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En el apogeo de su adoración la Bastet, la diosa de los gatos, decide abandonar el mundo de los humanos. Regresa en el siglo 19 a su antigua ciudad Bubastis, y la recibe La Miseria. Detalladamente, La Miseria le realiza un relato, de todos los sucesos ocurridos durante su larga ausencia. Obviamente desde su punto de vista. Con ese relato en la cabeza, Bastet comienza a recorrer el mundo, condenada a dirigirse a los lugares más lúgubres y miserables. Llega a la Argentina el 31 de diciembre de 1999, atraída por la angustia de todo un pueblo. Desembarca en el Puerto de Mar del Plata. No entiende a los argentinos. A pesar de todo el dolor, todo el sufrimiento, aun tienen sueños y esperanzas. Desconcertada, termina en una cochera subterránea. Esta contradicción, la quiebra y de su llanto surgen siete gatos. Siete aspectos de Basted hechos carne. Los mismos se dispersan en al alba, bajo la aprobación de su madre. Estos felinos son sagrados, mágicos y sabios, pero tan contradictorios y multifacéticos como el País que los vio nacer. Y pueden escurrirse por cualquier ventana.
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Seitenzahl: 32
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NORMA DIANA GONZÁLEZMAURO NICOLAS VOYNES
González, Norma Diana
Bastianos : cuentos fantásticos / Norma Diana González ; Mauro Nicolas Voynes.- 1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2021.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-87-1747-0
1. Narrativa Argentina. 2. Cuentos. I. Voynes, Mauro Nicolas. II. Título.
CDD A863
EDITORIAL AUTORES DE ARGENTINA
www.autoresdeargentina.com
Queda hecho el depósito que establece la LEY 11.723
Impreso en Argentina – Printed in Argentina
“A todos los soñadores,
que se aferran a la escritura, durante las tormentas”.
En la antigua ciudad de Bubastis, se veneraba a la diosa Bastet, señora de los felinos, en su estilizado cuello, un collar dorado con zafiros finamente tallados y en sus desafiantes orejas destellaban aretes de perfecta circunferencia con cuentas de lapislázuli. Sus ojos opacaban este entorno, el misterio de la noche se encontraba en ellos.
Las fiestas en su honor eran cada vez más fastuosas. La vulgaridad de la opulencia desenfrenada irritaba todos sus sentidos. Se sentía cautiva, de la adoración melosa y posesiva de sus seguidores. Cansada del vaho a vómitos fermentados, un atardecer se fue, justo cuando la luz de Venus anticipaba la noche.
Alrededor del siglo diecinueve retornó, se dio cuenta de que la habían olvidado, estaba sepultada por un sinfín de nuevos cultos y lentamente llegó a las ruinas de su gran metrópoli.
La Miseria la recibió enfundada en sus mejores galas, estaba sentada sobre los restos de un capitel, con su sonrisa desdentada. Todo el lugar le pertenecía, era la nueva señora y decidió hablarle del destino de sus pequeños.
A partir de la caída de la casa real Tolomeo, sus hijos fueron embarcados a diferentes destinos, muy apreciados por los barcos mercantes por mantener a raya a las alimañas. Pero el culto de la cruz los detestaba tanto como a las mujeres, a las cuales culpaban por la caída del paraíso.
Describió detalladamente las maneras en que sometieron, torturaron y asesinaron tanto a las mujeres como a los gatos. Extasiada, relató cómo la persecución y muerte de sus hijos permitió que proliferaran las ratas, sus mejores aliadas en la propagación de la peste negra.
El sol estaba agonizando cuando Bastet dejó Egipto, a través de los mantos de las décadas, caminó y navegó sin rumbo. Viviendo con el relato de La Miseria y un dolor inmenso que la sofocaba, el 31 de diciembre de 1999 llegó al puerto de Mar del Plata.
Su culto desapareció, sus artefactos estaban aletargados en las vitrinas de los museos, algunos en las manos de amantes de la belleza o en las bóvedas de especuladores financieros, toda llama de esperanza se había perdido.
En una cochera subterránea, entre emanaciones de sépticos, escuchó el clamor de bienvenida al nuevo milenio. Desolada y abatida, la majestuosa señora de los felinos se derrumbó sobre el frío piso de cemento cubierto de aceite apelmazado. Lloró y de sus lágrimas nacieron siete gatos.
Andrés frota su cuerpo con el jabón de jojoba de la nueva línea Eolo, mientras se asegura que su abdomen no asimiló el choripán, comido a escondidas de sus amigos, cuando fue a dejar a su jefe al aeropuerto. Seca su cuerpo con las toallas doble hilado blanco hielo, comprado en Puerto Madero, junto con las sábanas de hilo egipcio.
Frente al espejo hidrata su piel, mientras se aplica la crema de afeitar se mira al espejo y un escalofrío le recorre el cuerpo. El mísero baño refleja su realidad contrastada con sus aspiraciones, mira su reloj y cae en la cuenta de que los minutos ya se han puesto en su contra de vuelta.
Aún apresurado por cambiarse, no puede dejar de mirar su billetera de cuero de carpincho, que guarda más papeles que dinero, tarjetas personales de gente que con suerte tarde o temprano lo atenderán y brindarán un mejor trabajo.