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Siempre que el sol brilla, Mikkel poda el arbusto porque del otro lado Nanna, su vecina, se tumba para tomar el sol. Ella tiene muchas más curvas que su esposa Anika, quien ha comenzado a correr maratones. Mikkel no puede contener su fantasías, aunque bien sabe que no es una buena idea.
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Seitenzahl: 47
Veröffentlichungsjahr: 2021
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August Moon
Translated by Javier Orozco
Lust
Buenos Vecinos - una novela corta erótica
Translated by Javier Orozco
Original title: Et godt naboskab
Original language: Danish
Copyright © 2020, 2021 August Moon and LUST
All rights reserved
ISBN: 9788726911435
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Mikkel baja el cortasetos unos instantes para tomarse una pausa justo cuando Nanna –su vecina–, se tumba para tomar el sol. Le encanta observar sus formas suaves, sus redondos pechos elevándose hacia el cielo como colinas de malvavisco. Mikkel se pasa la lengua por la boca sintiendo el sabor salado de su sudor. El sol azota su dorso y la humedad corre por su poderosa espalda. Le fascina cuando Nanna se recuesta en el jardín, aunque rara vez se queda ahí mucho tiempo (seguro debe ser por su piel blanca y cabello rojizo) pero cuando lo hace... entonces él no quiere perdérselo... fantasear un poco... Ausentemente se seca la frente con el revés de su brazo y continúa podando el arbusto que da a la casa Nanna y Sune. Mikkel y Anika, su mujer, juegan a los naipes con los vecinos cada miércoles y con gusto se toman una cerveza, cada uno por su lado del arbusto, ocasionalmente.
– Mikkel, ¿quieres una cerveza helada? –g rita Anika desde la puerta de la cocina. Mikkel se gira lentamente para mirarla sonriente.
– Sin dudas –responde tendiendo con cuidado la podadora en el pasto para dirigirse hacia la terraza por la muy requerida cerveza.
Anika se sienta junto a él. Desde que empezó a entrenar para correr maratones sus curvas se han desvanecido gradualmente, ahora los tendones se asoman bajo su piel como indicación de la fuerza bruta que ahora posee. Mikkel extraña sus pechos, esos pequeños parches de piel que los han sustituido no le parecen muy sensuales. Sus pensamientos vuelan hacia las grandes cimas desnudas de Nanna, tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos. ¿Sabrá Nanna que él la ve mientras recorta el seto? Esa es la razón por la que el arbusto siempre está tan bien mantenido durante los meses de verano. La altura del arbusto permanece constantemente alrededor de los ciento setenta y cinco centímetros, el tamaño perfecto, para que él, con su metro noventa y siete de altura, pueda mirar hacia el otro lado sin obstáculos. Le embriaga ver a Nanna bronceándose, además siempre lo hace sin sujetador. Incluso una vez se tendió totalmente desnuda. Le da un buen trago a la cerveza helada como queriendo borrar esos deseos de su rostro sudado, pero son tenaces: los vellos rojos de Nanna, ese triángulo ondulado que parecía gritar su nombre. Se seca la boca intentando adivinar el sabor de la vecina.
– ¿Por qué no invitamos a Sune y Nanna esta noche? Podríamos hacer una parrillada.
Mikkel mira a su mujer con una expresión alarmada. ¿Acaso leesus pensamientos? Ella lo observa suavemente y con curiosidad.
– Va, ¿una parrillada? Suena bien –responde dándole un buen trago a la cerveza con la esperanza de que pueda enfriar su exaltación.
– Perfecto, entonces le preguntaré a Nanna. –Anika se encamina hacia el seto. Afortunadamente no es lo suficientemente alta como para ver que del otro lado Nanna yace semidesnuda.
– Hola Nanna, ¿estás ahí? –Su voz certera alcanza suavemente a la vecina, Nanna se levanta un poco apoyándose en sus codos.
– Hola, ¿qué tal? –r esponde.
– ¿Tenéis planes esta noche? Si estáis libres nosotros ponemos la parrillada y vosotros el vino, ¿qué decís?
– Trato hecho, voy a preguntarle a Sune, aunque estoy casi segura de que no tiene nada en su agenda. ¿Os viene bien alrededor de las cinco? Así nos tomamos un vino mientras la parrilla se calienta.
Mikkel suspira para sus adentros. Una agradable velada con comida deliciosa, tragos abundantes y la grata compañía de los vecinos, nada de qué preocuparse, seguro que será una tarde divertida, piensa.
Sune y Nanna aparecen sonrientes en la terraza a las cinco en punto. Mikkel sirve vino rosé helado para los cuatro.
– ¿Qué sucede, Mikkel? La poda del seto avanza a duras penas. ¿No deberías haber terminado hoy? –Sune dice bromeando dándole unos golpecitos en el hombro.
– Eso planeaba... pero tampoco hay prisa, ¿o sí? –Sonríe bobamente dándole un trago al vino. El líquido frío refresca su garganta y paladea el sabor ligeramente especiado.
– No entiendo por qué le dedicas tanto tiempo. Una vez cada luna nueva sería suficiente –dice Sune vaciando su copa y estirándose para tomar otra botella fría como la nieve.
– Sí, puede que tengas razón, pero a mí me gusta hacerlo un poco más seguido, si uno lo recorta regularmente crece denso y tupido. –Además Nanna está desnuda del otro lado.