Boda con el magnate griego - Helen Bianchin - E-Book

Boda con el magnate griego E-Book

Helen Bianchin

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Beschreibung

Bianca 2009 Ella quiere ser independiente… él quiere una buena esposa. Loukas Andreou es un hombre de gran éxito en los negocios y… según las malas lenguas, también en la cama. Es el hombre con quien Alesha Karsouli debe casarse según una cláusula del testamento de su padre. De mala gana, Alesha accede a firmar el contrato matrimonial, siempre y cuando su unión se limite al aspecto social de sus vidas, no al privado. Pero pronto se da cuenta de que ha sido muy ingenua… Loukas necesita una esposa que se muestre cariñosa en público. Sin embargo, según él, la única forma de conferir autenticidad a su relación en situaciones sociales es intimar en privado…

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2010 Helen Bianchin

© 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Boda con el magnate griego, n.º 2009 - octubre 2022

Título original: The Andreou Marriage Arrangement

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1141-244-5

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

ALESHA permaneció sentada en silencio mientras el abogado le leía el testamento de su padre.

Estaba perpleja.

¿Qué había inducido a Dimitri Karsouli a vender el veinticinco por ciento de las acciones de Karsouli Corporation a Loukas Andreou?

Y peor aún, a regalarle otro veinticinco por ciento, lo que se traducía en varios cientos de millones de dólares en el mercado actual, a condición de su «matrimonio».

Se quedó casi sin respiración al darse cuenta de que su padre, más o menos, le había comprado un marido. Era incomprensible.

No obstante, entendió perfectamente el razonamiento de su padre.

Un año atrás, su breve y desastroso matrimonio de con Seth Armitage había acabado en divorcio al descubrir que el objetivo de Seth al casarse con ella había sido acceder a la fortuna de su padre. Eso la había dejado destrozada y había enfurecido a su padre.

Dimitri, obviamente por devoción hacia ella, había amañado lo que a él le había parecido lo más seguro para su hija: un matrimonio con un hombre de su total confianza. Loukas Andreou, un hombre íntegro, astuto para los negocios, el omnipotente cerebro de la rama de Atenas de Andreou Corporation, cuyos intereses financieros incluían transporte marítimo y activos complementarios por todo el mundo. Su padre, Constantine, había sido íntimo amigo de Dimitri y socio en los negocios.

Loukas tenía treinta y tantos años y era atractivo, si a una le gustaban los hombres con facciones de guerreros, altos, anchos de hombros y todo ángulos. Loukas tenía unos preciosos ojos negros y una boca llena de promesas. Su aspecto sofisticado no lograba ocultar su innata personalidad despiadada.

La dejó destrozada el hecho de que su padre le hubiera dejado a ella en herencia el otro cincuenta por ciento de Karsouli Corporation «a condición» de que se casara con Loukas Andreou en el espacio de un mes tras su fallecimiento, asegurando así que la empresa quedara en manos de la familia en su totalidad.

–Un tribunal declararía inválida la estipulación del matrimonio –dijo Alesha.

El abogado la miró pensativamente.

–Aunque un tribunal se mostraría comprensivo con usted en relación a esa cláusula, su padre lo ha dejado todo muy claro. Yo le aconsejé que lo pensara bien, pero su padre se mostró inflexible respecto a la cláusula.

Alesha contuvo una maldición.

Dimitri siempre había sabido lo que Karsouli Corporation significaba para ella, que había realizado estudios universitarios para asegurarse de que tenía los conocimientos necesarios; y también había sido consciente de lo mucho que le enorgullecía haber llegado a un puesto de autoridad desde abajo.

Se había dado por entendido que la única hija de Dimitri asumiría el mando de la empresa a la muerte de él.

Y así había sido, en cierta forma, pero con condiciones. Condiciones destinadas a proteger Karsouli Corporation… y a ella también, según decía su testamento.

Ese último intento de forzarla a un contrato matrimonial que no quería había sido un acto de pura manipulación, y casi le odiaba por ello.

Como alternativa, podía dejar la empresa, ignorar la cláusula matrimonial y buscar trabajo en otra compañía.

Sin embargo, ella era una Karsouli.

Su abuelo paterno, nacido en Atenas y de familia humilde, presentó una idea a la persona adecuada en el momento apropiado y fundó la primera oficina de Karsouli Corporation en Atenas. Dimitri, su hijo único, había seguido los pasos de su padre y había expandido el negocio a escala internacional.

Dimitri se había casado y se había trasladado a Sidney, donde había nacido su única hija, Alesha, el orgullo de su padre; sobre todo, cuando demostró haber heredado la misma sagacidad para los negocios.

Alesha se había educado en excelentes colegios privados, se había licenciado con sobresalientes en la universidad y había entrado a trabajar en la empresa en un puesto de poca categoría. Sus ascensos habían sido debidos al trabajo y la dedicación.

La única insensatez cometida había sido casarse precipitadamente, y en contra de la voluntad de su padre, con un hombre que a las pocas horas de la boda había desvelado sus verdaderas intenciones.

Unos tiempos difíciles. En la misma época de su divorcio, su madre falleció debido a un cáncer.

La negativa de ella a considerar el matrimonio como algo posible en su futuro había llegado a ser un elemento de perpetua discusión con su padre. Ahora, debido a esa cláusula en el testamento, Dimitri la obligaba a casarse con un hombre que contaba con su aprobación; un hombre de descendencia griega; un hombre a quien podía confiarle las riendas de Karsouli Corporation y a su hija.

–Esta… estratagema, ¿cuenta con la aprobación de Loukas Andreou?

–Tengo entendido que ha dado su consentimiento –respondió el abogado.

–Es increíble –dijo Alesha con ardor–. Imposible. No quiero casarme con nadie.

Loukas Andreou había visitado a sus padres las veces que había ido a Sidney. Ella había cenado en su compañía y también le había visto durante sus visitas a Grecia con sus padres. Una mezcla de negocio y placer, había pensado por entonces.

Ahora no estaba tan segura.

Loukas Andreou. Ese hombre era una auténtica fuerza de la naturaleza en el mundo de los negocios… y en la cama, según los rumores.

Provenía de familia adinerada. Su bisabuelo había hecho una fortuna en el negocio del transporte marítimo. Una fortuna que las siguientes generaciones habían expandido.

El consorcio Andreou era propietario de dos islas griegas, propiedades diversas, residencias en las ciudades europeas más importantes, y luego estaban el yate, el avión Lear, los coches caros, las mujeres…

Los medios de comunicación seguían todos los pasos que daba Loukas, adornando el más mínimo detalle siempre que podían.

Alto, de buena figura, cabello oscuro y atractivos rasgos viriles… la ponía nerviosa. Era como si Loukas viera en ella más de lo que ella quería que nadie viera.

–¿Cuándo se enteró Loukas del contenido del testamento de mi padre?

–Eso es algo que tendrá que preguntarle a él.

¡Y lo haría, a la primera oportunidad que se le presentara!

–Tiene dos alternativas –le dijo el abogado–. Accede a casarse o no. Le aconsejo que no tome una decisión hasta no hablar con Loukas Andreou.

Alesha se puso en pie, indicando que la reunión había concluido. El abogado la acompañó hasta la recepción y apretó la tecla del ascensor.

Alesha apretó los dientes durante el descenso en el ascensor para evitar ponerse a gritar. ¿Por qué le había hecho eso su padre?

Aunque sabía por qué lo había hecho.

¿Acaso el matrimonio de Dimitri no había resultado en una satisfactoria unión que había beneficiado a las dos familias?

¿Amor? Si había amor, bien; si no, afecto y familia eran suficientes.

Sorprendentemente, el matrimonio de sus padres había sido bueno. ¿Había sido un matrimonio apasionado? Quizás. Lo innegable era que habían compartido un gran afecto.

Ella, por su parte, había querido una gran pasión. Había creído encontrarla con Seth Armitage, pero pronto descubrió que él sólo había jugado con ella y que su matrimonio había sido un engaño.

Dimitri, en vez de echárselo en cara, se había mostrado comprensivo y la había apoyado en todo. Sin embargo, no podía evitar que le doliera que su padre, a sus espaldas, hubiera estado tramando una estrategia para cimentar el futuro de la empresa y el de ella. Y con la complicidad de Loukas Andreou, de eso no le cabía la menor duda.

Empezaba a anochecer en Sidney. Su piso estaba en un antiguo edificio restaurado en el elegante barrio de Double Bay, cerca del puerto. El edificio contaba con cuatro pisos de dos dormitorios en los que lo moderno y lo antiguo se combinaban a la perfección.

Alesha había decorado su casa con mobiliario antiguo, grandes y cómodos sofás, lámparas exclusivas y alfombras orientales.

Aquella había sido su casa durante los últimos dos años. Su casa, exclusivamente suya, pensó mientras entraba en el garaje con el coche. Ella era independiente, y no había salido con ningún hombre desde que dejó a su marido. Tenía unos cuantos amigos y valoraba su amistad. Y su vida había sido tranquila y cómoda hasta la muerte de su padre una semana atrás.

Pero ahora era como si el mundo hubiera dado una vuelta completa.

¿Casarse con Loukas Andreou?

De ocurrir, ella pondría las condiciones.

Entró en su casa, dejó el bolso y el ordenador, se quitó los zapatos de tacón y caminó descalza hasta la cocina, donde se sirvió agua del frigorífico.

Se daría una ducha, se prepararía algo para cenar y luego desarrollaría su estrategia.

Se quitó el traje de chaqueta y el resto de la ropa y caminó desnuda hasta el cuarto de baño del dormitorio mientras pensaba en las condiciones que iba a imponer: matrimonio sólo en papel, habitaciones separadas, vidas separadas.

Alesha abrió el grifo de la ducha y se enjabonó.

–¡Maldita sea! –exclamó bajo el chorro de agua con desacostumbrada ira. ¡No quería un marido!

Las contadas ocasiones en las que había visto a Louka él se había mostrado atento, su conversación era interesante y era culto, inteligente y decidido.

Y atractivo.

Alesha cerró los ojos y volvió a abrirlos despacio.

¿Por qué había pensado eso?

«Vamos, admítelo», pensó.

Con enfado, Alesha cerró el grifo de la ducha, agarró una toalla y se envolvió con ella.

Después de su fracaso matrimonial, se había jurado a sí misma no volver a fiarse de un hombre.

Con decisión, apartó de sí esos pensamientos y eligió lo que iba a hacer aquella noche: tomaría una cena ligera, trabajaría unas horas con el ordenador, vería las noticias por televisión y… a la cama.

Era un buen plan, a pesar de ser un plan rutinario, pensó mientras se recogía el cabello en un moño. Después, se puso la ropa interior, unos pantalones vaqueros y una camiseta.

La luz del contestador automático parpadeaba cuando entró en la cocina, por lo que agarró un papel, un bolígrafo y presionó la tecla de escucha.

–Alesha, soy Loukas Andreou –era una voz ronca y profunda, con un ligero acento que la hacía aún más atractiva. Respiró profundamente mientras anotaba el número de teléfono que la voz estaba recitando–. Llámame.

Alesha sonrió y alzó los ojos al techo. Louka no quería perder el tiempo.

Hizo la llamada. Cuanto antes solucionara aquello, mejor.

Él contestó la llamada al tercer timbrazo.

–Andreou.

–Soy Alesha –le informó ella.

–¿Has cenado?

–Estaba a punto de hacerlo –le llevaría apenas unos minutos preparar una ensalada–. ¿Por qué?

–Paso a recogerte en diez minutos.

¿Quién demonios se creía que era?

–Si es una invitación a cenar, lo correcto es preguntar, no ordenar –dijo ella en tono suave.

–Lo tendré en cuenta. Diez minutos.

Louka cortó la comunicación y la dejó echando humo y tentada de llamarle otra vez para mandarle al infierno.

Pero una mujer con control de sí misma no actuaba así. Ni tampoco actuaba así una mujer decidida a enfocar el encuentro con sentido común.

Tenía que cambiarse de ropa, por lo que sustituyó los vaqueros y la camiseta por unos pantalones de corte de sastre y una blusa. Se pintó los labios, se peinó, agarró una chaqueta moderna y se calzó unos zapatos de tacón.

El interfono sonó cuando ella estaba agarrando el bolso.

–Ahora mismo bajo –dijo Alesha por el aparato.

La altura y anchura de los hombros de Louka la intimidaron, sus marcados rasgos faciales eran fascinantes. Los pantalones de sastre negros, la camisa blanca con el botón del cuello desabrochado, y la chaqueta de cuero negra le conferían un aspecto de descuido sofisticado; engañoso, dado su poder en el mundo de los negocios.

–Hola, Loukas –dijo ella en tono formal mientras los ojos negros de él se paseaban por su cuerpo.

–¿Nos ponemos en marcha? –dijo Loukas a su vez, indicándole el Aston Martin negro aparcado delante del edificio.

Alesha trató de ocultar su nerviosismo mientras él ponía en marcha el coche.

Una cena durante la cual ella expondría su punto de vista, negociaría y, con suerte, resolverían las condiciones establecidas por Dimitri en su testamento para satisfacción mutua.

En poco tiempo Loukas llevó el Aston Martin a la entrada del hotel Ritz-Carlton y le dio al empleado las llaves del coche para que lo aparcara.

Buena elección, pensó Alesha, que había cenado en aquel restaurante en varias ocasiones.

Sin embargo, una vez en el vestíbulo, Loukas le indicó el ascensor.

–Charlaremos más cómodamente en mi suite.

Su sentido común protestó ante la idea de estar con él a solas.

–Preferiría cenar en el restaurante.

–¿Y correr el riesgo del escrutinio público? –dijo él en tono bajo–. ¿Y que pueda oírnos hablando de asuntos personales algún fotógrafo?

El hecho de que Loukas tuviera razón no le fue de gran ayuda. Pronto correrían los rumores, en el momento en que se notara la prolongada estancia de Loukas Andreou en Sidney; sobre todo, una vez que se conocieran sus intereses en Karsouli Corporation.

Alesha se vio obligada a condescender, a pesar de su reticencia, y siguió a Loukas.

«Adelante, tranquila», se dijo a sí misma mientras Loukas abría la puerta de su suite y le cedía el paso. Loukas siempre había contado con la confianza de Dimitri; de lo contrario, Dimitri jamás habría hecho un testamento semejante.

¿O sí?

¿Cómo podía estar segura?

Ahora que sus padres habían muerto, se había vuelto muy selectiva a la hora de elegir en quien confiar. Ni siquiera Lacey, su amiga de la infancia, conocía todos los detalles de su matrimonio. Algunos episodios eran demasiado personales…

–Relájate, no voy a insinuarme –dijo Loukas en tono burlón.

Alesha lo miró directamente a los ojos.

–Si lo hicieras, sabría cómo responder.

Loukas se quitó la chaqueta y la tiró encima de la cama de matrimonio, después se quitó los gemelos de la camisa y se subió las mangas, descubriendo unos musculosos brazos salpicados de vello negro.

–¿No quieres quitarte la chaqueta?

–Estoy bien, gracias.

–Siéntate, por favor –Loukas le indicó un cómodo sillón–. ¿Qué te apetece beber?

–¿Te importaría que dejáramos de andarnos con rodeos y tratáramos directamente del asunto por el que estamos aquí?

Loukas se la quedó mirando unos segundos.

–Sí, por supuesto –dijo él con deliberada indolencia–. Cenaremos después.

–Las condiciones del testamento de mi padre son absurdas.

Él no fingió malinterpretar sus palabras.

–¿Te refieres a la cláusula del matrimonio?

–¿Estás de acuerdo con ello? –los ojos de Alesha se agrandaron–. ¿Qué clase de hombre eres?

–Un hombre que prefiere un matrimonio con honestos cimientos.

La mirada que ella le lanzó debería haberle hecho encogerse; sin embargo, no causó efecto alguno en Loukas.

–Por favor, no nos olvidemos de la cuestión principal.

–¿Karsouli Corporation?

Alesha se permitió una amarga sonrisa.

–La última carta de Dimitri.

Loukas le lanzó una reflexiva mirada.

–Quizás.

Al instante, Alesha se puso tensa.

–¿Qué quieres decir?

–Dimitri cometió algunos errores financieros en los últimos meses.

La perplejidad de ella era auténtica y no pudo enmascararla.

–No te creo.

–El estado de la economía global no le ayudó ni tampoco su mala salud.

¿Mala salud?

–Mi padre ha muerto a causa de un accidente automovilístico.

–Tu padre corría el riesgo de un ataque cardíaco y necesitaba someterse a una operación de trasplante de corazón. Se negó a operarse e hizo un trato conmigo para salvar la empresa… y a ti.

«No». Fue un silencioso grito mientras la sangre se le helaba en las venas.

–Karsouli necesitaba una buena inyección de dinero con el fin de continuar siendo solvente.

–¿Cuánto? –preguntó ella casi ahogándose.

–Quinientos millones de dólares.

¿Tanto?

La venta del veinticinco por ciento de las acciones sumaba ese dinero. El regalo de Dimitri en su testamento, a condición del matrimonio, era un plus añadido.

Karsouli Corporation sobreviviría y se expandiría con Loukas Andreou al mando. Ella sería socia y directora.

Pero para eso tenía que acceder a casarse con Loukas Andreou.

Dos ventajas y un inconveniente.

Alesha respiró profundamente para calmarse, pero no provocó el efecto deseado.

–Tendría que verificar lo que has dicho.

–Por supuesto. Tengo copias certificadas de los documentos relevantes para que las examines.

Alesha no podía esperar menos de él. A pesar de contar con la ventaja que le había dado el éxito de su padre en los negocios, Loukas era un hombre decidido a forjar su propio destino, tanto profesional como personalmente.

Alesha aceptó los papeles que él le dio y se tomó su tiempo para leerlos.

Por fin, no tuvo más remedio que enfrentarse a lo inevitable.

Alesha dejó los papeles encima de la mesa y luego miró a Loukas.

–¿Por qué aceptaste las condiciones de Dimitri?

Loukas alzó una ceja.

–¿La verdad? Su condición coincidía con la promesa que yo le había hecho a mi padre de casarme y tener un heredero.

–¡Qué noble eso de sacrificarte por lealtad a la familia! ¿No era ninguna de las mujeres con las que sales digna de tal privilegio?

La expresión de Loukas mostró cinismo.

–No.

–¿Y si decidiera recurrir el testamento?