Aware - Vicente Haya Segovia - E-Book

Aware E-Book

Vicente Haya Segovia

0,0
7,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Vicente Haya, el mayor experto en haikus de lengua castellana, con 17 libros publicados en nuestro país, acomete (desde su celda del Templo Kôfukuji en Nagasaki) la tarea de explicar en un solo libro todo lo que hay que saber sobre haiku. Establece 88 puntos fundamentales para entender el haiku, y para ilustrarlos traduce 262 haikus directamente del japonés. El libro se titula Aware porque este término resume la noción de emoción estético-religiosa que en el japonés despierta la naturaleza. El autor parte de la premisa de que para entender qué es un buen haiku hay que conocer los errores que se cometen, y pone innumerables ejemplos de haikus japoneses que contienen esos errores, muchos de ellos de autores célebres. Su lectura es tan amena como apasionante, ya que va desde la crítica mordaz a un tono poético que entra en el ámbito de lo místico.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Vicente Haya

AWARE

Iniciación al haiku japonés

Este libro ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

© de la edición en castellano:

2013 by Editorial Kairós, S.A.

Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España

www.editorialkairos.com

Primera edición en papel: Marzo 2013

Primera edición digital: Diciembre 2013

ISBN en papel: 978-84-9988-245-1

ISBN epub: 978-84-9988-374-8

ISBN Kindle: 978-84-9988-375-5

ISBN Google: 978-84-9988-376-2

Depósito legal: B 29.134-2013

Composición: Pablo Barrio

Todos los derechos reservados.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

Sumario

Agradecimientos y dedicatoria

Prólogo

PARTE I: CONDICIONES ELEMENTALES DEL HAIKU

1. El primer requisito de un haiku es la inocencia

2. Para escribir un buen haiku no hay que pretender escribirlo

3. Un haiku no es un poema breve

4. Pero ¿qué pasa si un suceso se cuenta con belleza literaria?

5. Si no hay suceso, no hay haiku

6. Un haiku puede responder a un hecho de nuestro pasado

7. Sentir la perfección del instante presente

8. El suceso que origina el haiku debe ser significativo

9. El haiku debe tener fuerza

10. Eso que nos ha conmocionado debe ser contado sin cursilería

11. Lo mínimo que sucede tiene una importancia capital

12. No puedes hablar de ti mismo fingiendo que hablas de la Naturaleza

13. La Naturaleza no está al servicio del haijin; el haijin está al servicio de la Naturaleza

14. El poeta no debe enjuiciar la Realidad

15. El “haiku arcaico” fue abandonado precisamente por no respetar la Naturaleza

16. Con prudencia pueden entrar en el haiku ciertos elementos de nuestro mundo urbano

17. El haiku surge del silencio

18. El haiku no destruye el silencio

19. El haiku que tiene sabor de wabi-sabi entronca con la tradición

20. Captar la armonía del mundo

21. Entender la armonía es esencial para el haijin

22. Un mismo haiku puede decirse de muchos modos diferentes

23. No hay plagio en escribir un haiku muy parecido a un haiku conocido

24. Cuánto más tópico sea el aware menos emocionará al lector

25. Un mismo haiku puede tener muchas interpretaciones posibles

26. Acercamiento visual al haiku

27. Acercamiento auditivo al haiku

28. Acercamiento integral al haiku

29. Si no se puede imaginar la escena, no estamos ante un buen haiku

30. Un haiku es mucho más que una fotografía

31. El origen del haiku no está en la vista sino en la piel

32. El haiku es una expresión elemental

33. En el haiku nos expresamos con libertad

34. La libertad de expresión no contempla el uso de figuras literarias

35. Es lícito en haiku usar palabras o expresiones de gran riqueza expresiva

36. Se comunica con exactitud lo que se ha presenciado

37. El haijin debe decirnos cuándo sucede su asombro

38. El haijin debe decirnos dónde sucede su asombro

39. No todo debe quedar dicho en el haiku

40. El haiku no debe llevar elementos de más ni de menos

PARTE II: EL TONO Y LA TEMÁTICA DEL HAIKU

41. Es lícito confesar con pudor una intimidad

42. Los poetas de haiku mueren con un haiku en los labios

43. La conmiseración que puede haber en el haiku por los seres sufrientes

44. En el haiku no debe expresarse ningún tipo de ideología

45. El romanticismo no pertenece al universo del haiku

46. El erotismo apenas existe en el haiku

47. El aspecto amable y jovial del mundo tiene su lugar en el haiku

48. El haijin trata de dinamitar la estética de lo bello

49. Un haiku en el que la Naturaleza no tiene que ser “buena”

50. El haiku no está obligado a representar ninguna clase de valores morales

51. Pensar el mundo como tentación del “yo”

52. El haiku carece de lectura simbólica

53. El haiku no es poesía Zen

54. El haiku no puede servir para hacer proselitismo

55. El haiku lleva a su límite el espíritu de shasei

PARTE III: EL HAIKU COMO EXPRESIÓN DE LO SAGRADO

56. El haiku es esencialmente la expresión de lo sagrado

57. Sin hacer nada especial cada criatura tiene cabida en el haiku

58. Lo que simplemente existe es motivo de asombro

59. El modo de estar de las cosas es motivo de asombro

60. Al haijin le asombra el paso del tiempo sobre los seres

61. A veces el asombro por lo que existe entremezcla criaturas naturales y objetos fabricados

62. Se puede hablar de lo sagrado reflejando el mundo humano

63. Y se puede hablar del mundo humano sin reflejar lo sagrado

64. Lo que no ocurre es también motivo de asombro

PARTE IV: SECRETOS DEL HAIKU BIEN CONSTRUIDO

65. Hay haikus que se construyen en torno a un eje

66. Hay que tener en cuenta el orden de presentación de los objetos poéticos

67. Hay haikus construidos a partir de dos polos internos

68. El haiku se enriquece con la existencia de elementos en contraste

69. Reproducir la atmósfera de los momentos

70. Concatenar elementos para hacer posible el haiku

71. Se trata de captar la invisible relación entre las cosas

72. Escribir un buen haiku es como cocinar

73. El único criterio de validez de un haiku es el de un paladar educado

PARTE V: EL HAIKU ES UN CAMINO DE EXTINCIÓN DEL “YO”

74. El haijin está implicado emocionalmente con lo que observa

75. La implicación emocional con el objeto del haiku no puede destruir el haiku

76. A veces el haijin parece que habla de sí mismo, y sin embargo no es así

77. A veces el haijin parece que habla de la Naturaleza, y sin embargo no es así

78. Al lector no le interesa que el haijin le cuente su vida en su haiku

79. Normalmente la aparición de la palabra “yo” destruye el haiku

80. Excepcionalmente el haiku permite la aparición de la palabra “yo”

81. Ha habido poetas que han tenido la tentación de definirse en su haiku

82. Ha habido poetas que han tenido la tentación de nombrarse en su haiku

83. Solo una vez extinguido el “yo” el poeta puede ser parte de su asombro

84. La ausencia de sí como objeto poético

85. Requisitos para que la Naturaleza se muestre

86. El poeta ha desaparecido

87. El buen haiku tiene un “pellizco” que no puede explicarse

88. El haiku nos invita a comenzar un viaje

Apéndice

Notas

Agradecimientos y dedicatoria

Las correcciones de los haikus que componen este libro fueron realizadas por Mitsuhiro Tsuji, Yoshie Tsuji, Maki Iizuka, Etsuko Maki, Sayoko Iwashita, Mika Tsujioka, Hiroko Tsuji, Yoko Abiko, Akiko Yamada, Yurie Fujisawa y Keiko Kawabe, a quienes dedico esta obra con mi más hondo agradecimiento.

Prólogo

Aware: el derecho y el deber de escribir un haiku

La única condición que pone el mundo para permitirte escribir un haiku es que antes hayas sentido un aware, una profunda emoción motivada por algún suceso. El aware es, según la mayoría de los entendidos en literatura japonesa, la clave de la sensibilidad nacional. Hasta que Motoori Norinaga lo devolvió a su pureza original, mono no aware venía traduciéndose como “el lamento de las cosas” y se entendía, desde una óptica budista, como esa tristeza que emanaba del mundo por su naturaleza efímera. Norinaga recordó a los japoneses, y nos enseñó a todos los demás, que el aware es cualquier clase de emoción profunda que lo exterior provoque en nosotros.

Lo que despierta nuestro aware es algo que nos impacta hondamente porque está ahí, porque ha llegado a ser y su existencia ha reclamado nuestra atención. Su existencia nos afecta por sí misma, y no porque se trate de una criatura bella cuya muerte más o menos cercana nos apene. La palabra aware, que corona muchos poemas japoneses en forma de aware kana (“¡Qué aware produce!”), podría entenderse como una referencia velada al “yo” del poeta si no fuera porque jamás nos mueve al aware un gusto nuestro particular por algo. Lo que nos produce aware es lo que se lo causaría a cualquier miembro de la especie humana que estuviera presente y no tuviera completamente distorsionados sus sentidos corporales. Así, cuando el poeta de haiku dice aware no puede interpretarse como “¡qué sensible soy!”, sino más bien como “¡qué agradecido estoy por haber estado presente!”.

El aware que sentimos no es solo el permiso que te da el mundo para escribir un haiku sobre eso que presenciaste; también es una responsabilidad. Porque, una vez que lo sientes y conoces que existe una vía de expresión como el haiku para hacerles llegar a otros esa emoción, entonces, al menos en Japón, no tienes excusa si no lo haces. Tu haiku puede ser mejor o peor, puedes haberte profesionalizado en el haiku o tratarse de un shirôto no haiku (un haiku casual de alguien que no suele escribirlos), no importa. Pero no tienes derecho a bloquear el fluir del asombro hacia tus congéneres. Si lo que siente un ser humano en la Naturaleza es real debe ser compartido; o, al contrario, y con toda la radicalidad que supone: si algo que se ha sentido en la Naturaleza no puede ser compartido, no ha sido real. El camino del haiku (haiku-dô) no es una “devoción privada” sino algo que nos obliga a realizar un trabajo en nuestra sociedad. La lógica social del japonés es que, o trascendemos todos, o aquí no trasciende nadie.

¿Qué haikus incluir en nuestras antologías?

A la hora de seleccionar los haikus que queremos presentar en castellano, los especialistas sufrimos a veces una especie de inevitable paternalismo. Este sentimiento de hacer llegar al lector “lo mejor del haiku” muchas veces traiciona al propio haiku, cuando –dejándonos guiar por nuestros propios juicios o prejuicios de belleza– le evitamos la lectura de haikus crueles, feístas, extraños o sencillamente de comprensión compleja para nosotros mismos como traductores. Y, por descontado, los haikus que nos parecen malos.

Los japoneses evitan emitir juicios contundentes respecto a todo; su forma de concebir el mundo no exige un continuo posicionamiento de cada persona ante cualquier cuestión. Y si lo hacen es de un modo tan sutil y silente que apenas es comprendido por todo aquel que no se mueva en sus claves. Así, en las antologías japonesas de haiku no se excluyen ni se califican de “malos” haikus que en realidad son bastante lamentables. La ambigüedad a la hora de expresarse y el respeto a los posicionamientos más contrapuestos son típicos del modo de comunicarse de los japoneses. Gracias a lo cual todo tipo de tópicos y estereotipos sobre el haiku pueden seguir sobreviviendo durante años fuera y dentro de Japón entre los extranjeros, porque los japoneses no solo no los refutan, sino que los dejan fluir a sus anchas o hasta pueden llegar a alentarlos llegada la ocasión; tan poco es el margen que a priori nos conceden a los extranjeros de llegar a comprender su cultura que no se molestan en corregir nuestros errores. Aunque eso depende de ti, de que dejes de comportarte como un gaijin (extranjero) y hagas un silencio en tu interior que reverbere en ellos y les fuerce a expresar, con palabras o sin ellas, aquello que ansías saber.

Los japoneses incluyen en sus antologías haikus que consideran malos y lo hacen sin juzgarlos. Nosotros –justo al contrario– sí los juzgamos y, por eso, los excluimos de nuestras antologías. Preferimos pasar sobre ellos como de puntillas, horrorizados, y no traducir por ejemplo:

あるときの心のむごく毛虫やく

Aru toki no kokoro no mugoku kemushi yaku

SUZUKI MASAJO

Por aquel entonces

yo no tenía compasión:

quemé una oruga peluda

Y, sin embargo, nos sentimos felices de poder publicar:

見えぬもの見え深沈と夜半の夏

Mienu mono mie shinchin to yowa no natsu

FÛSEI

Sumidos en el más hondo silencio

de la noche de verano

puede verse lo invisible

Si se trata de enamorar al gran público con el haiku sabemos perfectamente qué poemas deben ser difundidos y cuáles ocultados. Con facilidad, los traductores nos dejamos seducir por la tentación del haiku bello, el haiku profundo, y publicamos gustosamente ese que dice:

生死の中の雪ふりしきる

Shôji no naka no yuki furishikiru

SANTÔKA

Dentro de la vida y la muerte

la nieve cae incesantemente

sintiéndonos en la obligación de dejar pasar y no traducir, por ejemplo:

すさまじや女の眼鏡としのくれ

Susamaji ya onna no megane toshi no kure

SHINTÔKU

¡Qué espanto!

Acabando el año

una mujer con gafas…

Porque no queremos confundir al lector, y eso está bien; no queremos que se propague en castellano un haiku sin corazón, y eso también está bien; y deseamos que la belleza de este género se expanda con rapidez por los cuatro puntos cardinales; y todo ello está bien, porque es prueba de que amamos el haiku. Pero ¿a qué precio? ¿Cuánto del verdadero haiku japonés debe ser ignorado para que podamos seguir amándolo? Un excesivo paternalismo nos lleva a amputar del universo del haijin una infinidad de haikus, y a resultas de ello el lector acaba concibiendo una imagen desenfocada en este género.

La degeneración del haiku

Los japoneses usan las equivocaciones para conocer el camino que han de seguir. También en materia de haiku. Pero una cosa es invitar al occidental a escribir sin complejos y otra permitirle que se invente el haiku. Si realmente deseamos que el haiku prenda en nuestro idioma como género propio, hay que enseñar al lector hispano a sentirlo según lo que provoca en la sensibilidad japonesa, porque el haiku es una de las artes japonesas y hay que enmarcarlo en su cultura para comprenderlo. Ignorando que el haiku es una forma concreta de ubicarse en la realidad y comunicarla con palabras, nos lo estamos inventando. Tenemos que ser conscientes de que su éxito se debe a claves internas que han de ser asumidas antes de pretender que lo que nosotros estemos escribiendo sean haikus. O, de lo contrario, caeremos en el “síndrome Benedetti”, esa enfermedad de los poetas occidentales que una vez que han llegado a cierta reputación en su mundo tratan de escribir haikus sin el menor conocimiento previo y, a resultas, vomitan poemas breves a los que llaman “haiku” del estilo de:

Cuando muera

no se olviden de enterrarme

con mi bolígrafo

Una cosa es que nos salga un haiku malo y otra cosa es faltarle el respeto a la civilización que concibió este género. Antes de leer lo que publicó Benedetti en su Rincón de haikus, yo creía que un occidental nunca sería capaz de prostituir tanto un género del que está tomando al menos el nombre. A nadie –ni famoso escritor ni hombre corriente– se le exige en Occidente que escriba haikus. Si no sabemos lo que es el haiku, ¿por qué llamar “haiku” a lo que escribimos? ¿Porque sean poesías breves? Si solo es por esa razón, podemos llamarlos “poemas cortos”, “greguerías”, “seguirillas”, “ocurrencias líricas”… Claro que, tal vez, con esos nombres venderíamos menos libros. La mera palabra “haiku” fascina y abre mercados. La mejor traductora de poesía china en castellano –Anne Helène Suarez– se me quejaba amargamente en cierta ocasión diciéndome que estaba cansada de tratar de publicar antologías de jueju (cuarteta china) y ver cómo los editores eran remisos hasta que ella no usaba la fórmula mágica: «El jueju es el “haiku” chino». Tal es el prestigio de lo japonés en general y del haiku en particular.

Pero este prestigio nos exige una cortesía, un respeto, que nos evite caer en fangales poéticos del estilo de:

Me encontré frente a un muro

y en el muro un letrero:

«Aquí empieza tu futuro»

Escrito por Octavio Paz, premio Nobel de Literatura. Por su parte, Bioy Casares, importante novelista argentino, en uno de sus libros llama “haiku” a algo así:

Noches de Rosario,

tu asfalto oriné

con fervor literario

¿Es esto un haiku? No habla de Naturaleza. No se ubica en ninguna de las estaciones. Usa palabras complicadas (“fervor”, “orinar”, “literario”, “asfalto”). Tiene rima. Es superficial, trata de resultar gracioso. Es de mal gusto sin ser transgresor. En fin, es un poema que no es un haiku.

Bioy Casares nos lleva mentalmente a Borges. A diferencia de los de Benedetti o los de otros, no son ofensivos para la sensibilidad nipona. Los haikus de Borges son, sencillamente, Borges en 5-7-5. Borges, con sus mismos objetos de interés y sus mismas obsesiones. No se ha dado el milagro de que el metro 5-7-5 haga desaparecer a Borges y nos muestre la Naturaleza como objeto de su arrebato:

¿Es o no es

el sueño que olvidé

antes del alba?

Una de las funciones del haiku es transformarnos, abandonar nuestros laberintos mentales y oxigenar nuestro mundo interior, por fascinante que sea, y desde luego que el de Borges lo era. Pero el haiku nos libera de nosotros mismos y nos hace conocer algo infinitamente maravilloso, a lo que teníamos acceso inmediato: el mundo, la existencia, la vida tal cual es.

¿Cómo se ha llegado a que el haiku fuera de las fronteras niponas produzca tales engendros? La respuesta es compleja y en ella hay que considerar muchos factores: la superficialidad con que se ponen de moda las culturas, la dificultad, y a veces el desinterés, de explicarse de los japoneses, el escaso número de niponólogos, la incapacidad de escucha de la mayoría de los occidentales que van a Japón, los intereses en juego que existen para que Japón siga siendo un enigma, la ausencia de maestros –japoneses o no– que hayan seguido un camino espiritual a partir de alguna de las disciplinas japonesas, etcétera. Casi todas son razones que hay que lamentar. Y una razón más. La suerte del haiku fuera de Japón también tiene relación con el poeta que ha sido elegido como modelo de haijin. Issa ha sido el poeta japonés que más ha gustado fuera de Japón, pero Issa es precisamente el menos japonés de todos los haijin. Actualmente sabemos que su obra es un repertorio completo de todos los errores que son posibles en el haiku, porque Issa no tuvo maestro alguno de haiku. Aciertos también los tuvo, porque Issa era un genio. Así que, en Japón, sus aciertos y sus errores se saben equilibrar y valorar en la justa medida. Issa fue un ser humano destrozado por la vida, un vagabundo desencantado con una realidad que le arrebató cruelmente a su mujer y a sus cuatro hijos, y obligado a proyectar su dolor sobre el mundo para que el mundo lo ayudase a soportarlo. No hay forma de meter en cintura a Issa fuera de su universo cultural. Una cultura como la japonesa es capaz de asumir a un hombre así, extravagante como poeta de haiku, pero tan sensible que hace reflexionar a toda una cultura de disimulo de las emociones. Lo que no es aceptable es hacer de la obra de Issa el modelo del haiku que debe implantarse fuera de Japón. La imitación de Issa ha dado pie en Occidente a un aluvión de abortos de haikus. El desastre que ha causado el haiku de un Issa sin explicar –no por su culpa, desde luego– en la comprensión occidental del haiku es sencillamente irreparable. Los occidentales han acabado seducidos por las maneras del haijin que se expresa más a sus anchas desde el yo, ignorando las circunstancias de brutal desprendimiento en que Issa –como luego Santôka– escribía sus haikus.

Por otra parte, todos aquellos que directa o indirectamente se han formado con Suzuki Daisetsu Teitaro, las gentes influidas por el Zen, han tratado de contrarrestar la influencia del haiku personal y caprichoso de Issa con un tipo de haiku rotundo y trascendente al estilo de Bashô. Así, en Occidente, se ha basculado desde la subjetividad incontrolada de Issa a la fría solemnidad de Bashô, dado que la conciencia occidental está bien acostumbrada a ir de un polo a otro, del desenfreno a la penitencia, y sabe jugar con esta alternancia. En materia de haiku hay que ir buscando el justo medio –la modestia de Buson– que, sin embargo, pasa completamente desapercibido fuera de Japón. Es complicado implantar sin más en lugares remotos una herencia cultural, un autor, un estilo, un género. Pero si se quiere hacer florecer el haiku fuera de la cultura que le da origen, el modelo debe ser Buson, porque su obra carece de la menor pretensión. El océano del haiku japonés siempre pudo y supo compensar los excesos que las fuertes personalidades –como Bashô o Issa– vertían en él. Sin este control que la cultura nipona ejerce sobre cada haijin, Borges se convierte en un Bashô obsesivo, y, Benedetti, en un Issa lobotomizado.

Algunos –sobre todo los poetas de haiku argentinos que hasta el día de hoy no han conocido un solo maestro que les enseñe el haiku tal como es de verdad– se defienden y dicen que todo esto que propugnamos es un “purismo”, y que el haiku que se hace fuera de las fronteras de Japón no tiene que ser una ciega imitación del haiku japonés. Yo estaría de acuerdo, siempre que pueda seguírsele llamando “haiku”. Si no es así, habrá que encontrarle otro nombre y ver a dónde nos conduce; podremos cultivar ese nuevo género cuanto nos parezca y tratar de engrandecerlo haciendo que llegue a ser tan popular como el haiku. Lo que no debemos hacer es servirnos de la popularidad de un género ya creado para hacer de él lo que nos dicte nuestro capricho.

El haiku es una de las artes japonesas

En consecuencia, lo primero es saber qué es el haiku, qué ha sido hasta ahora el haiku en Japón; y aseguro por propia experiencia que no es tarea fácil. Lo segundo, igual que ocurre en Japón, es hacer tuyo el haiku; que el que escribas no sea un haiku de manual, sino “tu” haiku. Esta ha sido siempre la manera natural de evolución del haiku, también en Japón, una realidad cultural en la que te tienes que sumergir hasta el fondo para, una vez dentro de ella, añadirle eso que tú eres, esa novedad que supones como individuo.

Los experimentos atolondrados con nombre de “haiku” no han acabado funcionando y van a seguir sin funcionar en el futuro. El del haiku es un mundo pragmático: en él podemos en seguida detectar “lo que funciona” y “lo que no funciona”. Escribir haikus en castellano precisa un aprendizaje largo para que el resultado final “funcione”, ya veremos para qué. Mucho tiempo y mucha humildad. La humildad sirve para sobrellevar el tiempo que pasamos tratando de escribirlo bien sin conseguirlo. No es necesario atiborrarse de conceptos y lecturas previas antes de escribir una línea. Podemos empezar a escribir borradores de haikus desde el principio; escribir y tirar a la basura, escribir y tirar a la basura: este es el camino. Es difícil que nuestros primeros balbuceos de haiku tengan un auténtico valor hasta que concluya un proceso de años que haga posible una radical transformación de nosotros mismos. El haiku es un proceso que debe darse en ti. No es un aprendizaje intelectual; es un entrenamiento en la percepción.

Sin un maestro puede hacerse perfectamente, si eres un hombre o una mujer muy sensible, pero no sin un conocimiento íntimo de la cultura japonesa, como no se puede llegar a ser un especialista en ikebana o en aikido. Los japoneses nos han enseñado cómo transformarnos –cómo crecer espiritualmente– cuando tratamos de expresar con palabras lo que sucede en la Naturaleza. La fórmula es de ellos y, si queremos conocer sus secretos, hay que pedirles esos secretos con delicadeza y sin prisas.

Recordamos ahora ese apólogo japonés que nos sitúa en el instante cero del aprendizaje. Es un diálogo entre un Maestro del Arte del sable y un discípulo que quiere iniciarse en él:

–¿Cuántos años me costará llegar a ser maestro si trabajo duro? –preguntó el aprendiz al gran maestro Banzo.

–El resto de tu vida –respondió Banzo.

–No puedo esperar tanto tiempo. Estoy dispuesto a todo para seguir su enseñanza. ¿Cuánto tiempo me llevará si trabajo como servidor suyo en cuerpo y alma?

–¡Oh, tal vez diez años!

–Pero Vd. sabe que mi padre se está haciendo viejo y pronto tendré que cuidar de él… ¿Cuántos años me llevaría si trabajara intensamente?

–¡Entonces, quizá treinta años!

–¡Vd. se burla de mí! Antes diez, ahora treinta años… Créame: haré todo lo que haga falta para dominar este arte en el menor tiempo posible.

–Bien, en ese caso te tendrás que quedar setenta años conmigo: un hombre que quiere obtener resultados tan deprisa no avanza rápidamente –explicó el Maestro Banzo.

La esencia del haiku es el haimi

¿Cuál será la esencia del haiku? Enseguida nos damos cuenta de que no debe ser la estrofa 5-7-5, y eso por varias razones. La primera es que hay otras formas poéticas japonesas que tienen este mismo metro: el senryû (川柳) y el zappai (雑俳). La segunda razón es que ni siquiera hablando de haikus de factura clásica es obligatoria la estrofa de 5-7-5, sino cualquier suma de tres versos o de dos versos que dé lugar a 17 sílabas (o incluso un solo verso de 17 sílabas). Puede afirmarse que menos de un 50% de haikus clásicos están escritos en la forma 5-7-5. Además existe desde el mismo Bashô “el metro roto” (hachô), esto es, un haiku que tiene más de 17 sílabas… Un ejemplo entre mil, de Bashô, con un metro 3-5-12:

芭蕉野分して盥に雨をきく夜かな

BASHÔ

Bashô

nowaki shite

tarai ni ame o kiku yo kana

El bananero,

descargando la tormenta…

¡Escuchar en la noche la lluvia en el barreño!

Además, el haiku de metro libre (jiyûritsu haiku) se ha liberado por completo de las 17 sílabas y encontramos ejemplos desde 9 sílabas hasta 23. Por ejemplo:

咳をしても一人

Seki o shite mo hitori

HÔSAI

Incluso tosiendo,

estoy solo

うれしいたよりもかなしいたよりも春 の雪ふる

Ureshii tayori mo kanashii tayori mo haru no yuki furu

SANTÔKA

Ya sea con noticias felices

o con tristes noticias,

la nieve de primavera.

En cualquier caso, tenga la estrofa que tenga, lo que sí parece ser una condición del haiku es su brevedad. Excediendo de un número de sílabas –digamos 23 o 24– ya no sería posible de ninguna forma defenderlo como haiku. El haiku es una impresión comunicada de un modo fulminante, y ello exige concisión. A veces, se le añade una kotobagaki (詞書), una breve explicación previa. Por ejemplo, el haiku que sigue tiene unas anotaciones de Bashô en las que dice: «Navegamos en un bote en Karasaki, Shiga, y la gente habló de la despedida de la primavera»:

行春を近江の人とおしみけり

Yuku haru o Ômi no hito to oshimikeri

BASHÔ

Lamentando

la marcha de la primavera

junto a la gente de Ômi

Estas kotobagaki añaden contexto, pero no son necesarias al haiku. Con las sílabas que hayamos estimado que le correspondan, el haiku debe bastarse y sobrarse. Otras veces su sentido se ve enriquecido –o recortado, según valoremos la ambigüedad– cuando va inserto en un haibun (俳文), en un texto que los contiene, como un diario de viajes por ejemplo, o ilustrado por una acuarela o pintura llamada haiga (俳画).

Así pues, el haiku es una poesía breve… ¿que habla de qué? Seguimos investigando, y nos dicen los japoneses que otra condición esencial del haiku es la palabra estacional, la que nos dice en qué momento del año estamos: el kigo (季語). Y, es cierto que es muy importante, porque sin expresar el momento del año cuando el asombro sucede, la escena queda abstracta y eso no ayuda al lector a ubicarse en el lugar donde sucedió el asombro. El haiku es una transmisión de algo que ocurre en un tiempo y en un lugar. Pero lo cierto es que, de hecho, existen los mu-kigo haiku (無季語). Las clasificaciones japonesas del haiku dividen los haikus en primavera, verano, otoño, invierno, principio de año y mu-kigo, es decir, haikus en los que no hay referencia a la estación del año. Y sin embargo son haikus. ¿Por qué son haiku si no tienen kigo y puede ser que ni siquiera tengan 17 sílabas? Son haikus porque tienen el ritmo interior (nai-in ritsu) del haiku y –sobre todo– porque saben a haiku, porque tienen haimi. El haimi es la esencia del haiku.

En este libro nos comprometemos a compartir el saboreo de un buen número de haikus –buenos, malos y regulares–, incluso de algún poema breve japonés que pueda confundirse con un haiku y no lo sea, todo para llegar a desarrollar nuestro paladar poético. Nuestro objetivo es que lleguemos a conmovernos con un haiku perfecto y contenido como, por ejemplo:

大門のおもき扉や春の暮

Ômon no omoki tobira ya haru no kure

BUSON

Pesada puerta

de la entrada principal–

Atardecer de primavera

El haiku es una tradición viva, que produce más de un millón de nuevos haikus más que notables al año y que exige de nosotros que accedamos cuanto antes a ellos para contribuir a enriquecer nuestro patrimonio cultural como seres humanos. Si de lo que se trata es de emocionarse con absolutamente todo y hacérselo sentir a los demás, el mérito de un haiku reside en saber apreciar la belleza de lo que a otros les pasa desapercibido y contársela de modo que aprendan a sentir más. Lo que a cualquiera emociona es fácil de contar. Lo difícil es percibir y transmitir lo que solo a ti te ha emocionado. El buen paladar de haiku es el que lo logra.

Barcelona, 31 de mayo de 2012

PARTE I:CONDICIONES ELEMENTALES DEL HAIKU

1. El primer requisito de un haiku es la inocencia

El haiku debe ser sencillo; esta es su primera condición. La sencillez le es tan esencial como la brevedad de su forma métrica. El haiku es una impresión fácil de comunicar por medio de unas palabras fáciles de comprender. Un haiku no es un hermético arcano; no es un enigma dentro de un enigma. Deberíamos presentarnos ante cada nuevo haiku como los más simples de los lectores que haya tenido ese haiku, pero con el orgullo de que así –carentes de recursos intelectuales o de formación– somos la medida exacta del haiku. Un haiku que no sea sencillo es una pura exhibición, un alarde del “yo” del poeta que opaca la realidad que tiene la obligación de trasparentar. El haiku es patrimonio de los corazones descomplicados. Solo los verdaderos poetas y los niños –únicamente los que sienten en carne viva– son capaces de ver el mundo; los demás estamos desahuciados. El mundo nos niega su seno. Parece que estamos, pero no estamos. Porque “estar” es una meta final, un proyecto, no un punto de partida, como hasta ahora habíamos creído.

ありたちがくさにのぼってすぐおりる

Aritachi ga kusa ni nobotte sugu oriru

KATAOKA YUMIKO

Las hormigas

suben por una hoja de hierba…

y en seguida bajan