Casa y dignidad - Miguel Pérez - E-Book

Casa y dignidad E-Book

Miguel Pérez

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Beschreibung

Se pone en perspectiva el quehacer y las prácticas de un actor social que ha logrado recomponerse y renacer, recuperando las raíces y memorias de sus antecesores, resignificando su lucha por la vivienda frente a políticas neoliberales segregadoras. Releva a las pobladoras, grandes protagonistas, porque para ellas, la casa propia cristaliza su condición de ciudadanas y su derecho a la vida digna.

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CASA Y DIGNIDAD: EL MOVIMIENTO DE POBLADORAS Y POBLADORES EN CHILE

Miguel Pérez

Ediciones Universidad Alberto Hurtado

Alameda 1869 – Santiago de Chile

[email protected] – 56-228897726

www.uahurtado.cl

Primera edición en castellano agosto 2023

Primera edición en inglés: The Right to Dignity: Housing Struggles, City Making, and Citizenship in Urban Chile by Miguel Pérez published in English by Stanford University Press. Copyright © 2022 by the Board of Trustees of the Leland Stanford Junior University. All rights reserved. This translation is published by arrangement with Stanford University Press, www.sup.org.

Los libros de Ediciones UAH poseen tres instancias de evaluación: comité científico de la colección, comité editorial multidisciplinario y sistema de referato ciego. Este libro fue sometido a las tres instancias de evaluación.

ISBN libro impreso: 978-956-357-434-0

ISBN libro digital: 978-956-357-430-2

Coordinador colección Antropología

Enrique Antileo

Dirección editorial

Alejandra Stevenson Valdés

Editora ejecutiva

Beatriz García-Huidobro

Diseño interior

Gloria Barrios

Diseño de portada

Francisca Toral

Imagen de portada: iStock.

Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

Diagramación digital: ebooks [email protected]

Para Leila, Emiliano y Camilo

Índice

Agradecimientos

Acrónimos

Presentación

PRIMERA PARTEAcción colectiva

Capítulo ILuchas por la vivienda en una ciudad neoliberal

Capítulo IIEl movimiento de pobladores y pobladoras

Capítulo IIIMovilizándose en la espera: los comités de allegados

SEGUNDA PARTESujetos-ciudadanos dignos

Capítulo IV Performances de construcción de ciudad

Capítulo VPolítica del esfuerzo: formulaciones urbanas de ciudadanía

Capítulo VIHacia una vida digna

Conclusión“Hasta que la dignidad se haga costumbre”

Referencias

Mapas, figuras y tablas

Mapas

Mapa 1. Área Metropolitana de Santiago

Mapa 2. Unidades de vivienda construidas por proyecto de viviendas sociales, 1980-2003

Mapa 3. Localización de campamentos en Santiago en 1971

Mapa 4. Cambios en la distribución espacial de familias ABC1 en Santiago, 2002 y 2013

Figuras

Figura 1. “La invasión de Las Condes. Pobladores levantan campamentos a la ‘buena’ con el Gobierno, o a la ‘mala’ con los miristas”

Figura 2. Asamblea General del Comité de Allegados Don Bosco

Figura 3. El “mal uso” de la bandera chilena en los campamentos

Figura 4. Toma en la rivera del Río Mapocho en 2014

Figura 5. Autoconstrucción en Nueva La Habana a comienzos de la década de 1970

Figura 6. Comité de Allegados Don Bosco protestando frente al Ministerio de Vivienda y Urbanismo

Figura 7. “Lucha por vivienda digna”. Mural del Comité de Allegados Don Bosco

Figura 8. “Nuestra lucha es más grande que una casa... barrio y vida digna”, lienzo del Comité de Allegados Don Bosco

Figura 9. Construcción del proyecto de vivienda Altos de la Cordillera, La Florida

Figura 10. “Dignidad”, mural pintado en el centro de Santiago luego del estallido social de octubre de 2019

Tablas

Tabla 1. Protestas por vivienda por año

Tabla 2. Ocupaciones entre miembros del Comité de Allegados Don Bosco

Tabla 3. Año de ingreso al Comité de Allegados Don Bosco

Tabla 4. Aumento en los precios de suelo en La Florida

Agradecimientos

La publicación de este libro resultó de un ejercicio no menos complejo de traducir un manuscrito desarrollado inicialmente en inglés. Tanto en el proceso de traducción como en la etapa de investigación del cual se deriva esta obra, recibí la asistencia, colaboración y apoyo de varias personas a quienes me gustaría reconocer en estas páginas. En primer lugar, agradezco la generosidad de las pobladoras y pobladores que contribuyeron a la realización de mi trabajo de campo en Santiago de Chile. Agradezco en particular al Comité de Allegados Don Bosco de La Florida, cuyos miembros me permitieron participar en la organización durante más de quince meses. Especialmente, doy gracias a Fresia, Rafael, Ana, Juan, María José, Nona, Irma y Claudia por todas las memorias, momentos y experiencias de vida que generosamente compartieron conmigo. Asimismo, agradezco a todo el resto de pobladoras y pobladores que contribuyeron en este trabajo, especialmente a Mauricio, Lorena, Keila y Nicolás de la Agrupación Techo Ahora, a Luis del Movimiento Pueblo Sin Techo, y a Lautaro, Nena y Daniela del Movimiento Pobladores en Lucha. Va mi reconocimiento también a otros pobladores y pobladoras que, en el transcurso de los años, me han permitido seguir el derrotero del movimiento por la vivienda en Santiago. Sobre esto último, agradezco a Daniela y Santiago de la Agrupación de Luchadores de Lo Hermida.

Durante el periodo de investigación, escritura y revisión de esta edición, tuve la oportunidad de discutir mis hallazgos con varios académicos y académicas cuyos comentarios, recomendaciones y guía fueron cruciales para dar forma a las ideas que componen este manuscrito. Alexis Cortés, Edward Murphy, Mónica Iglesias, Yasna Contreras, Catherine Valenzuela, Valentina Abufhele y Paulo Álvarez compartieron conmigo sus reflexiones y conocimientos sobre el movimiento por la vivienda. Boris Jofré, por su parte, generosamente me enseñó y cedió el mapa con las localizaciones de campamentos en 1971 que se encuentra en el segundo capítulo. Quiero también expresar mi gratitud hacia mi colega y amigo Nicolás Angelcos, con quien realicé trabajo de campo colaborativo, publiqué un artículo, organicé varios paneles y pasé muchas horas discutiendo sobre el carácter y la orientación de los movimientos sociales urbanos, conversaciones de las que surgieron varios de los argumentos contenidos en este libro. Nicolás Somma compartió conmigo amablemente sus datos de protestas sociales en el Chile contemporáneo, los cuales pude analizar gracias a la ayuda de mi hermano Pablo Pérez, sociólogo versado en estadísticas. Nancy Postero y Madelyn Boots, de la Universidad de California, San Diego, fueron de gran ayuda a la hora de situar mis perspectivas teóricas sobre prácticas de ciudadanía en Chile dentro de un contexto teórico más amplio. Gracias a que coincidimos en Santiago en distintas etapas entre 2013 y 2017, Luis Martín-Cabrera, académico de UCSD, fue un compañero en términos intelectuales y políticos durante mi trabajo de campo. Mis excolegas del Departamento de Antropología de la Universidad Alberto Hurtado, junto con mis estudiantes, a menudo me animaron a evaluar mi trabajo en términos de su contribución a la antropología Latinoamericana. Por su parte, para esta versión del libro en particular, los y las colegas de la Facultad de Ciencias Sociales e Historia de la Universidad Diego Portales fueron una constante motivación para hacer de mi indagación antropológica una investigación capaz de dialogar con otras disciplinas.

Constanza Martínez y Gabriela Mallea me apoyaron en el análisis de entrevistas. En el Proyecto Anillos “Etnografías de Neoliberalismo y Aspiración” (ANID-PIA SOC180033), proyecto que posibilitó la traducción de este libro, me encontré con colegas que generaron un estimulante ambiente intelectual, el que me ayudó a posicionar mis argumentos dentro de una perspectiva crítica más amplia. Dentro de ese equipo de investigación, Marcelo González, Diana Espirito Santo, y Piergiorgio Di Giminiani leyeron y comentaron versiones previas de este libro. Agradezco también a Jeremy Geraldo, Cristóbal Palma y Constanza Tillería, mis asistentes de investigación dentro de dicho proyecto. Mis colegas del equipo de investigación del proyecto “Civim: Ciudadanía, Vivienda y Migración” (Fondecyt N° 1210743) me ayudaron a actualizar la discusión sobre los campamentos. Agradezco a Carol Chan, Carolina Ramírez, Javiera Barraza y, en especial, a Alejandra Vergara, quien me asistió en la edición de este manuscrito.

Juan Correa, del Centro de Producción Espacio de la Universidad de Las Américas, me asistió en el diseño y edición de los mapas contenidos en este libro. La fotógrafa Eugenia Paz tuvo la amabilidad de compartir conmigo algunas fotos de las luchas por la vivienda que tomó mientras yo me encontraba realizando el trabajo de campo para esta investigación. Por su parte, para la versión en inglés de este libro, Nyna Polumbaum, Judy Polumbaum y el Newseum de Washington, DC, me permitieron reimprimir una foto de Ted Polumbaum, tomada en el Campamento Nueva La Habana en Santiago durante el gobierno de Salvador Allende. Agradezco también a los funcionarios públicos que me acogieron mientras realizaba trabajo de archivo en la Biblioteca del Congreso Nacional de Chile y la Biblioteca de Santiago. El Centro de Documentación del Ministerio de Vivienda y Urbanismo aprobó el uso del mapa 3, el cual aparece en el capítulo II. Extiendo mi gratitud también a Raúl Troncoso y Valentina Acuña, quienes transcribieron parte de las entrevistas cuyos fragmentos aquí aparecen.

Agradezco a Stanford University Press por facilitar la traducción de este libro y permitir su publicación en español y a Ediciones Universidad Alberto Hurtado por su interés en este trabajo, en especial a Felipe Armstrong y Enrique Antileo, los editores de la serie de Antropología con quienes trabajé. Desde el lanzamiento en inglés de este libro, he recibido diversos comentarios, correcciones y críticas de parte de colegas de Chile y del extranjero que he intentado plasmar en esta versión. Mis sinceros agradecimientos para el ya mencionado Nicolás Angelcos, María Luisa Méndez, Virginia Manzano, Samantha Thompson, Catalina Vázquez-Marchant, Amanda Tattersall, Kristin Skrabut y Emma Power por la cuidadosa revisión de mi trabajo.

Muchas de las reflexiones plasmadas a lo largo de este libro fueron presentadas en las reuniones anuales de la American Anthropological Association, en las conferencias de la Asociación Latinoamericana de Antropología y en el Congreso Chileno de Sociología, además de seminarios, coloquios y mesas redondas en la Universidad de California, Berkeley, en la Universidad de Chile, la Universidad Alberto Hurtado y en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Agradezco sinceramente a todas aquellas personas que, durante esas instancias, compartieron sus reflexiones y opiniones conmigo, impulsándome a pulir mis argumentos.

Comencé a trabajar la temática de las luchas por la vivienda en Chile durante mis estudios de doctorado en la Universidad de California, Berkeley. El vigor intelectual con el que me encontré dentro de dicha institución me animó a cuestionar mis sesgos y nociones preconcebidas, a ir más allá de mis propios límites analíticos y a abrirme a reformular mis ideas. En este proceso, recibí ayuda de una serie de personas quienes terminaron guiando mi trabajo. A James Holston, mi supervisor de tesis desde el comienzo de mis estudios de doctorado en Berkeley, le agradezco no solamente orientarme en la indagación antropológica de la ciudadanía y la política urbana, sino que también su desinteresado compromiso con mi proyecto y su rigor académico a la hora de examinar mi trabajo. Este libro es el resultado de un proceso de más de cinco años de trabajo posteriores a mis estudios de doctorado y difícilmente podría haber sido completado sin su guía y apoyo. Teresa Caldeira, por su parte, me inspiró a concebir la antropología cómo una disciplina capaz de contribuir significativamente al estudio de las ciudades y de la vida urbana en general. Asimismo, su profundo conocimiento sobre ciudades latinoamericanas me estimuló a situar mi trabajo sobre pobladores y pobladoras en un contexto regional mayor. Alexei Yurchak me introdujo a la exploración antropológica del lenguaje, los rituales y la performance y me invitó siempre a superar los restrictivos binarismos geográficos y epistemológicos, como la oposición entre el Norte y el Sur Global o la dualidad oriente versus occidente. Le agradezco, además, el haberme instado a mirar mi caso de estudio a través de los procesos globalmente estructurados que lo enmarcan. Por último, agradezco a Charles Briggs por su vasto conocimiento de la antropología latinoamericana y por sugerir su revisión exhaustiva como un paso fundamental para la producción de investigación innovadora.

Otras personas que pude conocer en Berkeley y con las cuales compartí incontables experiencias fueron igualmente importantes para mi trabajo. Agradezco a Samuele Collu, Cole Hansen, Olesya Shayduk-Immerman, Nicole Rosner, Chris Herring y Carter Koppelman por su disposición y buena voluntad a la hora de leer, comentar y editar algunas de las primeras versiones de este texto. Siento, entre todos los otros estudiantes de doctorado que conocí en Berkeley, una especial gratitud hacia mi querido amigo Sam Dubal por animarme a emprender este proyecto de libro y por, en sus propias palabras, “tantos años de amistad y compañerismo”. Extraño nuestras conversaciones sobre antropología crítica, política y fútbol y desearía que hubiera podido leer este libro. Aunque alejado de la vida académica, Matt Freeman, músico y residente de toda la vida de Berkeley, siempre estuvo dispuesto a pasar tiempo conmigo, permitiéndome conocer la Bahía Este de San Francisco con una profundidad privilegiada, casi etnográfica. A todos y todas les agradezco por su amabilidad y por hacer placentera mi vida en California.

Otras personas, a quienes no conozco personalmente, también me acompañaron en el proceso de trabajo de campo y de escritura de este proyecto. Evaristo Páramos, Fermín Muguruza, Julián Hernández, Javier Soto, BJ Armstrong, Tim Armstrong, Adrian Smith, Steve Harris, Ricardo Mollo, Diego Arnedo, Gustavo Napoli, Indio Solari, y Skay Beilinson me entregaron inspiración y calma en aquellos momentos en que lo necesitaba.

Por último, pero no menos importante, me gustaría mencionar que este proyecto fue posible gracias a una serie de becas y fondos de investigación. Mis estudios de doctorado fueron financiados por el Gobierno de Chile a través de su Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID), en conjunto con la Graduate Divition de UC Berkeley. Para la realización de trabajo de campo, recibí apoyo económico de la Tinker Foundation y otras instituciones dentro de UC Berkeley que incluyen al Center for Latin American Studies, el Institute of International Studies, el Center for Global Metropolitan Studies, el Departamento de Antropología y a la Graduate Divition de la universidad. Durante la mayoría de mis estudios de doctorado, el Institute for the Study of Societal Issues de UC Berkeley me proveyó una oficina en su Center for Ethnographic Research. Una parte significativa de las ideas que presento en este libro fueron desarrolladas allí, específicamente en una pequeña habitación ubicada en el tercer piso de su antiguo edificio de madera, en la esquina de Bowditch Street y Channing Way, justo enfrente del legendario People’s Park. Asimismo, mientras escribía este libro en Chile, recibí apoyo económico del Departamento de Antropología de la Universidad Alberto Hurtado, del Proyecto Anillos “Etnografías de Neoliberalismo y Aspiración” (Proyecto Anillos SOC180033/ ANID) y del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, COES (Fondap 15130009/ANID).

Algunos fragmentos del capítulo III y el capítulo V de este libro aparecieron originalmente en “Reframing Housing Struggles: Right to the City and Urban Citizenship in Santiago, Chile”, en la revista City 21, N°. 5 (2017): 530-49. Algunas ideas que aparecen en el capítulo II y en el capítulo IV fueron publicadas en “De la ‘desaparición’ a la reemergencia: Continuidades y rupturas del movimiento de pobladores en Chile”, en Latin American Research Review 52, N°. 1 (2017):94-109, que escribí en conjunto a Nicolás Angelcos. Asimismo, ciertos elementos del capítulo III y el capítulo IV aparecieron en “Toward a life with Dignity: Housing Struggles and New Political Horizons in Urban Chile”, en la revista American Ethnologist 45, N°. 4 (2018): 508-20.

En el año 2010 Leila me acompañó, de manera absolutamente desinteresada, a emprender el difícil proceso de estudiar un doctorado lejos de nuestro hogar en Chile. Ella ha sido un apoyo fundamental y una presencia constante en mi vida y no tengo palabras para expresar lo agradecido que estoy por sus consejos, su apoyo y su cariño. Nuestro primer hijo Emiliano llegó a nuestras vidas meses antes de terminar mi programa de doctorado en el año 2016. Camilo, por su parte, llegó en el 2020, mientras realizaba las revisiones del manuscrito en inglés. Este libro está dedicado a los tres, por darme razones para vivir, para reír y para amar.

Acrónimos

CAS

Comités de Asistencia Social

CASEN

Encuesta de Caracterización Socioeconómica

CEPAL

Comisión Económica para América Latina y el Caribe

CIDU

Centro Interdisciplinario de Desarrollo Urbano

CNT

Comando Nacional de Trabajadores

COAPO

Coordinadora de Organizaciones Poblacionales

CORMU

Corporación de Mejoramiento Urbano

CORVI

Corporación de la Vivienda

CTC

Confederación de Trabajadores del Cobre

CUP

Comando Unitario de Pobladores

DESAL

Centro para el Desarrollo Económico y Social de América Latina

EGIS

Entidades de Gestión Inmobiliaria y Social

FENAPO

Federación Nacional de Pobladores

FOCH

Federación Obrera de Chile

IC

Izquierda Cristiana

MINVU

Ministerio de Vivienda y Urbanismo

MIR

Movimiento de Izquierda Revolucionaria

METRO

Coordinadora Metropolitana de Pobladores

MPL

Movimiento de Pobladores en Lucha

MPST

Movimiento Pueblo Sin Techo

PC

Partido Comunista

PDC

Partido Democracia Cristiana

PI

Partido Igualdad

PN

Partido Nacional

PNUD

Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo

POS

Partido Obrero Socialista

PPD

Partido por la Democracia

PRSD

Partido Radical Social Demócrata

PS

Partido Socialista

PSAT

Prestador de Servicios de Asistencia Técnica

SERVIU

Servicio de Vivienda y Urbanización Metropolitano

UF

Unidad de Fomento

Mapa 1. Área Metropolitana de Santiago

Fuente: Instituto Nacional de Estadística, 2017. Créditos: Juan Correa.

Presentación

La escritura de este libro ha pasado por sucesivas transformaciones, motivadas tanto por la maduración propia de mis reflexiones como por la cambiante contingencia política de Chile desde 2019. Una versión previa de esta obra fue publicada en 2022 por Stanford University Press bajo el título The Right to Dignity: Housing Struggles, City Making, and Citizenship in Urban Chile. Sin embargo, Casa y dignidad es mucho más que una mera reescritura, en otro idioma, de The Right to Dignity. Si la traducción de una obra de una lengua a otra es de por sí un ejercicio problemático, ello se complica aún más cuando sumamos las exigencias propias de la producción académica actual, así como la obligación de dar cuenta de una realidad que cambia aceleradamente. La versión que usted tiene entre sus manos, no solo pasó por una necesaria revisión de pares a cargo de Ediciones Alberto Hurtado y un cuidadoso escrutinio editorial, sino también suma datos actualizados sobre la galopante crisis de vivienda y sobre el aún inconcluso proceso constituyente. Además, incorpora el trabajo de colegas quienes, en paralelo, han avanzado importantemente en la comprensión del actual movimiento por la vivienda en Chile. Como enseña la propia actividad etnográfica, la realidad cotidiana que observamos está sujeta a una serie de fenómenos emergentes que modelan la indagación antropológica, redefinen los marcos reflexivos y nos fuerzan a reacomodar nuestras propias premisas. Y eso he pretendido materializar en esta versión del libro.

Gran parte de los materiales utilizados en la caracterización histórica y etnográfica del movimiento de pobladores y pobladoras proviene de mi tesis de doctorado en Antropología en la Universidad de California, Berkeley, culminada en 2016. Basado en distintos trabajos de campo conducidos entre 2011 y 2015, dicho texto interrogaba las formas de politización y acción colectiva desarrollada por familias sin casa que buscaban conquistar la vivienda en propiedad organizándose en comités de allegados. Aunque en la década pasada Chile estaba experimentando un incipiente proceso de removilización —expresada, por ejemplo, en el auge del movimiento estudiantil en 2011, la irrupción de demandas medioambientales y la consolidación de las movilizaciones feministas— el movimiento por la vivienda carecía del protagonismo alcanzado en las décadas anteriores. Si bien, como detallo en este libro, las protestas por la vivienda se incrementaron desde mediados de los 2000, la opinión pública parecía ignorar la creciente organización de quienes, silenciosamente reunidos en comités de allegados, empezaban a dar cuerpo al nuevo movimiento de pobladores. Fue precisamente este el contexto en el que llevé a cabo mi exploración etnográfica. El dinamismo político que encontré en distintas poblaciones de Santiago —el que incluso logró levantar la candidatura presidencial de Roxana Miranda, dirigenta de los deudores habitacionales, en 2013— contrastaba con el poco impacto de los pobladores y pobladoras en la prensa y en la academia, mucho más interesadas en comprender demandas emergentes como las citadas anteriormente.

Una razón que puede explicar esta desatención es que la vivienda dejó de concentrar la atención pública conforme el déficit habitacional se redujo desde 1990 y, junto con ello, las formas tradicionales de acción colectiva (tomas de terrenos) se disiparon casi por completo. Pobladoras y pobladores, consecuentemente, desaparecieron de la esfera pública, al tiempo que políticos e intelectuales anunciaban su inexorable repliegue a la unidad doméstica en tanto efecto de la individualización neoliberal. Todo ello redundaba en que el derecho a la vivienda —la bandera de lucha histórica de pobladores y pobladoras— fuera escasamente considerado en la agenda política.

Pero la actividad política de pobladoras y pobladores aumentó, especialmente desde mediados de la década pasada, cuando el déficit habitacional rompió la tendencia a la baja que había tenido desde inicios de la transición a la democracia. Expresado fundamentalmente en el aumento del allegamiento y en el número de familias en campamentos, la nueva crisis habitacional volvía a traer a la palestra el derecho a la vivienda, al tiempo que la promesa ideológica del neoliberalismo de hacer de Chile un país de propietarios se veía cada vez más lejana. En este marco de crisis y mayor activismo, en octubre de 2019 acaeció el llamado “estallido social”, movilización que contó con la participación decidida de pobladores y pobladoras. El estallido de 2019 abrió un inédito proceso constituyente que, al momento de esta escritura, se mantiene aún inconcluso ya que, si bien una abrumadora mayoría de votantes apoyó la redacción de una nueva constitución en 2020, la propuesta de texto fue ampliamente rechazada en 2021. Esto a pesar de existir un consenso sobre la necesidad de ampliar los derechos sociales reconocidos en la carta fundamental tal como el derecho a la vivienda. Si arribamos a un punto donde como sociedad acordamos la inclusión del derecho a la vivienda en la futura constitución, es solo gracias a que miles de pobladores y pobladoras han luchado por él en distintos periodos históricos.

Este libro busca precisamente caracterizar cuáles han sido las formas de acción colectiva que, desde mediados del siglo XX, han desplegado familias sin casa en Santiago. Dicho examen, entre otras cosas, busca reconocer el rol de los pobres urbanos en la siempre esquiva búsqueda de justicia social, así como entender la centralidad de la vivienda en la formación ético-política de estos sujetos. Ambos aspectos, creo, se vuelven sumamente relevantes en un contexto como el actual, en el que el sistema político parece no siempre comprender cuáles son los anhelos y expectativas que movilizan a los sectores populares que buscan conquistar una vida digna.

Una nota sobre metodología

Este libro se basa en diecisiete meses de trabajo de campo desarrollado en Santiago en tres etapas: la primera entre mayo y julio de 2011, la segunda entre julio de 2013 y agosto de 2014 y la tercera entre junio y agosto de 2015. Mi análisis del movimiento de pobladores recurre a dos tipos de fuentes: históricas y etnográficas. Los materiales del primer tipo incluyeron artículos de prensa, editoriales de periódicos, declaraciones de partidos políticos, propaganda política hecha por pobladores y trabajos artísticos (canciones y largometrajes) producidos entre las décadas de 1940 y 1990. Estos archivos me permitieron desglosar las interpretaciones discursivas sobre los pobladores y sus movilizaciones en distintos contextos históricos. Por otro lado, los datos etnográficos provienen de alrededor de ochenta entrevistas a antiguos y actuales activistas por la vivienda, así como a políticos y representantes de gobierno, además de la observación participante que conduje en un comité de allegados, donde me enfoqué principalmente en las diversas actividades que los miembros llevaban a cabo como futuros propietarios (por ejemplo, participar en asambleas generales y reuniones con autoridades locales y nacionales; asistir a marchas y actos de protestas; etc.). Para nombrar a los activistas y a servidores públicos utilizo pseudónimos. Para referirme a figuras públicas, a políticos, a organizaciones de base y a los barrios donde ocurren los eventos descritos uso, no obstante, los nombres reales.

Cuando comencé mi trabajo de campo como estudiante de doctorado en 2011, me contacté en primera instancia con el Movimiento de Pobladores en Lucha. Allí pude realizar una docena de entrevistas con el fin de indagar en los discursos y prácticas de residentes populares de la comuna de Peñalolén, en su resistencia a los procesos de gentrificación que allí se estaban desarrollando. Gracias a esta inmersión inicial logré capturar una imagen general del movimiento de pobladores contemporáneo, además de familiarizarme con el lenguaje utilizado por los activistas para articular sus demandas políticas y de identificar las estrategias que los mismos empleaban para conquistar la vivienda. En julio de 2013, regresé a Santiago para realizar trabajo de campo de manera continua por trece meses durante los cuales comencé a participar en el Comité de Allegados Don Bosco, agrupación formada en 2002. En principio, en un esfuerzo por acostumbrarme a las rutinas, códigos y prácticas cotidianas de las personas, asumí un rol de “observación pura”, intentando no interferir en las interacciones de las mismas (uso las comillas porque, como bien saben quienes practican la etnografía, no tener efecto alguno sobre las personas con las que hacemos trabajo de campo es absolutamente imposible). Luego de dos meses de esta observación, comencé a asistir a los líderes de Don Bosco en tareas relativas a la gestión cotidiana del comité de allegados, tales como fotocopiar documentos, diseñar afiches, o escribir notas sobre problemáticas asociadas a la vivienda para difundirlas en redes sociales. Mi trabajo como asistente contribuyó significativamente a ganar la confianza de los pobladores y pobladoras, lo que luego me permitió acceder a reuniones más reservadas como aquellas que mantenían con funcionarios del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu), el Servicio de Vivienda y Urbanización Metropolitano (Serviu) y la Municipalidad de La Florida. De manera casi simultánea, pude contactarme con miembros de la Federación Nacional de Pobladores (Fenapo), una organización política fundada en 2010 y que para el 2015 había logrado coordinar a cerca de 30 comités de vivienda a nivel nacional, incluyendo al Comité de Allegados Don Bosco. Las reflexiones contenidas en este libro, a pesar de estar principalmente fundamentadas en mi inmersión etnográfica en el comité Don Bosco, derivan también de hallazgos que obtuve mediante el trabajo con otras organizaciones que son parte de la Fenapo, como el Movimiento Pueblo Sin Techo, la Agrupación Techo Ahora y el Movimiento de Pobladores en Lucha.

Durante mi trabajo de campo, tuve que adaptar mis propias expectativas de lo que significa realizar etnografía. Mi condición de joven chileno de clase media formado en la Universidad de Chile —una de las instituciones de educación superior más prestigiosas del país— que, en ese momento, cursaba estudios de doctorado en los Estados Unidos, despertó, comprensiblemente, ciertas desconfianzas entre algunos pobladores. Muchas veces sentí que me veían como un cuico —término coloquial usado en Chile para referirse despectivamente a los hombres de clase alta— a pesar de que nunca nadie me llamara así directamente. De hecho, nunca fui tratado de alguna manera que pudiera considerarse irrespetuosa. Muy por el contrario, mis interlocutores me hicieron sentir bienvenido en cada oportunidad. Y lo siguen haciendo hasta el día cuando nos reencontramos. No obstante, mi ansiedad antropológica por insertarme en el terreno, ganar acceso en un comité de vivienda y convivir con algunos de sus miembros, a ratos colisionó con la experiencia cotidiana de los allegados y allegadas. Luego de presentarme y de conocer algunos miembros de Don Bosco —la mayoría de quienes vivían como allegadas— se me permitió asistir sin problema a las actividades públicas del comité. Sin embargo, la situación era diferente cuando se trataba de acceder a sus vidas privadas. En un principio, insistí en pasar la mayor cantidad de tiempo posible con ellos para poder construir lo que los antropólogos llaman el rapport. Pero desistí luego de que un joven me dijera: “¿Quieres encontrar un lugar para vivir acá? ¿Por qué no te metes en el comité?”. Más adelante, me di cuenta de que, a pesar de que algunos estaban felices de recibirme como invitado en sus casas, la mayoría tenían dificultades a la hora de tomar decisiones en sus hogares producto de su condición de allegamiento. Para evitar ser considerado intrusivo, dejé de insistir en que me recibieran en sus casas y opté por llevar a cabo conversaciones en espacios públicos. Luego de cuatro o cinco meses, allegados y allegados desarrollaron estrategias para poder recibirme en sus casas, usualmente buscando momentos o días en los que se asegurase la ausencia de los propietarios —generalmente padres o suegros de mis colaboradores— para poder conversar sin disrupciones. A medida que mis visitas se hicieron más regulares, algunos propietarios comenzaron a tratarme como un amigo de la familia, lo que me permitió hospedarme en sus hogares. Este libro es el resultado de una experiencia antropológica en la cual, para poder asegurar mi entrada a la esfera doméstica de la vida de los allegados, tuve que negociar mi rol como antropólogo tanto con mis interlocutores como con los dueños de las casas donde residían.

Estructura del libro

El capítulo I presenta de forma general los objetivos del libro, los argumentos centrales que intento discutir y las perspectivas teóricas que sostienen mi indagación. Para ello, problematizo los temas que desarrollo en profundidad en el resto del trabajo, a saber: la constitución de los pobladores y pobladoras como una subjetividad política anclada en las luchas urbanas; la emergencia de movimientos por la vivienda en distintos periodos de la historia política chilena, en una constante y tensa relación con el Estado; las distintas formas en que, desde mediados del siglo XX, ha sido producida la periferia urbana, ya sea mediante la autoconstrucción o a través de políticas urbanas basadas en la asignación de subsidios; los efectos de programas neoliberales de vivienda en la formación de ciudadanías entre los sectores populares; y las demandas por dignidad que, a lo largo de la historia, han reivindicado los pobladores y pobladoras en su conquista por la casa propia.

El capítulo II sitúa el argumento de este libro en un contexto histórico y regional. Enfatizando las similitudes y diferencias entre las protestas por el derecho a la vivienda en Chile y en otros lugares de Latinoamérica, analizo el rol que juegan las aspiraciones de los pobres urbanos por ser propietarios de sus casas en el surgimiento de movimientos sociales en las periferias urbanas. En específico, demuestro que estas protestas han sido cruciales para la constitución de los residentes populares como ciudadanos urbanos, lo que a su vez les ha permitido interpelar al Estado con un lenguaje de derechos. En términos históricos, este capítulo analiza cómo la prolongada crisis de vivienda en Santiago a lo largo del siglo XX dio pie a diferentes movilizaciones por derechos sociales. Luego de revisar las protestas de la primera mitad del siglo XX, me concentro en lo que, para describir las tomas de terreno de mediados del siglo XX, los cientistas sociales han llamado el “movimiento de pobladores”. El capítulo examina, además, el contexto institucional y político en el cual emerge dicho movimiento, así como el rol que tuvieron las ciencias sociales en la producción de una movilización social urbana de este tipo. Basándome tanto en revisión de archivo cómo en historia oral, reflexiono sobre cómo estas protestas nos ayudan a enmarcar históricamente las luchas contemporáneas por la vivienda.

El capítulo III ofrece un recuento etnográfico de protestas contemporáneas por la vivienda en Santiago a través del caso del Comité de Allegados Don Bosco. Compuesta por alrededor de setecientas familias, esta organización posibilitó que la gran mayoría de ellas alcanzara la vivienda en propiedad luego de participar en programas subsidiarios por casi diez años. A través de este caso de estudio, demuestro que la inmersión de pobladores y pobladoras en las políticas habitacionales se estructura alrededor de diferentes modalidades de espera —para ser considerados elegibles como receptores de beneficios sociales, para recibir los subsidios, para la construcción de los proyectos de vivienda— que dan forma a su activismo. Otros autores han entendido los programas estatales, y el acto de espera que suponen, como tecnologías de gobierno que regulan, civilizan y pacifican a los grupos populares. Para cuestionar estas aproximaciones, propongo que la experiencia de la espera de pobladores y pobladoras emerge como una modalidad específica de acción social a través de la cual articulan sus demandas por el derecho a la vivienda.

El capítulo IV reflexiona en torno a los procesos de formación de sujetos de los pobladores y pobladoras a través de la teoría performativa. Si los capítulos II y III se enfocan en los arreglos institucionales y políticos que contribuyen al surgimiento de movimientos por la vivienda, el capítulo IV se pregunta por los tipos de subjetividades que emergen de estos movimientos. En primer lugar, analizo de manera genealógica cómo los procesos de creación de ciudad y de autoconstrucción de la década de 1960 y comienzos de 1970 —los cuales considero prácticas performativas— dotaron a los pobres urbanos de la capacidad de reclamar derechos. Luego, a través de una mirada etnográfica del Comité de Allegados Don Bosco, exploro cómo dichas capacidades se actualizan cuando pobladoras y pobladores contemporáneos buscan alcanzar la vivienda a través de programas neoliberales. La conclusión de este capítulo es que los pobres urbanos en el Chile neoliberal recrean sus agencias políticas como constructores de ciudad reivindicando el legado del antiguo movimiento de pobladores, así como evocando las tomas de terrenos y la autoconstrucción a través de la memoria colectiva. Asimismo, demuestro que los activistas por la vivienda del presente se valen de narrativas basadas en el esfuerzo para diferenciarse moralmente de otros residentes urbanos pobres a quienes no consideran

El capítulo V discute cómo los procesos de subjetivación descritos en el capítulo IV informan las visiones y prácticas de ciudadanía de pobladores y pobladoras. Comienzo por sostener que las movilizaciones contemporáneas por la vivienda generan una formulación específica de ciudadanía fundada en el reconocimiento subjetivo de pobladoras y pobladores como creadores del espacio urbano dotados de derecho a la ciudad. En este proceso, la memoria colectiva juega un rol clave, ya que les permite enmarcar sus experiencias individuales en una historia colectiva de luchas por el derecho a la vivienda. Luego, muestro que los activistas urbanos entienden los comités de vivienda como comunidades políticas formadas por miembros depositarios de obligaciones políticas y morales con la colectividad, con sus familias y con ellos mismos. Es este sentido de la obligación lo que, a su vez les ayuda a establecer criterios específicos de distribución de derechos. De tal manera, el derecho a tener derechos está reservado solo para quienes “luchan”. Cuando se trata de distribuir derechos entre los miembros de estos comités, las y los pobladores entienden, entonces, la adquisición de los mismos como esencialmente ligada al esfuerzo, la responsabilidad y la autosuficiencia. Esta “política del esfuerzo” muestra las racionalidades transversas de los movimientos por la vivienda en el Chile contemporáneo: a pesar de que la ciudadanía basada en la residencia descansa en los fundamentos de una moralidad propia del neoliberalismo, las luchas de los pobladores y pobladoras se organizan en torno demandas que desafían las políticas urbanas neoliberales.

El capítulo VI analiza particularmente en el derecho a la vida digna, entendido por mis interlocutores como el nuevo horizonte político de los movimientos por la vivienda. En esta tarea, dialogo críticamente con debates antropológicos contemporáneos sobre ética y moral, los que se han ocupado de discutir cómo ciertas prácticas de autoformación y autosujeción convierten a los individuos en sujetos éticos. Aunque estas perspectivas examinan cómo la búsqueda por dignidad de grupos vulnerables resulta en prácticas éticas realiadas principalmente en la esfera doméstica y privada. En este capítulo sostengo que la lucha por la vida digna también puede generar demandas políticas que se expresan en el ámbito público. De este modo, propongo que conceptos morales como el de dignidad permiten significar experiencias cotidianas en términos políticos, además de hacer posible la formación de sujetos éticos. Este capítulo concluye indicando que los conceptos morales como la “dignidad” pueden tomar la forma de significantes políticos mediante los cuales, en un contexto de gubernamentalidad neoliberal, los pobres urbanos enmarcan sus demandas por derechos, igualdad y reconocimiento social.

En la conclusión de este libro, reflexiono sobre el carácter cambiante de las protestas por la vivienda en Santiago de Chile, resaltando la naturaleza paradójica que tienen los movimientos sociales organizados a partir de la inmersión de poblaciones vulnerables en programas neoliberales. Para ello me concentro en tres puntos en particular: primero, analizo cómo nuevas generaciones de pobladores y pobladoras se constituyen a sí mismos como sujetos-ciudadanos ocupando, a la vez, el pasado como fuente de poder simbólico; segundo, reflexiono sobre cómo el entendimiento de estos agentes sobre los derechos y la ciudadanía contribuye a un cuestionamiento de la mercantilización de derechos sociales más allá de la vivienda; y por último, me pregunto por el alcance que tiene el uso, por parte de grupos excluidos, de categorías morales como la de dignidad para articular demandas más amplias de transformación social, como aquellas que llevaron al estallido social de 2019.

PRIMERA PARTE

ACCIÓN COLECTIVA

Capítulo I

Luchas por la vivienda en una ciudad neoliberal

Alrededor de las 7:00 am del martes 17 de junio del año 2014, me reuní con más de doscientos miembros del Comité de Allegados Don Bosco —el comité de vivienda en el cual llevaba realizando una investigación etnográfica por casi un año— en el centro de Santiago. Era una típica mañana de invierno: fría y un poco nubosa, pero sabía que el sol eventualmente se asomaría por entre las nubes. Acordamos juntarnos en la esquina de Pío Nono con Andrés Bello, área genéricamente conocida como Plaza Italia, en honor a la plaza homónima ubicada directamente frente a nuestro punto de encuentro. Plaza Italia es lo que podríamos llamar un “nodo” urbano, es decir, un punto estratégico y simbólico dentro de Santiago (Lynch 1960), tanto por estar ubicada en la convergencia de cuatro de las principales avenidas de la ciudad —Alameda General Bernardo O’Higgins, Providencia, Vicuña Mackenna y Andrés Bello— como por ser la locación preferida de protestas y manifestaciones populares.

Sea porque es la ubicación preferente de celebraciones deportivas “espontáneas” o el punto de encuentro de marchas y protestas previamente organizadas, Plaza Italia suele ser un lugar de reunión para manifestantes, convirtiéndola en un sitio de constante encuentro y enfrentamiento entre las masas y la policía. Lo anterior explica la presencia permanente de las fuerzas del orden en esta área, la cual se vio considerablemente aumentada desde el 19 de octubre de 2019, día que marcó el inicio de la mayor movilización social contra la desigualdad que ha tenido Chile en los últimos treinta años. Durante “estallido social” de 2019, los manifestantes rebautizaron este espacio cómo “Plaza de la Dignidad”, dejando en claro que la idea de dignidad estuvo al centro de las protestas en contra del neoliberalismo.

Pero las demandas por dignidad y justicia social de los chilenos y chilenas no comenzaron en 2019. Las y los activistas que conocí entre el año 2011 y el año 2015 formaban parte de un emergente movimiento urbano a través del cual buscaban alcanzar el derecho a la vivienda y a una vida digna. Ello, en efecto, motivó a los miembros del Don Bosco a congregarse en aquel lugar en junio de 2014. En aquella ocasión, manifestaban su descontento con lo que Ernesto, uno de los líderes de la organización, llamaba la “paradoja” de los programas de vivienda neoliberales en Chile. Mientras repartía volantes para los transeúntes, el dirigente señalaba:

Estamos aquí para luchar en contra de las políticas subsidiarias de vivienda, porque no podemos soportar otro invierno más sin una casa propia. A pesar de que la mayoría de nosotros [miembros del comité Don Bosco] tenemos ya un subsidio de vivienda asignado, seguimos esperando para que las constructoras hagan nuestras casas… Las inmobiliarias no quieren construir proyectos de vivienda social para nosotros porque para ellas no es rentable. Esto es lo que los pobres tenemos que soportar en un país neoliberal.

Esta paradoja, que Ernesto ya me había explicado la primera vez que nos conocimos en 2013, se volvía incluso más evidente en comunas como La Florida, lugar de origen del Comité de Allegados Don Bosco. Allí, el aumento sostenido de los precios del suelo en las últimas décadas había llevado a que, a pesar de contar con terrenos para instalar proyectos habitacionales para familias pobres, no había “recursos para pagar todos los gastos que implica construir viviendas sociales”.

El propósito de reunirnos tan temprano por la mañana en este sector del centro de Santiago, ubicado a más de una hora de La Florida en transporte público, tenía un carácter estratégico: por un lado, a esa hora una cantidad importante de santiaguinos atraviesan las inmediaciones de Plaza de la Dignidad en su camino al trabajo, lo que potencialmente implica más atención mediática para aquellos manifestantes que, mediante barricadas, interrumpan el tránsito de las grandes avenidas y generen un impacto en los flujos de tráfico urbano; por otro lado, resultaba ser un horario provechoso para aquellos miembros del comité Don Bosco que, no habiendo logrado tomarse el día libre, podrían llegar a tiempo a su trabajo o, si las circunstancias se ponían un poco tensas, ligeramente atrasados.

Ese 17 de junio de 2014 las cosas se salieron de las manos. Luego de que decenas de activistas intentasen bloquear la avenida Andrés Bello a las 7:30 am, la policía intervino y detuvo a seis o siete personas. Quienes no fuimos arrestados nos reagrupamos nuevamente, esta vez en el puente Pío Nono y permanecimos ahí durante otra hora y media. Alrededor de las 9:00 am, alguien a quien no pude identificar gritó “¡Vamos al Minvu! [Ministerio de Vivienda y Urbanismo]”. En respuesta, de manera completamente improvisada nos tomamos dos vías de la avenida Bernardo O’Higgins, la principal arteria del centro de Santiago, también conocida como La Alameda, y comenzamos a marchar hacia el edificio ministerial. Mientras avanzaba, la multitud de manifestantes —compuesta principalmente por mujeres— ondeaba banderas de Chile y cantaba el himno nacional. Sin embargo, los activistas parecían mucho más apasionados cuando, a coro, cantaban: “La vivienda es un derecho, no un privilegio… somos caleta, más que la chucha, somos pobladores unidos en la lucha”.

Este libro habla sobre aquellas personas que, en Chile, comúnmente se conocen como pobladores y pobladoras. En específico, analiza etnográfica e históricamente su participación en movimientos sociales por el derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad en Santiago; su constitución y reconocimiento como sujetos ético-políticos, en tanto resultado de su involucramiento en tomas de terrenos de mediados del siglo XX y en programas de vivienda subsidiada en el Chile neoliberal; las formas de acción colectiva que emergen de sus luchas por obtener subsidios habitacionales; la capacidad de estos actores para, en distintos contextos históricos, articular agencias políticas a través de sus prácticas de producción de ciudad; y su capacidad para crear nuevos horizontes políticos a partir de sus demandas por dignidad. Al examinar las maneras en las que pobladores y pobladoras se constituyen a sí mismos como sujetos políticos, este libro pretende revelar los mecanismos mediante los cuales los y las activistas por la vivienda desarrollan nuevos imaginarios de ciudadanía en un país cuya organización de la vida social, durante los últimos casi cuarenta años, ha estado dominada por el mercado. Para ello, interrogo los límites y las potencialidades de los movimientos sociales urbanos, movimientos que se encuentran enmarcados tanto por el involucramiento de los pobres urbanos en los programas de vivienda neoliberales, como por su capacidad para resistir la mercantilización de los derechos sociales a través del reclamo por el derecho a vivir con dignidad; demanda basada en una categoría moral que, a su vez, ayudó a dar forma al estallido social del año 2019.

Una exploración etnográfica de movimientos y sujetos políticos

En Chile, la palabra “poblador/a” es una categoría basada en distinciones territoriales y de clase comúnmente utilizada para referirse a los pobres urbanos. La noción de poblador se encuentra íntimamente vinculada con el término “población”, concepto que desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX se usa para referir a los barrios de la periferia donde se ubican las familias de clase trabajadora1. Una definición de sentido común de la palabra sería “poblador o pobladora es cualquier persona que vive en una población”. Pobladores y pobladoras han sido históricamente descritos como una masa heterogénea de personas capaces de “micro-colonizar”, a un nivel tanto espacial como social, los márgenes de la sociedad (Salazar y Pinto 2002, 204). La opinión pública ha generalmente ubicado a pobladores y pobladoras en lo más bajo de la escala social, en tanto “grupos marginales” que habitan las periferias urbanas. Las poblaciones, por su parte, han sido comúnmente conceptualizadas como la expresión ecológica de dicha condición de marginalidad. Edward Murphy argumenta que, producto de la tensa relación entre las políticas estatales y los movimientos por la vivienda, ambas palabras —pobladores y poblaciones— han tenido significados “específicos, variados y a ratos en disputa” (2015, 11). Con el tiempo, señala Murphy, estas tensiones han ido matizando las acepciones de estos conceptos y han tenido un rol central en los procesos de formación del Estado y la esfera pública en Chile. Propongo expandir las reflexiones de Murphy argumentando que la categoría de poblador/pobladora, además de haber estado expuesta a diversas resignificaciones, ha operado históricamente como una categoría política de formación de sujetos. Sostengo que los pobres urbanos en Chile, al reconocerse a sí mismos como pobladores o pobladoras, han adquirido la capacidad de interpelar al Estado con un lenguaje de derechos en tanto sujetos políticos. Con ese fin, en este trabajo examino las expresiones pasadas y presentes del movimiento por la vivienda, movilizaciones por las que una parte de los pobres urbanos han podido formar su subjetividad como sujetos-ciudadanos dotados de dignidad y de derechos.

Entender a pobladores y pobladoras como un tipo específico de subjetividad política anclada en la participación de residentes populares en el movimiento por la vivienda, no implica asumir que ellos y ellas tengan una identidad o visión de mundo consistente, cohesiva o idéntica. A pesar de que los pobres han usado por largo tiempo el término poblador/pobladora para enmarcar sus luchas, dicha palabra ha tenido connotaciones variadas, dependiendo de quién la ha usado y para qué (Murphy 2015). En efecto, la categoría de poblador/a ha sido empleada indistintamente para aludir a grupos marginales, clientela política o sujetos revolucionarios. No existe, por tanto, una definición unívoca de lo que significa ser un poblador o pobladora. Esta apertura semántica del término es crucial para comprender los procesos de formación de sujetos y las formas de distinción social que esta palabra posibilita entre los pobres urbanos. En los capítulos que siguen, muestro cómo la categoría social contenida en la palabra poblador o pobladora, tanto en el pasado como en el presente, ha congregado a individuos con afiliaciones políticas diversas, discursos ideológicos opuestos, así como distintas comprensiones morales de sí mismos y de las luchas urbanas. Sin embargo, a pesar de las diferencias internas de este grupo, los activistas por la vivienda a quienes pude conocer en mi trabajo de campo etnográfico, conciben aquella palabra como dotada de un poder generativo en sí misma, como si el simple uso del término permitiera su construcción como actores colectivos. En esa línea, en este libro no busco proponer una definición normativa del término, ni tampoco busco afirmar la existencia de un significado unívoco para dicho significante. Más bien, reflexiono sobre los procesos históricos que han posibilitado que los pobres urbanos, al tiempo que han padecido distintas formas de exclusión, hayan podido transformar el significado del término mediante sus discursos y prácticas en torno a la lucha por la vivienda. En particular, exploro cómo las nuevas generaciones de pobladores y pobladoras significan esta categoría en su cotidianeidad y cómo su entendimiento subjetivo de la misma les ha permitido construir memorias colectivas del pasado, así como desplegar movilizaciones por derechos y justicia social en el presente.

En inglés, la palabra housing (vivienda) tiene dos connotaciones, dependiendo de cómo los hablantes la usen en sus interacciones lingüísticas, ya sea como sustantivo o como verbo (Turner 1972). Cuando se la usa como un sustantivo, la palabra housing refiere a un producto material, un bien de consumo a través del cual las personas buscan satisfacer su necesidad de refugio. En contraste, el uso de la palabra housing como verbo describe el proceso o la actividad de proveer refugio. Como antropólogo político, comprender el concepto de housing en su variante verbal me permite examinar el rol que la vivienda tiene en la cotidianeidad de los grupos humanos y, como ha ocurrido históricamente en Chile, apreciar cómo sus aspiraciones por ser propietarios informan su involucramiento en la política urbana. Sobre este último aspecto, analizo histórica y etnográficamente las movilizaciones de los pobres urbanos por el derecho a la vivienda, aquello que los cientistas sociales han denominado el “movimiento de pobladores”2. El foco de mi trabajo, por tanto, está en las intervenciones políticas por las cuales las personas que luchan por el acceso a la vivienda buscan transformar sus condiciones residenciales y en cómo dichas prácticas han dado pie al desarrollo de nuevos tipos de subjetividades.

La expresión “movimiento de pobladores” evoca significados diversos, los cuales aluden a diferentes luchas urbanas, históricamente situadas, por el derecho a la ciudad. A la hora de reflexionar acerca del movimiento de pobladores, las ciencias sociales se han concentrado en dos campos teóricos, ambos relacionados a la capacidad de los pobres urbanos para participar en la esfera política como actores colectivos. Por un lado, se ha analizado hasta qué punto las movilizaciones sociales a gran escala —como en las tomas de terrenos de mediados del siglo XX— han posibilitado la emergencia de movimientos sociales transformadores. Y por el otro, por largo tiempo se ha examinado la relación entre pobladores/pobladoras con el sistema político, como una manera de interrogar la capacidad que dichos movimientos tienen para proponer una agenda para el cambio social en su calidad de agentes políticos autónomos. ¿Qué ocurre cuando, como muestra mi viñeta inicial, los residentes pobres buscan alcanzar su derecho a la vivienda participando en programas estatales neoliberales? En lo que sigue, abordo esta pregunta ahondando en cómo las luchas por conquistar una vivienda subsidiada configuran la agencia política de pobladores y pobladoras en una era de gubernamentalidad neoliberal.

La demanda por el derecho a la vivienda desde las periferias urbanas

En Latinoamérica, los pobres urbanos han históricamente concebido la vivienda como un derecho social, es decir, como un derecho que debe ser garantizado por el Estado a todos sus ciudadanos para asegurar un estándar de vida adecuado. Dicha conceptualización ha resultado en demandas generalizadas por acceder a la vivienda en propiedad, lo que contrasta con la realidad de otros países como Estados Unidos donde la propiedad privada de la casa es vista principalmente como una responsabilidad individual (Murphy 2015). En Chile, durante gran parte del siglo XX “los sin casa” han considerado su falta vivienda como una “afrenta a la dignidad y al estatus sociopolítico de los pobres urbanos” (Murphy 2015, 267). La categoría de “los sin casa” puede incluir a individuos con una amplia variedad de situaciones residenciales, algunas de las cuales exploro en este libro. Por ejemplo, el término puede referir a familias pobres que viven irregularmente en un asentamiento informal sobre un terreno tomado; a personas que arriendan cuartos en casas; o a hogares que viven como “allegados”, es decir, que residen en la vivienda de algún familiar, usualmente en condiciones de hacinamiento. En cualquiera de estos casos, los sin casa se han movilizado por el derecho a la vivienda y a ser propietarios a través de distintas formas de activismo. Esto explica en gran medida por qué, desde comienzos del siglo XX, el Estado chileno ha desarrollado políticas de vivienda preferentemente orientadas a la propiedad, incluso durante períodos en los que los gobiernos movilizaron ideales socialistas que pudieran tensionar el estado liberal y sus regímenes de propiedad (Murphy 2015).

Así como en otras ciudades del llamado Sur Global, en Santiago los pobres urbanos, en su búsqueda por acceder a la propiedad de una residencia definitiva, participaron en movimientos masivos a mediados del siglo XX. Entre comienzos de la década de 1950 y el año 1973, los sin casa llevaron a cabo tomas de terreno a gran escala en las periferias de las ciudades, desarrollando “campamentos” (asentamientos informales) mediante la autoconstrucción y mejorando las condiciones de sus entornos residenciales a través de la organización colectiva. En un contexto de crecientes luchas sociales urbanas, el término “poblador” o “pobladora” adquirió un matiz particularmente político, en la medida que se usó cada vez más para aludir a los grupos organizados de pobres urbanos inmersos en pujantes movimientos por justicia social. Mediante su participación en dichas luchas, pobladores y pobladoras se constituyeron a sí mismos como sujetos colectivos transformadores a lo largo del tiempo, siendo una de las fuerzas sociales más reconocidas detrás del proyecto socialista de Salvador Allende (1970-1973).

Sin embargo, las acciones de pobladores y pobladoras se vieron severamente restringidas luego de que el General Augusto Pinochet derrocara el gobierno de Salvador Allende. La dictadura militar (1973-1990) se encargó de anular sistemáticamente las tomas de terreno, llevó a cabo erradicaciones masivas de campamentos —especialmente en aquellos ubicados en las zonas más pudientes de Santiago— y asesinó a cientos de sus residentes. Los sin casa se vieron imposibilitados de utilizar la toma de terrenos como estrategia política, al tiempo que el Estado persiguió a quienes se vincularon en el movimiento por la vivienda. Incapaces de obtener soluciones habitacionales mediante la ocupación de terrenos y la autoconstrucción, las familias populares que no lograron acceder a la casa propia comenzaron a ser caracterizadas como allegadas. La categoría de “allegados”, en tanto término usado para referirse a personas que comparten vivienda con familiares, ya se encontraba en uso a mediados del siglo XX. Sin embargo, no fue sino hasta la década de 1980 que la palabra comenzó a circular ampliamente en la política pública, en un contexto en que vivir en la casa de otros se convirtió en la estrategia más comúnmente usada para lidiar con la falta soluciones habitacionales3. Para lograr convertirse en propietarios, desde finales de la década de 1970 las familias allegadas se vieron forzadas a participar en programas de vivienda. Fuertemente basados en lógicas subsidiarias, estos programas formaban parte integral de los esfuerzos de “modernización” del Estado durante la dictadura militar. De manera consistente con la orientación neoliberal de estas reformas, las políticas habitacionales del régimen militar concebían a las familias pobres como actores racionales capaces de obtener vivienda en el mercado privado. En ese sentido, la propiedad sobre la casa comenzó a entenderse ya no como un proceso colectivo, sino que como el resultado de un esfuerzo individual. No obstante, los pobladores pudieron renovar su rol político, cambiando la orientación de sus protestas por la vivienda hacia movilizaciones más amplias por la democracia. En efecto, los pobres urbanos fueron uno de los segmentos más activos en las luchas populares por el fin de la dictadura, asumiendo un papel decisivo en las Jornadas de Protesta Nacional gracias a las redes comunitarias y habilidades organizacionales adquiridas mediante las agrupaciones vecinales. Lo anterior devino en que ciertas poblaciones —especialmente aquellas que recibieron el apoyo del Partido Comunista (PC)— se convirtieran en un nicho de resistencia política sumamente importante en la lucha contra la dictadura4.

La notable participación política alcanzada por pobladores y pobladoras en la década de 1980 se desvaneció una vez concluido el régimen de Pinochet. En un esfuerzo por mantener los arreglos institucionales, económicos y políticos de corte neoliberal creados por la dictadura militar, los gobiernos de centroizquierda que le siguieron intentaron prevenir la proliferación de movimientos sociales. El retorno a la democracia marcó, por tanto, el comienzo de un proceso de desmovilización impulsada desde el Estado con el apoyo de las clases dominantes, a través de la deslegitimación de los sectores populares como interlocutores válidos en el debate público sobre el orden social que regularía el nuevo período democrático5. Para evitar el resurgimiento de tomas de terreno a gran escala, los gobiernos de la posdictadura incrementaron importantemente el gasto público en proyectos de vivienda subsidiada, construidos sobre las bases de los programas neoliberales implementados a fines de la década de 1970. Al mismo tiempo, las familias pobres se vieron crecientemente compelidas a unirse a comités de vivienda para poder postular a subsidios habitacionales y convertirse en propietarias.

La implementación de políticas subsidiarias de vivienda permitió a los gobiernos de la transición expandir el acceso a viviendas sociales en los sectores de más bajos ingresos de la sociedad. Durante la década de 1990, momento en el que Chile tenía una población de más de trece millones de personas, el Estado buscó construir al menos noventa mil viviendas subsidiadas por año (Arriagada y Moreno 2006). Dichos esfuerzos contribuyeron a reducir el déficit cuantitativo de viviendas —es decir, la cantidad de vivienda necesarias para proveer condiciones habitacionales adecuadas para toda la población— de 918.756 en 1990 a 743.450 en el 2000, lo que significó una disminución de un déficit del 53% a uno cerca de un 37% (Ministerio de Planificación 2001). Esta disminución se mantuvo como tendencia en las décadas siguientes, alcanzando las 497.560 unidades en el año 2017 (Fundación Vivienda 2019). No obstante, la escasez de viviendas volvió a aumentar producto del efecto combinado de la crisis económica provocada por la pandemia del Covid-19 en 2020 y de las ineficiencias propias de las políticas habitacionales subsidiarias. En ese contexto, se estimaba un alza en el déficit habitacional a 650.000 unidades para 2022 (Déficit Cero 2022), esto es, casi el 11% de los hogares que viven en el país.

A pesar del aumento que muestran las estadísticas de años recientes, desde la década de 1990 el modelo subsidiario de Chile se ha destacado por permitir la reducción del déficit habitacional en el país. Pero dicho progreso en la construcción de viviendas subsidiadas resultó ser paradójico para las familias pobres. Desde comienzos de la década de 1980, los sectores de más bajos ingresos se han visto obligados a vivir en las periferias para poder obtener vivienda (Mapa 2). La propiedad de la vivienda, en ese sentido, se ha convertido en un medio para la exclusión social y segregación de las familias más pobres. Esto es lo que Rodríguez y Sugranyes (2005) llaman el “dilema de los con techo”, es decir, la disyuntiva que enfrentan quienes, en su búsqueda por alcanzar el “sueño de la casa propia”, han tenido que abandonar sus barrios de origen para vivir en proyectos de viviendas sociales en márgenes urbanos cada vez más alejados.