Cohesión social y transformaciones identitarias en la Edad Media - Fernando Ruchesi - E-Book

Cohesión social y transformaciones identitarias en la Edad Media E-Book

Fernando Ruchesi

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Los trabajos reunidos en este volumen buscan caracterizar los procesos de construcción de cohesión social y la influencia que tuvieron en los cambios políticos, sociales y culturales acaecidos en las etapas históricas mencionadas, tanto en Europa Occidental como en Bizancio y el Oriente Próximo.    Durante las últimas décadas, los estudios sobre Antigüedad tardía y Temprana Edad Media experimentaron un auge, especialmente en lo que respecta a las cuestiones de identidad, solidaridad y cohesión. Varias de esas investigaciones se enfocaron, entonces, en los cambios que afectaron a la identidad romana, como también en los modos en que los bárbaros se integraron al mundo mediterráneo, y la pars orientalis del imperio se amoldaba a las transformaciones que generaron los procesos mencionados.   Este volumen pretende analizar el funcionamiento de las categorías de cohesión social e identidad en la Antigüedad tardía y la Temprana Edad Media. De tal manera, las contribuciones reunidas en este compendio buscan indagar acerca de cómo estas nociones eran entendidas por los autores de la época. Asimismo, los trabajos procuran caracterizar los procesos de construcción de cohesión social y la influencia que tuvieron en los cambios políticos, sociales y culturales acaecidos en las etapas históricas mencionadas, tanto en Europa Occidental como en Bizancio y el Oriente Próximo. Así, para llevar a cabo esta tarea se recurrió a los siguientes interrogantes: ¿Cómo construían cohesión los grupos gobernantes?, ¿cómo lo hacían aquellos que no pertenecían a los sectores de poder?, las identidades y sus aspectos relacionados: ¿tenían relación con la construcción de cohesión? En tal caso, ¿cómo influían estos factores en dichos procesos?, ¿y cómo eran caracterizados en las fuentes del período?   Escriben: Bárbara García Contrera, Fernando Ruchesi, Héctor Francisco, Victoria Casamiquela Gerhold, Emilio Nicolás Antonio Vallejos Zacarías, Vinicius Cesar Dreger de Araujo, Francesco Borri.

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Edición: Primera. Febrero 2023

Lugar de impresión: Buenos Aires, Argentina / Barcelona, España

Ilustración de portada: Bible de Vivien, dite Première Bible de Charles le Chauve. Présentation du livre à l'empereur, Saint-Martin de Tours, 845. BnF, Manuscrits, Latin 1 fol. 423

ISBN: 978-84-18929-98-4

Depósito legal: M-3548-2023

IBIC: HBLC1 [Historia medieval]

Thema: NHDJ [Historia europea: período medieval, Edad Media]

Bisac: HIS037010 [Historia / Medieval]

© 2023, Miño y Dávila srl / Miño y Dávila editores sl

Armado y composición: Eduardo Rosende

Diseño: Gerardo Miño

Prohibida su reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia, sin la autorización expresa de los editores.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

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Índice
Introducciónpor Fernando Ruchesi
Capítulo I. La cohesión social como base de la legitimidaden el reino ostrogodo de Teodorico (493-526)por Bárbara García Contrera
Capítulo II. Aspectos iniciales sobre la cohesión social y los grupos guerreros en los reinos merovingiospor Fernando Ruchesi
Capítulo III. La identidad cristiana en el Irán tardo-antiguo: entre la integración y la auto-exclusiónpor Héctor Francisco
Capítulo IV. Constantino el Grande y el Martyrion de Jerusalén: ¿fundador imperial o santo patrono?por Victoria Casamiquela Gerhold
Capítulo V. Integración e influencia de grupos eslavos en el periodo temprano bizantinopor Emilio Nicolás Antonio Vallejos Zacarías
Capítulo VI. Las Res gestæ saxonicæ de Widukind de Corvey (siglo X) y el proceso de reconstrucción del pasado sajón (siglos VI-VIII)158por Vinicius Cesar Dreger de Araujo
Capítulo VII. Máscaras, cadáveres y otras cosas preciosas: dos reflexiones sobre el paganismo medievalpor Francesco Borri

Introducción

Fernando Ruchesi

Departament Història – Universitat de Lleida

Departamento de Historia – Universidad Nacional del Nordeste

Instituto de Investigaciones Geohistóricas (CONICET/UNNE)

El Liber Historiae Francorum –obra compuesta en el primer cuarto del siglo VIII– describe que el rey Clotario II (613-629) acudió en ayuda de su hijo Dagoberto, en el contexto de una campaña militar organizada para enfrentar al dux sajón Bertoaldo. El autor anónimo caracteriza a Clotario como un guerrero experimentado, ataviado con su armadura, y portando yelmo y cabello largo con canas. El texto señala que, en el enfrentamiento, Clotario debió atravesar un pantano pero, pese a ello, “el rey cargó contra Bertoaldo otra vez, matándolo y sosteniendo su cabeza sobre su lanza. Entonces, él regresó a los francos. Aquellos que no sabían que el rey estaba a salvo, estuvieron tristes hasta que lo vieron y se regocijaron con gran alegría”.1 La imagen del soberano victorioso, cargando con la cabeza de su enemigo, formaba parte de un ritual que moldeaba la cohesión entre sus subalternos, más allá de la aberración que pueda generarnos esta descripción en la época en que vivimos. A partir de este tipo de rituales, performances y decisiones, los gobernantes y los círculos asociados a ellos construían o imponían cohesión.

En otras ocasiones, dicha cohesión se producía no como resultado de una orden impuesta por parte de la autoridad, sino a partir de la unión de individuos que pertenecían a un mismo grupo social. El enfrentamiento entre los reyes francos Gontrán (561-592) de Burgundia y Childeberto II de Austrasia (575-596) por el dominio completo de la Galia, descrito en los Decem Libri de Gregorio de Tours, nos provee de un ejemplo para este caso. Se trata del amotinamiento de los soldados que estaban al mando de Childeberto, quienes no deseaban seguir combatiendo. Por ello, nos dice el obispo de Tours, se unieron y comenzaron a pedir, a los gritos, que el rey detuviese la guerra y que se deshiciese de su consejero, el obispo Egidio. Los guerreros tomaron las armas, a fin de dar muerte al prelado y a otros asesores del rey soberano. Egidio logró huir en su caballo y, aparentemente, el monarca tomó la decisión de detener la guerra.2 De manera similar, un grupo de combatientes al mando de Teoderico II (587-613) de Burgundia se reunió y pidió al soberano que abandonase la contienda contra su hermano, Teodeberto II (595-612) de Austrasia, puesto que los subalternos no deseaban luchar contra los austrasianos. El episodio finaliza con el asesinato de Protadio –consejero principal de Teoderico II–, por parte de los mencionados guerreros.3

Como podemos apreciar, algunas de las fuentes narrativas del período presentan episodios en los que identificamos cuestiones vinculadas con la cohesión de estos grupos. Junto con la identidad, se trata de los dos aspectos que motivan el desarrollo de este volumen colectivo. En las páginas que siguen, intentaremos abordar los modos en que estas categorías funcionaban en el período mencionado y cómo eran entendidas por los autores de la época. De tal manera, nos proponemos caracterizar los procesos de construcción de cohesión social y la influencia que tuvieron en los cambios políticos, sociales y culturales acaecidos en la Antigüedad tardía y la Edad Media, tanto en Europa Occidental como en Bizancio y el Oriente Próximo. Para ello, intentaremos dar respuesta a los siguientes interrogantes: ¿cómo construían cohesión los grupos gobernantes?, ¿cómo lo hacían aquellos que no pertenecían a los sectores de poder?, las identidades y sus aspectos relacionados ¿tenían relación con la construcción de cohesión? En tal caso, ¿cómo influían estos factores en dichos procesos?, ¿y cómo eran caracterizados en las fuentes del período?

* * *

La noción de social cohesion, proveniente de los campos de la Sociología instrumental y de la Antropología, puede proporcionarnos las herramientas necesarias para analizar los cambios socio-culturales y políticos que experimentó la transición entre el mundo antiguo y el mundo medieval, arrojando luz a otros interrogantes vinculados con estas etapas históricas. Emile Durkheim ya había abordado, en cierta medida, las nociones básicas que caracterizan a este concepto. Con el rótulo de conciencia colectiva, el sociólogo francés describía la solidaridad que se generaba entre personas que eran similares, en dos aspectos principales: lo material (trabajo, vivienda y alimentación similar) y lo inmaterial (creencias, moralidad y sentimientos similares) (Durkheim y Coser, 1984: 219). Durkheim consideraba que las sociedades pre-modernas estaban dotadas de un alto grado de conciencia colectiva, que a su vez contaba con fuertes bases religiosas (Durkheim y Fields, 1995: 421-422). Se trataba de contextos en los que cualquier desviación de dichas normas suponía una transgresión religiosa. Así, las similitudes no-materiales eran mantenidas, en estas comunidades, a partir de normas sobre lo correcto e incorrecto. A ello se añadía un seguimiento constante, en relación al cumplimiento de tales normas, por parte de las autoridades.

Entre autores contemporáneos que trabajan con esta noción, Albrekt Christian Larsen define la social cohesion como la convicción que tienen los miembros de un Estado de que son parte de una comunidad moral, lo que les posibilita confiar unos en otros. Para este investigador, lo más importante no tiene que ver con que los integrantes de una comunidad participen en valores, religión u otras ideas sino, más bien, su creencia de que comparten la norma de que no deben engañarse entre sí (Larsen, 2013: 3, 11). Jan Delhey proporciona una definición similar: la cohesión social es el grado por el cual se hace manifiesta una “sensación de unión, solidaridad o compañerismo” (a sense of togetherness) en la colectividad de un pueblo, del cual la confianza es un componente esencial (Delhey, 2018: 427). Tim Reeskens señala, citando a P. Bernard, que este concepto es multi-dimensional. Por ello toma, en primer lugar, la definición elaborada por el Consejo Europeo:

(…) la cohesión social es la habilidad de una sociedad moderna de asegurar el bienestar, a largo plazo, de todos sus miembros, incluyendo el acceso equitativo a recursos disponibles, el respeto a la dignidad humana en relación a la diversidad, la autonomía personal y colectiva y la participación responsable. (Reeskens, 2007: 2-3).

Asimismo, al mencionar las últimas contribuciones académicas sobre esta noción, Reeskens destaca la dimensión cultural del concepto, presente especialmente en el trabajo de Jenson y Kearns: las sociedades que cuentan con una cohesión elevada son aquellas cuyos miembros comparten valores comunes y normas y reglas pertenecientes a una unidad geográfica determinada.

Por su parte, Nils Weidmann y Christoph Zürcher se abocaron en estudiar los modos en los que el conflicto y las actividades bélicas pueden influir en la cohesión social en pequeñas comunidades. En su estudio “How WarTime Violence affects Social Cohesion: The Spatial-Temporal Gravity Model”, abordaron estudios realizados en poblados pequeños y comunidades afectadas por conflictos bélicos en el norte de Afganistán. Los autores concluyeron que, ante un contexto bélico, existen dos posibilidades: la primera de ellas es el reforzamiento de la cohesión interna de un grupo a través del contacto con otro conjunto hostil. La segunda tiene que ver con la erosión de aquello que vincula a los miembros de una comunidad, debido a los cambios de fidelidad que normalmente ocurren en regiones que se encuentran en conflicto. Con ello, se producen nuevas lealtades y divisiones al nivel local (Weidmann y Zürcher, 2013: 3-5).

Finalmente, otro investigador que trabajó con la noción de social cohesion es Dick Stanley, quien la define como la voluntad de la gente en una sociedad para cooperar entre sí, en la diversidad de iniciativas colectivas que los miembros de una comunidad deben llevar a cabo para sobrevivir y prosperar. Entonces, para Stanley, una sociedad socialmente colectiva sería aquella en la que su población cuente con suficiente cohesión social como para sostener ese complejo juego de relaciones sociales más allá, al menos, de la esperanza de vida de los individuos de esa población (Stanley, 2003: 7-9).

En el ámbito de los estudios históricos, la corriente historiográfica de la Escuela de Viena fue una de las primeras en aplicar este concepto al estudio de las comunidades de la Antigüedad tardía y de la Temprana Edad Media. De tal manera, para el representante principal de dicha corriente, Walter Pohl, la cohesión social implicaría la capacidad que poseen las sociedades extensas para superar sus tensiones internas y contradicciones, y encontrar algún tipo de equilibrio que les permitiese desempeñarse. Por lo demás, la cohesión social no significa ausencia de conflicto o contradicciones internas: para Pohl, estos factores son necesarios para el éxito de un grupo en el largo plazo, porque le permite generar respuestas creativas contra las contingencias y las circunstancias cambiantes. El historiador indica que existen varios mecanismos que pueden contribuir a fomentar la integración de una comunidad o sociedad heterogénea. Esta integración puede ser el resultado de intereses comunes mantenidos por una mayoría o por élites poderosas. Puede ser alcanzado por mecanismos institucionales, tales como un gobierno exitoso, la administración burocrática o la participación regulada. Los valores e identidades compartidos pueden tener un efecto cohesivo, especialmente en una comunidad que se encuentra bajo presión por factores externos. Un perfil cultural común, por ejemplo, es esencial para la integración a largo plazo que va más allá de la “cohesión por tareas”, de carácter temporal. Dicho perfil estaría influenciado por elementos como el lenguaje, creencias, símbolos, rituales y memorias sociales compartidas. Finalmente, Pohl añade que un buen indicador del grado de cohesión en una sociedad es, ciertamente, la frecuencia e inclusión de la comunicación e interacción, y la cantidad de flujos culturales dirigidos al interior de la comunidad local (Pohl, 2018: 23-24).

Los estudios sobre la cuestión identitaria en la Antigüedad tardía y la Edad Media –el otro punto conceptual de este volumen colectivo– experimentaron un auge en las últimas décadas. Sin embargo, no podemos dejar de mencionar las contribuciones de Reinhard Wenskus en su clásico Stammesbildung und Verfassung, puesto que representan la renovación de mediados del siglo XX sobre esta problemática. En ese trabajo, publicado en 1961, Wenskus propuso el carácter político –en lugar de biológico– para explicar el surgimiento de los pueblos que participaron en el período de las grandes migraciones y que influenciaron las transformaciones políticas, económicas y sociales que experimentó el Imperio romano de Occidente desde finales del siglo IV. En palabras de Wenskus, se trataba de pequeños grupos aristocráticos que conservaban el llamado Traditionskern: conjunto de tradiciones orales, creencias y valores compartidos de ese pueblo, que otorgaban legitimidad al grupo gobernante. En sus migraciones, estos contingentes fueron cooptando seguidores a través de conquistas o por el simple hecho de que los conjuntos que entraban en contacto con los grupos que migraban deseaban formar parte de la historia de un grupo más prestigioso. Wenskus participó de una renovación historiográfica en torno a estas problemáticas, puesto que presentó a estas sociedades con un carácter jerárquico. Esto supuso un cambio en cuanto a la concepción decimonónica que se tenía en la historiografía alemana sobre estos pueblos, en la que se resaltaba el carácter igualitario y libre de estas sociedades (Ruchesi, 2012: 247-248).

El discípulo de Wenskus, Herwig Wolfram, amplió estas ideas indicando los tres elementos que formaban parte de la creación de un núcleo de tradición: la construcción de un enemigo común, el llevar a cabo una gesta importante para la historia de ese pueblo, y el cambio de culto. Asimismo, Wolfram realizó una clasificación de los distintos tipos de etnogénesis, de acuerdo con la historia de cada pueblo que participó en este proceso de las migraciones.

Como se puede apreciar, las contribuciones de estos historiadores dejaron de lado el criterio biológico para describir los orígenes de estas comunidades. A partir de ese entonces, situaron dichos orígenes en la construcción y manipulación de las identidades, procesos en los que las tradiciones orales tuvieron un papel muy importante. De tal manera, los aportes de Fredrik Barth fueron fundamentales en esta renovación. Éste sostiene que un individuo puede cambiar sus adscripciones identitarias de acuerdo a sus intereses particulares (Barth, 1969: 22-24). Como resultado, los estudios realizados sobre estos pueblos señalaron que varios de los textos que narraban sus orígenes pasaron a ser considerados como portadores de un fuerte contenido ideológico (Pohl, 2002: 223).

Otros trabajos que parten de la misma línea fueron realizados por el mencionado Walter Pohl. Entre sus aportes se destacan textos como Die Awaren. Ein Steppenvolk in Mitteleuropa 567-822, en el que buscó aplicar el modelo de etnogénesis al estudio de los pueblos esteparios (Pohl, 1988 y 2018). Podemos mencionar, asimismo, su artículo “Telling the Difference: Signs of Ethnic Identity”, en el que realiza un análisis y descripción de los términos empleados por los escritores de la Antigüedad tardía para describir y “catalogar” a los pueblos bárbaros. A partir del estudio de dichos criterios (idioma, vestimenta, armas, estilos de peinado), Pohl concluyó que construir una clasificación de estas comunidades en torno a tales preceptos es una tarea prácticamente imposible, a causa de las transformaciones culturales que estas entidades políticas experimentaron, tanto a través del contacto con el Imperio romano como con otros grupos no romanos (Pohl, 1998: 67). Y finalmente, es preciso mencionar también su respuesta en el volumen On Barbarian Identity, editado por Andrew Gillett (2002), en la que estima que, en algunos casos, términos umbrella como “godo”, podían llegar a ser utilizados por estos pueblos como autodesignación. Asimismo, Pohl toma en consideración el material pre-etnográfico: conjunto de nombres que no se repiten en numerosas fuentes, como Oium, Gepedoios, Gloaida, ansis, haliurunnae, entre otros. Se trata de evidencia oral que se habría filtrado y halló su camino hacia los relatos que llegaron hasta nosotros, lo que nos indica que existían tensiones que evidencian las negociaciones en torno a la construcción de identidad. Estas tradiciones orales constituirían una parte importante –pero no completamente esencial– en los procesos étnicos que sirvieron de base para la construcción de identidad que llevaron a cabo los pueblos bárbaros al instalarse en los territorios romanos de Occidente (Pohl, 2002: 229-233).

Por lo demás, la problemática de las identidades también fue abordada en otros volúmenes colectivos. En este sentido, podemos citar la obra Fifth Century Gaul: A Crisis of Identity?, publicada en 1992 y editada por John F. Drinkwater y Hugh Elton, compilación de actas de la conferencia realizada en Sheffield, en 1989 (Wood, 2016: 20). Los trabajos abordan tópicos relacionados con la fragmentación del Estado romano en la Galia y la manera en que los habitantes de ese territorio reaccionaron a estos cambios, adaptándose a ellos pero conservando sus rasgos culturales. En suma, el texto se centra en los procesos sociales, económicos, culturales e ideológicos por los que atravesó la región durante el siglo V (Drinkwater y Elton, 1992: 2).

Habría que mencionar en este apartado los ejemplares de la serie The Transformation of the Roman World, resultado del proyecto de la European Science Foundation que llevó el mismo nombre, desarrollado en la década de los años noventa y comienzos de la siguiente. Uno de los objetivos de ese proyecto fue el de traspasar las barreras intelectuales propias de los Estados europeos en torno a las tradiciones historiográficas sobre los orígenes tardo antiguos de dichos Estados (Pohl, 1997: IX-X). Entre los volúmenes, podemos citar, por ejemplo, Kingdoms of the Empire (Pohl, 1997); Strategies of Distinction. The Construction of Ethnic Communities, 300-800 (Pohl y Reimitz, 1998); The Transformation of Frontiers (Pohl, Wood y Reimitz 2001); The Construction of Communities in the Early Middle Ages (Corradini, Diesenberger y Reimitz, 2003); Regna and Gentes (Goetz, Jarnut y Pohl, 2003).

De manera similar, otros textos colectivos que abarcan la problemática de la etnicidad entre los pueblos bárbaros son los que resultaron de las conferencias realizadas en el San Marino Center for Interdisciplinary Research on Social Stress (CIROSS), organizadas como parte de un proyecto dirigido por el antropólogo Giorgio Ausenda (Wood, 2016: 20-21). En estos eventos se buscaba presentar contribuciones de enfoque etnográfico en relación a las diversas gentes de la Antigüedad tardía. De esta forma, podríamos citar los tomos correspondientes a los visigodos (Heather, 1999), a los francos y alamanes (Wood, 1998) y el destinado a los lombardos (Ausenda, Delogu y Wickham, 2009).

Finalmente, creemos oportuno citar la obra colectiva Post-Roman Transitions. Christian and Barbarian Identities in the Early Medieval West (2013), editada por Walter Pohl y Gerda Heydemann. El volumen presenta diversas contribuciones en torno a las problemáticas de etnicidad e identidad, tanto desde perspectivas historiográficas como arqueológicas, haciendo énfasis en los últimos aportes y debates en torno a estas problemáticas.

Desde nuestra perspectiva, los procesos de construcción de cohesión social estuvieron vinculados a la manipulación de identidades y a la construcción ideológica llevada a cabo por las aristocracias gobernantes. En estos procesos de cohesión, hubo otros factores que ejercieron una influencia importante, entre ellos, el recurso a la violencia; la creación de antagonistas y rivales comunes; elementos económicos que podían propiciar alianzas o uniones al interior de cada comunidad; factores de ideología religiosa que podían fomentar uniones o segregaciones en el seno de tales comunidades y, finalmente, el papel de las tradiciones grecolatina y cristiana.

En suma, el texto ofrece los resultados de una investigación enmarcada en el contexto de la Transformación del Mundo Romano, en el período comprendido entre los siglos VI y X. Se trata de una etapa que se caracterizó por la construcción de los primeros reinos post-romanos y, además, por la llegada de nuevos agentes que se vincularon a estas entidades políticas, como es el caso de los moros en España, de los bizantinos y luego lombardos, en la Italia ostrogoda, de los ávaros y magiares en los bordes orientales del Occidente franco, y de la consolidación de la dinastía carolingia.

* * *

A partir de las premisas expuestas con anterioridad, la primera contribución de este volumen colectivo se titula “La cohesión social como base de la legitimidad en el reino ostrogodo de Teodorico (493-526)”. En ella, Bárbara García Contrera analiza la construcción de cohesión social y manipulación de identidades en la península itálica durante el reino ostrogodo (493-553). Para ello, recurre a fuentes compuestas en Italia durante este período, principalmente, el Panegírico a Teodorico, de Enodio de Pavia. García Contrera coteja, asimismo las Variae (compilación de correspondencia oficial llevada a cabo por el senador Magno Aurelio Casiodoro) y la Pars posterior del Anónimo Valesiano. La autora complementa esta información con aquella perteneciente a fuentes legales, en este caso, el Edicto de Teodorico. La historiadora concluye que las medidas adoptadas por el rey ostrogodo pueden ser consideradas como parte de sus estrategias de dominación, concepto acuñado por Max Weber. En el reino ostrogodo, estas estrategias formaron parte de un todo integral cuyo objetivo era la legitimación de la dominación, y la construcción de cohesión social en la península, a fin de integrar a los guerreros godos del contingente del soberano a la población de Italia.

A continuación, el desarrollo de los procesos de cohesión social y construcción identitaria en los reinos merovingios es abordado en el trabajo de Fernando Ruchesi. Para ello, el autor hace énfasis en la caracterización y el funcionamiento de las aristocracias laicas y guerreras, junto con sus séquitos. De tal manera, a partir del análisis de fuentes historiográficas y legales, Ruchesi indica que existían distintos tipos de cohesión y que, de hecho, podía generarse cohesión entre pares, en determinadas circunstancias. En estos procesos, elementos como los rituales y performances adquirían gran relevancia y ayudaban a cimentar la citada cohesión, puesto que en esos contextos se hacía manifiesto el simbolismo de dichos rituales, simbolismo que señalaba la existencia de una identidad guerrera compartida al interior de estos contingentes.

Desde un marco geográfico diferente, la contribución de Héctor Francisco tiene como objeto la problemática de la identidad cristiana en el Irán tardo-antiguo. Con este objetivo, Francisco recurre principalmente a fuentes hagiográficas cristianas en idioma siríaco (del conjunto de narrativas conocido como Hechos de los mártires persas), a fin de caracterizar los lazos familiares y la identidad cristiana. El autor sugiere, entonces, que el mensaje de estos textos era básicamente pedagógico y que, más allá de que presentasen una imagen en la que los cristianos vivían en un contexto adverso, no llegan a ocultar el hecho de que, para el momento en que estas narrativas fueron compuestas, las élites cristianas ya se encontraban integradas en el entramado social del imperio.

El trabajo de Victoria Casamiquela Gerhold gira en torno a la caracterización que ofrecen las fuentes sobre la basílica situada en el Martyrion, un complejo religioso situado en Jerusalén y atribuido al emperador Constantino I. La historiadora señala que, si bien la basílica también era conocida como Martyrion, el edificio fue llamado con otros nombres con el paso del tiempo, entre ellos, “la basílica de San Constantino”, desde el siglo VIII. Se trató de un cambio de relevancia, puesto que nos permite inferir que Constantino ya era considerado como santo patrono de la Iglesia. De tal manera, Casamiquela se concentra en las transformaciones acaecidas en esta transición, recurriendo a una gran variedad de fuentes diversas, como los textos de Ambrosio de Milán, la Vita Constantini, de Eusebio de Cesarea, las historias eclesiásticas de Sócrates y Sozomeno e, incluso, textos que fueron compuestos en el Occidente medieval como aquellos de los peregrini.

Por su parte, Nicolás Vallejos Zacarías se propone analizar la integración de los grupos eslavos en el Imperio romano de Oriente. Para Vallejos, dicha integración se enmarcó en un conjunto de procesos heterogéneos que estuvieron caracterizados, a su vez, por cambios que tuvieron lugar en el Estado y la sociedad romano-bizantina. A fin de analizar estos procesos, el autor recurre al análisis de fuentes narrativas como la Crónica, de Teófanes y los Milagros de San Demetrio y la Historia de las Guerras, de Procopio. Coteja, asimismo, otro tipo de documentación como De Administrando Imperio o el Strategikon. Como resultado, Vallejos Zacarías destaca los distintos tipos de integración de los eslavos en el aparato estatal temprano bizantino, siendo uno de ellos su incorporación en el ejército bizantino (como el caso de los arcontes eslavos).

La contribución de Vinicius Cesar Dreger de Araujo también gira en torno a la cuestión de la integración, en este caso, de los grupos sajones en relación al Imperio carolingio y a los otónidas, y la construcción de su identidad. De este modo, partiendo del análisis de obras tales como la Vita Karoli, de Einardo, la Translatio S. Alexandri, de Rudolf de Fulda y la Res Gestae, de Widukind de Corvey, Dreger de Araujo aborda los procesos de resignificación que hicieron estos autores en relación a los sajones continentales y su historia en los siglos VI al VIII.

En la contribución que da cierre a este volumen, “Máscaras, cadáveres y otras cosas preciosas: dos reflexiones sobre el paganismo medieval”, Francesco Borri hace hincapié en los distintos modos de interpretación con que contamos, en la actualidad, para el estudio del paganismo en la Edad Media. El historiador se concentra en dos casos particulares: las máscaras y las momias del pantano y vincula a estos elementos con otros hallazgos arqueológicos de distintas partes de Europa, y con el análisis de fuentes narrativas y documentales. Con ello, Borri da cuenta de las continuidades existentes en rituales y otras prácticas consideradas “paganas”, contando muchas de ellas con orígenes romanos.

* * *

En suma, consideramos que los lectores de esta obra, ya sean aquellos que forman parte del ámbito académico como del público en general, se beneficiarán de las contribuciones aquí presentadas. Así, solo restan palabras de agradecimiento para el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica y la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, cuyo financiamiento nos permitió llevar a cabo las investigaciones que formaron parte del Proyecto de Joven Investigador 2017-0182 “Cohesión Social y Transformaciones Identitarias: El Occidente Post-romano y Bizancio (Siglos VI-VIII)”, que hemos dirigido. Asimismo, extendemos nuestra gratitud a las autoridades de la Universidad Nacional del Nordeste: a la decana de la Facultad de Humanidades, Prof. Graciela Guarino, a los Profesores Aldo Lineras y Analía García, y a la Secretaria de Ciencia y Técnica de la UNNE, Dra. María Silvia Leoni, por habernos permitido desarrollar este proyecto en dicha facultad. Por otra parte, nuestro reconocimiento a la Directora del Instituto de Investigaciones Geohistóricas (CONICET/UNNE), Dra. María Laura Salinas, por la ayuda recibida y su permiso, asimismo, para llevar a cabo las actividades de este proyecto en esa institución.

También es preciso expresar aquí nuestro agradecimiento para aquellos amigos y colegas sin los cuales no habría sido posible llevar a buen puerto esta empresa: a los Dres. Ariel Guiance y Mariana Giordano, por los consejos y observaciones recibidos a lo largo del proyecto; a los Dres. Dolores Castro, Daniel Panateri y Rodrigo Laham Cohen, asimismo, por la ayuda y recomendaciones brindadas. Tampoco podemos dejar de mencionar aquí a Lorena Vega de la Secretaría General de Ciencia y Técnica de la UNNE, cuya asistencia nos permitió avanzar de manera satisfactoria en el desarrollo de este proyecto y en la publicación del presente volumen. Por último, va nuestro reconocimiento para el personal del Instituto de Investigaciones Geohistóricas (CONICET/UNNE), igualmente, por el apoyo y acompañamiento recibidos durante este proceso.

Bibliografía

Fuentes

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Krusch, B. (ed.) (1888), “Liber Historiae Francorum”, en Fredegarii et aliorum chronica. Vitae Sanctorum, MGH, SRM T 2. Hannover: Impensis Bibliopolii Hahniani.

Bibliografía específica

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Capítulo ILa cohesión social como base de la legitimidaden el reino ostrogodo de Teodorico (493-526)

Bárbara García Contrera

Universidad Nacional de Córdoba

Introducción

La llegada de la gens (Wolfram,1990)goda al territorio itálico en el año 488, al mando de Teodorico el Grande, y el establecimiento de un nuevo poder político, implicaron la necesidad de una organización territorial mucho más compleja y extensa que la habitual para estos pueblos. El ingreso de este contingente no se produjo en un espacio vacío sino en uno con sus propias dinámicas, protagonistas y situaciones que ya no se correspondían a la del Imperio centralizado. En este panorama, nos encontraremos con diferentes formas de relaciones que se produjeron tanto al interior como al exterior de la península.

Entre los protagonistas destacados del contexto interno, se encuentran las antiguas familias senatoriales que se colocaron en el centro de la escena política cuando la mitad occidental del Imperio romano quedó sin emperador. Al ser una élite cerrada y exclusiva, sus integrantes se consideraban como los únicos capacitados para representar al imperium romani