Bombón - Lupin Montserrat - E-Book

Bombón E-Book

Lupin Montserrat

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Beschreibung

Natalia tiene la vida perfecta hasta que es traicionada por su jefe y amante, Pablo, y por su mejor amiga, Paula. La vida profesional y personal de Natalia colapsa, pero todo cambia cuando conoce a Bombón, una mujer trans que le mostrará una nueva perspectiva del deseo y el amor. Entre la pasión y los secretos, Natalia se verá obligada a decidir quién es y qué está dispuesta a hacer para ser feliz.

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Seitenzahl: 185

Veröffentlichungsjahr: 2024

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LUPIN MONTSERRAT

Bombón

Lupin MontserratBombón / Lupin Montserrat. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5552-6

1. Novelas. I. Título.CDD A863

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

Capítulo 1 - Sonrisas

Capítulo 2 - Sorpresa

Capítulo 3 - La charla

Capítulo 4 - Sexo y venganza

Capítulo 5 - Novias

Capítulo 6 - Paula

Capítulo 7 - Intrusa

Capítulo 8 - Lola

Capítulo 9 - Amor

Capítulo 1

Sonrisas

—¡Si, si, si, dame más!

Natalia arañaba con delicadeza la espalda de su novio mientras este entraba y salía de dentro de ella. Pablo gruñía de placer, tomándola por la nuca con ambas manos para tener un mejor control en la penetración. Este se levantó de golpe y sin previo aviso, dejando a Natalia confundida y preocupada por la imagen que proyectaba. Apretaba los dientes y tenía la cara roja, sus músculos estaban tensos dándole un aspecto amenazador.

—Date vuelta –pidió con una voz más tranquila de la que ella esperaba antes de pasarse la mano por su cabello oscuro empapado de sudor, peinadolo hacia atrás.

Agitada, su mente tardó en procesar el pedido, se ve que tardó más de lo que él esperaba porque en lo que se estaba dando vuelta la tomó por la cadera y terminó de hacer el trabajo de un empujón.

Sin decir nada más, la tomó por el culo y la embistió fuertemente al penetrarla.

—¡Ay! –grito ella por el repentino dolor causado por su brusquedad. Sin embargo, Pablo aumentó la velocidad en la que se la cogía, quizás creyendo que su grito fue de placer.

Se mordió el labio y cerró los ojos en lo que su vagina se acomodaba a la posición, aguantando lo mejor que podía. Cuando por fin comenzó a sentir algo parecido al placer, Pablo la tomó por el pelo, obligándola a levantar la cabeza. Al abrir los ojos se encontró con el espejo del ropero que reflejaba sus pechos con forma de limón agitándose, su cabello rubio atado por el firme agarre y a Pablo con una expresión brutal en el rostro como si estuviera golpeando a alguien en vez de estar haciendo el amor.

El placer se esfumó cuando sintió un fuerte tirón en su interior al momento en que saco su verga de golpe para acabar sobre su espalda y nalgas.

—¡AH! –alcanzó a gritar antes de desplomarse, pero su dolor fue ahogado en la habitación por los fuertes gemidos de Pablo al expulsar su semen.

El tipo se recostó exhausto en su lado de la cama, con el color de su piel regresando a la normalidad y cubierto de sudor. Natalia se reincorporó y se retiró malhumorada al baño a limpiarse. Bajo el agua de la ducha fallo al tratar de llegar al orgasmo por su cuenta, suspiro frustrada pensando en lo que había sido antes. Cuando Pablo era cariñoso y se tomaba su tiempo para hacerle el amor, combinando su ternura con su buena habilidad en la cama y con su miembro bien dotado, había logrado ser el mejor amante que había tenido nunca. Pero con los meses se volvió brusco e impaciente, apenas logrando darle placer. Le había dejado pasar varias veces pero era hora de hablarlo cara a cara.

Salió del baño envuelta en una toalla para encontrarse con que Pablo ya no estaba donde lo dejó. El sonido de porcelana chocando le indico que estaba en la cocina, al ingresar en esta se lo encontró en bata tostando pan, había dos vasos de jugo de naranja recién exprimido en la mesa y huevos friéndose en la hornalla.

—¿Y esto?

—Un bocado de madrugada, pensé que te podría gustar –comentó untando queso crema en una tostada.

—Parece un desayuno continental.

—En Estados Unidos me enamore justamente de eso, es casi un almuerzo o una cena, viste lo gordos que son ¿no? —comentó riendo.

Natalia río con él y el aroma a comida le saco el mal humor casi por completo. El Pablo que conoció estaba ahí, divertido y amable. Más calmada, razonó que su actitud en la cama debía de ser el resultado de la presión por Miyazaki, el nuevo posible cliente de la empresa.

Se sentaron juntos en la mesa a disfrutar del tentempié nocturno. Delicioso. Se lo veía tan bien entonces, no podía decirle que estaba insatisfecha después de tal gesto, los hombres podían ser muy sensibles con ese tema. Era mejor hablarlo luego de cerrar el trato con los japoneses. Por fortuna ella tenía la clave para eso.

A la mañana siguiente, con pocas horas de buen soñar, Natalia se levantó antes de los primeros rayos del sol. Estaba tan cerca de perfeccionar su presentación que la mismísima idea de dormir se le escapaba. Se cubrió su desnudez con una bata de seda y se preparó un dulce café con leche bien batido y espumoso. Sacó su portátil del bolso y mientras los pesados programas de edición cargaban logró tomar media taza.

Pasaron un par de horas hasta que Pablo se despertó arrastrando los pies hasta la mesada, con la bata entreabierta dejando ver sus músculos bien definidos y su miembro colgando, la sola imagen le hizo entrar en calor.

—¿Hace mucho estas?

—Poquito.

—No me mientas. Trabajas demasiado.

—Casi termino. La presentación es en dos días.

—¿Lo puedo ver?

—No –dijo cerrando la computadora–, quiero que te sorprendas como ellos.

Se acercó hacia ella y le pellizcó el cachete, regalando esa sonrisa amplia y brillante tan característica de él.

—Seguro les va a encantar.

Pablo se puso ropa cómoda y se retiró para comenzar su ruta matutina al trote antes de irse al gimnasio. Ella lo vio cruzar el umbral de la puerta principal pensando que valió la pena el haberse enamorado de su jefe.

***

Natalia se preparaba en su escritorio, releyó su presentación tres veces y miro el video quizás el triple que eso buscando algún detalle para corregir a último momento, con una copia de seguridad antes de tocar nada, claro.

Tocaron la puerta y esta se abrió de inmediato antes de que diera su permiso, eso ya le indicaba de quien se trataba.

—Hola Pau –saludo a su mejor amiga sin levantar la mirada de la pantalla.

—¿Como estas amiga? ¿Nerviosa?

—Para nada –mintió–. Los de Miyazaki van a estar tan sorprendidos que nos van a pedir diez publicidades más.

—¿En serio? ¡Felicidades amiga!

—No Paula, todavía no hice la presentación.

—Ah bueno, igual felicidades.

La hermosa y dulce Paula, a veces se preguntaba cómo es que lograba hacer su trabajo, pero la verdad es que aunque no tuviera muchas luces si era muy imaginativa.

Luego de que Paula le contara lo bien que le estaba yendo con su chongo, decidió que era mejor irse a la sala a preparar las cosas, solo por precaución. Se despidieron con besos de aire y luego de que le deseara suerte una vez más partió de su oficina.

Este era el momento que definiría su carrera profesional, el escalón más importante que estaba a punto de subir. Se sentía confiada, poderosa e invencible.

Sin embargo, cuando llegó a la sala de conferencia su corazón dio un salto y se le helo la sangre al darse cuenta de que todos ya estaban ahí, raro porque faltaba casi media hora. Dentro estaba Pablo, hablando con énfasis mientras gesticulaba con las manos, conocía esa forma de hablar de él, la había visto y escuchado muchas veces cuando era una pasante. Detrás de él estaba el televisor gigante mostrando un video en alta definición de un dragón asiatico de color azul recorriendo el cielo de Argentina, pasando por el sur nevado, la cordillera, la patagonia, el norte árido y terminando en la ciudad de Buenos Aires.

Ella se había quedado paralizada, observando todo desde afuera a través de las paredes de vidrio. Cuando logró despabilarse se apresuró a entrar. Al abrir la puerta escucho como él decía con emoción el remate de SU idea al mismo tiempo que la frase salía en la pantalla con el dragón envolviendose en el Obelisco “La divinidad de oriente llegó a Argentina, computadoras Miyazaki”. Los clientes se levantaron y aplaudieron con emoción, se acercaron a felicitarlo y estrechar su mano, incluso se inclinaron levemente ante él. Ella solo se quedo en el umbral paralizada como una idiota, estorbando cuando todos comenzaron a salir sin apenas mirarla.

Pablo se quedó mirándola desde dentro con las manos en los bolsillos. Quería gritarle, pero el shock le había causado un nudo en la garganta. Él sonrió con esa sonrisa seductora suya.

—Cosas que pasan linda.

—¿Que…como? Vos…HIJO DE PUTA –fue lo único que logró articular.

—Baja la voz que esto es un lugar de trabajo –dijo seriamente–. Vamos a hacerlo rápido, desde hace semanas que vengo revisando tu trabajo cuando te quedas a dormir. Era bueno pero medio básico, le di mi toque personal. Podríamos decir que fue trabajo de equipo ¿no?

—Me robaste la idea, me sacaste todo. Mi cliente, mi comisión, mi posible ascenso.

—Si, puede ser, pero si decís algo yo te hago quedar como la puta de la oficina que quiere escalar con la concha, la que nunca se le ocurre una idea y tiene que mantenerse estando en la cama del jefe, que quizás es él quien te pasa sus ideas para que tengas algo que presentar. Así es el negocio este beba, bah todos los negocios. Aprende de esta experiencia –le dijo mientras ella guardaba silencio al borde de las lágrimas.

Se acercó hacia ella y le pellizcó el cachete, regalando esa sonrisa amplia y brillante tan característica de él.

—¿Nos vemos a la noche? –pregunto y se retiró dándole una suave nalgada. Riendo.

***

Su mente era un lío, en su cuerpo circulaban una mezcla de horribles emociones como un cóctel putrefacto. Odio, furia, miedo, eran de las cosas más claras que sentía en su corazón, el resto era un nubarrón en su mente, incluido su alrededor. No sabia ni que hora era, ni dónde estaba, solo que se había retirado del trabajo mucho antes de lo que debía sin avisarle a nadie. Simplemente caminaba sin rumbo por la ciudad con la mirada perdida.

De la nada algo llamó su atención, música fuerte, olor a cigarrillo y licor barato. Como si un ángel corrupto le cantara y atrajera con su canto metalero, atravesó la puerta.

***

Natalia despertó al día siguiente con la peor resaca de su vida, sin recuerdos de cómo llegó a su departamento ni dónde había estado. Mientras se arrastraba al baño a orinar comenzó a recordar la traición de Pablo, provocando que llorara sentada en el inodoro, quedándose ahí más de lo necesario tapándose la cara con las manos como si alguien pudiera verla llorar.

En cuanto las lágrimas dejaron de salir, no porque dejara de tener ganas de llorar sino más por resequedad, se enjuago la cara y se lavó los dientes para sacarse el terrible sabor que le quedó de anoche ¿Pero que hizo anoche?

Asqueada, se tiró a la cama, haciéndose bolita y acariciando sus sienes para calmar el dolor. Mientras tanto los recuerdos comenzaron a llegar poco a poco.

Habia entrado a un bar de mala muerte, donde el alcohol era de una calidad cuestionable, el color negro reinaba en la ropa de los clientes y lo unico solido para ingerir era mani o palitos salados. No podía creer que había estado en un lugar así, ni en su adolescencia se habría atrevido a exponerse de esa forma. Los recuerdos estaban difusos todavía, pero tenía claro que había bebido demasiado, al punto de vomitar si tenía que creerle a su aliento ácido. Al menos estaba en una sola pieza, físicamente. Aunque aún no había resuelto el misterio de cómo llegó a casa, era Pablo lo que más le preocupaba ahora, su futuro, su vida. Volvió a llorar hasta dormirse.

Se despertó de golpe gracias a las quejas de su estómago, se estiró refregándose fuertemente los ojos y se resignó a levantarse. En la cocina se tomó un antiácido y lo bajo con una taza llena de agua, que bebió de un solo trago ininterrumpido. Para calmar el hambre no se atrevió a comer otra cosa que no fueran las dos bananas que quedaban en el frutero. Por fortuna le aliviaron.

Más calmada se dio cuenta de algo de suma importancia, se tocó las nalgas y las caderas, luego los pechos y se le paró el corazon. No tenía el celular en ninguno de los bolsillos y el saco de su traje no estaba por ningún lado. Busco ambos por toda la casa pero ni rastro había, solo encontró su bolso bajo la cama con su billetera y documentos, era un inicio pero tenía todo en su celular y extraviarlo era inaceptable. No podía perder algo más. Todo estaba ordenado como lo dejó antes de irse a trabajar. Lo tenía con ella antes de la presentación. Por lo que solo podían estar en un solo lugar.

Era sábado por la mañana, su novio y jefe la había cagado de forma épica, tenía el corazón roto y el auto en el estacionamiento del trabajo. Sin contar con ninguna app se tomó un taxi con el poco efectivo que encontró en su bolso y se bajó frente al edificio donde trabajaba, que por supuesto estaba cerrado. Sin más, se puso a recorrer el área en busca de ese bar, que en realidad estaba sorprendentemente cerca de allí, unas tres cuadras exactamente.

Al ver la entrada recordó perfectamente que había entrado allí, incluso reconoció el cartel con el nombre del lugar “El Bar”. Si no fuera uno de los peores momentos de su vida podría permitirse reír de la mente simple del dueño. Tomó aire, suspiro y entró insegura de que podía encontrarse. Las sillas estaban sobre las mesas, el pool ordenado, todo mucho más limpio de lo que creía que estaría, aunque con bastante olor a cigarrillo y cerveza. Todo aprecia estar hecho de madera y pintado de negro o marron, nada que ver con los estilos mas modernos de los bares de Capital federal.

Tras la barra un hombre corpulento de aspecto imponente con pelo largo y gris cabeceaba en un estado entre dormido y despierto, no le resultaba familiar. Dudo molestarlo pero no había nadie más. El hombre dio un saltito cuando Natalia tosió suavemente para llamar su atención, la miró de arriba a abajo con cara malhumorada en silencio.

—¿Qué? –gruño antes de bostezar.

—Eh –comenzó con algo de miedo, pero luego siguió avergonzada– estuve acá anoche…creo. No encuentro unas cosas, mi celular y mi saco. Quizás…pensé que podían estar acá.

—AH. No, yo ayer no estuve, bueno no, si —dijo más animado y simpático—. Estaba, pero de joda viste, yo vengo en las mañanas por si algún perdido quiere tomar algo o jugar un pool –le dijo explicando su cansancio–. Esperá…¡Bombón! –gritó tan fuerte que Natalia se tuvo que tapar los oídos.

Del baño de las damas junto a la barra, emergió ella. Bombón, una hermosa mujer de piel chocolate con unos increíbles rizos negros que parecian flotar en el aire, los ojos verdes como esmeraldas, traía un vestido negro suelto hasta las rodillas que no dejaba ver bien su figura aunque con un escote bastante generoso que resaltaba unos pechos bastante mas grandes que los suyos. “Hermosa” pensó Natalia y se le hizo un nudo en la garganta.

—¿Qué pasa, por qué gritas tan temprano? –susurro ella enojada en un marcado acento cubano.

El sujeto la señaló con la cabeza pero Natalia estaba impactada con la belleza de esa mujer. Simplemente se quedó en silencio, mirándola. Bombón la miró y sonrió. De repente varios recuerdos se revelaron en su mente, vio esa sonrisa, esa misma hermosa y cálida sonrisa frente a ella. Y recordó cómo en ese momento, al igual que ahora, toda su tristeza desapareció.

Bombón dijo algo que no logro procesar y se movió detrás de la barra junto el hombre, de la parte de abajo sacó una gran caja de cartón. Natalia miró dentro y encontró de inmediato el saco que llevaba puesto anoche y su celular dentro de este. Rápidamente los tomó y miró de nuevo a Bombón que aún sonreía. Quiso hablar pero algo le paralizó la lengua al punto que ni pudo balbucear. Avergonzada se retiró del bar caminando rápido, casi al trote.

“Dios mío, va a pensar que soy una maleducada” pensó mientras se preguntaba qué demonios acaba de pasar. Ahora con su celular uso una app para llamar un auto que por fortuna llegó en dos minutos. Ya en su casa se acostó exhausta, creyó que le costaría dormirse, pero no. Cerró sus ojos estando totalmente en calma al recordar esos labios curvados, en segundos se quedó dormida pensando en Bombón.

Capítulo 2

Sorpresa

Después de un plácido domingo haciendo nada, la tranquilidad de Natalia se había terminado, lo que aquella mujer había logrado hacer en ella se desvaneció por completo el lunes por la mañana.

Tuvo que soportar ver a su jefe todo el día presumiendo sobre cómo había conseguido hacer a Miyazaki firmar con ellos como clientes exclusivos, seguramente tendría un mayor sueldo a fin de mes o hasta un ascenso, mientras ella seguía en el mismo lugar. Prácticamente se atrincheró en su oficina sin dejar pasar a nadie, ni siquiera a Paula. No tenía ganas de verla y derrumbarse frente a ella, era su amiga de confianza claro, pero el romance con Pablo era un secreto que pensaba guardar un tiempo más. Se pasó todo el día ahí sin poder hacer nada de trabajo, no podía pensar en nada más que en el idiota de Pablo.

El odio y la tristeza se amplificaban con el recuerdo de ese maldito robandole, pero no solo era eso, la mentira, el engaño, la traición. Le dolía tanto, pero no podía permitirse llorar en la oficina. Lo peor era el recuerdo de aquello que habían tenido, porque fue una buena relación ¿o no? “Quizás, debería hablar con él”.

Al final, a la hora de la salida, después de meditarlo mucho decidió ir a hablar con él, a negociar. Se apresuró al estacionamiento para poder al menos invitarlo a tomar algo y hablar tranquilos. Al llegar, busco rápidamente con la mirada, encontrando el auto por el número de patente. Se acercó despacio repasando lo que le diría en su cabeza, nerviosa y con el corazón latiendo fuertemente. Se detuvo cuando se percató que en el auto había alguien más, instintivamente dobló sus rodillas como si eso fuera a evitar que la vieran, al acercarse un poco más y escondiéndose detrás de una columna de cemento, reconoció a la otra persona a pesar de que se estaban besando. Paula.

Una vez más a Natalia le rompieron el corazón. Los dos se habían estado riendo en su cara desde hace quien sabe cuanto, quizás desde el inicio. La furia en su interior era incontrolable, y aun así se quedó escondida hasta que escuchó el auto irse. Entonces perdió fuerza y se desplomó, quedando agachada tras la columna, llorando entre sus brazos.

Se subió a su auto secando las lágrimas con la manga de su saco, quedándose con las manos en el volante sin saber qué hacer. Arranco y manejo, su cuerpo se movió solo llevándola a algún sitio mientras su mente solo se ocupaba de prestar atención al camino. Milagrosamente encontró un lugar vacío para estacionar. Bajo y camino unos metros hasta su destino. No entendía bien el porqué, pero no le importó mucho, entró una vez más al bar. Ya había algunas personas, jugando pool y bebiendo unas cervezas. Muchos se voltearon y le dedicaron una mirada extraña cuando ingresó. En la barra había un tipo parecido al que encontró el sábado por la mañana, solo que flaco hasta el hueso y con la barba casi por el pecho.

Se sentó en la barra, un poco más tranquila de lo que pensó que debía estar, el barman la miraba fijamente pero sin hostilidad aparente. Parecía haberla reconocido.

—Una cerveza –dijo Natalia al fin.

—Va. Bienvenida de nuevo jefa.

***

Natalia, una mujer de saco, falda de vestir y zapatos de tacón aguja, se encontraba tirada en la barra de un bar medio borracha. Un lugar con el que no combinaba su estética elegante aunque sí con la depresiva, pues si bien muchos iban allí a divertirse, no eran pocas las almas en pena que tapaban sus problemas con el alcohol, el tabaco, la compañía amistosa y la música fuerte. En el bar siempre sonaba música que Natalia detestaba, rock pesado y bien rollinga que a veces cambiaba a un buen tema de rock nacional, pero que aun así ella no solía escuchar, la música le importaba poco en realidad.

Con el pasar de las semanas se había vuelto conocida y una cliente recurrente, ya que iba todos los días que estuviera abierto. Le decían “La jefa” por cómo se vestía, le parecía que no podía ser más irónico pues era todo menos eso. No hablaba con nadie más que con el barman y solamente para pedirle más tragos, los cuales temía que contuviera algún pelo de su barba. A veces venía alguno a intentar conquistarla pero su cara de borracha malhumorada los ahuyentaba sin tener que decir una palabra, en algunas ocasiones recordaba a Pablo y tenía que irse antes para que no la vieran llorar. Pero todas las noches estaba ella, la mesera, Bombón.

Las reglas del bar eran nulas aparentemente y su uniforme consistía sólo de un delantal que usaba por arriba de lo que ella quisiera, siempre vestidos sueltos, largos y escotados, aunque a veces dejaba verse los muslos un poco. Los favoritos de Natalia eran los floreados preciosos, algo que ella jamás pensaría en usar pero a Bombón le quedaban increíbles.

“Esa chica no va con este lugar” pensaba.