China en 100 preguntas - Valérie Niquet - E-Book

China en 100 preguntas E-Book

Valérie Niquet

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Beschreibung

¿Existen límites a la omnipotencia del Partido Comunista? ¿Es irremediable su problema medioambiental? ¿Qué consecuencias tiene la tensión con Taiwán? ¿Cuál es la realidad de la interdependencia económica entre China y Estados Unidos? En apenas unas décadas, China se ha convertido en la segunda potencia mundial. Su mercado, su estrategia y también sus deficiencias influyen en el futuro de todo el planeta, como lo demuestra la pandemia de Covid-19, que comenzó en Wuhan. Revelando su verdadera cara, autoritaria y nacionalista, la China de Xi Jinping traza sus nuevas Rutas de la Seda para fortalecer su influencia global mientras invierte en su flota naval, reprime a la población en Xinjiang y controla a sus habitantes con mano de hierro. En 100 preguntas y respuestas, Valerie Niquet aborda el pasado y el presente de un país ya indispensable para entender la actualidad.

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VALÉRIE NIQUET

CHINA EN 100 PREGUNTAS

Su poder y sus defectos

EDICIONES RIALP

MADRID

Título original: La Chine en 100 questions

© 2017, 2021 Éditions Tallandier

© 2024 de la versión española realizada por Antonio R. Rubio Plo

by EDICIONES RIALP, S. A.,

Manuel Uribe 13-15, 28033 Madrid

(www.rialp.com)

© Mapas: Légends Cartographie /Éditions Tallandier, 2017

Preimpresión: produccioneditorial.com

ISBN (edición impresa): 978-84-321-6612-9

ISBN (edición digital): 978-84-321-6613-6

ISNI: 0000 0001 0725 313X

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

A mi padre

ÍNDICE

Introducción

HISTORIA

1. China en la historia: ¿estado o concepto?

2. China, ¿un imperio sin fronteras?

3. ¿Qué es el mundo chinificado?

4. ¿De dónde proceden las minorías nacionales?

5. ¿Ha sido China una gran potencia marítima?

6. ¿Por qué la apertura al mundo occidental fue un traumatismo?

7. ¿Cómo se explica la inestabilidad de la República china después de 1911?

8. ¿Cuál fue el alcance de las 21 “peticiones” de Japón a China en 1915?

9. ¿Marcó el movimiento del 4 de mayo de 1919 el nacimiento del patriotismo chino?

10. ¿Quién fue realmente Chiang Kai-shek?

11. ¿Cuál fue el papel de China durante la Segunda Guerra Mundial?

12. ¿En qué consistió “la masacre de nankín”?

13. ¿Cómo tomó el poder el Partido Comunista?

14. ¿Qué papel jugó China durante la Guerra de Corea?

15. ¿En qué consistió el Gran Salto Adelante?

16. ¿Quiénes fueron los guardias rojos durante la Revolución Cultural?

17. ¿Cuáles fueron las razones del acercamiento chino-norteamericano de 1971?

18. ¿Cuáles son las secuelas del maoísmo?

19. ¿Cuál fue el alcance de las “cuatro modernizaciones”?

20. ¿Qué fue de los movimientos por la democracia en China después de 1979?

CULTURA Y SOCIEDAD

21. ¿Qué significa el retorno de las religiones tradicionales en la China actual?

22. ¿Cuál es el papel del confucianismo en la China contemporánea?

23. ¿Cuál es el peso de las religiones “extranjeras”?

24. ¿Quiénes son los migrantes del interior?

25. ¿Es posible el fin del pasaporte interior (

hukou

)?

26. ¿Sigue siendo válida la distinción entre la China costera y la China interior?

27. ¿Cómo funciona el sistema educativo?

28. ¿Qué significa el fin de la política del hijo único?

29. ¿Está a punto China de convertirse en una sociedad envejecida antes de ser rica?

30. ¿Existe la clase media china?

31. ¿Está muerto el mito del igualitarismo de la sociedad?

32. ¿Está dotada China de un auténtico sistema de protección social?

33. ¿Es ilusoria la lucha contra la corrupción?

34. ¿Es sólido el mercado del lujo en China?

35. ¿Cuál es el papel de las redes sociales?

36. ¿Son siempre las ong un contrapoder?

37. ¿Hay esperanza para el medio ambiente?

38. ¿Está la sociedad china expuesta a la delincuencia?

39. ¿Es estable la sociedad china?

40. ¿Por qué los chinos abandonan China?

POLÍTICA

41. ¿Sigue siendo China una democracia popular?

42. ¿Quién dirige China?

43. ¿La lucha contra la corrupción es un instrumento de poder?

44. ¿Cuál es el poder de las instituciones estatales?

45. ¿Existen límites al omnipotente Partido Comunista?

46. ¿Se celebran elecciones en China?

47. ¿Son los sindicatos un simple instrumento de control social?

48. ¿Son posibles las reformas políticas?

49. ¿Es China una meritocracia eficaz?

50. Entre los eslóganes y el culto a la personalidad, ¿China vuelve a ser maoísta?

51. ¿Cuál es el papel del aparato de propaganda?

52. ¿Por qué ha aumentado la censura?

53. ¿Cómo funcionan los órganos de seguridad interior?

54. ¿Es China una dictadura sin disidentes?

55. ¿Es omnipotente el poder en China?

56. ¿Tienen derechos las minorías nacionales?

57. ¿Se puede reducir la situación de los uigures en Xinjiang a radicalismo islámico?

58. ¿Aspira el Tíbet a la independencia?

59. ¿Es la Mongolia interior más china que mongola?

60. ¿Se acerca el final para Hong Kong?

ECONOMÍA

61. ¿Economía socialista o economía de mercado?

62. ¿Qué representan las grandes empresas estatales?

63. ¿Cuál es el futuro del sector privado?

64. ¿De dónde proceden las inversiones directas extranjeras en China?

65. ¿Qué se entiende por reequilibrar la economía?

66. ¿Por qué el consumo de los chinos es tan bajo?

67. ¿Son fiables las estadísticas chinas?

68. ¿Cúal es el alcance de la deuda china?

69. ¿Se ha convertido China en una potencia financiera internacional?

70. ¿Debe temer China una fuga de capitales?

71. ¿Cuál es la realidad de la interdependencia económica entre China y Estados Unidos?

72. ¿Se ha convertido la potencia china en la campeona de la innovación?

73. ¿Qué representan en China las energías renovables?

74. ¿Cuál es la dependencia de China de las energías fósiles?

75. ¿Qué papel jugará China en el crecimiento mundial?

76. ¿Está China en el centro del proceso de regionalización económica en Asia?

77. ¿El proyecto de las

rutas de la seda

es un instrumento de la potencia china en el mundo?

78. ¿De qué le sirve a China el G20 y el multilateralismo?

GEOPOLÍTICA Y ESTRATEGIA EXTERIOR

79. ¿Qué es el “sueño chino”?

80. ¿Cúales son actualmente las ambiciones marítimas de China?

81. ¿Pueden apaciguarse las relaciones con Japón?

82. ¿Puede China dejar caer a Corea del Norte?

83. ¿Por qué China despierta temor en Asia del Sureste?

84. ¿Cuál es el futuro de las relaciones entre China y Estados Unidos?

85. ¿Existen sombras en la asociación estratégica entre China y Rusia?

86. ¿Cuáles son las ambiciones chinas en Asia Central?

87. ¿Por qué persiste la rivalidad entre China y la India?

88. ¿Qué sucede con la influencia de la potencia china en África?

89. ¿Es la Unión Europea un actor importante para la potencia china?

90. Después de la crisis del covid-19, ¿se puede considerar a China como un actor responsable en el escenario internacional?

91. ¿Resulta convincente el

soft power

de China?

92. ¿Es realmente el EPL el segundo ejército del mundo?

93. ¿Qué significan las tensiones con Taiwán?

94. ¿Cuál es la estrategia china de guerra híbrida asimétrica?

95. ¿Es China una potencia nuclear responsable?

96. ¿Será China una auténtica superpotencia?

97. ¿La pandemia mundial del covid-19 representa un “mal chino”?

98. ¿Cuál es el peso de la historia en las relaciones franco-chinas?

99. ¿Cuál es el futuro de la asociación estratégica entre Francia y la potencia china?

100. ¿Cuál es el alcance de las relaciones entre China y España?

Bibliografía

Notas

Navegación estructural

Cubierta

Portada

Créditos

Dedicatoria

Índice

Comenzar a leer

Bibliografía

Notas

INTRODUCCIÓN

¿Qué representa la potencia china? ¿Cómo valorarla del modo más cercano a la realidad? Desde hace siglos, China ejerce fascinación por su masa territorial, su peso demográfico y su aparente alteridad que complica cualquier análisis. Esta fascinación ha convertido a China en una especie de fantasma que concentra también los miedos y las expectativas exageradas de nuestros discursos políticos. Durante mucho tiempo, este país ha carecido de relieve en el escenario internacional y su desconocimiento no implicaba consecuencias. Pero esto ha dejado de ser verdad, y entender la potencia china en todas sus dimensiones se ha convertido en algo imprescindible para entender mejor la evolución del mundo contemporáneo. En 2020 tuvo lugar la pandemia del covid-19, extendida por todo el mundo durante más de tres años tras los sucesos de Wuhan, si bien su origen no ha sido aún aclarado. La pandemia causó cerca de 10 millones de muertes a escala global y centenares de millones de euros en pérdidas económicas, y nos ha servido para recordar que China es un gigante globalizado y que sus deficiencias internas amenazan a la totalidad del planeta.

Durante décadas, las del crecimiento con dos dígitos, se impuso la imagen de una China emergiendo como el nuevo centro del mundo en un retorno “natural” a la supremacía del Imperio del Medio, pero eso hizo olvidar la naturaleza de un sistema político cuyos fundamentos leninistas no han cambiado. Por el contrario, en marzo de 2023, su dirigente, Xi Jinping, eliminó toda oposición aparente durante el 20.º Congreso del Partido Comunista y se hizo reelegir para un tercer mandato como presidente de la República. El gigantismo de las megalópolis, la modernidad de las construcciones y el indiscutible dinamismo económico han alimentado la fascinación por China1.

Con todo, hay que reconocer que los éxitos del país han sido reales. Unos 500 millones de personas han salido de la gran pobreza desde la década de 1980. Según un estudio reciente, estos progresos han sido una compensación que ha servido para reparar las consecuencias de las tragedias de la época maoísta, que han lastrado el crecimiento y provocado decenas de millones de muertos entre 1949 y 1979. China se ha tomado un formidable desquite sobre la historia para convertirse en la segunda potencia económica mundial, el primer país exportador y el primer importador de petróleo y materias primas. El presupuesto de sus fuerzas armadas, en constante aumento incluso durante la pandemia y la desaceleración económica, ocupa el segundo lugar en el mundo por detrás de Estados Unidos. Su mercado y sus intercambios, junto con las prioridades establecidas por sus dirigentes, sus opciones estratégicas y sus limitaciones, influyen sobre el futuro del mundo.

China contemporánea.

Sin embargo, su llamativa desaceleración económica, perceptible desde 2015 y agravada por la crisis del covid-19, ha provocado una violenta oscilación del péndulo y, según algunos, el oro del milagro económico chino se está transformando en plomo. Después del derroche de alabanzas a una China presentada como líder del crecimiento mundial y salvadora de las economías occidentales en crisis, la viabilidad de dicho modelo está siendo cuestionada. En 2020, China había hecho alarde de un crecimiento positivo superior al 2 %. Resultaba indispensable que el país tuviera mejores resultados económicos que las democracias occidentales para hacer olvidar de este modo las responsabilidades iniciales y el coste humano de la pandemia. Pero las recetas —inversiones masivas y exportaciones—, aplicadas a partir de las necesidades creadas por el covid-19 en el resto del mundo, resultan muy trilladas y el crecimiento interior no ha conseguido tomar el relevo. En 2022, el crecimiento apenas había despegado y las previsiones del 5 % para 2023 suponían un porcentaje modesto.

Lo cierto es que China cuenta con numerosos puntos débiles: fracaso de los valores morales, corrupción, reforzamiento del control político, fatalismo… Esto va más allá de los simples retos económicos2. Si bien la gestión de la pandemia del covid-19, con un número de muertos reducido, aunque al precio del confinamiento del conjunto del país y de medidas draconianas de control, tuvo una cierta aceptación, el propósito continuo de las autoridades de enmascarar la verdad, algo que demuestra las deficiencias del sistema político, ha sido severamente juzgado. El levantamiento de las medidas estrictas sobre la pandemia en enero de 2023, así como las decenas o centenares de miles de muertos provocados, cuyas cifras no han sido publicadas, han reforzado la impresión sobre la irracionalidad del régimen. Los chinos son conscientes de sus limitaciones, incluidos los miembros del aparato comunista. Pero con la llegada al poder de Xi Jinping, la puesta en marcha de unas reformas imprescindibles se ha detenido, a pesar de las muestras de pragmatismo dadas por el régimen durante un largo período. Una vez más es la ideología lo que importa para evitar así cualquier evolución que conlleve un debilitamiento de la dictadura del Partido Comunista.

En el ámbito local, el régimen se enfrenta a una débil resistencia por parte de los funcionarios que se encuentran desmotivados a consecuencia de las campañas de lucha contra la corrupción. Sin embargo, es mucho más grave que se haya acentuado la voluntad de querer disimular, para evitar penalizaciones, todo elemento negativo, como la aparición de una epidemia. A nivel central, la prioridad sigue siendo la supervivencia del sistema de partido único en vez de su transformación progresiva en un sistema mucho más abierto. Desde ahora a todos los miembros del Partido Comunista se les obliga a recibir largas sesiones de adoctrinamiento sobre «el pensamiento Xi Jinping para una nueva era», lo que supone un retorno a las prácticas más controvertidas del culto a la personalidad. Los objetivos de reforma y de desarrollo están subordinados a este imperativo que se ha convertido en una estrategia a largo plazo.

El contraejemplo de la desintegración de la URSS sigue muy presente en las mentalidades de los dirigentes chinos3. La República Popular China (RPC) se enfrenta, sin embargo, a desafíos considerables. Si no se llevan a cabo reformas, se corre el riesgo de agravar el estancamiento que sufre el país. Con todo, las reformas suponen poner en marcha medidas que afectarían al núcleo del sistema. Sobre este tema, el presidente Xi Jinping, como si fuera un nuevo Leonid Breznev, se ha pronunciado con contundencia: Las reformas suponen un peligro demasiado grave y la prioridad es el retorno al totalitarismo absoluto del Partido Comunista.

La preferencia en la recuperación del tiempo perdido, establecida por Deng Xiaoping a finales de la década de 1970, basada en un mayor pragmatismo, y que supuso una bocanada de aire fresco y de dinamismo en una sociedad que solo pedía enriquecerse, se puede dar por terminada.

El crecimiento demográfico, después de más de treinta años de una política del hijo único de la que nadie preveía sus efectos mortíferos, sigue siendo bajo, aunque esa política haya sido desechada. Pekín dejará pronto de beneficiarse de ese formidable activo que suponía una mano de obra joven, barata y aparentemente inagotable. La eficacia de las inversiones y del crédito —que siguen aumentando de modo masivo— se ha reducido a la mitad desde 2007, una señal de que el modelo económico hace aguas4. A partir de ahora, los desafíos son más complejos, y los efectos negativos de la dejadez y de la falta de transparencia del sistema jurídico se están haciendo notar. El sector inmobiliario, una seguridad para el futuro de una población poco protegida ante las contingencias de la vida, está en crisis y amenaza las capacidades de financiación de las autoridades locales, lo que a su vez incide sobre las pensiones y los servicios sociales.

Si tenemos en cuenta las estadísticas de la riqueza nacional por habitante, China está todavía por detrás de Rusia, Venezuela o Rumania, y sus necesidades de crecimiento siguen siendo considerables para poder reequilibrar las graves desigualdades sociales que afectan al consumo. Aunque las expectativas de la población sean muy grandes, el sueño del enriquecimiento es cada vez más difícil de alcanzar para las nuevas generaciones, que no han conocido las privaciones del pasado. En todas las capas de la sociedad, aunque la inmigración haya desempeñado durante mucho tiempo el papel de una válvula de escape, se acumulan las frustraciones, pese a que no se pueden expresar libremente por estar sometidas a una censura tecnológica cada vez más rigurosa.

Elevado a la jefatura del Partido en 2012 y confirmado en 2022, designado presidente de la República desde 2013, tras obtener un tercer mandato en 2023, Xi Jinping5 ha defraudado todas las expectativas de reformas económicas y políticas de quienes pensaban que la liberalización económica traería consigo algún tipo de liberalización política. El poder optó por la vía del inmovilismo, de la concentración de la autoridad, de la represión y de un nacionalismo revanchista que ha perjudicado considerablemente la imagen de China en su región y más allá de sus fronteras. Para Europa, China es desde ahora un “rival sistémico” y, tras la presidencia de Donald Trump, el presidente Joe Biden sigue manteniendo el consenso de la estrategia de presión contra el poder chino. La crisis del covid-19, con la opción china de una diplomacia agresiva del “lobo combatiente” o “lobo guerrero”, ha reforzado esta tendencia y el porcentaje de percepción negativa de la potencia china en el mundo es hoy superior al 70 %.

Para asegurar la supervivencia del régimen, Xi Jinping fomenta un sueño de grandeza destinado a aglutinar a la nación tras el Partido y su jefe, al tiempo que cuestiona el principio de “modestia” que había sido el de los dirigentes chinos desde Deng Xiaoping6. Para el actual dirigente chino, el mundo está conociendo transformaciones “nunca vistas en un siglo”, y esas transformaciones representan una oportunidad para intentar imponer las ambiciones chinas. Aunque China no tenga ciertamente el objetivo de “dominar el mundo”, aspira a dotarse de los medios para debilitar y excluir a su gran rival norteamericano de su zona de influencia en Asia, a la vez que pretende disuadirle de intervenir en la cuestión de Taiwán. Este objetivo, puesto al servicio de la supervivencia del régimen, determina todas las opciones estratégicas de Pekín.

El sueño de un retorno al pasado, época de una grandeza interrumpida por la irrupción de las potencias occidentales en el siglo xix, está provocando tensiones en una región que se ha transformado desde el final de la Segunda Guerra Mundial. El temor de los países de la zona es ver a Pekín volcado hacia las aventuras exteriores, con Taiwán en primer lugar, como su última fuente de legitimidad, lo que supondría pasar del estatus de “socio responsable” al de perturbador del orden internacional, tanto en lo económico como en lo estratégico.

¿Son las dificultades a las que se enfrenta el régimen chino, pese a sus apariencias de potencia, el signo de una inevitable decadencia salvo que haya una transformación profunda? ¿Podrá el régimen liberarse de la tiranía del corto plazo, que exige un fuerte crecimiento a cualquier precio —incluso a costa del medio ambiente— para preservar la legitimidad del sistema? El presidente Xi Jinping prometió hacer de China una potencia “moderadamente desarrollada” en 1921, con ocasión del centenario de la fundación del Partido Comunista Chino. Es cierto que la renta ha aumentado, pero las desigualdades siguen siendo enormes y no es seguro que China pueda escapar de la trampa de la renta media. ¿Pueden todavía cambiarse, sin que se origine una catástrofe, las opciones por el repliegue autoritario y la exaltación nacionalista en torno al sueño chino por una actitud más favorable a la integración de China en el sistema internacional? Las respuestas que dé Pekín a estas preguntas tendrán repercusiones en el conjunto del sistema mundial.

Las 100 preguntas que componen este ensayo no tienen la pretensión de ser exhaustivas. Van desde la historia, que es el fundamento de la visión contemporánea y del retorno a la hegemonía del poder chino, a la dimensión cultural e ideológica, pasando por los retos económicos y políticos y las consecuencias sobre el sistema internacional de la evolución del régimen chino. Tienen por finalidad esclarecer cómo funciona China y someter a análisis las ideas preconcebidas que dificultan el estudio de una potencia que durante mucho tiempo fue objeto de una fascinación sin límites. China tiene, sin duda, aciertos, pues en el pasado el régimen dio pruebas de su capacidad de hacer reformas, pero los obstáculos a remontar son considerables. Sin embargo, las reformas seguirán siendo esenciales, o de lo contrario China no será para el sistema internacional un motor de crecimiento y una fuente de oportunidad sino un problema principal.

China en la época de la dinastía Ming.

HISTORIA

1. China en la historia: ¿estado o concepto?

¿Qué es China? Zhonqquo, el nombre que la designa en chino, está compuesto de dos caracteres (中国) que significan “centro” o “medio” y “país” o “Estado”. El término viene de lejos, y es mencionado desde la más remota Antigüedad, bajo la dinastía de los Zhou (1046-256 a. C.), pero su significado, hasta el siglo xix, está muy alejado del concepto moderno de Estado-nación.

En la Antigüedad, Zhonqquo podía referirse al conjunto de los clanes más cercanos al poder soberano, asentados en la desembocadura del río Amarillo, uno de los orígenes de la civilización china. Existía entonces una distinción fundamental entre el espacio de la “civilización”1 y los espacios bárbaros más alejados del núcleo del poder. Sin embargo, no es el término Zhonqquo el utilizado para designar al Celeste Imperio2 en Occidente, sino “China”, sin duda derivado de la primera dinastía imperial, los Qin (221-206). Las dinastías sucesivas impondrían su nombre al mundo sobre el que el Emperador, poseedor del “mandato del Cielo”3, ejercía su autoridad. Así, bajo la última dinastía, la de los Qing, que reinó de 1644 a 1911, China era el “gran Imperio Qing”4.

Más allá de las contingencias históricas, China era además un sistema de valores y una cultura que, a diferencia de civilizaciones más antiguas como la del Egipto de los faraones, se ha perpetuado a través de los siglos por medio de un sistema de escritura conservado, el de los caracteres chinos que siempre han estado en uso.

A fines del siglo xix, cuando el Imperio estaba sometido a las potencias occidentales y había sufrido una humillante derrota frente a Japón, quienes querían salvarlo poniendo en práctica las reformas inspiradas por el Japón de la era Meiji lamentaban que China fuera un Estado sin nombre, un reflejo de su debilidad y de la ausencia de una conciencia nacional.

La última de las dinastías, la manchú, a partir del tratado de Nerchinsk firmado en 1689 con Rusia, solía utilizar el término Zhonqquo en los documentos diplomáticos para designar el espacio de soberanía reivindicado por el Imperio. Este término, con toda su dimensión histórica, se ha impuesto para dar nombre a China y acompañar, a principios del siglo xx, el sueño del renacimiento de la potencia china. El hecho de que no haya sido adoptado en los idiomas occidentales, que han mantenido sus propias denominaciones, demuestra la dicotomía subsistente entre la China vista desde el exterior y el mundo chino, tal y como se percibe —y se denomina— desde el interior.

2. China, ¿un imperio sin fronteras?

Según una antigua concepción china, idealizada a lo largo del período imperial, China era el mundo, “la totalidad del espacio bajo el Cielo”5 sobre el que reinaba el emperador. Sin embargo, en este mundo sin fronteras definidas, el espacio chino ha conocido períodos de unidad y de expansión territorial, pero a la vez extensos períodos de división y retroceso.

Las dinastías “extranjeras” tenían sus territorios fuera del mundo chino antes de hacerse “chinas”, y algunas dinastías chinas poseían una amplia área de influencia como la dinastía de los Han (226 a. C./220 d. C.), que han dado su nombre a la nación china en el sentido “étnico” del término. Por el contrario, otras dinastías como los Song del sur (1127-1279), contaron con un territorio más reducido.

La Gran Muralla, un instrumento defensivo consolidado en el transcurso de los siglos, marcaba una frontera simbólica con el mundo nómada de los “bárbaros” llegados del norte. En los confines occidentales del Imperio y de Asia Central, a lo largo de las rutas de la seda, colonias de soldados campesinos formaban una presencia discontinua.

Más allá del río Azul, el Yangzi, en dirección sur, el espacio territorial conoció durante un largo período la división entre las dinastías del norte y del sur. La autoridad del emperador disminuía con la distancia territorial. La burocracia imperial constituía en las provincias feudos de poder semiindependientes y la amenaza de fragmentación, reforzada por los marcados particularismos locales, pesaba sobre el Imperio como sigue pesando hoy sobre la potencia china por encima de la ficción de una unidad secular.

La ficción de un espacio universal en el que el conjunto de los Estados reconocía la soberanía del emperador y le rendía tributos, se perpetuó hasta la caída del Imperio en 1911. Sin embargo, la referencia al principio de la tianxia se ha mantenido, y Pekín sigue buscando hoy en este concepto antiguo los fundamentos de un retorno “armonioso” del liderazgo chino en Asia.

No sería hasta el final de la última dinastía, la manchú de los Qing, en el momento en que el Imperio entró en contacto con los Estados-naciones occidentales ansiosos de delimitar sus zonas de influencia, cuando el conjunto de los espacios marginales que formaban el Imperio serían incluidos administrativamente en el “Imperio del Medio”. Quedaron así diferenciados del espacio histórico de las quince provincias “chinas”, sobre las que la autoridad imperial ejercía la soberanía antes de la conquista manchú. Históricamente la definición geográfica de China ha abarcado, por tanto, realidades distintas mal definidas, hasta un período reciente.

3. ¿Qué es el mundo chinificado?

Desde la dinastía Han (206 a. C./220 d. C.), el mundo chino se extiende desde el norte de la península de Corea hasta los límites septentrionales del actual Vietnam. Esta extensión del espacio territorial ha venido acompañada en Asia oriental de un fenómeno de inculturación, similar a la que ha conocido la Europa romana, que ha dado lugar al mundo chinificado.

Primero fueron la península de Corea y el norte de Indochina, y más tarde Japón, a través de los reinos coreanos sometidos a la influencia de la cultura china, los territorios incorporados al mundo chinificado, al compartir valores, prácticas culturales y creencias que influyeron en la organización política y social de unos entes políticos situados fuera del espacio chino propiamente dicho.

Diversos elementos caracterizan esta cultura dominante extendida al conjunto del mundo chinificado. La escritura es su primer elemento común. Los caracteres chinos, elaborados a partir del segundo milenio antes de nuestra era y unificados antes del siglo iii a. C., se han impuesto en un mundo que carecía de un sistema de escritura. El hecho de que en la escritura china cada signo tenga un significado, aunque pueda ser pronunciado libremente, ha contribuido en gran medida a la unificación —en el ámbito de las élites— de este espacio chinificado.

Transmisora de civilización y cultura, la lengua china ha permitido la difusión de un corpus filosófico en el que el confucianismo, convertido en doctrina de Estado bajo la dinastía Han, ha jugado un papel principal al dar forma a la organización política y a las relaciones sociales. La influencia de China se ha hecho sentir además en los códigos de leyes adoptados, o incluso con ejemplos más prosaicos en los principios del urbanismo o en los modos de consumir los alimentos por medio de palillos.

Sin embargo, los países de Asia Oriental, que conservaron o recuperaron su autonomía política pese a estar sometidos a un sistema tributario, desarrollaron su propia identidad y se liberaron progresivamente de la tutela del modelo chino. La escritura fue incluso uno de los medios de preservar esa autonomía. En Japón, desde el siglo ix, los kanas o silabarios convivían con los caracteres chinos. Gracias a este sistema de transcripción surgiría una literatura cortesana específicamente japonesa en el siglo xi. El reino de Yi ocupaba entonces una gran parte de la península de Corea. Allí el rey Sejong creó en el siglo xv el sistema de transcripción nacional hangui. Por último, en Vietnam, en el siglo xvii, un sistema de transcripción latinizado, elaborado por los misioneros jesuitas, se iría imponiendo poco a poco.

Son ejemplos de que la pertenencia al mundo chinificado no impidió la aparición de particularidades nacionales. Sin embargo, en la actualidad, en Pekín el discurso sobre el resurgimiento de la potencia china descansa sobre un sueño de retorno al pasado, un tiempo en que la hegemonía cultural y política del Imperio chino era reconocida de modo unánime en el conjunto del mundo chinificado.

4. ¿De dónde proceden las minorías nacionales?

En las zonas periféricas, integradas recientemente en el espacio chino, se encuentran las regiones con minorías nacionales. Representan menos del 10 % de la población china, aunque ocupan la mitad del territorio. Estos espacios abarcan el norte de Manchuria en el noreste, el Tíbet en las estribaciones del Himalaya, Mongolia en el norte, Xinjiang en el oeste, y las franjas meridionales. Su inclusión en el mundo chino vino acompañada de la aparición, a finales del siglo xix, del concepto de Estado-nación, pero su control por Pekín fue durante largo tiempo más teórico que real. La primera revolución china en 1911 preconizaba “la unidad de las cinco razas” que incluía a los han, los manchúes, los mongoles, los tibetanos y los musulmanes. Sin embargo, en la primera mitad del siglo xx, China perdió parte del control sobre estos territorios, al tiempo que se precipitaba en la guerra civil. El país, nuevamente dividido, quedó bajo el dominio de los señores de la guerra y sufrió múltiples agresiones.

Actualmente, las referencias a la última dinastía, la de los Qing (1644-1911), cuyo espacio territorial fue el más extenso de la historia de China, sirven para justificar la legitimidad del control que Pekín ejerce, o reivindica, y que va más allá de las fronteras tradicionales de la China propiamente dicha. Si bien los manchúes se han fusionaron con la población china han, las otras tres grandes minorías mantuvieron sus particularidades y el poder comunista dio a sus territorios el estatus de “regiones autónomas”, inspirado en el modelo soviético. Al oeste, la región de Xinjiang, “nuevo territorio” en chino, constituye el espacio de mayor extensión. Está poblado por minorías turcófonas, los uigures, pertenecientes a Asia Central por su cultura y religión.

El Tíbet mantuvo con frecuencia relaciones de alianza, a menudo conflictivas, con las dinastías del espacio chino. Algunas, como la dinastía mongol de los Yuan y la dinastía manchú de los Qing, han seguido las normas del budismo lamaísta imperante en el Tíbet. Pero en la actualidad el espacio abarcado por la región autónoma del Tíbet es menor que el existente en la época de la cultura tibetana, heredera de un Imperio que, hasta el siglo ix de nuestra era, dominaba una zona que se extendía hasta los confines de la provincia del actual Sichuan.

Por último, la región autónoma de Mongolia interior, heredera de un vasto Imperio que, entre los siglos xiii y xiv, dominó China, está formada por franjas meridionales del espacio mongol, que no se unieron a Mongolia exterior, país independiente desde 1911, tras la caída del Imperio manchú.

Para la República de China de ayer y la República Popular China de hoy, el conjunto de los territorios y de las minorías están incluidos en una “nación china”, en un territorio que es presentado como multiétnico a pesar de la aplastante superioridad demográfica de los han.

En su voluntad de asimilación, el poder acentúa la represión de cualquier expresión cultural o religiosa en esos territorios y refuerza, desde la llegada al poder de Xi Jinping, una explotación económica de carácter colonial, asentada sobre el trabajo forzoso, particularmente en Xinjiang.

5. ¿Ha sido China una gran potencia marítima?

En 2005, China conmemoró con toda pompa el sexto centenario de las expediciones del almirante Zheng He, símbolo de un pasado marítimo glorioso sobre el que China desea fundamentar el resurgimiento de su potencia naval. A principios del siglo xv, en los primeros años de la dinastía Ming, entre 1405 y 1433, el emperador Yongle confió a Zheng He, un eunuco musulmán de origen persa, la organización de siete expediciones en dirección al sureste de Asia, el océano Índico y las costas de África.

Las expediciones siguieron las antiguas rutas comerciales abiertas por las dinastías chinas anteriores para comerciar con el mundo árabe. Yongle quería extender el sistema tributario y la influencia del Imperio en el océano Índico hasta la Península Arábiga y las costas orientales de África. Aunque las rutas no eran nuevas, el despliegue de la flota, compuesta por cientos de embarcaciones y decenas de miles de hombres, debió de ser impresionante.

Las expediciones de Zheng He señalaron, sin embargo, el final de las aventuras marítimas de la China imperial. Rechazadas por los sucesores de Yongle como contrarias a los principios confucianos del buen gobierno, fueron interrumpidas. Fue entonces cuando, tras un período de paz, los recursos del Imperio se movilizaron nuevamente contra la amenaza de las tribus nómadas del norte, y la dinastía Ming decretó edictos de prohibición del comercio marítimo, continuados luego por los Qing. Las flotas y los astilleros navales fueron suprimidos y se privó a los puertos de sus accesos. Por último, para luchar contra el azote endémico de la piratería, las costas fueron vaciadas de población.