Cartas de un abuelo para el Niño Dios en Navidad - Fernando Enciso Hernández - E-Book

Cartas de un abuelo para el Niño Dios en Navidad E-Book

Fernando Enciso Hernández

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Beschreibung

Todos confiamos en contar con la ayuda de un poder superior. Cuando nos conectamos con este poder superior, tenemos la posibilidad de realizar milagros. Cartas de un abuelo para el Niño Dios en Navidad es un libro que mi padre ha escrito con todo su amor, para que nos inspire en esa sabiduría que hemos heredado de nuestros abuelos, a través de historias que le permiten al lector conectar y recorrer un mundo mágico que conocemos, que nos han contado y quizás hemos olvidado

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Enciso Hernández, Fernando

Cartas de un abuelo para el Niño Dios en navidad / Fernando Enciso Hernández. -- 1a ed. -- Bogotá :

Taller de Edición Rocca, 2022.

122 p. – (Ex-Libris. Narrativa)

ISBN 978-958-53774-4-8

1. Literatura colombiana - Siglo XXI 2. Cuentos de navidad - Siglo XXI 3. Abuelos - Cuentos I. Título II. Serie

CDD: Co868.5 ed. 23 CO-BoBN– a1089210

 

© Fernando Enciso Hernández

[email protected]

© Magda Enciso Cortés (del prólogo)

© Taller de Edición Rocca® SAS

Sello Ex-Libris

Primera edición: Ex Libris mayo de 2022

Bogotá, D. C., Colombia

ISBN (impreso): 978-958-53774-4-8

ISBN (digital): 978-958-53774-8-6

Edición y producción editorial:

TALLER DE EDICIÓN ROCCA® SAS / SELLO EX-LIBRIS

Carrera 4A NO. 26A-91, oficina 203

Teléfonos: (57+601) 243 2862 - 284 8328

[email protected]

www.tallerdeedicion.com

Bogotá, D. C., Colombia

Edición al cuidado de:

Liza J. Ariza

Diseño y diagramación:

Antonio Rocca Toro

Fotografía de autor:

Paola Andrea Enciso Cortés

Impresión y acabados:

Xpress Estudio Gráfico y Digital S.A.S.

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida en su todo o en sus partes, ni registrada o transmitida por un sistema de recuperación, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico o fotoquímico, electrónico, magnético, electro-óptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito del autor y del editor.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

ÍNDICE DE CONTENIDO

PRÓLOGO

CARTAS DE UN ABUELO PARA EL NIÑO DIOS EN NAVIDAD

PADRE NUESTRO SIGLO XXI

MI RECORRIDO ESPACIAL E=mc2

DEDICATORIA PARA EL ABUELO

LA PRIMERA CARTA A GARCÍA

SITIOS DE UBICACIÓN

LA GRAN BATALLA ANTIGRAVITY SIGLO XXI

INSTROSPECCIÓN

IN GOD WE TRUST

EL PODER DE UNA ORACIÓN

LA TELETRANSPORTACIÓN DEL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD

ESTALLA LA TERCERA GUERRA MUNDIAL

SAULO, SAULO, ¿POR QUÉ ME PERSIGUES?

HABLAR Y CONVENCER

EL ESPEJO

EL TESTAMENTO: DAD LO MEJOR DE TI

EL PERGAMINO: UN TRIBUTO

ENTUSIASMO

CARTA DEL NIETO PRÓDIGO

PRÓDIGO RUMBO A CASA

DEDICATORIA

«Toda adversidad trae consigo la semilla de un beneficio equivalente o superior».

Encontré esta semilla del beneficio equivalente, a partir de la experiencia del aislamiento a causa del COVID-19, que nos obligó a todos los habitantes de nuestro planeta Tierra a dar un viraje de 360 grados en nuestras vidas. Una parte de este tiempo lo tomé como una oportunidad para escribir mis cartas.

Dedico el contenido del libro Cartas de un abuelo para el Niño Dios en Navidad:

Al poder supremo de Dios, su inteligencia infinita, con su regalo del entusiasmo en nosotros.

A mis hijas, Magda Leonora y Paola Andrea, a mi hijo Carlos Andrés, a mi nieta Samantha, a la mamá y abuela Amparo; a los seres de luz, con su presencia de los ángeles, en todas sus jerarquías quienes nos acompañan en cada momento de nuestras vidas.

Con el corazón del alma, abrazos, grandes abrazos.

EL AUTOR

PRÓLOGO

En la infinitud de la vida en la que nos encontramos inmersos, todo es perfecto, todo está completo y concluido. Es la auténtica verdad de nuestro ser. En el momento de nacer todos somos conocedores de esta verdad, pero con el paso del tiempo muchos la olvidamos. Es posible que fuéramos criados por unos padres a los que habían enseñado a contemplar la vida con temor. El miedo puede proceder de hechos acontecidos muchas generaciones atrás. Quizá también nuestros padres, nuestros abuelos y nuestros bisabuelos hubieran olvidado esa verdad. Cuando nos crían personas que albergan temor, nos resulta fácil perder el contacto con la esencia de lo que realmente somos.

Poseemos unos talentos y unas habilidades que ni siquiera hemos empezado a explorar.

Nuestros pensamientos son tan poderosos que crean por sí mismos las circunstancias en las que se desarrollan nuestras vidas. El modo en que pensamos en nosotros mismos, en los demás y en la vida ejerce una enorme influencia sobre nuestro modo de vivir. Todo aquello que damos a los demás vuelve indefectiblemente a nosotros; siempre, sin excepción.

Por tanto, si queremos vivir una vida llena de armonía y bienestar, nuestra atmósfera mental debe estar siempre cuajada de pensamientos armoniosos y llenos de amor.

Jamás podremos ayudar a sanar este planeta si nos dedicamos a criticar y a condenar a otras personas, pueblos o acontecimientos. Si todos hacemos lo mismo, podremos contribuir a sanar el mundo gracias a nuestra conciencia colectiva.

Nuestro poder reside en nuestro yo verdadero y en Dios.

Todos confiamos en contar con la ayuda de un poder superior. Cuando nos conectamos con este poder superior, tenemos la posibilidad de realizar milagros. Cartas de un abuelo para el Niño Dios en Navidad es un libro que mi padre ha escrito con todo su amor, para que nos inspire en esa sabiduría que hemos heredado de nuestros abuelos, a través de historias que le permiten al lector conectar y recorrer un mundo mágico que conocemos, que nos han contado y quizás hemos olvidado.

Según va calando entre la población la idea de que el ser humano posee un potencial desconocido, la pregunta ha dejado de ser: «¿Hasta dónde podemos llegar?», para convertirse en otras: «¿cómo lo hacemos?, ¿cómo podemos acceder a esos extraordinarios poderes en la vida diaria?, ¿cómo podemos empoderar a nuestros hijos para que sean conscientes del enorme potencial que poseen?». La respuesta a estos interrogantes constituye la base de este libro, porque es a través de la enorme sabiduría de las sagradas escrituras, de nuestros ancestros y de nuestro Dios interior como accedemos a ese poder y maestría infinita, que los arcángeles nos presentan a modo de ejemplo en cada uno de estos emocionantes capítulos.

El secreto que nos han revelado los grandes maestros a través de sus enseñanzas es el siguiente: cuando experimentamos por nosotros mismos o a través de otra persona algo que antes nos parecía imposible, nos liberamos de nuestras certezas de un modo que nos permite trascender los límites de la vida que conocemos. Por eso, exactamente, el libro que tienes en las manos podría cambiar tu existencia, al mostrarte cómo podemos crear nuestra realidad con nuestros pensamientos, y cómo la fe induce a tu cuerpo y tu mente a creer que sí puedes, si eres capaz de crear tu futuro constantemente a través de la magia de la fe.

Mi padre, Fernando Enciso, además de tener múltiples títulos profesionales es un inventor, visionario y místico que siempre se ha caracterizado por su auténtico propósito de entregar al mundo un legado de amor y sabiduría. En estos tiempos en los que hay tanta desconexión entre los padres y sus hijos, los abuelos y sus nietos, esta obra brinda un espacio para conectar, reír, trascender, pero sobre todo, para retomar esas hermosas historias y cuentos que tanto marcaron nuestras vidas y fueron, principalmente, un legado y enseñanza de nuestros queridos abuelos.

Qué tal si emprendemos este viaje siendo los protagonistas y creadores de nuestra realidad con la certeza de que siempre estaremos protegidos y amparados por Dios, ese Dios que reside en nuestro corazón y nos permite que todo sea posible.

MAGDA ENCISO CORTÉS

CARTAS DE UN ABUELO PARA EL NIÑO DIOS EN NAVIDAD

Comienza sus cartas así el abuelo: Dios se le apareció por primera vez en sueños a Salomón y dijo: pídeme lo que quieras que Yo te lo concederé (…).

Este abuelo no es el rey Salomón pero, por conducto de su hijo, el Niño Dios, cuánto me gustaría que, a este abuelo, Él se le apareciera en sueños y le dijera: abuelo, pídeme lo que quieras, que Yo te lo concederé.

Este abuelo, guardando en el corazón la promesa, cada año le escribe su carta al Niño Dios, esperando que Él sea quien le traiga estos regalos tan deseados.

El abuelo se levanta cada 24 de diciembre antes de la media noche, lee su carta y la esconde debajo de la almohada. Sus hijos y nietos, sin conocer lo que hace su padre-abuelo, le dicen: papá, abuelo, es hora de que vayas a la cama y duermas. El abuelo vuelve a la cama a conciliar el sueño, feliz, pensando en despertar y al lado de su cama encontrar tan soñado regalo.

Llega el día de destapar los regalos. Descubre de nuevo que muchos niños en el mundo reciben regalos, pero a los abuelos les vuelve a aparecer la carta debajo de la almohada. Miran al lado de la cama, observan que este espacio para los regalos está vacío.

Se asoma a la ventana, los niños ríen, gozan con sus regalos; los papás les dicen: hijo, estos regalos son el premio del Niño Dios por lo bien que te comportas.

Yo, el abuelo, me pregunto en silencio: ¿Me he portado mal?, veo a los abuelos con sus nietos, cuidando que no les suceda ningún daño, a ellos y a sus nuevos regalos.

Esos abuelos tampoco han recibido regalos del Niño Dios en esta Navidad. Me pregunto: ¿ellos tampoco se han portado bien? Así pasa cada Navidad; me asomo por la ventana, miro al lado de mi cama, imagino que estos abuelos también lo hacen, pero encuentran el espacio vacío, me pregunto una y otra vez: ¿Será que los abuelos nos portamos mal este año, por eso el Niño Dios no se llevó nuestra carta?

Hoy dedico mis cartas al Niño Dios en estas navidades, esperando que un día nuestros hijos, nuestros nietos, conozcan qué pide un abuelo de regalo de Navidad al Niño Dios.

Este abuelo sigue escribiendo sus cartas al Niño Dios, confiado de que al otro día encontraría su regalo pero, como siempre, encuentra debajo de la almohada su carta, mira el espacio para regalos: otra vez vacío.

El abuelo continúa escribiendo sus cartas, escribe, sin saberlo, que esta sería su última carta al Niño Dios.

Como siempre, el 24 de diciembre, día de Navidad, se acercan a él sus hijos y sus nietos. Le dicen: vaya a dormir, abuelo, y se va a descansar. Nadie imaginó que sería su última Navidad, su última carta al Niño Dios.

Al otro día, como siempre, los niños, muy alegres, destapan sus regalos, felices juegan con ellos. Ese día el abuelo no se asoma por la ventana; cuando sus nietos lo llaman para mostrarle los regalos, no contesta a sus llamados, nadie abre la puerta. Cuando lo encuentran, descansa en el sueño eterno de la vida, el sueño del más allá.

Sus nietos y sus hijos se acercan, lo ven sonriendo, como si musitara: ¡Por fin el Niño Dios se llevó mi carta! Sus nietos, curiosos, levantan la almohada, ¡no hay nada! Levantan sus cobijas, lo encuentran sosteniendo en sus manos un sobre que dice: Cartas de un abuelo para el Niño Dios en Navidad. Al abrirlo ven que está vacío, miran el lugar de los regalos y encuentran la carta, se miran perplejos. Se preguntan: ¿cómo llegó esta carta allí? Al abrirla ven un papel en blanco. Se siguen preguntando: ¿qué le trajo el Niño Dios al abuelo?

Al abuelo se le recuerda por su última sonrisa, como si musitara: ¡Por fin el niño Dios se llevó mi carta!

La habitación se llena de olor a yerbabuena, ruda, eucalipto, naranjo, papayuelo y mezcla de otras yerbas. Al salir de la habitación, un nieto encuentra en el suelo un papel arrugado en forma de bola, como si alguien lo hubiera arrojado; en su interior escrito, casi garrapateado dice: Dios se le apareció en sueños por segunda vez al rey Salomón, le dijo: Construya…

Pasan los días y en la habitación todavía emanan estos olores a yerbas. Cada Navidad los nietos abren el sobre de su última carta, sacan la hoja en blanco, se miran entre sí y uno de ellos dice en voz alta: el contenido de la carta, el abuelo la escribió en su corazón. La vuelven a meter entre el sobre, respetando sus deseos, respetando su memoria: Cartas de un abuelo para el Niño Dios en Navidad.

Esa noche de Navidad sucede algo inesperado; de la iglesia se oyen doce campanadas, la pólvora suena como si fueran cañonazos, la alegría embarga los hogares, las familias se abrazan, se besan, al unísono se desean la feliz Navidad.

Llega el momento de repartir los regalos, el árbol de Navidad se prende con destellos multicolores, también brilla el pesebre con sus hermosas luces intermitentes. Por fin todos reciben los regalos. Todo queda en silencio. En el pesebre queda un regalo sin entregar. Un nieto se acerca, lo toma, no había destinatario. Lo abren. De la caja vacía sale un olor que inunda la casa; ese olor a yerbabuena fresca, ruda, eucalipto, naranjo, papayuelo y mezcla de otras yerbas, como si esa Navidad el abuelo dijera: ¡familia! ¡Feliz Navidad!

El sacerdote párroco de la iglesia dice que las campanas no fueron tocadas esa noche. Ahora los nietos dicen: nos dimos cuenta de que los abuelos, además de taparnos nuestras faltas, nos tienen como sus preferidos, siempre, aunque se vayan al sueño eterno de la vida, el sueño del más allá. No hay dudas; hasta allá y más allá nos siguen amando. Ahora somos sus nietos los que escribimos por él las Cartas de un abuelo para el Niño Dios en Navidad, pero hay algo que tocó nuestros corazones: papá y mamá también escriben cada 24 de diciembre con el mismo encabezamiento; es como si todos nos hubiésemos puesto de acuerdo, ¡el mismo encabezamiento!: Cartas de un abuelo para el Niño Dios en Navidad. Para sorpresa nuestra, al otro día, cuando abrimos el cuarto del abuelo para honrar su recuerdo, al lado del lugar de los regalos encontramos cajas bellamente envueltas en papel muy fino, nos sorprendemos, mentalmente nos decimos: ¿cómo llegaron estos regalos allí? ¿Fue papá? ¿Fue mamá?, acercamos a nuestro corazón el papel apretado en forma de bola que encontramos aquel día sobre el piso, con letras garrapateadas, que decía: «Dios se le apareció en sueños por segunda vez al rey Salomón y le dijo: construya…».

Abuelos y padres del mundo: ¡feliz Navidad! Nietos y Nietas que un día serán abuelos y abuelas: ¡Feliz Navidad!

PADRE NUESTRO SIGLO XXI

UNA ORACIÓN DE COMPROMISO

Caminaba desprevenidamente por una calle de Bogotá, Colombia. Llovía con fuerza, caía granizo; mi deseo era escampar, buscaba dónde hacerlo. Corrí, sentí un empujón, un empujón fuerte, por poco caigo al suelo. Reaccioné buscando al granuja que me había empujado, pero a mi alrededor no había nadie. Me encontré solo, sorprendido.

Tomé aire de nuevo para continuar mi camino, pero algo me sorprendió aún más; me encontraba ante una multitud de personas con las manos levantadas y los ojos cerrados, expresaban palabras que no me preocupé por entender. Volví en mí, mi asombro fue aún mayor; me encontraba en un Templo, en una casa de Dios. Aún no comprendo cómo llegué allí; de pronto escuché una voz grave proveniente de un micrófono que decía: ¡hermanos! Dizque hermanos, yo no conocía a este fulano, me dije.