Breve historia del psicoanálisis - Ramón Florenzano - E-Book

Breve historia del psicoanálisis E-Book

Ramón Florenzano

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Beschreibung

El psicoanálisis ha permeado culturalmente el siglo XX. Este libro reseña, esquemáticamente, su desarrollo; con especial énfasis en la génesis de las ideas freudianas y sus avatares iniciales. La relación entre las biografías de Freud, Adler y Jung son el centro del devenir de ideas que han originado las actuales técnicas psicoterapéuticas, influyendo poderosamente en la cultura. El periplo iniciado por Freud al cambio de siglo se completa hoy por autores como Lacan. Kohut y Kernberg. El autor compendia esta evolución en forma amena y didáctica, en un texto que será útil para estudiantes de ciencias humanas y sociales, e interesante para todo lector.

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150.195 Florenzano Urzúa, Ramón.

F633b2 Breve historia del psicoanálisis/Ramón Florenzano U.

2°ed. Revisada y ampliada. Santiago de Chile.

Universitaria, 2008.

2648p.; 11,5 x 18,2 cms.

Referencias bibliográficas: p. 257-262.

ISBN Impreso 978-956-11-2017-4

ISBN Digital 978-956-11-2763-0

1. Psicoanálisis - Historia. I. t.

© 1999, RAMÓN FLORENZANO URZÚA.

Inscripción Nº 107.986, Santiago de Chile.

Derechos de edición reservados para todos los países por

© EDITORIAL UNIVERSITARIA, S.A.

Avda. Bernardo O’Higgins 1050,, Santiago de Chile.

Ninguna parte de este libro, incluido el diseño de la portada,puede ser reproducida, transmitida o almacenada, sea porprocedimientos mecánicos, ópticos, químicos oelectrónicos, incluidas las fotocopias,sin permiso escrito del editor.

DISEÑO DE PORTADA Y DIAGRAMACIÓN

Yenny Isla Rodríguez

DIAGRAMACIÓN DIGITAL: EBOOKS PATAGONIA

www.ebookspatagonia.com

[email protected]

w w w . u n i v e r s i t a r i a . c l

ÍNDICE

Prefacio

Introducción

Capítulo 1El comienzo de la historia. Sigmund Freud y su obra

Capítulo 2Los primeros disidentes: Jung y Adler

Capítulo 3 Los pioneros

Capítulo 4La psicología del Yo

Capítulo 5 Melanie Klein

Capítulo 6Los postkleinianos

Capítulo 7El grupo británico de relaciones de objeto

Capítulo 8La psicología del self de Heinz Kohut

Capítulo 9Lacan y el psicoanálisis estructuralista

Capítulo 10Ignacio Matte Blanco y la bilógica

Capítulo 11Otto Kernberg: Aplicaciones de la psicología del Yo y las teorías de relaciones de objeto

Epílogo

Referencias actualizadas

PREFACIO

El libro que ha compuesto el profesor Ramón Florenzano puede ser catalogado de libro de enseñanza. El autor ha privilegiado especialmente el aspecto docente, no la crítica ni el argumento. No la especulación infundada. Menos aún la controversia.

Es particularmente apropiado que un libro como éste se escriba en Chile y esté dirigido a lectores chilenos e hispanoamericanos. Pues hablando de un tema universal, y reconstruyendo, como propone, la saga del psicoanálisis en sus conceptos, sus anécdotas y sus historias, no hay página en que no se intuya la perspectiva que adopta el autor. Y ésta, fiel a sus orígenes, es perspectiva latinoamericana.

Por esta fidelidad a sus orígenes, el trabajo de Florenzano puede ser tildado de original.

Apto para la enseñanza, imagino este libro en manos del estudiante. Mas no de cualquier estudiante, sino de aquel que desea incorporarse activamente a la reflexión sobre fundamentos de su disciplina. Como no hay mejor modo de abordar tales fundamentos que el histórico, no es de extrañar que el autor lo haya escogido.

Como se trata de una historia que en rasgos generales es patrimonio de toda persona culta, los méritos expositivos del autor pueden ser fácilmente apreciados. Consisten tales méritos en la proximidad al lector, en la intención didáctica y en el fondo de reflexión y experiencia al que implícitamente recurre el autor.

Dr. FERNANDO LOLAS

INTRODUCCIÓN

Transcurridos hoy más de cien años desde la aparición del punto de vista psicoanalítico, y en una centuria que ha visto más cambios en la historia del hombre que muchos de los siglos que la antecedieron, éste se mantiene en “sorprendente buena salud” como lo señalara George Engel en una editorial de la revista de la Asociación Médica Americana. El psicoanálisis hoy se enseña en la mayoría de los centros de entrenamiento de profesionales de la salud mental, y es considerado como una de las técnicas terapéuticas mejor validadas. En el caso chileno, esta enseñanza se ha centrado en las Escuelas de Psicología. Cada vez más personas se interesan en formarse como analistas. La Asociación Psicoanalítica Internacional agrupa hoy más de sesenta asociaciones nacionales en Europa, América y aun en Asia, dedicadas todas ellas al desarrollo del psicoanálisis como disciplina y a la formación de nuevos analistas. ¿Cómo se explica la permanencia del psicoanálisis en estos cien años?

Una primera respuesta es que la aparición de la teoría analítica respondió a una necesidad cultural en su época. Es un lugar común decir hoy que el psicoanálisis pasó a formar parte del modo de pensar de nuestro siglo. Desde que en 1896 Sigmund Freud sentara las bases de esta teoría como un método terapéutico para algunas neurosis, sus puntos de vista han sido aplicados no sólo dentro de la psiquiatría, sino en todas las ciencias sociales, llegando a formar parte del saber cotidiano. Tal como otras corrientes intelectuales que florecieron a lo largo de nuestra época, el psicoanálisis tiene sus raíces en la cosmovisión positivista propia del siglo XX. Sin embargo, su desarrollo ha sido paralelo con su reconocimiento de los desarrollos filosóficos e intelectuales del siglo pasado. Su vigencia a lo largo de nuestra centuria se puede relacionar con la progresiva adaptación de sus puntos de vista a la realidad cambiante del siglo XX. El psicoanálisis de hoy no es el que Freud ideó, y ha demostrado una capacidad importante para absorber nuevos puntos de vista. Vale la pena mencionar el progresivo auge de las perspectivas intersubjetivas y constructivistas.

El propósito de este libro es mostrar –sumariamente–

los principales desarrollos del psicoanálisis a lo largo de su historia, con especial foco en los autores posteriores a Freud. Por ello, revisaremos sólo esquemáticamente las principales ideas del creador del psicoanálisis: por una parte, éstas son conocidas, y por otra, las teorías de Freud no constituyen hoy día todo el bagaje de conocimientos de un psicoanalista, ya que han sido generalmente complementadas o modificadas por autores posteriores.

David Rapaport (1) fue un autor que estudió las etapas históricas del pensamiento de Freud, distinguiendo cuatro: una de desarrollo de una metodología terapéutica, el método psicoanalítico. Una segunda, de estudios clínicos, aplicando dicha metodología. Una tercera, en la cual desarrolló una metateoría explicativa de sus hallazgo clínicos, y una cuarta, en la cual extendió esa teoría en una serie de estudios culturales y sociales. Para muchos, en la medida que se alejó del objeto propio de su método, los pacientes, las conclusiones de Freud pasaron a ser cada vez más polémicas y discutibles. Revisemos brevemente estas etapas:

1. Desarrollo de la técnica psicoanalítica. Para muchos, lo más original del pensamiento freudiano corresponde al período de desarrollo de la técnica analítica. Entre 1895 y 1900 Freud escribió, en colaboración con Breuer, sus Estudios sobre la histeria y planteó que ésta se debe a la represión de las emociones. Elaboró su método de investigación –el psicoanálisis– planteando como su regla fundamental la libre asociación y, finalmente, en 1900 publicó su obra maestra: La interpretación de los sueños.

2. Contando ya con un método de observación bien definido, el psicoanálisis, pasó Freud a la así denominada etapa de estudios clínicos (1900-1918). En esas dos décadas desarrolló un trabajo clínico y literario-científico ininterrumpido: formuló una teoría general de la neurosis, del desarrollo psicosexual del niño, de diferentes mecanismos de defensa y, finalmente, de cuadros clínicos más allá de las neurosis, tales como las depresiones y las esquizofrenias (a los que él llamó desórdenes narcisísticos).

3. Una tercera etapa fue de teorización: en sus estudios metapsicológicos (1915-1926), Freud pasó a escribir en un plano más abstracto. Formuló así su teoría dual de los instintos (Eros y Tanatos) y una teoría general de la personalidad centrada en el concepto estructural en que divide la psiquis en tres instancias: Ello, Yo y Super Yo. En 1926 planteó su segunda teoría de la angustia, en la que señaló cómo es ésta cuando aparece en pequeñas cantidades (“angustia-señal”). En su reconceptualización de las neurosis, la angustia pasó a tener el rol central que anteriormente había asignado a la sexualidad y el Yo pasó a tener el papel protagónico que anteriormente otorgó al inconsciente.

4. Una etapa posterior fue la de sus estudios culturales y sociales (1928-1940). En el período final de su vida, Freud se dedicó a enfrentar fenómenos culturales y de psiquiatría social. En Totem y tabú formuló una teoría del origen de la civilización (en relación al asesinato del padre por la horda primitiva); en Psicología de grupos y análisis del Yo lo hizo en relación a los fenómenos de masas y en Moisés y el monoteísmo a explicar el origen de las religiones. Se desarrolló así un conjunto amplio de teorías y puntos de vista que abarcaron no sólo la clínica, sino múltiples dominios culturales.

El psicoanálisis forma parte de la weltanschauung decimonónica en la que creció y se formó Freud: muchas de sus ideas surgen inmersas en un iluminismo racionalista que el mismo autor vio colapsar a lo largo de su vida, dados los acontecimientos históricos que transformaron la Europa del siglo XX. La cosmovisión imperante en tiempos de Freud estuvo marcada por varios elementos:

• Por su ubicación geográfica (la Austria imperial de Francisco José) y por el medio cultural en el cual floreció (la burguesía culta centroeuropea). La estabilidad del Imperio austro-húngaro hasta 1917 puede haber influido en la atención prestada a los fenómenos intrapsíquicos, que insisten en el cambio individual en una sociedad estable.

• Por su formación médica en Viena y sus investigaciones de laboratorio con dos grandes profesores de su Universidad: Brücke en fisiología y Meynert en psiquiatría. Esta formación dejó en él una actitud de investigación científica y una creencia en el determinismo a ultranza, así como una posición básicamente biológica, con una permanente esperanza de lograr una mayor congruencia entre la neurofisiología y la psicología. Freud, en sus escritos psicológicos iniciales, trató de aplicar a la psicología los principios de la física clásica. Así por ejemplo, su teoría del principio del placer se basa en la ley de la entropía, así como la del principio de la realidad en la ley de la menor acción. Lo que él denominó punto de vista económico, asimismo se basa en la ley de conservación de la energía.

• Su formación neurológica lo llevó a aplicar en psicoanálisis algunas de las teorías en boga en su época, tales como las de Hughlins Jackson acerca de la organización jerárquica del sistema nervioso, que él aplicó en su concepción de estructuras del aparato psíquico superimpuestas una sobre otra.

• Su formación psiquiátrica de postgrado en Francia con Charcot y Bernheim y su práctica clínica con neuróticos, lo hizo reconocer el poder de las fuerzas psicológicas. La observación de crisis de histeria en la clínica de Charcot y de las curaciones de Bernheim y Breuer lo convencieron del rol de lo psíquico en la conducta humana. También en su “período francés” Freud reconoció la existencia de fenómenos psíquicos no conscientes, los que dedujo de sus observaciones de órdenes posthipnóticas y estados alternantes de conciencia durante sus estadías en los servicios clínicos parisienses de Charcot y Janet. También de su trabajo con el primero de dicho autores y con Breuer llegó al reconocimiento del papel de la sexualidad en la génesis de la neurosis. El ambiente cultural (Zeitgeist) de la Viena de fines del siglo XIX y la Europa Victoriana influyó en el papel que le otorgó a la sexualidad como determinante de los conflictos individuales. Posteriormente a la Primera Guerra Mundial y al advenimiento del nazismo en Alemania, Freud pasó a atribuir un papel cada vez mayor a la agresión.

• La observación de sus propios sueños lo llevó al uso de la técnica de la introspección como su aproximación metodológica a lo psíquico, a través de la libre asociación y de la interpretación de los sueños.

• Los puntos de vista darwinianos influyeron en su psicología evolutiva, especialmente en conceptos como el de que la filogénesis sigue a la ontogénesis y en los de epigénesis y regresión.

• La influencia de la literatura romántica (especialmente Goethe) y de las novelas biográficas francesas, en el interés por la naturaleza humana y por la historia biográfica como una herramienta para la comprensión de la persona.

Se ha dicho que Freud y Einstein, a comienzos del siglo XX, continuaron las revoluciones iniciadas por Copérnico y Darwin. Einstein introdujo el concepto de que la observación es relativa a la posición del observador, y Freud mostró una visión del hombre dada desde sus impulsos. Esta visión sobrepasó, a la larga, al racionalismo del siglo XIX. Hoy es claro el impacto del pensamiento psicoanalítico en diversos aspectos de la cultura contemporánea:

– En el plano estricto de la psicología, de la psiquiatría, y más estrictamente en el de las terapias psicológicas, mantienen hoy su relevancia original los principios técnicos de la cura analítica; en una obra anterior (2) hemos revisado la vigencia de las técnicas psicoterapéuticas derivadas del psicoanálisis clásico, sean como psicoterapias individuales breves o prolongadas, sean como psicoterapias grupales o técnicas de terapia familiar.

– En el plano más amplio de la epistemología, el psicoanálisis ha desarrollado una línea de pensamiento que si bien no es estrictamente una filosofía, ha aportado nuevas perspectivas a las preguntas centrales de la teoría del conocimiento. Asimismo, ha influido en el modo de enfrentar cuestiones clásicas de la ontología y la axiología. El psicoanálisis, al ser una teoría acerca de la mente humana, es, quiéralo o no, una antropología. Al considerar sistemáticamente la posición del observador, permite iluminar la influencia de éste en la percepción de lo observado.

– Como un método de investigación acerca de los sucesos mentales, es un procedimiento que permite contestar preguntas acerca de su propia validez y efectividad. El psicoanálisis tiene, como metodología empírica, la posibilidad de cuestionarse a sí mismo. Una de las áreas descuidadas a lo largo del período inicial del desarrollo analítico fue la de la investigación empírica de la validez de sus formulaciones, así como de la efectividad de su impacto curativo. En la última década se ha producido un auge en el tema de la investigación del impacto de las psicoterapias, tanto en otras latitudes como en nuestro país, donde se ha constituido una rama de la Society for Psychotherapy Research, que ha celebrado reuniones internacionales en Mendoza, Buenos Aires y Santiago, produciendo documentos de interés (3).

La evolución del psicoanálisis posterior a Freud ha sido múltiple ycompleja, revisando y contestando muchas de las críticas que hoy podemos retrospectivamente formular a Freud. Esta evolución se ha dado en diversos sentidos:

• Algunos autores han profundizado en la teorización acerca de las características, del inconsciente, desarrollándose así las llamadas “psicologías de las profundidades”. Uno de los primeros disidentes del movimiento analítico, Carl Jung, buscó los comunes denominadores grupales del inconsciente (colectivo), mientras que otros, como Melanie Klein, se dedicaron al estudio de las características del inconsciente así llamado “primitivo”, sea infantil, sea de quienes presentan cuadros psiquiátricos severos. Surgen allí mecanismos defensivos menos evolucionados que transparentan mejor las características del inconsciente.

• Otros autores se han focalizado en la interfase entre la psicología individual y la sociedad y la cultura. Surgen así las psicologías sociales de Adler, primero, y de Erikson, después. El primero, otro disidente inicial, rompe con Freud al darle mayor importancia a las motivaciones de poder y a la ambición que a las pulsiones sexuales y agresivas. Erikson, manteniéndose dentro de la teoría freudiana, estudia cómo en las diversas culturas y a lo largo del ciclo vital la sociedad y el individuo interactúan, conformándose así estructuras psíquicas propias de cada etapa histórica y de cada sociedad.

• Otros autores ampliaron la visión freudiana en el sentido del desarrollo del individuo a lo largo del ciclo vital. Surgen así las psicologías evolutivas de Anna Freud, primero, y dentro de sus seguidores en la psicología del Yo, de Margaret Mahler. Es posible así trazar un plano mucho más detallado de las vicisitudes del desarrollo individual, sea normal, sea patológico.

• En el plano del quehacer terapéutico, tal como lo mencionáramos, las modificaciones técnicas realizadas sobre todo por los psicólogos del Yo y por los teóricos de las relaciones de objeto han posibilitado el realizar terapias más focalizadas, más breves y por lo tanto más eficientes que la cura analítica clásica.

Este texto pretende revisar sumariamente los desarrollos anteriores, comenzando por una apretada exposición de las principales ideas formuladas por el mismo Freud, para luego señalar las diversas modificaciones que se han introducido al pensamiento analítico a lo largo de los años. Esta obra es necesariamente un compendio con fines didácticos, y por ello, no debe considerarse un tratado como son los de Bleichmar (4), Etchegoyen (5) o Thomä y Kaechele (6). Aquellos interesados en saber más sobre los principales desarrollos postfreudianos, o bien, acerca de la técnica psicoanalítica propiamente tal, pueden consultar esas referencias. Una adición importante a la literatura ha sido la de Quinodoz (7), que permite leer sistemáticamente la obra freudiana.

CAPÍTULO 1

El comienzo de la historia.

Sigmund Freud y su obra

El pensamiento de Sigmund Freud ha tenido una fuerte influencia en la cultura contemporánea. La teoría psicoanalítica, además de ser una hipótesis acerca de la psiquis humana y una forma de terapia para aliviar ciertos desórdenes emocionales, se ha constituido en una óptica para la interpretación de la cultura y la sociedad. Por lo mismo, la obra de Freud ha sido repetidamente criticada y descalificada. Independientemente de lo que se piense acerca de Freud, hoy no se puede desconocer que sus ideas han influido en forma importante a lo largo de nuestra centuria, incluso en campos distantes a los de la psiquiatría y a la psicología. Philip Rieff (8) afirma que en el siglo XX la imagen del “hombre psicológico” reemplazó a la del hombre político, religioso, o económico. Este cambio se debe en buena medida al poder de la visión freudiana. Si bien el propósito central de este libro es el actualizar el pensamiento psicoanalítico refiriéndonos a los desarrollos posteriores a Freud, es inevitable que lo comencemos refiriéndonos a la vida y obra del fundador del psicoanálisis. Para ello, resumiremos algunos aspectos relevantes de la biografía de Freud, y mostraremos su ligazón con sus principales textos teóricos.

I. Vida temprana

Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856, en una pequeña villa de Moravia llamada entonces Freiberg. Ésta es hoy Pribor, en la República Checa. Esos territorios formaban entonces parte del Imperio austro-húngaro. Su padre, Jakob Freud, fue un mercader de lana, viudo y casado por tercera vez con la madre de Freud, Amalie Nathansohn. Jakob tenía 40 años de diferencia con Freud, mientras que su madre, más joven, fue emocionalmente mucho más cercana a él que su padre, descrito como una figura remota. Freud tuvo dos medios hermanos mayores, pero su mayor cercanía emocional parece haberse dirigido también hacia su sobrino Iván, un año mayor que él. Éste fue un modelo de amigo íntimo y a la vez rival odiado, modelo que Freud reprodujo frecuentemente en etapas posteriores de su vida, en sus amistades con el médico berlinés Wilhelm Fliess, o con sus discípulos Carl Jung o Sandor Ferenczi. La familia Freud tuvo que trasladarse, por razones al parecer económicas, primero a Leipzig y luego a Viena, donde Freud permaneció por 78 años hasta que se produjo la anexión nazi de Austria. Este cambio de hábitat, desde una provincia alejada a la capital del imperio, fue central para el futuro desarrollo teórico freudiano.

El psicoanálisis refleja en forma importante el contexto político y cultural vienés. Es posible que la especial sensibilidad de Freud a la autoridad paterna dentro de la psiquis bien haya sido fomentada por la experiencia de tener un padre mucho mayor que él, y por la declinación del poder que experimentó el liberalismo racional de la generación de sus padres, en las etapas postreras del Imperio Habsburgo. Otros autores han señalado cómo su interés en el tema de la seducción de las hijas se arraiga de un modo complejo en el marco de las actitudes vienesas hacia la sexualidad femenina. La relación entre descalificación de la mujer, antisemitismo y actitudes racistas ha sido recientemente revisada por Gilman (9).

En 1873 Freud terminó sus estudios secundarios, graduándose del entonces llamado Gymnasium; aparentemente inspirado por la lectura de un ensayo de Goethe sobre la naturaleza, decidió seguir la profesión médica. Estudiando medicina en la Universidad de Viena trabajó con uno de los principales fisiólogos de su época, Ernst von Brücke, clásico exponente de la ciencia materialista y antivitalista de ese entonces. En 1882 Freud ingresó como asistente clínico al Hospital General de Viena entrenándose allí con el psiquiatra Theodor Meynert y con el afamado profesor de medicina interna Hermann Nothnagel. En 1885 fue nombrado conferencista en neuropatología, y desarrolló importantes investigaciones sobre la estructura de la médula espinal. En ese período también surgió su interés por los usos farmacológicos de la cocaína, tema que investigó por varios años. Aunque se le encontraron a la coca algunos resultados beneficiosos como anestésico ocular, cuyo descubrimiento se le ha atribuido a un amigo cercano de Freud, Karl Köller, el resultado general de estos estudios fue desastroso. La recomendación que Freud le hizo, de usar cocaína, llevó a la adicción mortal a otro amigo cercano, Ernst Fleischl van Marxow, y también empañó su reputación en los círculos médicos de su tiempo, que cuestionaron su prudencia. Por otra parte, se ha dicho que en ese “episodio de la cocaína” ya demostró su tendencia a buscar soluciones audaces para aliviar el sufrimiento humano. Freud, entonces, no sólo fue un investigador científicamente bien entrenado, sino alguien que siempre estuvo convencido de la importancia cardinal de su trabajo, y de la originalidad de sus propias concepciones. En sus escritos iniciales, tales como el Proyecto para una psicología científica (escrito en 1895, pero publicado en 1950), intentó encontrar una base materialista y fisiológica para sus teorías de la psiquis. En esa obra compiten un modelo mecanicista y neurofisiológico con una visión más organísmica y filogenética. Para muchos, ese “proyecto” es un resumen embrionario de la mayoría de los desarrollos teóricos posteriores de Freud. En nuestro medio, León Cohen (10) ha estudiado cómo en esos escritos tempranos se encuentran in statu nascendi muchas de las concepciones freudianas posteriores. Otros lo consideran un intento, que el mismo Freud calificó después de fallido, de explicar sus observaciones clínicas con las teorías científicas de su época.

Al final de 1885, Freud dejó Viena por un tiempo para continuar sus estudios de neuropatología en el Hospital de la Salpêtriere en París, donde trabajó bajo la guía de Jean Martin Charcot, quizá el psiquiatra francés más representativo de ese entonces. Las cortas diecinueve semanas en la capital francesa fueron el punto de giro decisivo en su carrera: Charcot, a quien desde entonces reconoció como su maestro, se interesaba en ese momento en el estudio de las pacientes diagnosticadas como histéricas. Al ver esos casos, Freud reconoció la posibilidad de que los desórdenes psicológicos pudieran tener su fuente en la mente más bien que en el cerebro. La demostración por Charcot de la existencia de un nexo entre los síntomas histéricos, tales como la parálisis de una extremidad, y la sugestión hipnótica, implicaba reconocer el poder de los estados mentales, más que el de los nervios, en la etiología de la enfermedad. Así, Freud volvió a Viena en febrero de 1886 con la idea básica de lo que luego se transformaría en una revolucionaria técnica psicológica: el psicoanálisis. A poco de regresar se casó con Martha Bernays, hija de una destacada familia judía cuyos ancestros incluían al rabino de Hamburgo y a Heinrich Heine. Con Martha tuvo seis hijos, uno de los cuales, Anna, también llegó posteriormente a ser una importante psicoanalista. Martha fue una presencia de honda importancia durante la larga carrera profesional de su marido.

Otra influencia de gran trascendencia sobre Freud fue la del clínico e investigador Josef Breuer. Después de su retorno a Viena desde París, Freud volvió a una práctica clínica en neuropsicología, abriendo un consultorio en Bergasse 19, donde atendió por casi medio siglo. Ya en 1880 Breuer había tratado a la paciente llamada Bertha Pappenheim –o “Ana O.,”– quien sufría de una variedad de síntomas histéricos. Breuer hizo entrar a esta paciente en un estado de autohipnosis, en el cual ella habló de las manifestaciones iniciales de sus síntomas. Para sorpresa de Breuer, el mismo acto de verbalización pareció proporcionarle alivio. La “cura parlante”, o “limpieza de chimenea” como Breuer y Ana O., respectivamente, llamaron a lo que sucedió, pareció actuar catárticamente, produciendo una abreacción o descarga del bloqueo emocional reprimido, lo cual fue interpretado como la raíz del comportamiento patológico.

II. El nacimiento de la teoría psicoanalítica

A partir de su experiencia francesa y de las observaciones iniciales de Breuer, Freud desarrolló una novel técnica para explorar la mente humana, elpsicoanálisis. Este revolucionario método fue enunciado en un trabajo que Freud publicó conjuntamente con Breuer en 1895: Estudios sobre la histeria. Al alentar al paciente para que expresara cualquier pensamiento que se le viniera a la cabeza, se descubrió la técnica de la asociación libre. Ésta apunta a descubrir material todavía no articulado desde aquel reino de la psiquis que Freud, siguiendo una tradición ya antigua, llamó el inconsciente. Dada la incompatibilidad de los pensamientos conscientes con otros inconscientes, este último material normalmente se reprime: se oculta o no es accesible a la conciencia. Al constatar las dificultades en asociar libremente, ejemplificadas por silencios súbitos, tartamudeos o equivocaciones al hablar lapsus linguae, Freud dedujo la importancia del material que pugnaba para ser expresado, así como también de lo que él llamó defensas del paciente contra esa expresión. Estos bloqueos, a los que Freud denominó resistencia, tienen que ser alterados por la cura analítica con el fin de llegar a conocer los conflictos ocultos del paciente. Freud concluyó inicialmente, a partir de su experiencia clínica con pacientes histéricas, que la principal fuente del material resistido era de naturaleza sexual, vinculando así la etiología de los síntomas neuróticos a la pugna entre un impulso o sentimiento sexual y las defensas psíquicas que se erigían para no traer ese conflicto a la conciencia. La asociación libre, razonó Freud, era el paso crucial para posibilitar este acceso, aliviándose así el síntoma, entendido como una formación inconsciente de compromiso entre el deseo y la defensa. Al comienzo, sin embargo, Freud no estaba aún cierto sobre la condición precisa de este componente sexual en su concepción dinámica de la psiquis. Sus pacientes parecían recordar experiencias reales de seducciones tempranas, frecuentemente de naturaleza incestuosa. Su actitud inicial fue la de aceptar éstos como hechos reales. Posteriormente, como lo describe en una ahora famosa carta a Fliess del 2 de septiembre de 1897, Freud concluyó que, más que recuerdos de sucesos reales, estas memorias eran residuos de deseos e impulsos infantiles de ser seducido por un adulto. Lo que se recordaba no era un recuerdo genuino, sino más bien una fantasía o memoria encubridora (pantalla) que ocultaba un deseo primitivo. De este modo, Freud pasó a enfatizar, más que el trauma real y el abuso sexual infantil en la etiología de las neurosis, a las fantasías y anhelos del niño como la raíz real del conflicto posterior. Para el inconsciente, es indiferente que los estímulos surjan desde las profundidades del inconsciente o desde la realidad exterior, hacia la cual Freud entró en una actitud de progresiva desconfianza. Este giro conceptual inauguró el progresivo foco en los contenidos del “mundo interno” del individuo, abriendo un amplio programa de exploración de un espacio conceptual nuevo.

Este cambio de punto de vista fue crucial en el desarrollo ulterior del psicoanálisis. La sexualidad atribuida a los niños, y el énfasis puesto en el poder causal de sus fantasías y deseos reprimidos, hizo que Freud le diera al conflicto edípico un papel central en el desarrollo psíquico. Ésta fue la línea de trabajo que siguió después que dejó de publicar con Breuer. Sus investigaciones sobre las histerias se habían enfocado en la sexualidad femenina y su potencialidad para expresarse neuróticamente. Al considerar al conflicto edípico como algo totalmente universal, el psicoanálisis –término que Freud acuñó en 1896– podía también examinar la psiquis masculina en condiciones de normalidad. Dejó así de ser sólo una técnica psicoterapéutica y pasó a ser una teoría completa de la mente. Para cumplir este fin, Freud generalizó a partir de su propia experiencia. Recordemos que era el primer hijo del tercer matrimonio de su padre, ya añoso, con su madre, joven y muy dedicada a la crianza de su hijo varón, a quien llamaba su “golden Sigi”. Su autoanálisis fue el primer psicoanálisis, aunque la gran mayoría de los analistas formados posteriormente fueron analizados con un tratamiento didáctico proporcionado por un analista entrenado.

Esta exploración de su propia personalidad fue aparentemente gatillada por una crisis vital. En octubre de 1896 murió su padre, a los 81 años de edad. Se liberaron así dentro de Freud emociones largamente reprimidas, ligadas a sentimientos y experiencias familiares tempranas. Desde julio de 1897, Freud trató de entender el significado de estas emociones usando una técnica disponible desde hacía milenios: descifrando sus propios sueños. Se autoaplicó esta antigua tradición, insistiendo en que ésta constituía “el camino real al conocimiento del inconsciente”. De este modo, el trabajo con su duelo por la pérdida de su padre llevó a Freud a escribir su obra maestra: La interpretación de los sueños (publicada en 1899, pero con la fecha de 1900 para enfatizar el hecho de que marcaba una época nueva en el estudio de la psiquis). A través de una detallada explicación acerca de cómo se originaban y cuál era la función de los sueños, Freud presentó en este libro sus hallazgos, mezclando evidencia tomada de sus propios sueños con la que le proporcionaban sus casos clínicos. Para él, los sueños juegan un papel central en la economía psíquica. La energía mental, que denominó libido y que identificó principal, pero no exclusivamente, con el deseo sexual, es una fuerza fluida y maleable capaz de ser acumulada. Cuando esto sucede, la necesidad de eliminar esta energía para asegurar el placer y prevenir el dolor busca cualquier salida. Si se niega la gratificación sexual alcanzada a través de la acción motora directa, la energía libidinal puede ser descargada mediante canales mentales: un deseo puede ser satisfecho imaginariamente “satisfacción alucinatoria del deseo”. Todos los sueños, y especialmente las pesadillas en las que se manifiesta evidentemente una inquietud motora, afirmó Freud, son un cumplimiento de deseos. Por otra parte, los síntomas neuróticos son los efectos de un compromiso en la psiquis entre deseos y prohibiciones: entre la expresión del conflicto, y la interdicción de su realización. Aunque el sueño puede relajar el poder de la censura diurna de los deseos prohibidos, esa misma censura persiste sólo parcialmente durante la noche. Los sueños, por lo tanto, tienen que ser decodificados para ser entendidos, y no ser interpretados literalmente, porque en ellos se expresan deseos prohibidos que se muestran en forma distorsionada. Además, los mismos sueños experimentan enmiendas adicionales al ser contados al analista. Lainterpretación de los sueños proveyó así de una hermenéutica para el desenmascaramiento del “disfraz del sueño”, como lo llamara Freud. El contenido manifiesto del sueño, que se recuerda y es informado, debe entenderse como encubriendo un significado latente. Por lo anterior, los sueños desafían las conexiones lógicas y la coherencia narrativa, pues en ellos se entremezclan los residuos de la experiencia diaria inmediata con deseos más profundos, frecuentemente provenientes de la infancia. En el psicoanálisis los sueños pueden ser decodificados conociendo las cuatro actividades básicas del trabajo del sueño. La primera de estas actividades, la condensación, opera mediante la fusión de varios elementos diferentes en uno. Como tal, ejemplifica una de las operaciones claves de la vida psíquica que Freud llamara sobredeterminación. No se puede presumir ninguna correspondencia directa entre un contenido manifiesto simple y su contraparte latente, que es multidimensional. La segunda actividad del trabajo del sueño, el desplazamiento, se refiere a la desfocalización de los pensamientos del sueño, para que el deseo más urgente sea presentado oblicua o marginalmente en el contenido manifiesto. El desplazamiento también significa la sustitución de un significante por otro: por ejemplo, el rey representa al padre. La tercera actividad fue denominada por Freud la representación, que significa la transformación de pensamientos en imágenes. La decodificación de un sueño traduciendo dichas representaciones visuales en términos lingüísticos se puede hacer intersubjetivamente en el análisis mediante el uso de la asociación libre. La actividad final del trabajo del sueño es la enmienda secundaria, que provee algún orden y hace inteligible el sueño para complementar su contenido con la coherencia narrativa. El proceso de la interpretación del sueño revierte de este modo la dirección del trabajo del sueño, moviéndose desde el nivel consciente desde el cual se cuenta el sueño, a través del preconsciente para sobrepasar la censura que separa a éste del inconsciente mismo.

En 1904 Freud publica La psicopatología de la vida cotidiana, en la que se exploran hechos aparentemente banales, tales como errores insignificantes de la lengua o pluma (desde entonces denominados lapsus freudianos), así como errores al leer en voz alta, u olvidos de nombres. Freud comprende que estos errores tienen importancia y son tan interpretables como los síntomas. A diferencia de los sueños, no necesitan representar recuerdos reprimidos infantiles, sino que pueden provenir de situaciones más cercanas, tales como molestia con un enemigo, celos o deseos egoístas en el presente. En 1905 Freud extiende el alcance de este análisis en El chiste y su relación al inconsciente. Al invocar la idea de “trabajo del chiste”, como un proceso comparable al trabajo del sueño, reconoce también la doble calidad de los chistes, que muestran al mismo tiempo ingenio consciente y dan a conocer situaciones inconscientes. Algunos juegos de palabras, aparentemente inocentes, pueden así abrirse a interpretaciones de significados sexuales o agresivos. La respuesta de risa explosiva, frecuentemente producida por los buenos chistes, planteó Freud, debe su poder al alivio orgásmico de impulsos agresivos o sexuales. Pero en lo que respecta a los chistes, creyó que ellos aprovechan más la dimensión racional de la psiquis, utilizando activamente al Yo en detrimento del Ello.

En 1905 Freud publica el trabajo que le da fama de ser el campeón de una visión pansexualista de la mente: Tres contribuciones a una teoría sexual, obra que fue enmendada y expandida en ediciones subsiguientes. Esta obra estableció a Freud, conjuntamente con Richard von Kraft-Ebbing y Havelock Ellis, como uno de los pioneros en el estudio serio de la sexología. Allí detalló sus razones para enfatizar el componente sexual en el desarrollo de los comportamientos patológicos y normales. Aunque Freud no fue tan reduccionista como popularmente se ha creído, es claro que amplió el concepto de la sexualidad más allá del uso convencional, para incluir una gama de impulsos eróticos desde los años más tempranos. Al distinguir entre el fin sexual (el acto hacia el cual el instinto se orienta), y los objetos sexuales (la persona, el órgano, o la entidad física que produce la atracción), elaboró un repertorio clasificatorio de los diversos comportamientos sexuales y sus orígenes. Estos impulsos, concluyó Freud, surgen muy temprano en la vida, son imperiosamente insistentes en su expresión, y fácilmente se abren a distorsiones evolutivas, constituyendo un importante móvil de la conducta humana.

Al estudiar detenidamente la formación del deseo sexual, Freud describió el progresivo reemplazo de las diferentes zonas erógenas en el cuerpo entre sí. Originalmente polimorfa, la sexualidad primera busca la gratificación de la mucosa oral mamando del pecho materno, objeto primario que posteriormente es sustituido por otros. El bebé es inicialmente incapaz de distinguir entre la persona de la madre y su pecho, para luego lentamente pasar a ser capaz de apreciar a ésta como el primer objeto de amor externo. Posteriormente, Freud plantearía que aún antes el niño puede tratar a su propio cuerpo como a tal objeto, saliendo desde un autoerotismo indiferenciado y llegando hasta el amor por las personas. Después de la fase oral, durante el segundo año de vida, el foco erótico se desplaza al ano, estimulado por el entrenamiento esfinteriano. Durante la fase anal, el placer del niño en la defecación se enfrenta con las demandas externas por aprender a controlarse.

La tercera fase, desde el cuarto al sexto año de vida, fue denominada por Freud etapa fálica. Dado que él siempre usó la sexualidad masculina como la norma evolutiva, su análisis de esta fase ha despertado considerable oposición, especialmente por su afirmación de que el principal temor en ella era a la castración. Para entender mejor lo que Freud postuló, debemos recordar que la muerte de su padre fue el trauma que le permitió ahondar en su propia psiquis. No solamente experimentó en ese momento congoja, sino también desilusión, resentimiento y clara hostilidad hacia su padre, como lo reveló en los sueños que en su momento analizó. En el proceso de abandonar la teoría de la seducción, reconoció que la fuente de su enfado con el padre estaba en su propia psiquis más que en cualquier hecho objetivo realizado por éste. Usando, como lo hizo frecuentemente, textos literarios o míticos para sus visiones psicológicas, Freud interpretó este hecho desde la tragedia de Sófocles, Edipo Rey. La pertinencia universal del argumento de ésta, conjeturó, se basa en las ganas de todo niño varón de dormir con su madre y de eliminar el obstáculo a la realización de este deseo, o sea, el padre. Este deseo, agregó, añade temor a la respuesta imaginaria de parte del padre: la amenaza de castración. La etapa fálica puede ser enfrentada exitosamente dependiendo de cómo se resuelva el complejo de Edipo. Según Freud, esta resolución puede ocurrir si el muchacho finalmente suprime su deseo por la madre, entra en el período denominado de latencia, e internaliza la prohibición paterna, elaborada internamente con la construcción de lo que Freud denominó Super Yo o conciencia.

El enfoque falocéntrico de esta teoría fue complementado por otra suposición, la de la envidia del pene en la mujer, otra de las hipótesis freudianas más discutibles. Muchas analistas mujeres han prestado más atención a las relaciones de la niña con su madre que a las vicisitudes del complejo de Edipo. Los desafíos desde la antropología a la universalidad de éste también han sido importantes, aunque ha sido posible redescribirlo en términos que relativizan las dinámicas familiares propias de la burguesía centroeuropea, que eran en las que Freud se basó. Si la creación de la cultura es entendida como la institución de estructuras de parentesco basadas en la exogamia, entonces el drama de Edipo refleja una profunda pugna entre el deseo natural y la autoridad cultural.

Freud, sin embargo, mantuvo siempre su convicción acerca de la importancia intrapsíquica del complejo de Edipo, cuya resolución exitosa era para él la precondición para la transición desde la latencia a la sexualidad madura que denominó fase genital. En este momento, el padre del sexo opuesto es finalmente abandonado en favor de un amor por un objeto más conveniente, capaz de responder a los sentimientos de la persona, en una relación recíproca. En el caso de la niña, su desilusión por la falta de un pene es trascendida por el rechazo a la madre en favor de un objeto masculino. En ambos casos se llega a un comportamiento heterosexual, centrado en la reproducción genital. El desarrollo sexual, sin embargo, por su misma complejidad, puede producir desequilibrios, los que surgen en aquellas personas que no sortean exitosamente las anteriores etapas. La fijación de los fines sexuales a momentos particulares del desarrollo puede ser ocasionada por traumas reales o por bloqueos del desarrollo de los impulsos libidinales. Esta detención produce fijaciones en determinadas edades, y puede posteriormente traducirse en lo que Freud denominara perversión. Si alguna parte de la psiquis prohíbe la expresión manifiesta del conflicto, dice Freud, el impulso censurado y reprimido produce síntomas neuróticos. Surge así su afirmación de que las neurosis son una variedad negativa de las perversiones. Los neuróticos repiten el acto deseado, pero en una forma reprimida, sin la memoria consciente de su origen o la capacidad de enfrentarlo y elaborarlo directamente en el presente. Esto es claro en el caso específico de la histeria, con su conversión de conflictos emocionales en síntomas corporales. Freud desarrolló luego diversas explicaciones etiológicas para otros comportamientos psicopatológicos, tales como los actos obsesivos, la paranoia y el narcisismo. Denominó a estos cuadros psiconeurosis, dada su raíz en conflictos infantiles tempranos, a diferencia de las por él llamadas neurosis reales, tales como la hipocondría, la neurastenia y la neurosis de angustia, que se deberían a problemas del presente, tales como la supresión física de las descargas sexuales en el último de los ejemplos dados.

Durante los años que siguieron, Freud se centró en la elaboración de su técnica terapéutica, focalizando más las implicaciones de un elemento específico en la relación entre el paciente y analista, cuya importancia él reconoció ya al reflexionar sobre el trabajo de Breuer con Ana O. Freud da cuenta del episodio de la siguiente manera: se produjo una intensa relación entre paciente y médico, relación que tomó un curso alarmante cuando Ana O., divulgó sus fuertes deseos sexuales hacia el último. Breuer, que reconoció en sí mismo el germen de sentimientos recíprocos hacia ella, suspendió el tratamiento, preocupado por la implicancia de estos deseos. Freud vio, más que una simple atracción de una paciente por su médico, los efectos de un fenómeno más general, al cual denominó transferencia (o en el caso del deseo del analista hacia la paciente, contratransferencia). La transferencia es producida por la proyección de sentimientos y asimismo la re-encarnación de impulsos infantiles, que son investidos sobre un objeto nuevo, el analista. Como tal, es la herramienta esencial en la cura analítica, ya que trae a la superficie emociones reprimidas y les permite ser analizadas en una situación cl