Cartas literarias a una mujer - Gustavo A. Becquer - E-Book

Cartas literarias a una mujer E-Book

Gustavo A. Becquer

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Beschreibung

"Cartas literarias a una mujer" de Gustavo Adolfo Bécquer es un viaje fascinante a través de las palabras del corazón, donde el amor y la poesía se entrelazan en una danza encantadora. En esta colección única de correspondencia íntima, Bécquer nos lleva de la mano a un mundo de belleza y emoción, donde cada carta es una joya literaria que brilla con la pasión y la sensibilidad del autor.

A lo largo de estas cartas, Bécquer nos revela los secretos de su alma y nos sumerge en un océano de sentimientos profundos y reflexiones poéticas. Con una prosa exquisita y una sensibilidad única, el autor nos invita a explorar los rincones más íntimos de su ser, compartiendo con nosotros sus sueños, sus deseos y sus más profundos anhelos.

Cada carta es una obra maestra en sí misma, una expresión de amor y admiración destinada a tocar el corazón de su destinataria. A través de las palabras de Bécquer, somos transportados a un mundo de romance y melancolía, donde la belleza del amor se fusiona con la belleza del arte.

"Cartas literarias a una mujer" es mucho más que una simple correspondencia; es un testimonio conmovedor del poder de la palabra para conmover y inspirar. Sumérgete en estas páginas y déjate llevar por el hechizo de la poesía y el amor, en un viaje inolvidable a través del corazón de uno de los más grandes poetas de la literatura española.

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Veröffentlichungsjahr: 2018

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CARTA PRIMERA

En una ocasión me preguntaste:

-¿Qué es la poesía?

¿Te acuerdas? No sé a qué propósito había yo hablado algunos momentos antes de mi pasión por ella.

-¿Qué es la poesía? - me dijiste.

Yo, que no soy muy fuerte en esto de las definiciones te respondí titubeando:

- La poesía es..., es...

Sin concluir la frase, buscaba inútilmente en mi memoria un término de comparación, que no acertaba a encontrar.

Tú habías adelantado un poco la cabeza para escuchar mejor mis palabras; los negros rizos de tus cabellos, esos cabellos que tan bien sabes dejar a su antojo sombrear tu frente, con un abandono tan artístico, pendían de tu sien y bajaban rozando tu mejilla hasta descansar en tu seno; en tus pupilas húmedas y azules como el cielo de la noche brillaba un punto de luz, y tus labios se entreabrían ligeramente al impulso de una respiración perfumada y suave.

Mis ojos, que, a efecto sin duda de la turbación que experimentaba, habían errado un instante sin fijarse en ningún sitio, se volvieron entonces instintivamente hacia los tuyos, y exclamé, al fin:

-¡La poesía..., la poesía eres tú!

¿Te acuerdas? Yo aún tengo presente el gracioso ceño de curiosidad burlada, el acento mezclado de pasión y amargura con que me dijiste:

-¿Crees que mi pregunta sólo es hija de una vana curiosidad de mujer? Te equivocas. Yo deseo saber lo que es la poesía, porque deseo pensar lo que tú piensas, hablar de lo que tú hablas, sentir con lo que tú sientes; penetrar, por último, en ese misterioso santuario en donde a veces se refugia tu alma y cuyo umbral no puede traspasar la mía.

Cuando llegaba a este punto se interrumpió nuestro diálogo. Ya sabes por qué.

Algunos días han transcurrido. Ni tú ni yo lo hemos vuelto a renovar, y, sin embargo, por mi parte no he dejado de pensar en él. Tú creíste, sin duda, que la frase con que contesté a tu extraña interrogación equivalía a una evasiva galante.

¿Por qué no hablar con franqueza? En aquel momento di aquella definición porque la sentí, sin saber siquiera si decía un disparate. Después lo he pensado mejor, y no dudo al repetirlo; la poesía eres tú. ¿Te sonríes? Tanto peor para los dos.

Tu incredulidad nos va a costar: a ti, el trabajo de leer un libro, y a mí, el de componerlo.

¡Un libro! - exclamas, palideciendo y dejando escapar de tus manos esta carta -.

No te asustes. Tú lo sabes bien: un libro mío no puede ser muy largo. Erudito, sospecho que tampoco. Insulso, tal vez; mas para ti, escribiéndolo yo, presumo que no lo será, y para ti lo escribo.

Sobre la poesía no ha dicha nada casi ningún poeta; pero, en cambio, hay bastante papel emborronado por mucho [...]