Bautismo y compadrazgo de esclavos en la feligresía de Guanajay - Reveca Francisca Figueredo Valdés - E-Book

Bautismo y compadrazgo de esclavos en la feligresía de Guanajay E-Book

Reveca Francisca Figueredo Valdés

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Beschreibung

Enjundioso estudio que reconstruye la vida familiar y social de los esclavos en plantaciones cañeras, haciendas y cafetales en la Cuba de los siglos XVIII y XIX. La autora se basa en millares de anotaciones en los registros de las iglesias para restablecer la verdad histórica de la indiscutible existencia de unas relaciones interpersonales que iban mucho más allá de los meros vínculos amo-esclavo o laborales. Los cautivos africanos de diversas etnias y sus descendientes creaban de hecho una intrincada red de nexos, tanto sanguíneos como de afinidad, que les permitía seguir siendo verdaderos seres humanos sociales y que más tarde serviría de base para el surgimiento en Cuba de una nueva nación, mestiza, auténtica e independiente como etnia de sus diferentes orígenes africanos.

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Revisión técnica para ebook: Natalia Labzovskaya

Edición: Norma Suárez Suárez

Diseño de cubierta: Seidel González Vázquez (6del)

Ilustración de cubierta: Roberto Lázaro Conde

Diseño interior: Madeline Martí del Sol

Composición: Yaneris Guerra Turró

Corrección: Carlos A. Andino Rodríguez

©Reveca Francisca Figueredo Valdés, 2019

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2020

ISBN 9789590622724

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14 no. 4104, e/ 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

Table of Contents
Agradecimientos
Prólogo
Capítulo 1. La historiografía cubana y la historia de la familia esclava
Los análisis sobre el bautismo y el compadrazgo de esclavos: un vacío en la historiografía cubana
Las discusiones en la historiografía cubana tradicional acerca del parentesco ritual
Capítulo 2. La legislación sobre el bautismo y el compadrazgo
El significado del bautismo
Las normas de la Iglesia Católica y las propuestas y transgresiones de los dueños de esclavos
El compadrazgo desde la visión de los siervos: ¿parentesco ritual o alianza social?
Capítulo 3. Las fuentes y los métodos
El método de la reconstrucción de la familia esclava desde los registros parroquiales
La investigación desde los registros parroquiales en Cuba
Los registros parroquiales de la feligresía de San Hilarión de Guanajay: 1773-1845
Posibilidades y límites de los registros parroquiales de la feligresía de Guanajay
Capítulo 4. La feligresía de San Hilarión de Guanajay: 1773-1845
Capítulo 5. La población esclava y libre bautizada en la feligresía: 1773-1845
Capítulo 6. Las relaciones de compadrazgo y apadrinamiento de esclavos en la plantación azucarera
Familias y apadrinamiento de esclavos en la feligresía de Guanajay
Los africanos del ingenio Nuestra Señora de la Merced: de carabelas a compadres y comadres: 1793-1806
Venir en un mismo barco y ser compadre o comadre en un ingenio
El compadrazgo desde el origen étnico-lingüístico y el oficio
Entre el ingenio y el cafetal: el bautismo y compadrazgo entre los esclavos de Nicolás de Mendive: 1796-1834
Un mismo dueño y diversos escenarios: el compadrazgo expande sus redes
De africanos a criollos: el bautismo y compadrazgo entre los esclavos del ingenio Nuestra Señora del Pilar transciende el cambio de propietario: 1793-1845
Los dueños cambian, la afinidad perdura
Epílogo
Bibliografía
Datos de autor

A Osvaldo, a mis hijos Romy y Ronald,

a mi hermana Lourdes.

A las historiadoras Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes, precursoras del método de la reconstrucción de las familias esclavas en Cuba.

Agradecimientos

Escribir acerca de la presencia de las familias esclavas y sus relaciones de compadrazgo en la feligresía de Guanajay entre 1773 y 1845 resultó un trabajo prolongado y riguroso, que solo se pudo concretar con la colaboración de muchas personas que de modos diversos tendieron sus manos y merecen gratitud.

En primer término deseo reconocer a las historiadoras Aisnara Perera Díaz y María de los Ángeles Meriño Fuentes, quienes no solo me mostraron el camino a seguir, sino que pusieron en mis manos la mayor cantidad de bibliografía utilizada en esta investigación, muchos de los expedientes encontrados por ellas en el Archivo Nacional de Cuba, además de revisar con paciencia y corregir mis primeros y torpes pasos en el proceso de reconstrucción de las familias esclavas, exigiendo el análisis riguroso y necesario para llevar adelante el trabajo.

A la profesora María del Carmen Barcia por su apoyo y por confiar en que yo podría concretar esta investigación. El profesor Iraci del Nero da Costa, de la universidad de São Paulo, quien me ofreció útil asesoría demográfica. Lourdes Ortega Gutiérrez, del Instituto de Historia de Cuba, puso en mis manos la información digitalizada de la parroquia de San Hilarión de Guanajay que facilitó mi trabajo con los libros de bautizos de pardos y morenos. Berta Yake, del Archivo Nacional, contribuyó a la acuciosa búsqueda de expedientes en diversos fondos.

Olga Vega, de la Biblioteca Nacional, sugirió y entregó con gentileza informaciones necesarias para mis pesquisas. José María Camero realizó con sumo cariño los mapas necesarios para ilustrar el trabajo.

En Guanajay, los amigos Ismael Puigver y Alina López convirtieron el archivo y la biblioteca parroquial en sitio acogedor y seguro, mientras el investigador Leonardo Camueira, rastreador incansable de las huellas de ingenios y cementerios de esclavos, colaboró decisivamente en la ubicación de los que formaron parte de este estudio.

La familia, que ocupa siempre un espacio privilegiado en la vida de cada ser humano, me brindó el sostén y toleró con amor la impaciencia y los rigores del estrés que genera llevar a puerto seguro una investigación de casi cinco años; particularmente mi hijo Ronald, asistente en fotografías y estadísticas.

Llegue a todos mi sincero agradecimiento.

Prólogo

Fresca está aún en nuestra memoria cierta mañana del 2005 cuando acudimos al encuentro de la historiadora Gloria García Rodríguez. La cita —entre libros, recuerdos familiares y sus célebres gatos— fue en su hogar. El motivo, entregarle un ejemplar del libro Esclavitud, familia y parroquia en Cuba. Otra mirada desde la microhistoria. Por supuesto, se alegró mucho de que siguiéramos sus pasos y aseguró que el trabajo constituiría un importante aporte al conocimiento de la vida social de los esclavos en Cuba pero, sin faltar a la sinceridad que la caracterizaba, nos dijo: será muy difícil que encuentren seguidores dispuestos a aplicar una metodología que exige meses de agotadora y paciente labor con las series de libros parroquiales. Un lustro después, casi cumplida ya la premonición de nuestra querida Gloria, se nos acercó la historiadora Reveca Figueredo Valdés para manifestarnos su interés por reconstruir la feligresía de San Hilarión de Guanajay, con el propósito de enfocarse en las relaciones de compadrazgo. Al fin aparecía la persona con la voluntad de seguir nuestros pasos, y a la cual por supuesto decidimos acompañar en un largo camino que concluyó con la obtención del grado de doctora en Ciencias Históricas en La Universidad de La Habana.

Se comprenderá entonces la satisfacción con la cual recibimos Bautismo y compadrazgo de esclavos en la feligresía de Guanajay: 1773-1845, libro con el cual Reveca Figueredo, en un viaje a la génesis de ese desarrollo que tanto asombraba a los cronistas, trae de vuelta a los esclavos, africanos y criollos, con el objetivo de situarlos como protagonistas, creadores de esa riqueza que se expresaba en azúcar y café. Para realizar este acto de justicia histórica, la autora parte de asumir a los cautivos organizados fríamente en inventarios estructurados por orden alfabético, étnico y sexual, como verdaderas comunidades de individuos que interactuaban entre sí, no por capricho ni de forma aleatoria, de modo tal que el acto de elegir padrino o madrina responde en su investigación a consideraciones de origen, familiares, de amistad y laborales, donde se manifestaron los espacios de autonomía construidos como lazos de parentesco ritual, en la plantación esclavista.

Comportamientos que podemos, a partir del concepto “lo excepcional normal”, acuñado por el historiador italiano Eduardo Grendi, para referirse a conductas sociales que parecían ser exclusivas o únicas en el cabal sentido de la palabra, es decir excepcionales. Actuaciones que en realidad, tras paciente labor de investigación, era posible observar que constituían prácticas comunes y corrientes en la norma aceptada. La doctora Figueredo Valdés ha empleado con acierto esta premisa teniendo en cuenta que hasta el presente las afirmaciones, pocas en verdad, que sobre el compadrazgo entre esclavos en las plantaciones cubanas se habían formulado, no pasaban de ser presunciones, más o menos comprobables mediante referencias aisladas y evidencias inconexas. En general, se daba por supuesto que dependían exclusivamente del amo y, por ende, nada podía aportar un estudio como este al conocimiento de la vida de los cautivos. Hasta hoy —salvo el acápite que dedicamos la doctora María de los Ángeles Meriño y una servidora en nuestra obra Matrimonio y familia en el ingenio, una utopía posible. La Habana (1825-1886)—los vínculos nacidos del bautismo no habían sido objeto de pesquisa y análisis desde los registros parroquiales.

Bautismo y compadrazgo de esclavos en la feligresía de Guanajay es ese estudio que retoma el método de reconstrucción de familias y reduce la escala de observación para mostrar la experiencia familiar de los esclavos en Cuba en las plantaciones azucareras y cafetaleras, por lo que constituye tanto una excelente validación del manifiesto grendiano y del enfoque microhistórico, como de la utilidad de los registros parroquiales para la historia social de la esclavitud.

La hipótesis que subyace en las páginas de esta monografía podemos resumirla en la existencia, entre los esclavos de las plantaciones guanajayenses, de una racionalidad bien específica, racionalidad que se articula a partir de tres presupuestos de relaciones que son claves para la elección de padrinos y madrinas: el primero resulta ser el factor étnico-lingüístico, el segundo el haber compartido la experiencia del pasaje medio, o la travesía atlántica como también se le llama al viaje desde África a la América y el tercero, trabajar en una misma área, ya fuera agrícola o fabril del ingenio y, por último, el momento en que se producía la llegada de un nuevo grupo de esclavos a una hacienda. Para validar esta hipótesis, la autora va narrando en breves pinceladas las vidas de los esclavos, entrelazadas posiblemente desde antes del inicio del viaje sin retorno hacia las tierras del antiguo corral de Guanajay cuando se inició la transformación de estas fértiles tierras en un emporio azucarero y cafetalero.

Por otra parte, cabe decir que el nivel de constatación de los presupuestos metodológicos en que se apoya es digno de elogio, más aún porque en este estudio, por vez primera, se demuestra cómo las relaciones entre carabelas se mantuvieron y consolidaron mediante la institución católica del bautismo. Aunque sabíamos que tales vínculos constituían uno de los más importantes en la articulación de redes, incluso en la existencia de una suerte de parentesco que tomaba el hecho terrible del viaje forzado desde África como referente para la construcción de lealtades, hasta el presente no se le había dado seguimiento, como aquí se hace, al proceso de formación/consolidación de una comunidad unida por esta razón.

Sin lugar a dudas, la autora ha encontrado en las relaciones de compadrazgo que se establecieron entre cautivos de ingenios y cafetales un modo de captar el funcionamiento real de mecanismos –en este caso el sacramento del bautismo– que si se observaran desde un nivel macro, dejarían demasiados detalles sin explicar o, en el mejor de los casos, ofrecerían explicaciones que se alejan un tanto de la verdad. Digamos que si ahora mismo se le preguntara a una persona medianamente informada en las cuestiones de la historia de la esclavitud a quién correspondía la elección de padrinos y madrinas para los párvulos esclavos, respondería sin mucho titubeo que a los amos; o si meditase un poco más, diría que a los curas de las parroquias, y si forzara un poco su imaginación alegaría que a los padres o a los abuelos.

A estas hipotéticas personas y a todos los que gustan de leer por el placer de ensanchar sus conocimientos les decimos que a partir de Bautismo y compadrazgo de esclavos en la feligresía de Guanajay 1773-1845 tendrán la posibilidad de asomarse a respuestas originales para preguntas de este tipo y para muchas otras, incluso podrán comprender cómo elegir madrina o padrino podía ser un acto de resistencia cultural, de estrategia para asegurar el cuidado de los hijos, para mantener una relación considerada favorable con alguien con quien se compartía la condición servil, pero que por su posición en la organización productiva del ingenio contaba con una ligera ventaja y era este apoyo el se pretendía alcanzar.

La autora es enfática en los puntos de vista que defiende, no falta apasionamiento en su escritura y en las afirmaciones que formula, desde el principio del texto, en el balance historiográfico que nos ofrece hasta el final con varios estudios de casos que le son útiles para demostrar su hipótesis. Ahora bien, al margen de tal convicción, resulta obvio que no hay en Figueredo Valdés la aspiración dogmática de imponer su criterio como el único posible o aplicable a todo el tiempo de la esclavitud cubana y a toda la geografía de la plantación; de hecho, es posible que las conclusiones que propone no sean generalizables en tiempo y espacio. Pero nada de esto demerita lo realizado por ella, en todo caso resulta ser un llamado de atención acerca de la existencia de un campo abierto para que más investigadores se incorporen a la realización de estudios de este tipo.

Claro que para que así suceda, los que se decidan a seguir esta huella deben tener presente que visualizar esta faceta de la plantación esclavista en Cuba requiere el despliegue de métodos de pesquisas admirables, pues como podrá apreciarse, la autora fue de los registros bautismales de la iglesia de San Hilarión de Guanajay a las ventas de esclavos de los protocolos notariales de la ciudad de La Habana, hizo un alto en el fondo de escribanías, hurgó en pleitos hereditarios, quiebras de propietarios de haciendas y tomó datos de la bibliografía publicada sobre el tema.

Hasta aquí hemos ponderado los valores científicos y los aportes historiográficos de la obra. Pero hay aún algo importante por decir. Al poco tiempo de que Reveca iniciara la ardua labor de desentrañar la caligrafía escabrosa de los párrocos de Guanajay para escribir este importante y renovador libro, su hijo Ronald Caballero Figueredo, por entonces un joven de 18 años, me pidió que fuera su madrina de bautismo. El sábado 30 de julio del 2011, en una sencilla ceremonia colectiva celebrada en la iglesia parroquial de San Felipe y Santiago del Bejucal, donde mi ahijado era el único adulto, me uní por medio del parentesco espiritual a sus padres Osvaldo Caballero y Reveca Figueredo, quedando desde ese día, como los protagonistas de este libro, hermanados por un sacramento que no perderá razón de ser mientras creamos que más allá de la sangre es posible establecer lazos duraderos basados en el amor, la solidaridad y el respeto.

Aisnara Perera Díaz

San Felipe y Santiago del Bejucal, 27 de marzo del 2019

Capítulo 1. La historiografía cubana y la historia de la familia esclava

Los análisis sobre el bautismo y el compadrazgo de esclavos: un vacío en la historiografía cubana

En la década final del siglo xx, la historiografía sociocultural cubana experimentó un indudable avance en la diversidad de miradas e interpretaciones que en la historia económica, la historia política o la historia ecológica, entre otras, quedaron a la zaga, tanto de los estudios en la Isla como en el plano internacional. En este contexto, las investigaciones sobre la familia, precisadas de un estudio de dimensiones históricas y culturales capaz de trascender el discurso meramente literario, político, sociológico, antropológico y periodístico, se tornaron un campo fértil para la investigación y el debate en el cual ocuparon un lugar destacado temas como la esclavitud y las prácticas de sociabilidad entre los sectores populares que residían en las ciudades cubanas.1

1Para una revisión del tema ver Ana Vera Estrada: “Estudiar la familia, Un repaso”, en revistaTemas, 31, 2002, pp. 101-102.

No obstante, como ha sucedido en la mayoría de las tendencias historiográficas, Cuba accedió con demora, primero, al propio tema de la historia de familia y después a lograr una diversidad de estudios,2que a nuestro parecer es pequeña aún, pues ya en países como los Estados Unidos y Brasil poseen, hace más de 30 años, enjundiososestudios y análisis sobre la historia de la familia esclava que superaron, enmucho, las perspectivas más tradicionales desde las cuales sehabíanexaminado,contribuyendo así a la lucha contra la discriminación racial y a la reivindicación del papel de los afrodescendientes enlas sociedades americanas.3En tal sentido resultan muy interesanteslas investigaciones brasileñas que abordan desde la historia de familia el compadrazgo y su manifestación en la población esclava, tanto en regiones caracterizadas por el sistema de plantaciones como en pequeñas haciendas de producción para la subsistencia y el mercado interno, en las cuales las dotaciones eran comparativamente más reducidas; afirmando, como lo hace la historiadora Silvia Brugger: “[…]el casamiento y el compadrazgo eran actos sociales estratégicos[…]”.4Desde esta perspectiva, es que un grupo de autores —en los cuales resulta ya un clásico Robert Slenes con su estudioNa senzala,uma flor: esperanças e recordações na formação da familia escrava, Brasil sudeste, séculoxix,editado en 1999— demuestran cómo el análisis del compadrazgo posibilita observar estrategias sociales y económicas reveladoras de las opciones de los esclavos, que veían en esta forma de parentesco por afinidad, la posibilidad de ampliar sus redes y cohesionar su grupo, insertando a sus hijos en circuitos de solidaridad y ayuda mutua. Al evaluar a la vez las relaciones de compadrazgo —entendido parentesco espiritual/ritual— como una estrategia de resistencia y enfatizar, al igual que la historiadora Casilda Machado, que “El compadrazgo fue, sin lugar a dudas, un importante elemento de constitución y/o consolidación de lazos de sociabilidad, en la sociedad esclavista brasileña”.5

2Observamos que en el citado artículo de la doctora Vera, un panorama que abarca desde los años sesenta hasta los noventa del siglo xx, no se reseñan trabajos que aborden la historia de la familia en esclavitud.

3Para una excelente crítica a la evolución de los modelos explicativos de la evolución de los estudios de la familia esclava en los Estados Unidos y Brasil remitimos aRobert W. Slenes,Na senzala, uma flor: esperanças e recordações na formação da familia escrava, Brasil sudeste, séculoxix, Editora Nova Fronteira, Rio de Janeiro, 1999, pp. 28-43.

4Silvia María Brugger: “Compadrio e Escravidão: uma analise do apadrinhamento de cativos em São João del Rei, 1730-1850”. Ponencia presentada en el XIV Encuentro Nacional de Estudios Poblacionales, Caxambu, 2004.

5Casilda Machado: “Casamento & Compadrio: estudo sobre relacoes sociais entre livres, libertos e escravos napassagem do séculoxviiiparaxix”. Ponencia presentada en el XIV Encuentro Nacional de Estudios Poblacionales, Caxambu, 2004.

En Cuba, la primera obra reveladora, en este sentido, fueLa esclavitud desde la esclavitud,6de la historiadora GloriaGarcía, editadaporvez primera en México en 1996, que mostró la integración social de los esclavos y su participación en el entramado que la regulaba, por medio de una documentación hábilmente recopilada, que sugería y avizoraba importantes fuentes de información para dar continuidad al tema. Se comenzaba así —desde una certera visión de la plantación como unidad productiva y social, donde la relación entre amos y esclavos constituía un vínculo ineludible en el que estos no deberían perder de vista las necesidades e intereses de sus siervos para lograr una producción agrícola e industrial que satisficiera sus expectativas— a de-construir la tesis de la imposibilidad de la vida familiar entre los esclavos.

6Para esta investigación se ha consultado la edición cubana de Gloria García:La esclavitud desde la esclavitud,Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003.

Le sucede, en orden cronológico,La otra familia. Parientes, redesy descendientes de los esclavos en Cuba7editada en el 2003 y cuya autoría corresponde a la doctora María del Carmen Barcia, una obra que analiza la legislación que regulaba las relaciones entre amos y esclavos y las particularidades de su aplicación en Cuba; y destaca, entre las figuras más importantes, encargadas de hacer valer dichas leyes, tanto para unos como para otros, al síndico procurador general. A la vez que evalúa el Reglamento de 1842 como un documento abarcador en relación con otros aprobados durante la colonia para regular la vida de los esclavos, por ser expresión de un modelo para la vida en familia, que contemplaba las acciones de casarse, reproducirse y tener derechos a cuidados especiales para garantizar la reproducción de la riqueza de los dueños a cambio de recibir estímulos.

7María del Carmen Barcia Zequeira:La otra familia. Parientes, redes y descendientes de los esclavos en Cuba, Casa de Las Américas, La Habana, 2003.

Su autora trabaja también con los censos habaneros del sigloxix, fuente que más allá de reflejar las vidas individuales, deviene en herramienta importante para lograr generalizaciones que permiten una visión rigurosa de la composición de los hogares, de las cifras de parejas casadas registradas en la población libre y esclava, así comoun acercamiento a conductas relativas a la reproducción, tales como el aborto, el suicidio y el infanticidio. Propone, a su vez, una tipología de hogares en la cual las relaciones de parentesco por afinidad se reflejan parejamente con las relaciones de parentesco por consanguinidad; las primeras resultan, en opinión de lainvestigadora, muyinteresantes porque permiten entender las estrategias desplegadas porla población de color, esclava o libre, para construir y hacer crecer un patrimonio material.

Así, sin dejar de mencionar la importancia y el valor que la autora concede a la memoria y los testimonios de las personas que del estrato esclavo procuraban unificar sus familias, porque demuestran una relativa reorganización de los espacios públicos en la que ya sehacía visible, durante el último segmento del sigloxix,una pluralidad de legitimidades, emergen de los documentos las historias de vidade los dominados que subyacen en actas, escrituras y protocolos. Los elementos descritos y mencionados en estos resultan guiños sólidos y útiles para la reconstrucción cultural.

En el 2006 ve la luzEsclavitud, familia y parroquia en Cuba: otra mirada desde la microhistoria8de las historiadoras Aisnara Perera y María de los Ángeles Meriño, obra en que demuestran la posibilidad de estudios demográficos desde los libros parroquiales de bautismos, matrimonios y defunciones, deshaciendo los obstáculos que historiadores europeos interpusieron a la aplicación del método nominativo de reconstrucción de familias que partía del matrimonio como acontecimiento primigenio en la formación de la familia. En tal sentido, las investigadoras reducen la escala de observación a una pequeña parroquia, y utilizan como punto de partida los bautismos de pardos y morenos, logrando una espléndida base informativa para la reconstrucción de familias, desde la propuesta de un método que considera el bautismo y no el matrimonio, como punto de partida para el estudio de la familia negra. El análisis exhaustivo de estos libros, les permitió describir cómo transcurría el rito del bautizo esclavo, cuánto costaba, las razones por las que los amos se demoraban en bautizar a sus esclavos, las funciones de los padrinos y el significado del bautismo como única y verdadera fe de vida de alguien nacido en cautiverio o hijo de padres esclavos.

8Aisnara Perera Díaz y María de los A. Meriño Fuentes:Esclavitud, familia y parroquia en Cuba: otra mirada desde la microhistoria, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2006.

También encontramos en esta monografía un interesante examen de la importancia del nombre como marca de propiedad; su permanenciao variación en el tránsito hacia la libertad, o que subvierte un indicador que fue signo de propiedad en la muestra de una identidad que tiene más que ver con el parentesco espiritual. En este sentido, debo indicar que las autoras mostraron el primer estudio sistemático de la transmisión de los nombres y apellidos entre los esclavos, pues lareconstrucción genealógica de la familia les permitió observar cómo se conservaban en la memoria familiar determinados nombres, así como los por qué de la incorporación de otros a la tradición familiar.

Mirada interesante resulta, además, la que realizan al matrimonio, pasa de ser una decisión de los amos y se convierte en deseo y opción de los posibles contrayentes, o como mecanismo de ascenso social que posibilita exhibir, con orgullo, no solo la unión, sino también los frutos nacidos de esta; y a la ilegitimidad, este último indicador resulta revelador de que el hecho de inscribir a un hijo ilegítimo no era equivalente a que el padre fuera desconocido o estuviera ausente, sino a la decisión, quizá por no tener economía o por gusto o conveniencia, de unirse consensualmente; unión que, al no ser aceptada por la legislación eclesiástica, quedaría omitida de los primeros registros de población que se conocen en los libros de bautismos.

La familia se nos presenta entonces como red de parentesco que cambia de configuración con el tiempo y adopta formas nucleares, extendidas o múltiples, en dependencia de las circunstancias que eslabonaran el ciclo vital de sus miembros, que termina siendo analizado desde la muerte con singular originalidad.

Pero, sin duda, el éxito mayor de esta obra está en la propuesta deuna aplicación, para Cuba, del método nominativo de reconstrucción defamilias, en el cruzamiento de las numerosas fuentes que, además de los registros parroquiales, utiliza en su análisis y en la exploración de un terreno pequeño, y aplica la escala reducida de observación, a la que no escapan los detalles más sustanciosos que les permitieron, con posterioridad, exitosas generalizaciones con relación a una región, en este caso, el sur habanero, en otras de sus obras comoMatrimonio y familia en el ingenio: una utopía posible (1825-1886), editada en 2007,9donde aun cuando el padrinazgono es el centro de su estudio, adelantan algunasobservaciones e hipótesis muy útiles sobre este asunto. De su lectura nació mi interés en conocer y analizar cómo surgieron y se mantuvieron las redes de compadrazgo entre los esclavos en la feligresía de Guanajay —verdadero emporio azucarero y cafetalero del occidente cubano desde 1790 hasta los años finales de la década del sesenta del sigloxix—, donde el sistema de plantación, desarrollado a gran escala, significó la convivencia de miles de esclavos de diversa procedencia. Estas redes resultan muestra y evidencia de un tipo de sociabilidad que tiene en la familia su punto de partida, y se constituye, además, en importantes espacios donde se mezclaron seres humanos de diferente condición y calidad, pero con estrategias comunes para hacer frente a los desafíos de la dominación.

9María de los A. Meriño Fuentes y Aisnara Perera Díaz:Matrimonio y familia en el ingenio: una utopía posible. La Habana (1825–1886),Editorial Unicornio, Bejucal,2007.

Las discusiones en la historiografía cubana tradicional acerca del parentesco ritual

Si consideramos que la llamada esclavitud moderna fue promovida como un acto de evangelización y de salvación espiritual de los gentiles que en África vivían sin conocer al Dios verdadero,10 comprenderemos el celo con el cual se promovió el sacramento del bautismo por las autoridades civiles y eclesiásticas. De todos los actos simbólicos de la religión católica fue el único cuyo cumplimiento se le exigía a los dueños de esclavos; de forma tal que en las constituciones del primer Sínodo Diocesano de la Iglesia Católica en Cuba celebrado en 1680, se dispuso que todos los que

10Para un análisis de los argumentos que se utilizaron a favor y en contra de la esclavitud de los negros cuando portugueses y españoles realizaban sus respectivas campañas de descubrimiento y conquista, ver el epígrafe “Para hacerles cristianos y ofrecerles una vida mejor”, de la décima parte del estudio de Jesús García Añoveros:Los argumentos de la esclavitud, en CD-RomTres grandes cuestiones de la historia de Iberoamérica, Fundación MAPFRE TAVERA y Fundación Ignacio Larramendi, Madrid, 2005, pp. 119-121. Ejemplos que demuestren lo expresado sobran a lo largo de la historia; en el caso de Cuba contamos con un documento calificado por algunos estudiosos como “uno de los más acabados, importantes e inteligentes trabajos en defensa de la esclavitud”, obra del abogado y presbítero Juan Bernardo O´Gavan Hechavarría en 1821, en el cual mostraba “las ventajas inmensas de la trasplantación de los negros a nuestras Antillas”, pues consideraba que civilizarlos en la propia África era imposible. Ver Juan Bernardo O´Gavan: "Observaciones sobre la suerte de los negros del África considerados en su propia patria y trasplantados a las Antillas españolas", en Eduardo Torres-Cuevas y Eusebio Reyes:Esclavitud y sociedad.Notas y documentos para la historia de la esclavitud negra en Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1986, pp. 139-145.

en lo adelante compraren esclavos en las armazones que vinieren,dentro de seis mesesque los hubieren comprado, les enseñen la doctrina cristiana con todo el cuidado y vigilancia que necesitan estos pobres negros y los envíen a bautizar a las parroquias, pena de excomunión mayor de diez ducados.11

11Torres-Cuevas y Reyes: ob. cit., p. 55.

Sin embargo, con el tiempo y cuando la esclavitud se convirtió en el eje de la economía isleña, la cuestión se polarizó entre dos intereses enfrentados: por un lado el de la iglesia, que cobraba por todos los servicios espirituales que recibían los africanos y el bautizo era uno de estos; por el otro, el de los hacendados, quienes consideraban un gasto excesivo e inútil pagar, sobre todo cuando eran muchos los esclavos que se poseían. Ese cálculo económico los llevó a buscar diversas fórmulas para evadir los pagos; así, de grandes lotes de africanos enviaban a bautizar solo a una parte de estos, el resto quizás nunca fuera bautizado. Otros morían recién llegados a las plantaciones sin recibir el sacramento; sucedía igual con los recién nacidos, debemos admitir que por descuido de los sacerdotes, más de un bautizado nunca fue registrado como tal en los libros de bautizos.12

12Afirmación que se desprende de las reiteradas quejas y los llamamientos de las autoridades religiosas sobre la morosidad y el desinterés de muchos amos en este asunto.

Justo es decir que no fueron los dueños de esclavos ni los curas de las feligresías rurales y urbanas los únicos selectivos y olvidadizos pues, como ya he expresado, las relaciones familiares y, por ende, las de compadrazgo, vistas como manifestación del parentesco consanguíneo y espiritual y del entramado de relaciones que se crearon en las ciudades y en el campo cubano, han sido una temática poco abordada en los escasos análisis que, sobre los ingenios, encontramos en la historiografía cubana.

Aun cuando admitamos que este tópico no haya sido el centro de tales estudios, creo que una mirada social más integral y abarcadora siempre es posible, más aún cuando el factor económico repercute con fuerza sobre la estructura social, y cuando el ingenio se ha definido como una totalidad: “un complejo económico social”, tal y como reza el subtítulo del monumental y clásico estudio sobre el ingenio cubano realizado por el historiador Manuel Moreno Fraginals. En esta obra se formula, con respecto a la familia en esclavitud, una de las afirmaciones más rotundas y aparentemente irrefutables de nuestra historiografía, que parte de un presupuesto lógico: “La familia es una institución que requiere un ambiente orgánico para su desenvolvimiento”, y un ingenio —tal y como lo analiza Moreno Fraginals— no es para nada ese ambiente propicio; el autor, sin duda, tomaba prestadas sus ideas de los sociólogos de su tiempo que explicaban la desestructuración familiar en situaciones de crisis para argumentar lo siguiente:

No bastaba con la costumbre generalizada entre los amos de ingenios […] de que […] el cura párroco del lugar […] sacramentase las uniones de esclavos […]. La ceremonia […] era solo el aspecto externo de una posible constitución familiar; pero la verdadera integración requería de condiciones socioeconómicas que no se daban en el ingenio. […] Un núcleo familiar dentro del ingenio era un cuerpo extraño naturalmente rechazado. Los esclavos no conocían de la responsabilidad económica, personal o familiar, porque carecían de economía propia. Tampoco podían saber de obligaciones sociales y familiares porque toda su actividad estaba reglamentada para la producción.13

13Manuel Moreno Fraginals:El ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar, t. 3, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978.

Para el historiador, las mujeres y los hombres traídos como esclavos significaban solo piezas estáticas dispuestas únicamente para el apareamiento biológico, la multiplicación de brazos y la producción de azúcar. Su análisis, como ya han explicado antes otros colegas,14sin embargo, no contempló el tiempo que iba más allá de las largas y agotadoras jornadas de trabajo y llenaba los restantes espacios vitales, no tuvo en cuenta que la cercanía física y espiritual no se reducía a encuentros sexuales esporádicos, que cualquiera que haya sido la naturaleza de esta convivencia debía engendrar relaciones y sentimientos que trascendieran el mero acto reproductivo, ignorando los afectos y la sociabilidad humana que cristaliza con la convivencia.

14María del C. Barcia Zequeira: ob. cit., capítulo VI, pp. 137-158. También, Aisnara Perera Díaz y María de los A. Meriño Fuentes:Matrimonio y familia en el ingenio…, ed. cit.

Por su parte, la investigadora Mercedes García, en su libroEntre haciendas y plantaciones. Orígenes de la manufactura azucarera en La Habana, al realizar el más documentado rescate de los inicios de la industria azucarera en la región habanera, presta atención no solo a los mecanismos de financiamiento, a los aspectos tecnológicos y de naturaleza agraria que confluyeron en el ingenio antes de 1792, sino que realiza un notable análisis de las dotaciones de esclavos de los ingenios. Para realizar este examen, expuesto en un epígrafe del Capítulo 4, toma como criterio rector la organización del trabajo que, según refiere, se basaba esencialmente en la división cualitativa de los siervos. A partir de esos postulados sugiere la existencia de una pirámide jerárquica desde la que establece una relación entre los oficios de los esclavos, el precio mayor o menor que se le asignaba en virtud de ellos, así como el tratamiento diferencial que recibían de los amos, lo cual se reflejaba en diversas prerrogativas.15

15Mercedes García Rodríguez:Entre haciendas y plantaciones. Orígenes de la manufactura en La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2007, pp. 248-257.

Sin embargo, la autora no transciende este punto de vista demasiado estrecho, pues no se adentra en las relaciones que se establecieron entre aquellos hombres y mujeres desde un prisma más humano, aborda la familia—donde por cierto concede un mínimo de iniciativaa los cautivos—pero no el bautismo de los vástagos que llegan como modo de legitimar las prácticas familiares, no se asoma al mundo de las emociones y las empatías, componentes que, según nuestras apreciaciones, se articularon también con los oficios, pero vistos estos como elementos propiciadores de vínculos de sociabilidad.

La doctora García Rodríguez dedica una especial observación a la figura del contramayoral, y se aproxima al criterio de que las prebendas recibidas lo alejaron humanamente del resto de sus compañeros de infortunio, según el diseño implementado por los religiosos de la Orden de Jesús en sus haciendas.16En referencia a esto último, debo señalar que las evidencias manejadas en la presente investigación sirven para matizar esta afirmación y, en ocasiones, nos acercan más a creer lo opuesto; así por ejemplo, un grupo de 13 esclavos pertenecientes a la dotación del ingenio San Gabriel —propiedad del marqués de Villalta—, detenidos, golpeados y encerrados en la cárcel de Guanajay en la tarde del domingo 11 de mayo de 1823 —día festivo por demás—, bajo acusación de escandalizar al vecindario con sus cantos y marugas, pero sobre todo por portar sus machetes de trabajo mientras atravesaban el pueblo; ellos alegaron en su defensa “que se encontraban en la población con licencia del mayoral para ayudar a cobijar la casa de taita Sebastián, el contramayoral de ellos en el ingenio”.17Es decir, que no solo resulta llamativo el tratamiento familiar que conceden al contramayoral, pues el calificativo de “taita” se lo ganaban los esclavos más respetados por sus dotes de mesura y buen juicio,18sino que el Sebastián era un criollo y todos los que le ayudaban en la edificación de la casa que tenía en el pueblo eran africanos, lucumíes19para ser más exactos.

16Ibídem, p. 311.

17Archivo Nacional de Cuba.Miscelánea de expedientes, leg. 2829, expediente Q. Contra varios negros de la propiedad del Señor Marqués de Villalta por irrespetuosos de la autoridad.

18Para una útil valoración de la figura del taita remitimos a María del C. Barcia Zequeira: ob. cit., pp. 117-119.

19En el presente texto optamos por utilizar el término lucumí y no el de yoruba, como se estila entre los estudiosos de la diáspora africana, porque es el que aparece en la documentación primaria trabajada.

El tratamiento a los aspectos más concretos de la vida de los esclavos y a los diversos tipos de relaciones que ellos fueron capaces de establecer, con inteligencia e intencionada aspiración de crear redes integradoras, entre las que se encuentran las relaciones de compadrazgo, han sido hasta hoy un terreno árido en nuestra historiografía que, a nuestro modo de entender, tiene su causa en los criterios que se manejaban en la época en que los trabajos aludidos vieron la luz, en un tiempo en que aún la influencia de las mentalidades, la vidacotidiana y la sociabilidad como resortes en el desarrollo histórico social, no se habían hecho presentes en el análisis historiográfico cubano. Las nuevas miradas —desde las monografías y artículos que comenzaron a reflejar la cotidianidad del esclavo como sujeto histórico— fueron clarificando un asunto tratado epidérmicamente durante casi un siglo de estudios, así, los documentos mostrados por la historiadora Gloria García en su libroLa esclavitud desde la esclavitud, nos revelaban, al decir de la autora, a “la institución del padrinazgo” como “vehículo imponente y perdurable”, a la vez que

La costumbre de nombrar a uno solo de los esclavos “padrino” de otro recién llegado en ocasión de su bautismo, originó una complicada gama de relaciones dentro de las dotaciones y entre los siervos urbanos. Algunos podían exhibir una cuantiosa cosecha; José María gangá, esclavo del ingenio Alcancía, tenía no menos de cuatro ahijados en la finca. Vicente criollo, esclavo carretero del ingenio La Trinidad, guardaba las más estrechas relaciones con un negro libre del vecino pueblo, pues “tiene con él parentesco espiritual por haberle bautizado un hijo”, hacía más de 13 años.20

20Gloria García: ob. cit., p 33.

A esto se sumaron nuevos estudios donde la cuestión del compadrazgo fue abriendo un enorme diapasón de análisis; la existencia deeste parentesco por afinidad comenzó a mostrar sus profundidades,el hondo calado que alcanzó en las vidas de aquellas gentes tan necesitadas de asideros humanos que les hicieran sentirse necesarios, proveedores de afectos, protección y dueños de prestigio y ascendencia entre sus iguales.

En el ya citado textoMatrimonio y Familia en el ingenio: una utopía posiblelas historiadoras María de los Ángeles Meriño Fuentes y Aisnara Perera Díaz recorren un nuevo trecho del camino que iniciaron con la reconstrucción de familias a partir del método que idearon; penetran en la madeja del matrimonio y sus interioridades y le otorgan al padrinazgo una dimensión mayor, porque lo integran al conjunto de las relaciones sociales que se establecen en las comunidades de esclavos creadas en los ingenios cubanos, pudiendo llegar mucho más allá de la libertad y de la muerte de los que habían iniciado el vínculo. En este sentido, las investigadoras muestran la amplia gama de posibilidades que un estudio a fondo sobre el compadrazgo pudiera ofrecer si se exploraran otras aristas de este tipo de relación familiar por afinidad, planteando una disyuntiva que, en nuestra proyección investigativa, funcionó como acicate y convite:

[…] Quizás nunca lleguemos a saber si el bautismo de un niño/a fue festejado con alegría, si los padrinos tuvieron una atención especial hacia ellos ese día, no sabemos si al cumplir los seis o siete años y ser puesto bajo el cuidado de sus padres, estos niños eran recibidos de modo especial por sus hermanos/as mayores, si a estos le encargaron que les enseñaran algún trabajo, si fueron presentados al resto de la parentela. Una vez más parece que hemos llegado ante un muro que cierra el camino… pero no por esto debemos olvidar que es el hombre el centro de nuestro estudio y tratándose de él todo es posible.21

21María de los A. Meriño Fuentes y Aisnara Perera Díaz:Matrimonio y familia en el ingenio…, ed. cit., p. 72.

Estas y otras interrogantes han comenzado a despejarse porque ha sido posible establecer que un bautizo generaba agasajo, alegría, obsequios y era visto como un día especial. Sabemos, por ejemplo, que Lino, esclavo del cafetal La Concepción, propiedad de don Lorenzo Xiqués, acusado junto a otros siervos de provocar cierta alarma entre los vecinos del pueblo de Aguacate, en La Habana, alegaba para su defensa sobre unas monedas que le fueron ocupadas y que resultaban sospechosas porque se encontraron en un trabajo de hechicería que investigaban las autoridades, que estaban en su poder porque había “cambiado seis pesetas en medios para bautizar a su hijo, pero el bautizo no se realizó” y que de todo eso sabía su mayoral. Interesante el hecho de que entre sus escasos recursos, los esclavos que acumulaban cierto peculio, durante años, para la compra de su libertad o la de los suyos, destinaran algunas monedas para obsequiarlas el día del bautizo de sus hijos, lo que nos lleva a pensar que concedían a esa celebración un valor especial.

Pero el compadrazgo, a su vez, suponía obligaciones, solidaridad y ayuda de diversa índole. Así lo refiere, en su testamento, la morena libre María Bernarda Pozo, lucumí, vecina de Guanajay, cuando al declarar sus bienes en 1825, además de enumerar:

[…]una casa de paja y embarrados sobre horcones de quiebra hacha situada en un solar de los de este pueblo con cien pesos de gravamen a favor del señor Conde de Jibacoa, tres bestias que son una yegua y dos potros[…], hace mención de tres cochinos en el Ingenio San Gabriel —ubicado en la feligresía que se estudia— en poder de mi ahijado Antonio, mi pariente.22

22Archivo Nacional de Cuba:Protocolo Notarial de José Ortega, Año 1825, folios 893-897.

Observamos aquí que, aunque Bernarda era ya libre y vivía en el pueblo, Antonio no es un ahijado al que bautizó de oficio, sencillamente porque su dueño la escogió para esto, es más que eso, Antonio es su pariente, al que le demuestra toda su confianza y le deja una pequeña parte de la economía que poseía. Aprovechamos para llamar la atención, además de la relación entre la liberta y el esclavo, entre el mundo aparentemente aislado de un ingenio y la feligresía más cercana.23La familiaridad del compadrazgo une, en este caso, estos dos mundos, y se constata también, que la reconstrucción de familia ha sido efectiva entre las dotaciones de las haciendas más grandes, porque fue en estas donde se agrupó el por ciento más significativo de los cautivos de la feligresía.

23Como se ha demostrado recientemente, los ingenios no constituyeron de manera absoluta unidades cerradas y aisladas de su entorno más inmediato, dígase otras haciendas, los sitios de labor con los cuales colindaban o los pequeños caseríos ubicados más o menos distantes de sus instalaciones. Para un estudio de caso donde se muestra la interacción de los esclavos de un ingenio con su entorno e incluso con la ciudad de La Habana ver María de los Ángeles Meriño Fuentes y Aisnara Perera Díaz:El universo de Hipólito criollo: derecho, conflicto y libertad en el ingenio La Sonora, La Habana (1798-1836),Editorial Unicornio, Bejucal, 2011.

Y ha sido precisamente el estudio de esas dotaciones, la reconstrucción de los cientos de familias que en estas se constituyeron, lo que nos lleva a asumirlas como comunidades de individuos que actuaban en un espacio físico y socialdeterminado, en este caso la plantación,teniendo como ejes constitutivos de sus relaciones varios presupuestos entre los cuales se señalan la procedencia étnico-lingüística, los oficios que desempeñaban, el momento en que se producía su arribo