Breve historia del Arte - Carlos Javier Taranilla de la Varga - E-Book

Breve historia del Arte E-Book

Carlos Javier Taranilla de la Varga

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Beschreibung

Una panorámica completa sobre el arte universal a lo largo de todas las épocas y culturas. Desde las venus de la fertilidad hasta el hiperrealismo y Le Corbusier. Conozca la inspiradora creación plástica del ser humano y las circunstancias históricas, mágico-religiosas, ideológicas, sociales y políticas que las hicieron posibles y que han influido en las creaciones estéticas de los artistas. Desde el inicio de los tiempos el hombre ha expresado a través del arte su manera de vivir y de sentir. Breve historia del Arte le descubrirá el arte universal en todas sus perspectivas y le ayudará a adentrarse en las circunstancias históricas, mágico-religiosas, ideológicas, sociales y políticas que las hicieron posibles y que han influido en las creaciones estéticas de los artistas. Aprenderá, también, a entender el significado de las creaciones plásticas, así como los motivos por los que se realizaron y a comprender la influencia que ha tenido el arte en cada época, ya que constituye un fiel reflejo del pensamiento humano. De la mano de su autor, Carlos Javier Taranilla, con un estilo riguroso, didáctico y ameno, podrá conocer lo anecdótico y oculto que rodea la labor de los artistas, y que no todo lo que está en los museos es arte, sino sólo lo sublime y lo genial.

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BREVE HISTORIA DEL ARTE

Historia del arte: volumen 1

BREVE HISTORIA DEL ARTE

Historia del arte: volumen 1

Carlos Javier Taranilla de la Varga

Colección:Breve Historia

www.brevehistoria.com

Título:Breve historia del Arte.Historia del arte: volumen 1

Autor:© Carlos Javier Taranilla de la Varga

Copyright de la presente edición:© 2014 Ediciones Nowtilus, S.L.

Camino de los Vinateros 40, local 90, 28030 Madrid

www.nowtilus.com

Elaboración de textos:Santos Rodríguez

Diseño y realización de cubierta:Universo Cultura y Ocio

Imagen de portada:Las meninas,oLa familia de Felipe IV,Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. 1656, Museo del Prado, Madrid.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjasea CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com;91 702 19 70 / 93 272 04 47).

ISBN edición digital:978-84-9967-559-6

Fecha de edición:junio 2014

Fecha segunda edición:febrero 2019

Depósito legal:M-16923-2014

Para mi madre, que desde que dejó este mundo

Índice
Prólogo
Introducción
El arte. Concepto
Tipologías artísticas y clasificaciones
1. El arte en la prehistoria, desde las cavernas hasta las aldeas
La aparición del arte en el Paleolítico superior
La primera revolución de la humanidad: el Neolítico y la Edad de los Metales
2. El arte en el Creciente Fértil
Mesopotamia entre el Tigris y el Éufrates
La civilización egipcia en torno al Nilo
3. Extremo Oriente: el exotismo en el arte
La India: epopeya, misticismo y sensualidad
China, el Celeste Imperio
Japón, el Imperio del Sol Naciente
4. El arte precolombino
Introducción
Período lítico
La civilización olmeca, una cultura ceremonial de origen incierto
El período preclásico en los Andes
Período clásico andino
Mesoamérica: Teotihuacán, primer fenómeno urbano
Monte Albán: arte y cultura de la muerte
La cultura maya
Los atlantes toltecas velan en Tula
Los aztecas o mexicas
El Imperio incaico, hijo del Sol
5. El despertar del Mediterráneo
La civilización minoica
Micenas, una sociedad guerrera
6. La Hélade de los héroes y de los dioses
El arte griego a la medida del ser humano
La escultura, fiel reflejo de un mundo mitológico
El helenismo: realismo frente a idealismo
7. El mundo romano
Antecedentes etruscos. Una loba con auténtica piel de cordero
Roma: un arte práctico ante todo
Una escultura presidida por el realismo
El volcán que bajo sus cenizas conservó la pintura
Mosaico y artes suntuarias
8. Arte paleocristiano y bizantino
El arte de los primitivos cristianos
Bizancio, la supervivencia del Imperio romano en Oriente
9. El arte islámico
Solo hay un arte y Mahoma es su Profeta
La mezquita: el edificio por antonomasia
El arte hispanomusulmán: la perla de Occidente es al-Ándalus
10. Las artes durante el oscurantismo altomedieval
Arte bárbaro y arte prerrománico
El románico, «arte de la peregrinación»
11. La renovación cultural de la Baja Edad Media
El cisterciense, todo pureza
Los alardes técnicos del gótico: la catedral, precursora del rascacielos
De lo divino a lo humano: María, abogada nuestra
El polícromo esplendor: códices, vidrieras y retablos
El mudéjar, pervivencia árabe en España
12. Artes del humanismo renacentista
El hombre es la medida de todas las cosas
El quattrocento italiano
La gran fase del cinquecento
Las escuelas del norte
España: del plateresco a la austeridad herreriana
El manierismo
13. El Barroco, arte de la Contrarreforma católica
Concepto estético del Barroco: el arte en el gran teatro del mundo
La influencia del papado en Italia: San Pedro del Vaticano
El Barroco en Flandes y los Países Bajos
Francia: clasicismo monumental
El mundo anglosajón, también clasicista
El Siglo de Oro del arte español
El período rococó, agotamiento de un estilo
El arte colonial hispanoamericano, prolongación del Barroco allende los mares
14. El siglo XIX, los «ismos» del arte
El neoclasicismo, vuelta a la Antigüedad que un volcán sepultara
Goya, un genio a caballo entre dos siglos
El Romanticismo, los sentimientos frente a la frialdad neoclásica
La contrarrevolución: el realismo
Simbolismo y modernismo
Los primeros rascacielos «made in USA»
Impresionismo: fin del ciclo figurativo de la pintura desde las cavernas prehistóricas
La salida desde el postimpresionismo
15. El siglo XX: las vanguardias por la línea roja
El arranque de siglo a través del color
Experiencias geométricas. El cubismo
El futurismo o la exaltación del dinamismo
La abstracción por la línea y el color
«La idiotez pura» (dadaísmo) y el mundo «surreal» (Dalí y Miró)
Realismo social histórico
La arquitectura contemporánea
Experiencias de vanguardia al borde de la línea roja del arte
Fin de un milenio y principio del siguiente
Glosario
Bibliografía

Prólogo

Es algo más que un ensayo sobre la historia del arte universal este libro que el lector tiene en sus manos. Le anticipo que cuando se interne por estas páginas se va a encontrar con una obra madura y acabada, una obra compleja que participa, en dosis sabiamente combinadas, del ensayo histórico, de la crítica de arte y del informe técnico, todo ello en un texto de impecable carpintería expositiva, urdido con la maestría del que sabe y la pedagogía del que sabe explicar.

Decía Mesonero Romanos que para escribir bien de serenos es necesario que un escritor se haga sereno o que un sereno se haga escritor. Le parecía que lo primero era más factible, pero, con todo, el escritor nunca sería buen sereno ni comprendería cabalmente las sutilezas de ese trabajo. Algo así sucede con el ensayo, especialmente en nuestro país. El escritor debe tener tan profundo conocimiento del tema que sea capaz de captar su esencia y de exponerla de manera sencilla e inteligible. No siempre se consigue. Por eso la lectura del libro de Carlos Taranilla resulta doblemente refrescante y remuneradora: no solo explica muchas cosas, con afán totalizador, no solo enseña, sino que también las sabe decir con galanura. Aquí hay, además de mucho trabajo de documentación, estilo y conocimiento de los recursos del idioma.

Pessoa aconsejaba escribir sobre el hueso. Las notas de arte que integran este libro están escritas sobre hueso. Es decir, su autor lejos de andarse por las ramas, como es costumbre, se va al grano y logra un estilo más sustantivo que adjetivo, un estilo que, por su infrecuencia, subyuga al lector y le enseña lo esencial sin marearlo con meandros y circunloquios innecesarios.

Carlos Taranilla puede hacer eso, irse al grano y ofrecernos la quintaesencia de la cosa, porque su conocimiento es tan dilatado que no tiene que rellenar espacios muertos con florituras estilísticas, aunque tampoco renuncia, debido a su formación humanística, a la obra bien escrita, limada, pulida y hasta bruñida como comprobarán los que se adentren en estas páginas.

La otra virtud de Carlos Taranilla, además del estilo, es no haberse contentado con lo que todo el mundo sabe o dice, sino que, remontándose a las fuentes, bebe en ellas y pone a menudo las cosas en su sitio con datos desconocidos o deficientemente interpretados.

Al final la lectura deviene la música de un río ancho y calmo que nos arrastra junto con los objetos que expresan la cultura del mundo hacia un océano apacible de remansadas sensaciones y conocimientos.

Un acierto pleno y una obra que, estoy seguro, va a ocupar un lugar importante en la bibliografía del tema.

Juan Eslava Galán

Introducción

EL ARTE.CONCEPTO

No es sencillo establecer qué se entiende por arte. En principio, se trata de una actividad creadora del ser humano, bien como individuo o bien en el conjunto de un grupo (escuela) o comunidad. No obstante, el arte tiene que responder a premisas universales, que dependen de cada época y se hallan determinadas por factores históricos, sociales, económicos y religiosos. Pero, además, una obra de arte debe cumplir ciertos parámetros: entre otros, la calidad, la innovación u originalidad –es decir, su aportación a la Historia del arte– y, por encima de todas las cosas, la belleza.

Pero ¿qué se entiende por bello? Entramos en otro pequeño gran laberinto para explicar el arte, porque la belleza ha sido uno de los conceptos más discutidos desde que el hombre comenzó a razonar. Según santo Tomás de Aquino, bello es «aquello que agrada a la vista» (quae visa placet), y, desde luego, la belleza no se entendería sin un componente de equilibrio y armonía.

Sin embargo, para los antiguos estetas griegos, lo bello solo podía referirse a aquello que resultaba útil y que por tanto era bueno (kalokagathia). En los tiempos actuales, este concepto se ha desvirtuado y la sociedad de consumo ha hecho de él un uso partidista acorde a los vaivenes de la moda.

Para analizar una obra de arte debemos partir de dos puntos de vista: uno iconográfico y otro iconológico. El primero describe e identifica los elementos que componen la obra; el segundo analiza el contenido y ahonda en el significado de dichos elementos. Ambos son, por tanto, complementarios y resultan imprescindibles para perfeccionar la interpretación de la creación artística.

Respecto a la consideración social del artista, este ha pasado por diferentes situaciones a lo largo de los siglos. Durante la prehistoria, no era más que el encargado de llevar a cabo los diferentes ritos mágicos de los que formaba parte la obra.

En Egipto, salvo alguna excepción –los arquitectos Imhotep o Senenmut–, los artistas eran artesanos que contribuían con su habilidad a plasmar la grandeza y divinidad del faraón.

En la Grecia arcaica, el artista era considerado únicamente como otro trabajador más. Con el clasicismo y, más aún, con el helenismo, su reputación fue aumentando y algunos llegaron a gozar de gran celebridad, aunque los artesanos manuales siempre permanecieron por debajo de los creadores, cuyas manifestaciones no tenían nada que ver con el esfuerzo físico, tales como músicos o poetas. Esta consideración fue la que se mantuvo también en Roma, donde el anonimato de los artistas plásticos fue prácticamente total.

Durante el Medievo, el artista o artesano, por lo general, mantuvo el carácter anónimo y no experimentó ninguna mejoría en su consideración social, más bien al contrario, puesto que la Iglesia primó la valoración de la poesía y la música frente a la pintura y la escultura, cuya expresión visual excitaba el goce de los sentidos.

El Renacimiento ensalzó a los artistas por su valor intelectual, reflejo del humanismo antropocentrista que consideraba al ser humano medida de todas las cosas, opinión que se mantuvo durante el Barroco. En Occidente, la Iglesia y la burguesía influyeron sobremanera en la obra de los artistas, ya que constituyeron su principal clientela.

En el siglo XVIII, con la Ilustración, surge el concepto de lo público y el arte deja de ser patrimonio exclusivo de las colecciones reales para instalarse también en los museos.

Con el Romanticismo, el artista se convierte en un genio pero incomprendido, a veces maldito, bohemio, que sigue su propio camino.

Durante el siglo XX, el artista ha sido considerado desde diversos enfoques: en los antiguos países socialistas fue tenido por un simple elemento productivo, ya que debía orientar su actividad exclusivamente a aquello que resultase útil y comprensible para el pueblo. En el mundo capitalista, los artistas han corrido una suerte diversa: unos gozan de celebridad, otros permanecen en el anonimato; algunos se han integrado en el campo industrial. El arte ha pasado, así, a valorarse también por su aspecto utilitario, dentro de una línea funcionalista que no prima el goce estético o la finalidad política o religiosa, como ocurrió hasta la segunda mitad del siglo XIX, sino el cometido de carácter práctico para el que fue creada la obra.

En los tiempos actuales, el artista ha decidido convertir cualquier actividad en arte, incluso la exposición de su propia persona.

TIPOLOGÍAS ARTÍSTICAS Y CLASIFICACIONES

Tradicionalmente, existen siete artes, también llamadas Bellas Artes, que se clasifican en:

artes espaciales: arquitectura, escultura y pintura;artes temporales: música y poesía;artes espacio temporales: danza y cine.

Otra clasificación distingue entre:

Bellas Artes (con mayúscula) yartes aplicadas, suntuarias, decorativas o artesanales.

También se pueden clasificar en:

artes mayores: arquitectura, escultura y pintura;artes menores: cerámica, orfebrería, miniatura, eboraria, musivaria, ebanistería, glíptica, textil, del cuero.…

Por último, se conocen como artes plásticas aquellas que permiten el modelado, principalmente, la escultura y la pintura.

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El arte en la prehistoria, desde las cavernas hasta las aldeas

Llamamos arte prehistórico a aquel que tuvo su desarrollo durante la etapa anterior a la aparición de los primeros documentos escritos: la prehistoria, que se divide en dos grandes épocas: Edad de la Piedra y Edad de los Metales. La primera abarca un período de más de un millón de años, por lo que pasa a ser la edad más amplia que ha conocido la humanidad. Por su extensión, se clasifica en dos grandes fases: Paleolítico o edad de la piedra tallada y Neolítico o edad de la piedra pulimentada, distinguiendo así los tiempos en los que el ser humano e incluso los primeros homínidos –Australopithecus, Homo habilis, Homo erectus, hombre de Neanderthal– pasaron de únicamente golpear y tallar la piedra a pulirla finamente –Homo sapiens sapiens u hombre de Cro-Magnon–. Cronológicamente, podemos establecer la siguiente periodización aproximada:

Edad de la Piedra (1 500 000-3000 a. C.):

Paleolítico (1 500 000-8000 a. C.):

- inferior (1 500 000-200 000 a. C.)

- medio (200 000-40 000 a. C.)

- superior (40 000-10 000 a. C.)

Mesolítico (10 000-8000 a. C.)Neolítico (8000-3000 a. C.)

Edad de los Metales (3000-400 a. C.):

Edad del Cobre (3000-2500 a. C.)Edad del Bronce (2500-900 a. C.)Edad del Hierro (900-400 a. C.):

- período de Hallstatt (900-500 a. C.)

- período de La Tène (500-400 a. C.)

LA APARICIÓN DEL ARTE EN ELPALEOLÍTICO SUPERIOR

En esta etapa se inscriben las primeras manifestaciones humanas que alcanzan la consideración de trabajos de índole artístico, puesto que hasta entonces únicamente se habían labrado lascas y guijarros de tipo bifaz –es decir, utilizables por ambas caras– con el fin de emplearlos como herramientas cotidianas: cantos rodados, hachas de mano, raspadores, etc. La capacidad mental del nuevo Homo sapiens sapiens permitió desarrollar las habilidades creativas para dar lugar al nacimiento del arte.

Las Venus de la fertilidad

Las primeras muestras artísticas que realizó el ser humano se llevaron a cabo en el arte mueble, es decir, aquel que permite su traslado de un lugar a otro. Muchos objetos, por sus características –realizados con materiales perecederos como arcilla, madera, pieles–, no se han conservado. Sin embargo, aquellos objetos que se realizaron en piedra han llegado a nuestros días. Entre estos, descuellan por su delicada labor una serie de estatuillas femeninas de escaso tamaño (entre 5 y 25 cm) conocidas como las «Venus de la fertilidad», debido a que representan exageradamente los órganos femeninos relacionados con la sexualidad y la reproducción: vulva, vientre, caderas, glúteos, pechos; mientras que el resto del cuerpo presenta un tratamiento poco detenido e incluso inexistente: por ejemplo, los rostros apenas se trabajan o se hace de una manera abstracta. Los mejores ejemplos corresponden a las Venus de Willendorf, Lespugue, Brassempouy o Laussel, esta última está realizada en relieve y lleva en una de sus manos un cuerno que puede relacionarse con la abundancia.

Aparte de su valor estético, constituyen, como ocurre siempre en el arte, una muestra de gran importancia sociológica, ya que indican el papel preponderante que representó la mujer en la sociedad de los tiempos paleolíticos. Estaríamos, por tanto, ante un matriarcado que valoraba la figura femenina porque gracias a ella se perpetuaba la especie y, al igual que cada año brotaba la primavera y se renovaba la naturaleza alrededor de la tribu, nacían nuevos miembros que aseguraban la supervivencia del grupo, lo que compensaba la alta mortalidad existente. Por tanto, puede establecerse un paralelismo entre la fertilidad femenina y la de la tierra madre; así quisieron valorarlo aquellas gentes primitivas.

Todas estas estatuillas corresponden al final de la cultura auriñaciense –cuya denominación procede de la localidad de Aurignac, en el Alto Garona (Francia)–, y continuaron tallándose durante el gravetiense, y el solutrense, hace aproximadamente entre 20000 y 24000 años.

Útiles y pintura mágico rupestres

Como hemos apuntado anteriormente, los primeros instrumentos creados por los hombres prehistóricos fueron simples cantos rodados o guijarros. Durante el Paleolítico superior, con la aparición del Homo sapiens sapiens y el hombre de Cro-Magnon, el ser humano evolucionado aprendió a tallar, además de la piedra, materiales como el hueso o el asta de reno, ciervo y bisonte para fabricar toda clase de utensilios: arpones, lanzas, puntas de flecha, agujas, anzuelos, raspadores, buriles, imprescindibles para la vida cotidiana en un medio siempre hostil.

Aparecieron también los símbolos de poder, como el bastón de mando, del que tenemos uno de sus mejores ejemplos en el encontrado en la cueva de El Castillo (Cantabria). En el mismo sentido, surgieron las obras artísticas con finalidad tanto estética como mágico religiosa; así lo podemos ver, por ejemplo, en la elaboración de adornos personales como pulseras o collares y en el bisonte con la cabeza vuelta hacia atrás de La Madeleine (Francia). El ser humano, siempre a merced de la naturaleza, la imitaba, pues creía –se supone– que las fuerzas sobrenaturales que la gobernaban serían favorables si las tenían presentes. Junto a dichos objetos se observan asimismo algunos instrumentos de tipo musical, como tambores y flautas, seguramente para intervenir en la celebración de los rituales.

En este sentido se inscribe la realización de la pintura parietal o rupestre, así llamada por ejecutarse sobre las paredes de las rocas, casi siempre en el interior de las cuevas que servían de cobijo, especialmente cuando se desataban los rigores de la intemperie. Estas pinturas comenzaron a aparecer durante la cultura auriñaciense, pero se desarrollaron especialmente en los períodos solutrense (25000 años) y magdaleniense (20000-15000 años).

El área de expansión de la pintura rupestre se extiende desde la cornisa cantábrica hasta el sur de Francia, de ahí que se conozca con el nombre genérico de escuela franco-cantábrica.

Las técnicas empleadas consisten en aplicar la pintura –elaborada a base de tintes vegetales, óxido de hierro, carboncillo, grasa y sangre– directamente sobre la roca por medio de un pincel fabricado con pelos de animales. Los colores básicos son el ocre y el rojo, encerrados generalmente por gruesos trazos negros; constituyen, por tanto, figuras polícromas o de varios colores.

Respecto a la temática, esta se ciñe exclusivamente a animales aislados que, aunque se observan en abundancia, no constituyen una escena conjunta. No aparece prácticamente nunca la figura humana, excepto en algún caso como la cueva de El Castillo (Cantabria), aunque con un aspecto muy esquemático que, curiosamente, la pone en relación con las pinturas levantinas que más adelante se comentarán. Estas figuras tienen, además, sus rasgos encubiertos por atributos animales: bisonte erguido con patas humanoides o animal con patas de caballo y cabeza de mono, que aluden, según se cree, a la representación del brujo o hechicero de la tribu. Por tanto, salvo en las escenas en las que se representan manos –tanto derechas como izquierdas– y las citadas figuras humanoides, la mayor parte de la temática es la de tipo animalístico.

En cuanto a su interpretación, sobre la que se han propuesto diversas teorías, lo más probable es que la finalidad que perseguían estos conjuntos fuera el sentimiento mágico de favorecer la caza, pensando que cuanto más abundaran los animales en las paredes de sus cuevas, más fácil resultaría capturarlos en el exterior. Pero también caben otras posibilidades interpretativas, por ejemplo, que el hecho de pintar estos animales se debía a que se consideraban como dioses, ya que les proporcionaban el alimento necesario para subsistir. El ser humano, a lo largo de su historia, siempre ha venerado lo que ansía, y, en este sentido, ha representado siempre sus divinidades. Hay también otra explicación más simple: los animales serían nada más que un motivo decorativo en el interior de sus grutas, o sea, tanto les tenían in mente, que pintaban aquello que les era familiar. Sea como fuere, todas estas no son más que especulaciones, porque como hemos dicho al principio, durante la prehistoria el ser humano no escribió nada; nada, por tanto, pudo dejarnos explícito para la posteridad, salvo sus imágenes, cuyas mil palabras tenemos nosotros ahora que saber interpretar.

Los mejores ejemplos de arte rupestre se hallan en la cueva de Lascaux (Francia) y en la de Altamira (Cantabria). Respecto a la primera, sus pinturas presentan aún una deficiente ejecución técnica, en el sentido de que las figuras muestran una evidente desproporción anatómica y microcefalia (cabezas muy pequeñas en comparación con el resto del cuerpo), una deficiente captación del movimiento, así como falta de volumen, entre otros rasgos. El investigador francés Leroi-Gourhan, que estudió toda la pintura prehistórica a lo largo de cinco etapas evolutivas, ha clasificado este conjunto en el estilo III, correspondiente al período solutrense y magdaleniense inferior.

Las cuevas de Altamira, descubiertas en 1868, representan la cumbre de la pintura prehistórica. Son de época magdaleniense medio y superior y corresponden al estilo IV, que es la perfección. En principio, las pinturas de Altamira no fueron aceptadas por auténticas, especialmente por la crítica francesa, ya que ello suponía dejar las de Lascaux en segundo plano. Aducían que su elevada perfección técnica no solo las alejaba de los tiempos prehistóricos, sino que eran una burda creación del momento en el que se descubrieron. Sin embargo, el tesón de su descubridor, el ingeniero cántabro Marcelino Sanz de Sautuola, y de otros investigadores hizo que la verdad se impusiera con el tiempo, algo que lamentablemente Sanz de Sautuola no llegaría a conocer. Las pinturas de Altamira recibieron por su maestría el calificativo de «Capilla Sixtina del arte cuaternario», que alude a la última de las eras geológicas; aunque, en realidad, sería más correcto dejar el calificativo en «paleolítico» o «prehistórico», si se quiere, pues la era cuaternaria, que abarca más de un millón de años, no tuvo más producción artística anterior, como sabemos, que la realizada durante el Paleolítico superior.

La perfección técnica de estas pinturas es admirable: impecable captación del movimiento, minucioso tratamiento anatómico –aprovechando incluso las rugosidades y hendiduras de la roca para acentuar el volumen y el realismo–, tridimensionalidad, escorzos magníficamente realizados. Respecto a su policromía, se basa en los colores ocre y rojo junto con gruesos trazos en negro que marcan los contornos. Nunca componen escenas conjuntas, característica propia de toda la pintura paleolítica, y principalmente se representan bisontes, a veces en carrera e incluso mordiendo el polvo; destaca además la Gran Cierva, uno de los mejores ejemplos de naturalismo de toda la pintura universal a pesar de realizarse con aquellos medios rudimentarios.

En las cercanas cuevas de Puenteviesgo –El Castillo, Las Monedas, Las Chimeneas y La Pasiega–, así como en la asturiana de Tito Bustillo –que recibe este nombre en homenaje al montañero que la descubrió poco antes de fallecer–, existen también numerosos ejemplos de pinturas de ciervos, renos, caballos, bóvidos, bisontes, aunque en tonos monocromos (un solo color) o bicromos (ocres, rojos o negros), de los que se realiza solamente su silueta, sin colorear el interior. Los únicos retazos humanos se pueden observar –además de los casos antes citados de la cueva de El Castillo– en las pinturas de manos, tanto diestras como siniestras –siempre con todos sus dedos representados, mientras que en algunos ejemplos del vecino país figuran con una falange cortada–, que se realizaron a través de dos sistemas: positivo o negativo. El primero consiste en aplicar la mano manchada de pintura directamente sobre la pared; y el segundo en colocarla sobre el muro y siluetearla posteriormente, aerografiarla, como hemos hecho todos alguna vez con las nuestras. Su significado ha vuelto a destapar el baúl de las posibilidades: ¿son las manos del jefe de la tribu? ¿Son las de un artista? ¿Son las de cualquier anónimo que simplemente pasaba así el rato? La duda quedará siempre por resolver.

Los signos de tipo abstracto se han agrupado bajo el calificativo de ideomorfos. Entre ellos, los puntiformes y tectiformes –compuestos por una serie de puntos en una o varias hileras junto con líneas en forma rectangular o bien dibujos acampanados combinados con otros de tipo arboriforme– han sido objeto de múltiples interpretaciones, pues se ha llegado a hablar incluso de que representan extraterrestres. La explicación más lógica, no obstante, es la apuntada por investigadores de talla –como el citado Leroi-Gourhan– que hablan de temática sexual, identificando los bastones con miembros masculinos mientras los dibujos redondeados aludirían a los caracteres sexuales femeninos.

Para terminar este largo pero importantísimo capítulo de la pintura prehistórica, tenemos que andar el tiempo y la geografía de la península ibérica y trasladarnos hacia el Levante y el sur de Cataluña en los tiempos mesolíticos, es decir, hacia el 10 000 a. C. A partir de ahora ya debemos especificar si la cronología es antes o después de nuestra era, ya que los 2000 años del nacimiento de Cristo representan un tiempo apreciable; no así cuando hablábamos de más de 20 000 años, en los que dicho período queda diluido.

La pintura levantina, así genéricamente denominada, es radicalmente distinta a la franco-cantábrica, no solo por su cronología, sino por su estética, su técnica y su temática. Se trata siempre de figuras en movimiento de tipo esquemático, realizadas en un solo color (ocre o negro), o sea, monocromas, y representan escenas de caza o danza, pero siempre de manera conjunta, en grupo, por lo que todas las figuras que componen la obra participan de la misma narración. Y lo que es muy importante: por primera vez aparece la figura humana formando parte de las escenas, que por supuesto guardan un gran sentido tanto mágico religioso –tendente a favorecer la caza–, como narrativo, ya que o bien se representan temas de caza de animales o bien danzas rituales en torno a un animal muerto. Las figuras masculinas y femeninas se distinguen ya, además de por su anatomía, por su indumentaria, tal como se aprecia en las pinturas de la cueva de Cogull (Lérida), hacia 6000-6500 a. C. Otros ejemplos pueden verse en Valltorta (7000 a. C.), o cueva Remigia (6000 a. C.), ambas en la provincia de Castellón.

En la época neolítica, al dejar las grutas como lugar de refugio y pasar de una vida nómada a una sedentaria en poblados y aldeas, la pintura rupestre se fue abandonando, por lo que la mayoría de los restos hallados de este período son de menor importancia y de temática casi siempre abstracta, junto con algunas representaciones humanas de carácter esquemático, en las que pueden verse personas cazando o recolectando plantas, miel de una colmena, etc., además de figuras danzando.

LA PRIMERA REVOLUCIÓN DE LA HUMANIDAD: ELNEOLÍTICO y laEDAD DE LOSMETALES

Hacia el IX milenio, se produjeron una serie de cambios en la organización humana a consecuencia principalmente de la estabilización climática que tuvo lugar a finales del período paleolítico y de la última glaciación, llamada Würm.

Los seres humanos abandonan las cavernas y comienzan a asentarse en las orillas de los ríos y lagos, construyendo chozas alrededor de las que, por observación directa sobre la germinación de la propia naturaleza –especialmente las mujeres, puesto que los hombres acudían a la caza–, comienzan a sembrar algunas gramíneas, lo que dio lugar al nacimiento de la actividad agrícola.

El ser humano se torna sedentario y abandona la vida nómada y depredadora. Al mismo tiempo, los animales silvestres, quizá por necesidad, ya que encontraban alimento en los desperdicios de los poblados, inician su autodomesticación y con ello se irá desarrollando la ganadería. Las primeras experiencias tuvieron lugar en el poblado de Chatal Huyük (Asia Menor).

Asegurada la manutención del grupo con estas actividades económicas, surge la especialización del trabajo, pero también el ocio y el tiempo libre, que aprovechan los aficionados a las tareas creativas para desarrollar labores artísticas. Muchas de ellas lo fueron también por necesidad, no solo a consecuencia de rituales o persiguiendo el puro placer visual. Nos referimos a labores imprescindibles para el desarrollo de la vida cotidiana, como la cestería, el tejido y, sobre todo, los primeros trabajos en madera y barro, necesarios para la elaboración de recipientes con el objeto de contener líquidos, tanto agua como vino, aceite, etcétera.

De este modo, aparecen los primeros alfareros que empiezan a fabricar vasijas, aunque de una manera lenta hasta la invención del torno. En el exterior del recipiente se comenzarán a plasmar motivos decorativos, siendo estos de carácter geométrico, realizados sobre la arcilla aún blanda con la concha de un molusco denominado cardium, por lo que el conjunto de piezas se conocerá como cerámica cardial. Por su diseño, cobrarán auge las piezas en forma de campana, típicas del Neolítico hispano, que se extenderán por gran parte del continente hacia el V milenio, lo que dio lugar a lo que se ha venido en llamar «primer imperio español».

La arquitectura megalítica y el príncipe cuyo amor le exigió un imposible

A fines de la época neolítica, rayando con la Edad del Bronce, y en ocasiones superpuestas ambas, se desarrollaron una serie de construcciones que por el tamaño gigantesco de sus piedras se conocen como arquitectura megalítica, término de etimología griega (mega: ‘gigante’; litos: ‘piedra’). En general se trata de edificaciones con marcado carácter ritual, algunas de tipo funerario y otras relacionadas con la observación del firmamento, siempre presididas por el sentimiento supersticioso de quienes ni entendían ni podían dominar las fuerzas de la naturaleza, tanto las relacionadas con la vida como con la muerte.

A estas construcciones corresponden los siguientes monumentos:

Menhires, que consisten en una gran pieza vertical enclavada directamente en el terreno. Cuando se hallan dispuestos en hilera, reciben el nombre de alineamientos.Dólmenes, que constan de dos variantes:

– de mesa, compuestos por dos grandes piezas verticales y una superior que las corona, de ahí el nombre;

– de corredor, consistentes en un gran pasillo subterráneo que conduce a una cámara semicircular en la que se disponían los sarcófagos: el mejor ejemplo se halla en la cueva de La Menga (Antequera, Málaga).

Trilitos, que, como su nombre indica, consisten en una pieza horizontal sujetada por tres verticales a modo de patas.Crómlechs, compuestos por agrupaciones de dólmenes y menhires dispuestos en círculo y relacionados con el culto solar. El mejor conservado es el de Stonehenge (Inglaterra), del que se cree que era un observatorio desde donde se preveían los eclipses y se elaboraban calendarios. El círculo exterior está formado por enormes piedras de unas veinticinco toneladas de peso cada una y el interior por otras de mayor tonelaje. Se transportaron utilizando la fuerza humana y animal desde una colina situada a veinticinco kilómetros y también desde el sur de Gales, por el sistema de arrastre sobre rodillos de madera, ya que aún se desconocía la rueda.

Crómlech de Stonehenge, en Inglaterra (3100-2400 a. C.). Megalito formado por dólmenes y menhires dispuestos en círculo. Posiblemente, era un observatorio astronómico para predecir eclipses. Foto: Laura Sánchez.

Relacionados con este tipo de construcciones por sus piedras también de gran tamaño, se desarrolló a fines del II milenio a. C. en las islas Baleares la denominada cultura talayótica. En principio esta cultura se relacionó con los llamados Pueblos del Mar, pero hoy en día se cree que procede de una evolución interna. La denominación del archipiélago proviene de los famosos honderos o balears, que por su extraordinario manejo de la honda fueron reclutados por los griegos e incluidos asimismo en las legiones romanas. Se dice que los padres habituaban a sus hijos colocándoles la comida en lo alto de un árbol para que tuvieran que procurársela a base de su propia habilidad y tino. La denominación de esta cultura procede del monumento más característico: el talayote, junto con la taula y la naveta.

Talayote de Torre d’en Gaumés, en Menorca. Construcción de carácer defensivo de forma troncocónica con la entrada en la parte inferior, hoy inapreciable. Foto: Isabel Robles.

Los talayotes son típicos de las islas Gimnesias (Mallorca y Menorca), así llamadas por los griegos, ya que a sus habitantes, por carecer de equipo militar, se les denominaba gimnetas (‘desnudos’ de armas). Consisten en construcciones defensivas de forma troncocónica con la entrada situada en la parte inferior. En Mallorca destacan los de Son Serra y Ses Paisses; y en Menorca los de Trepucó y Torre d’en Gaumés.Las taulas están formadas por dos grandes bloques de piedra, uno vertical y otro horizontal, dispuestos en forma de T. El nombre procede de su parecido con una mesa (taula, en catalán), y posiblemente se usaban como altar de culto. Forma parte de un santuario que tiene planta de herradura, en cuyo centro se sitúa el monumento. Los mejores restos se conservan en la isla de Menorca: Torre Trencada, Torre Llafuda, Trepucó, Torrauba d’en Salort, Talatí de Dalt.

Taulas de Talatí de Dalt y Trepucó, en Menorca. Compuestas por dos grandes bloques de piedra dispuestos en forma de T, seguramente se utilizaron como altar de culto. Fotos: Isabel Robles.

La naveta, así llamada por su construcción trapezoidal en forma de nave invertida con la entrada por la parte frontal, posee un carácter funerario, pues en su interior se halla una cámara de enterramiento precedida de una antecámara o un corredor y, en algunos casos, también de una segunda cámara superpuesta. El ejemplar mejor conservado es la Naveta des Tudons, en Menorca, inacabada. Según una antigua leyenda, la isla se hallaba dividida en dos reinos, en uno de los cuales habitaba una princesa de la que se enamoró el príncipe del reino vecino. Pero ella le exigió que antes de la boda construyera, con sus propias manos y sin ayuda de nadie, el edificio que les serviría de hogar. Afanoso y enamorado, el príncipe se puso manos a la obra con tanto denuedo que cuando la naveta ya casi estaba finalizada y solo faltaba colocar la última piedra, le fallaron las fuerzas y esta se le vino encima matándole. El que iba a ser su hogar se convirtió en su tumba sempiterna, por lo que se explica así el carácter funerario que tuvieron estas construcciones. Todavía hoy, puede observarse el monumento, como se ve en nuestra reciente fotografía, con la última piedra sin colocar en el edificio, alimentando leyendas y supersticiones, a las que nunca ha sido ajeno el arte como creación humana.

Naveta des Tudons, en la isla de Menorca (h. 2000 a. C.). Construcción de carácter funerario, cuya denominación procede de su característica forma de nave invertida. Foto: Isabel Robles.

Puesto que se trata de edificios funerarios, se relacionan obviamente con el culto a los muertos y la vida de ultratumba, así como con la creencia en seres sobrenaturales, asociada a prácticas y ritos como la descarnación de cadáveres, para los que podían existir chamanes especializados.

En la península destaca el poblado de Los Millares, en Almería, que conserva un recinto fortificado con doble muralla, así como distintos enterramientos con ajuares, que reflejan una organización social.

A la Edad del Bronce, también en el sureste de la península ibérica, corresponde la cultura de El Argar, en la que se aprecia la evolución de los poblados hacia las primeras ciudades. Se han hallado diademas y empuñaduras en oro y plata, así como las denominadas copas argáricas, enterramientos individuales que dan fe de una organización social definida. En la zona manchega aparecen las motillas, construcciones de carácter defensivo. En la submeseta norte, destaca el poblado de Las Cogotas (Ávila).

Las damas del arte ibérico

El arte ibérico o celtibérico fue desarrollado por un conjunto de tribus que habitaron hacia el centro, este y sur de la península ibérica coincidiendo con la Edad del Hierro y que los griegos agruparon bajo la denominación de iberos, en alusión seguramente al río Ebro. No obstante, desde el punto de vista geográfico, podemos considerar arte celtibérico aquel que se desarrolló en dos áreas principales:

norte y oeste de la península, de mayor influencia celta y centroeuropea;mediterránea, de gran influencia grecopúnica.

A esta última corresponden las manifestaciones propiamente llamadas ibéricas. En arquitectura destacan los restos del santuario de Osuna y las necrópolis integradas por múltiples tumbas como las de Tútugi (Granada) y Tugia (Jaén). En la escultura es donde se han hallado los restos más importantes: la Bicha de Balazote –una esfinge con cabeza humana barbada y cuerpo de toro–, y un grupo de esculturas femeninas –conocidas como Damas– en las que se practicaba una cavidad en la espalda para colocar las cenizas del difunto en su interior. Entre ellas debemos citar la Gran Dama Oferente del Cerro de los Santos –en pie y portando una especie de cáliz entre sus manos–, la Dama de Baza –sedente como una diosa en su trono, espléndida aún de policromía– y la impresionante Dama de Elche, símbolo por excelencia del arte ibérico, que volvió a nuestro país después de una penosa salida a causa de la ignorancia de quienes por accidente la encontraron. Se trata de una figura de medio busto, que también conserva aún su colorido, ricamente adornada con un tocado muy similar al que lucen actualmente las falleras valencianas y que exhibe una expresión solemne como las estatuas griegas de época clásica, mostrando así la influencia traída por los colonizadores helenos.

En general, junto con otros exvotos en barro, bronce o hierro, estas obras constituyen una muestra del carácter religioso de estos pueblos, ya que se hallan relacionadas con el culto a los difuntos. Existen también diversas figuras de guerreros en relieve y bulto redondo, además de armas como la falcata o típica espada ibérica. Andando el tiempo, Picasso sería uno de los primeros revitalizadores del arte ibérico.

En la zona norte y oeste de la península destacan los restos del arte celta, pueblo que desconocía la escritura, lo que dificulta su estudio. Descuellan los poblados fortificados –citanias y castros– como el de Santa Tecla (Pontevedra) y Briteiros y Sabroso (ambos en Portugal). En la meseta se hallan los toros de Guisando, en El Tiemblo (Ávila), toscas representaciones de animales que podían tratarse de deidades protectoras del ganado. Los celtas destacaron especialmente en el campo de la orfebrería, del que se conservan distintos torques o collares, así como empuñaduras de armas.

Dama de Elche, pieza cumbre del arte ibérico (h. siglo V a.C.), cuya expresión solemne de labios aún polícromos recuerda la influencia del arte griego clásico, que se manifestaría a través de las colonias del Levante peninsular. Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

En cuanto a los enterramientos, deben citarse los campos de urnas –en las que se guardaban las cenizas de los cadáveres, lo que nos habla de la práctica de la incineración–, extendidos por gran parte de Europa y del noreste de la península ibérica, de finales de la Edad del Bronce y principios de la del Hierro.

No queremos terminar este capítulo sin mencionar la cultura de Tartessos, que se desarrolló en la cuenca del Guadalquivir, entre los siglos VIII-III, con su mítico rey Argantonio, la primera estructura urbana de Occidente, ya citada en la Biblia en el Cantar de los Cantares del rey Salomón –«[…] guarnecidos de piedras de Tarsis»–, lo que indica la prosperidad y la fama de la que este territorio debió de gozar, aunque se desconoce su emplazamiento concreto. Los restos mejor conservados son los tesoros de El Carambolo (Sevilla) –formado por 21 piezas de oro de 24 quilates– y Aliseda (Cáceres), cuya pieza más destacada es un cinturón en el que figura la lucha del héroe sumerio Gilgamesh contra un león, mostrando las relaciones de este reino de la península ibérica con el cercano Oriente.

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El arte en el Creciente Fértil

MESOPOTAMIA ENTRE ELTIGRIS Y ELÉUFRATES

La región de Mesopotamia se halla situada entre los ríos Tigris y Éufrates; su denominación, de origen griego, significa precisamente «en medio de ríos». Forma parte, junto con el valle del Nilo, del área conocida como Creciente Fértil debido a su figura geográfica de luna creciente. Fue cuna de importantes civilizaciones como la sumeria al sur y la acadia al norte. Sobre la primera se establecería, posteriormente, el Imperio babilónico, mientras que el asirio lo hizo sobre la segunda. El territorio fue ocupado más tarde por los persas, hasta que Alejandro Magno lo conquistó (s. IV a. C.) y, finalmente, se incorporó al Imperio romano. Sus etapas históricas son las siguientes:

En el III milenio a. C., los sumerios se organizaron en ciudades-Estado gobernadas por patesis o reyes sacerdotes. Las principales fueron Ur, Uruk, Lagash y Mari.Hacia el año 2330 a. C., el rey acadio Sargón conquistó las ciudades sumerias y fundó un breve imperio, que desapareció hacia 2150 antes de Cristo.En torno al año 1800 a. C., el rey Hammurabi de Babilonia se impuso a todos los demás y creó el primer Imperio babilonio.Entre 1530-1200 a. C., primero, y de 932 a 612 a. C., posteriormente, los asirios dominaron Mesopotamia y fundaron un imperio en el que destacaron los monarcas Asurnasirpal, Salmanasar V, Sargón II y Asurbanipal.En el año 612 a. C., el rey caldeo Nabucodonosor II, hijo de Nabopolasar, que fue el fundador del Imperio neobabilónico, conquistó Nínive, capital de Asiria.En el año 539 a. C., Ciro el Grande, rey de los persas, conquistó toda Mesopotamia, que caerá en poder de Alejandro Magno en el 331 a. C. y, tres siglos más tarde, formará parte del Imperio romano.

El arte sumerio. El estandarte de la victoria

Las primeras muestras del arte sumerio son vasos, placas decoradas con relieves y esculturas exentas de pequeño tamaño, realizadas tanto en piedra como en metal, que exaltan la majestad del gobernante a través del tamaño jerárquico, esto es, de mayor envergadura que el resto de los personajes. Entre ellas, encontramos las del patesi Gudea de Lagash (h. 2200 a. C.), unas de cuerpo entero, otras sedentes, que muestran tipos rechonchos, con los ojos muy exagerados y la clásica sonrisa arcaica, expresionistas, de torso y pies desnudos, con los dedos entrelazados, vestidas con túnica en cuyo faldellín constan inscripciones cuneiformes; algunas fueron labradas en basalto, otras en diorita negra, rocas muy duras, por lo que se han conservado perfectamente. Otras figuras sedentes, con torso desnudo, faldellín de plumas, cabeza rapada y rostro barbado muy expresionista (grandes ojos desorbitados), representan personajes principales, como la del intendente Ebih-il, cuyas manos se unen a la altura del pecho en señal de majestad. Habían sido restauradas, pero en el transcurso de la guerra de Irak de 2003 muchas sufrieron importantes destrozos a causa del pillaje en el Museo de Bagdad.

Entre las placas, hacia mediados del III milenio, se encuentra la estela de Ur-Nammu –en la que el rey aparece sometiendo al enemigo y como constructor del país–, la estela de los Buitres –así llamada porque bajo los pies de los soldados aparecen los cadáveres de los enemigos, a los que se acercan perros y buitres– y el bajorrelieve de Ur-Niná, que representa en su parte superior la construcción de un templo, mientras que en la inferior se muestra la ceremonia de consagración del mismo; el monarca aparece sedente, con tamaño jerárquico y no hay perspectiva tridimensional.

A esta época (comienzos del III milenio), pertenece el estandarte de Ur (h. 2700 a. C.) en el que se narran los hechos de uno de los patesis o reyes sacerdote de la ciudad. Se trata de una caja de mármol, marfil y lapislázuli, labrada por sus dos caras: en una se representa la batalla y en otra la paz. Las escenas deben leerse de derecha a izquierda y de abajo a arriba, porque así es como escribían los sumerios. Las figuras se hallan dispuestas horizontalmente en diversos registros, la fila superior está ocupada por el grupo social dirigente y, además, el rango de los personajes se representa por el tamaño jerárquico, así como por la vestimenta: los vencedores van ataviados con ropas elegantes mientras que los vencidos se hallan harapientos e incluso desnudos.

Una de las dos caras del estandarte de Ur (h. 2700 a. C.), en la que se representa la victoria de los sumerios frente a sus enemigos.Láminas de conchas de moluscos, lapislázuli y marfil. Museo Británico de Londres.

En la primera cara se representa un banquete festejando la victoria. En la segunda cara, en la franja inferior, se desarrolla el combate: se ven los carros de guerra y los enemigos que han sucumbido. En la franja intermedia desfilan los prisioneros conducidos por sus vencedores vestidos de gala; y en la tercera y última, en el centro, aparece el monarca con los vencidos a un lado y sus soldados al otro. Las figuras se disponen en simetría traslatoria o procesional e isocefalia, es decir, todas las cabezas están a la misma altura. Los rostros muestran un gran expresionismo que se manifiesta en sus ojos exagerados, uno en cada cabeza. Esta pieza constituye un valioso documento histórico, pues nos ha transmitido una muestra auténtica de la indumentaria y las costumbres de su época.

La torre escalonada hacia el cielo

En arquitectura, los materiales empleados fueron el adobe y el ladrillo, por lo que apenas han llegado más que algunos restos hasta nosotros. Para embellecer los edificios se revistieron de azulejos esmaltados, decorados muchas veces con imágenes de animales fantásticos. Entre sus aportaciones, destaca la disposición de piezas radialmente, con lo que surgen por vez primera elementos constructivos basados en la línea curva: el arco y su proyección en el espacio, la bóveda.

La construcción por excelencia fue el zigurat, torre escalonada en cuya cima se levantaba el templo dedicado a la divinidad, que hacía también las veces de observatorio astronómico. Uno de los más importantes fue el de la ciudad de Ur, del que aún se conservan los restos del primer piso. Tenía más de veinte metros de altura y en su cima se hallaba el santuario del dios lunar Nanna, protector de la ciudad; el acceso se realizaba a través de una escalinata principal, a la que se unían otras dos secundarias en la primera planta. Los sumerios llamaban a su zigurat la «casa del fundamento del cielo y de la tierra», expresión que simbolizaba la unión de los seres humanos con la divinidad celestial.

Estas construcciones escalonadas, que se levantaban a base de plataformas superpuestas, guardan paralelismo con algunas pirámides egipcias, como la del faraón Zoser de la III dinastía (2686-2613 a. C.). La gran diferencia entre ambos monumentos reside, además de en el plano constructivo –puesto que las obras egipcias se rematan en vértice–, en el aspecto simbólico, sobre todo, ya que en Mesopotamia su función era de tipo religioso, al estar coronado el conjunto por un templo dedicado a la divinidad, mientras que en Egipto el único cometido era de tipo funerario, dedicadas a enterramiento. Sí guardarían los zigurats mesopotámicos relación por su finalidad religiosa con los teocallis mayas y aztecas del Nuevo Continente –un tipo de construcción del que hablaremos en el capítulo correspondiente–, ya que allí también estaban presididos por un templo. No obstante, existe una diferencia notable, ya que los precolombinos sirvieron también de tumba a distintos soberanos mientras que los mesopotámicos solamente fueron lugar de culto y observación astronómica. Por ser estos muy anteriores en el tiempo, deberían haber influido sobre los americanos, pero los contactos nunca se han probado, y establecerlos fuera de la ciencia ficción resulta imposible.

En el país de Akkad, situado en la Mesopotamia central, hacia 2300-2150 a. C., se desarrolló un arte más tosco, del que se han conservado pocas piezas exentas (algunos rostros muy expresionistas, como la cabeza de Sargón, que fue el fundador del imperio); la mayoría, por desgracia, se perdieron o deterioraron gravemente durante la referida guerra de Irak, en 2003, entre ellas, las doce tablillas de la Biblioteca de Asurbanipal que contenían el Poema de Gilgamesh (h. 2000 a. C.), considerado la narración escrita más antigua de la historia, que trata sobre las aventuras de este mítico rey-héroe, que probablemente vivió cerca del año 2600 a. C., y su amigo Enkidú, así como de un episodio similar al diluvio universal al que se refiere la Biblia.

La obra artística más importante de este período es la estela de Naram-Sin, en la que se representa en relieve al rey acadio victorioso ante los enemigos, que sucumben a sus pies. Estéticamente, presenta una adaptación de las figuras al esquema de marco (el artista anónimo buscó acoplarlas dentro del espacio existente), el tamaño jerárquico (el rey más grande que el resto de los personajes), la introducción del paisaje y la consecución del movimiento por medio de las posturas, en las que se aprecia cierta tendencia dinámica. El motivo solar, en la cima de la obra, representa el contacto entre el rey –con casco astado, símbolo de poder, y tres tipos de armas– y la divinidad.

El código que paga con la misma moneda

Durante el II milenio, destaca el arte desarrollado en la ciudad de Babilonia. El nombre, dado por los griegos, procede del acadio Bab-ilani: ‘puerta del cielo’. Los sumerios la llamaron Kadin-Gi-Ra: ‘puerta de dios’.

Entre los escasos restos que se conservan, debido a que el material más empleado fue el barro cocido, poco consistente, la obra principal es una pieza escultórica, en basalto, de más de dos metros de altura, conocida como estela de Hammurabi, famoso rey que fue contemporáneo del patriarca hebreo Abraham, hacia 1790-1750 a. C. según diversas cronologías, cuya labor fundamental fue el Código de Leyes que lleva su nombre y que figura grabado en dicha estela. En la parte superior, entre representaciones del Sol y la Luna, aparece el soberano de pie ante la figura sedente del dios Samash –con tiara de cuernos, símbolo de poder–, que le hace entrega del rollo que contiene la legislación –compuesta por 282 artículos escritos en caracteres cuneiformes–, en la cual se establecía, en materia penal, el pago con la misma moneda, o sea, la famosa Ley del Talión: «ojo por ojo y diente por diente», que aún hoy rige como costumbre en algunas partes de Oriente. En su virtud, cuando se infligía algún daño al prójimo, se recibía en castigo una sanción equivalente al perjuicio causado; por ejemplo, si el delincuente había quemado la casa de la víctima, se incendiaría la suya; si le había privado de un ojo, una mano o cualquier otra parte del cuerpo, se le amputaría a él la misma.

Junto a esta vengativa ley, se establecieron diversos derechos civiles de cierta modernidad (viudedad, orfandad) y mercantiles (la cuantía de los salarios o el interés prestatario, que alcanzaba el 38 %).

Asiria: toros alados y bajorrelieves de caza y guerra

En cuanto al arte asirio, desarrollado a partir del III milenio a. C., el período de esplendor se halla entre los siglos X-VII a. C., fundamentalmente en las ciudades de Assur, Nínive y Khorsabad.

Estela de Hammurabi (h. 1750 a. C.), con la representación del monarca recibiendo el código de leyes de manos del dios Samash, sedente, con falda de volantes. Diorita negra. Museo del Louvre, París.

Entre sus restos artísticos de carácter arquitectónico, sobresalen los palacios monumentales, edificados en materiales frágiles pero ricamente decorados con ladrillos esmaltados, como el de la última ciudad mencionada, en el que pueden observarse los lamasu o toros alados androcéfalos de cuarenta toneladas de peso y más de cinco metros de altura –con cabeza humana barbada, cinco patas y alas aquilinas–, así como genios alados protectores –de cuerpo humano y cabeza de ave rapaz–, a modo de guardianes ante las puertas.

En el campo escultórico, se conservan diversos relieves y figuras de bulto que representan a reyes guerreros o en escenas de cacería, en las que cobran todo el protagonismo y, siguiendo las costumbres propias de la civilización asiria, de carácter rudo y belicoso, exaltan la fuerza y el coraje. Destacan las imágenes de Asurbanipal (s. VII a. C.), que aparece con la típica barba recta en una estética de hieratismo, expresionismo, frontalidad, falta de perspectiva, y volumen.

La gran pieza en bajorrelieve es la Leona herida (Nínive, s. VII a. C.), por su crudo realismo, apreciable en el esfuerzo que hace para arrastrar las patas traseras, paralizadas por una flecha incrustada en su columna vertebral. El rugido de la fiera parece escucharse contemplándola: se conserva en el Museo Británico londinense.

Babilonia: una de las siete maravillas del mundo antiguo

La última etapa importante del arte babilónico se desarrolla durante el reinado de Nabucodonosor II (605-562 a. C.), hijo del rey Nabopolasar, que había vencido a los asirios y conquistado su capital, Nínive.

En este tiempo, los restos artísticos hallados se centran en el embellecimiento de la ciudad con el fin de mostrar el esplendor del imperio y la majestad y el poder del monarca. Se construyen en ladrillo las dos líneas de murallas que rodeaban la ciudad, divididas por ocho monumentales puertas de acceso, cada una dedicada a una divinidad. La más importante es la puerta de Isthar, decorada en azul intenso con representaciones a tamaño natural de leones y animales fantásticos (toros alados, dragones), realizados en ladrillos esmaltados de tonalidades verdes, azules y amarillas.

Desde esta puerta nacía la «Vía Sacra», que terminaba en el templo del dios Marduk, principal divinidad babilónica; incluía el palacio real y el zigurat o Etmenanki, definitivamente identificado con la mítica torre de Babel.

La otra obra importante de este reinado son los Jardines Colgantes de la ciudad, tenidos por una de las siete maravillas del mundo antiguo, una construcción escalonada de vergeles en honor a la reina Semíramis, que, según la tradición, añoraba la vegetación exuberante de su país. Los jardines daban al río, por lo que podían admirarse fuera de la línea de murallas y llamaban la atención por el exotismo y la variedad de sus hermosas plantas y grandes árboles.

El Imperio persa aqueménida: palacios y tumbas

Hacia el siglo VII a. C., los pueblos persas se extendieron rápidamente por toda Asia Menor, el valle del Indo y zonas de Tracia y Egipto, formando un vasto imperio.

El arte persa aqueménida, cuya denominación proviene de la dinastía reinante entre los años 560-331 a. C., iniciada por Ciro el Grande, se desarrolló principalmente en terreno iraní, aunque bajo su órbita quedó toda Mesopotamia. Anterior a los aqueménidas tuvo lugar el Imperio de los medos (650-560 a. C.), que ha dejado pocos restos.

La religión persa fue el mazdeísmo, reformado por el profeta Zaratustra o Zoroastro. Se basaba en la existencia de dos divinidades de signo contrario cuya pugna era constante: Ormuz –el bien– y Arimán –el maligno–. El rito más sublime era el del fuego, símbolo del Ahura Mazda, la divinidad suprema.

Detalle del friso de los Arqueros, o Inmortales (ss. VI-V a. C.). Museo del Louvre, París. Adornaba el palacio de Susa, en ladrillo vidriado y policromado. Obsérvese la típica barba persa en forma triangular.

En arquitectura, las construcciones principales fueron los palacios y las tumbas. Entre los primeros, destacan el de Pasagarda –construido por el emperador Ciro– y el de Persépolis –bajo el mandato de su hijo Darío y de su nieto Jerjes–, que es el mejor conservado. Está edificado sobre un basamento de piedra al que se accede por una doble rampa con escalinatas que conducen hacia una entrada monumental, adintelada, flanqueada por toros alados de cabeza humana barbada –similares a los asirios, pero de cuatro patas en lugar de cinco como aquellos–, y alas vueltas hacia arriba. Cerca, se encuentran las grandes salas hipóstilas de recepción o apadanas, de cubierta plana sobre entablamentos de madera, cuyas columnas presentan capitel con volutas y toros arrodillados unidos por el dorso, modelo que llegará al valle del Indo. El conjunto, adornado con relieves, se articulaba en torno a un gran patio central de planta cuadrada, al que daban las dependencias reales.