ¿Y por qué deshacerse de un reino? Michael, príncipe regente desde que su padre decidió retirarse, lo explica con una declaración lacónica: “Estamos un poco cansados de vivir aquí”. Difícil no darle la razón. Sealand, en realidad, no es otra cosa que una plataforma de metal y cemento construida sobre un espolón de roca submarino en medio del mar del Norte. Solo se puede llegar a él en barco o en helicóptero, y aun siendo la residencia de un príncipe no evoca, por cierto, escenarios fabulescos. Por eso aparecieron muy pocos posibles compradores: aunque la idea de poseer un principado, por más que sea minúsculo, es sugestiva, Sealand presenta más de un problema. Y la hipótesis, ventilada por potenciales inversionistas, de transformar Sealand en un paraíso fiscal que sirviera a los tiburones de la especulación financiera sigue siendo un escenario poco probable: el principado es reconocido solo de facto, y difícilmente bancos y holdings podrían hacer negocios allí.

El nacimiento de Sealand se remonta a los años sesenta, pero la estructura en la que surge es más antigua. Estamos en 1941. La Segunda Guerra Mundial está en pleno desarrollo, y las fuerzas armadas británicas deciden construir a lo largo de las aguas territoriales británicas fuertes militares con funciones antialemanas: cuatro pequeñas islas artificiales, dotadas de radar y armamentos, custodiadas por alrededor de doscientos soldados que tienen la tarea de controlar las embarcaciones que se aproximan al estuario del Támesis y de defender a las que salen. A estas se agregan puestos antiaéreos. Toda la cinta de fuertes marinos es conocida con el nombre de Maunsell Sea Forts, por el nombre de su diseñador, el ingeniero Guy Maunsell.

Los fuertes permanecieron activos después del fin de la guerra, hasta fines de los años cincuenta, para luego ser desmontados progresivamente. Algunos años después, a lo largo de las costas británicas sopla ya el espíritu de la swinging London, el rock es el nuevo credo y hay quien comienza a pensar que aquellas viejas construcciones en medio del mar aún pueden ser útiles. La BBC detenta sólidamente el monopolio del éter, pero un febril deseo de comunicar da pronto inicio al fenómeno de las radios pirata, emisoras off-shore que transmiten desde aguas internacionales. La más famosa es Radio Caroline, que desde marzo de 1964 transmite desde una embarcación, un extrasbordador danés, anclado cerca de las costas de Suffolk.

Pocos meses después, un músico de nombre sugestivo, Screaming Lord Sutch, decide dar vida a una radio totalmente suya ocupando uno de los fuertes de Maunsell. Nace Radio Sutch, instalada en una de las torres del Shivering Sands Army Fort. Pero Radio Sutch tiene una vida breve: su fundador pierde pronto el interés y la cede a su mánager, Reginald Calvert, que expande la emisora y funda Radio City. La idea fascina también a Paddy Roy Bates, un exmilitar que se puso a trabajar de pescador pero que decidió cambiar otra vez de vida. En el verano de 1965 Bates ocupa la Knock John Tower. Nace allí una disputa con el staff de Radio City, que ocupa la estructura, pero Bates saca ventaja. El 27 de octubre de 1965 Radio Essex comienza las transmisiones, que proseguirán durante casi un año, antes de que su fundador termine delante de un juez por el delito de transmisión ilegal. El Knock John Fort, efectivamente, resulta estar un poco dentro de las aguas territoriales británicas.

Bates decide mudarse a la Roughs Tower, que se encuentra a casi seis millas de las costas de Suffolk y a casi ocho millas de las de Essex. Este fuerte, construido en 1942 y abandonado en 1956, parece perfecto para ser habitado: tiene una extensión de 550 metros cuadrados, más o menos como una cancha de fútbol, y está provisto de una vivienda y de un helipuerto. Paddy Roy Bates lo ocupa, pero hay alguien más interesado en la misma plataforma: Ronan O’Rahilly, el fundador de Radio Caroline. La de la estación off-shore es una historia “pirata” no solo en lo metafórico, y el conflicto más bien acalorado que se verifica entre los dos y que concluye con el intento de O’Rahilly de asaltar el fuerte lo demuestra plenamente. Bates responde lanzando bombas molotov y pone en fuga al adversario.

La nueva estación de radio no verá nunca la luz. Pero Paddy Roy Bates tiene un proyecto ambicioso: dar vida a un Estado soberano que no esté sujeto a la jurisdicción del Reino Unido. De ese modo, después de varios meses de trabajo para volver habitable la plataforma, nace oficialmente el Principado de Sealand. La independencia se proclama el 2 de septiembre de 1967.

Los primeros tiempos en la plataforma, de acuerdo a lo que cuenta la familia Bates, no son simples. En las frías noches invernales, inmersos en la oscuridad del mar del Norte, el expescador y sus familiares se calientan con estufas e iluminan la vivienda con lámparas de aceite. Además, el neo-Estado no tiene conexión alguna con el resto del mundo, que, por otra parte, ignora totalmente su existencia. Al menos hasta que se verifica el primer “conflicto internacional”. Estamos en 1968 y algunos obreros ingleses entran en lo que Bates reclama como aguas territoriales Sealandesas para posicionar una boya de navegación. Su hijo Michael lanza algunos disparos de advertencia con la intención de que los obreros se pongan en fuga. Como única respuesta citan a Bates en el tribunal. Pero la corte sentencia que no tiene jurisdicción sobre lo sucedido, porque el hecho se verificó fuera de las aguas británicas. Para Bates, aunque de manera indirecta, este es el primer reconocimiento de Sealand como Estado independiente.

A la familia de Paddy Roy Bates se agrega un pequeño grupo de personas que aman definirse como “pioneros modernos” del mar del Norte, y así poco a poco la fisonomía del Estado toma forma. Establecido que Sealand, la “tierra de mar”, es un principado, Bates se reserva para sí mismo el papel de príncipe, y asume el título de Su Alteza Roy I. Entre las primeras iniciativas se encuentra la institución de un servicio postal internacional, que Sealand obtiene conectándose al ya existente en acuerdo con Bélgica. Es un primer signo tangible del fin del aislamiento que la historia del proceso consiguió poner en marcha. Inmediatamente después, el príncipe Roy, su esposa Joan y su hijo Michael se dedican a la que, con lucidez, llaman “la construcción de una identidad específica de nuestra nación”.

Sealand se dota de una bandera, que recuerda vagamente la de la anarquía: un campo rojo y uno negro cortado en diagonal, con una franja blanca en el medio. A esta se agrega un blasón heráldico, como se estila en una casa nobiliaria que se respete. El de Sealand está compuesto por dos tritones que sostienen un escudo con los colores de la bandera, rematado con un yelmo que tiene encima una corona y un puño que aferra rayos. Bajo el escudo, una franja reproduce la sentencia latina E mare libertas, del mar la libertad. La frase de Sealand (que, a decir verdad, debería ser e mari libertas, porque la frase de lugar se obtiene con el ablativo) es también el título del himno nacional del principado, compuesto por el músico londinense Basil Simonenko.

Fortalecida por el servicio postal, Sealand comienza a emitir estampillas, llegando incluso a imprimir pasaportes que rápidamente se volverán objetos de culto. Luego llega el turno de la moneda, el “dólar de Sealand”, cuyo valor está vinculado al dólar estadounidense. Estampillas y monedas son gustosas rarezas para los numismáticos de todo el mundo, pero nada más, porque Sealand no tiene una verdadera economía. Roy Bates, que en su corazón es aún un radio-pirata, sueña con crearla abriendo un casino y un hotel de lujo, para luego, con los ingresos, financiar una emisora de televisión. En compensación, estampillas, monedas y pasaportes se vuelven rápidamente gadgets extravagantes que la gente compra en cantidad. Todavía hoy en el sitio web del principado, además de tazas y remeras con la bandera de Sealand, es posible adquirir un título nobiliario por apenas treinta libras esterlinas más gastos de envío. Una cifra modesta para vanagloriarse de tener sangre azul, aunque el reino que lo concedió no es más que una plataforma de cemento en medio del mar.

El 25 de septiembre de 1975 el príncipe promulga una constitución y adopta un gobierno compuesto por un primer ministro y tres ministerios: del Interior, del Exterior y, obviamente, de Telecomunicaciones. Él aún no lo sabe, pero se trata de una medida que abre camino al primer golpe de Estado de la historia de Sealand. El papel de primer ministro le es confiado al profesor Alexander Gottfried Achenbach, un abogado alemán que ayudó a Bates a elaborar la constitución. Pero este, tres años después, en agosto de 1978, aprovecha la ausencia de Bates y de su esposa, Joan, ambos de viaje por Austria, para raptar al hijo de ambos, Michael, y apoderarse del principado. Con él hay algunos hombres de negocios holandeses que vinieron a la isla para discutir una inversión.

La historia, en este momento, se vuelve rocambolesca, porque Paddy Roy Bates, con un grupo de Sealandeses fieles y algunos mercenarios, prepara un contraasalto en helicóptero. Achenbach y los otros raptores son arrestados y declarados “prisioneros de guerra”. En ese punto, los gobiernos de Alemania y Holanda se dirigen al Reino Unido para obtener la liberación de sus ciudadanos, pero las autoridades británicas declinan cualquier responsabilidad, citando la sentencia de 1968. Para Bates es un triunfo: declara terminada la “guerra” y libera a los ciudadanos holandeses. Achenbach, en cambio, permanece arrestado, porque posee un pasaporte Sealandés y por lo tanto debe someterse a las leyes del principado, donde es acusado de alta traición. Llegado a ese punto a Alemania no le queda más que enviar a un diplomático para negociar la liberación de su ciudadano. Bates, luego de varias semanas, cede. Haber obligado a un Estado del calibre de Alemania a deliberar con Sealand, a través de una visita diplomática, para Bates equivale a un reconocimiento oficial del principado. Es la confirmación definitiva de que Sealand es a todos los efectos un Estado soberano.

La historia del golpe, sin embargo, no concluye con la expulsión de Achenbach. De regreso en Alemania, el profesor, junto con otro ciudadano alemán, Gernot Pütz, da vida a un Gobierno en exilio del que asume la guía hasta 1989, cuando cede el cargo a Johannes Seiger. El Gobierno de Seiger, conocido también como “gobierno rebelde de Sealand”, está aún activo. En los años noventa del siglo pasado ha puesto en circulación dólares Sealandeses con el busto del primer ministro en el exilio y aún hoy sigue reclamando la soberanía del principado: según Seiger, el príncipe Roy, en 1978, habría sido depuesto legalmente del Gobierno entonces a su cargo. Para la crónica, en la reconstrucción oficial que los Bates hacen de la historia, se niega rotundamente que Achenbach haya sido designado alguna vez primer ministro.

Veinte años más tarde, en 1997, el estilista italiano Gianni Versace fue asesinado en las escaleras de su casa de Miami. El que lo mató con dos disparos fue Andrew Cunanan, que fue encontrado muerto poco después, aparentemente por suicidio. Entre sus efectos personales la policía encuentra un pasaporte de Sealand. Antes de Versace, Cunanan había matado a varias personas y había escapado de un estado a otro de los Estados Unidos, tal vez aprovechándose de aquel documento. Quien se lo había suministrado fue un hombre de negocios alemán llamado Thorsten Reineck, que en Miami se hacía pasar por diplomático del principado. La historia provoca un gran revuelo y se viene a saber que en el mundo circulan más de 150.000 pasaportes Sealandeses. Una estafa a gran escala porque, de acuerdo a lo declarado por la familia real, los pasaportes oficiales habrían sido emitidos en número exiguo, cerca de trescientos, que poseen solo los verdaderos defensores del principado. Los pasaportes falsos, en cambio, aparte de ser muchos más, a menudo están involucrados en negocios poco limpios. Por su parte, el Gobierno en exilio de Achenbach y Seiger afirma claramente en su sitio web que la ciudadanía no puede ser puesta en venta.

La historia tiene el efecto de convencer a la realeza de Sealand de que debe detener la venta de pasaportes y declarar nulos los emitidos. Pero hoy es posible adquirir el documento de identidad de Sealand por veinticinco libras esterlinas. El documento tiene valor solo en los 550 metros cuadrados del principado, en medio del mar. Por lo tanto, es puramente simbólico.

Luego de este suceso, la historia de Sealand se dirige hacia su declive. En 1999 Paddy Roy Bates, a causa de sus condiciones de salud, decide retirarse de la vida pública con su esposa Joan. La corona pasa a su hijo Michael, quien asume el título de príncipe regente, porque el príncipe Roy, clase 1922, sigue formalmente en su cargo. A partir de 2000, Sealand se convierte en la sede oficial de una sociedad que se ocupa de Internet y quiere aprovechar la extraterritorialidad del principado respecto de Europa. La HavenCo, una data haven company, asume plenamente la gestión de la plataforma. La empresa es presidida por el mismo Michael Bates y el estadounidense Ryan Donald Lackey. La idea es la de extender el concepto de paraíso fiscal al mundo de Internet, pero con un corte menos especulativo. La HavenCo hace saber que rechaza la pedopornografía, el spamming