Boda secreta - Jessica Lemmon - E-Book
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Boda secreta E-Book

Jessica Lemmon

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Beschreibung

¿Se convertiría aquel matrimonio de conveniencia en uno de verdad?Después de un nuevo escándalo, lo único que Stefanie Ferguson podía hacer para salvar la carrera política de su hermano era casarse. Por suerte, el mejor amigo de este estaba dispuesto a ayudarla. Hasta aquel momento, Emmett Keaton había distado mucho de resultarle siquiera simpático. Sin embargo, inesperadamente, tras los votos que intercambiaron, se desató entre ellos una pasión que ambos parecían haber estado negando durante largo tiempo.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2018 Jessica Lemmon

© 2019 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Boda secreta, n.º 2127 - julio 2019

Título original: A Christmas Proposition

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. N ombres, c aracteres, l ugares, y s ituaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-1328-337-1

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Capítulo Doce

Capítulo Trece

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo Uno

 

 

 

 

 

20 de diciembre

Fuente: thedallasduchess.com

Exclusiva: Stefanie Ferguson y Blake Eastwood juntos

 

¡Buenos días, Dallas!

Como experta de esta hermosa ciudad, la duquesa de Dallas se toma muy en serio su trabajo de saber todo lo que se cuece entre la realeza local. Y, en esta ciudad, no hay realeza más real que los Ferguson.

A «su alteza» Stefanie Ferguson, socialite, heredera y fiestera, se la ha visto de nuevo del brazo del guapo y encantador Blake Eastwood, quien da la casualidad de que es el mayor rival del alcalde (¡chico malo, chico malo!). Y como todas sabéis, mis avezadas preciosidades, el alcalde es el guapísimo hermano de Stefanie y se ha comprometido recientemente. Sí, mis niñas, otro de los solteros de oro de Dallas está a punto de morder el polvo.

(A modo de aparte, las que lleváis siguiéndome mucho tiempo tal vez recordéis la exclusiva que di sobre el alcalde, que estuvo cohabitando en Montana durante una tormenta de nieve con su antiguo amor. ¡Qué buena soy! Siempre os enteráis de todo aquí primero).

Volvamos a la princesa Stef y a su atractivo chico malo… Seguramente que, a estas horas, ya habréis visto la foto que circula por las redes sociales de Blake y Stefanie bailando muy acarameladitos en una fiesta benéfica organizada por Un Juguete para un Niño. Y, si sois unas observadoras astutas como moi, seguro que habéis sentido las chispas que saltaban de esa foto. Y, yo, desde este mismo instante, os puedo confirmar lo que el repiqueteo de mi corazón estaba esperando ansioso: ¡Stefanie y Blake están juntos!

Hace poco, hablé con Blake y, aunque no pude conseguir que me confirmara nada, sí me enteré de algunos datos muuyyy jugosossss.

 

DUQUESA DE DALLAS: Por el bien de mis lectoras, tengo que hacerte esta pregunta. ¿Habéis vuelto a salir Stefanie Ferguson y tú?

BLAKE EASTWOOD: (tras dejar escapar una sexy carcajada): Hmm, sí… Así es.

DD (exclamaciones de alegría): ¿Me puedes contar algo más?

BE: Te puedo contar que estamos empezando, pero que va en serio.

DD: ¿Tan serio como para merecerse un anillo?

BE: ¡Venga ya, duquesa! No te puedo descubrir todo el pastel…

DD: ¡Pero ya casi estamos en Navidad! Seguro que nos puedes hacer algún regalito…

BE: La Navidad es la época preferida del año para Stef. Justo ayer, me susurró al oído que es el momento perfecto para ir de compras a Tiffany & Co. y yo soy un hombre que atrapa las indirectas al vuelo…

 

Señoras, caballeros… Si eso es no es una confirmación de que Blake va a hacerle a Stefanie la pregunta que ella tanto desea escuchar, ¡entonces… no sé lo que es!

Podéis compartir en redes sociales con los enlaces que hay más abajo. ¡Parece que un compromiso navideño podría estar a punto de caramelo!

 

Tuvo que contenerse para no responder a su provocación. Blake significaba malas noticias en letras mayúsculas.

El año anterior, le había contado a la duquesa de Dallas que Miriam Andrix había regresado a la vida de Chase. El resultado fue una defensa a ultranza de Chase y una casi reprimenda para Miriam por arruinar al casto varón que era el alcalde de la ciudad. Ridículo. Resultaba evidente para todo el mundo que los viera juntos que Miriam y Chase estaban locos el uno por el otro.

El motivo de Blake para tratar de mancillar tan maliciosamente la campaña era la construcción de un nuevo centro cívico, que quería levantar muy, muy cerca de la finca que Ferguson dedicaba a la extracción de petróleo. Chase llevaba años negándose y Blake había prometido arruinarle, aunque fuera lo último que hiciera en su vida.

Stef se recordó, una vez más, que no había tenido conocimiento alguno de los sórdidos detalles cuando Blake la engatusó para que se metiera en su cama una única noche había ya algunos años. Ciertamente, no había esperado que él vendiera las fotos en las que los dos abandonaban juntos el hotel.

Penelope Ferguson había realizado una maniobra increíble para sacar a Stef de aquel lío y, evidentemente, había ejercido una gran influencia a la hora de allanar la relación entre Chase y Miriam. Dado que la reelección de Chase era inminente –Stef se negaba a pensar que él pudiera perder las elecciones–, ella no tenía duda alguna de que Penelope volvería a hacer uso de su magia.

–Deberías haberme llamado en el momento en el que esa serpiente de Blake te envió ese mensaje –le reprochó Penelope sentada frente a su ordenador. Tenía un gesto de desaprobación y frustración en el rostro.

Stef se paró y se abrazó la cintura.

–Era tarde. No quería molestarte.

No había querido que su cuñada le notara en la voz lo vulnerable que se sentía. No quería reconocer el daño que Blake le había hecho. Como cuando las fotos del hotel vieron la luz del día, se sentía usada.

Los dos habían asistido a una larga y aburrida fiesta benéfica. El champán y el encanto de Blake habían resultado agradables, a pesar de que muchas cosas de las que le había dicho habían sido mentiras. Blake tan solo había esperado poder vengarse de Chase y habría utilizado para ello a cualquiera de los Ferguson. Ella había permitido que la convenciera para que se fuera a la cama con él y Stef aún sentía el escozor de la vergüenza y de la ira por su propia ingenuidad.

Al día siguiente, las fotos habían visto la luz y a ella se le había acusado de acostarse con el mayor enemigo de su hermano.

Y, una vez más, se veía en una situación parecida.

–¿Cuándo fue la fiesta benéfica donde se hizo esta foto? –le preguntó Pen mientras hacía girar la pantalla de su ordenador para mostrarle la foto que se había filtrado, en la que Blake y ella bailaban muy juntos.

–El pasado fin de semana.

–Parece que estáis muy a gusto.

–Él me pidió bailar agarrándome de la mano y llevándome prácticamente a rastras a la pista de baile. Yo no quise provocar una escena diciéndole dónde se podía meter su invitación.

Ya le había causado suficientes problemas a su hermano y a la campaña de este. Chase no la consideraba responsable de nada, pero ella no pensaba lo mismo.

–Lo que no se ve en esa foto es que le estoy recriminando lo que ha hecho. Le dije que, si no me dejaba a mí y a mi familia en paz, le castraría con unas tijeras sin filo.

Stef sonrió orgullosa. Pen no le devolvió la sonrisa.

–Lo que hiciste fue seguirle el juego, Stefanie. Una vez más –comentó Pen sacudiendo la cabeza–. Decidió el momento en el que se publicaría esta foto a propósito, para coincidir con la reelección. ¿Por qué ha empezado a sugerir por ahí que los dos os vais a casar?

Stef sintió que se sonrojaba al recordar el resto de su conversación aquella noche.

–Eso es… eso es, en parte, culpa mía.

Pen levantó las cejas y esperó.

–Bueno, me estaba apretando mucho y, aunque traté de zafarme de él, no conseguí soltarme –dijo Stef mientras se lamía los labios. Se arrepentía de las palabras que le había dicho tras haber experimentado la venganza–. Puede que le haya dicho algo sobre un pito muy pequeño y sobre haber fingido y que, si no me soltaba, le diría a todos los que quisieran escuchar lo poco placentero que resultaba acostarse con la serpiente de Blake.

Pen levantó las cejas aún más y, justo cuando Stef estaba segura de que su cuñada le iba a leer la cartilla, Pen sonrió tan resplandeciente como el sol después de un día de lluvia.

–Sabes muy bien cómo buscarte problemas, ¿verdad? –le preguntó Pen tras soltar una carcajada. Debió de ver el gesto compungido de Stef porque Pen enseguida se levantó de la silla–. Siento haberte dicho eso. No me hagas caso.

Pen agarró a Stef por los hombros y esta sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.

–No pienso hacerlo…

–Te aseguro que no era eso lo que quería decir. De verdad –añadió Pen mientras la estrechaba.

–Tú puedes arreglar esto –le dijo a Pen mientras trataba de tragarse las lágrimas–. Has arreglado algunos de los mayores líos de Dallas desde que te viniste a vivir aquí. Solo quiero que me digas la manera más fácil, más rápida y más sencilla de acallar esta noticia.

–Como mujer que tuvo que enfrentarse a su propio compromiso falso, tengo experiencia en este tipo de cosas. Solo que el novio era tu hermano y formaba parte del plan.

–Y Blake es un idiota y un asqueroso.

De todas las malas decisiones que Stef había tenido que tomar durante sus treinta años de vida sobre el planeta, ¿por qué aquella? ¿Por qué había caído víctima de los falsos encantos de aquel hombre?

–Si no fueras mi cuñada, te aconsejaría que te casaras.

–¿Con Blake? –preguntó escandalizada.

–¡No! ¡Dios mío, no! Digo que la mejor manera de acallar la afirmación de Blake de que está comprometido contigo es que te cases con otra persona. ¿Conoces algún soltero disponible?

Stef la miraba horrorizada. Nunca había esperado que aquel sería el consejo que le daría Penelope.

–Es una broma –le dijo Pen mientras le apretaba los hombros antes de volver a sentarse a su escritorio y comenzar a escribir en el ordenador–. Idearé un plan para sacarte de este lío que os vaya bien a ti y a tu hermano.

–Gracias.

Pen sonrió.

–Y te prometo que no implicará una boda.

 

 

Emmett Keaton había sido el mejor amigo de Chase Ferguson desde la universidad, pero aquel día estaba más que contrariado. Estaba furioso.

Dado que el trabajo de Emmet era proteger al alcalde, tenía que asumir el papel de hombre tranquilo. Como el escándalo que estaba creando caos en aquellos momentos tenía que ver con Stefanie, a él mismo le estaba costando contener su propia ira. La más joven de los Ferguson tenía una gran habilidad para crear problemas.

–Cuando le ponga las manos encima a esa rata asquerosa –dijo Chase entre dientes–, juro por todo lo sagrado que…

–Chase…

Penelope, la esposa de su hermano Zach, estaba de pie frente al escritorio de Chase. Como Chase confiaba en ella, Emmett también.

–Estoy en ello –dijo Pen–. No tienes nada de lo que preocuparte.

Chase apretó la mandíbula y asintió. Ella repitió el gesto y se dio la vuelta para marcharse.

En cuanto Pen salió por la puerta, Chase miró a Emmett. Entonces, apretó un botón del teléfono.

–Cynthia, llama a mi hermana por teléfono.

–¿Estás seguro de que quieres hacerlo, jefe? –le preguntó Emmett.

Chase no respondió.

Un instante después, el teléfono empezó a sonar.

–¿Dónde diablos estabas? –rugió Chase–. Tienes treinta segundos –añadió antes de colgar el teléfono y mirar con dureza a Emmett–. Ya estaba de camino.

Justamente treinta segundos después, las puertas se abrieron. Stefanie entró en el despacho con un vestido rojo muy corto, unas botas altas con fiero tacón y los labios pintados de rojo fuego.

–He visto a Pen al entrar –dijo ella mientras se guardaba el teléfono móvil en el bolso–. Me ha advertido de que no estabas de muy buen humor. Doy por sentado que estás muy enfadado conmigo.

Chase respiró profundamente. Cuando habló midió muy cuidadosamente sus palabras.

–No estoy enfadado contigo, Stefanie. Estoy…

–No digas desilusionado –replicó ella y miró a Emmett con desprecio.

Stefanie lo odiaba por razones que él aún no había podido comprender. Emmett se había limitado a ofrecerle su ayuda cuando ella lo había necesitado, tanto si Stefanie se lo había pedido como si no. De hecho, si la memoria no le fallaba, nunca se lo había pedido.

–Estoy preocupado –dijo Chase. Ella giró rápidamente para mirar de nuevo a su hermano–. Te vas a marchar pronto de vacaciones de Navidad, ¿no?

–Sí –contestó ella con una sonrisa de alegría.

Esa sonrisa iluminó su rostro como si fueran luces navideñas. Emmett nunca había conocido a nadie a quien le gustara tanto la Navidad. El amor por la Navidad le resultaba tan ajeno a él como el resto del glamour que suponía el estilo de vida de la familia de su amigo. A pesar de que poseía una buena fortuna, Emmet nunca había sentido deseo alguno de lujos. Ciertamente, no sentía ningún deseo por celebrar una festividad que le traía malos recuerdos y peores consecuencias.

–¿Adónde te vas este año? –le preguntó Chase.

–A San Antonio.

–Cancélalo.

El rostro de Stefanie se transformó en una expresión de tortura y de sorpresa.

–¿Cómo has dicho? Nunca. De ninguna manera.

–No ha sido una petición. Ni una pregunta. Como no tienes el sentido común suficiente para mantenerte alejada de Blake Eastwood, mi campaña está sufriendo las consecuencias.

Emmett apretó los puños. Casi nunca estaba en desacuerdo con su amigo, pero, en aquella ocasión, los comentarios de Chase estaban fuera de lugar.

–Sea lo que sea lo que vayas a hacer en San Antonio con tus amigas, lo puedes hacer igualmente aquí en Dallas. No te vas a marchar de la ciudad y, si lo haces, vas a llevar una carabina. ¿Me has entendido?

Stefanie lanzó una carcajada de incredulidad.

–No puedes tenerme encerrada, Chase. No eres mi padre. Y, aunque lo fueras, tampoco podrías hacerlo. ¡Tengo treinta años!

–Entonces, ¿por qué te comportas como una adolescente mimada? –rugió Chase.

–¡Eh!

La exclamación de Emmett fue tan inesperada que los dos Ferguson lo miraron llenos de asombro.

Emmett se acercó a Chase.

–Dejemos la culpa donde debería estar. En Blake. Stefanie ya ha pasado bastante. No necesita que, además, tú cargues contra ella.

Chase respiró profundamente y apoyó las manos sobre el escritorio.

Emmett miró brevemente a Stefanie quien, por primera vez en su vida, lo estaba observando con algo parecido a gratitud.

–Stefanie, te estoy pidiendo tu cooperación –dijo Chase mientras tomaba asiento antes de mirar a su hermana a los ojos.

–A Penelope se le da muy bien su trabajo. No hay razón alguna para que no pueda…

–Te lo estoy pidiendo –repitió Chase, aunque con voz más firme en aquella ocasión.

–Todos los años estoy deseando que lleguen estas vacaciones. No puedo cancelarlas. Son dentro de cuatro días.

–¿Por qué no? –le preguntó Chase arrugando la frente–. ¿Acaso no puedes tomar champán con tus amigas y hablar de moda en otra ocasión? Envíales por correo sus regalos. Invítalas aquí. Podéis alojaros en mi casa.

–Yo… no puedo hacer eso… –dijo por fin. Parecía atormentada ante la idea de cancelar.

Emmett no entendió aquella reacción. Desilusionada, sí, pero atormentada era una reacción excesiva.

Stef adoraba a su familia por encima de todas las cosas. A lo largo de los años, Emmett había sido testigo del vínculo especial que había entre Chase y ella. Stefanie respetaba profundamente a su hermano. Jamás le mentiría. Entonces, ¿por qué le estaba dando a Emmett la sensación de que se estaba esforzando mucho precisamente para no hacerlo? ¿Por qué no podía reunirse con sus amigas allí en lugar de viajar a San Antonio?

–Los planes se pueden cambiar. Yo correré con los gastos –le dijo Chase–. Os encontraré un buen sitio aquí en Dallas. No te puedes marchar de la ciudad con este asunto pendiente. Te lo prohíbo.

–¿Por qué? ¿Acaso crees que Blake me va a secuestrar o algo así? –le preguntó Stef con una carcajada.

A Emmett no le parecía gracioso. Se puso en estado de alerta al pensar que algo malo pudiera ocurrirle a Stefanie. Él lo impediría.

–Haces las cosas sin pensar –le dijo Chase–. ¿Quién sabe lo que podría ocurrir?

–Chase, ya está bien –intervino Emmett dando un paso al frente.

Chase estaba en su derecho de cuidar a su hermana pequeña, pero estaba manejando aquel asunto de un modo equivocado.

–Déjalo –le espetó Stef–. No necesito que me protejas del estúpido de mi hermano.

–Necesitas que te protejan de ti misma –le interrumpió Chase.

Aquella conversación no iba a ninguna parte.

–Me marcho mañana a San Antonio –afirmó ella–. Volveré dentro de unos días y estoy segura de que tu valiosa campaña seguirá intacta cuando yo regrese –añadió. Recogió su bolso y se lo colgó del hombro.

Chase se levantaba con el rostro enrojecido.

–Yo te llevaré en coche –exclamó Emmett de repente.

Una vez más, los dos Ferguson se giraron para mirarlo, pero solo a uno de ellos pareció no gustarle aquel ofrecimiento. A la rubia guapa.

–Sí. Es una idea estupenda –afirmó Chase–. Emmett será tu escolta.

–¡No quiero ninguna escolta!

–¡No me importa!

–¡Basta ya! –exclamó Emmett mientras se interponía entre Stefanie y Chase–. Yo te llevaré a San Antonio. Resérvame una habitación donde os vayáis a alojar.

–Es un hotel muy pequeño y está lleno –replicó ella levantando la barbilla. Sus ojos color aguamarina relucieron a modo de advertencia.

–En ese caso, dormiré en mi todoterreno –repuso Emmett–. Es esto o no vas. Tu hermano tiene razón en lo de que puede ser peligroso. Tu imagen está en todas las redes sociales. Ya ha ocurrido antes, Stef. Los paparazzi te persiguen.

Stef era hermosa, joven y la multimillonaria más famosa de Dallas, si no de todo el estado de Texas. La combinación de su reputación como it-girl y el rumor de que se iba a casar con el enemigo jurado del alcalde la convertían en carnaza para la prensa.

Ella abrió la boca, seguramente para protestar.

Emmett levantó las cejas y pareció advertirle con la mirada. Milagrosamente, en vez de seguir discutiendo, ella dijo:

–Está bien.

–Genial. Fuera –dijo Chase–. Los dos.

A su mejor amigo le había molestado. ¿Y qué? Emmett tenía la piel curtida.

 

 

Emmett abrió la puerta de su todoterreno negro.

–No puedes haber dicho en serio que te vas a llevar esta bestia a San Antonio. Nos tendremos que parar cada treinta kilómetros para llenar el depósito.

–Entra.

Stef lo miró con desaprobación, observando la esculpida mandíbula y la perfecta forma de la cabeza debajo de un cabello castaño oscuro muy corto. Lo llevaba casi rapado, de manera que, normalmente, tan solo tenía unos pocos centímetros de pelo en lo alto de la cabeza. Iba vestido con lo que a Stef le parecía una especie de uniforme, una camisa blanca con el cuello abierto y unos pantalones oscuros. Su fuerza, su tamaño y su actitud hubieran combinado mejor con una camiseta y unos pantalones deportivos, pero su trabajo requería una cierta formalidad.

Ella arrojó el bolso dentro del vehículo y se agarró al asiento para poder subir. Emmett le agarró con la amplia palma de la mano para sostenerla, pero Stef estuvo a punto de apartar el brazo, completamente asombrada. Si no se equivocaba, aquella era la primera vez que él la tocaba.

Resultó… alarmante, pero no desde el punto de vista de que le quitara las manos de encima. Más bien, le había parecido… íntimo.

Cuando ella estuvo dentro del vehículo, Emmett bajó la voz y se inclinó hacia ella. Stef ignoró el aroma a limpio y masculino que emanaba de él. O, al menos, lo intentó.

A continuación, Emmett se sentó tras el volante y encendió el motor antes de dedicarle una fría mirada gris. Normalmente, sus ojos tenían un cierto tono azulado, pero aquel día reflejaban las nubes que cubrían el cielo.

–¿Qué? –rugió ella.

–Abróchate el cinturón.

–Vamos a dejar clara una cosa, hombre de las cavernas. Tal vez creas que el sitio de una mujer está en el asiento del copiloto o que no puedo ocuparme de nada sola sin que un hombre fuerte me ayude, pero, para que te enteres, no acepto que me des órdenes.

No obstante, una pequeña parte de ella sugería que Emmett podría ser el espécimen perfecto al que permitírselo.

Se tragó el resto del discurso sobre lo de ser una mujer adulta capaz de ocuparse de sus propios problemas principalmente porque le parecía que las dos cosas no eran del todo verdad. A pesar de que siempre había intentado no implicar a su familia en su vida, de algún modo había terminado consiguiendo todo lo contrario. Sus padres, Chase, Penelope, Zach y, además, Emmett.

Enojada más consigo misma que con él, se puso a mirar en silencio por la ventana mientras el todoterreno echaba a andar.

Capítulo Dos

 

 

 

 

 

Stef se había acostado tarde la noche anterior. Después, había estado mirando al techo durante mucho tiempo, pensando en su situación.

Estaba cansada de ser el problema de todo el mundo. No bastaba con decirles a sus padres y a sus hermanos que era una mujer adulta. Tenía que demostrarlo y, para demostrarlo, tenía que ocuparse personalmente de la situación de Blake.

Penelope estaba capacitada para ocuparse de cualquier desastre en el mundo de las relaciones públicas, pero, cuanto más lo pensaba Stef, más le parecía que el plan de Pen de esperar a ver qué pasaba era una solución algo lenta. Quedaban menos de seis meses para la posible reelección de Chase y Stefanie se negaba a continuar arrastrando el apellido de su familia por el fango.