Catálogo Arquitectura Movimiento Moderno Perú - Alejandra Acevedo - E-Book

Catálogo Arquitectura Movimiento Moderno Perú E-Book

Alejandra Acevedo

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Beschreibung

La información contenida en este catálogo es de gran utilidad para conocer lo que fue y significó la arquitectura moderna en el Perú; y debe servir para establecer las labores de protección de los edificios más significativos de las arquitecturas moderna, prehispánica, colonial y republicana, que deberían ser declarados monumentos históricos por ser piezas reveladoras de una época de nuestra historia.

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Colección InvestigacionesCatálogo Arquitectura Movimiento Moderno PerúPrimera edición digital: noviembre, 2017

© Universidad de LimaFondo EditorialAv. Javier Prado Este 4600Urb. Fundo Monterrico Chico, Lima 33Apartado postal 852, Lima 100, PerúTeléfono: 437-6767, anexo [email protected]

Edición: Fondo Editorial de la Universidad de Lima

Diseño: Fernando Prieto, GrafitoDiagramación: Lucía VillanuevaDiagramación de mapas: Tamara Corrales

Fotografía de portada: Vista del puente peatonal del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. Del archivo de Arana, C., Orrego, A. y Torres, J. (1960-1964). Aeropuerto Internacional Jorge Chávez. [Fotografías]. Archivo de Antenor Orrego, Lima. Visitado el 21 de mayo de 2014.

Versión ebook 2017Digitalizado y distribuido por Saxo.com Perú S. A. C.https://yopublico.saxo.com/Teléfono: 51-1-221-9998Avenida Dos de Mayo 534, Of. 304, MirafloresLima - Perú

Se prohíbe la reproducción total o parcial de este libro, por cualquier medio,sin permiso expreso del Fondo Editorial.

ISBN 978-9972-45-415-8

© De los textos, las obras y las imágenes: archivo Agurto, archivo Alvariño, archivo Canziani, archivo Córdova, archivo De los Ríos, archivo García Bryce, archivo Llona, archivo Orrego, archivo Rodrigo Mazuré, archivo Seoane, archivo Torres, archivo Vásquez, archivo Weberhofer, Archivo Histórico de Arquitectura de la Universidad de Piura y revista El Arquitecto Peruano.

Catálogo Arquitectura Movimiento Moderno Perú es una investigación de Alejandra Acevedo y Michelle Llona con el apoyo del Instituto de Investigación Científica (IDIC) de la Universidad de Lima, bajo la coordinación de Lucía Villanueva, Daniel Raygada, Tamara Corrales y Karen Vila, con el equipo de estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Lima: Gonzalo Castillo, Rodrigo Cieza de León, Tamara Flores, Gabriela Guevara, Paloma Nieri, Boris Pretell, Rocío Ten, y con el apoyo de Claudia Huaquisto, Alessandra Rodríguez, Diana Sifuentes y Lucía Weilg.

ÍNDICE

01PRÓLOGO

02INTRODUCCIÓN

0360 EDIFICIOS MODERNOS

04LISTADO GENERAL DE EDIFICIOS

05MAPAS

06ARQUITECTOS

07FUENTES Y REFERENCIAS

PATRIMONIO ARQUITECTÓNICO DEL SIGLO XX

Uno de los problemas que tiene la conservación del patrimonio construido en el Perú es su extensión. Ser un país milenario nos convierte en un gran repositorio de manifestaciones culturales valiosas en épocas diversas: prehispánica, colonial y republicana, que de alguna manera reciben, por parte del Estado y de algunos privados, algún tipo de protección. A fuerza de grandes campañas se ha logrado que una parte significativa de la población tome conciencia del valor de estas manifestaciones arquitectónicas del pasado, aunque los resultados son todavía magros y se requiere indudablemente seguir enfatizando en políticas que lleven a conservar los legados de otro tiempo, testimonio de diversas épocas que es nuestra obligación valorar, recuperar y conservar.

Sin embargo, sea por su extensión o por su antigüedad, solemos identificar como patrimonio solo aquello construido antes del siglo XX. El Ministerio de Cultura, principal ente estatal de valoración y tutela de las manifestaciones culturales y artísticas del país, tiene diseñadas políticas de conservación para el patrimonio arqueológico, que contemplan lo prehispánico, y también para el patrimonio histórico que comprende las épocas colonial y republicana, pero que dejan de lado importantes obras de inicios del siglo XX, del centenario de la Independencia del Perú y de la aparición del Movimiento Moderno o International Style.

Independientemente de cronologías y períodos históricos, de cuándo empieza o cuándo termina una determinada época, está claro que la producción arquitectónica del siglo XX, especialmente en su segunda mitad, cuando aparece con nitidez la arquitectura moderna, no tiene todavía ninguna política de valoración de parte del Estado y, por supuesto, tampoco de conservación. Ser una arquitectura relativamente reciente –aunque hay muchas edificaciones que superan ya el medio siglo– no es motivo de interés, dado que quizás existe una arquitectura más antigua y, se supone, en mayor riesgo, a la que hay que atender. Tal vez porque la arquitectura más reciente está en uso y también porque debido a la calidad y resistencia de los materiales con que ha sido edificada está mejor conservada.

Sin embargo, es importante decir que se trata de un patrimonio en peligro, que al carecer de políticas efectivas de conservación, viene sucumbiendo año a año, debido, sobre todo, a la situación de bonanza económica traducida en un boom de la construcción. Este proceso ha llevado a que importantes sectores de Lima y otras ciudades del Perú hayan tenido, en los años recientes, un proceso de renovación urbana, con sustitución de edificaciones que han aumentado la capacidad edificatoria del suelo, con los consecuentes aumentos de la densidad de habitantes por hectárea, tanto de viviendas como de oficinas. En este proceso y por falta de alguna forma de protección, importantes muestras de arquitectura del siglo XX han desaparecido, y, en otros casos, sus características arquitectónicas originales han sido alteradas a partir de ampliaciones o remodelaciones. Tal es el caso de los recientemente desaparecidos Edificio Limatambo, de Enrique Seoane Ros, en la esquina de las avenidas Javier Prado con Paseo de la República; el Edificio Residencial, en la calle Juan de Aliaga, de Manuel Villarán Freire; y el remodelado Banco Continental, cuyo nuevo forro de vidrio y paneles aluminizados han cambiado sustantivamente la fisonomía de un edificio emblemático de la década de 1980, como fue el Banco Continental, de Ramírez, Smirnoff y Kanashiro.

Todos estos antecedentes sirvan para presentar el resultado del trabajo de las arquitectas Michelle Llona Ridoutt y Alejandra Acevedo de los Ríos, desarrollado para el Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima (IDIC), con el apoyo de un equipo de estudiantes de la Carrera de Arquitectura. Publicado como Catálogo Arquitectura Movimiento Moderno Perú (CAMMP), es mucho más que esto, pues, en el curso del trabajo, va tomando la forma de un inventario detallado del patrimonio de una época, y termina por convertirse en una pieza fundamental para iniciar un proceso de valoración de la arquitectura moderna en el Perú.

La trascendencia de los inventarios radica en que permiten, en primer lugar, identificar y listar el patrimonio arquitectónico, ubicando a sus autores y organizando, a partir de fichas, toda la información disponible: fotografías –antiguas y modernas–, planos, perspectivas, apuntes, etcétera. Además, detallan la situación actual del edificio o monumento de estudio, si está deteriorado y si requiere labores de conservación. Esto es, precisamente, lo que han hecho Llona y Acevedo, y han recurrido a diversos tipos de fuente, desde las publicaciones de la época, tales como la revista El Arquitecto Peruano, hasta los archivos de los arquitectos, material inédito que constituye uno de los aportes más importantes del trabajo.

Todo este material reunido ha dado forma al Catálogo Arquitectura Movimiento Moderno Perú, que se presenta en varios formatos para su mejor difusión. Así, el CAMMP se podrá revisar en toda su amplitud en una edición virtual, que incluye textos, fotos y planos. Pero también puede seguirse desde la aplicación especialmente diseñada para telefonía móvil. Estas dos formas se han complementado con esta versión impresa, que contiene una selección de edificios realizada por un grupo de arquitectos del medio.

La información contenida en el CAMMP será de la mayor utilidad para tener un conocimiento sistematizado de lo que fue y significó la arquitectura moderna en el Perú. Más aún, debería servir como un instrumento que permita establecer lo que tanto reclamamos al inicio de este prólogo: las labores de protección de los edificios más significativos de la arquitectura moderna en el Perú, que, al igual que los de la época prehispánica, la colonial y la republicana, deberían ser declarados por el ente competente, es decir el Ministerio de Cultura, como monumentos históricos sujetos a protección por su carácter de piezas reveladoras de una época de nuestra historia.

Termino felicitando a las arquitectas Alejandra Acevedo y Michelle Llona, al equipo de estudiantes que las han acompañado en la realización de la investigación, en el trabajo de recolección, procesamiento y presentación de la información. Asimismo, destaco el valioso apoyo que ha brindado el IDIC en todo el proceso de investigación, hasta llegar a este momento culminante.

Lima, septiembre de 2016

MSc. Arq.

Enrique Bonilla Di Tolla

Director de la Carrera de Arquitectura

Universidad de Lima

INTRODUCCIÓN

La promoción del patrimonio material inmueble moderno en el Perú es una necesidad impostergable para la consolidación de la memoria colectiva de la comunidad y la construcción de nuestra historia. Sin embargo, según Docomomo1, la herencia arquitectónica del Movimiento Moderno:

corre hoy mayor riesgo de desaparecer, más que en ningún otro período, debido a su edad, a la frecuente innovación tecnológica con la que fuera realizada, al cambio en las funciones para las cuales fuera diseñada y debido al clima cultural imperante. (2016)

En el caso de nuestro país, este riesgo es mayor debido a que el Ministerio de Cultura define el patrimonio material inmueble como los “bienes culturales que no pueden trasladarse y abarca tanto los sitios arqueológicos (huacas, cementerios, templos, cuevas, andenes) como las edificaciones coloniales y republicanas” (2016). Esta definición preocupa, puesto que solo los edificios de las épocas en mención tendrían valor patrimonial, excluyendo a los del movimiento moderno estudiado.

Esta investigación, que ha dado como resultado el Catálogo Arquitectura Movimiento Moderno Perú (CAMMP), es la primera iniciativa por inventariar y documentar los edificios más importantes de la producción nacional comprendida en el período moderno. No obstante, no ha concluido aún, pues se seguirá enriqueciendo en la medida en que vayamos recibiendo información y accediendo a otros archivos de arquitectura. Desde hoy el catálogo queda abierto a la comunidad para que, con sus aportes, contribuya a su fin más esperado: la protección de la obra del Movimiento Moderno del Perú.

La investigación se centra, cronológicamente, en la producción arquitectónica de esta época, que tuvo su mayor producción en la década de 1950, si bien se desarrolló entre 1945 y 1965, años que cubre nuestro trabajo. Es necesario aclarar que, debido a su importancia e influencia, se han incorporado proyectos arquitectónicos pre y post Movimiento Moderno, para contextualizar el período estudiado. El Movimiento Moderno en el Perú se inicia con varios sucesos locales que marcan un cambio en la concepción del arte y la arquitectura; en particular, en su forma de enseñanza.

Los cambios empiezan en 1945, en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), cuando el Centro de Estudiantes de Arquitectura (CEA) promueve una reforma del Plan de Estudios, con lo cual se logra, un año después, la creación del Departamento de Arquitectura y el inicio del proceso de modernización de la enseñanza. Este deseo de cambio y renovación dentro del CEA fue motivado por un libro del arquitecto Luis Miró Quesada: Espacio en el tiempo, primer volumen peruano que aborda la nueva arquitectura como consecuencia de un cambio estructural en la sociedad. Posteriormente, en 1947, el grupo del CEA, bajo la tutela de Miró Quesada, forma la Agrupación Espacio, que reunió a arquitectos, intelectuales y artistas, y publicó un manifiesto en el que se plantean las ideas fundamentales sobre las que se basa este período:

La arquitectura, como arte de síntesis, producto de todos los conceptos básicos y primordiales de un tiempo a través de formas y volúmenes, ha sido –en el proceso actual–, el último de los valores estéticos en revolucionarse. No obstante, este retraso ha obedecido a una razón categórica de esencia. Era necesario que la metamorfosis se realizara plenamente en todos los planos asequibles al hombre, para que la arquitectura concretase en sí, la fórmula total de un nuevo tiempo. (Agrupación Espacio, 1947)

Otro hito lo constituye el edificio del Club Internacional de Tiro en Arequipa (1946), desarrollado por Adolfo Córdova, José Polar y Carlos Williams, activos miembros del CEA y de la Agrupación Espacio, diseñado con los principios internacionales de la arquitectura del Movimiento Moderno.

La producción arquitectónica de este período fue recogida y publicada en la revista El Arquitecto Peruano2, principal medio de difusión de la arquitectura nacional, dirigida por el arquitecto Fernando Belaunde Terry, gran promotor de las ideas modernas en arquitectura. Al revisar esta publicación observamos que la producción arquitectónica en el Perú quizás no se acercó al volumen de edificios construidos en Brasil, México o Venezuela; sin embargo, destaca la calidad de la arquitectura producida en esa época.

Es importante mencionar que durante este período se logró incluir la categoría de arquitectura al Premio Nacional de Fomento a la Cultura, otorgado por el Ministerio de Cultura, premio anual que distinguía un edificio específico por su aporte al patrimonio cultural del país. Hoy no solo no existen estos reconocimientos, sino que los edificios premiados están siendo modificados y uno de ellos ha sido demolido.

Investigar sobre el Movimiento Moderno es una idea que nace de una conversación con el arquitecto y destacado historiador de la arquitectura del Perú José García Bryce, quien nos encarga promover, ante el Colegio de Arquitectos y el Ministerio de Cultura, un listado de edificios en pro de la conservación de un patrimonio material inmueble moderno, con el fin de consolidar la historia de nuestra arquitectura. Este compromiso significaba despertar el interés por la preservación y conservación de la arquitectura moderna, incluyendo las obras precursoras y algunas posteriores al período estudiado, no solo en las entidades afines, sino también entre los arquitectos y la comunidad.

Luego de revisar la bibliografía básica, evidenciamos que este período de la arquitectura no había sido estudiado previamente y no existía información recopilada ni sistematizada. La primera tarea consistió en seleccionar y destacar los edificios y el grupo de autores. En el desarrollo de la investigación surgió, como segunda tarea, poner en valor los archivos que representaban el bagaje documental de los proyectos.

Así, a la lista inicial entregada por García Bryce, que fue vital para dar inicio al trabajo, se fueron sumando otros edificios hasta llegar al centenar, y, en poco tiempo de revisión de textos, documentos y archivos, logramos superar los 400.

Durante tres años, el trabajo estuvo dirigido a la recopilación de la información de cada edificio, a la identificación de nuevos proyectos y edificaciones representativas del período de investigación y a la organización y sistematización de los datos.

La primera fase nos llevó a revisar publicaciones y archivos privados de los autores, así como a realizar y recoger testimonios de los diversos actores. El Arquitecto Peruano, la revista DAU, la revista del Colegio de Arquitectos y la revista de la Agrupación Espacio fueron, entre otras, las fuentes principales.

Posteriormente, buscamos acceder a las oficinas de arquitectura donde se habían gestado los proyectos recopilados. Los archivos de los arquitectos de la época nos revelaron información de valor incalculable que, en su mayoría, no está preservada ni catalogada. Esto implica una tarea urgente de rescate. Con cada archivo visitado fueron apareciendo nuevos proyectos que enriquecieron el listado inicial y que empezaron a darle densidad al período moderno.

La información de cada edificio fue catalogada por tipo de documento: datos generales del edificio, descripciones, artículos, planos, fotografías y perspectivas. Todos los documentos de la época fueron procesados, redibujados y digitalizados, y estos a su vez sistematizados en una base de datos organizada por edificios.

Luego de este proceso y de la consolidación del listado general, decidimos seleccionar un grupo de edificios modernos que retrataran el período y que pudieran ser presentados en un libro. Para ello invitamos a dos arquitectos emblemáticos del período, José García Bryce y Adolfo Córdova, arquitecto moderno central y editor de revistas de arquitectura a lo largo de su carrera y su vida. Este filtro también fue realizado por dos arquitectos investigadores de la arquitectura moderna en el Perú: Elio Martuccelli, docente de historia de la arquitectura en varias universidades de Lima, y Enrique Santillana. Adicionalmente, las suscritas, investigadoras responsables del proyecto, realizamos nuestra propia selección. Culminado el proceso quedaron sesenta edificios, de los cuales 53 fueron construidos entre 1945 y 1965, y siete antes y después de este período. Parte de los edificios seleccionados cuenta con premios y reconocimientos nacionales, y los que no, forman indudablemente parte de la memoria colectiva de nuestro país.

El resultado es este libro que nos ilustra sobre el sentido de la investigación. Se inicia con dos artículos, uno de Adolfo Córdova, quien da testimonio de los grandes cambios ocurridos en la arquitectura peruana y en la reforma de los estudios de la arquitectura en el Perú a mediados de la década de 1940, y otro de Elio Martuccelli, quien nos introduce en uno de los temas que marcaron este período: la vivienda colectiva. Seguidamente, se presentan en orden cronológico los sesenta edificios seleccionados, con sus datos generales, fotografías y planos. Especialmente ilustrativos son los textos originales relativos a la mayoría de estos, que han sido transcritos y actualizados de acuerdo a las normas vigentes de la Academia. En ciertos casos, cuando no se encontraron textos de época, se elaboraron algunos con el fin de proporcionar información al lector.

A continuación se incluye un listado general de edificios del período moderno. Este listado comprende 448 edificios arquitectónicos. Al final, presentamos un resumen de la hoja de vida de los arquitectos de los sesenta edificios que aparecen en el libro, con una relación de sus obras más representativas.

La investigación, además de este libro, optó por utilizar otros medios o soportes para su difusión. Por un lado, nos interesaba mostrar y compartir toda la información recopilada; y por otro, lograr el mayor impacto. Surgió así la idea de otros tres formatos, además de este impreso: un expediente por edificio, un catálogo web y una aplicación para dispositivos móviles.

Las fichas por edificio son un formato mejorado de las que hoy utiliza el Ministerio de Cultura para inventariar el patrimonio material inmueble. Esta ficha agrupa la información técnica propia de un proyecto de arquitectura: identidad (autores, dirección, año, área, distinciones), descripción o artículo de publicación, información gráfica (planos, perspectivas y fotografías), y una evaluación del estado actual del edificio. Estas fichas están organizadas en orden cronológico y tienen como objetivo ser entregadas al Ministerio de Cultura, en cuatro volúmenes, como un aporte a la conservación del patrimonio arquitectónico moderno.

El catálogo web es una plataforma que recoge y sistematiza la información encontrada y digitalizada, y facilita una búsqueda a través de cuatro filtros: autor, lugar, período y uso. El catálogo contiene varios documentos descargables relacionados con la investigación, como mapas, artículos de la época y reglamentos vinculados a la promoción y al reconocimiento del patrimonio histórico inmueble. Este soporte permite la libre consulta y difusión del público general, incluso fuera del ámbito nacional. Asimismo, la página web del catálogo pretende abrir las puertas al intercambio de información y seguir enriqueciendo la información de este período. El catálogo web puede ser consultado en el enlace www.cammp.ulima.edu.pe.

La aplicación para dispositivo móvil (APP) se elaboró para aumentar la facilidad y rapidez de acceso a la información de la versión web, e incorpora la ubicación GPS de los edificios en la ciudad. De esta manera, buscamos promover la visita a los edificios y, con ello, generar una mayor conciencia del estado actual de nuestro patrimonio arquitectónico.

El catálogo web y la aplicación para dispositivo móvil podrán encontrarse escaneando los códigos QR al final del texto.

Este trabajo no hubiera sido posible sin la confianza y la participación del arquitecto José García Bryce, quien no solo nos concedió este encargo, sino que también revisó varias veces el listado y nos abrió las puertas de su biblioteca y archivos, y nos acompañó en todo el proceso, resolviendo consultas sobre los edificios, los autores y los datos de los proyectos.

Al arquitecto Bryce se suma un grupo de arquitectos y familiares que nos abrieron sus oficinas para poder indagar en sus archivos personales. Agradecemos a Mercedes Alvariño, José Canziani, Adolfo Córdova, Miguel Cruchaga, Jorge de los Ríos, Miguel Ángel Llona, José Orrego, Miguel Rodrigo, Gonzalo Torres, Juan Luis Vásquez, Heinz Weberhofer y al Archivo Histórico de Arquitectura de la Universidad de Piura.

Esta labor tampoco se hubiera concretado sin el apoyo constante del Instituto de Investigación Científica de la Universidad de Lima (IDIC), que patrocinó nuestro proyecto y atendió todos nuestros requerimientos a lo largo de estos tres años de investigación.

Finalmente, expresamos nuestro reconocimiento al equipo de trabajo formado por jóvenes arquitectos que nos asistieron en el desarrollo del proyecto. Agradecemos especialmente a Gonzalo Castillo, Rodrigo Cieza de León, Tamara Corrales, Tamara Flores, Gabriela Guevara, Paloma Nieri, Boris Pretell, Daniel Raygada, Rocío Ten y Lucía Villanueva. De igual manera, nuestra gratitud a Karen Vila y Lucía Weilg.

Catálogo WebApp para dispositivo móvil

Michelle Llona Alejandra Acevedo

Notas

1. International Committee for Documentation and Conservation of Buildings, Sites and Neighbourhoods of Modern Movement. Actualmente Docomomo tiene grupos de trabajo activos en más de 55 países, diez de ellos en Latinoamérica, incluido el Perú.

2. Revista mensual de construcción y decoración interior, El Arquitecto Peruano fue publicada entre 1937 y 1977, y bajo la dirección del arquitecto Fernando Belaunde Terry hasta 1963, cuando asumió la presidencia de la República.

Referencias

Agrupación Espacio. (1947). Manifiesto de la Agrupación Espacio. Expresión de principios de la Agrupación Espacio. Lima.

Docomomo. (2016). Docomomo International. Recuperado de http://www.docomomo.com/mission

Ministerio de Cultura del Perú. (2016). Patrimonio cultural. Recuperado de http://www.cultura.gob.pe/patrimonio

LA REFORMA DE LOS ESTUDIOS DE ARQUITECTURA, LA AGRUPACIÓN ESPACIO Y LA MODERNIDAD

TESTIMONIO

El recuerdo más intenso que guardo de mi paso por la Escuela Nacional de Ingenieros como estudiante, de 1942 a 1946, fue el año vivido entre julio de 1945 y julio de 1946, período del viaje al sur del Perú, de la creación del Centro de Estudiantes de Arquitectura (CEA) y de la Reforma de los Estudios en 1945. Estos tres hechos desembocaron al año siguiente en la creación de la Agrupación Espacio, que, influyendo a su vez en la enseñanza, ocupó gran parte de mi vida durante los siguientes años.

Había ingresado para obtener el título de arquitecto constructor, según el plan de estudios establecido para la Sección Arquitectura a principios de la década. Pero terminé cinco años después, preparado para el título de ingeniero en la especialidad de Arquitectura, que obtuve después de presentar, como proyecto de grado, una unidad vecinal en Arequipa. El cambio del título que se otorgaba fue debido a dicha reforma, que cambió también el nombre de Sección por el de Departamento de Arquitectura.

El viaje al sur: la carta del Cusco y el primer encargo

Durante la carrera de Arquitectura, los estudiantes debíamos participar en dos viajes de estudio financiados por la Escuela: al norte, hasta Cajamarca el primero, y el segundo, la vuelta al sur del Perú. En el tercer año, durante las vacaciones de julio, fuimos al norte. Viajamos en el ómnibus de la Escuela, acompañados por el profesor Rafael Marquina y, como invitado, el arquitecto Enrique Seoane.

El viaje de estudios al sur instituido para los alumnos del 4.° año de Arquitectura, en nuestro caso tuvo algunas particularidades. No pudo acompañarnos el profesor Marquina, solo nos inscribimos cuatro alumnos y viajamos en el automóvil de uno de los compañeros, Julio Ferrand. Esto último nos dio flexibilidad para cumplir exitosamente con los objetivos didácticos del viaje: tomar contacto con el pueblo y el paisaje del interior, así como con el valioso patrimonio arquitectónico vernáculo, inca y colonial del recorrido, con escalas más sostenidas en Cusco y Arequipa. En estas ciudades dos acontecimientos inesperados marcaron nuestro destino: en la ciudad imperial, la carta al diario El Sol; en la Ciudad Blanca, el primer encargo profesional.

El día que llegamos al Cusco, un artículo aparecido en el periódico local postulaba, para toda obra de arquitectura que se realizara en la ciudad imperial, la obligación de expresar en su tratamiento las dos culturas de la identidad cusqueña, la inca y la colonial. Prácticamente se proponía incluir en la fachada de toda obra moderna muros de piedra y molduras coloniales a imitación de la obra histórica. Ofendidos en nuestras convicciones por el arte contemporáneo de reciente aprendizaje y de respeto a las manifestaciones del pasado, decidimos escribir una carta de oposición debidamente fundamentada, de cuya redacción quedamos encargados Carlos Williams y yo. La firmamos los cuatro, la dejamos en la sede del diario y partimos en gira a conocer los sitios y vestigios monumentales de la zona que incluía Pisac, Ollantaytambo y todo el Valle Sagrado, culminando con la ascensión a Machu Picchu, en aquel entonces solo posible a lomo de mula.

A nuestro regreso, con sorpresa y satisfacción leímos en el diario El Sol (30 de setiembre de 1946) nuestra carta, publicada con un amable comentario de la dirección1.

Después del largo periplo por las iglesias de Puno, las chullpas de Sillustani, el cruce del lago Titicaca, la rápida visita a Copacabana y el retorno por Tacna y Moquegua, tomamos un descanso en Arequipa, visitando con calma la magnífica arquitectura en sillar de iglesias, conventos y casonas.

La Ciudad Blanca nos graduó por anticipado, al iniciarnos en el ejercicio profesional por intermedio de José Polar, uno del cuarteto viajero, ligado a conocidas familias locales. En su encuentro con Carlos Cánepa Sardón, presidente del Club Internacional, se gestó la posibilidad de proponer un anteproyecto para el local institucional. Polar, quien desde hacía ya un tiempo estudiaba para los exámenes y trabajaba conmigo y con Williams los diseños de Taller en mi casa, nos involucró en el pedido, que se concretó en un encargo formal cuando visitamos el extraordinario terreno propiedad del Club, situado en Zamácola, junto al lecho del río Chili. Allí, de pie ante una hermosa vista, redactamos el Programa de Necesidades. Fue inusitado: teníamos 21 años, no habíamos terminado aún los estudios y recibíamos ya el primer encargo profesional. Antes de que terminara el año, nuestro anteproyecto, moderno naturalmente, fue entregado y aprobado por el Club. Desarrollamos los planos definitivos durante los primeros meses del año siguiente y la construcción se pudo iniciar con la solvencia de la firma Flórez y Costa.

Formación de la Junta para la Reforma, el CEA y otros antecedentes

La reforma fue impulsada por los alumnos, a quienes representé a través del Centro de Estudiantes de Arquitectura que habíamos fundado recientemente. Esa reforma comprometió en realidad a todas las especialidades de la Escuela, fue obra de una junta mixta de profesores, egresados y alumnos que se conformó cuando en el Congreso de la República se anunció una nueva Ley Universitaria.

La iniciativa partió de un docente de la Sección Minas, el ingeniero Mario Samamé Boggio, quien a través del alumno Manuel González de la Cotera convocó a un grupo de estudiantes de diversas especialidades –yo entre ellos por la Sección Arquitectos Constructores– al local de la Sociedad de Ingenieros, ubicado en La Colmena. De la primera o segunda reunión salí con la misión de invitar a dos profesores, ellos fueron Rafael Marquina y Héctor Velarde2, y, poco después, a un egresado, Juan Benites, el más famoso entre los arquitectos egresados, pues había sido jefe de la barra de la Escuela en varias de las olimpiadas interuniversitarias anuales. Los otros alumnos cumplieron misión semejante en su correspondiente sección. Quedó así conformada la junta por dos profesores, un alumno y un egresado por cada sección de la Escuela. Cuando se iniciaron las sesiones formales, el ingeniero Samamé fue elegido presidente y yo secretario de lo que en adelante denominaríamos la Junta Mixta de Reforma de la Escuela de Ingenieros.

Los deseos de reformas que los estudiantes de Arquitectura sentíamos como apremiantes, eran compartidos en cierta medida por los de todas las otras especialidades. Entre nosotros, los de Arquitectura, estos deseos se alimentaban de un insoportable contraste entre la enseñanza que padecíamos (la del modelo Escuela de Bellas Artes de París, centrada en el conocimiento y aplicación de los órdenes clásicos, que tomaba todo el segundo año de Taller3, y de su aplicación a proyectos de estilo neoclásico primero y neocolonial después, que ocupaban el tercero y hasta el cuarto de Taller) y la información que habíamos empezado a recibir a través de libros y revistas sobre la arquitectura libre de forzados estilos, practicada desde hacía buen tiempo en otras partes. Este contraste provocaba opiniones, discusiones y hasta enfrentamientos entre los alumnos de todos los niveles, que, felices sin embargo, compartíamos ese Taller Vertical tres tardes por semana, en los altos salones intercomunicados, en el segundo piso del viejo local de la calle Espíritu Santo, donde, escuchando cada hora las campanas del templo vecino, trabajábamos y dialogábamos hasta que la falta de luz eléctrica, tarde ya, nos obligaba a abandonarlos.

Se alimentaba también nuestra necesidad de cambio de lo que, desde un mundo menos estudiantil, más íntimo y amical, aprendimos en las enriquecedoras tertulias de Barranco, donde vivía Carlos Williams, Carlín, el más culto de nuestros compañeros de promoción. Allí, en una terraza enladrillada, a media ladera, en uno de los flancos de la Bajada a los Baños, con vista al mar por un lado y por sobre los ficus a la vieja Ermita por otro, se reunían los artistas amigos a compartir inquietudes y experiencias, a escuchar “Alturas de Macchu Picchu” en la voz de Neruda, a leer a León Felipe o a César Vallejo, a intercambiar La metamorfosis de Kafka por El lobo estepario de Hesse, o a leer fragmentos de El tiempo perdido, a conocer la música dodecafónica, a gozar con los móviles de Calder o la pintura de Juan Gris, y, en fin, a querer a Picasso, a Rodin o a Maillol. En Barranco se encontraban con frecuencia Jorge Piqueras y César de la Jara, Blanca Varela y Sebastián Salazar Bondy, Fernando de Szyszlo y Samuel Pérez Barreto, Pepe Bresani y Mayaya Gamio Palacio, Celso Garrido Lecca y Enrique Iturriaga, etcétera. Yo fui una vez a estudiar con Carlín para un examen de matemáticas y resulté sumándome al grupo. Después se integraron otros compañeros de la Escuela como Eduardo Neira, Pepe Polar, Guillermo Proaño. Y como allí supe lo de los Premios Nacionales de Fomento a la Cultura, entre los que faltaba el premio a la Arquitectura (como si ella no fuera testimonio edificado de la cultura de los pueblos), escribí una carta al diputado arquitecto Fernando Belaunde Terry solicitándole, en nombre del CEA, subsanara la omisión4.

Pero nuestros deseos de cambios en la enseñanza se hicieron realmente perentorios cuando, a partir de la creación del CEA y de la invitación al arquitecto Mario Gilardi, recién llegado, para que en una charla nos contara sobre la enseñanza en Chile, donde se había graduado, conocimos otro enfoque del trabajo en los talleres de diseño. También nos amplió lo poco que sabíamos de algunas figuras emblemáticas de la arquitectura moderna, especialmente del polémico Le Corbusier, cuyo libro Hacia una arquitectura no solo comentó con entusiasmo sino que nos dejó su propio ejemplar como regalo. Ese texto y el de Luis Miró Quesada, Espacio en el tiempo, aparecido por esos días, libro que Pepe Polar, conmovido, llevó al Taller, encendieron la polémica en las horas de esas tardes de 4.° año, en las cuales tomamos clara conciencia del atraso en que vivíamos con respecto a otros países de América Latina.

Hay que recordar que el CEA fue el primer centro de estudiantes descentralizado de la Escuela, pues solo existía el Centro de Estudiantes de Ingeniería (CEDEI). Las otras especialidades organizaron sus propios centros por consejo nuestro, para engrosar la representación de Ingeniería, ante la proximidad del Congreso Nacional de Estudiantes, convocado para fines de setiembre de 1945, evento al que asistimos solo brevemente5. La organización estudiantil en centros fue sin embargo beneficiosa para los fines de la reforma de cada especialidad.

El trabajo y las vicisitudes de la Junta Mixta

Conformada como expresé líneas arriba, la Junta comenzó sus planteamientos iniciales sesionando en el local de la Sociedad de Ingenieros, hasta que se acordó salir de esa especie de clandestinidad y solicitar al director de la Escuela un lugar de trabajo en la sede institucional. El ingeniero Alfredo Mendiola, inesperadamente amable con la delegación presidida por el ingeniero Samamé, nos ofreció todas las facilidades, incluido el uso del Salón del Directorio para sesionar, pero puso una condición: nombrar al presidente. Esto implicaba desconocer al presidente que habíamos elegido, pero Samamé, en el breve momento en que se nos dejó deliberar en privado, sacrificando su cargo, nos convenció de aceptar. Informado el director, nombró como presidente al profesor más antiguo, el ingeniero Roberto Valverde. Con la nueva presidencia, la Junta Mixta, instalada en la Escuela, prosiguió con sus propuestas de reformas curriculares en cada especialidad: creación de nuevos cursos y actividades, y sugerencias de posibles profesores.

El mismo ingeniero Valverde había sido nombrado antes para informar sobre los problemas y planteamientos de la Escuela ante la Comisión Legislativa encargada de preparar el Estatuto Universitario. En este punto me permito aclarar una confusión. En el texto Breve historia de la UNI se afirma:

El gobierno de Bustamante y Rivero después de dar la Ley 10555, constituyó una comisión de senadores y diputados a la que encargó elaborar el Estatuto Universitario luego de oír los informes de las universidades y escuelas de entonces. Como delegado de la Escuela… el profesor Roberto Valverde. (López Soria, 2003, p. 60)

La Ley 10555 se llamó Nuevo Estatuto Universitario; era lo mismo, no hubo dos normas sucesivas, siendo equivocado afirmar, además, que el Gobierno, el Poder Ejecutivo, hubiese constituido una comisión de legisladores. Que sí la hubo, pero conformada por sus miembros y en el propio Congreso, precisamente para elaborar y proponer la Ley. La confusión proviene de un trabajo previo, Historia de la UNI, citado anteriormente. Ese error llevó a otros, como veremos luego.

Llegó un momento, puede haber sido en marzo de 1946, en que fue conocido el texto preliminar de la nueva Ley. Supimos así que la transición al nuevo régimen iba a estar a cargo de las autoridades vigentes en universidades y escuelas:

Art. 86° El presente Estatuto entra en vigencia a su promulgación. Sin embargo las actuales autoridades continuarán en el ejercicio de sus cargos hasta la elección de las nuevas de acuerdo con el presente Estatuto.

Es decir, en nuestro caso, a cargo del régimen Mendiola, nada partidario de la nueva ley. En el sector reformista más radical de la Junta Mixta tuvimos desconfianza de esa posibilidad y consideramos como solución que esa transición fuese encomendada a la propia Junta. Con la debida reserva gestionamos que en el Parlamento se acogiera esta propuesta por la comisión autora del proyecto de ley e incluso en el Ejecutivo, donde podía ser observada.

Nuestra reservada gestión dio sus frutos: la Ley 10555, Nuevo Estatuto Universitario en su versión como proyecto final del Congreso, promulgada por el Ejecutivo el 24 de abril de 1946, en el último artículo del último capítulo, el 17 de las “Disposiciones transitorias”, estableció:

Art. 109° Durante el período de reorganización de la Escuela de Ingenieros este será regido por la Junta Mixta de Reforma.

La Ley no creó la Junta Mixta. Al encargarle la transición, a diferencia de las universidades y de la Escuela La Molina, reconoció su existencia implícitamente. Y el ingeniero Mendiola no renunció a la dirección (o si lo hizo cumplió solo como un gesto simbólico), sino que fue cesado por la Ley al encargar a la Junta el gobierno transitorio de la Escuela Nacional de Ingenieros. La disposición fue sorpresiva pero inmediatamente acatada, aunque molestara a los profesores conservadores. El ingeniero Valverde asumió la dirección y nombró al alumno Pablo Calle como secretario para los asuntos del gobierno de la institución, y me pidió que yo siguiera como secretario en los temas de la reforma.

Con la doble responsabilidad, gobierno de la Escuela y reforma de los estudios, la tarea de la Junta exigió dedicación exclusiva6. Trabajamos intensamente, pues adicionalmente había presión de los alumnos, preocupados porque no empezaban las clases hasta muy entrado el año, iniciación que se fue dando por niveles. Entre tanto se avanzó en la organización y definición de los departamentos en lugar de las secciones y en los nombramientos administrativos, así como de docentes en sus varias categorías, pues una de las medidas iniciales de gobierno había sido declarar la vacancia general del personal.

La Escuela, sin embargo, no podía sustraerse del clima político de entonces, signado por la presencia del Partido Aprista, que, proscrito de la vida nacional por décadas, legalizado al final del gobierno de Prado, y luego de su reciente triunfo electoral, presente en el poder con el Frente Democrático Nacional, inició un sistemático proceso de penetración en las instituciones, especialmente en sindicatos y universidades. Ese proceso se hizo manifiesto en varios de los nombramientos realizados, pues, a juicio de la mayoría de la Junta, la dirección y la secretaría mostraban una permisividad creciente en este sentido, permisividad opuesta a la posición estrictamente académica, independiente de tendencias políticas, que primaba en la reforma emprendida. Llegó un punto en el que se consideró necesario terminar la transición como el mejor modo de detener la penetración política partidaria.

Teniendo en cuenta los avances ya cumplidos en la reforma administrativa central, la organización de los departamentos por especialidad, incluido el nombramiento de sus respectivas autoridades, así como el de gran parte de los profesores para nuevos cursos propuestos, la Junta, en tormentosa sesión7, acordó el nombramiento de las nuevas autoridades, director y subdirector, declarar terminada la transición y, por tanto, luego de entregado el poder, su propia disolución.

La reforma en la enseñanza de la arquitectura

El año académico de 1946, iniciado con notable retraso, fue doblemente diferente para los miembros del Departamento de Arquitectura. Por un lado, aparte de algún laboratorio y servicio, fuimos la única dependencia de la Escuela que para las tareas educativas, clases y prácticas, permaneció en la vieja casona de la calle Espíritu Santo, los otros departamentos fueron a ocupar el nuevo local de la avenida Túpac Amaru, en el Rímac.

Por otro lado, las mencionadas tareas se ofrecieron con cambios muy importantes8, frutos de la Reforma. Nuestros tres únicos maestros de años anteriores, arquitectos Marquina, Malachowski, Velarde, recibieron la compañía de otros seis arquitectos y tres ingenieros incorporados a la docencia de la especialidad, según lo propuesto por nuestra Comisión y acordado por la Junta Mixta de Reforma. Es decir, el personal docente se triplicó. Los nuevos profesores fueron los siguientes:

Para el Taller de Diseño (antes Dibujo Arquitectónico):

– arquitecto Juan Benites Dubeau, Taller de Diseño, 2.° y 3.er año;

– arquitecto Enrique Seoane Ros, Taller de Diseño, 4.° y 5.° año (ambos bajo la coordinación de don Rafael Marquina);

– arquitecto Luis Miró Quesada Garland, curso Análisis de la Función Arquitectónica en 2.° año;

– arquitecto Fernando Belaunde Terry, curso Problema Nacional de la Vivienda en 4.° año;

– arquitecto Carlos Morales Macchiavello, Materiales de Construcción (2.° año) y Procedimientos de Construcción (3.er año);

– arquitecto Paul Linder, Estética de la Arquitectura (4.° año) y Filosofía del Arte (5.° año);

– ingeniero Luis Dorich Torres, curso de Planeamiento Urbano en 5.° año, como segunda parte de Urbanismo, que, a cargo siempre del ingeniero Alberto Alexander, se bajó del 5.° al 4.° año;

– ingeniero A curso de Topografía, 3.er año;

– ingeniero B cursos Instalaciones I y II en 4.° y 5.° año.

Se agregó además un tercer curso de Historia del Arte, a cargo del arquitecto Héctor Velarde, así como Planos de Obra I y II en 2.° y 3.er año.

La inclusión de las nuevas materias exigió, naturalmente, la eliminación de cursos prescindibles para los estudiantes de Arquitectura, llevados en común con la especialidad de Ingeniería Civil hasta antes de la Reforma, tales como Hidráulica, Química Orgánica, Física II, Construcciones Especiales, etcétera.

Para quienes terminábamos los estudios no había grandes mejoras en el programa de cursos de 5.° año, pero con gusto varios nos matriculamos adicionalmente en cursos nuevos de años inferiores. Yo lo hice en cuatro de ellos: Análisis de la Función Arquitectónica, Problema Nacional de la Vivienda, Estética y Filosofía del Arte, los dos cursos de Paul Linder.

En su curso, Miró Quesada –inseguro y aún tímido al comienzo, brillante finalmente y siempre de una sencillez ejemplar– reafirmó los conceptos expuestos en su libro, que ya conocíamos, pero además incidió con profundidad en dos aspectos técnicos nuevos para nosotros: asoleamiento y acústica, en cuyo dominio demostró la amplitud de su versación. El curso de Belaunde sobre vivienda nos abrió un nuevo panorama con la teoría de la unidad vecinal, cuyo primer intento de realización en el Perú, además, ya estaba en trabajos preliminares por la comisión que había creado el Congreso. Pero fueron los cursos de Linder los que nos cautivaron especialmente, no solo por el contenido sino también por la calidad de sus exposiciones. Además, había estado en la Bauhaus como discípulo de Gropius, conoció a Albers, Kandinsky, Klee… era, pues, un testigo de los primeros momentos de la modernidad, que nos transmitió con entusiasmo.

Terminamos los estudios de arquitectura entrado ya el año 1947, puesto que habíamos iniciado el 5.° año con gran retraso, envidiando a los alumnos de ciclos inferiores que iban a gozar de las reformas introducidas. Pero, sin falsa modestia, contentos de haber contribuido a esas mejoras. Dejamos el CEA a la nueva directiva presidida por Jorge de los Ríos, y nos alistamos para emprender otra tarea: editar una revista de arquitectura y arte moderno. No estábamos de acuerdo con la línea de El Arquitecto Peruano, porque publicaba eventualmente, por ejemplo, la nueva arquitectura de Brasil o alguna casa moderna norteamericana, pero prefería en sus páginas las casas estilo Tudor, californiano o neocolonial, proyectadas por ingenieros y arquitectos peruanos9. Y para dirigir la revista que soñábamos pensamos, naturalmente, en Miró Quesada y en Linder.

La Agrupación Espacio y la profundización de la Reforma

Más de una vez he contado acerca del memorándum que tres delegados –Neira, Biber y Córdova– eleváramos a los dos profesores para que dirigieran nuestra revista. También de cómo Miró Quesada nos persuadió de conformar primero una agrupación (no grupo, que evoca algo cerrado) que pudiese encontrar, mediante el diálogo y otras actividades, puntos de vista comunes acerca de la arquitectura y del arte, para pensar después en una publicación, empresa difícil en un medio pequeño para dos revistas de parecida especialización. No voy a detenerme en las reuniones preliminares ni en la conformación definitiva de la Agrupación Espacio ni en la publicación del Manifiesto del 15 de mayo de 1947.

Sobre las actividades públicas de la Agrupación Espacio se ha estudiado e informado en artículos y en investigaciones, especialmente acerca de las campañas sobre arquitectura y urbanismo10, aparecidas en la página semanal que se publicaba en El Comercio. Pero poco se ha destacado el ciclo inicial de conferencias sobre las manifestaciones de la modernidad en las artes plásticas, la física, la filosofía, el psicoanálisis, etcétera, expuestas por los especialistas más reconocidos de entonces en nuestro medio (Paul Linder, Oscar Miró Quesada [Racso], Augusto Salazar Bondy, Carlos Alberto Seguín, entre otros), valiosa serie que desgraciadamente no se publicó. Tampoco se han destacado suficientemente las cuatro temporadas de música moderna en los veranos de 1948 a 1951 (Garrido Lecca, 1997), organizadas por Celso Garrido Lecca y Enrique Iturriaga en el hermoso patio de una casona en la Bajada de Baños de Barranco, actividad que el último año obligó a solicitar un sitio en el Club Regatas Lima, cuando más de 300 personas abarrotaron el local inicial. Con el apoyo de músicos del Conservatorio Nacional de Música se pudieron escuchar notables piezas modernas, algunas de las cuales en primera audición en Lima.

La revista Espacio, nuestro primer objetivo, pudo salir finalmente, paralelamente a la publicación de las colaboraciones semanales en El Comercio. Con mucho trabajo llegamos a publicar ocho ediciones de periodicidad variable por las dificultades de su financiación por avisaje comercial, que no pudimos o supimos manejar.

Poco se ha dicho en cambio de una labor más silenciosa de la Agrupación Espacio, su influencia en la formación de arquitectos, mejor dicho en la profundización de la Reforma, de cuyo primer esfuerzo, 1945-46, había sido su producto inmediato. Y a ello quiero referirme para terminar.

En 1948 se incorporaron a la plana docente del Departamento los arquitectos Santiago Agurto, Mario Bianco y Javier Cayo, quienes, aunque no estuvieron en el nacimiento de la Agrupación Espacio, fueron desde muy temprano miembros y colaboradores destacados. El primero, llegado de Estados Unidos, donde había cursado estudios de posgrado, fue asignado a uno de los cursos de historia, en reemplazo de Héctor Velarde, quien se retiró a fines de 1947, y al año siguiente se encargó del Taller de 2.° año. Por su parte, Bianco, llegado de Italia en 1947, quedó muy impresionado por la conferencia de Paul Linder, a quien buscó luego de escucharlo, y por su intermedio se relacionó con la oficina que teníamos Williams y yo, acogido como socio nuestro en 1948. Descubiertas sus cualidades, lo propusimos para el 5.° Taller de Diseño. Finalmente, ese año Javier Cayo, formado en Chile, se asoció con Santiago Agurto y Eduardo Neira y fue propuesto por ellos para colaborar en el Taller. Antes, en 1947, recién egresado yo, había sido amablemente conminado por Linder y Miró Quesada a dictar un curso de Composición Plástica, para lo cual me prestaron su apoyo. Este curso solo duró dos años, pues en 1949, cuando Agurto reemplazó a Benites en el Taller de 2.° año, se fusionó con este para conformar un verdadero nivel de Diseño Básico, del cual formé parte como profesor asociado, hasta 1955.

Los primeros años del Departamento, siempre bajo la dirección de Rafael Marquina, fueron de reajuste permanente de la Reforma, con el liderazgo de Miró Quesada, especialmente en el eje de los Talleres de Diseño: Juan Benites, inicialmente nombrado para Talleres de 2.° y 3.° renunció por razones de salud, y Enrique Seoane, encargado de los de 4.° y 5.°, excelente maestro en su Oficina Profesional11