Celibato - Ernst Burkhart - E-Book

Celibato E-Book

Ernst Burkhart

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Beschreibung

Recomendado por el mismo Jesucristo, la Iglesia lo considera un carisma superior al don del matrimonio, y ha sido siempre en sus múltiples formas fuente de vida cristiana en el mundo. ¿Cómo entender el lugar que ocupa en los planes salvadores de Dios? ¿Qué razones hay para seguirlo, si el matrimonio es verdadero camino de santidad y un modo maravilloso de contribuir a extender el reino de Dios?

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ERNST BURKHART

Celibato

EDICIONES RIALP

MADRID

© 2024 byErnst Burkhart

© 2024 by EDICIONES RIALP, S. A.,

Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Preimpresión: produccioneditorial.com

ISBN (edición impresa): 978-84-321-6745-4

ISBN (edición digital): 978-84-321-6746-1

ISBN (edición bajo demanda): 978-84-321-6747-8

ISNI: 0000 0001 0725 313X

ÍNDICE

Presentación

1. ¿Qué sucede con el celibato?

2. A la búsqueda de una respuesta cristiana

3. Fundamentación bíblica

4. Formas de vida célibe

5. ¿Qué significa “por el Reino de los Cielos”?

6. Fracaso posible y real

7. «Quien sea capaz de entender, que entienda»

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Créditos

Índice

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PRESENTACIÓN

El autor de estas líneas lleva 50 años de sacerdocio y se incorporó hace 60 años al Opus Dei como Numerario. Vive por tanto desde hace bastante tiempo una vida célibe conforme al espíritu de esta prelatura personal de la Iglesia católica que ayuda a sus miembros, hombres y mujeres, sacerdotes y laicos, casados y célibes, a buscar la santidad dentro del mundo, a través del cumplimiento de los deberes de cada día, apoyados en la gracia de Dios y en los medios sin los cuales la búsqueda de una vida cristiana coherente sería utopía: oración, sacramentos, mortificación, dirección espiritual.

Hace muchos años, cuando trabajaba como profesor de religión en un colegio, entre clase y clase se me acercó un día el profesor de religión luterana, un señor ya entrado en años y de considerable prestigio, para decirme en voz baja: «Señor colega, cuando Vd. un día tenga que decir algo en la Iglesia, por favor, no suprima el celibato». Y, para aclarar su pensamiento, añadió: «Nosotros no lo tenemos, y tampoco encontramos gente para la cura de almas».

1. ¿QUÉ SUCEDE CON EL CELIBATO?

Ha pasado mucho tiempo desde que se pronunció ese comentario. Como entonces, el autor tampoco ahora tiene nada que decir en la Iglesia y nunca se ha tenido que enfrentar personalmente con una eventual abolición del celibato. Pero constata que el celibato, aunque no haya sido abolido, parece estar en peligro de extinción. Dejando de lado los interminables ruegos a poner fin al “celibato forzoso” de los clérigos en la Iglesia latina (o de proceder al menos a su progresivo relajamiento) y haciendo caso omiso de la obligada aclaración de que el celibato sacerdotal no es de derecho divino y puede ser por tanto suprimido sin dificultad, se registra (al menos en el mundo occidental) un continuo desaparecer de las formas de vida célibe. Después del Concilio Vaticano II —aunque la tendencia se ha ido mitigando— miles de sacerdotes abandonaron su ministerio y el número de seminaristas ha bajado dramáticamente. Las congregaciones religiosas de mujeres (que siempre habían sido más numerosas que las de varones) han perdido muchísimas vocaciones y están, en el primer mundo, a punto de desaparecer. En casi todas partes ya no son capaces de seguir prestando sus servicios, admirados y muy valorados, en colegios y hospitales. Se cierran conventos, monasterios y abadías, algunas después de siglos de existencia. Las órdenes religiosas fusionan sus centros de formación y reestructuran sus provincias, y los seminarios están vacíos.

¿Nos hemos de preparar a que en un futuro muy próximo ya no existan aquellas personas generosas, sensatas y piadosas que, por su vida de oración y su entrega a Dios, nos hacían entender que aquí estamos de paso, que hay algo más importante que el triunfo profesional, el acopio de bienes y el disfrute del placer? ¿No habrá ya esos hombres y mujeres, con sus defectos ciertamente, pero dispuestos a dar la vida, a ayudar, a orientar, a consolar?: ese sacerdote anciano, siempre disponible en el confesonario, esa buena monja que con su sola presencia nos hacía entender que Dios no se olvida de sus criaturas, ese joven profesor, médico o banquero, volcado en la atención de sus alumnos, pacientes o clientes, del que sabíamos que vivía el celibato apostólico, y que ayudaba con su competencia, su exigencia y sus consejos… ¿todo eso va a desaparecer? ¿Cómo es posible?

A ese panorama se añade un fenómeno curioso. Muchos hombres y mujeres que viven, como sacerdotes o laicos, una vida de celibato y están felices con su vocación, tienen la sensación, de ordinario más bien inconsciente, de que los jóvenes de hoy son incapaces de entregarse de por vida a Dios. Esta juventud blanda —así piensan, sin confesarlo quizá del todo—, dedicada a las diversiones, atontada por la presión del mundo electrónico, envenenada por la exaltación de una sexualidad desmedida que penetra todo, no puede ya —son el joven rico del siglo xxi— acoger la invitación cariñosa del Maestro, de dejarlo todo y seguirle. «En nuestra época las cosas eran diferentes». Así piensan y no se dan cuenta de que este juicio demuestra poca fe y esconde quizá algo de soberbia.

¿Ha dejado de tener sentido el celibato? La cristiandad, después de dos mil años de tener en alta estima la virginidad por el Reino de los Cielos, ¿ha de prepararse a su desaparición? ¿Es posible que uno de los signos más extraordinarios de grandeza cristiana se extinga? ¿Ha pasado de moda el ideal de la virginidad y del celibato por el Reino de los Cielos?

¿O ha llegado quizá la hora de desprenderse de una forma de vida aberrante y “antinatural”? Ejercer la genitalidad de manera descontrolada parece haberse convertido en la meta final del empeño por liberarse de los prejuicios de una moralidad represiva. No debe haber límite para el goce sensual. A los niños de primaria ya se les enseña a superar su pudor, y los adolescentes pasan vergüenza si no pueden presumir con sus “experiencias”. El matrimonio como marco estable de la unión de hombre y mujer para la transmisión de la vida, base de la familia y de la sociedad, se tambalea. Se ha eliminado legalmente su indisolubilidad, y no poca gente, incluidos bastantes católicos creyentes, consideran el divorcio civil un logro de nuestra civilización. El número de matrimonios disminuye y se cuestiona la misma conveniencia de la unión conyugal permanente. En algunos países la legislación considera matrimonio la unión temporal económico-afectiva de dos personas de sexo discrecional. Ante este panorama, ¿no está completamente fuera de lugar hablar de castidad y, menos aún, de una renuncia voluntaria a la actividad sexual? ¿No es ridículo hablar de la continencia perfecta como de un posible ideal?

2. A LA BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA CRISTIANA

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