Benedicto XVI - Jaime Antúnez Aldunate - E-Book

Benedicto XVI E-Book

Jaime Antúnez Aldunate

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No conozco otro libro que ofrezca, en tan poco espacio y de una manera tan límpida, una presentación tan profunda y fiel del pensamiento de Benedicto XVI. Rocco Buttiglione

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EDICIONES UNIVERSIDAD

CATÓLICA DE CHILE

Vicerrectoría de Comunicaciones

y Extensión Cultural

Av. Libertador Bernardo O’Higgins 390,

Santiago, Chile

[email protected]

www.ediciones.uc.cl

Benedicto XVI,

el Papa de la Modernidad

Jaime Antúnez Aldunate

© Inscripción Nº 2023-A-7259

Derechos reservados

Junio 2023

ISBN Nº 978-956-14-3136-2

ISBN digital Nº 978-956-14-3137-9

Diseño: María Ximena Ulibarri L.

Producción: Rosa María Espinoza O.

CIP-Pontificia Universidad Católica de Chile

Antúnez Aldunate, Jaime, 1946- autor.

Benedicto XVI, el papa de la modernidad /

Jaime Antúnez Aldunate. - Incluye notas bibliográficas.

1. Iglesia Católica. Papa (2005-2013 : Benedicto XVI).

2. Benedicto XVI, Papa, 1927-.

I. t.

2023 282.092 + DDC23 RDA

Diagramación digital: ebooks [email protected]

La reproducción total o parcial de esta obra está prohibida por ley. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y respetar el derecho de autor.

Índice

Preámbulo del Rector Dr. Ignacio Sánchez

Prefacio de Rocco Buttiglione

Introducción del autor

I.Trayectoria vital e intelectual de J. Ratzinger

Génesis de un pensamiento eclesiológico

Horizonte eclesiológico de Ratzinger en el contexto histórico contemporáneo

II. Período como Cardenal Prefecto (1981-2005)

En el núcleo de los problemas actuales

El Logos precede al Ethos

Primacía de la pregunta sobre Dios

III. Período como 265º sucesor de San Pedro(2005-2013)

De Juan Pablo a Benedicto

Un Papa para el tercer milenio

Relativismo, historia y cambio

En el 5° aniversario del pontificado de Benedicto XVI

Lo que escucharon 60 millones de ingleses

Año de la Fe, tiempo fuerte para la Iglesia

Renuncia de Benedicto XVI

Notas y Cartas

Ateos, no ateos y ateos en búsqueda

La identidad católica

IV.Período como Papa emérito (2013-2022)

Benedicto XVI, el Papa de la Modernidad

Comentario a carta de Benedicto XVI

Un encuentro personal con Benedicto XVI

V.Al fallecimiento de Benedicto XVI(31.XII.2022)

Benedicto XVI, humildad y verdad

Un rostro en paz, en la memoria de Dios

«Fiel amigo… que tu gozo sea perfecto»

En el tránsito de un grande: Benedicto XVI, Papa emérito

VI. Epílogo teológico

El concepto de comunión y el misterio de la Iglesia

Corrección del principio cristológico

Hacia el horizonte escatológico

Indagación agustiniana de Ratzinger y su secuela

Joseph Ratzinger y la eclesiología de Lumen gentium

Sobre María y la Iglesia

Para finalizar

Cronología de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI

Posfacio de Carlos Peña

Apéndice de Magdalena Ossandón

Preámbulo

Rector Dr. IGNACIO SÁNCHEZ

Pontificia Universidad Católica de Chile

No parece exagerado afirmar que aquello que significó en el siglo XIX el Cardenal John Henry Newman por lo que respecta a la “idea de universidad”, lo significó en el siglo XX el Cardenal Joseph Ratzinger, más tarde Papa Benedicto XVI.

La Pontificia Universidad Católica de Chile –cuyo claustro tuvo el honor de recibirlo y escuchar en forma personal y directa su enseñanza el año 1988, siendo él entonces Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe– debe mucho a su labor universitaria de tantas décadas. Primero, a sus años de ejercicio docente en facultades de teología de las principales universidades de Alemania (1957-1977), tiempo al que corresponde la publicación de sus principales obras teológicas, traducidas a muchos idiomas, que han enriquecido el trabajo de cientos de facultades en el mundo, y ciertamente las de nuestra universidad. En seguida, al período de su magisterio episcopal, que se inaugura cuando el Papa san Pablo VI lo nombra obispo de Múnich en 1977. La Ludwig Maximilians Universität (LMU, una de las más prestigiosas de Europa), conocida como Universidad de Múnich, había sido tanto en su condición de alumno y luego como profesor, la Universidad de Joseph Ratzinger. La cercanía con su alma mater –universidad también de su admirado maestro Romano Guardini– estimula su reflexión sobre el tema universitario, la que en nada se interrumpe cuando san Juan Pablo II consigue convencerlo, en 1981, de que abandone su tierra natal para ser su principal colaborador y en definitiva radicarse en Roma por el resto de sus años.

Su fuerte ascendiente y gran autoridad moral e intelectual en la Iglesia durante los casi cinco lustros que acompañó al Papa Wojtyla tiene múltiples expresiones en la significación de la Universidad –desde su silenciosa pero innegable colaboración en la Exhortación Apostólica Ex corde Ecclesiae (1990)– no siendo posible resumirla ni analizarla en este Preámbulo.

Es con todo necesario recordar dos intervenciones suyas, ya como Papa Benedicto XVI, que constituyen dos cumbres en esa densa y altísima montaña a que nos referimos: sus discursos en la Universidad de Ratisbona (septiembre de 2006), durante su primer viaje apostólico a Alemania, donde reflexiona en torno al tema de fe y razón en la universidad, y aquel preparado (mas no pronunciado) para la Universidad de Roma “La Sapienza” (enero de 2008), en el que se refiere al concepto de universidad y su tarea.

Benedicto XVI, con todos los recursos de su reconocida erudición y arte expositivo, acudiendo a culturas antiguas y nuevas, recogiendo el argumento socrático del Eutifrón, recorriendo cañadas y siglos, contrastando la reductiva noción de “comprehensive religious doctrine” (Rawls) con la fuerza purificadora de la razón que entrega la fe –que no se impone pero se dona– alumbra como pocas veces se hizo en el trato de esta antiquísima y venerada realidad, el compromiso de sensibilidad por la verdad inherente a la universidad.

Las páginas del libro “Benedicto XVI, el Papa de la modernidad” –como lo subraya en su Prefacio el profesor Rocco Buttiglione– iluminan desde el corazón de su pensamiento cristológico y eclesiológico aquel recorrido suyo que hizo historia y que los cristianos y hombres de buena voluntad que conocimos el siglo XX pudimos observar con verdadera admiración. En dicho caminar, por cierto, descubrimos como factor permanente el mismo “logos” –la búsqueda de la verdad- que Joseph Ratzinger, Benedicto XVI defendió como la misión originaria de la universidad.

B

Prefacio

Por Rocco Buttiglione

De la Pontificia Academia de Ciencias Sociales

Jaime Antúnez Aldunate ha acompañado el itinerario apostólico y de vida de Joseph Ratzinger por muchos años, desde su actividad como teólogo y Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe hasta el pontificado y, después, en el tiempo de su retiro orante en el Monasterio Mater Ecclesiae, al interior de la Ciudad del Vaticano. Ha explicado a generaciones de latinoamericanos (y no solo de latinoamericanos) el pensamiento de este, el último entre los grandes teólogos del siglo XX y al mismo tiempo gran contemplativo y hombre de fe.

Este libro contiene así la historia de una extraordinaria amistad intelectual vivida dentro de la historia tumultuosa de la Iglesia y del mundo, siendo al mismo tiempo una penetrante introducción a la teología de Ratzinger. No conozco otro libro que ofrezca, en tan poco espacio y de una manera tan límpida, una presentación tan profunda y fiel del pensamiento de Benedicto XVI.

Realmente, Benedicto XVI fue el Papa de la Modernidad. La modernidad pensó poner en el centro de la realidad al hombre y no a Dios. La Revolución Francesa proclama los derechos del hombre y cree que, para afirmar estos derechos, es necesario negar los derechos de Dios. Nace así un humanismo laico, sin Dios. Su lema es, en cierto sentido, la frase de Protágoras: «El hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto son, de las que no son en cuanto no son». Ratzinger observa, entre tanto, que no se dice cuál es la medida del hombre. Ese hombre que es la medida de todas las cosas busca su propia medida y no la encuentra.

“La teología de Ratzinger no combate contra la modernidad, sino que le ofrece una posibilidad de salvación”. (Prefacio)

El destino de la modernidad es el de la búsqueda de la medida del hombre. O, en otras palabras, es el de un hombre desmesurado, que no sabe controlar y organizar sus propias pasiones según una visión comprensiva y razonable de sí mismo. A este hombre que se busca a sí mismo –dice

Ratzinger– Dios le ha donado la medida adecuada de su corazón: Dios es la medida del hombre. El hombre aprende quién es cuando se encuentra con la presencia de Dios en su propia vida. La Ley de Dios no es algo exigido desde el exterior que empeña su propia libertad. Por el contrario, la Ley de Dios es la respuesta a la búsqueda de sí mismo por parte del hombre. Es la ley por medio de la cual todas las cosas fueron creadas; también el corazón y el deseo del hombre fueron creados así. En ella las cosas y el deseo del corazón del hombre se encuentran. Esta es la gran herencia de los judíos. El cristianismo dice esto, pero no dice solo esto. Esta ley es al mismo tiempo una persona, la persona del hombre Jesús de Nazaret. Él nos deja ser sus amigos, nos permite entrar en su intimidad personal. A través de Él entramos en la intimidad personal de Dios. A sus amigos Él dio asimismo la facultad de admitir en esta intimidad personal a otros amigos, en un proceso histórico que se llama Iglesia y que abarca al final a la totalidad de la humanidad.

Una cierta teología pseudo tradicional se inicia con Dios que ha creado al hombre como las otras cosas del mundo y continúa con el deber del hombre de obedecer a la Ley de Dios. Este deber de obedecer parece contradecir la libertad del hombre y su deseo de felicidad. El espíritu de la modernidad puede ser representado como una rebelión del hombre contra esta visión del mundo. La teología de Ratzinger se inicia con el deseo de felicidad del hombre y continúa con la respuesta a este deseo que es la Ley de Dios, en la persona de Jesucristo y el Sacramento de la Iglesia. Por eso se coloca frente a la modernidad y, en un cierto sentido, después de la modernidad.

La modernidad necesita esta respuesta hoy más que nunca, porque el nuestro es el tiempo en que el humanismo moderno, que no halla la medida del hombre, se invierte tornándose irracionalismo y antihumanismo. La teología de Ratzinger no combate contra la modernidad, sino que le ofrece una posibilidad de salvación.

Al mismo tiempo, Ratzinger nos ofrece una sinopsis de la gran teología europea, que es la teología del Concilio Ecuménico Vaticano II, y la consigna a una nueva etapa de la vida de la Iglesia, en que pueblos nuevos, no europeos, quieren pensar el acontecimiento cristiano a partir de su propia experiencia de fe. Para hacerlo necesitan empero asumir la herencia de la gran teología europea, exactamente la herencia que Ratzinger propone. Hay algo simbólico en el traspaso desde Benedicto XVI, el gran teólogo europeo, al Papa Francisco, el primer Papa latinoamericano.

En esta realidad conceptual e histórica, Jaime Antúnez Aldunate nos introduce con discreción y segura competencia. Él ha tenido la suerte de ser un compañero fiel de Ratzinger en su camino y de verlo exactamente del punto de vista de un latinoamericano que activamente vive este cambio de época en la historia de la Iglesia y del mundo.

B

Introducción

Cuando los visité para anunciarles el misterio de Dios, no llegué con el prestigio de la elocuencia o de la sabiduría. Al contrario, no quise saber nada fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado. Por eso, me presenté ante ustedes débil, temeroso y vacilante.

Mi palabra y mi predicación no tenían nada de la argumentación persuasiva de la sabiduría humana, sino que eran demostración del poder del Espíritu, para que ustedes no basaran su fe en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios. (I Corintios, 2, 1-5)

El presente libro recorre las palabras de Joseph Ratzinger- Benedicto XVI en un espectro de tiempo que alcanza 70 años, que comienza en su tesis doctoral sobre San Agustín, transformada con los años en una de sus obras clásicas, y termina en el período final de su vida, como Papa emérito. Consta de palabras salidas de su pluma o de sus labios, y de palabras dichas a él o sobre él por el autor de este libro.

Debo agradecer al académico Carlos Peña, que leyó con complacencia lo que escribí en el diario «El Mercurio» a la muerte de Benedicto XVI, la idea de realizar este trabajo. Asimismo al rector de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Dr. Ignacio Sánchez, el haber acogido la proposición de su publicación, que viene a constituirse en homenaje de agradecimiento a un Papa que tanto dio a la universidad durante su vida, y en particular a esta pontificia casa universitaria en Chile, a la que además honró con su visita y sus sabias palabras pronunciadas en clase magistral dictada en el Aula Magna el 12 de julio de 19881, siendo entonces Cardenal Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La referencia primera a esos prolíficos setenta años no es ajena a la cita de la carta de San Pablo a los Corintios, reproducida en el epígrafe de esta Introducción, pues lo primero que hay que decir es que en tan extenso período –cruzando por vicisitudes históricas más aceleradas y convulsivas que las que seguramente vieron todos los siglos pasados en la historia de la humanidad, habiendo ocupado a través de todo ese tiempo cargos de enorme responsabilidad, desde universidades consideradas entre las más respetables y exigentes del orbe, hasta llegar a ser por 24 años brazo derecho del magno pontífice Juan Pablo II y, por fin, él mismo Papa durante ocho años–, su palabra fue siempre la misma, fundamentalmente enraizada en la Escritura. La razón más profunda de ello estriba, creo yo muy firmemente, en que «nunca quiso saber nada fuera de Jesucristo, y Jesucristo crucificado», y dejó siempre que su Creador, habiéndolo dotado de un alma privilegiada de insignes cualidades y de un cuerpo relativamente frágil, fuese su íntimo sostenedor, bella historia que tiene su inicio el propio día de su nacimiento y bautismo, un Sábado Santo de abril, el año 1927, en Marktl am Inn, Baviera.

“Este libro contiene la historia de una extraordinaria amistad intelectual vivida dentro de la historia tumultuosa de la Iglesia y del mundo”. (Prefacio)

La proyección mundial de la figura y del pensamiento de Joseph Ratzinger comienza a hacerse presente a partir de 1985, cuando siendo ya Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el ensayista y periodista italiano Vittorio Messori se atreve, cuenta él en el exordio de su obra, a entablar con el cardenal una larga conversación de tres días, aprovechando su descanso veraniego en un seminario ubicado en los Alpes. Nace de ahí un best seller, el libro «Informe sobre la Fe», traducido a muchos idiomas.

Un año más tarde, en la expectante espera de la primera visita de un Papa a Chile, el director del diario «El Mercurio», Agustín Edwards Eastman, comienza a convencerme de viajar a Roma a fin de cubrir con antelación, desde las páginas del Decano, ese magno evento. Me invadía un gran escepticismo de que fuera a lograrse un trabajo que valiera la pena. Los hechos demostraron que estaba yo del todo equivocado y así, por poco, pude malograr una espléndida oportunidad.

Partí a Roma a comienzos de febrero de 1987, y estando muy lejos en aquellos tiempos la posibilidad de entrevistar a un Papa, el mayor interés apuntaba a conseguirlo con su asesor principal, el ya célebre teólogo y cardenal Joseph Ratzinger, lo que no era de suyo fácil. No obstante, en circunstancias que en otra parte detallaré, durante la segunda semana de mi estadía en Roma fui avisado de que el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe me recibiría en el antiguo palacio del Santo Ufficio, el martes 17, a las 11 horas de la mañana.

Con dicha entrevista, publicada en «El Mercurio» el 15 de marzo de aquel año 1987 y reproducida en la parte II de este libro con su título original, «En el núcleo de los problemas actuales», se da comienzo a un vínculo que a lo largo de 35 años produciría abundantes frutos, entre los cuales el presente volumen.

Para mejor entender su contenido, explicamos aquí, en breves palabras, su estructura, la que se divide en seis partes, las que pueden beneficiarse si se recorren como una secuencia, pero que por su distinto carácter pueden leerse también cada una por separado:

I.Trayectoria vital e intelectual de Joseph Ratzinger. Refiere, primero, los elementos biográficos que dan molde a su personalidad y a su formación teológica. Y en seguida, el contexto eclesial y cultural contemporáneo en que aflora su pensamiento, comprendidos sus años dedicados a la cátedra universitaria, su labor como perito teológico en el Concilio y su enseñanza en el tiempo que media entre su nombramiento por el Papa Pablo VI como arzobispo de Múnich y luego cardenal, y su traslado a Roma en 1981, a pedido del Papa Juan Pablo II. Asoma aquí, en todo momento, la maduración de su pensamiento y su consistente proyección a futuro, en lo que vendrá a ser, al cabo, su magisterio como obispo y como Pontífice.

II.Período como Cardenal Prefecto (1981-2005). Comprende tres entrevistas realizadas en Roma por el autor al cardenal Joseph Ratzinger, para el suplemento cultural Artes y Letras de «El Mercurio». La primera en marzo de 1987, referida ya más arriba. La segunda en junio de 1988, antes de viajar él a Chile para un encuentro con la Conferencia Episcopal y desarrollar un programa de conferencias en Santiago. La tercera, también en Roma, en diciembre de 1993. Estas tres entrevistas fueron refundidas en una sola, con el título «El problema de fondo», para una selección de entrevistas publicadas por Ediciones Encuentro2, también reproducida en revista «Humanitas» cuando la elección de Benedicto XVI (abril-mayo de 2005) y en una antología de entrevistas al entonces Papa dada a la estampa el año 2011 por Editorial Planeta.3

III.Período como 265º sucesor de San Pedro (2005-2013). Consiste esta parte en siete artículos o ensayos del autor que aparecieron en revista «Humanitas», diario «El Mercurio» y otras publicaciones –el primero al día siguiente de su elección–, seguidos de breves notas y cartas referidas a Benedicto XVI publicadas también en la prensa. Traen a la memoria distintos momentos y temas de su pontificado, la atmósfera de alegría y esperanza que los acompañaron a pesar de las pruebas, la luminosidad de un decir que muchos hombres de autoridad lamentaron, cuando su renuncia, como una gran pérdida.

IV.Período como Papa emérito (2013-2022). Se compone de tres textos y de dos memorables documentos. Primer texto, el editorial publicado en revista «Humanitas» 70, a la hora de su renuncia al pontificado, y que da su título al presente libro, Benedicto XVI, el Papa de la modernidad. Siguen un documento de extraordinaria importancia y uno más breve, de honda significación. El primero, la carta firmada por Benedicto XVI, como Papa emérito, el 9 de julio de 2013, dirigida al autor de este libro y entonces director de revista «Humanitas», reaccionando a la evaluación hecha de su pontificado en ese número 70 de la revista y rememorando asimismo un trabajo que se remontaba entonces a un cuarto de siglo. El segundo, un saludo autógrafo enviado por el Papa emérito a la dirección de «Humanitas» a mediados de 2015, al cumplirse veinte años de su existencia, cuyo íntimo contenido, en ocho palabras seguidas de su firma, dice tanto o más que lo expresado en esa carta de julio de 2013. Luego, un editorial firmado en conjunto por el autor y el rector-fundador de «Humanitas», Dr. Juan de Dios Vial Correa, que habla de la relación de Benedicto XVI con esa revista. Concluye con el relato hasta ahora nunca escrito que hace el autor de la visita personal realizada a Benedicto XVI en su residencia, a invitación suya, en mayo de 2016, la que describe en el contexto de una relación ya entonces de tres décadas.

V. Al fallecimiento de Benedicto XVI (31-12-2022). Consta de los cuatro textos escritos por el autor para el diario «El Mercurio» la semana del fallecimiento de Benedicto XVI. Un artículo para la edición dominical y digital del 1° de enero de 2023, día siguiente al de su muerte. Dos crónicas enviadas desde Roma, donde el autor asistió al funeral del pontífice. Un pequeño ensayo publicado en el cuerpo cultural Artes y Letras, testigo y eco de sus pretéritas entrevistas publicadas en esas mismas páginas de «El Mercurio» en las décadas del ochenta y del noventa.

VI.Epílogo teológico. Algunas reflexiones del autor –perfectamente inteligibles sin ser iniciado en ciencias teológicas– dan cierre a lo anterior, clarificando puntos esenciales del pensamiento de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI por lo que se refiere a su cristología y a su eclesiología, íntimamente dependientes la una de la otra. Así la irradiación sobre toda su obra de la inicial indagación agustiniana; el concepto de comunión y misterio en la Iglesia; por fin, y ya concluyendo, la resonancia en el magisterio oficial de lo tratado en esta parte VI y antes, en la I, bien sea en el Concilio como en algunas de sus encíclicas. La incidencia, en fin, de su meditación sobre la Iglesia en la eclesiología contemporánea.

El año 2011, terminada la Jornada Mundial de la Juventud que se realizó en Madrid en agosto de ese año y a la que concurrieron más de dos millones de jóvenes venidos del mundo entero4, escribió en el diario «El País» de la capital española Mario Vargas Llosa –quien reconoce su agnosticismo– las siguientes palabras: «Desde mi punto de vista la paulatina declinación del número de fieles de la Iglesia católica, en vez de ser un síntoma de su inevitable ruina y extinción, es, más bien, fermento de la vitalidad y energía que lo que queda de ella –decenas de millones de personas– ha venido mostrando, sobre todo bajo los pontificados de Juan Pablo II y de Benedicto XVI».

Este elogio del conocido escritor y premio Nobel peruano no es una tirada mediática.5 Da cuenta efectiva, con once años de anticipación a su muerte, que la larga vida de este santo varón fue un regalo insigne a la Iglesia y al mundo, que los siglos venideros sin duda reconocerán y agradecerán.

B

1 RATZINGER, J. Una mirada teológica sobre la procreación humana. Cuaderno Humanitas 20, 2008.

2ANTÚNEZ, J. Crónica de las ideas. En busca del rumbo perdido. Ediciones Encuentro, Madrid, 2001.

3BENEDICTO XVI. Nadar contracorriente.El Papa más sincero y más íntimo. Planeta, Madrid, 2011.

4 A la siguiente JMJ que se realizaría en Río de Janeiro cuatro meses después de la renuncia de Benedicto XVI, presidida ya por el Papa Francisco, asistieron más de tres millones de jóvenes.

5 En un contexto diferente, no mediático sino académico, afirma exactamente lo mismo el editorial de «Humanitas» 70, que da su título a este libro, publicado al comienzo de la parte IV de él: «Cuando se mide el legado de los dos últimos Papas según el baremo de esa razón, no reductiva sino ampliada a los horizontes trascendentes que reclama el alma humana, no puede negársele a la Iglesia católica, iluminada por ese magisterio que fluye del Concilio Vaticano II, el justo título de adelantada de la modernidad. En este caminar, verdadera travesía del Mar Rojo, Benedicto XVI ha tenido largamente que ver. La ruta hacia Jerusalén que luego se avizora, será probablemente la de una purificadora marcha por el desierto».

El cardenal Frings, arzobispo de Colonia, consigue el nombramiento de Joseph Ratzinger (juntos en la fotografía) como perito del Concilio. Allí traba conocimiento personal con grandes teólogos como Henri de Lubac, Jean Daniélou, Yves Congar.

Génesis de un pensamiento eclesiológico

Al discurrir sobre La Eclesiología en Joseph Ratzinger1, parece indispensable una breve introducción que nos lo presente en el marco de la relación que se va tejiendo entre los hechos más relevantes de su vida y el desarrollo de su pensamiento.

Nace Ratzinger el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, Alemania, un día de Sábado Santo, siendo bautizado el Domingo de Resurrección. Este episodio constituye una marca que acompañará su juventud y luego su vida, e incluso se hará presente en sus escritos.2

Su contexto es el de una familia católica de estrato modesto, siendo su padre gendarme municipal, compuesta por los progenitores y tres hermanos, una mujer y dos varones, ambos los cuales ingresarán al sacerdocio. Hace un primer paso por el seminario menor y, luego de la Segunda Guerra Mundial —en que por su joven edad es obligadamente enrolado en el ejército alemán—, ingresa en 1945 al seminario de Frisinga para iniciar formalmente el camino al sacerdocio.

Recuerda él de este tiempo la impresión favorable que dominaba su ambiente en cuanto a que las ciencias, marcadas por la obra de grandes personalidades, así Planck, Heisenberg y Einstein, retomarían un nuevo camino hacia Dios. En el campo teológico y filosófico había iniciado, antes de la Guerra, una tesis sobre el tema de la conciencia en John Henry Newman y ahora se encontraba muy de lleno compenetrado en la obra de Romano Guardini. Ha confesado que de ese mismo tiempo viene su hallazgo del personalismo, que marcó con fuerza su camino espiritual, aunque esto coincidió con su descubrimiento de San Agustín, cuya «apasionada y profunda humanidad» salió también en ese momento a su camino, principalmente a través de la lectura de Las Confesiones. Es importante destacar que coincidente con estas luces en su andar, se le produce en ese entonces un difícil encuentro con la filosofía de Santo Tomás de Aquino, no por su obra misma —que aprecia y cita muchas veces—, sino a causa de una enseñanza muy rígida de la escolástica tal como es desarrollada en la docencia.3

El ambiente cordial del seminario, el interés por la música y la presencia cercana de algunos padres espirituales, como el rector Michael Höck y sobre todo la venerable figura del anciano cardenal Faulhaber, marcan ese importante período de su existencia.

Comienza en seguida lo que se constituirá en el camino de vida del teólogo Joseph Ratzinger, quien junto con De Lubac y Von Balthasar serán considerados por los especialistas como las más destacadas figuras de esta ciencia en el siglo XX.

A fines de agosto de 1947, Ratzinger llega así a la facultad de teología de la estatal Universidad de Múnich. La figura más prominente de dicha facultad en esos años era Wilhelm Maier, profesor de exégesis del Nuevo Testamento. Ratzinger escucha con gran atención las lecciones de Maier, que le abren camino a la reflexión y a reelaboraciones personales, con una consecuencia importante que él más tarde señala con estas palabras: «para mí la exégesis ha seguido siendo siempre el centro de mi trabajo teológico».4

Entre tanto, hay una percepción del momento histórico que el joven estudiante Ratzinger respira entonces y que marca el impulso de su reflexión. Lo señala así: «La Primera Guerra Mundial, con su ejército de millones de muertos, con todos los horrores que la técnica como instrumento de guerra hizo posible, había sido experimentada como el hundimiento del dogma progresista liberal y, por tanto, también de la misma concepción liberal del mundo».5

Eran tiempos en que se hacían presentes con fuerza en la filosofía alemana las personalidades de Husserl, Heidegger, Scheler y Hartmann.

Para Ratzinger, luego de los exégetas, y junto con ellos, vendrá la marca que dejarán en su formación, en Múnich, los profesores Söhngen y Pascher. El primero provenía de la filosofía y derivó hacia la teología, ocupándose con hondura de la teología de los misterios –iniciada por el benedictino Odo Casel, en continuidad con el movimiento litúrgico–, de la relación entre racionalidad y misterio, comenzando con los clásicos griegos, pasando por Agustín, Anselmo, Buenaventura, Tomás, llegando también a Pascal y Newman. Aprendió aquí lo que es la diferencia entre el positivismo teológico y el rigor en la cuestión de la verdad que, como veremos, se transformará posteriormente en su enseña de pastor.

Por su parte Pascher, teólogo pastoralista, cuya enseñanza se fundaba esencialmente en la celebración cotidiana de la Santa Misa, lo lleva a hacerse afín al movimiento litúrgico, con todas las implicancias que ello tiene en su vida interior y en la percepción de las evoluciones que históricamente se darán en la liturgia en años posteriores.

Realizados los exámenes finales de sus estudios teológicos en el verano de 1950, se le hace presente un desafío académico de gran relevancia en su carrera como teólogo y directamente relacionado con lo que será el desarrollo ulterior de su teología de la Iglesia. Su maestro Gottlieb Söhngen fue nominado por la facultad para escoger el tema con que los recién egresados podían postular al tradicional concurso de escribir, en un espacio de nueve meses, una investigación, cuyo ganador era modestamente remunerado, pero al que, sobre todo, se le aceptaba el trabajo como tesis doctoral con calificación Summa cum laude.

El maestro Söhngen hizo presente a Ratzinger que esperaba su participación y le comunicó el tema por él elegido: Pueblo y casa de Dios en la enseñanza sobre la Iglesia de San Agustín. El joven Ratzinger aceptó la invitación de su maestro y no solo logró llevar a cabo el trabajo con pleno éxito en esos apretados meses, sino que además la investigación que realizó marcó definitivamente su horizonte eclesiológico. En efecto, según él mismo ha relatado, coincide este encargo con su lectura de la que a juicio suyo es la obra más importante de Henri de Lubac, Catolicismo, la cual lo sumerge en una nueva y más profunda comprensión de los Padres, de la teología, de la fe en general y en un diálogo con San Agustín largamente ansiado. Así lo expresa:

De Lubac acompañaba al lector desde un modo individualista y estrechamente moralista de creer, a través de una fe pensada y vivida social y comunitariamente en su misma esencia, hacia una fe que, precisamente porque era por su propia naturaleza también esperanza, investía la totalidad de la historia y no se limitaba a prometer al individuo su felicidad privada. Me sumergí en la lectura de otras obras de Lubac y obtuve profundo provecho sobre todo de la lectura de Corpus Mysticum, en el cual se abría un nuevo modo de entender la unidad de Iglesia y Eucaristía que iba más allá de la que había aprendido de Pascher, Schmaus y Söhngen.6

Concluido este trabajo, se consagra enteramente a la preparación de su ordenación sacerdotal, que recibirá de manos del cardenal Faulhaber en la fiesta de San Pedro y San Pablo del año 1951.

Comienza un tiempo de servicio como coadjutor en la parroquia de la Preciosa Sangre, en Múnich, experiencia sacerdotal de gran riqueza, según confiesa en su autobiografía, de la que guardará siempre agradecido recuerdo. Este servicio se interrumpe por la llamada de sus superiores a integrar el cuerpo docente del seminario de Frisinga, a partir del 1 de octubre de 1952. El retorno a su querido trabajo teológico debe cumplir antes con el deber de llevar a término el examen de doctorado, prueba entonces severa, que comprendía la aprobación de ocho asignaturas a través de un examen escrito de cada una y uno oral de una hora, también de cada una. En julio de 1953 obtiene el doctorado en teología.

A seguir le es solicitado hacerse cargo de la cátedra de dogmática y teología fundamental en Frisinga, tarea que se posterga un año para poder desarrollar antes la tesis de habilitación para la libre docencia, otro capítulo importante en su desarrollo académico e intelectual. El mismo profesor Söhngen fue de opinión que, habiendo afrontado un argumento patrístico en su tesis doctoral (San Agustín), debía dedicarse ahora a los medievales, con lo cual eligió, a instancias de este maestro, a San Buenaventura. Si su trabajo anterior versó sobre eclesiología, este debería abordar ahora el segundo gran tema de la teología fundamental: el concepto de revelación. Su desarrollo tuvo un recorrido académico azaroso y Joseph Ratzinger ha hecho ver que su acercamiento a los avances de la teología francesa, en cuanto a cómo entender la revelación —lo que encontraremos expuesto en su ensayo Revelación y tradición, publicado en conjunto con Karl Rahner7—, fue no aceptable para los catedráticos alemanes que debían evaluarlo. Con todo, su tesis de habilitación sobre la teología de la historia en San Buenaventura8 fue leída y aprobada en febrero de 1957. Fue con ello nombrado libre docente de la Universidad de Múnich y profesor titular de teología fundamental y dogmática en el seminario filosófico-teológico de Frisinga.

Dos años después, en abril de 1959, nombrado profesor ordinario de teología fundamental en la Universidad de Bonn, comienza a explicar en el vasto auditorio de alumnos que esta congrega. Su carrera como catedrático en grandes universidades alemanas toma cuerpo. Se trasladará a Münster en 1963, a Tubinga en 1966 y a Ratisbona en 1969, donde permanece hasta 1976, cuando el Papa Pablo VI lo nombra arzobispo de Múnich y Frisinga.

Cada uno de esos períodos de docencia universitaria va acompañado de grandes experiencias humanas, espirituales y teológicas.

Al de Tubinga corresponde la crisis llamada de los sesenta, que conmociona a esa universidad y a otras; en 1967 dicta allí un curso con el título Introducción al cristianismo