Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Ezequiel - Friedrich Carl Keil - E-Book

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento- Ezequiel E-Book

Friedrich Carl Keil

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Beschreibung

Ezequiel es, junto con Isaías, Jeremías y Daniel, uno de los cuatro profetas "mayores" de la tradición bíblica. Era sacerdote de Jerusalén y en el año 597 a.C. y antes de la destrucción del templo fue desterrado a Babilonia, donde recibió la llamada de Dios. El libro aparece como un compendio y clave de la revelación israelita, donde resuenan y se vinculan los motivos de la creación primera y de la recreación final. Comprende desde del éxodo de Egipto y de la revelación de la Ley, con la instauración del templo y su destrucción por causa del pecado del pueblo, desembocando finalmente en la renovación del Pacto y la revelación final del Templo de la salvación, tras el juicio de Dios, como victoria de su santidad sobre los pecados de Israel y del mundo entero.

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EZEQUIEL

CARL FRIEDRICH KEIL

Comentario al texto hebreodelAntiguo Testamentopor C. F. Keil y F. J. Delitzsch

Traducción y adaptación de Xabier Pikaza

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 VILADECAVALLS

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

Publicado originalmente en alemán por Carl Friedrich Keil, bajo el título Biblischer Kommentar über das Alte Testament, Ezekiel, Zweite, verbesserte Auflage, Dörffling und Franke, Leipzig 1882.

Traducido y adaptado por: Xabier Pikaza Ibarrondo

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

© 2018, Editorial CLIE, para esta edición en español.

COMENTARIO AL TEXTO HEBREO DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Ezequiel

ISBN: 978-84-17131-58-6

eISBN: 978-84-17131-59-3

Comentarios bíblicos

Antiguo Testamento

Querido lector,

Nos sentimos honrados de proporcionar este destacado comentario en español. Durante más de 150 años, la obra monumental de Keil y Delitzsch ha sido la referencia estándar de oro en el Antiguo Testamento.

El Antiguo Testamento es fundamental para nuestra comprensión de los propósitos de Dios en la tierra. Hay profecías y promesas, muchas de las cuales ya de han cumplido, como el nacimiento y la vida de Jesucristo, tal y como se registra en el Nuevo Testamento. Algunas se están cumpliendo ahora, mientras que otras se realizarán en el futuro.

Los autores, Keil y Delitzsch, escribiendo cuando lo hicieron, solo podían imaginar por la fe lo que sucedería cien años después: el renacimiento de Israel como nación y el reagrupamiento del pueblo judío en la Tierra. Este milagro moderno continúa desarrollándose en nuestros días. Desde nuestra perspectiva actual podemos entender más plenamente la naturaleza eterna del pacto de Dios con su pueblo.

Según nuestro análisis, los escritos de Keil y Delitzsch parecen haber anticipado lo que vemos hoy en Tierra Santa. Donde su interpretación es menos clara, es comprensible dada la improbabilidad, desde el punto de vista natural, de que la nación hebrea renaciera y su pueblo se reuniera.

En resumen, le encomendamos este libro de referencia, solo añadiendo que lo involucramos desde la perspectiva de la realidad de lo que ahora sabemos acerca del Israel moderno. De hecho, el Señor está comenzando a levantar el velo de los ojos del pueblo judío.

Sé bendecido con el magnífico comentario de Keil y Delitzsch, ya que estamos ayudando a que esté disponible.

John y Wendy Beckett

Elyria, Ohio, Estados Unidos

CONTENIDO

PRÓLOGO (X. PIKAZA)

1.Elementos básicos de Ezequiel

2.Comentario de C. F. Keil

INTRODUCCIÓN

1.La Persona del profeta

2.Los tiempos del profeta

3.El libro del profeta

Ez 1-32PRIMERA PARTE. PROFECÍAS DE JUICIO

I.Ez 1, 1-3, 21. Consagración y llamada de Ezequiel para el oficio de profeta

1.Ez 1, 1-28. Aparición de la Gloria del Señor

2.Ez 2, 1-3, 3. Llamada de Ezequiel para el oficio profético

3.Ez 3, 4-21. El envío del profeta

II.Ez 3, 22-5, 17. Destino de Jerusalén y de sus habitantes

1.Ez 3, 22-27. Introducción al oráculo profético

2.Ez 4, 1-17. Asedio de Jerusalén. Tres actos simbólicos

3.Ez 5, 1-17. Sigue la amenaza contra Jerusalén

III.Ez 6, 1-7, 27. Juicio por idolatría, caída de Israel

1.Ez 6, 1-14. La gran idolatría de Israel, destrucción de los idólatras.

2.Ez 7, 1-27. Caída de Israel, ejecución del juicio

IV.Ez 8, 1-11, 25. Visión de la destrucción de Jerusalén

1.Ez 8, 1-18. Abominaciones idolátricas de la casa de Israel

2.Ez 9, 1-11. Los ángeles que han de destruir Jerusalén

3.Ez 10, 1-22. Incendio de Jerusalén. La Gloria se aleja del Santuario

4.Ez 11, 1-25. Amenaza de juicio y promesa de misericordia.

V.Ez 12, 1-19, 14. Anuncio del juicio. Actividad de Ezequiel

1.Ez 12, 1-28. Salida del rey y del pueblo. El pan de las lágrimas

2.Ez 13, 1-23. Contra los falsos profetas y profetisas.

3.Ez 14, 1-23. Contra los adoradores de ídolos. Certeza del juicio

3.1.Ez 14, 2-11. Contra los falsos profetas

3.2.Ez 14, 12-23. La justicia de los piadosos no evitará el juicio

4.Ez 15, 1-8. Jerusalén, sarmiento inútil de vino agrio.

5.Ez 16, 1-63. Ingratitud e infidelidad de Jerusalén. Castigo y vergüenza.

5.1.Ez 16, 1-34. Los pecados de la nación

5.2.Ez 16, 35-52. Anuncio del castigo

5.3.Ez 16, 53-63. Restauración de Israel

6.Ez 17, 1-24. Humillación y exaltación de la familia davídica.

7.Ez 18, 1-32. Justicia retributiva de Dios. Responsabilidad personal

8.Ez 19, 1-14. Lamentación por los príncipes de Israel

VI.Ez 20, 1-24, 27. Siguen los reproches y amenazas contra Israel

1.Ez 20, 1-44. Pasado, presente y futuro de Israel

2.Ez 21, 1-27. El bosque ardiente y la espada del Señor

3.Ez 22, 1-31. Los pecados de Jerusalén e Israel

3.1.Ez 22, 1-16. Delitos de sangre. El peso de los pecados

3.2.Ez 22, 17-32. Israel se ha vuelto escoria, todos están corrompidos

4.Ez 23, 1-49. Ahola y Aholiba. Las prostitutas Samaria y Jerusalén

5.Ez 24, 1-27. Se predice la destrucción de Jerusalén, en parábola y por signo

VII.Ez 25, 1-32, 32. Predicciones de juicio sobre las naciones paganas

1.Ez 25, 1-17. Contra varias naciones del entorno de Israel

2.Ez 26, 1-28, 26. Contra Tiro y Sidón

2.1.Ez 26, 1-21. La caída de Tiro

2.2.Ez 27, 1-36. Lamentación por la caída de Tiro

2.3.Ez 28, 1-19. Contra el príncipe de Tiro

2.4.Ez 28, 20-26. Profecía contra Sidón y promesa para Israel

3.Ez 29, 1-32, 32. Contra Egipto

3.1.Ez 29, 1-16. Juicio sobre el Faraón, su pueblo y su tierra

3.2.Ez 29, 17-21. Conquista y saqueo de Egipto por Nabucodonosor

3.3.Ez 30, 1-19. El día del juicio sobre Egipto

3.4.Ez 31, 1-18. Gloria y caída de Asur, tipo de Egipto.

3.5.Ez 32, 1-32. Lamentación sobre la ruina del Faraón y su pueblo

3.5.1.Ez 32, 1-16. Lamentación sobre el rey de Egipto

3.5.2.Ez 32, 17-32. Elegía funeraria por Egipto y los imperios del sheol

Ez 33-48SEGUNDA PARTE. ANUNCIO DE SALVACIÓN

I.Ez 33, 1-33. Llamada del profeta y su relación con pueblo

1.Ez 33, 1-20. Llamada del profeta para el futuro

2.Ez 33, 21-33. Actitud del profeta hacia el pueblo y del pueblo hacia el profeta

II.Ez 34-39. Restauración de Israel y destrucción de Gog y Magog

1.Ez 34, 1-31. Contra los malos pastores. Un buen pastor

2.Ez 35, 1-36, 15. Devastación de Edom, restauración de Israel

3.Ez 36, 16-38. La salvación de Israel se funda en su santificación

4.Ez 37, 1- 26. Resurrección de Israel, y reunión como una nación

5.Ez 38, 1-39, 29. Destrucción de Gog con su gran ejército de naciones

5.1.Ez 38, 1-23. Invasión y destrucción de Gog

5.2.Ez 39, 1-29. Juicio que ha de caer sobre Gog y sus huestes

III.Ez 40-48. El nuevo Reino de Dios

1.Ez 40, 1-43, 12. El nuevo templo

1.1.Ez 40, 1-47. Atrio exterior, con muro de separación, puertas y celdas.

1.2.Ez 40, 48-41, 26. Casa del templo con porche, almacenes laterales y edificio trasero.

1.3.Ez 42, 1-20. Habitaciones sagradas en el atrio y terreno santo en torno al templo

1.4.Ez 43, 1-12. La Gloria del Señor entra en el nuevo templo

2.Ez 43, 13-46, 24. El nuevo culto del templo

2.1.Ez 43, 13-27. La ley del altar

2.2.Ez 44, 1-31. Las diferentes clases del pueblo en el nuevo santuario

2.3.Ez 45, 1-17. Impuesto de la tierra y ofrendas principales del pueblo

2.4.Ez 45, 18-46, 24. Ofrendas y sacrificios

2.4.1.Ez 45, 18-28. Luna nueva, Pascua y fiesta de los Tabernáculos

2.4.2.Ez 46, 1-24. Ofrendas del principio, cocinas sacrificiales para sacerdotes y pueblo

IV.Ez 47, 1-48, 34. Bendición y distribución de la tierra entre las tribus de Israel

1.Ez 47, 1-12. El río del agua de vida

2.Ez 47, 13-48, 34. Límites y división de la Tierra. La Ciudad de Dios

2.1.Ez 47, 13-23. Limites de la tierra

2.2.Ez 48, 1-29. División entre las tribus

V.Ez 40-48. Interpretación general

1.¿Enseña la profecía del Antiguo Testamento la glorificación de la tierra de Canaán antes del juicio final?

2.¿Enseña el Nuevo Testamento una glorificación física de Palestina y un Reino de Gloria en la Jerusalén terrena antes del último juicio y de la destrucción del cielo y de la tierra?

3.¿Cómo ha de entenderse la visión del nuevo Reino de Dios en Ez 40-48? En otras palabras ¿cómo debemos entender el cumplimiento de esta visión profética?

IMÁGENES

PRÓLOGO

Xabier Pikaza

Ezequiel es, con Isaías, Jeremías y Daniel, uno de los cuatro profetas “mayores” de la tradición bíblica. Era sacerdote de Jerusalén y el año 597 a.C., antes de la destrucción del templo, que tuvo lugar diez años después (587 a.C.), fue desterrado a Babilonia donde recibió la llamada de Dios (el 593 a. C.), que está centrada en la visión del carro o trono de Dios (Mercabá: cf. Ez 1-3.10), que ha marcado la historia posterior de la experiencia bíblica. Muchos rabinos y estudiosos judíos han considerado esa visión y esos capítulos como el centro de la Biblia, por el conocimiento secreto de Dios que ellos suponen, por la experiencia más alta ellos implican, y por el influjo que han tenido en la tradición “mística”, especialmente a través de la Cábala.

También ha sido muy importante su visión del valle de los huesos muertos y de la “resurrección” (Ez 37), que ha influido mucho en la esperanza activa de la apocalíptica de judíos y cristianos, lo mismo que las visiones de la restauración del templo y de la tierra prometida (Ez 40-48), que han definido gran parte de la experiencia religiosa de la Biblia (influyendo de un modo especial en el Apocalipsis de Juan). Por la forma de situarse ante el pecado del pueblo y de anunciar y preparar su restauración, el libro de Ezequiel puede entenderse como la culminación de la profecía antigua de Israel, como testimonio y principio del judaísmo posterior y, en otro sentido, del mismo cristianismo, como indicaré mostrando, en primer lugar, los elementos básicos de su profecía y presentando después el comentario de C. F. Keil, que he traducido y preparado para esta edición española

1. Elementos básicos de Ezequiel

El libro de Ezequiel recoge los oráculos más antiguos del profeta, de principios del exilio de Judá, desde Babilonia (desde el 593 a.C.), antes de la destrucción de Jerusalén, y los une con visiones y textos posteriores del mismo profeta (y quizá de alguno de sus discípulos, que están relacionados con la escuela Sacerdotal del documento P). Muchos investigadores modernos piensan que, en su forma actual, las visiones y profecías de este libro han sido recopiladas y compuestas tras el exilio por el grupo de aquellos que mantienen y reelaboran su recuerdo. Otros, en cambio, en la línea de C. F. Keil, el autor de este comentario, piensan que el libro ha sido compuesto directamente (y de un modo integral) por el profeta Ezequiel en el tiempo de su vida, como seguirá viendo quien lea mi prólogo y el comentario que sigue.

Sea como fuere, haya sido compuesto por el mismo Ezequiel de un modo unitario, o reelaborado después y unificado a partir de oráculos previos del profeta, por su temática y estilo, por su distribución interior y su argumento dramático, este libro es mucho más compacto que los libros de los dos grandes profetas anteriores (Isaías y Jeremías), que he traducido y presentado ya en esta colección. Este libro de Ezequiel es un ejemplo sorprendente de iluminación superior o profecía, un texto que en medio de su gran diversidad ofrece un argumento unitario, elaborando una especie de gran “parábola”, que empieza con la condena de Jerusalén y la salida de la Gloria de Dios, que abandona el templo en manos de sus destructores, y termina con la vuelta del mismo Dios al templo renovado, tras el tiempo del castigo.

Dentro de esa gran parábola, donde el protagonista supremo es Dios, y Ezequiel es solo su profeta, se sitúan las denuncias y amenazas de la primera parte del libro (Ez 1-32) y las promesas, anuncios y visiones de restauración de la segunda (Ez 33-48). El libro aparece así como una especie de “Biblia en Pequeño”, un compendio y clave de la revelación israelita, donde resuenan y se vinculan los motivos de la creación primera y de la recreación final, del Éxodo de Egipto y de la Revelación de la Ley, con la instauración del templo y su destrucción por el pecado del pueblo, desembocando todo en la renovación del Pacto y la revelación final del Templo de la salvación, tras el juicio de Dios, como victoria de su Santidad sobre los pecados de Israel y del mundo entero.

El libro comienza con la visión (comentada y ampliada) del Carro y del Trono de Dios, que abandona Jerusalén, para acompañar en Babilonia a los desterrados (Ez 1-3). Incluye oráculos de condena contra Israel (Ez 4-24) y contra las naciones (Ez 25-33), para elevar después promesas de esperanza (Ez 33-37), con visiones de la restauración del templo de Jerusalén y de la organización de conjunto del pueblo reconstruido de las doce tribus (Ez 40-48), en una línea cercana a la del Código Sacerdotal del Levítico, con cuya teología mantiene grandes relaciones.

En ese contexto se añade la gran profecía apocalíptica sobre la invasión y derrota de Gog (rey de Magog) y de sus aliados (Ez 38-39) que se alzarán contra el pueblo de Dios, siendo derrotados, dando así paso al establecimiento del reinado de Dios desde Jerusalén sobre el mundo entero.Sin esa historia abismal de Ezequiel, y sin sus profecías, sería muy difícil entender el despliegue de la historia de Israel tras el exilio, lo mismo que la historia de Jesús y de su mensaje mesiánico, tal como ha desembocado en el Apocalipsis de Juan, pasando por los evangelios.

Isaías y Jeremías pueden ser a veces más brillantes, pero no han elaborado una teología unitaria, una visión de conjunto de la historia de la salvación y del misterio de Dios, como la de Ezequiel. Solo un buen comentario de Ezequiel puede hacernos comprender estas cosas. Por eso, quiero empezar presentando algunos de sus temas centrales, en la línea del comentario de C. F. Keil

1. Ezequiel es un profeta de la destrucción y reconstrucción del pueblo, es decir, un profeta de la historia dramática del pueblo de Dios, una historia providencial de libertad y pecado, de caída y promesa de salvación.Pertenecía a la élite sacerdotal de Jerusalén y fue deportado a Babilonia tras la primera toma de la ciudad, el año 597 a.C., y desde allí fue siguiendo los diversos momentos de la gran tragedia (desintegración) del pueblo elegido, hasta la caída definitiva de Jerusalén y de su templo (el año 587 a. C.). Lo mismo que Jeremías, en los años que preceden a la ruina de Jerusalén, él anunció la caída de Israel y la destrucción del templo de Jerusalén, y la interpretó como un castigo de Dios, al servicio de la liberación final del pueblo.

Por eso, después de la gran crisis, cuanto todo parece terminado, eleva Ezequiel su palabra de esperanza, porque el mismo Dios que había condenado y abandonado su templo, asume la causa de los israelitas exilados, invirtiendo su experiencia de fracaso y muerte, para introducirles de nuevo, por su santidad, en la tierra prometida. De esa manera, la destrucción de Jerusalén, con la ruina de su templo, le sirve para destacar la grandeza de Dios, como nadie había hecho todavía. Ésta es la novedad de Israel, éste el sentido de su elección, en línea de fe.

El mismo Dios de Israel, que abandona su templo de Jerusalén y lo destruye, sufriendo con los israelitas desterrados, inicia con ellos el camino de reconstrucción salvadora, con su nuevo templo y su tierra restaurada. Ezequiel es testigo y mensajero de esa historia del pueblo de Dios, que él encarna en su propia vida.

2. Ezequiel es el profeta de la Gloria de Dios: «Los querubines desplegaron sus alas... mientras la Gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos. La Gloria misma de Yahvé se elevó de la ciudad y se detuvo sobre el monte que está al oriente de ella (el Monte de los Olivos)…» (Ez 11, 22-24). El mismo Señor, que había estado entronizado entre serafines en el templo de Jerusalén, en medio de su pueblo, viene a presentarse ahora como Dios del Carro Celeste, sentado sobre el Trono de los Querubines, y preparado para salir así del templo (abandonado a la destrucción), para habitar así con los desterrados judíos de Babilonia, extendiendo desde allí su poder sobre todo el universo. Es el Dios de la máxima grandeza (nunca había sido revelado de esa forma), pero, al mismo tiempo, de la máxima humillación, pues lleva en sí mismo la suerte de su pueblo con la que se identifica en templo y destierro.

Precisamente en Caldea, tierra del exilio de Babilonia, a orillas del río Qebar, ha descubierto el profeta la presencia de Dios, que ha dejado la ciudad santa y habita en el exilio, revelando su misterio en el mismo cautiverio, allí donde los hombres se encontraban expulsados de su tierra, bajo la amenaza de ser destruidos. Sin duda, el Dios se Israel se había vinculado al templo de Jerusalén, pero no estaba clausurado en ese templo, sino 1u3 quería y podía vivir en el exilio, compartiendo la suerte de los hombres y mujeres de su pueblo.

Ese mismo Gran Señor que en el principio parecía de grandeza aterradora (Ez 1), se acaba manifestando como «figura de apariencia humana», como Aquel que es capaz de dialogar en cercanía con los hombres oprimidos de su pueblo, en una línea que el Nuevo Testamento hará que culmina en Jesús de Nazaret, cuya suerte se encuentra vinculada también a la suerte de su pueblo, y a los pecados del templo de Jerusalén. En esa línea, Ezequiel aparece como un tipo de profeta mesiánico, un anuncio de Cristo para los cristianos.

Siendo profeta de la Gloria de Dios, Ezequiel viene a mostrarse como depositario y testigo de la visión más honda de Dios, simbolizada en la Mercabá, su Carro-Trono, y de esa manera le contempla desde el exilio, interpretando el destino de los judíos exilados (condenados) como historia del mismo Dios que les castiga, sufriendo con ellos, para redimirles de una manera más alta, en gesto de purificación sacrificial. Esta visión de Ez 1-3, reafirmada por Ez 10, ofreciendo la certeza de que Yahvé quiere habitar con los desterrados, para iniciar una nueva etapa de presencia en Israel, ha marcado la historia posterior del judaísmo, no solo a través de la primera vuelta a la tierra (tras es 539 a. C.), sino en todos sus exilios posteriores, cando han sabido que Dios habitaba en medio de ellos en forma de misterio.

Esta misma experiencia de visión de Dios ha marcado la historia cristiana, como Carl F. Keil irá mostrando, al entender el libro de Ezequiel como un mensaje dirigido en el fondo a los seguidores de Jesús, en quienes se cumple de un modo total su profecía. Ciertamente, los grandes exegetas de Ezequiel, tanto judíos como cristianos han sabido que este libro no expone una visión inmediata del Dios en sí, ni tampoco una experiencia directa de su gloria (kabod), sino una visión de la imagen (demut) de la gloria de Yahvé, que viene a presentarse en forma humana en medio de los hombres, es decir, para acompañarles a lo largo de la historia.

En esa líena, en el hueco del Dios invisible el profeta solo puede ver un “como Trono” y un “como Ser Humano”, una visión de la imagen de la Gloria de Yahvé, en la línea de Gen 1, donde se dice que Dios ha creado a los hombres a su imagen y semejanza, de manera que ellos pueden verle en el fondo como expresión suprema de un rostro humano. Cuanto mayor es la trascendencia de Dios más cercana y fuerte se muestra su presencia en la vida de los hombres.

3. El libro de Ezequiel, una historia de amor (cf. Ez 16). Desde del fondo anterior se comprende la relación de Dios con los hombres (y en especial con los israelitas), como una historia de diálogo fecundo (de pacto), que Ezequiel ha redactado de forma impresionante (sublime y descarnada), recogiendo y reelaborando la tradición de amor que habían destacado ya los profetas anteriores, especialmente Oseas y Jeremías. Ezequiel ha narrado así, de forma alegórica, las relaciones de Dios con su pueblo, como relaciones de amor entrañable y frustrado, por el pecado del pueblo, un amor que el mismo Dios va a recrear, como promesa y garantía de misericordia (cf. Ez 16).

Ezequiel entiende la historia de Israel (que es en el fondo la historia de toda la humanidad) como experiencia de amores divinos fracasados, que el mismo Dios va a retomar y recrear, a través de un castigo (destrucción del templo de Jerusalén, exilio), en un proceso que se abre y culmina en la consagración del nuevo templo y en la distribución de la tierra entre las doce tribus de Israel. En esa línea, Ezequiel retoma o despliega motivos de Oseas, Isaías, Miqueas y Jeremías, pero desde su propia óptica de sacerdote, representante del amor celoso de Dios, frustrado por el pecado de los hombres. De esa forma interpreta la religión y la vida del pueblo como historia de un amor apasionado de Dios a quien su novia/amante (el pueblo elegido) abandona, para prostituirse con otros poderes, o dioses; desde ese fondo se entiende el gesto y la palabra apasionada del profeta, que critica y condena al pueblo de Israel, por su rechazo de Dios, por su idolatría.

El amor, entendido en claves de elección y matrimonio, de fidelidad o de rechazo, aparece así como la metáfora central de la vida humana, desde una perspectiva israelita. Los restantes aspectos (económico y político, militar y religioso, en sentido sacrificial o de templo) pasan a ser derivados. La historia del pueblo de Israel es una expresión y despliegue del amor de Dios en el que se fundan todos los rasgos y las dimensiones de existencia humana. No hay otra comparación, no hay otro símbolo que pueda capacitarnos para entender mejor a Dios. Todo lo que existe en el mundo (en el pueblo de Israel) es una expresión de amor. Ciertamente, el libro de Ezequiel incluye otros rasgos y mensajes, en línea de sacralidad o justicia (e incluso de ira) de Dios; pero todos ellos se centran y reciben su sentido desde la perspectiva de este amor frustrado y recuperado.

4. Ezequiel es un libro de resurrección (Ez 37). Ciertamente, él aparece como testigo y profeta de la gran destrucción y sabe que todo intento de restauración entendida como vuelta a lo anterior resulta imposible: no hay nada que restaurar, pues nada existe que pueda salvarse de la gran ruina. El viejo Israel ha fracasado: se han arruinado y destruido los antiguos poderes nacionales. El pueblo no cuenta con nada que le permita resucitar. Pero le queda Dios y permanece su palabra, el poder soberano de su Gracia que puede manifestarse de nuevo, dando vida al pueblo muerto por sus pecados. Ha muerto Israel, pero sigue viva la promesa de Dios

De esa forma, sobre la realidad de un fracaso casi intolerable, se eleva la más alta esperanza de la liberación (resurrección) profética del pueblo: Desde aquí se entiende el destino del profeta, que habiendo sido heraldo y portador de castigo, viene a presentarse al fin como promotor e impulsor de una esperanza que va mucho más allá de las posibiliades de los hombre.

Son muchos los que dicen: «Se han secado nuestros huesos, nuestra esperanza ha perecido, estamos perdidos» (cf. Ez 37, 11). Muchos añaden que siempre ha sido igual, que al final de la historia de los hombres no queda más que muerte. Pues bien, en contra de eso, el profeta sabe que su mensaje tiene poder sobre la muerte, porque es portador de la Palabra resucitadora de Dios que actúa a través de los profetas.

Todo es divino (creador) en la palabra del profeta, pero todo es, a la vez, profundamente humano, pues él habla desde el valle de la muerte, donde yacen sin vida los huesos del pueblo condenado. Pues bien, en ese contexto, desde el valle del fracaso y muerte de los hombres, Ezequiel se convierte en mediador de Dios, portador de una promesa de vida para el pueblo, como una especie de encarnación del principio de la vida de Dios. De esa forma dice: “la mano de Yahvé se posó sobre mí; y el Espíritu de Yahvé me sacó y me colocó en medio de un valle, y éste estaba lleno de muertos”, para escuchar y proclamar allí la gran palabra: “Yo mismo traeré sobre vosotros Espíritu (=Ruah) y viviréis…” (cf. Ez 37, 1-6. 10-15).

El pueblo está muerto: no es más que un amasijo de huesos reseco, sobre la superficie de un valle desolado. La historia de Israel ha sido un fracaso; humanamente no hay remedio; pero existe Dios (sobre el Carro celeste y el Trono), y él vuelve a tomar la iniciativa, con rasgos que recuerdan su primera creación (Gen 1-2) y su llamada salvadora (Ex 3), en continuidad con la historia de la salvación anterior. Pues bien, ese Dios creador del principio, el Dios liberador del éxodo, recreará a los israelitas muertos del exilio, a través de la palabra del profeta, que asume y proclama, aquí y ahora, el mandato recreador de Dios. Ésta es una Palabra eficiente, que realiza lo que dice: pone al pueblo en pie y le capacita para revivir, caminando de nuevo hacia cumplimiento de la promesa.

5. Una resurrección que es nuevo nacimiento y nuevo pacto para el pueblo. Israel es un valle de huesos muertos, pero sobre ellos alienta la palabra de Dios a través del profeta: «Les haré salir de en medio de las gentes, los reuniré de todos los países; les haré entrar en su patria y los apacentaré sobre los montes de Israel, en los valles y en todos los lugares de la tierra» (34, 13). Ezequiel nos sitúa así ante una profecía de nueva creación, de instauración de la alianza final de Dios. Sobre la tierra abandonada y muerta brotarán ciudades (36, 1-15); en el lugar donde los viejos pactos se rompieron podrá elevarse el pacto nuevo (cf. 36, 16-32). Así resonará la gran palabra de Dios sobre las ruinas solitarias y los campos yermos de la tierra palestina: «Vosotros, montes de Israel, germinaréis: daréis ramas y frutos a mi pueblo Israel que vuelve... Volveréis a ser labrados y sembrados... cuando vuelvan a vosotros los hombres de Israel, mi pueblo (cf. 36, 8.9.12).

Estas palabras forman una especie de «evangelio de la tierra». El profeta sabe que Dios ama los montes y los valles y colinas de su pueblo. Por eso, Ezequiel dice, en nombre de Dios, que los hijos de Israel volverán, como pródigos perdidos que retornan a la casa de su padre, de forma que la promesa de futuro para el pueblo se convierte así en bendición para de la tierra. El hombre de Israel no se concibe aislado de su entorno. La tierra es una parte integrante de su vida. Por eso, la promesa de futuro para el hombre es también una palabra dirigida hacia la tierra: «Os tomaré de entre las gentes, os reuniré de entre los pueblos, y os haré entrar en vuestra tierra» (36, 24).

Ezequiel proclama de esa forma, como palabra propia, la palabra de su Dios, haciéndose así portador de su promesa, anunciando y promoviendo el gran cambio: Dios transformará el corazón del pueblo, estableciendo así su nueva pacto: «Os daré un corazón renovado, pondré en medio de vosotros nuevo espíritu. Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne. Pondré mi espíritu dentro de vosotros, y os haré caminar según mis mandatos» (36, 26-27). Solo de esa forma, renovado el corazón del pueblo, se podrán proclamar para siempre las palabras de promesa: «Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres; vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios» (36, 28).

La tierra misma se vendrá a convertir en una paraíso verdadero de abundancia (cf. 28, 13), como indica la promesa final de bendición par la tierra, habitada de nuevo por las doce tribus. Revivirán los campos desolados, se edificarán las ruinas, se cultivarán los huertos... (cf. 36, 37-38). Por eso, al final de todas las promesas se eleva la más honda, centrada en la bendición y reparto de la tierra de Israel entre las Doce tribus, que son signo y principio de la nueva humanidad (cf. Ez 35-38). De esa forma ha contado Ezequiel la historia de la verdadera creación, que no es la primera, la del Génesis, sino la última, la restauración universal, la resurrección de la muerte, la nueva tierra de los liberados por el amor activo de Dios a su pueblo.

6. Morada de Dios, el nuevo templo. La promesa anterior de la tierra, que retoma el motivo de la creación (Gen 1-3), resulta inseparable no solo del nuevo éxodo, con el pacto definitivo de Dios con el pueblo (en la línea de Ex 19-24), sino también y sobre todo con la edificación del nuevo Santuario, en el que viene a entrar y habitar para siempre la Gloria de Yahvé, que al principio del libro se había marchado de Jerusalén y de su templo.

Ezequiel retoma y recrea así el tema culminante del libro del Éxodo (Ex 25-40), con la construcción del Tabernáculo y la instauración del culto, que permite vincular a los hombres con Dios. Éste es el motivo dominante de Ezequiel aquí culmina el libro entero, que puede y debe interpretarse como un nuevo Pentateuco profético, una Ley condensada y perfecta (¡ley del corazón, ley de santidad!) que se expresa en la visión del Nuevo Templo que está en el fondo de los capítulos finales del libro (Ez 40-48), un tema que ha sido retomado y recreado en una nueva perspectiva en Ap 21-22.

Entendido así, el templo aparece como una condensación de la tierra, una especie de encarnación sacral de Dios (que el NT, especialmente el evangelio de Juan interpreta de forma personal, al identificar el templo de Dios con el hombre-mesías Jesucristo). Ese templo está junto a Jerusalén, en el centro de la tierra prometida, pero es más que la ciudad de Jerusalén, más que toda la tierra, es la expresión del Dios que habita en medio de su pueblo, en una especie de “encarnación sacral” (cultual). En el fondo, el templo es la presencia de Dios entre los hombres, de manera qsue el edificio externo, en el centro de la tierra del nuevo Israel, es un signo de la nueva humanidad reconciliada.

El libro de Ezquiel culmina y se cumple así en forma de promesa de pacto y de presencia: «Pondré mi santuario en medio de ellos por los siglos; colocaré en el centro (de la tierra) mi morada. y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios» (37, 27-28). Del sentido de ese templo y santuario tratan minuciosamente los últimos capítulos del libro (Ez 40-48), con su visión de una escatología ya realizada, es decir, de un cumplimiento histórico del pacto de Dios, y de su presencia entre los fieles de su pueblo.

Así lo han destacado de un modo impresionante los capítulos finales del libro, cuando hablan de las aguas de Dios, que brotan del corazón mismo del templo, regando y transformando así la tierra prometida, de manera que voz de profecía viene a convertirse en experiencia (y esperanza escatológica). De esa forma, Ezequiel está evocando el mundo nuevo de la resurrección con signos de su propio tiempo, de su propia tierra, del templo de Jerusalén y del río que riega y fecunda la tierra antigua de la muerte.

En esa línea Ezequiel ha fijado y trazado uno de los programas básicos de reconstrucción sacral de Israel tras el exilio (Ez 40-48), como nación elegida, organizada según las tribus, en doce franjas de tierra (una para cada tribu) con el territorio sagrado del templo en el centro, con una porción para los sacerdotes y otra para el “príncipe”, que no es un rey mesiánico en sentido estricto (davídico), sino un protector del culto… y otra para la ciudad de Dios, que está cerca del templo, pero solo cerca, pues el templo se eleva separado, solitario, en el centro del lugar sagrada, entre las doce tribus.

Ésta es la más honda visión de la tierra-cielo del Antiguo Testamento, que ha sido retomada en perspectiva cristiana por Ap 21-22. Toda la profecía se despliega, según eso, en dos planos: en un plano “material” (histórico), y en un plano sobrenatural (eterno), como el autor de este comentario ha puesto de relieve, insistiendo en el aspecto escatológico del programa de recreación de Israel.

Desde ese fondo se distingue y se precisa la visión de Ezequiel, con el templo y los sacerdotes en el centro de la tierra, con una ciudad separada, al servicio del mismo templo, y un príncipe (también separado, con su propia tierra), para instaurar así el nuevo culto de los sacerdotes del templo. En el fondo, el mesías de Dios se identifica con un templo, donde Dios habita cerca de su pueblo, servido por sacerdotes (sin que haya un Sumo Sacerdote con poder sobre los otros). Desde el centro del mundo se eleva así una especie de culto sagrado que proclama la santidad de Dios.

Pues bien, a diferencia de eso (pero reinterpretando y culminando la profecía de Ezequiel), el libro del Apocalipsis, que es una especie de versión cristiana de Ezequiel, sitúa en el centro de la nueva tierra la ciudad de Dios y su Cordero. Una ciudad que ya no necesita templo, pues el templo es el mismo Cordero de Dios, y todos los creyentes son sacerdotes de la nueva liturgia sagrada, que suben a la gran ciudad por las doce puertas (que son como las doce del templo de Ezequiel). También hay otros rasgos semejantes, entre ellos el agua de la vida, aunque ahora no brota del umbral del templo, sino del trono de Dios y su cordero, que son centro y corazón de la humanidad reconciliada.

Pero aquí no podemos seguir hablando de estos temas, pues ellos forman el argumento del libro, y así los iremos viendo a lo largo del comentario. Por eso pasamos ya a la presentación del comentario,

2. Comentario de C. F. Keil

Había y hay muchos comentarios a Ezequiel, muchos y buenos trabajos escritos sobre su figura, su mensaje y pensamiento, con su influjo en la literatura posterior, tanto judía cristiana, de forma que resulta imposible reseñarla con detalle, pues no quiero presentar una edición crítica y exhaustiva de mensaje de Ezequiel, lo que exigiría un método distinto. sino una traducción y actualización completa de su texto, en un plano académico y pastoral, para uso y estudio de ministros de la Iglesia, para estudiantes y personas interesadas en el conocimiento directo de la Biblia, en nuestro propio tiempo (año 2018), en el ámbito de lengua castellana.

Éste libro que ofrezco no quiere ser una traducción y edición crítica del texto del C.F. Keil, solo para grupos de académicos, sino algo más sencillo y, en el fondo, más exigente: quiere ser una actualización de su texto, no solo para estudiosos de teología y pastores o ministros de las iglesias. Deseo ofrecer por tanto un texto vivo, que pueda servir para todos aquellos que quieran y puedan entrar de un modo personal en la Biblia, tomando como base un texto clave, para judíos y cristianos, como es el libro de Ezequiel. Ésta es, por tanto, una edición que sea, al mismo tiempo, científica (seria, actualizada) y pastoral, una edición abierta a personas que tienen cierto conocimiento inicial del texto original hebreo del profeta, sobre el que se hace el comentario, pero sin necesidad de dominar académicamente esa lengua.

Debo recordar que C.F. Keil publicó su obra con el título Biblischer Kommentar über den Propheten Ezechiel, en Dörffling und Franke, Leipzig 1968, dentro de la colección Biblischer Kommentar über das Alte Testament, con una 2ª edición mejorada y ampliada el año 1882 (que es la que tomo como base de mi traducción). Ésta fue una obra que influyó mucho en el mundo germano, aunque en parte fue marginada, porque la exégesis mayoritaria del protestantismo alemán empezó a moverse pronto en una línea de crítica histório-literaria y, sobre todo, teológica distinta de la que había seguido C. F. Keil. Pues bien, de manera sorprendente, esta obra influyo (e influye) mucho más en el mundo anglosajón, bíblicamente mas “tradicional” (en el mejor sentido de la palabra), a través de la rápida traducción, realizada inglesa, realizada J. Martin: Biblical Commentary on the Prophecies of Ezekiel, realizada por (T & T Clark, Edinburgh 1876).

Esa traducción de J. Martín, literariamente impecable (¡es un libro clásico!) tiene ciertos inconvenientes (por su forma de condensar e interpretar algunos pasajes), pero ha realizado y sigue realizando un servicio inestimable dentro del mundo cultural de lengua inglesa, por su capacidad de difusión y porque ha mantenido vivo un texto clave de la interpretación bíblica de los últimos doscientos años. Esa traducción, realizada primero en Escocia, ha sido reimpresa muchas veces en USA (en Eerdmans, Grand Rapids MI y en Hendrickson, Peabody MA), y sigue apareciendo con regularidad en el vol 9 de Keil & Delitzsch, Commentary on the Old Testament in Ten Volumes, tanto por Eerdmans, 1982, como en Hendrickson, 1989, 1996 etc. (con un CD-ROM, 2006, que ha multiplicado su presencia).

El original alemán resulta difícil de encontrar, a no ser en colecciones antiguas, aunque es accesible on line, en PDF, en varios portales, libres o de pago (https://www.logos.com/product/43113/biblischer-kommentar-uber-das-alte-testament; http://bennozuiddam.com/Keil%20Delitzsch%20Ezekiel_Band_13_1882.pdf), de los que he realizado esta traducción, por la que deseo que pueda introducirse en el ámbito hispano, no solo protestante y católico, cristiano sin más, sino también en el mundo cultural abierto a los clásicos de la literatura y pensamiento. Ezequiel es un texto “religioso” de influjo enorme en las iglesias y confesiones creyentes, pero es también uno de los libros fundantes de la cultura de occidente, que puede y debe compararse, en su plano, con las obras griegas de Homero, Herodoto o Platón, por poner tres ejemplos.

Ciertamente, quiero que el libro de Ezequiel, y este comentario de C. F. Keil, siga estando presente en las comunidades de origen bíblico, y en las iglesias cristianas, pienso que puede y debe hallarse también en todos los centros culturales interesados en el conocimiento de las raíces de nuestra herencia bíblico. En esta línea, éste es un comentario “histórico”, y así puede estudiarse y utilizarse como obra de referencia en las bibliotecas de las universidades y en los centros de estudio teológico. Pero, siendo eso, es mucho más. A los ciento cincuenta años de su publicación, este comentario sigue siendo un libro vivo, plenamente actual, uno de los mejores estudios literarios, históricos y teológicos que hoy pueden encontrarse sobre el libro de Ezequiel, no solo en un plano de conocimiento bíblico (en un nivel de fe, para el enriquecimiento cristiano y la predicación), sino también en un plano de estudio científico, de tipo histórico y cultural, simbólico y literario.

En esa línea, C. F. Keil ha realizado un comentario filológico al texto hebreo de Ezequiel, asumiendo y recreando la mejor historia de los comentarios clásicos antiguos sobre ese libro, de manera que con Ezequiel nos ofrece una historia de lo que ha sido (y sigue siendo) el estudio e influjo de su profecía en la cultura clásica de occidente, no solo entre los judíos (de tipo más rabínico o más cabalista), sino también entre los cristianos antiguos, y entre los protestantes y católicos (anteriores al siglo VII), que C. F. Keil ha utilizado y atualizado de forma generosa en su trabajo. Estos son algunos de ellos, presentados aquí en forma cronológica (fijándonos de un modo especial en autores del mundo cultural hispano):

‒Orígenes (185-253/4

), Catorce homilías sobre Ezequiel

, traducidas al Latín por Jerónimo, en

PG

13, 665-768 y en

PL

25, 691-786. Edición actual en Origen,

Homilies 1-14 on Ezekiel,

Newman Pres, New York 2010).

‒Efrén (306-373),

textos sobre Ezequiel,

editados por P. Benedictus y S. E. Assemanus (eds.),

Sancti Ephraem opera omnia quae extant, Graece, Syriace, Latine, in sex tomos distribute,

Typographia Pontificia Vaticana, Romae 1732-1746

‒Jerónimo (347-419/420),

Commentariorum in Ezechielem Prophetam Libri Quatuordecim

, en

PL

25, 15-490.

‒Teodoreto de Ciro (393 - 460),

“Hermēneia tēs propheteias tou hagiou Iezekiēl / In divini Ezechielis prophetiam interpretatio”,

obra clave de la exégesis de tipo “antioqueno”, in

PG

81, 807-1256.

‒Zwingli, H. (1484-1531),

Die Propheten: Jesaja, Jeremia, Ezechiel, Daniel sowie die 12 Kleinen Propheten

(Corpus reformatorum, 101; Zürich: Berichthaus, 1956-1959

‒Calvino, J (1509-1564),

In viginti prima Ezechielis prophetae capita praelectiones

, F. Perrini, Genevae 1565

‒Pintus [Pinto], H. (1528-1584),

In Ezechielem prophetam commentaria

, Apud Ioannem a Canova, Salmanticae 1568

‒Maldonado, Juan de (1533-1583),

Commentarii in Prophetas IV : Ieremiam, Baruch, Ezechielem, & Danielem,

H. Cardon, Parisiis 1610

‒Prado, Jerónimo de, (1547-1595) y Juan Bautista Villalpando (1552-1608),

In Ezechielem explanationes et apparatus urbis, ac templi hierosolymitani. Commentariis et imaginibus illustratus opus tribus tomis distinctum I-II, A.

Zannetti, Romae 1596 y 1604 / 1605

‒Lapide, Cornelius a (1567-1637),

Commentaria in Ezechielem prophetam,

Martinum Nutium, Antuerpiae 1621.

Junto a estos autores de tradición cristiana, habría que citar a los maestros de la tradición judía, no solo a los representantes de la literatura misnáica y talmúdica, sino a los estudiosos posteriores, que han mantenido vivo el texto y mensaje de Ezequiel hasta el siglo XIX, de manera que podría hablarse, a partir de Ezequiel, de la vinculación y diferencia entre judíos y cristianos, no solo en la forma de entender al profeta, sino también en la forma de interpretar su vida (sus comunidades) a partir de la lectura de la Biblia.

Fundándose en la tradición anterior, C. F. Keil redacta y publica su obra al comienzo de la segunda mitad del siglo XIX, en diálogo activo y crítico con los mejores investigadores de su tiempo, especialmente protestantes, de manera que su obra puede tomarse como un testimonio crítico del pensamiento cristiano alemán de ese momento, en una línea de “neo-ortodoxia” luterana, especialmente interesada por el acceso directo a la “véritas hebraíca”, es decir, al encuentro con la Biblia en su texto original.

He dicho que C. F. Keil es un representante de la mejor “neo-ortodoxia” luterana, vinculada al texto hebreo de la Biblia. Pero eso no le impide interpretar a Ezequiel con la ayuda de los LXX y de los tárgumes, y de las grandes traducciones (entre las que sobresale la de Jerónimo). Todo eso hace que su obra no sea solo un comentario a Ezequiel, sino una renovación y recreación del cristianismo bíblico, en el pasado y en la actualidad (en su siglo XIX).

No se ha ha vuelto a dar, que yo sepa, en los decenios posteriores (ni en la actualidad, al comienzo del siglo XXI) un contexto de discusión y crítica eclesial y científica como el que se dio en aquellos años. En ese contexto quiero y debo citar algunas obras de C. F. Keil ha tomado como lugar de referencia, obras que él cita de un modo generoso y académico (en línea de afirmación y superación crítica) en su comentario. Éstas son algunas de las más importantes:

‒Auberlen (cf.

Der Prophet Daniel und die Offenbarung Johannis,

Basel 1857).

‒Ewald, G. H. A.,

Die Propheten des Alten Bundes. 2: Jeremja und Hezeqiel mit ihren Zeitgenossen

, 2ª ed., Vandenhoeck & Ruprecht, Göttingen 1868.

‒Hävernick, H. A. C.,

Commentar über den Propheten Ezechiel,

Heyder, Erlangen 1843

‒Henderson, E.,

The Book of the Prophet Ezekiel, Translated from the Original Hebrew with a Commentary Critical, Philological, and Exegetical,

Hamilton, London 1855 K. A.

‒Hengstenberg

,

W.,

Christologie des Alten Testamentes

, Berlin 1854

‒Hitzig, F.,

Der Prophet Ezechiel,

Weidmann, Leipzig 1847

‒Kleifoth, Th,

Das Buch Ezechiels

I-II, Rostock, 1864 y 1865.

‒Umbreit, F. W. C.,

Praktischer Commentar über den Hesekiel, mit exegetischen und kritischen Anmerkungen

, Perthes, Hamburg 1843.

Al lado de esto, podríamos recordar otros, que C.F. Keil va citando (aceptando, revisando o criticando, según los casos), como precisaré a lo largo de la traducción, para ayuda de los lectores, pero sin volverme exhaustivo, pues como he dicho ésta sigue siendo una edición viva, para el estudio directo del texto de Ezequiel, no un trabajo crítico de erudición, solo para especialistas.

En esa línea, será bueno que el lector de este comentario (a principios del siglo XXI), conozca también otros más recientes, para valorar así las aportaciones de C. F. Keil, situando su obra en el contexto cultural y literario de su tiempo. Éstos son algunos de los más significativos sobre Ezequiel (entre los que he querido destacar algunos publicados en lengua castellana):

Abrego de Lacy, J. M., Ezequiel, Nueva Biblia de Jerusalén, 21, Desclée de Brouwer, Bilbao 2011.

Allen, L. C., Ezekiel 1-19 / Ezekiel 20-48, WBC 28 / 29, Word,Dallas: 1994 / 1990.

Almada, S. E., Ezequiel, en A. Ropero, Gran diccionario enciclopédico de la Biblia, Clie, Viladecavalls 2013, 874-881.

Alonso Schöke, l y J. L. Sicre, Profetas II, Cristiandad, Madrdid 1980, 667-857

Alonso Schökel, L., Ezequiel, Los Libros Sagrados 8, Cristiandad, Madrid 1971; Id y J. L. Sicre Diaz, Profetas. Introducciones y comentario II, Cristiandad, Madrid 1980, 667-858

Asurmendi, J. M., Ezequiel, Verbo Divino, Estella 1987;

Auvray, P., Bible de Jérusalem. Ézéchiel, Cerf, Paris 1957

Beauchamp, E. Los profetas de Israel, Verbo Divino, Estella 1988, 177-220;

Becker, J., Der priestliche Prophet. Das Buch Ezechiel 1-24, 25-48, KBW, Stuttgart 1971

Bertholet, A., Hezekiel, HAT 1/13, Mohr, Tübingen 1936

Blenkinsopp, J., Ezekiel, Interpretation, John Knox, Louisville, KY 1990

Block, D. I., The Book of Ezekiel. I: 1-24 / II: 25-48, Eerdmans. Grand Rapids MI: 1997 / 1998.

Bowen, N., Ezekiel, Abingdon, Nashville TN 2010

Brunner, R., Ezechiel, I-II, Zwingli-Verlag, Zürich 21969

Clements, R. E., Ezekiel, Westminster Bible Companion, Louisville KY 1996.

Cooke, G. A., A Critical and Exegetical Commentary on the Book of Ezekiel, ICC Clark, Edinburgh 1936

Cortese, E., Ezechiele, Paoline, Roma 1973

Eichrodt, W., Der Prophet Hesekiel I-II,. Kap. 1-18 / Kap. 19-48, ATD 22/1-2, Vandenhoeck & Ruprecht Göttingen: 1959 / 1966

Eichrodt, W.. Ezekiel: A Commentary, Westminster, Philadelphia 1970.

Eisemann, M., Yechezkel. The Book of Ezekiel. A New Translation with a commentary anthologized from Talmudic, Midrashic, and Rabbinic Sources. I-II, Tanach Series, Mesorah, New York, 1977 / 1980

Fisch, S., Ezekiel: Hebrew Text and English Translation with Introduction and Commentary, Soncino, London 1978.

Fohrer, G., Hezekiel, HAT I/13, Mohr Tübingen 1955

Joyce, P. M., Ezekiel. A commentary, T.T. Clark, London 2009

Lamelas Mínguez, J., Ezequiel, La Casa de la Bíblia, Atena, Madrid 1993

Lamparter, H., Zum Wächter bestellt: Der Prophet Hesekiel, BAT 21, Calwer Stuttgart: 1968.

Lust J., (ed.), Ezequiel and his Book, BETL 74, Leuven 1986

Monloubou, L., Un sacerdote se vuelve profeta, Ezequiel, FAX, Madrid 1973

Neher, A., La esencia del profetismo, Sígueme, Salamanca 1975, 77-93;

Odell, M. S., Ezekiel, Smyth & Helwys, Macon GA 2005

Pohlmann, K.-F., Das Buch des Propheten Hesekiel I-II, ATD 22,1-2, Vandenhoeck. Göttingen 1996.

Savoca, g. Ezequiel, Ciudad Nueva, Madrid 1996

Sedlmeier, F., Das Buch Ezechiel I-II, Neuer Stuttgarter Kommentar, Stuttgart 2002 / 2013).

Sweeney, M. A., Reading Ezekiel: A Literary and Theological Commentary, Smyth & Helwys Macon, GA 2013

Tuell, S. S., Ezekiel, NIBC, Hendrickson, Peabody MA 2009

Wevers, J. W. Ezekiel, NCeB, London 1976.

Zimmerli, W., Ezechiel. 1-II, BKAT XIII/1-2, Neukirchener V., Neukirchen-Vluyn 1955-1969

Al lado de estos se pueden citar algunos comentarios más concisos, que han aparecido en las grandes obras de conjunto, como:

Brown, R. E., J. A. Fitzmyer y R. E. Murphy, Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo. I-II, Verbo Divino, Estella 2004

Farmer, W. R. (ed.), Comentario Bíblico Internacional, Verbo Divino, Estella 1999;

Henry, M., Comentario Bíblico, Clie, Viladecavalls 1999;

Levoratti A. J., (ed), Comentario Bíblico Latinoamericano, Verbo Divino, Estella 2004;

Profesores Compañía de Jesús, La Sagrada Escritura I-IX, BAC, Madrid, 1965-1969

Profesores Salamanca, Biblia comentada I-VII, BAC, Madrid, 1965-1968;

Hay, además, una extensa bibliografía, no solo en comentarios como los de. Joyce y Zimmerli (arriba citados), sino también en buscadores de diverso tipo, como:

bible.org/article/selected-bibliography-book-ezekiel

tmcdaniel.palmerseminary.edu/Ezekiel%20Bibliography.pdf

www.cjconroy.net/bib/ezek-gen.htm;//people.bethel.edu/~pferris/ot103/Bibliog%20-%20Ezekiel.pdf

Aquí no puedo evocar ni valorar esa bibliografía en detalle, pues ello exigiría escribir un comentario nuevo. Por eso me limito a ofrecer algunas observaciones generales, relacionadas con el libro de C. F. Keil, diciendo desde el principio que se trata de un comentario que sigue siendo plenamente, y que, en parte, no ha sido superado todavía, no solo en un plano confesional (de lectura cristiana), sino también en un plano histórico y literario, con las limitaciones que implica el haber sido escrito hace ciento cincuenta años.

1. Se trata, por un lado, de un comentario antiguo, de manera que su bibliografía y algunos detalles de tipo histórico se encuentran en cierto sentido desfasados, lo mismo que algunos de los problemas que plantea. Pero, al mismo tiempo, es un comentario plenamente actual, desde una perspectiva filológica e histórica, en la línea de una lectura canónica y confesional del texto del profeta. En ese sentido, dejando quizá a un lado algunos pocos comentario (como los de Fohrer, Joyce y Zimmerli), podemos afirmar que ha sido y sigue siendo el más significativo de los que actualmente pueden encontrarse en el campo de los estudios bíblicos. Por eso pienso que resulta muy importante (yo diría que casi imprescindible) para los predicadores bíblicos y para los estudiosos del texto y teología de los profetas.

2. Es un comentario filológico, realizado sobre el texto hebreo, que he querido introducir al comienzo de cada perícopa o pasaje del texto, poniéndolo al lado la traducción de Reina-Valera, del año 1995, con algunas modificaciones que introduzco, para seguir con más fidelidad la traducción propia de C. F. Keil. Este comentario supone siempre que el lector ha de tener a mano (a su lado y siempre abierto) el texto hebreo, que sirve siempre de principio y referencia (es el texto canónico, la veritas o verdad hebraica. Solo por eso, por facilitar el trabajo del lector que no puede llevar o tener siempre a mano una edición de la Biblia Hebrea introduzco aquí, al comienzo de cada pasaje comentado, el texto hebro (tomado de la edición “canónica” de K. Elliger y W. Rudolph, Biblia Hebraica Stuttgartensia, DB, Stuttgart 1977). Pongo a su lado la traducción actualizada de Reina-Valera (edición 1995), que nos servirá de referencia, aunque quien desee podrá emplear alguna otra buena traducción de la Biblia al Castellano.

Unicamente así se puede seguir y entender este comentario, sabiendo que el autor (Keil) va analizando siempre, frase a frase y palabra a palabra, el texto original de la Biblia. Por eso, este Comentario tiende a suponer un cierto conocimiento inicial del hebreo, aunque no es imprescindible dominarlo. Más aún, dicho de forma inversa, la lectura de este comentario puede ayudarnos como introducción para el estudio y conocimiento del hebreo bíblico, para familiarizarnos con algunas de sus palabras y conceptos principales.

3. Éste es un comentario histórico, en el mejor sentido de la palabra. Como he dicho, C. F. Keil ha completado el estudio del texto hebreo con las traducciones antiguas, desde los LXX (cf. A. Rahlfs, Septuaginta, DB, Stuttgart 1979) y el Targum a la Vulgata, con los grandes estudiosos de la Reforma protestante y del catolicismo el siglo XVI, ofreciendo así una visión de conjunto de la historia de la interpretación bíblica, con aportaciones de tipo histórico y arqueológico. De esa forma vincula una lectura científica y creyente de Ezequiel, situando la luz de su texto ante la nueva condición cultural y religiosa de la modernidad, en el siglo XIX. Su obra, traducida y recreada fielmente en castellano, ofrece la mejor interpretación y lectura del mensaje eterno del gran profeta de la cautividad y la esperanza escatológica (propia de Israel, propia del cristianismo).

4. En un primer momento, la lectura de esta obra ofrece cierta dificultad, para los menos iniciados en la Biblia, especialmente por el análisis de los textos hebreos y por su interpretación simpre ceñida al texto, desde una perspectiva filológica y literaria (y en el fondo creyente). Pero una vez pasada esa primera barrera, la lectura se vuelve fascinante, pues nos introduce en la vida y mensaje de un hombre excepcional (Ezequiel), que anticipa y en cierto sentido resuelve algunos de los problemas básicos de la historia humana. Su texto nos sitúa dentro del gran conflicto y de la gran promesa de la caída del orden viejo del Reino de Jerusalén, con el culto del templo, que se abre a la llegada del tiempo escatológico, que para los cristianos se centra y cumple en Cristo. Todo parece destruirse y se destruye, a causa del pecado de los hombres. Pero todo puede renacer y renace por obra de la gracia de Dios.

Han pasado más de dos mil quinientos años desde los tiempos en que Ezequiel se enfrentó con el destino de Israel, con la destrucción de la ciudad (Jerusalén) y de su Templo, en años de gran oscuridad y silencio de Dios. Pero iluminando esa oscuridad y rompiendo ese silencio, el antiguo profeta puede y quiere ofrecernos un camino abierto hacia el misterio de Dios y de la promesa de vida en el futuro, un camino que resulta aún más necesario en nuestro tiempo.

INTRODUCCIÓN

1. La Persona del Profeta

Ezequiel, laqe’z>x,y> (Ez 1,3; 24, 24), es decir, qzxy la, Dios fortalece,Ιεζεκιήλ (LXX y libro de Siraj, 49,8), en la Vulgata Ezechiel, mientras Lutero, siguiendo el ejemplo de los LXX, escribe Hesekiel, fue el hijo de Busi, de ascendencia sacerdotal. Fue llevado a la cautividad en el exilio de Babilonia en el año 599 a.C., es decir, en el año once antes de la destrucción de Jerusalén, con el rey Joaquín, los nobles del reino, muchos sacerdotes y la clase superior de la población de Jerusalén y de Judá (cf. Ez 1, 2; 40, 1; 2 Rey 24, 14; Jer 29, 1).

Vivió en la parte superior de Mesopotamia, en las riberas del río Caboras/Qebar, casado, en su propio domicilio, en medio de la colonia de los judíos desterrados, en un lugar llamado Tel-Aviv (Ez 1, 1; 3, 15.24; 8, 1; 24, 18). En el año quinto de su cautiverio, es decir, el 595 a.C., fue llamado para ser profeta del Señor, y trabajó en este puesto oficial durante veintidós años, porque la última de sus profecías está datada en el año veintisiete de su exilio, es decir, en el 572 a.C. (Ez 29, 17). Nada se conoce de las otras circunstancias y acontecimiento de su vida, ni tampoco de su muerte.

Las leyendas apócrifas que hallamos en los Padres de la Iglesia y en los Escritos Rabínicos dicen que fue asesinado por un príncipe de su propio pueblo, por haber rechazado su idolatría y que fue enterrado en la tumba de Sem y de Arfasad, etc. (cf. J. B. Carpzov, 1639-1699, Introductio in Theologiam Judaicam, 1687, II, 203ss), carecen de todo valor histórico. Lo único cierto es que terminó su vida entre los exilados, allí donde Dios le había asignado su servicio de profeta, y, a diferencia de su contemporáneo Daniel (cf. Dan 1, 21; 10, 1), no sobrevivió hasta el final de la cautividad, para ver el comienzo de la redención de Israel de Babilonia, pues sus profecías no contienen la mínima alusión a ello.

2. Los tiempos del profeta

Ezequiel, como Daniel, fue un profeta en el exilio, pero lo fue de un modo diferente a ése último, que fue llevado cautivo antes que él a Babilonia, tras la primera conquista de Jerusalén por Nabucodonosor, en el reinado de Joaquim, y que después vivió aún durante setenta años en la corte de los reyes de Babilonia y de los medo-persas, realizando, de tiempo en tiempo, importantes servicios de Estado.

Daniel fue colocado por Dios en esa posición elevada, lo que le permitió tener una visión de la formación y de la evolución de los reinos del mundo, de manera que, desde esa perspectiva, fue capaz de ver el despliegue de esos reinos del mundo en su lucha contra el Reino de Dios, pudiendo así predecir el poder y la gloria indestructible de ese Reino de Dios, que se encuentra por encima de todos los poderes del mundo.

Por el contrario, Ezequiel fue constituido como vigía sobre la nación de los exilados de Israel, y de esa forma fue capaz de continuar en la línea de los profetas anteriores, y especialmente de Jeremías, con el cual se asocia de diversas formas en sus profecías; él fue destinado así para predicar a sus contemporáneos el juicio y salvación de Dios, a fin de convertirles al Señor su Dios.

De un modo consecuente, para entender su obra como mensajero de Dios, una obra cuyo fruto maduro aparece ante nosotros en sus escritos proféticos, debemos tener en cuenta no solo la importancia del exilio para el despliegue del reino de Dios, sino también las realidades y relaciones sociales entre las cuales realizó Ezequiel su trabajo.

Aquello que el Señor había anunciado por Moisés a las tribus de Israel, mientras se hallaban todavía al otro lado de las fronteras de la tierra prometida, preparándose para tomar posesión de ella, es decir que si ellos desobedecían de un modo consecuente a sus mandamientos, él les castigaría no solo con duros castigos, sino que les expulsaría de la tierra que iban a ocupar y les dispersaría entre las naciones (cf. Lev 26, 14-45; Dt 28, 15-68)…, esta amenaza, repetida después por todos los profetas tras Moisés se había cumplido ya, es decir, había sido ejecutada por los asirios, sobre las diez tribus del Norte de Israel, que se habían rebelado contra la casa de David. Pues bien, esa misma amenaza iba a realizarse ahora también, a través de los Caldeos, sobre el reino de Judá.

En el reinado de Joaquim, Nabucodonosor, rey de Babilonia, había invadido por primera vez el reino de Judá, había tomado Jerusalén, había convertido a Joaquim en tributario, y había llevado consigo a Babilonia un gran número de jóvenes israelitas de noble cuna y de sangre real, entre los cuales se hallaba Daniel, con una parte de los vasos sagrados del templo, con el fin de que estos jóvenes pudieran ser educados para el servicio de la corte real de Babilonia (Dan 2, 1-7).

Con esta invasión de los caldeos comenzaron los setenta años del cautiverio de los judíos en Babilonia, tal como lo había predicho el profeta Jeremías. Pues bien, como al cabo de tres años el nuevo rey Joaquín/Jeconías se rebeló de nuevo contra Nabudoconosor, éste volvió a poner sitio a la ciudad de Jerusalén, y después de un largo asedio la tomó de nuevo, en el tercer mes del reinado de Joaquín, al que llevó cautivo a Babilonia, con los miembros de su corte, los nobles de Judá y Jerusalén, y un gran número de sacerdotes, guerreros, carpinteros y herreros, dejando en la tierra solamente a la parte menos noble del pueblo, sobre la que nombró como rey vasallo a Matanías, el tío del monarca cautivo, cambiándole de nombre, de manera que en vez de llamarse Matanías se llamara Sedecías (2 Rey 24, 10-17; 29, 2).