Cartas a mi marinero - Cristina Ogazón Rivera - E-Book

Cartas a mi marinero E-Book

Cristina Ogazón Rivera

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Beschreibung

Cartas a mi marinero es el primer libro que publica Cri, aunque toda su vida, pensamientos, emociones y reflexiones está escrita desde que tenía quince años en diferentes relatos, cartas, bitácoras, artículos, cuentos, cuadernos como forma de crecimiento personal y de transmitir mensajes que se convierten en toques que suavizan el alma de sus lectores. Aquí se narra un romance, una historia de amor real entre estos dos protagonistas durante los años 2021 y 2022, a caballo entre la bella zona de Italia, Cinque Terre y la Spezia, y Valldoreix y la Ciudad Condal, dónde la autora comparte, de forma intercalada, pinceladas de los vínculos más importantes de su vida, sus hijos, su entorno (donde solo hay algún personaje muy secundario novelado) y te descubre como bucear en el alma, más allá de los estados de la mente y el corazón, sumergiéndote en una forma de sentir, en la que uno desearía hacer propia para apreciar lo bello que es vivir.

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© Derechos de edición reservados.

Letrame Editorial.

www.Letrame.com

[email protected]

© Cristina Ogazón Rivera

Diseño de edición: Letrame Editorial.

Maquetación: Juan Muñoz Céspedes

Diseño de cubierta: Rubén García

Supervisión de corrección: Celia Jiménez

ISBN: 978-84-1068-415-7

Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47)».

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A Andrea, mi marinero, por ser una de las personas más bellas que se han cruzado en mi paseo por la vida.

A mis hijos, por ser dos tesoros maravillosos que logran que el universo cuente con un mundo infinitamente más bonito. Cómo les expresé un día: «Daros la vida ha sido y es el viaje más fascinante y mágico de la mía».

Prólogo

Una de las cosas más bonitas que te puede pedir una persona en esta vida, es que escribas el prólogo de su libro, si encima quien te lo pide es una persona a la que admiras, la belleza se duplica, y si además el libro es mucho más que una maravillosa historia de amor… es como ir paseando y encontrarte una Udumbara (1), algo que muy pocas personas van a tener la suerte de vivir, por eso Cris, te estoy agradecida.

Ya lo habíamos hablado, hacía bastante tiempo, pero como Cris (como buena sagitariana) es bastante impredecible, no se sabía cuándo.

También yo soy sagitario, por eso nos entendemos, tenemos una amistad atípica (como no puede ser de otra forma entre dos sagitarios) nos encontramos muy de vez en cuando, no nos escribimos durante largos periodos de tiempo, pero no creo equivocarme si digo, que si una de las dos, llama a la otra pidiendo ayuda, esta última paralizará el mundo si hace falta porque sabrá que realmente, algo importante pasa.

Es más, pienso que Cris es de esas amigas que (aun siendo abogada), si la llamo una noche diciendo que he matado a alguien, me ayuda a deshacerme del cadáver ja, ja, ja.

Cuando me envió el libro con un «ahí va» le dije que no sabía si iba a poder leerlo hasta después de junio (estábamos en abril) que lo entendía si no se podía esperar, ella me dijo «me da igual, lo prometido es deuda, tienes que ser tú, te espero».

Estaba claro que la que no podía esperar era yo, cometí el error de empezar a leer unas líneas (hasta la una de la madrugada duraron las líneas (2)) imposible dejarlo, pero como mi despertador, aunque le anules la alarma suena a las 06:00 de la mañana, cerré el ordenador y apagué la luz, pero me costó conciliar el sueño, mi mente seguía navegando por la bella Italia.

Cartas a mi marinero es una ventana por la que asomarse al amor, a la más pura esencia de la vida, a lo natural, a lo importante del día a día, un pensamiento me acompañaba en cada letra, en cada palabra, en cada línea, en cada página «¿Y si todo el mundo viera la vida así?», sin lugar a duda ¡viviríamos en un mundo mucho mejor!

Me gusta leer a mujeres (llámame feminista), me gusta más su voz, el color de sus letras, y de verdad Cris, he disfrutado con tu libro como con los de Allende o Tamaro (lo juro por mis runas 😉 que no exagero)

Segundo día con el libro de Cris ya considerado uno de mis bienes más preciados, tengo mucho trabajo y paso el día deseando que llegue la noche para acabar de leerlo.

Llega el momento deseado, me subo al barco y navego por las suaves olas de las letras de estas cartas, pensamientos, vivencias, relatos, cuentos… la brisa humedece mi piel, el sonido de las risas, de los brindis llenan mi estancia, el aroma de la albahaca me acompaña, pero para mi desgracia, todo lo que empieza acaba y… Arrivo allá fine di un libro pieno d’amore, aneddotie e soprattutto, speranza per la vita.

Si estás leyendo esto, ponte «A son de mar» y disfruta de la travesía.

Ángeles Calero

(Mari Gel para muy muy pocas personas)

(1). Udumbara: Se describe en los textos como flor acunada de leyenda, según la filosofía budista, no se marchita e incluso se levanta a pesar de ser aplastada. Su nombre significa flor del buen augurio que viene del cielo y en diferentes textos se narra que «la udumbara es producto de un fenómeno misterioso y sobrenatural; es una flor celestial que no se encuentra en el mundo terrenal. Cuentan que si el Rey de la Rueda Dorada desciende al mundo humano, la flor se manifestará debido a la aparición de esta gran virtud y bendición» (Udumbara, una flor de leyenda 03/03/2017) por New Garden System.

(2) mensaje enviado tras el inicio de la lectura: «Es precioso. Lo tienes que publicar sí o sí, hoy seguiré saboreándolo, porque no es un libro para leer, es para disfrutar sus aromas, escuchar su música, sentir su brisa. Me encanta».

Antes de mi primer viaje a la Liguria (Italia)

Estoy haciendo un café con un cliente de mi despacho de abogados. Hemos llegado a un acuerdo en un proceso judicial y lo estamos comentando. Él es italiano de la Spezia, perteneciente a la provincia de la Liguria, colindante con la Toscana. Una vez ya despachados los asuntos de trabajo, me espeta: «Cristina, ya no te lo digo más veces. Tienes que venir a Cinque Terre, a conocer uno de los lugares más bonitos del mundo». En ese instante, noto que es la primera vez, de tantas, en que me ha sugerido este viaje, que se enciende en mí un deseo de visitar ese lugar, esa zona de Italia. Así que, sin pensarlo, en esa misma mañana escribo a dos amigas en un chat que tenemos que se llama «A navegar» y les propongo pasar unos días del mes de agosto en Liguria. En un primer momento, la propuesta es muy bien recibida, luego decae porque una de mis amigas pincha, y sorpresivamente, dos semanas antes de la supuesta fecha de partida, nos escribe un mensaje diciendo que sí, que nos vamos, que necesita desconectar y por una serie de cuestiones personales, reír, estar en contacto con el mar, la naturaleza. Y, así es como coordino con el cliente que nos recoja en el aeropuerto de Pisa, que nos busque hospedaje y nos indique que visitar y que hacer por esas tierras. ¡Qué bien!

Entre fechas de plantearse el ir a Italia y el viaje estoy buceando en Internet sobre conductas humanas para un caso que llevo de derecho de familia en el despacho. Un criterio de búsqueda me lleva a otro, y así es como me aparece un título enunciado como Tú, ¿en que frecuencia resuenas? (blog Gaby Vargas 12/04/2019). Me llama la atención.

En el año 2005, escribí en una especie de bitácora personal llamada Cuaderno de Cosas bonitas, una reflexión sobre si primero pensamos y luego sentimos, o es a la inversa. Indagué en procesos mentales y neuronales. Me leí, entre otros, un resumen del trabajo de Rita Levi-Montalcini, mujer y neurocientífica (Premio Nobel en 1986) de noventa y seis años, que expresaba que el secreto de tener un cerebro lúcido pese al tiempo es tener a las neuronas estimuladas. Las neuronas que nos restan con la edad se organizan para hacer exactamente las mismas funciones que antes hacían entre todas las demás y solo necesitan para ello estímulos que se consiguen a través de pasiones, curiosidades, ilusiones. Después de diferentes estudios, llegué a la conclusión de que primero pensamos, y luego sentimos. Ese descubrimiento personal me abrió una capacidad de autocontrol y conocimiento brutal. La mente suele ser nuestra primera traicionera en nuestros estados anímicos, así que si consigues cambiar de dirección tus pensamientos puedes reconducir esos estados. Nuestro cuerpo y nuestra mente no está compuesto de parcelas desconectadas. Todo es un conjunto que interactúa de forma constante, por lo que, para que tu mente funcione, el corazón se ha de ir llenando de cosas bonitas.

El artículo sobre la frecuencia en la que vibramos las personas va un paso más allá de mi descubrimiento en aquel año, afirmando que sientes lo que piensas y vibras lo que sientes, y esas vibraciones son las que transmites al exterior, a las personas con las que te relacionas. Así Gaby Vargas escribe:

¿Cómo te sientes? Pregúntatelo; pues, ¿sabías que lo que piensas lo sientes, lo que sientes lo vibras y lo que vibras lo atraes? Veamos…

Einstein decía que «todo en la vida es vibración». Cada átomo y cada molécula oscilan, por lo tanto, tienen vibraciones que se miden en frecuencias. Estamos rodeados de las ondas y frecuencias que emite el entorno, vivimos dentro de un acuario de energía.

Es asombroso saber que, en este preciso momento en que lees estas líneas, la Tierra gira a una velocidad de 1,496.69 km por hora. Y que, a su vez, gira alrededor del sol a una velocidad de 106,998.845 km por hora; lo que genera una vibración de la cual, jamás nos percatamos. Como tampoco nos percatamos de tantas y tantas otras cosas que nuestra capacidad limitada, no alcanza a percibir.

Durante el siglo XX, los físicos descubrieron que la materia es en realidad energía. Los seres humanos, como un elemento más del universo, con los árboles, las plantas, las flores, las constelaciones, los átomos, los muebles, los animales, las piedras, incluso el mar y las montañas, el aire, los colores y los lugares, emiten energía y, por lo tanto, una frecuencia vibratoria que, si bien no vemos, sí percibimos y nos afecta de manera constante.

Si observáramos cualquier objeto sólido con un microscopio muy potente, podríamos comprobar que la estructura más ínfima de las cosas no es materia —como quizá pensábamos— sino ¡vacío! Ese vacío es energía. Y dicha energía vibra y tiene una frecuencia, ¿me sigues? Además, la energía tiene dos cualidades: es fuerza y es información. Las cosas se ven sólidas porque su energía vibra un poco más despacio que la velocidad de la luz.

Somos seres eléctricos, somos un imán.

El significado de la palabra «vibración», tal como la usamos en la actualidad, tiene origen en los inventos del científico Nicola Tesla, quien descubrió que absolutamente todo tiene frecuencia eléctrica y energía vibratoria. Somos seres eléctricos hechos de células que vibran rápidamente, cada átomo en el universo oscila a diferente velocidad. Todos nos conectamos e intercambiamos energía de manera constante, la mandamos y la absorbemos. Nada está aislado de nada y nada está inmóvil.

Stephen Hawking, el científico inglés, decía que «lo que ahora parecen paradojas de la física cuántica, será algo de sentido común para los hijos de nuestros hijos». La realidad es que nos cuesta trabajo comprender lo que algunos científicos se atreven a afirmar.

Los pensamientos crean emociones y las emociones son energía en movimiento, ¿de acuerdo? Este movimiento genera una vibración y esta vibración manda información, señales eléctricas que enviamos incluso a distancia. Es decir, somos una gran antena que emite y recibe constantemente vibraciones electromagnéticas.

Lo interesante es que, cada momento del día, seamos o no conscientes, emitimos vibraciones de amor, de enojo, de aceptación, de rechazo, en fin. Y la energía que emanas, siempre regresa a ti; no tengas la menor duda, se trata de una ley universal. Esa ley guía el cómo cumplimos o no nuestros sueños. Asimismo, el universo no te da lo que quieres sino lo que eres, lo que vibras. Cuando cambias tu vibración, cambias tu experiencia del mundo por completo, y créeme, esto no es filosofía new age, es ciencia. El solo conectarte con la gratitud, te conecta con lo macro, con lo bueno, con el bien.

Por eso, el universo no nos da lo que queremos, sino lo que somos, lo que vibramos. Cuando cambiamos de vibración, cambiamos por completo la experiencia del mundo. Tú ¿en qué frecuencia resuenas? ¿te lo has preguntado?

Esta teoría me hizo pensar que la decisión que tome en el año 1993 de dejar de vivir con los dogmas de fe, impuestos, con los juicios de valor, los prejuicios; dejar de vivir desde el miedo y optar por vivir desde el amor es lo que genera que vibre en esa frecuencia, y por ello atraiga a las personas que se acercan a mí. Hasta la fecha nunca había entendido muy bien dónde erradicaba mi poder de atracción. Tal vez por ello, años después ya me hice un auto regalo por mi cuarenta aniversario, que rezaba:

A los 40 lo que toca es poesía

Estoy a la mitad de lo qué la estadística

llama mi esperanza de vida

¡Qué arriesgada verdad¡, ¡que ridícula afirmación¡,

¡que posible mentira!

Me quedo con lo que llevo de vida

Y pienso en disfrutar al máximo el resto de todos mis días.

Aquí me detengo en mis 40 años llenos de lamentos

luchas, y, sobre todo, de alegrías.

Si tiro del sabio refranero español:

A la vejez, viruelas

A las penas, alegrías

Al mal tiempo, buena cara

Y, este es mío: a los 40 lo que toca es poesía.

Nací, cómo todos, sin creencias.

Decidieron por mí hacerme católica

Y a los 23 añitos, aposté por ser agnóstica

Viví contra costumbres, enseñanzas y dogmas sin razón

Para ser tirana ya me valgo yo, no requiero mentor.

He aprendido de los que me engañaron

de los que me sedujeron,

también de los ocasionales amantes,

de los fieles y de los embusteros.

Albergo más amor del que cabe en mí

por eso igual sigo robando corazones

en un mundo que aún no sabe compartir.

Así estoy a los 40, con aguda madurez

de mis desgarradores desengaños

de los que aprendí que el dolor luego se vuelve en contento

si sabes vencer a tu propio, y a veces, traicionero intelecto

No me quejo, no va conmigo, más bien todo lo contrario

Me considero afortunada de poder sentir el sol

contemplar la luna y dejarme seducir por las estrellas

pensando que, tal vez, en algún momento

me he sentido una más entre ellas.

Y por eso escribo que a los 40 lo que toca es poesía

Porque poesía es vida y si uno quiere

la vida también puede ser, con o sin rima, pura poesía.

Cristina 19/12/2007

Este descubrimiento sobre las vibraciones lo hago pocas horas antes de partir. Necesito tiempo para reflexionar sobre ello y analizar muchos matices, pero ya se ha grabado en mi mente. Salgo, del proceso de una ruptura de una relación que, tras varias idas y venidas, se acabó en el 2020 y que me afectó muchísimo a mi autoestima, aun así, he cerrado esa etapa agradecida, recordando los momentos bonitos y todo el aprendizaje que me ha aportado.

A una de mis acompañantes de la escapada le digo que me apetece muchísimo ir a Italia, pero que no voy con ninguna expectativa porque sé que, aunque me las pusiera, la realidad de lo que nos iba a acontecer, las sobrepasaría.

Marcho primero a Menorca y luego viene la escapada a Italia. Vamos a ver que me depara el seguir paseando por la vida. Y, empiezo de la única forma que sé, sintiéndome por encima de todas las cosas llena de energía bonita, libre y mujer.

Cristina (30/07/2021)

Cinque Terre I

Para Andrea, mi marinero con alma de capitán.

Una de las sensaciones más auténticas que me invaden de mi viaje a Italia es paseando en escúter a primera hora de la mañana por las calles semivacías de la Spezia. Tengo en la mano una rosa grande y preciosa de color amarillo intenso cuyos pétalos acaban en tonos rojizos. Voy despeinada, con un casco sin abrochar y cogida a Andrea, quien maneja la moto con soltura. Me siento como si tuviese quince años, ni más ni menos, queriendo disfrutar de todo y como si el todo aún tuviese que llegar a mi vida.

Ahora me veo en el restaurante Antica Osteria Dell’Uva, ubicado en el casco antiguo de la Spezia, cenando con Andrea, su gran amigo Ori, y mis entrañables amigas Carla y Marta. Empiezan a traer los primeros platos típicos de cocina italiana. A cuál más bueno, y de repente cuatro músicos callejeros amenizan a los comensales de los restaurantes, los cuales nos agolpamos muy cerca los unos de los otros. La luz de las calles, las mesas repletas de gente en los bares y restaurantes de alrededor, el maravilloso ambiente que se respira, la música, la conversación y las risas de las personas que me acompañan, el buen vino y la excelente comida y, pienso: «que, maravilla que mi vida pase por estar aquí en este preciso momento. Qué bueno que viniste a Italia, Cristina (Cri, Cri)».

La tarde que precede a la cena fuimos en el barquito de Andrea, quien se había ofrecido la noche anterior a darnos un paseo por el mar. Las chicas teníamos muchísimas ganas de navegar. Andrea vino acompañado de su amigo Ori por un único motivo: -contar con un buen amigo en dicho paseo-. Si salía bien, para que lo disfrutara, también, y, si no salía tan bien, por disponer de una alianza. No había pasado ni media hora de trayecto que Andrea se miraba con Ori expresando: «Este paseo promete». Y así fue como en muy pocos minutos se generó una armonía entre todos simplemente perfecta. Risas, risas y más risas. Vino, vino, y más vino. Mejillones, mejillones y más mejillones (ja, ja, ja). Toldo, toldo y más toldo. Música, música y más música (entre ellas a destacar, Jersusalema, Jerusalema y Jerusalema: «Ngilondoloze, Uhambe nami, Zungangishiyi Lana», con la coreografía de Marta, quien estuvo, en cinco palabras, ES-PEC-TA-CU-LAR). Tabaco y otros, otros y tabaco. Todo ello fue lo que amenizó una tarde maravillosa, disfrutando de seis horas de mar, de las diferentes luces del atardecer en la Spezia, de ganas de vivir, de sonreírle a la vida, de disfrutar todos los momentos. Ganas de compartir.

Ese compartir trajo consigo la gran noche del viaje, la cena en casa de Andrea. Todo discurrió en la cocina, la parte más importante, fundamental de la casa. A todos nosotros se nos sumó, otro más, el padre de Andrea, quien asistió de inmediato como quien responde a la llamada de un buen amigo. Todos los invitados nos sentamos alrededor de la mesa de la cocina y después de un par de botellas de vino, Andrea se levantó para empezar a cocinar. Esa imagen que duró muchas horas es sencillamente preciosa. La normalidad que nos rodeaba era la propia de un buen ambiente familiar. La amabilidad, hospitalidad y generosidad de Andrea nos tenía a todas fascinadas y tremendamente agradecidas de hacernos partícipe de los momentos más auténticos que una persona se puede traer consigo después de un viaje, compartir mesa y mantel en la casa de un autóctono del lugar que se ha ido a visitar. Es difícil describir todo lo que ocurrió aquella noche. Seguro que cada uno de nosotros tiene sus propias apreciaciones. Pero, estoy segura, que un sentimiento común y compartido, fue el de ser una tremenda, intensa y divertidísima velada regada con mucho vino, amenizada con comida casera italiana, buena música, mucho baile, risas por doquier e inmensa alegría de estar allí en esa increíble noche orquestada por el cariño de un excelente y radiante anfitrión.

De este viaje por La Spezia, Portovenere y las Cinque Terre, tenemos las tres amigas innumerables momentos de alegría, divertimento, y tremendas anécdotas, constatando que las tres Marías tenemos personalidades muy diferentes y a la par nos aportamos mucho, nos sumamos. Nos hemos reído hasta el infinito, casi proporcional a lo que hemos sudado y todo el vino que nos hemos bebido. Las quiero mucho, como antes del viaje, pero ahora las siento más mías, más dentro de mí.

De los días y sus noches, las conversaciones entre dos lenguas que parecían unirse con un mismo idioma, los mensajes, las fotografías y vídeos con Andrea, podría escribir muchas letras, pero él me ha pedido que lo haga en un folio a mano y se lo entregue personalmente. Así, que eso es lo que haré. Dicho esto, no puedo dejar de anotar en este escrito, que conocer a Andrea ha sido la experiencia más especial y bonita de este paseo por Italia.

Todo empezó con una mirada la segunda noche del viaje. Estaba sentada con mis amigas tomando un vino en la terraza del Distró, un bar muy auténtico en el casco viejo de la Spezia y de repente observo que un chico, con una camisa de lino blanca preciosa, se acerca por el otro lado del mostrador que divide la terraza en dos mitades para pedir una cerveza. Planea con su mirada una vista de izquierda a derecha de todo el exterior del local (y pensé: como cuando un marinero divisa el horizonte en la proa del barco). En ese momento yo tenía ya la mirada agachada, pero los ojos, si quieren, tienen visión de retrovisor. Así que sintiéndome observada decidí cruzarme la mirada y después de unos segundos susurré en voz alta: «Las miradas, mejor con una sonrisa», y sin darme cuenta ya estaba sentado con nosotras a mi vera, y a los pocos minutos, invitándonos a dar un paseo en barco. Carla se quedó su contacto y yo el sello de esa preciosa mirada, que no me dejó indiferente…

Tal y como les dije a mis amigas el último día de viaje:

¡la sonrisa es la curva más atractiva de una mujer!

Cri, La mami (27/08/2021)

Entre el primer y segundo viaje a Italia

Llego a Barcelona. Tengo muchísimas ganas de escribir. Cuando me regaló la preciosa rosa amarilla Andrea, le dije que iba a escribir sobre este viaje, que me gustaba mucho escribir, que era una de mis pasiones. Al igual que Brahms, el gran compositor, cuando le preguntaban en qué estado se sentía cuando creaba, podría contestar «en suspensión, en otro mundo».

Antes de ponerme a ello miro mi chat con Andrea. Ya está repleto de mensajes cruzados, algunos de ellos escritos con auténtico cariño, de fotografías, vídeos, desde que nos diéramos nuestros contactos en la tarde del paseo en barco. Su último mensaje expresa que está muy contento de haberme conocido y qué si quiero escribir, que lo haga regresando a Italia, en un folio a mano y se lo entregue personalmente. Mensaje acompañado con un emoticono de un corazón.

Escribo Cinque Terre I, se lo envío con un «En España decimos: lo prometido es deuda», acompañado de una fotografía de su flor que tomé solo llegar al hotel, con el mensaje de que una rosa tan bonita no se puede quedar sin dedicatoria.

Después de la segunda noche que pasamos juntos en el yate dónde trabaja en que le hablé de mis hijos a Andrea y él de la pasión y admiración que siente hacia su madre (la mama) me empezó a llamar «mami» y yo siempre, desde entonces cuando me llamaba así le contestaba «mi bebé».

Su respuesta a mi carta fue: «Mami, ¿de dónde vienes tú? Me he quedado sin palabras, solo emociones. Partiría en un navío solamente para abrazarte. Te quiero mucho. No veo el momento de leer la próxima carta. Espectacular. Una flor sin tiempo eres tú»

Así es como nace que Andrea me pida leerme más, que quiere que le envíe escritos míos para cómo expresa él así poderme vivir, aún, en la distancia.

Dicho y hecho, hago una pequeña selección y le mando algunos de mis escritos. Ahí van, mi marinero.

Diciembre 2011

«3, 4, 14 y 28» son los números mágicos de mi hija Max, de cuatro añitos de edad.

Todas las noches me pide un cuento, ella pone el título o indica el tema y yo lo narro, incluyendo siempre en el relato un mensaje de amistad, compañerismo, solidaridad, ayuda, lucha, creencias, ánimos, valor, amor…

Después de ese momento entrañable siempre me dice: «Mami abraçam, abraçam ben fort. T’estimo per sempre», [Mami, abrázame, abrázame bien fuerte. Te quiero para siempre], y en ese ambiente de cariño pronunciamos en voz alta los números mágicos antes de que se ponga a dormir.

Cuando en la vida se me presenta una situación difícil, busco refugio en ella, la contemplo, observo su sonrisa, su alegría, su demanda incesante de atención y su entrega de cariño y ahí siempre encuentro la calma.

Ella me enseña. Su esquema principal es rodearse de la gente que quiere, amarse y compartir, disfrutando del momento sin parar si después vendrán o no otros. Einstein afirmó que a lo largo de su vida había sufrido mucho por cosas que nunca le ocurrieron y el otro día una buena amiga me espetó que ella disfrutaba mucho imaginándose cosas que no sabe si alguna vez le ocurrirán…

Siempre se ha dicho que las penas con dinero son menos penas. En la mayoría de los cursos y libros de autoayuda se insiste en cómo hacer para superar el dolor, en cambio, personalmente siempre he pensado que será mucho más interesante saber convivir con él y las penas, porque de ellas está la vida llena.

Son tiempos difíciles y muchos los afectados en aspectos básicos, importantes, pero no olvidéis que el apoyo que nos podamos brindar, los gestos, las muestras de afecto y de cariño, el ofrecer, sumar y compartir son el mejor regalo y, no solo en Navidad.

¡Feliz año y «3, 4, 14 y 28»!

(Cristina 19/12/2011)

Per molts anys

Es el brindis que se ofrecieron una entrañable pareja de ancianos y que tuve la maravillosa oportunidad de apreciar, grabar en mi mente y, almacenar en mi corazón un día cualquiera.

Sabía que tarde o temprano lo trasladaría en un papel.

Era sábado primaveral. Había llovido días atrás y el día era nítido, el sol tenía fuerza. A pesar de que entraba la luz en la habitación y de que no suelo despertarme tarde, esa mañana hice una excepción. Las sábanas no dejaban de arroparme suavemente invitándome a remolonear placenteramente más de lo habitual. Concedida la primera licencia, las demás se sucedieron dentro de la más absoluta normalidad. Había cambiado, sin premeditación alguna, todos mis quehaceres de sábado (deporte, tareas, compra) por ir a desayunar sin ninguna prisa ni orden del día a mi granjita preferida de Valldoreix.

La granjita de Valldoreix es un lugar romántico dónde tomar café. Su calificativo no lo empleo tan solo por su decoración, que también se ha de decir guarda cierto encanto, sino porque el lugar me provoca una sensación de tremenda agradabilidad. La persona encargada de hacer las pastas y los pasteles me evoca la misma pureza del recuerdo infantil de mi madre en la cocina de la casa familiar; el olor entre los dulces que salen del horno, el pan, el café, los zumos naturales, alimentan y aúnan el sentido del olfato con el del paladar; el uniforme pulido de las camareras, su exquisita educación. Todo es confortabilidad.

En ese ambiente me senté en la terracita acompañada de unos cuantos diarios de entre prensa deportiva, revistas y periódicos. Ya con el primer sorbo del café con leche y dispuesta a empezar, como siempre, la lectura del periódico por el final, levanté la cabeza llamándome la atención el caminar lento de dos viejecitos que se dirigían hacia mi ubicación. El ritmo era pausado, de pasos muy cortitos. Venían juntos de la mano. Se sentaron justo en la mesa de al lado.

Enfundada en las gafas de sol seguí sus movimientos. Tomaron asiento en la dirección opuesta a mí, buscando los rayos del sol. Eran muy guapos, sobre todo, el señor. Tenía un cráneo con unas medidas perfectas, nariz perfilada, facciones muy varoniles. Ella también guardaba mucha armonía. Pensé que con menor edad tendrían que haber tenido una belleza espectacular. Sus vestidos eran sencillos pero el porte era muy elegante.

Creo que la señora sufría la enfermedad del Parkinson y el pulso de él tenía la inestabilidad propia de la edad. A penas podía mantener el diario firme la mujer. Él cuidadosamente le iba pasando las páginas sin que ella le dijese nada, como sabiendo que ya había acabado de leer el titular, que es a lo máximo que le debía alcanzar la vista. Ninguno de los dos llevaba gafas y no creo que esté muy equivocada al pensar que ninguno era más joven de los noventa años entrados. Todo eran atenciones entre ellos. A los pocos minutos el señor metió las manos en los bolsillos y sacó un paquete de tabaco de liar. Con el pulso que tenía pensé que dicho menester le llevaría el resto del día. Para mi sorpresa en esa tarea los dedos parecían los de un pianista. En pocos segundos el cigarro estaba listo. Sus caladas denotaban el aprecio de un placer sabedor que no le seguirá después de esta vida y, entre una y otra, a intervalos prácticamente iguales, eran continuos los detalles de cariño que le profesaba a su mujer.

Les sirvieron una cerveza muy fría con dos vasos. Él, la repartió de una sola vez procurando que las medidas fuesen iguales y, llamando la atención de su mujer, buscó su mirada, aireó su vaso descendiéndolo suavemente, esperando encontrar la altura que le permitiese coincidir con el que sostenía el aún más delicado pulso de su mujer y, lo brindó con un «per molts anys». ¡Qué imagen!

Pagaron la cuenta con muchas monedas de pequeña cuantía, al igual que el que rompe la hucha para hacerse el regalo que tanto desea y, después de buscar el calor de los rayos del sol con la cabeza hacia atrás durante varios minutos, ya acabada la consumición, siguieron el camino por donde vinieron, al mismo ritmo pausado y cogidos de la mano.

No sé si venían del Casal de la tercera edad que hay a mitad de la calle o de alguna pequeña casita dónde igual viven. No sé si tienen la costumbre de hacer una cerveza las mañanas de los sábados de primavera. Lo que sí sé es que ese día en la granjita yo fui testigo del amor, el respeto, el cariño, la adoración y el entrañable compartir entre dos personas que caminando juntas se dan la mano. Aprendí que la vida no tiene edad.

Cristina (12/05/2010)

Existe una tribu en África

Existe una tribu en África, donde la fecha de nacimiento de un niño no se toma como el día en que nació, ni como el momento en que fue concebido sino como el día en que ese niño fue «imaginado» por su madre.

Cuando una mujer decide tener un hijo, se sienta sola bajo un árbol y se concentra hasta escuchar la canción del niño que quiere nacer.

Luego de escucharla, regresa con el hombre que será el padre de su hijo y se la muestra. Entonces, cuando hacen el amor con la intención de concebirlo, en algún momento cantan su canción, como una forma de invitarlo a venir.Cuando la madre está embarazada, enseña la canción del niño a la gente del lugar, para que cuando nazca, las ancianas y quienes estén a su lado, le canten para darle la bienvenida.

A medida que el niño va creciendo, cuando se lastima o cae o cuando hace algo bueno, como forma de honrarlo, la gente de la tribu canta su canción.

También si en algún momento de su vida, esa persona comete un acto socialmente inaceptable, se lo llama al centro de la villa y la gente de la comunidad lo rodea y entonces, le cantan su canción.

La tribu reconoce que la forma de corregir un comportamiento antisocial no es el castigo, sino el amor y la recuperación de la identidad. Cuando uno reconoce su propia canción, no desea ni necesita hacer nada que dañe a otros.

Y así continua durante toda su vida.

Cuando contraen matrimonio, se cantan las canciones juntas.

Y finalmente, cuando esta persona va a morir, todos en la villa cantan su canción, por última vez, para él.

Cuando escuché esta bellísima historia el mensaje me fascinó. Si haces algo bien te canto tu canción, para que te sientas orgulloso. Si haces algo mal, te canto tu canción, para que recuperes tu identidad si andas perdido. En las celebraciones y también cuando estas lastimado, y al nacer y al morir, como parte de tu viaje, te canto tu canción. Es simple y a la par inmenso. No se necesita nada más. El reconocimiento y el reproche parten de recordarte quién eres, simplemente con tu canción. Cuánto hemos de aprender en las sociedades actuales de esta tribu de África. En la sencillez se encuentra la ruta de la vida y su grandeza pasa por llenar y llenar el corazón.

Cada uno de nosotros tenemos nuestra propia canción. Tal y como me escribió una persona muy querida «la canción de una vida». «Cuando escuchas tú canción, depende del ánimo, te llega de una manera o de otra. Si estás contento, la cantas en voz alta, que te oigan. Si estás triste, la tarareas, la murmuras. Pero nunca deja de ser tu canción».

Cristina (19/12/2015)

Vivan los novios

Breves momentos antes de darse el «sí quiero» el concejal que impartía la ceremonia propuso a los invitados dedicar unas palabras a los novios. Oí a Montse decirme: Cris, habla en nombre de todas las de Pineda de Mar. En ese momento se me agolparon miles de imágenes. Reviví mentalmente el paseo nupcial de la novia acompañada de su hijo, bailando por el puente que cruza el río de Ibiza en un marco inmejorable a ritmo de felicidad. La llegada previa y divertida en un meari blanco decorado para la ocasión de un novio resplandeciente y la fusión de los dos en un solo latido en presencia de sus seres queridos. Todos guapísimos, vestidos de blanco. Mari Gel, su cara, su sonrisa, el espectacular brillo de sus ojos, sus gestos me trasportaron a su imagen de infancia. A esa niña feliz, familiar, de cabellera interminable. Siempre abrazada a su perro Pachi. Torciendo la pierna al reírse. Juguetona, saltarina. Y esa preciosa niña más hermosa que nunca era la que estaba en el altar.

Joaquín su hijo mayor tomó la palabra. «Gracias», fue su primer mensaje. «Gracias porque vosotros sois mi vida». Llegaron los anillos y Mari Gel antes de esposar a José lo miró y le dijo «Gracias. Gracias por todo lo que me has dado. Te amo».

Me quedé embriagada. Estar agradecidos a la vida por haberle ofrecido a uno amar y ser amado en mayúsculas y con todo lo que comporta: alegrías, penas, desgarros, superación, pérdidas, fuerza, ilusión, esperanza, unión. Pensé en lo afortunado que era José y en lo bien que lo tenía que haber hecho para que los suyos tuvieran la necesidad de gritar frente al mar en un momento tan especial y en presencia de todos: «Gracias».

Y, «gracias», es el mensaje que os quiero trasladar. Por haberme permitido compartir el enlace de vuestra unión. Por haber estado abrigada de los vuestros, que son personas sencillamente encantadoras. Por permitirme hacer una escapada de lo cotidiano en un día cualquiera a una hermosa isla balear para ser testigo con vuestro entorno más íntimo de una comunión entre dos personas que les une la maravillosa palabra amor.

Gracias porque he vuelto con el corazón más llenito. Me invade la sensación de lo inmenso que es la amistad.

Montse, cariño. Ya ves, en aquel momento no pude hablar, pero por supuesto que en nombre de aquel grupillo de princesas que jugábamos en un pueblo costero llamado Pineda de Mar: «¡Vivan los espectaculares novios!».

P.D.: Ha sido tan bonito todo que me han entrado ganas de volverme a casar (Ja, ja, ja).

Cristina (3/05/2018)

¿La celebramos?

9.50 de la mañana del 10/05/2018. Suena la música. Me llama la atención. Es una especie de ranchera mexicana. Salgo a la terraza a fumar un cigarro. Decido asomarme al patio de abajo, dónde salen los enanos que van a la guardería del principal en cuyo primer piso (tercero de altura real) tengo ubicado mi despacho profesional de abogacía. Caigo en el detalle de que deben estar preparando la coreografía del evento similar al fin de curso de los colegios. Dos años, de edad debe ser la media de los participantes del baile. Las dos monitoras dan las instrucciones precisas y se forman dos filas de unos ocho componentes todos en paralelo en cada una de ellas. Me fijo, una es de niños y otra de niñas. Todos con bata gris a rayas. La de los niños me queda a una distancia perfecta de mi campo visual. Llama mi atención el segundo niño de la izquierda, una monada de pelo muy rizado que me transporta a la serie de dibujos animados de Tom Sawyer. Las monitoras tocan las palmas y al cambio de ritmo de la música les recuerdan lo que tienen que hacer: «Va, ahora vais corriendo al son de la música a buscar a vuestra compañera y os dais un fuerte abrazo». Me fijo en la hilera de niñas. La que le toca abrazar al que ya llamo Tom Sawyer es una niña rubita de pelo corto. A su lado, en el último extremo de la fila, diviso a una princesita de cabello largo castaño claro. Con la palmada de salida los niños empiezan su andadura con un ritmo de carrera más propio de un rock and rol